sábado, 31 de julio de 2010

Beatles. Viaje a sus escenarios de leyenda...


REPORTAJE: 40 años sin los cuatro de Liverpool

Beatles. Viaje a sus escenarios de leyenda

El 13 de septiembre de 1969 fue la última vez que los Beatles trabajaron juntos en un estudio. Cuatro décadas después de su disolución, y con dos de ellos desaparecidos, continúan siendo un fenómeno mundial. Recorremos algunos de los lugares que fueron parte de su historia para descubrir que siguen vivos.

En la parte interior del antebrazo izquierdo de un músico de Liverpool está la respuesta. Jason Murray tiene 33 años, el pelo rubio y la piel muy blanca. Tanto que el verde de sus venas se confunde con la tinta del tatuaje. Justo a la altura del codo, una clave de sol, y de allí hasta la muñeca, las cinco líneas de un pentagrama con dos compases. Bajo las notas, la letra de la canción: All you need is love, love is all you need. En esa piel está la respuesta. Es el símbolo de lo que ha ocurrido desde que hace cuarenta años, los cuatro Beatles -el grupo que prácticamente inventó la música pop- decidieran no volver a tocar juntos nunca más. De manera indeleble, esos cuatro chavales de Liverpool han quedado grabados a fuego, para siempre, como en un tatuaje, en la memoria y el bagaje cultural de millones de personas en el mundo.

Jay Murray charla alegremente con dos amigos con una pinta de cerveza en su mano. Está en The Cavern Pub, uno de los garitos que forman parte de esa especie de parque temático sobre los Beatles en que se ha convertido su ciudad natal. Está apoyado en una Jukebox amarilla, con forma de submarino de dibujos animados, y en las paredes del local, en una suerte de horror vacui estudiado para fans, se exhibe todo tipo de recuerdos de los fabulosos cuatro. "Haber formado parte de una de las bandas de tributo a los Beatles [The Mersey Beatles] más importantes me ha permitido tocar delante de 10.000 personas", afirma el guitarrista. "Cambiaron el mundo. Liverpool les está muy agradecido, aquí vienen personas de todas las partes del planeta atraídas por ellos". En estas palabras se adivina el exterior de su antebrazo, la otra cara: los Beatles, 40 años después de su disolución, continúan siendo un gran negocio. Tanto que en 1985 el desaparecido Michael Jackson compró por 8.000 millones de pesetas los derechos editoriales de 267 canciones de los desmelenados dejándose casi la mitad de su fortuna en la transacción. Ahora, según un periódico tan prestigioso como The Wall Street Journal, el lío financiero generado por la muerte del comprador supondrá una espera de al menos 18 meses para dilucidar quién se queda con los beneficios adquiridos y (tal vez hipotecados) por el llamado rey del pop.

El próximo miércoles, en un lanzamiento sin precedentes, EMI, la discográfica de The Beatles, reeditará toda la discografía del grupo remasterizada en los estudios Abbey Road, donde grabaron el 90% de su producción. Ese mismo día se pondrá a la venta un videojuego para múltiples consolas, denominado The Beatles Rock Band, con el que el jugador podrá emular al grupo desde sus principios. La apuesta es tan fuerte (supone una posibilidad de negocio enorme, puesto que el catálogo de canciones jugables se venderá por separado), que Paul McCartney, Ringo Starr, Yoko Ono Lennon y Olivia Harrison (viudas, respectivamente, de John Lennon y George Harrison) se reunieron en Los Ángeles el pasado junio para apadrinar el producto. En Las Vegas, el Circo del Sol continúa imparable con las representaciones de Love, un espectáculo basado en su música, y Canal + emitirá este jueves por primera vez en España el documental All together now sobre la gestación y puesta en marcha de este montaje que llevó hasta el desierto de Nevada al mismísimo George Martin, el productor de la banda, pese a estar aquejado de una fuerte sordera. Si Lennon y Harrison pudieran regresar de la muerte, un concierto o un nuevo disco de los cuatro Beatles sería, sin duda, uno de los acontecimientos mundiales del siglo XXI. Hablamos de un grupo que cuarenta años después sigue encabezando la lista de ventas de un organismo tan prestigioso como la Asociación Americana de la Industria Discográfica (RIIA), con un total de 170 millones de discos despachados tan sólo en Estados Unidos. Otras fuentes como The New York Times o la revista Forbes dan por buena la cifra de más de 1.000 millones de discos en todo el mundo desde sus comienzos en 1962.

En los estudios Abbey Road en Londres hay que andarse con cuidado. El buen rollito de los porros de aquellos adolescentes que confesaron haberle dado al LSD, a la marihuana, al hachís y a todo lo experimentable, se ha convertido en el típico rollo de discográfica paranoica. "¿Quién ha robado una carátula?", pregunta Paul Bromby, director de marketing de EMI. Todos los periodistas presentes quedan bajo sospecha. "Esa carátula podría valer mucho en Ebay", remacha. El acusador lleva más de una decena de ellas en la mano. Por supuesto, sin el correspondiente CD dentro. Pues eso, que los Beatles siguen siendo un negocio, y los primeros que lo saben son los responsables de que sus 13 discos suenen desde el próximo miércoles como si los hubiera grabado cualquier grupo de brit pop del momento. Contundentes, con presencia, en cierto modo agresivos y sobre todo envolventes. Y el mayor de los sobretodos: en la Red estarán remasterizaditos desde ese mismo día. Lo cierto es que cuando se escucha el resultado en esos estudios, delante de una mesa de mezclas de 78 canales, es asombroso. Un trabajo de cuatro años cuidadísimo, de orfebrería.

El estudio 2, el predilecto de los Beatles, hay que verlo a hurtadillas. Nada de fotos, ni amabilidad. En Abbey Road hay que andarse con cuidado. A ellos, que han grabado con Alanis Morisette, Diana Krall, Elbow, Hard Fi o Panic! At The Disco, por poner algunos ejemplos, les da todo igual. Parece que no aprendieron nada de aquellos cuatro: se niegan a darse cuenta de que lo mejor de todo lo tienen fuera de esas paredes.

En los muros del número 3 de Abbey Road hay escritos poemas, declaraciones de amor, de fidelidad a ultranza a ese cuarteto irrepetible. Y en la esquina, un paso de peatones que es más que seis rayas blancas sobre el asfalto. Es un santuario y también una diversión. Alan Haynes es un obrero de la construcción que trabaja a 20 metros de ese paso de cebra. "La hora del bocadillo es para los Beatles. Nos sentamos aquí, frente al cruce, y vemos todo ese circo que se monta. Gente de todo el mundo sigue viniendo aquí a parar el tráfico. Es algo alucinante".

Nada comparado con Liverpool. "No he terminado por odiarlos todavía, pero desde luego en casa no pongo ninguno de sus discos". Lo dice Moira, una de las recepcionistas del hotel A Hard Days Night, un establecimiento completamente basado en The Beatles y en el que no se escucha otra cosa que no sean sus canciones. Cuarenta años después de la disolución de la banda, Liverpool es una ciudad absolutamente beatle. Su aeropuerto se llama John Lennon, en la misma manzana donde está el hotel se encuentra la nueva caverna, un local fabricado a imagen y semejanza y a escasos 10 metros de aquel donde Brian Epstein decidió que sería el mánager de la banda. Allí, al menos 40 personas tienen un trabajo relacionado con los Beatles. Rutas turísticas de todo tipo, incluida una en una especie de barco amarillo que navega por el río Mersey. Tiendas, estatuas, fotos, museos y música, mucha música. Jason Murray agita su pelo pajizo cortado al estilo de los fab four. Sube al escenario con su guitarra acústica y canta Yesterday. Después, comprobada una vez más la eficacia de una canción eterna, baja de las tablas y dice: "¿Lo ves?. De ellos parte todo. Toda la música de ahora tiene algo de los Beatles. Hablamos de unos chicos que fueron algo así como Bach o Mozart".

Todo el mundo quiere ser un ‘beatle’: Abbey Road. Uno de los pasos de peatones más fotografiados del mundo.

Son seis líneas blancas pintadas sobre el asfalto de una calle al norte de Londres. Y un imán para miles de turistas que durante todo el año acuden allí a tomarse la misma foto que se hicieron los Beatles para la portada de su último disco, titulado Abbey Road, como la calle en la que se encuentran los estudios de la discográfica EMI, en la que grabaron el 90% de su producción. En la web de esos estudios se puede ver la imagen de una cámara apuntando 24 horas hacia el paso de peatones. Nate Crawford, en la imagen grande, es un artista de Florida que se fotografía por todo el mundo metido en un círculo. ¿Cómo no iba a hacerlo en este trozo de Londres?

El nostálgico viaje: Magical Mystery Tour. Un autobús adquirido por Hard Rock Café y una réplica que ofrece un viaje turístico a la nostalgia de más de dos horas.

El modelo es prácticamente idéntico a aquel autocar que utilizaron los Beatles para rodar su película Magical Mystery Tour (a la izquierda, un fotograma con los cuatro músicos asomados por el techo del autobús). El vehículo original fue comprado por el poderío estadounidense de la cadena Hard Rock y ahora está en Orlando. Pero esta réplica, aparcada muy cerca de la casa en la que pasó su niñez Paul McCartney, realiza uno de los recorridos centrados en los Beatles más nostálgicos de todos los que se ofrecen en Liverpool.

Una leyenda de 15.000 ladrillos: The Cavern.El garito de Liverpool donde casi todo empezó.

El 9 de noviembre de 1961, un hombre llamado Brian Epstein fue a ver a The Beatles a The Cavern. Por entonces, el grupo tocaba en una sesión vespertina. Ese día, Epstein decidió convertirse en mánager del grupo y allí mismo concertó una cita con el cazatalentos de la discográfica Decca. El club original se cerró en marzo de 1973 y prácticamente el 50% del local fue destrozado para la construcción de una estación de metro. En 1984 volvió a abrir recuperando parte del espacio original y, según cuentan sus responsables, se utilizaron 15.000 ladrillos del anterior garito para reconstruir el nuevo The Cavern. La fama de The Cavern continúa intacta, tanto que se ha ofrecido en muchas ocasiones para conciertos sorpresa como los que dieron Arctic Monkeys, Oasis o Travis.

Entre Liverpool y Nueva York: Strawberry field. El otro gran éxito que se incluyó en un disco sencillo que, pese a ofrecer una canción en cada cara, sólo tiene cara A.

