miércoles, 31 de octubre de 2012

lunes, 29 de octubre de 2012

Jean-Michel Basquiat, una revelación...


Jean-Michel Basquiat, una revelación

Un rosario de exposiciones sobre su figura (la última, en París) y el perenne interés del mercado por su obra sirven al autor para reflexionar sobre el poder de la pintura de Jean-Michel Basquiat

Antes de llegar hasta él hay que superar mucha retórica hueca porque se ha convertido en una leyenda, primero local y luego mundial. También es necesario hacer caso omiso de los alaridos de un puñado de marchantes oportunistas. De haberse presentado en la inauguración de la reciente exposición, celebrada en el que habría sido su 50º cumpleaños (murió a los 28 años), lo más seguro es que hubiera aparecido con varios días de retraso.

No obstante, cuando uno se encuentra cara a cara con lo que hizo Jean-Michel Basquiat sufre una revelación, como han podido comprobar los miles de parisienses que hicieron hasta una hora de cola a la intemperie para visitar la exposición del Museo de Arte Moderno de la ciudad. Los había de todas las edades, pero la mayoría eran jóvenes.

Afrontar su obra o verse asaltado por ella tiene poco que ver con la "alta cultura" o con los privilegios VIP. Sí guarda mucha relación con las mentiras (visuales, verbales y acústicas) que hoy en día se nos imponen a cada minuto. La revelación es precisamente esta: contemplar todas esas mentiras desarticuladas y deshechas.

El legendario currículo de Basquiat evoca parte de su experiencia existencial: un chico negro haitiano-puertorriqueño que vive en las calles de Nueva York, estampa su firma en las paredes y luego empieza a pintar cuadros que se exponen y se venden en todo el mundo a través de los marchantes, que se comportan como buitres; un chico que colabora durante un año con Warhol pintando de una forma atrevida y muy pura en los mismos lienzos; un chaval que durante una década produce miles de imágenes y luego muere de sobredosis. Esta biografía y las muchas fotos que tomaron de él evocan parte de lo que vivió, pero apenas nos dicen nada sobre el secreto de su arte o la forma que tiene de desenmascarar las mentiras que nos rodean.

Por lo general, cuando un hombre o una mujer quiere rebatir las falacias que le rodean, y con las que vive, lo hace con argumentos en busca de las verdades ocultas. James Baldwin o Angela Davies son ejemplos de un periodo anterior, pero ambos, al ser negros, lucharon contra algunas de esas mismas mentiras.

Basquiat eligió una estrategia distinta. Intuyó que hoy las verdades vitales y ocultas no se pueden describir con ninguno de los idiomas que se utilizan constantemente para promover mentiras: veía cualquier lengua oficial como un código para transmitir mensajes falsos. Su estrategia como pintor era desacreditar y romper esos códigos y dejar que entraran algunas verdades vibrantes, invisibles y clandestinas. Su táctica como pintor tiene que ver con algunas formas del rap y también guarda relación, aunque de forma distinta, con los empeños de Julian Assange y Wikileaks, en los que actúa a la manera de un saboteador. Como artista, Basquiat deletrea el mundo en un idioma que está deliberadamente -ontológicamente- roto.

Para aclarar lo anterior, pensemos por un momento en los ciegos (Basquiat tenía una vista muy afilada, pero la comparación puede sernos útil). Observen a una persona ciega transitando por algún sitio público: andando por la calle, cruzando la calle, subiendo por una escalera mecánica, viajando en un vagón de metro, bajándose al andén o subiendo unas escaleras. Los ciegos se mueven y sortean los obstáculos haciendo preguntas y recibiendo respuestas con todos los sentidos excepto la vista. Y a veces, sobre todo si van dos juntos, se mueven y se abren camino con más rapidez y eficacia que los que pueden ver.

Los ciegos reciben la información y las perspectivas que les ofrecen los sonidos, el aire, sus bocanadas y temperaturas, el roce de sus bastones, los pies y las manos. Para ellos, cada sentido tiene su propio lenguaje con el que reconoce y define lo que existe. Sin embargo, lo que distingue a los ciegos de los que pueden ver es que los primeros aceptan que una gran parte de lo que existe es indescriptible: familiar, reconstituyente, odioso o adorable, esencial, pero, no obstante, indescriptible por ser invisible.

Como pintor, al enfrentarse al mundo al que se tuvo que enfrentar, Basquiat era profundamente consciente, al igual que un ciego, de que una gran parte de lo real es indescriptible. Para él, su ansiado objetivo, la labor sagrada de pintar, consistía en sintonizar con lo invisible, de forma parecida a como un diagrama anatómico sintoniza con el funcionamiento invisible de un cuerpo vivo. ¿Y por qué quería hacerlo? Porque no se puede mentir sobre algo invisible.