La historia de Strawberry Field es tan extraña como la letra de la mítica canción, Strawbery fields forever, que John Lennon escribió en Almería. Según ha contado el propio Lennon, el tema hace referencia a un parque que había cerca de su casa. Se supone que esta verja de color rojo esconde ese parque que termina en un edificio que era un orfanato del Ejército de Salvación. Pero hay otro campo de fresas. Está en Central Park, en Nueva York. Fue el homenaje de Manhattan al beatle asesinado frente al edificio Dakota, su residencia. Cientos de países quisieron contribuir en la construcción de este memorial neoyorquino. Strawbery fields forever y Penny Lane se lanzaron en lo que los propios Beatles consideraban como el primer single con dos caras A de la historia del pop.

La calle bajo el cielo de los suburbios: Penny Lane. Una vía tranquila elevada a la categoría de intocable por obra de sir Paul McCartney.

Paul McCartney fue capaz de convertir una calle como otra cualquiera de un suburbio de Liverpool en una de las más famosas del mundo. En febrero de 1967, esta historia, mitad realidad, mitad fantasía, se publicó en un disco sencillo. Hoy día, Penny Lane es un referente turístico de Liverpool. Se encuentra a unos 30 minutos en autobús del centro de la ciudad, pero aún pueden verse en la rotonda al final de la calle la barbería y el banco de los que se habla en la canción. James Penny fue un comerciante de esclavos en el siglo XVIII, y las autoridades de Liverpool quisieron cambiar el nombre de la vía. La respuesta popular impidió el cambio y el escenario sigue intacto.

La factoría de números uno: Estudio número 2 de abbey road studios. El templo londinense donde los Beatles grabaron el 90% de su trabajo.

John, Paul, George y Ringo se dieron cuenta de que la locura no podía continuar. Aviones, hoteles, conciertos en los que era prácticamente imposible esucharlos, miles y miles de fans en los aeropuertos, en las calles, en cualquier lugar, encerronas en sus habitaciones por amenazas de muerte. Tuvieron una idea: es mucho mejor enviar nuestra música hecha en estudio a todo el mundo antes que tener que viajar nosotros por todo el planeta. El estudio 2 es mítico. Cuando los Beatles comenzaron a experimentar y cuando sus trabajos necesitaban secciones de cuerda o viento, este lugar con capacidad para más de 55 músicos fue su refugio. Estas dependencias, que hoy son casi como un búnker, fueron creadas en 1931 y en ellas han grabado grupos como Pink Floyd, Oasis o Mecano.

Cinco admiradores

“Revolucionaron con su alegría el mundo.. Colecciono sus discos. Lástima que no llegasen a tocar en Argentina. Mafalda se habría vuelto aún más loca por ellos” -
Joaquín Salvador, ‘Quino’.Humorista gráfico

“La muerte de Lennon fue un palo para mi generación. La letra de Imagine logra emocionarme todavía como la primera vez” - Manuel Gómez Pereira.Director de cine

“Decirle a un taxista que nos llevase a Abbey Road era excitante. Subíamos al tejado a fumar canutos, donde ellos lo hacían, antes de ir a grabar...” - Jesús Senra.Voz y bajo del grupo pop Sidonie

“Los Beatles son un icono del pop. Me quedo con la portada de Sgt. Pepper, de Peter Blake. Parece increíble que el grupo siga tan vigente después de 40 años” - Antonio de Felipe.Pintor y escultor

“Si Lennon resucitara, no creo que salvase la industria de la música. Con tantísima presión se metería otra vez en la cama con Yoko Ono” -Luz Casal.Cantante

EL PAIS

viernes, 30 de julio de 2010

Haciendo la maleta

Una maleta no es perfecta cuando no hay nada que añadir sino cuando no hay nada que quitar.

– El cosmonauta -

miércoles, 28 de julio de 2010

Nos vigilan...


Nos vigilan

Ahí fuera hay un ‘Gran Hermano’ que lo sabe todo sobre nosotros. Quizá George Orwell tuviera razón. Nos adentramos en un mundo vigilado y medido. Varios miles de ingenieros, matemáticos e informáticos rastrean y manejan la información que generamos a cada instante. Una llamada con el móvil, un pago con tarjeta de crédito, un ‘click’ en Internet... datos valiosísimos para un imperio de recopiladores que trabajan para empresas, Gobiernos y partidos políticos. Cientos de miles de ojos pueden adivinar nuestros gustos, nuestras aficiones y hasta nuestras pasiones. No estamos tan solos como pensamos frente al ordenador. ¿Dónde se encuentra el límite de la privacidad? ¿Hasta qué punto es lícito tener acceso a determinada información? ¿Es posible que hoy alguien no sepa absolutamente nada sobre usted? Stephen Baker, autor del libro ‘numerati’, publicado en España por Seix Barral, narra en este texto exclusivo para ‘El País Semanal’ las entrañas de un universo opaco formado por misteriosos personajes que ponen en jaque a legisladores de ambos lados del Atlántico. Los llamados ‘numerati’ controlan hasta nuestros pasos. Y están dispuestos a escribir el guión de nuestras vidas.

El actor norteamericano Michael J Fox padece de Parkinson. Cuando los investigadores clínicos repasan ahora sus programas de televisión de los noventa, mucho antes de que se le diagnosticase la enfermedad, pueden detectar cambios sutiles en su voz y su forma de andar. El actor, sin quererlo, nos presenta el caso perfecto para poder estudiar su comportamiento, ya que ha pasado gran parte de su vida delante de las cámaras. Pero hoy en día no resulta tan distinto del resto de los mortales. Imprevisiblemente, nos adentramos todos en un mundo vigilado y medido.

En Portland, la ciudad más poblada del Estado de Oregón, tenemos ya una muestra de lo que se nos puede venir encima. Allí, centenares de personas mayores han invitado a Intel Corp, el fabricante de semiconductores, a colocar sensores en sus hogares. Esta maquinaria realiza mapas de sus movimientos en sus casas y calcula la media de sus pasos. Registra el tono de sus voces y el tiempo que tardan en reconocer a un amigo o pariente al teléfono. Los sensores debajo de sus colchones no sólo toman nota del peso y de sus vueltas en la cama, también de sus paseos al baño. El cepillado de dientes, las visitas a la nevera a medianoche... Todo queda registrado, y todo viaja a través de Internet a los ordenadores de Intel.

Con este acopio de información, los científicos de Intel están desarrollando lo que ellos llaman los puntos de partida de comportamiento de cada hogar. Cualquier desviación de las normas es señal de que algo puede estar fallando. La investigación está en sus albores. Pero, con el tiempo, esperan programar los ordenadores para que sean capaces de reconocer los patrones de las enfermedades desde los primeros estadios de Parkinson o Alzheimer. Confían en que eventualmente se podrán reemplazar enfermeras bien retribuidas mediante artilugios de vigilancia cada vez más baratos -sin mermar la calidad de vida de los pacientes-.

Mientras se desarrolla ese escenario, una nueva casta de profesionales despunta. Éstos no son médicos ni enfermeras, pero sí especialistas en encontrar patrones significativos entre las cada vez mayores montañas de datos digitales. Les llamo los numerati. Son ingenieros, matemáticos, o informáticos, y están cribando toda la información que producimos en casi todas las situaciones de nuestras vidas. Los numerati estudian las páginas web que visitamos, los alimentos que compramos, nuestros desplazamientos con nuestros teléfonos móviles. Para ellos, nuestros registros digitales crean un enorme y complejo laboratorio del comportamiento humano. Tienen las claves para pronosticar los productos o servicios que podríamos comprar, los anuncios de la web en que haremos click, qué enfermedades nos amenazarán en el futuro y hasta si tendremos inclinaciones -basadas puramente en análisis estadísticos- a colocarnos una bomba bajo el abrigo y subir a un autobús. El publicista Dave Morgan es uno de ellos. Desde su empresa Tacoda, ubicada en Nueva York, ha contratado a estadísticos para rastrear nuestras correrías por la Red y predecir nuestros pasos. La misma tarde que conversé con él vendió su empresa por más de 200 millones de dólares.

No es fácil determinar el número total de numerati, pero a un alto nivel existen varios miles de personas que realizan estas tareas. Y están orgullosos de lo que hacen. Creen que sirve para curarnos, para encontrar amigos, para conocer amantes. Muchos de ellos trabajan en universidades y empresas privadas. Intercambian información en congresos y conferencias. Si bien no puede hablarse estrictamente de una especie de mafia matemática, una parte importante de ellos lleva a cabo estas actividades de manera coordinada. Estados Unidos es su tierra prometida. En Europa, en cambio, regulaciones más estrictas dificultan su tarea, sobre todo en países como Alemania y Francia.

Quiero dejar muy claro desde el principio que esta ciencia, basada en la estadística, determina solamente la probabilidad. No puede predecir con certeza el comportamiento de un individuo. Por eso, los numerati empiezan a proliferar en sectores en los que se pueden cometer errores de forma regular sin causarse (o causarnos) problemas. La publicidad y el marketing son sus campos de pruebas, y Google, una compañía que resuelve nuestras búsquedas con escalofriante aproximación en nanosegundos, es el primer emperador del reino.

Llevo meses dando conferencias sobre los numerati por Norteamérica y, cuando describo sus averiguaciones sobre lo que llevamos en nuestros carritos de compra o lo que tenemos en los botiquines de casa, observo que la gente empieza a menearse en sus asientos y a hablar en voz baja con los de al lado. Les preocupa el asalto a la privacidad y les alarma saber que Yahoo! captura una media mensual de 2.500 datos sobre cada uno de sus 250 millones de usuarios. Al final de las conferencias, alguien suele preguntar si podemos hacer algo para protegernos de los inquisitivos numerati.

Esta creciente preocupación está empujando a políticos y legisladores a ambos lados del Atlántico para poner freno a una forma de marketing por Internet conocida como targeting del comportamiento. Están implicadas compañías como Yahoo! y Google y cientos de pequeñas empresas de publicidad. Llegan a acuerdos con editores, incluyendo los principales periódicos y revistas, para colocar a cada visitante un código informático identificador conocido como una cookie (galleta). Esto les permite seguir muchos de nuestros movimientos por la web. La mayoría de estas compañías ni siquiera se molestan en conseguir nuestros nombres y direcciones (seguramente eso les daría problemas con las autoridades de protección de datos). Nuestros patrones de navegación les son suficientes. Un madrileño que lee un artículo sobre París y consulta los precios sobre un tinto de Burdeos tendrá más probabilidades que los demás usuarios, según decide un programa automatizado, de hacer click en un anuncio de Air France. Así que le colocan uno mientras navega por la Red.