Uno de sus autorretratos es una especie de diagrama de montaje para hacer que encajen una camisa, un par de brazos, dos rótulas, una calavera y unas botas. El espacio para él está muy presente; pero él, dentro de ese espacio, es invisible, y por tanto no puede ser capturado por ninguna mentira oficial ni ningún cliché.

Su cuadro titulado Dog and boy in a Johnnypump [Perro y niño en una boca de incendio] es una pantalla de salpicaduras que expresan la excitación, la furia y la diversión de un niño y un perro en un bochornoso día de verano en Brooklyn empapándose con chorros de agua fría de una boca de incendio. Aunque ni el perro ni el niño son identificables o descriptibles. Eso no significa que se muestren evasivos: solo significa que son libres y que ninguna mentira los puede definir.

¿Cómo ponía en práctica su estrategia? ¿Cómo procedía en el plano visual o gráfico? Inventó su propio alfabeto visual, que estaba formado no por 26 signos, sino por centenares de ellos. Incluían el alfabeto romano, números, signos geométricos, emblemas de pintadas, logos, símbolos de mapas, pictogramas, esquemas, diagramas y dibujos, y con todos ellos deletreaba el mundo. A menudo los signos se reafirman entre sí. Así, las cuatro letras del alfabeto romano NOSE se encuentran junto a un dibujo de una protuberancia con dos agujeros. Y las tres letras PAW se encuentran en el reverso de una mano izquierda.

Con este alfabeto de hip-hop, vivo, divertido, furioso y extremadamente diverso deletrea lo que ha visto suceder a su alrededor o en su interior. A todo le da un nombre que no pertenece a ningún idioma oficial y es impronunciable en ellos. Y los acontecimientos responden a su nombre; hay un reconocimiento mutuo por ambas partes, todo ello visual y gráfico. Pero, al mismo tiempo, los acontecimientos en sí -diferenciados de sus nombres -permanecen invisibles. Por tanto, no puede atraparlos ninguna mentira ni ningún idioma oficial: son libres. De hecho, son una demostración ejemplar de la libertad, una instigación a la libertad.

En conclusión, cada figura o animal u objeto pintado e imaginado por Jean-Michel Basquiat ha pedido prestada a la muerte una camiseta para volverse inabarcable (imposible de arrestar), invisible y libre. De ahí, la euforia.

Las siete letras MANDIES [hombre muere, en inglés] (repetidas en muchos de sus últimos cuadros) aparecen en varios lienzos junto a la garra de un cuervo. De ahí, también, la inmensa soledad de Basquiat.

John Berger es escritor y crítico e historiador de arte. Traducción de News Clips.

domingo, 28 de octubre de 2012

Siempre estaremos ahí...

Siempre estaremos ahí. Somos tu familia. No vamos a irnos a ninguna parte. A menos que te vuelvas un asesino en serie o algo así.
Las chorradas de mi padre de Justin Halpern

viernes, 26 de octubre de 2012

Experiencias precocinadas...


Experiencias precocinadas

Hubo una época en que lanzar un disco de versiones constituía todo un desafío estético. A principios de los setenta, el rock empezaba a ser consciente de su trayectoria -se habían publicado las primeras historias y enciclopedias- y hacía memoria. David Bowie evocaba en Pin ups (1973) el excitante Londres de los mods y la primera psicodelia. Coincidía con These foolish things, debut de Bryan Ferry como solista, que aplicaba sensibilidad del pop art a improbables temas de Dylan o los Stones. Unos meses más tarde, con Moondog matinee, The Band recuperaba su duro aprendizaje en locales de tercera división. Y Lennon iniciaba la grabación de su Rock 'n' roll.

Todos esos discos mostraban voluntad reivindicativa, a veces incluso contenían argumentos contrarios al purismo dominante. Ferry ampliaba las fronteras musicales y emocionales del pop al recuperar el tema que daba título al disco, un standard de 1936. Hasta The Band rompía su ortodoxia con la interpretación del cinematográfico El tercer hombre. Las motivaciones de fondo eran variadas pero, incluso entre los que necesitaban rellenar un hueco y salir del paso, latía la esperanza de que el viaje al pasado tuviera propiedades vigorizantes, que sirviera para recuperar la pasión primigenia.