Aquellos preocupados con la privacidad pueden borrar las cookies de forma periódica, o incluso dar instrucciones a su ordenador de que no las acepte. Al hacer esto, están optando a no ser tratados como una persona conocida, sino como un punto negro intercambiable. Eso es lo que millones de nosotros hemos sido durante décadas en centros comerciales y supermercados y en las aceras de las grandes ciudades: virtualmente indistinguibles de los demás. Muchos lo asociamos con la privacidad.

Sin embargo, no todo el mundo comparte la misma opinión. Ni de lejos. Sentados uno al lado del otro entre el público, algunos están tan preocupados con la privacidad, que juran "salirse de la pantalla". Pero hay muchos otros que publican los detalles más íntimos de sus vidas en Facebook, MySpace, Tuenti y en las ráfagas de 140 caracteres de Twitter. Mucha de esta gente no tiene inconveniente en contestar encuestas en sitios web de libros, cine o citas. Quieren sistemas automatizados que les conozcan mejor para poder recibir un servicio personalizado o ampliar sus conocimientos de obras de creadores que les son desconocidos.

Hay un foso divisorio entre aquellos que quieren que las máquinas estén informadas y sean inteligentes y los que prefieren que se queden en la oscuridad. Así que la línea divisoria sobre privacidad no es entre los numerati y el resto de la humanidad; existe (y se hace cada vez más ancha) entre las personas que tienen diferente opinión sobre ese tratamiento de la acumulación de datos personales. Como sociedades, no tenemos claro todavía qué papel deben tener las máquinas que cada vez más van a ayudar a gestionar nuestras vidas.

También hay algo evidente. Las cantidades de datos digitales que producimos continuarán creciendo exponencialmente. Y si está usted preocupado con la publicidad que estudia su conducta cuando navega por la Red, ya está viviendo un adelanto de lo que se nos viene encima. Veamos Sense Networks. Es una pequeña y joven compañía startup en Nueva York que estudia los senderos que vamos dibujando mientras nos movemos con nuestros teléfonos móviles. En los ordenadores de Sense, cada uno de los millones de personas que rastrean no es más que un puntito parpadeante en un mapa. Pero los científicos de Sense pueden estudiar esos puntos y sacar toda clase de información sobre esas personas. Si el punto se pasa muchas noches en el mismo barrio, Sense puede (cruzando datos del censo) calcular sus ingresos o el valor medio de su vivienda. Los puntos que pausan en paradas regulares camino del trabajo son usuarios de trenes de cercanías. Es fácil ver los que van de copas por la noche. Los que juegan al golf, los que van a la iglesia, los que duermen en distintos sitios, todos están fichados por los datos.

Esto es sólo el comienzo. Mientras el sistema de Sense sigue los movimientos de los puntos, empieza a reconocer patrones similares. Asigna a cada grupo o tribu su propio tono de color. No es posible siempre definir estas tribus, porque los patrones son seleccionados por el ordenador, no por personas. Pero ahora las tribus trascienden los tradicionales segmentos demográficos con los que se han guiado los profesionales del marketing durante décadas. En el esquema de Sense, dos gemelos idénticos podrían tener puntos de colores distintos. Después de todo, conductas similares pueden ser más determinantes que las mismas edades o el color de piel.

¿Por qué centrarse en todos estos puntos? Supongamos que un cervecero monta una promoción exitosa en los barrios madrileños de Moncloa y Argüelles. Mirando uno de los mapas de Sense, la compañía podría rápidamente ampliar la campaña a otros barrios que estén parpadeando con los mismos puntos. O podría anunciar la promoción en líneas de autobuses que llevan viajeros del mismo colorín. Los políticos, que empiezan a usar técnicas de análisis complejos de datos para llegar a los votantes potenciales, podrían estudiar los sombreados de los puntos en sus mítines. Luego podrían buscar grupúsculos de esas mismas tribus en otro pueblo o ciudad. Un partido centrista podría encontrar que personas en barrios que habían descartado como socialistas o nacionalistas podrían mostrarse receptivas a su mensaje.

El estudio de los movimientos de las personas a través de sus teléfonos móviles es sólo el principio. Con terminales cada vez más sofisticados, entregamos más y más información sobre nuestro comportamiento a los numerati. A través de nuestras búsquedas en el móvil, los anunciantes, por ejemplo, pueden empezar a estudiar cuándo y dónde nos entran el estimulo para ir de compras o las ganas de cenar en un buen restaurante. Nokia contempla analizar a la gente a través de los sitios desde los que envían fotos. ¿Qué puede inferir una compañía sobre los que hacen fotos del palacio de Buckingham o del puente de Londres? No lo sabrán hasta que no estrujen los datos.

Al mismo tiempo que muchos se rebotan por la noción de ser seguidos a través de un punto coloreado, a otros les gusta. En febrero, Google lanzó su programa Latitude en 27 países. La aplicación permite que la gente con terminales de gama alta comparta datos de localización con sus amigos -y con Google-. En pocos meses, más de 25 millones de personas se han bajado la aplicación móvil de Facebook. Ésta permite que la compañía de redes sociales, que ya almacena un inmenso tesoro de información personal, estudie los movimientos y patrones de comportamiento de una comunidad grande y creciente.

Mientras la economía global flaquea, las posibilidades de los numerati aumentan. Sus esfuerzos para ser capaces de refinar las búsquedas de los consumidores potenciales conllevan la promesa de eficiencia y menores costes. En ningún sitio es esto más evidente que en el lugar de trabajo, donde las empresas pueden escudriñar los patrones de tecleos y de búsquedas en la web. En San Francisco, Cataphora ha desarrollado un método para evaluar a los trabajadores basándose en sus correos electrónicos. Aquellos cuyas frases son reenviadas más a menudo a los demás son valorados como "generadores de ideas". Y aquellos que transmiten estas perlas reciben buena nota como "trabajadores sociables". En un diagrama que Cataphora preparó para una compañía de Internet, cada trabajador es representado por un disco de color. Los discos grandes y de colores oscuros son considerados activos y eficaces. ¿Y los pequeños y claritos? Puede que sean los primeros que se tengan en cuenta para un ERE.

El sistema de Cataphora es primitivo, y los directivos que se guíen a ciegas por él sin duda merecen sus propios pequeños discos claros. Al fin y al cabo, los mensajes más reenviados podrían ser chistes verdes o chascarrillos de la oficina. Estoy convencido de que la cuantificación del trabajador en su puesto está a la vuelta de la esquina. Los gerentes cada vez tendrán más en cuenta sus conclusiones. Y las técnicas se harán cada vez más sofisticadas.

Los investigadores del Massachusetts Institute of Technology e IBM, un referente en análisis del lugar de trabajo, estudiaron recientemente las redes sociales de varios miles de consultores de tecnología de IBM. Se dieron cuenta de que los trabajadores que mantenían mucha actividad de correo electrónico con uno solo de sus superiores traían alrededor de 1.000 dólares más de ingresos al mes que la media; aquellos con una actividad menor, pero mantenida con más de un superior, tenían peores resultados, 88 dólares menos al mes de media. Estas conclusiones no sorprenden. Pero mientras nosotros los trabajadores producimos más datos, las máquinas van a desarrollar unos análisis cada vez más precisos.

No es que los numerati no tengan que asumir grandes retos. Gran parte de los estudios sobre los empleados de IBM están basados en los mismos algoritmos que la compañía usa para mejorar las cadenas de suministro de componentes para sus clientes industriales. Pero los humanos somos distintos de las piezas de maquinaria en cosas importantes. Aprendemos, cambiamos y conspiramos cuando están en riesgo nuestros intereses. Y somos expertos en manipular los mismos sistemas diseñados para vigilarnos y controlarnos.

Para enfrentarse a esta complejidad, los numerati en IBM trabajan con equipos de antropólogos, psicólogos y lingüistas. Su objetivo es colocar a cada trabajador en la función correcta en el momento justo, con sólo el mínimo entrenamiento necesario y rodeado de colegas que lo apoyen para ser tan productivo como sea humanamente posible. Aunque suena un poco tétrico, tiene su lado positivo. Los estudios no dejan lugar a dudas de que los trabajadores de la información más felices son más productivos y se les ocurren mejores ideas. Así que algunas de las premisas para mejorar la satisfacción en el empleo tendrán que encontrar sitio en estos algoritmos de productividad.

Mientras estudiaba los distintos laboratorios de los numerati, llegué a la conclusión de que en algunas áreas, su metodología nos viene impuesta. En la oficina, claramente, muchos de nosotros vamos a ser humildes siervos de los datos. Pero en otros apartados, como citas online, mantendremos el control. Podemos decidir si queremos mandarles nuestros datos (e incluso calibrar cómo de ciertos queremos que sean).

Para un experimento, mi esposa y yo nos apuntamos a un servicio de citas online llamado Chemistry.com. Queríamos ver si podríamos dar el uno con el otro a través de los algoritmos supuestamente avanzados de la compañía. Contestamos a docenas de preguntas íntimas e intrusivas porque teníamos interés en que la máquina tuviese información veraz nuestra y que nos conociese mejor. Al final, la ruta para encontrarnos nos hizo vivir algunas aventuras incómodas (y admito que no me gustaron nada algunos pretendientes que las matemáticas seleccionaron para mi mujer). No obstante, durante todo el proceso, dimos detalles para nuestros propios fines. Nosotros éramos los dueños de los datos.

Pero me gustaría añadir otra nota inquietante sobre aquellos hogares vigilados de Portland. Casi todo lo que hacemos -si se estudia con minuciosidad- da pistas sobre lo que ocurre en nuestras mentes. Me lo cuentan muchos investigadores. Cuando analizan los cambios en la rutina de las pisadas sobre el suelo de la cocina o el grado de seguimiento de un tratamiento médico añaden: "Esto también nos da una buena lectura cognitiva". Es una especie de dos por uno. Analiza cualquier conducta y obtienes lo que pasa en el cerebro de propina.

Y a mí, hay algo que me da verdadero miedo: se pueden sacar las mismas conclusiones analizando las palabras que escribimos.

La novelista británica Iris Murdoch padeció Alzheimer hasta su muerte en 1999. Años después, los investigadores vieron que el vocabulario de sus escritos empezó a perder su riqueza y complejidad más de una década antes de que se le diagnosticase la enfermedad. Supongo que ya pueden ir comparando estas palabras que están leyendo ahora mismo con mis escritos de los ochenta y noventa y, quizá, llegar a conclusiones parecidas sobre mí. Semana tras semana, todos nosotros agregamos correos electrónicos y otros documentos a nuestros archivos digitales; estamos dejando pistas para que se pueda investigar nuestro desarrollo cognitivo. O su declive.

Tal vez algunos quieran estar informados (tengo claro que yo, desde luego, no). Pero pongamos que le llega una oferta en el correo. ¿Permitiría que le colocasen monitores en casa por, digamos, una reducción de 100 euros al mes en el seguro de salud o en sus impuestos? ¿Y si fueran 500? Con mayor frecuencia vamos a tener que enfrentarnos a estas preguntas. Apuesto a que inicialmente muchos aceptaremos un ojo electrónico para "supervisar" a aquellos de los que nos sentimos responsables. Sí, un sensor para que nos diga cuándo la abuela de 90 años se pasa el día en la cama puede tener sentido... Y las cajas negras que las aseguradoras están probando para medir patrones de tráfico y bloquear el encendido si detectan alcohol o drogas podrán hacer que un conductor novel de 18 años siga vivo (o cuando menos, bajar el coste del seguro).

Por tanto, si la vigilancia tiene sentido para jóvenes y mayores, no pasará mucho tiempo hasta que nos encontremos rodeados de sensores. Nos espiaremos a nosotros mismos y mandaremos informes digitales. De hecho, el proceso ya está bastante avanzado. Mire todas esas cámaras de seguridad que llevan años en nuestras calles y edificios. Para los numerati, ya estamos entregando las películas de nuestras mundanas vidas en sus laboratorios, cada día con mayor detalle.

Traducción de Antonio Sanz Domingo. 'Numerati', el libro de Stephen Baker, está publicado en España por Seix Barral.


- EL PAIS -

martes, 27 de julio de 2010

Simbiontes

Si todos los ordenadores dejaran de funcionar mañana, sería catastrófico. Millones o miles de millones de personas morirían. Eso es lo que pasa por ser simbiontes.


– Katherine Hayles en How we became posthuman -

domingo, 25 de julio de 2010

Dime cómo eres y te devolveré tu imagen...



Dime cómo eres y te devolveré tu imagen

Internet y las redes sociales pueden distorsionar prestigio y fama - Para las empresas es crucial medir objetivamente la fotografía que proyectan - La reputación ya no es una categoría moral

Si reputación es, como dice la RAE, la opinión o consideración en que se tiene a alguien o algo -desde un individuo a un Estado, pasando por un colectivo, una empresa o un producto-, tener una -a ser posible positiva- en un mundo expuesto a la visibilidad social gracias a las nuevas tecnologías, resulta hoy una tarea más ardua que nunca.

La reputación es, hoy, una unidad de medida del crédito, la confianza o el respeto que despertamos en terceros; un criterio valorativo que, lejos de la añeja categoría moral que en su día fue, los demás enarbolan al referirse a nosotros. En pleno siglo XXI, la reputación ya no es la heredera directa de la honra clásica, la del Siglo de Oro español, ni suele acompañarse, como hace unos pocos años, de calificativos como "dudosa" o "equívoca", que sentenciaban moralmente. Es decir, ya tiene poco que ver con un juicio de cintura para abajo, porque es un instrumento que formula nuestro prestigio en términos pretendidamente objetivos.

En los últimos años han surgido conceptos como la reputación corporativa -la relativa a la imagen de empresas-, la reputación en Internet, o NetRep -relativa al prestigio que nosotros o nuestros productos generamos en la Red-, o, en fin, la reputación-país, que permite establecer clasificaciones de naciones según la admiración, el respeto y la confianza que despiertan en otros.

La reputación -según la RAE, también "opinión, consideración, prestigio o estima"- se mueve por tanto en una horquilla delimitada, por un lado, por la mayor exposición pública, casi global, y, por otro, por su dimensión de herramienta para medir realidades más tangibles: la eficacia empresarial, o la confianza que suscita un país en inversores extranjeros. Existen instrumentos para determinar intangibles tales como el prestigio de un país, como los que utiliza el Reputation Institute (www.reputationinstitute.com) en clasificaciones como CountryRep: una muestra de cómo la reputación de los países influye en la opinión -y la acción- de inversores o visitantes. Los resultados son llamativos: los países que más confianza suscitan en el mundo son Suiza, Canadá y Australia, aunque a la hora de invertir los preferidos son Suiza, Suecia y Canadá. España, no obstante, no queda nada mal situada en esta lista (ver despiece).

La raíz de todas las reputaciones que en el mundo son radica en "la valoración exterior que se hace sobre un individuo . La reputación nos la dan los demás, y está muy relacionada con la imagen que uno quiere dar", pero no sólo, señala la psicóloga Laura Rojas-Marcos. "La reputación tiene mucho que ver con nuestro autoconcepto, con cómo nos percibimos a nosotros mismos y por tanto con nuestra autoestima, pero también con la imagen que los demás tienen de nosotros. Hay un efecto espejo: damos una imagen que vuelve a nosotros modificada o transformada por la opinión de aquellos con los que nos relacionamos", afirma Rojas-Marcos.

Tener una reputación positiva no siempre es bueno: "Estamos continuamente luchando y compitiendo, y la reputación es uno de los recursos que utilizamos en la batalla diaria. Pero frases tales como 'es tan bueno que parece tonto' subrayan que incluso la reputación positiva tiene a veces sus inconvenientes. Lo mismo puede decirse a la inversa: cuando se habla de un financiero de éxito, se le pide que sea despiadado, agresivo, incluso déspota. Parece que alguien bondadoso o amable no encaja en el perfil de tiburón de las finanzas", explica esta psicóloga.

La reputación como arma de doble filo es una realidad insoslayable; la exposición pública, con las distorsiones a que puede dar lugar, de nuestra fama, también. "Las nuevas tecnologías son tan nuevas para todos que aún no hay normas. Cualquiera de ellas puede destruir la reputación de una persona por completo, desde un comentario colgado en una red social a una imagen enviada por móvil. Sobre todo en el caso de los adolescentes hay que tener mucho cuidado, porque el efecto de las nuevas tecnologías trasciende tu círculo y tiene consecuencias globales. En lo relativo a esta franja de edad, hay que evitar una serie de cosas que pueden resultar destructivas y convertirse incluso en herramientas de acoso", apunta Laura Rojas-Marcos.

En el ámbito individual, el boca a boca de antaño, por el que la comunidad se transmitía información sobre algo o alguien, está siendo sustituido por consultas en buscadores de Internet y, cada vez más, por el ingente tráfico de información que mueven las redes sociales. "Cada vez más gente se informa de tu imagen, de tus productos o de tu empresa en Internet", señala Enrique Dans, profesor del IE Business School.

El riesgo de amplificación cibernética de la imagen que proyectamos implica casi siempre una falta de control sobre el contenido de la información, pero Dans no lo ve como un riesgo, sino como algo consustancial al vehículo. "Pretender controlar lo que dicen de nosotros es un error; es imposible encontrar a alguien con una cierta visibilidad que no tenga detractores. Uno no puede aspirar a gustar a todo el mundo, aunque es verdad que esto a las empresas les horroriza", continúa Dans, y añade: "Si tiras basura al mar, recibes basura; se trata de generar contenidos que se conviertan en objetos sociales que otros quieran compartir". Así, con un individuo, una empresa, un colectivo o un producto, que también genera una opinión en terceros, de lo que se trata es de transmitir "la mayor cantidad posible de información; la transparencia es la mejor estrategia de comunicación".

La crítica, en un mundo tan libre como Internet -"y que nos desinhibe tanto", subraya Dans-, no escasea, así que las sorpresas pueden ser frecuentes. "Ante una crítica negativa sobre nuestra persona, hay que tener la habilidad política suficiente para no contestar. No están aún asentados los protocolos de uso y es un trabajo a muy largo plazo". Otros, en cambio, como indica la especialista en marketing Magali Benítez, autora del libro Visibilidad. Cómo gestionar la reputación en Internet (Gestión 2000), recurren a "empresas especializadas en desplazar resultados con comentarios negativos. No se pueden eliminar de la Red, pero sí hacer que aparezcan colocados por abajo ". "Hoy, la gente, cuando tiene que buscar información sobre alguien o algo, recurre a la Red; para muchos, la reputación es Google, tu currículo es Google. Y los mecanismos de funcionamiento de la reputación online son los mismos que en la tradicional: lo que los demás opinan sobre ti. La diferencia es que ahora hay millones de personas opinando", añade Martínez. La cantidad y la persistencia de esa información son el denominador común de la NetRep: "Es como el boca a oreja tradicional, pero multiplicado al infinito".

"Una buena gestión de la información que sobre uno corre por la Red es clave para que la reputación virtual se ajuste a la real. Además, no siempre se encontrará una perspectiva negativa, también una fotografía bastante real de uno mismo", advierte Magali Martínez, quien recomienda hacer un seguimiento frecuente de la Red para seguir la pista a la reputación personal, de la empresa, el colectivo o el producto en cuestión. "En Internet se alcanza un volumen enorme si no lo atajas, pero off-line es mucho más difícil hacerlo. Además, hay herramientas, tanto para individuos como para corporaciones, que te permiten estar informado sobre lo que se dice de ti en todo momento". Por ejemplo, la monitorización de la blogosfera, y otras tareas casi de espionaje en la Red.

Pero pretender un control absoluto, monolítico, sobre la propia imagen es poco menos que imposible. Mucho más fácil resulta cuando se aplican modelos econométricos, basados en análisis de variables cualitativas y cuantitativas, al estudio de la reputación. Es el caso, por ejemplo, de la denominada reputación corporativa. Fernando Prado, socio director del Reputation Institute España, define la reputación corporativa como "el conjunto de percepciones que tienen los distintos grupos de interés

[clientes, publicistas, inversores, etcétera] sobre una empresa. Esas percepciones se construyen a través de la experiencia que se ha tenido con esa empresa y sobre sus percepciones de futuro". La reputación corporativa, recuerda Prado, "va de fuera adentro; mira hacia atrás, pero también genera expectativas de futuro". Y se construye de tres maneras: por la experiencia personal o de otros; a través de la comunicación (lo que la empresa dice de sí misma), y por las opiniones de terceros (medios de comunicación, redes sociales, etcétera). El responsable español de Reputation Institute incide, refiriéndose a las opiniones de terceros, en el papel fundamental de Internet, "que hace que todo se mueva muy rápido, imprime una gran velocidad de movimiento a las opiniones y puede hacer que la reputación mejore o empeore".