Cierto que, en 1973, los cincuenta y los sesenta parecían un país remoto. Hoy, el pasado vive entre nosotros y nos muestra su perfil más favorecedor. El cine, la publicidad, las series recurren al inmenso poder de las canciones añejas. No se requieren máquinas del tiempo: las reediciones, las remasterizaciones, las ediciones conmemorativas nos traen las glorias pretéritas.

En el tiempo del reciclaje, todo es recuperable con un pellizco de ironía. La colección de versiones forma parte del abanico de opciones útiles para estirar una carrera, como el desenchufado, los duetos, las remezclas, el rick rubin, la inmersión en la world music, el disco con orquesta de cuerdas o metales...

Lo saben personajes como Clive Davis, el disquero del concepto vendedor, que rige los pasos de Rod Stewart o Carlos Santana. La fórmula: juntas un cancionero inoxidable con una cara reconocible y ya tienes una oferta irresistible para ese tipo de consumidor que ignora los placeres de las versiones originales o los dramas del proceso de creación; prefiere emociones premasticadas, uniformidad sonora, digestiones fáciles. Por el precio que paga por lo nuevo de Phil Collins, podría comprarse una caja llena de prodigios de Motown. Pero eso exigiría un esfuerzo. Exigiría cultura.

martes, 23 de octubre de 2012

Reacciona!!!


Reacciona: 10 razones por las que debes actuar frente a la crisis económica, política y social

José Luis Sampedro, Javier Pérez de Albéniz, Javier López Facal, Carlos Martínez, Ignacio Escolar, Rosa María Artal, Àngels Martínez i Castells, Juan Torres López, Baltasar Garzón, Federico Mayor Zaragoza, Lourdes Lucía

José Luis Sampedro, Federico Mayor Zaragoza Y Baltasar Garzón, entre otros, nos brindan 10 respuestas con una idea común: la necesidad de tomar postura y actuar pues todavía hay esperanza, hay soluciones.

«Frente a los peligros que afrontan nuestras sociedades interdependientes es tiempo de acción, de participación, de no resignarse».
Stéphane Hessel

Reacciona trata de clarificar y encauzar la pesadumbre de un sector creciente de la sociedad española con la crisis económica, política y social que estamos viviendo, con la crisis del sistema. Y varios factores están en juego: nuestra estabilidad, el equilibrio global, una generación de jóvenes sin futuro y el futuro mismo. Una mezcla singular de especialistas, un comité de sabios, entre los que destacan José Luis Sampedro o Baltasar Garzón, que nos brinda diez respuestas con una idea común: la necesidad de tomar postura y actuar, de concienciarnos y despertar pues todavía hay esperanza, hay soluciones. Una ciudadanía informada y responsable puede impedir los atropellos. Todos con un mismo rumbo, con un objetivo claro: defender la dignidad, la democracia y el bien común. Ha llegado el momento. El primer paso es reaccionar.

Ficha Técnica
Páginas: 176
Publicación: 13/04/2011
Temática: Actualidad
Formato: Rústica 13 x 21,5
Precio: 9,50 €
ISBN: 9788403102002
EAN: 9788403102002

lunes, 22 de octubre de 2012

sábado, 20 de octubre de 2012

Neutralizar la agresividad...


Neutralizar la agresividad

Vivimos con un alto nivel de crispación: en la política, en el trabajo, en la calle... ¿Qué hay detrás de esta comunicación tan agresiva? ¿Cómo podemos combatirla?

Voy a buscar a mis hijos a la escuela. En un paso de cebra cercano a la entrada, por el que han de cruzar cada día los niños, me encuentro a un padre estacionado con su flamante Mercedes. Con absoluta serenidad, le hago notar que está bloqueando el paso justo en el punto por el que pedimos a diario a nuestros hijos que crucen para hacerlo con seguridad. Su respuesta no me atrevo a reproducirla. Lo más cariñoso que me dijo fue: "Métete en tus asuntos, y si te aburres, monta una ONG...", a lo cual seguía un grosero insulto.

Estoy en la panadería del barrio. Dos chicas entran con un perro. Un cliente les llama la atención avisándoles de que está prohibido entrar en el local con animales. Entre ellas, pero alzando la voz para que el hombre las oiga, comentan: "Ya estamos. Otro [insulto] que se aburre en casa y tiene que venir a dar lecciones a la gente...".

Estas son solo dos anécdotas recientes. Pero lo cierto es que muchas veces uno tiene la sensación de que hoy día la agresividad flota en el ambiente. Una agresividad gratuita, innecesaria y que en ocasiones raya la violencia. Una agresividad que hace de la relación casual con los demás una experiencia nada agradable, y que pone en jaque la convivencia. Y cada vez que nos enfrentamos a ella surge la misma pregunta: ¿qué le pasa a esta persona?, ¿por qué tanta irritación?