A través de un indicador llamado RepTrack, que analiza siete dimensiones de la empresa, es posible tener un conocimiento bastante objetivo de la reputación de una compañía, y esto vale tanto para una pyme como para una multinacional. Las siete dimensiones se basan, recuerda Prado, "en modelos econométricos, y son: productos y servicios (oferta); entorno de trabajo (sueldos y horarios justos, conciliación, etcétera); integridad (ética y transparencia); ciudadanía (contribución positiva a la sociedad: acción social y medio ambiente); liderazgo, innovación (adelantarse a los competidores, adaptarse bien a los cambios) y resultados financieros".

Conceptos de nuevo cuño como la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) son transversales a las dimensiones citadas. "La RSC tiene que ver con la integridad, la ciudadanía y el entorno. Y la suma de estas tres dimensiones arroja el 45% de la reputación de una empresa para el público general, aunque es cierto que es la oferta de bienes y servicios la que más importancia tiene habitualmente entre la población", explica Prado.

Corporativa o individual, expuesta o no al escrutinio público -aunque, por definición, la reputación siempre es social-, esa fama que nos precede y que proyectamos como una sombra nos acompaña siempre. En mayor o menor medida, eso sí. Ya lo dijo Rousseau: "La reputación de un hombre es como su sombra, unas veces parece más larga que él y otras más corta".

España sigue siendo 'different'

Hay países con buena prensa y otros con una imagen tan deteriorada que cualquier intento de lavado de cara parece condenado al fracaso. A Turquía le ha costado décadas hacer olvidar la ruina de su sistema de prisiones, puesto de relieve por la película El expreso de medianoche, de Alan Parker (1978). A Colombia, por poner otro ejemplo, la persiguen dos fantasmas: la coca y la violencia. El año pasado, esa desdichada imagen estuvo a punto de ocasionar un conflicto diplomático, al relacionar en una de sus canciones Carla Bruni-Sarkozy, primera dama de Francia, los conceptos "polvo blanco" y Colombia.

Pero las naciones también pueden posicionarse gracias a su reputación, sobre todo cuando se trata de atraer inversiones o visitas. El informe CountryRep 2009, elaborado por el Reputation Institute, arroja datos muy interesantes sobre España. "Entre 34 países analizados, incluidos los del G-8, España ocupa el puesto décimo, por encima de Estados Unidos", señala Fernando Prado, responsable de la sección española del instituto. "Culturalmente, el mundo nos ve como una potencia; físicamente (atractivo geográfico), somos muy valorados; obtenemos muy buenas notas como miembro responsable de la comunidad internacional y en el ámbito institucional y político... También se nos considera un modelo de Estado del bienestar, pero como fuente de marcas y empresas suspendemos", explica Prado.

Es decir, que el tradicional sambenito de país bueno para vivir -para disfrutar- pero malo para trabajar, sigue vigente. Una sociedad civil muy valorada frente a un potencial económico menguado (el estudio recoge datos anteriores a la crisis), con una especial debilidad: la marca España. "Haría falta una iniciativa pública y privada para vender la marca España en el extranjero", subraya.

Igual que Ikea es Suecia o Mercedes Alemania, "a España no la identifican fuera con ninguna marca o gran empresa", continúa Prado. Hay excepciones, por ejemplo, el Real Madrid o el Barça son corporaciones muy reconocibles. Pero España, como tal, sigue siendo un sitio pintoresco; el lugar de la siesta y la simpatía que en su día -finales del siglo XIX- descubrieron los viajeros ingleses. Un lugar lleno de paradojas, también: "Exportamos el modelo de la Transición española, pero somos incapaces de hacer saber que Abertis está construyendo autopistas en medio mundo".


- EL PAIS-

jueves, 22 de julio de 2010

¿Y de qué sirve llorar?


¿Y de qué sirve llorar?

Existen ideas dispares en la comunidad científica acerca de los efectos beneficiosos del llanto. Aquí están algunas de las claves.

En la cultura occidental tenemos una relación difícil con las lágrimas. Se las considera inútiles pero inevitables, hacen parecer a la gente vulnerable y débil, aunque también sensible y con cierto temperamento artístico. ¿Con qué nos quedamos? Lo que se sabe de la función biológica y psicológica de las lágrimas es bastante contradictorio.

Algunas corrientes científicas sostienen que el llanto tiene un efecto relajante y que ayuda a eliminar sustancias químicas estresantes. Sin embargo, la teoría de Oren Hasson, biólogo evolutivo de la Universidad de Tel Aviv, es diferente. Para él, el llanto nos nubla la vista y nos deja indefensos. "Es una señal de sumisión que inhibe comportamientos agresivos en los demás, pues transmite vulnerabilidad, y es una estrategia que nos acerca emocionalmente a los otros", explicó recientemente en la revista Evolutionary Psychology. Según su teoría, las lágrimas ayudan a construir y fortalecer relaciones. Por ejemplo, si varias personas lloran juntas, crean vínculos muy fuertes entre ellas. Pero este comportamiento evolutivo no es efectivo en los ambientes laborales, donde se exige y se espera que ocultemos las emociones.

Sin embargo, otros científicos piensan que llorar puede ser una pérdida de tiempo. Así lo afirmaron los autores de un estudio realizado a medias entre la Universidad de La Florida y la Universidad de Tilburg, en Holanda. Después de examinar el llanto de 3.000 sujetos, concluyeron que era beneficioso dependiendo de la causa, del momento y de las circunstancias en que ocurriera. La mayoría de los que encontraba ventajas en llorar en público lo había hecho repetida y cíclicamente durante un largo periodo. Los científicos argumentaron que el beneficio conseguido tenía que ver con el hecho de que cuando alguien llora suele recibe muestras de apoyo.

El doctor Juan Murube, de la Universidad de Alcalá de Henares, después de realizar una encuesta entre estudiantes de Medicina de ese centro, encontró que existen al menos 465 emociones distintas por las que el ser humano llora. La admiración, la ira, la aflicción, la angustia, la ansiedad, la confusión y el arrepentimiento son las más comunes. Pero todas estas situaciones pueden resumirse en dos posibilidades: lloramos para pedir u ofrecer ayuda.

Sigmund Freud fue el primero en decir que llorar era "liberador". Muchos años después, en la Universidad estadounidense de John Hopkins, otros investigadores encontraron cierta relación entre reprimir el llanto y la aparición de trastornos de ansiedad, úlcera intestinal o asma. Aseguraban que los individuos que no exteriorizan sus sentimientos son más propensos a experimentar angustias y tensiones internas. Desde el punto de vista fisiológico, también se ha intentado explicar por qué el llanto atempera el estado de ánimo. Mientras se llora se consigue un control muy preciso de la respiración, lo que se traduce en un control adecuado de las emociones negativas, la respiración se ralentiza y produce un efecto calmante sobre el organismo. Los científicos aseguran que cuando el llanto se desata tras una situación desagradable, el periodo de calma supera con creces el tiempo de estrés que lo provocó.

El profesor Kim Bard, de la Universidad de Portsmouth, en Reino Unido, encontró cuatro factores primordiales por los que algunas películas hacen llorar: frecuencia con la que lloran los protagonistas, índice de tristeza general de la historia, mensaje positivo final y grado de felicidad experimentado durante la proyección. La combinación correcta de lo anterior garantiza la lágrima del espectador. También, según Bard, las películas de alta definición reflejan mejor las emociones y hacen llorar a los espectadores.



Lágrimas de género

Está comprobado que las mujeres lloran cuatro veces más que los hombres a lo largo de un año. Según la Sociedad Alemana de Oftalmología, los hombres lloran unas 17 veces al año. Entre niñas y niños, la frecuencia es similar hasta los 13 años, pero luego la cosa cambia. Los hombres encuentran motivos para llorar entre 6 y 17 veces en un año y las mujeres, entre 30 y 64 veces. Además, ellas lo hacen durante más tiempo, un promedio de seis minutos; los hombres, unos cuatro minutos.

- EL PAIS -

miércoles, 21 de julio de 2010

lunes, 19 de julio de 2010

La historia de Emily the Strange...


La historia de Emily the Strange

Como te adelantamos, Ediciones SM prepara para el próximo 28 de septiembre la edición en español de Emily the Strange. Los días perdidos, la historia de una chica de 13 años algo especial, cuyo lema en la vida es “No quiero formar parte, quiero estar aparte”, que se ha convertido en un fenómeno de fans en Estados Unidos, Japón y Reino Unido, entre otros países. La tirada inicial será de 35.000 ejemplares en castellano y 5.000 en catalán, de la mano de la Editorial Cruïlla.

El libro cuenta con las ilustraciones de su creador original, Rob Reger, junto a Buzz Parker. La narración, en primera persona, nos acerca a la excéntrica Emily a modo de diario personal, lleno de situaciones de aventura y misterio. Ya cuenta con su página oficial en español en la que descubrirás nuevos aspectos de la protagonista, vídeos, concursos y mucho más.

Lo cierto es que Emily nació como un sencillo logo a comienzos de los años 90 en Santa Cruz (California) de la imaginación de su creador, Rob Reger. Un dibujo promocional para pegatinas, camisetas, pulseras, bolsos… de una pequeña empresa de diseño con línea de ropa, llamada Cosmic Debris Inc. En un principio, Reger y sus amigos repartían de forma gratuita las pegatinas en conciertos, tiendas de música, de skaters y surferos. La primera imagen de Emily no desvelaba su rostro, tan solo se veía a una niña de espaldas con las piernas cruzadas junto a un gato negro (sus únicos amigos son cuatro gatos negros, Sabbath, Nee-Chee, Miles y Mystery). El éxito hizo que por fin enseñara su bonito rostro, su mágnífica melena negra y su flequillo, convirtiéndose en un icono internacional y en protagonista de una serie de cómics, publicados en español por Norma Editorial. Ahora nos llega la novela, existe también un videojuego y se rumorea sobre un proyecto cinematográfico producido por Mike Richardson que, probablemente, verá la luz el año que viene.

Emily es inconformista, diferente al resto y firme seguidora de sí misma. Tan solo la acompañan sus gatos y su mundo únicamente tiene tres colores: el rojo, el blanco y —su favorito— el negro. Escucha rock y punk, se interesa por las ciencias y las matemáticas, y detesta el rosa y a su antítesis, Hello Kitty. Tiene fans a lo largo y ancho del planeta y su estética es fácilmente reconocible, además de fuente de inspiración de tendencias. Incluso tiene un club de fans oficial en su página norteamericana, Society of Strange (El Club de los Extraños), donde se reúnen y comparten aficiones sus seguidores de todo el mundo.

Vía: Sala de prensa del Grupo SM


http://www.emilythestrange.grupo-sm.com



domingo, 18 de julio de 2010

Literatura se hace...

La literatura debe reclamar su independencia, aunque se relacione con el cine o haya libros que se adapten, pero veo muy positivo que haya libros imposibles de adaptar, pues es entonces cuando la literatura se hace imprescindible y cobra todo su sentido.

- Enrique Rubio -

viernes, 16 de julio de 2010

Un Bing para ganar a Google...



Un Bing para ganar a Google

Microsoft y Yahoo! le dan una vuelta de tuerca a su pugna con el buscador

Las dos empresas tecnológicas que imperan en la Red pelean por un mismo servicio, las búsquedas. Su guerra dura ya 11 años, pero en las últimas semanas una de las partes, Microsoft, ha intensificado su ofensiva aliándose con otro perro viejo del sector en horas bajas, Yahoo!, cuyo buscador era el más usado hasta que Google irrumpió. Y desde entonces no ha hecho más que ganar mercado: hoy acapara el 70% de las búsquedas mundiales, aunque las diferencias por países son notables. En España arrasa con un 98%; En EE UU se conforma con un 60%.

Microsoft, propietaria de Hotmail y Messenger, lanzó su primer buscador en 1998 y lo llamó MSN Search. Años más tarde lo rebautizó Windows Live Search y en 2007 volvió a rebautizarlo: Live Search. El pasado 3 de junio, la compañía encaró el cuarto cambio, y lanzó Bing, un nombre de fácil de pronunciar que se inspira en una onomatopeya cuyo significado se acerca a nuestro "¡eureka!".

Bing, nos repite Microsoft, es diferente. Y así es. Su tecnología se basa en PowerSet, un motor de búsqueda semántico o "inteligente" creado por Barney Pell que "entiende" lo que le piden. O que al menos tiene capacidad para reconocer la palabra en la que estamos interesados: Su motor interpreta nuestra búsqueda y nos devuelve un resultado adaptado a cada palabra. Si buscamos a una persona (Rafa Nadal, por ejemplo), Bing nos ofrecerá su palmarés, su biografía, noticias sobre él, etcétera. Si buscamos una ciudad, como Barcelona, obtendremos información sobre vuelos, hoteles, mapas, etcétera. Algo que con Google cuesta varias búsquedas compuestas (Rafa Nadal + "palmarés", por ejemplo). Una alternativa interesante a tener en cuenta cuando aprendamos a utilizarla.

Y ahora la mala noticia: el nuevo Bing no funciona en España. Ni en ningún país fuera de Estados Unidos. En el resto del mundo su tecnología aún no está disponible y los usuarios han de conformarse con un lavado de cara.

El motor del Bing al que de momento tenemos acceso es el habitual del viejo Live search. Eso sí, con un diseño mucho más atractivo y un fondo de pantalla que cambia de imagen cada día. Microsoft se ha dado un plazo de 18 meses para ponerse al día y que su nuevo motor semántico funcione en todo el mundo.

Para Gates y compañía el mercado de las búsquedas ha pasado a ser un objetivo clave. Tanto es así que bajo la dirección del español Jordi Ribas pondrán en marcha en los próximos dos años el Centro Tecnológico de Búsquedas, con sedes en Londres, París y Múnich con el fin de mejorar su ingeniería de búsqueda. Quizá su fusión con Yahoo! suponga un paso adelante.

Según el acuerdo de ambas compañías, durante los próximos 10 años el motor de búsqueda de Yahoo! será sustituido por Bing (A cambio, Yahoo! gestionará la publicidad del nuevo buscador). Su reto es grande: romper con la rutina de los internautas y mostrar algo sencillo, rápido y apetitoso capaz de invitarnos a ser infieles a Google.

- EL PAIS -

jueves, 15 de julio de 2010

martes, 13 de julio de 2010

La cultura del despilfarro...


La cultura del despilfarro tardará en volver

El consumidor ha pasado de la euforia al pánico - Se ha hecho más exigente y mantendrá algunos hábitos de ahorro cuando se le pase el susto - La ostentación del lujo está peor vista

"No tengo ni idea de lo que puede pasar, pero yo creo que de la crisis saldrá un consumidor diferente, con otra actitud. Hemos tocado una pared. Ahora tiene más valores, y va a ser un poco más austero, también porque va a haber menos riqueza. Pero, al mismo tiempo, será selectivo y en algunos productos siempre estará dispuesto a gastar dinero. Por ejemplo, abrir un iPod es casi un acto de amor, es tan bonito, uno se guarda hasta la caja...".

Piensa en voz alta Toni Segarra, un creativo publicitario que se dedica a pensar historias fabulosas, que caigan bien a la gente y, a la postre, animen a comprar unos productos en lugar de otros. Para el fundador de la agencia SCPF, el que preguntó a los españoles ¿Te gusta conducir? y fundó La república independiente de tu casa, las cosas han cambiado. "Todo ese mileurismo del que se habla se va a quedar en la sociedad y va a haber menos poder adquisitivo, de ahí ha nacido el low cost, para atender a toda esa gente".

Cuando un publicitario habla así, es porque algo ocurre en el mercado. Los españoles han pasado de la euforia al pánico en el consumo, se han entregado al fenómeno del bajo coste y han empezado a ahorrar en pequeñas cosas, como comer en casa o llevarse la fiambrera al trabajo (esto, por ejemplo, ha crecido un 8% en un año).

Unas costumbres se quedarán y otras se olvidarán tan rápido como resucite la economía. Pero economistas y sociólogos coinciden en que hay un punto de inflexión en los hábitos, y aunque el hedonismo sobreviva tozudo, empieza a beber de nuevas fuentes, en el idioma económico, de nuevas oportunidades de negocio.

La reflexión irrumpe en la resaca de la fiesta económica. La espiral de consumismo, de acumulación de bienes en un país maravillado con su explosión económica se refleja en cómo entre 2005 y 2007 brotaron como setas los centros con cientos de trasteros de alquiler de entre dos y 25 metros cuadrados, conocidos con el anglicismo de self storages. La gente se lanzó a alquilarlos porque sus posesiones crecían y no tenían espacio en viviendas que, al mismo tiempo, eran cada vez más pequeñas y más caras. Esta disfunción dibuja muy bien la distorsión económica que ha vivido España. Barcelona vio abrir una decena de estos grandes centros en apenas dos años y en Madrid su precio de compraventa se duplicó entre 2002 y 2006.

"La psicosis durará seguramente más que la crisis, así que vamos a ver un consumidor más prudente en el futuro. Ahora va a haber una bajada de la renta disponible de las familias que luego se recuperará, el consumo también, pero desde luego no se va a repetir una etapa tan expansiva como la de los últimos 10 años, el escenario será más contenido", dice Xavier Segura, jefe del servicio de estudios de Caixa Catalunya.

La entidad ha previsto para este año la primera caída de la renta de las familias en 15 años. En concreto, prevé un descenso de un 2,7% en términos nominales (es decir, sin contar el efecto que tienen las oscilaciones de los precios de las cosas) y el 2,3% en términos reales, considerando la inflación. Y la tasa de ahorro de los hogares es precisamente ahora, en pleno declive, cuando no deja de crecer (ver cuadro).

Se trata, en resumen, de que habrá menos dinero para gastar durante algunos años. Pero también, según el profesor de IESE José Luis Nueno, menos necesidad de hacerlo después de una época de aprovisionamiento de casi todo. Como si de empresas se tratara, los españoles han acumulado stocks de múltiples bienes en los últimos años que ahora se tendrán que agotar antes de ser repuestos.

Nueno, experto en consumo, realiza unas pruebas de mercado en las que se cita en casas particulares para auditar sus posesiones. "Les decimos que sólo les queremos entrevistar y miramos sin avisar lo que guardan en los armarios: encontramos piezas por duplicado, triplicado... Prendas de ropa con las etiquetas, sin estrenar", explica sorprendido. "¿Va a volver el consumidor a ser como era? Probablemente no, porque nos han tirado un jarro de agua fría por encima. Éramos un milagro económico y ya no, pero el gasto volverá en cierto punto".

El placer más o menos efímero que el consumo genera no tiene visos de desaparecer, pero el consumismo no es algo consustancial a la persona, "es consustancial a nuestro sistema económico, que sólo puede sustentase sobre una sociedad que nunca deje de comprar", se apresura a matizar el psicólogo Javier Garcés.

Cuando comenzó la sociedad de bienestar, las teorías humanistas de los años cincuenta y sesenta pronosticaban que el ser humano aumentaría y aumentaría su consumo hasta un límite, superado el cual empezaría a bajar su ritmo de adquisición de bienes y servicios y empezaría a preocuparse por otras cosas. "Ahora todo esto nos parece absurdo, pero entonces no lo era. No se puede pronosticar el futuro", apunta Garcés. Lo que sí sostiene es que la debacle económica, con la cota de más de cuatro millones de parados, ha tenido un efecto traumático para todos los consumidores, estén o no afectados por la crisis, y su perfil no volverá a ser el mismo.

José Luis Nueno, por ejemplo, destaca un nuevo prejuicio hacia el gasto, la ostentación y el lujo en esta crisis. "Por ejemplo, ¿cómo te cambias el coche si en tu empresa están echando a 20 trabajadores, no lo haces. Hay mucha gente que no pasa penurias, pero ha dejado de darse caprichos, por eso el lujo está sufriendo tanto. Ahora, lo más cool es ir de otra cosa", apunta.

La dialéctica entre austeridad y despilfarro es una constante en los ciclos económicos, por ello el consumo creció un 3,8% en 2007, sólo avanzó un 1,4% en 2008 y ha empezado a bajar. Pero el giro que ha dado el consumidor español en los últimos años también tiene algo de estructural. Tal y como apunta Josep Francesc Valls, el ciudadano "ha aprendido a comprar los productos más baratos. Cuando viene de una época de crisis, el aprendizaje dura muchos años y las empresas van a tener que aportar cada vez más valor a precios más ajustados".