Detrás de la agresividad: "La violencia es el miedo a los ideales de los demás" (Mahatma Gandhi)

Ante un estímulo externo tenemos dos comportamientos posibles: responder o reaccionar. En el primer caso controlamos de forma consciente nuestro comportamiento. En el segundo actuamos sin control. En este contexto, la agresividad no es nunca una forma de respuesta, sino de pura reacción.

La reacción es un impulso automático del ser humano, que procede del instinto de supervivencia, y que tiene lugar cuando percibe un peligro o se siente atacado. Así pues, la agresividad es en esencia una reacción defensiva de alguien que en un momento dado se siente provocado.

Al margen de la agresividad patológica, que no es objeto del presente artículo, hay distintos orígenes para los comportamientos agresivos ocasionales con los que nos obsequia la gente en nuestro día a día:

- Hay agresividad que procede de nuestra inseguridad: cuando nos sentimos inseguros ante algo o alguien, cuando no dominamos algo y alguien nos cuestiona o nos pone en duda, la reacción por defecto será con toda probabilidad agresiva. Solo desde una gran dosis de seguridad personal podemos responder serenamente si alguien nos cuestiona.

- Hay agresividad que procede de nuestra falta de valor para decir lo que tenemos que decir: cuando tenemos que dar malas noticias, o hacer alguna observación negativa, y somos de los que nos cuesta hacerlo, nunca encontramos el momento adecuado. Y cuando finalmente hacemos acopio de valor, y lo decimos, nos vamos directamente y sin darnos cuenta al otro extremo, pasando de callarnos a decirlo con agresividad.

- Hay agresividad que simplemente procede de nuestra inquietud, de nuestros nervios: cuando algo nos inquieta, sea porque estamos ante una persona importante, porque hemos trabajado mucho en el tema o por cualquier otro motivo, es difícil responder ante cualquier observación sin alterarnos, manteniendo un tono constructivo.

- Y hay también agresividad que procede de nuestro sentimiento de culpa. Este sería a mi entender el caso de los ejemplos descritos al inicio. Cuando el sujeto se siente culpable y sabe que ha hecho mal las cosas, vive el comentario que le hagan como una agresión que le induce al ataque. En este caso, lo que hace es proyectar su enfado en los demás, cuando en realidad con quien está enfadado es consigo mismo.

En todos los casos la raíz es común, y se trata del miedo en cualquiera de sus formas o matices. Como afirma el Dalai Lama, "la ira nace del temor", y ciertamente, cuando alguien o algo nos da miedo, la reacción colérica o fuera de tono no se hace esperar.

¿Cómo responder?: "El buen juicio no necesita de la violencia" (León Tolstói)

A menudo, ante los ataques de alguien, no sabemos reaccionar. Aguantamos estoicamente su brote de ira, y nos quedamos por el camino con la sensación de que es esa persona la que en el fondo se sale con la suya y consigue sus fines (es evidente que el padre del flamante Mercedes no movió ni un centímetro su coche, y que yo desistí de hacer nada más al respecto).

Pero probablemente esto sea lo mejor que podemos hacer. La recomendación fundamental ante una persona irritada es por encima de todo no reaccionar nosotros, y en muchos casos ni tan siquiera la respuesta serena merece la pena, puesto que si el otro está fuera de sí, no va a procesar nada de lo que le intentemos decir.

Lo que es seguro es que ante una persona agresiva no lleva a ninguna parte dejarla en evidencia, afearle su conducta o intentar discutir. Porque caeremos inevitablemente en una espiral de reacciones y contrarreacciones que muy pronto nos hará perder el control a nosotros y nos encontraremos comportándonos a merced del otro.

Es importante vivir la agresividad ajena con la prevención de no caer nunca en su terreno de juego, no caer en la provocación y reaccionar, para mantener así y en todo momento nuestro juicio. Como afirmó Viktor Frankl, "no podemos controlar los acontecimientos, pero sí nuestra reacción a ellos", y, como nos recuerda Stephen Covey, "nuestra conducta es una función de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones".

¿Qué se puede hacer?: "El medio para hacer cambiar de opinión es el afecto, no la ira" (Dalai Lama)

Si tenemos en nuestro entorno una persona que se muestra reiteradamente colérica (dejando al margen siempre casos no patológicos), hemos de considerar en primer lugar los posibles motivos: estamos ante una persona a la que la inseguridad y/o alguna manifestación del miedo la está colapsando.