Ello explica, por ejemplo, que la cuota de mercado que tienen los productos de marca blanca en los supermercados españoles haya escalado hasta el 32%, o que, de todos los pasajeros de aviones que han pasado por en España el pasado mes de junio, el 51,7% lo haya hecho en aerolíneas de bajo coste, 2,6 puntos más que en el mismo mes del año pasado.

Una parte del hábito de ahorro se queda. En Barcelona, ha ocurrido con el consumo de agua. Cuando una severa sequía acosó la provincia el año pasado, la comunidad se concienció lo suficiente como para reducir su consumo de agua y se adoptaron medidas de emergencia. Ha llovido bastante desde hace un año, en sentido literal, y la alarma ha pasado, pero muchas de las fórmulas adoptadas se mantienen. El gasto de agua ha bajado de 110 a 109 litros de media por ciudadano y día.

Lo recuerda Albert Vinyals, profesor de Psicología Social del Consumo de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), para remarcar que "vamos a adaptar muchas de las nuevas pautas de consumo que hemos adquirido con la crisis".

La compra semanal, la del súper, por ejemplo, "es mucho más planificada". El profesor ha elaborado un estudio de tendencias para Caprabo que revela que el consumidor ha vuelto a "unos hábitos más racionales y responsables, haciendo compras más pequeñas, aunque sean más frecuentes, con menos productos superfluos, y recuperando la práctica de la lista de la compra", que ayuda a evitar la adquisición impulsiva.

Aun así, Vinyals está convencido, como el profesor de Esade Josep Francesc Valls, y como el publicista Toni Segarra, de que ciertos "productos clave" siempre se harán un hueco en las prioridades de los ciudadanos, tengan más o menos poder adquisitivo. "Porque son los productos que aportan más valor añadido, más relacionados con la búsqueda de placer", apunta Vinyals.

Artilugios como los iPod, los iPhones o las consolas Wii han triunfado en el mercado español como estragos ha hecho la recesión económica. En plena crisis, en julio del año pasado, Telefónica lanzó el modernísimo teléfono iPhone de la marca Apple y se desató la locura: miles de fans de esta tecnología hicieron cola para adquirir uno el primer día en que se pusieron a la venta. Se acabaron las existencias en muchas de las tiendas. Sus ventas globales han superado las expectativas.

Pero, salvo los pequeños tesoros fabricados por la industria del marketing, en todo lo demás, las familias, o los individuos, son hoy mucho más recelosos. "El consumidor se ha dado cuenta de que ha estado pagando las cosas a unos precios que no eran los adecuados y ahora es mucho más exigente. El pequeño comercio ha oído este mensaje", opina Miguel Ángel Fraile, secretario general de la Confederación de Comercio de España.

Por ello, esta sensación de "rebajas continuas" que ha creado en el sector con la campaña de promociones y descuentos que han estado aplicando durante todo el año, con el fin de animar las ventas en un momento de caída del consumo, quedará de alguna manera en las estrategias de los comerciantes. "A partir de ahora va a haber menos diferencias entre la época de rebajas y la que no lo es, hay un cambio de paradigma", opina.

Pero el gran cambio de esquema, el fin de la cultura de consumo, parece improbable. Al menos, si depende de giros sociológicos o ideológicos. Javier Garcés opina que "este modo de vida puede cambiar por cuestiones de necesidad, porque se acaben los recursos o porque mantener este tren de consumo sea insostenible en el planeta, pero no hay ningún movimiento revolucionario de los jóvenes por cambiarlo pese a la existencia de algunas plataformas o iniciativas como el Día sin Compras".

Al revés, apunta que el hábito del consumo se ha extendido a otras áreas, como las relaciones personales.

Y eso que el consumo, el dinero, no generará felicidad si uno ya tiene cubiertas sus necesidades básicas. Hay estudios económicos que se han dedicado a investigarlo, como el elaborado en 2007 por Manuel Baucells, profesor de la escuela de negocios IESE, y Rakesh K. Sarín, de la UCLA Anderson School of Management de la Universidad de California. La investigación cifraba en 15.000 dólares (unos 10.700 euros) los ingresos mínimos para ser feliz. A partir de ahí, el poder adquisitivo y felicidad no crecen al mismo ritmo. Otro estudio de Brickman, Coates y Janojj-Bullman señala que aquellos a los que les toca la lotería sólo experimentan un incremento de felicidad el primer año, mientras que los siguientes se mantienen igual porque ya no experimentan ningún cambio de escalón.

Todos estos datos se estrellan contra los armarios llenos de prendas sin estrenar con los que se encuentra el profesor Nueno en sus estudios de mercado. Porque la sociedad hedonista, la doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida, vaticina Vinyals, "va a seguir, y buscará ese placer consumiendo, aunque puede ser distinto, viajando, haciendo cursos de ganchillo, incluso, pero seguirá".

- EL PAIS -

lunes, 12 de julio de 2010

Cómo ser feliz...

La felicidad es la ausencia de la búsqueda de la felicidad.

– Zhuangzi, filósofo chino -

sábado, 10 de julio de 2010

Dieciseis características del...

Dieciseis características del nuevo cliente español

A continuación os cito las 16 características esenciales y sugiero alguna reflexión sobre las mismas, enfocada hacia las pymes.

01. Tiene más cultura y está más educado. Cierto, y eso exige un dialogo a otro nivel al que se estaba acostumbrado. Inicialmente puede parecer más dificil, pero en última instancia salimos ganando.

02. Tiene más conocimientos sobre los productos que compra. Posiblemente sea asi, pero habría que diferenciar segun productos, segmentos, etc…en parte la propia competencia es la que le ha educado y eso puede suponer que dicha “formación” no es homogenea. Debemeos averiguar su verdadero grado de conocimiento.

03. Se preocupa más por la forma física, el peso, las dietas, la gimnasia, los alimentos biológicos, la ecología, etcétera. Cierto, o al menos asi era en la epoca de bonanza. Ya veremos como evoluciona durante la crisis

04. Se hace progresivamente más exigente. Sin duda, fruto del primer y segundo punto, y de la fuerte competencia.

05. Tiene mayor capacidad de gasto. Así era hasta hace poco. Sin embargo, la actual generación que entra en el mercado laboral se va encontrar a corto y medio con una situación de retroceso. Creo que es la afirmación más débil.

06. Busca productos y servicios a la medida personal. Si y no. El producto a de ser a medida, entendiendo como producto el conjunto de las cinco Ps tradicionales del marketing, o las que le queramos poner. Pero en buena medida ese producto busca integrarnos en un grupo o colectividad. Algún día alguien hablará de la hipertrofia de las marcas (no hay más que ver determinados nikis).

07. Tiene una mayor disponibilidad de equipos tecnológicos y hace un uso más frecuente de los mismos. Los gadgets han llegado para quedarse. El hombre biónico no esta tan lejos. Esto nos abre todo un mundo de posibilidades de información y ocio, pero genera una dependencia brutal (interesante oportunidad de negocio recurrente).

08. Muestra una creciente demanda de mantenerse debidamente informado. La gente es consciente de que la la información es poder, pero ni tiene criterios para filtrarla, ni sabe muy bien cual es el precio que esta dispuesta a pagar. Bueno, si , algunos no están dispuestos a pagar nada.

09. Valora cada vez más la rapidez en el servicio (el ahorro de tiempo es más valorado debido a la mayor prisa con que se vive). Muy correcto. Parafraseando a Renault, el lujo es el tiempo, tiempo para mi y para los míos.

10. Se preocupa más por el precio y la calidad de los productos y servicios recibidos. En relación con los primeros puntos que vimos. Ahora bien, ni la calidad ni el precio son conceptos objetivos. Me temo que muchas veces se nos venden como verdades absolutas

11. Hace un mayor uso de instrumentos de pago (por ejemplo, tarjetas de crédito, financiación del consumo a través de financieras y similares). Es necesario recordar que la financiación o el medio de pago no es un problema de nuestro cliente. Es algo en lo que debemos colaborar con el y buscar soluciones. Incrementará nuestras ventas y generará con frecuencia ingresos adiconales.

12. Es cada vez más consciente de que “tiene derecho” a recibir un buen servicio. Vivimos en una sociedad de derechos. Pero, desde nuestro punto de vista, conviene recordar que esos derechos son recíprocos. Y no olvidar que la finalidad última no es otra que hacer negocio, recurrente, permanente, pero negocio.

13. Es menos fiel a un único establecimiento. Si, y sin embargo se sigue siendo fiel a las personas, quizás en menor medida, pero es el único punto de efectivo arrastre. Y ahí la pyme tiene ventaja.

14. Tiene ante sí un mayor abanico de posibilidades para elegir (los productos y servicios se han multiplicado). Si no he dicho que el entorno hipercompetitivo marca al cliente con anterioridad es que lo he soñado. De todas maneras esta oferta puede ser mareante y ofrecer excelentes oportunidades para aquel que se centre en los beneficios y en saber discriminar lo que busca el cliente.

15. Plantea necesidades más diversas y menos homogéneas a nivel social. Vinculados con los productos a medida. Esto en laza directamente con la Teoría de la Larga cola, y es una excelente palanca para las pymes, que en las series cortas tienen su oportunidad.

16. Han disminuido sensiblemente sus niveles de credibilidad hacia los medios de comunicación de masas. Estamos asistiendo a una merecida crisis de los medios tradicionales, los menos accesibles para las pymes. Los formatos de la web 2.0, el marketing de guerrilla, etc, permiten a las pymes competir con las grandes empresas en mejores condiciones.

Aunque determinados conceptos se repiten, aunque podíamos hacer la lista más corta entre esta redundancia y ciertas dudas sobre algún otro, me parece muy valida como reflexión. El filósofo nos decía aquello de conócete a ti mismo, y es cierto. Pero en el mundo de la empresa, en paralelo, impera el conoce a tus clientes. O no les venderás nada.


- www.pymesyautonomos.com -

jueves, 8 de julio de 2010

La cámara me protege...


Francesco Cocco: "La cámara me protege"

El fotógrafo italiano es galardonado con el primer premio del certamen Luis Valtueña que celebra Médicos del Mundo

"Antes de fotógrafo soy persona". Francesco Cocco, fotógrafo italiano ganador del premio Luis Valtueña, forma parte de esa legión de reporteros gráficos que necesitan su cámara para llevar una "interpretación" de la dura realidad a la opinión pública y también para alejarse físicamente de su crudeza. La Casa Encendida (Madrid) ha abierto hoy las puertas a la muestra de 29 instantáneas seleccionadas en el certamen de fotografía humanitaria celebrado en recuerdo del fotógrafo Luis Valtueña y los cooperantes Flors Sirera, Manuel Madrazo, asesinados mientras trabajaban con Médicos del Mundo en Ruanda en 1997, y Mercedes Navarro, muerta también cuando colaboraba con la ONG en Bosnia en 1995.