No ayudará, por tanto, censurar su comportamiento ni mientras lo muestra (no está en condiciones de aceptarlo) ni en algún momento posterior (aunque lo acepte, su seguridad se verá inevitablemente minada). Tampoco funcionará dejarlo públicamente en evidencia. Todo ello no hará más que reforzar su inseguridad y, por tanto, la directa manifestación de esta: su reactividad y su agresividad.

Hay un camino que sí ayudará, aunque será lento en algunos casos y exigirá una gran dosis de empatía y generosidad: aceptar a la persona, comprenderla y, una vez comprendida la raíz de sus miedos, darle seguridad.

Con aquellas personas de nuestro entorno a las que queremos ayudar tenemos una posible estrategia a seguir: en lugar de enfadarnos con ellas cada vez que se muestran agresivas, podemos llevar a cabo un trabajo de fondo, que consistirá en ir dándoles mensajes positivos cada día. Esta estrategia no trata de tapar sus comportamientos agresivos. Trata de compensar y superar el mal de base, el origen de la agresividad, que es su falta de seguridad. La persona que muestra actitudes agresivas sabe perfectamente que no lo está haciendo bien, y no necesita que se lo recordemos. Lo que le ocurre es que no sabe de dónde proceden estas actitudes, y en esto es en lo que nuestra ayuda a través del refuerzo de su seguridad puede ser fundamental.

En los encuentros accidentales con gente que se muestra puntualmente agresiva, y a la que quizá ni conocemos, podemos responder con una pauta fija: serenidad y la mejor de las sonrisas.

Y cuando somos nosotros los que nos comportamos agresivamente, será bueno que analicemos qué tipo de situación ha desencadenado nuestra reacción: porque aquello ante lo que reaccionamos con irritación es precisamente aquello sobre lo que nos sentimos inseguros, aquello que no tenemos resuelto en nuestras vidas. Identificar lo que no tenemos resuelto y trabajarlo será la solución definitiva, más que intentar que un disciplinado autocontrol nos haga evitar un brote de cólera.

Agresividad, una palabra que rima con soledad. Está científicamente demostrado que tenemos mayor propensión por relacionarnos con aquella gente que nos muestra una actitud amable. No hace falta que hablemos con ellos; la sola expresión afable ya nos invita a la relación. Y siguiendo el razonamiento, parece lógico pensar que tendremos de forma natural una especial prevención a relacionarnos con gente que nos muestra una expresión hostil.

La agresividad con los demás levanta altos muros de aislamiento y lleva con el tiempo a la soledad. La gente se distancia hasta cortar todo vínculo de relación. A nadie nos gusta pasar un mal rato en nuestra interacción con los otros. Y ya no es una cuestión de tenerle miedo al agresivo. Es el simple y humano deseo de sentirnos bien en compañía de los demás.

MIEDOS Y FALTA DE SEGURIDAD

Libros

- La trilogía 'Millenium', del desaparecido Stieg Larsson. Muestra un extenso catálogo de comportamientos agresivos derivados de miedos, inseguridades y atrocidades sufridas. Agresividades que se sitúan en la categoría patológica en algunos casos, pero que son la mayoría de las veces conductas puramente reactivas.

- En su reciente novela 'Sunset Park', (Anagrama, 2010), Paul Auster nos describe con maestría los comportamientos de varios personajes que van de la pasividad a la agresividad, siempre como reacción a miedos y falta de seguridad.

- Una historia de superación de la agresividad: en su libro 'Re-Ser', (Integral, 2007), Santi López Villa narra con el título de 'El gesto de Manuel' una historia de superación de la agresividad en condiciones emocionales extremas. Un relato inspirador que induce a la profunda reflexión.

viernes, 19 de octubre de 2012

miércoles, 17 de octubre de 2012

Enseñar a los alumnos a pensar...


Enseñar a los alumnos a pensar

Tras dos años, la implantación del programa Escuela 2.0 es desigual en España

"Los alumnos españoles deben tener una actitud más crítica, tienen que pensar más". Ahí radica el problema de las competencias digitales. Es lo que opina José Antonio Cervero, el director del Instituto Fuente Nueva de Morón de la Frontera (Sevilla), que lleva varios años inscrito en el programa andaluz de nuevas tecnologías. No basta con que los chicos tengan acceso a los ordenadores, es necesario que desarrollen un criterio propio que les ayude a aclararse entre la ingente cantidad de información que hay en la Red.

La competencia digital se compone de cuatro patas: la búsqueda de la información, la selección, el análisis y la producción de textos nuevos a partir de la documentación localizada. El problema es que el alumnado se está quedando en el primer paso, según Cervero, que trabaja con los estudiantes todos los días a pie de aula: "El alumno cree que la información que hay en Internet es toda válida y se queda con lo primero que encuentra".

La inclusión de la competencia digital en el currículum de la educación obligatoria es reciente. Data de 2007, cuando se aprobó el real decreto que fija las enseñanzas mínimas en ESO. En la norma se considera como un aprendizaje "imprescindible" para los estudiantes el tratamiento de la información y la competencia digital.

Más reciente aún es la implantación sistemática desde el Gobierno central de las nuevas tecnologías en las aulas. Fue en 2009 cuando se puso en marcha el programa Escuela 2.0, con el que se pretende que, poco a poco, todos los alumnos tengan un portátil, pizarras digitales y conexión a Internet en las aulas. Pero este plan -cofinanciado entre el Gobierno y las comunidades- necesitaba de la participación de las Administraciones autónomas. Madrid, Valencia y Murcia se han mostrado reticentes a aceptar el programa, con lo que su implantación está siendo desigual en España.

Pere Marquès, director del grupo de investigación de Didáctica y Multimedia de la Universidad Autónoma de Barcelona, estima que, en este momento, "no llega al 10%" el número de aulas en España que pueden funcionar a diario con ordenadores. "¿Qué esperamos, que los alumnos aprendan solos las competencias digitales?", responde cuando se le interroga sobre las notas obtenidas en el Pisa presentado ayer. Con todo, Marquès es optimista y sostiene que los resultados de la incipiente implantación digital se empezarán a notar en un par de años. Eso sí, apuesta por un cambio didáctico. Por un lado, los alumnos deben realizar ejercicios memorísticos puros. Pero, a la hora de la práctica -por ejemplo, para resolver problemas matemáticos o hacer comentarios de textos- los estudiantes deben tener libre acceso a Internet o a los libros de texto. "Hay que hacer un cambio de paradigma frente a la memorización tradicional", señala Marquès.

Para José Antonio Naranjo, decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada, el problema con la lectura digital no hay que verlo de forma aislada. "Está relacionado con las dificultades de comprensión lectora en general", que también tienen los alumnos españoles según los últimos informes Pisa.
Algunos mitos derrumbados

El informe Pisa digital ayuda a desmentir algunos mitos, asegura el profesor de la Universidad de Valencia y asesor de la OCDE Eduardo Vidal-Abarca. "Uno es el que afirma que los nativos digitales tienen problemas cuando leen en papel, pero tienen una buena competencia de lectura digital. Hay abundantes datos en el informe que desmienten rotundamente esta afirmación. Además, la lectura digital no es más simple y efectiva que la lectura en papel, al contrario, es más compleja y difícil, entre http://www.blogger.com/img/blank.gifotras razones, porque requiere competencias añadidas a las competencias de lectura en papel, por ejemplo, de navegación, y porque en lectura digital no existe un texto físico que leer, sino que el lector ha de construir su texto conforme va leyendo", afirma.

Así, entre las habilidades del buen lector digital está la de hacer varias visitas a la misma página, e ignorar las irrelevantes cuando es necesario comparar información de distintos sitios y la navegación se torna más compleja. Además, debe saber controlar el tiempo disponible y empezar la tarea con una ruta de navegación eficaz, explica el Ministerio de Educación en una nota.

martes, 16 de octubre de 2012

Nunca he sido...

Nunca he sido lo que tu llamarías bonito, pero por lo menos siempre tuve un aspecto... agradable.

domingo, 14 de octubre de 2012

Se puede vivir del cómic... hecho en París


Se puede vivir del cómic... hecho en París

El tebeo recupera protagonismo en el ocio de jóvenes y adultos, pero España vive una fuga de creadores - La industria nacional, aún débil, prefiere comprar derechos fuera que producir en casa

En un lugar llamado España hubo un tiempo en el que se vendían más de siete millones de tebeos al mes. Se ofertaban en cualquier esquina, en miles de reductos conocidos como quioscos. Había historias sobre espías torpes, albañiles chapuzas y casposas comunidades de vecinos. Fuese por inteligencia o mordacidad, entre los lectores triunfaban los antihéroes. La factoría que saciaba aquella voracidad se llamaba Bruguera.