La serie fotográfica Afganistán, trabajo realizado en el país centroasiático por Francesco Cocco en 2009 junto a la organización italiana Emergency, ha recibido este año el primer premio con tres instantáneas en blanco y negro. "Es muy difícil trabajar en Afganistán, muy peligroso. No puedes estar más de 30 ó 45 minutos en el mismo sitio porque te conviertes en objetivo".




Cocco, según cuenta a EL PAÍS en conversación telefónica, quiso durante su estancia en Afganistán escaparse del relato de la guerra visto desde la trinchera y recoger -siempre en compañía de la ONG- la "vida cotidiana" de la sociedad afgana. Y no deja indiferente: "La cámara -explica- te ayuda para no relacionarte afectivamente. Te protege".

Las huellas de la violencia en el rostro, el desgarro de la guerra en un animal y la discriminación e invisibilidad de la mujer afgana presiden con la firma de Cocco la muestra que la Casa Encendida recoge junto a otras 26 instantáneas seleccionadas por el certamen (de un total de 545) y que recorren desde las inundaciones en la India o la vida bajo tierra en Mongolia hasta la sacudida de la enfermedad del chagas en América Latina.

El foco de las cámaras viaja estos días a contar el drama humanitario causado por el seísmo de Hatí. "He visto hoy -comenta Cocco- algunas fotos en los periódicos españoles. Algunas son un poco fuertes, violentas y gratuitas. Una foto un poco menos definida transmite a veces más que un cadáver".

EL PAIS

miércoles, 7 de julio de 2010

Borrachera de...



Borrachera de fuego y sangre

Una reflexión histórica sobre la Semana Trágica, de la que se cumplen 100 años

"¿Quién hay?'. Y una voz respondió: 'Queremos saquear el convento...". Podría ser el inicio de un chiste malo, si no fuera porque es el testimonio real de una de las monjas francesas del convento de la Asunción del barrio barcelonés del Pueblo Seco tras oír tres golpes de martillo en las puertas a las 3.20 del martes 27 de julio de 1909, es decir, el segundo día de la llamada Semana Trágica.

El relato, buen ejemplo de cómo se desarrollaron en lo psicosocial los acontecimientos, forma parte de una documentación parcialmente inédita extraída del Archivo Secreto del Vaticano a partir del casi centenar de informes que la Iglesia española envió a la Santa Sede y que constituye la gran novedad aparecida en el centenario de uno de los episodios más extraños, y simbólicos, de la historia de España.

En versión homeopática, las protestas por el embarco de tropas reservistas con destino a la defensa de las minas del Rif en Marruecos (en la práctica, una humillante carnicería para el maltrecho Ejército español, estocado ya por la reciente pérdida de Cuba y Filipinas) desembocaron en una huelga general de 24 horas el lunes 26 de julio de 1909. La paralización del transporte, los conatos de enfrentamiento con los cuerpos policiales y la imposibilidad de mantener abiertos los comercios llevaron al Gobierno, quizá precipitadamente, a declarar el estado de guerra. La respuesta fue que por la noche ya ardía la escuela de los maristas de Poblenou, primer edificio religioso en ser asaltado.

La semana acabaría con 112 construcciones destruidas -80 de ellas religiosas-, 106 muertos, 350 heridos, unos 2.000 detenidos, 739 procesos y 17 condenas a muerte, de las que se ejecutaron cinco. Extraña revuelta, sin embargo: apenas se tocaron bancos, empresas ni casi fábricas. Y sólo murieron tres religiosos, uno de ellos por infarto. "No deja de ser curiosa una revuelta en la que las criadas de la burguesía pueden ir tranquilamente al mercado de ocho a nueve cada mañana", constata el historiador Joan B. Culla, autor de un libro clave del periodo, El republicanisme lerrouxista a Catalunya (1901-1923). "No fue una revolución, sino una explosión espontánea, no había nada planificado ni dirigido, fue una borrachera colectiva gorda", ilustra Culla, que contrasta los resultados con la masacre de religiosos de 1835 ("ahí la Iglesia era el enemigo claro: estaban con los carlistas") o la persecución de 1936 ("eso ya era una revolución").

"¿Cómo puede ser que los altercados empiecen como movimiento antimilitar, con gritos de 'abajo la guerra', luego sigan con vivas al Ejército y acaben metiéndose con los religiosos?", se pregunta el historiador José Álvarez Junco, autor de El emperador del Paralelo: Lerroux y la demagogia. Y se responde: "Es un tema cultural, el del anticlericalismo español, que en Cataluña era aún más acentuado; y todo con un maniqueísmo ideológico facilón". Que la violencia fuera sólo contra el patrimonio demuestra "el fuerte valor simbólico de las protestas", según el historiador.

"Barcelona tenía más iglesias y conventos que Madrid, y las órdenes religiosas, tras las desamortizaciones, habían monopolizado la educación y la asistencia sanitaria, y pagaban peor a los trabajadores que los patronos laicos", recuerda el periodista Marc Iglesias frente a la antigua casa-palacio de los marqueses de Comillas, donde se manifestaron obreros (el marqués tenía intereses en el Rif, y sus barcos transportaban a los reservistas) y que se ha incorporado al itinerario que las bibliotecas municipales organizan en torno a la Semana Trágica, uno de los miles de eventos conmemorativos que ahora arrancan.

"Barcelona era una olla a presión, con 150.000 trabajadores industriales sobre unos 600.000 habitantes, donde circulaba desde el anarquismo al antimilitarismo, un alto analfabetismo y unas fuerzas políticas, desde los republicanos a los catalanistas, hostiles al sistema", resume Culla. "En lo único que había acuerdo era en cargarse al presidente del Gobierno, Maura", apuntilla Álvarez Junco.

El saneamiento de la ciudad antigua, con la apertura de una Via Laietana que debía unir el puerto con el burgués Ensanche (cayeron mil edificios del proletario casco antiguo), también se sumaba al mal ambiente. "Se quería hacer una Barcelona ideal, también en fotografía. Durante el motín decimonónico hay pocas imágenes de barricadas y muchas contra el patrimonio religioso; la burguesía no tuvo rival fotográfico", apunta el historiador Jordi Calafell, comisario de la muestra 1909: fotografía, ciudad y conflicto.

Ese magma explicaría en parte, según Culla, que la huelga no se extendiera por España: "Bilbao, Sevilla o Madrid no tenían ese caldo de cultivo". También contó la taimada actitud del ministro de la Gobernación, Juan de la Cierva, que en sus memorias admite que dejó correr el bulo periodístico según el cual el movimiento era de corte separatista.

Diez mil soldados, enviados de fuera de Cataluña, apaciguaron los ánimos a partir del jueves. Empezaba una represión brutal; eso sí, el lunes siguiente los patronos decidieron, como si nada hubiera pasado, pagar la semanada.

Ferrer y Guardia y el Vaticano

"El nombre de Semana Trágica no es neutral: es una definición de derechas, una estrategia más de la burguesía en su deseo de dramatizar unos hechos para justificar la mano dura posterior que se exigió al Gobierno", lanza el historiador Joan B. Culla, que hoy inaugura unas jornadas sobre los hechos en la Biblioteca Balmes de Barcelona.

Si la represión se reduce a una víctima, ésta fue el pedagogo, librepensador y anarquista Francisco Ferrer y Guardia, creador de la Escuela Moderna, fusilado en el castillo de Montjuïc el 13 de octubre, figura siempre discutida. Culla y José Álvarez Junco coinciden en que no tuvo nada que ver con esos sucesos. "Fue un chivo expiatorio: esos días sólo estuvo en Barcelona el lunes", fija Culla. "Es evidente que socialistas y lerrouxistas se lo sacaron de encima y lo entregaron a la burguesía", sostiene Álvarez Junco.

También están de acuerdo en que el juicio tuvo mucho de farsa, pero que no fue un mártir. "Más que pedagogo, era un revolucionario: lo de la Escuela Moderna era para él un instrumento; tiene dos intentos de regicidio: yo no votaría en contra, pero tampoco a favor de que tuviera una plaza", dice Culla sobre la intención de la Fundación Ferrer y Guardia de que Barcelona lo incorpore a su nomenclátor. "En el intento de 1905 de matar a Alfonso XIII, su participación es casi segura, y en el de 1906 financió al ejecutor", dice Álvarez Junco. Y añade: "No hay un Émile Zola que lo defienda, ni protestas importantes". Éstas, a nivel internacional, llegaron después y provocaron al final la caída del Gobierno de Maura.

También la Iglesia denunció en sus informes al Vaticano la vinculación de la Escuela Moderna con los altercados, si bien el estudioso y cura Ramon Corts, que ha trabajado el tema en el Archivo Secreto Vaticano, asegura: "Ni la Santa Sede ni ningún religioso movió el juicio". Y apunta dos sorprendentes tesis: que el obispo de Barcelona hizo autocrítica "por hacer más caridad que justicia social" y que el Vaticano intentó pedir el indulto de Ferrer y Guardia, "pero no llegó a tiempo". Unos aspectos que no les casan a los dos historiadores seglares.

Una ciudad que recuerda

- Exposiciones. ¡Barcelona en llamas! (castillo de Montjuïc, 7 de mayo-18 de octubre). Memoria gráfica de una revuelta (Archivo Nacional de Cataluña, 12 de junio-9 de octubre). 1909: fotografía, ciudad y conflicto (Archivo Fotográfico de Barcelona, 17 de junio-16 de enero). Una crónica documental (Virtual: www.bcn.cat / setmanatragica, desde 11 de junio).

- Conferencias. Jornadas sobre la Semana Trágica. (Biblioteca Balmes, 5, 6 y 7 de mayo). Trágica, roja y gloriosa (Instituto de Cultura de Barcelona, 21 de mayo-18 de junio).

- Itinerarios. La Semana Trágica, a pie de calle (Bibliotecas de Barcelona, 9 de mayo-25 de julio).

- Libros. La Semana Trágica y el Archivo Secreto Vaticano, de Ramon Corts (Abadía de Montserrat). ¿Quién mató a Ferrer y Guardia?, de Francisco Bergasa (Aguilar).


- El País -