Luego los lectores crecieron, una guerra por petróleo disparó el precio del papel, se difundieron los videojuegos y nuevas formas de entretenimiento juvenil. Los tebeos se marchitaron, Bruguera cayó. En el mundillo, un cataclismo. "Fue como si cerrase la General Motors", compara Carles Santamaría, director de la Feria Internacional del Cómic de Barcelona. Fue la muerte del tebeo. El sector entró en coma. Eran los noventa.

Enjuiciar la salud actual de la industria del cómic obliga a recordar los antecedentes. El diagnóstico no es simple. Comparada con los días de vino y rosas, vive una época de tiradas timoratas -el gran superventas de los últimos años, Arrugas (Astiberri), de Paco Roca, va por los 30.000 ejemplares-. Si pensamos en los ruinosos noventa, la situación es floreciente (incorporación de nuevos lectores, proliferación de tiendas especializadas y presencia en grandes superficies). ¿Da para vivir del cómic? No.

Bueno, un momento. Los autores españoles no pueden vivir del cómic español (salvo contadas excepciones) pero... pueden vivir del cómic extranjero. El cómic exporta talento a mansalva. Algo novedoso. Santamaría calcula que unos 60 autores trabajan para editoriales de Francia o Estados Unidos. El Salón del Cómic de Barcelona contribuye a que el idilio no decaiga: en la última edición propiciaron 300 entrevistas entre editores extranjeros y creadores españoles.

El éxito tiene un claro efecto bumerán. Si un español triunfa en Estados Unidos o Francia, las editoriales españolas (incluidas aquellas que le hayan ninguneado en sus días de perfecto desconocido) lo recibirán con los brazos abiertos. Lean algunos ejemplos.

Blacksad (Norma editorial), una de las series más vendidas en Francia, es una creación de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido. El asunto arrancó en aquellos tiempos malos. "En España era la época de la crisis más profunda. Juanjo ya vivía en París, había trabajado para Disney y nos animamos a intentarlo allí", revive Juan Díaz Canales (Madrid, 1972). El primer Blacksad, un cómic de género detectivesco con animales como personajes, arrancó con 30.000 ejemplares que se volatilizaron en un mes. Desde entonces la serie que edita Dargaud para el mercado franco-belga ha vendido más de 200.000 ejemplares. "Hemos entrado en un club muy selecto, muy pocas series venden esas cifras", reconoce el guionista Díaz Canales.

En España también es un éxito, aunque la tirada esté a años luz. "Es casi matemático, la proporción es de 1 a 10 respecto a Francia", explica. Blacksad se acerca a los 20.000 ejemplares, una menudencia comparada con el mercado vecino pero un superventas frente a las tiradas medias españolas, que oscilan entre 1.000 y 2.000 volúmenes.

El guionista Juan Torres (Málaga, 1972) paseó El velo por varias editoriales y revistas españolas sin despertar interés. Avalado por anteriores trabajos (entre ellos CSI) tanteó el mercado en Estados Unidos, donde anteponen las series a las historias propias. "Fueron un poco reticentes pero probaron y funcionó bien, ahora se ha traducido al español", cuenta. Y sin sorna añade: "Estamos todos locos por publicar en España, pero las editoriales prefieren comprar los derechos para traducir, mucho más barato que producir una obra".

Jaime Martín (Barcelona, 1966) aborrece a los superhéroes. Cuando cerró El Víbora, revista de cómic de adultos donde había recreado historias de sexo, drogas y rock'n'roll generacionales, miró hacia Estados Unidos y concluyó que tenía cero opciones y cero interés. "Si el concepto de héroe me echa para atrás, al de superhéroe, un tipo con el pijama apretado y el calzoncillo por fuera, lo detesto. Si estás dispuesto a dibujar cualquier cosa y eres rápido puedes vivir de ello, pero quería dibujar mis propias historias".

El manga japonés, el otro gran mercado mundial, tampoco le sedujo. Quedaba Francia, el tercer coloso. Le costó vender su primer álbum hasta que un agente lo hizo por él a la misma editorial que antes le había rechazado. Ahora su último trabajo, Todo el polvo del camino (Dupuis en Francia, Norma editorial en España), una historieta sobre la Gran Depresión con ecos de John Steinbeck y aroma a Dorothea Lange escrita por el brasileño Wander Antunès, ha vendido en Francia unos 7.000 ejemplares y en España, más de un millar.

Unas cifras alejadas de las 18.000 copias que vendió Martín de su primer álbum, Sangre de barrio, en 1990. Tiempos aún de alegrías. "No sé por qué ha pasado pero las tiradas han ido disminuyendo continuamente desde la primera guerra del Golfo. Mi teoría es que hay demasiadas opciones de ocio y tienes que escoger, no hay dinero para ir al cine, comprar tebeos y videojuegos a la vez", expone. Su predicción es apocalíptica: "El cómic se extinguirá o se convertirá en algo minoritario, como la poesía. Y tampoco será una catástrofe, pero ¿qué sentido tendrá cuando puedas tener sensaciones virtuales?".

Díaz Canales, Torres y Martín viven, con sus matices, del mercado exterior. Porque también los royalties generados por sus ventas en España llegan a través de las editoriales extranjeras que tienen los derechos sobre sus álbumes en todo el mundo. De esta paradoja no se ha librado ni el exitoso Arrugas, premio Nacional del Cómic en 2008.

Paco Roca (Valencia, 1969), tras algunas obras en revistas y el álbum El juego lúgubre (La Cúpula), miró a Francia. "Vi que era un mercado fuerte, se vende más y también se paga más". Un agente colocó Arrugas en Francia, donde recibió buenas críticas y logró unas ventas medianas (entre 10.000 y 13.000). Y entonces Astiberri compró los derechos para España y se desató el fenómeno: las ventas del cómic donde Roca desnuda con ternura exquisita los estragos del alzhéimer se desmadraron. En dos años han superado los 30.000 libros. De cada ejemplar, la editorial francesa matriz se lleva entre el 8 y el 10%. Con su siguiente álbum, Las calles de arena, se repitió este circuito: derechos para todo el mundo en manos de la francesa Delcourt. En este proceso, el papel de la editorial española es mínimo, su riesgo escaso y sus ganancias estrechas.

Pero en 2010, Astiberri, una pequeña editorial fundada hace diez años por tres socios que no aspiraban a hacerse ricos y sí a disfrutar del trabajo, recuerda Laureano Domínguez, uno de los socios, se decidió a dar el paso y producir el nuevo título de Paco Roca, El invierno del dibujante. Salió a la calle a finales del año pasado y lleva 12.000 ejemplares despachados. Cuando se traduzca en otros países, Astiberri hará caja por los royalties. Pleno al quince. "Ganaría más dinero si trabajase para el mercado francés, pero por el idioma, la cercanía y las influencias me resulta perfecto trabajar como hemos hecho con El invierno del dibujante", se sincera Roca, dispuesto a repetir la experiencia en su próximo trabajo.

El escaso riesgo de las editoriales españolas -que facturan al año unos 90 millones de euros- es uno de los reproches más comunes entre los dibujantes. "Comprar derechos es más barato que producir un álbum", reitera Roca.

En 2010, según Carles Santamaría, solo el 15% de las novedades que llegaron al mercado español fueron títulos producidos en casa. Un porcentaje que coincide con la actividad de Glénat. Entre los 200 títulos que sacó a la calle el año pasado, el manga fue hegemónico: el 60%. La producción propia rondó entre el 15% y el 20%, entre ellos un álbum en el que Félix Sabaté, editor jefe de Glénat, se empeñó especialmente: Quince años en la calle, el cómic autobiográfico en el que Miguel Fuster narraba su vida como sin techo.

"Personal y profesionalmente prefiero la producción propia, es más gratificante trabajar con el autor mano a mano. Además, cuando tú produces algo, todos los derechos son para ti", sostiene Sabaté. La compra de un título en el exterior, la opción más barata y sencilla, tiene sus desventajas. "Es un arma de doble filo porque puedes explotar la licencia unos años pero no siembras, mientras que un autor que llevas tú es alguien que puedes tener en catálogo y sin catálogo estás muerto", concluye el editor de Glénat.

Sabaté es de los que ven el vaso medio lleno. "Quien se queja es un quejica. Estamos mejor que nunca. Hemos ocupado el espacio que antes las grandes superficies dedicaban al DVD. El lector especializado va a las tiendas y el ocasional, a las grandes cadenas". Ahora bien, si Mireia Pérez (Valencia, 1984), ganadora del premio de la FNAC y Sins Entido para editar una novela gráfica, le pidiese consejo sobre su futuro, Sabaté sería claro. No le recomendaría que abandonase otra ocupación para vivir del tebeo. "Es difícil, casi imposible ganarse la vida con el cómic", dice el editor.

Los 10.000 euros que recibirá Mireia Pérez son como una beca que le permitirá desarrollar su historia. La próxima vez, cuando pugne con el mercado, podrá aspirar a un anticipo sobre las ventas. Los autores ponen la creatividad y reciben un escuálido 10%. Las editoriales ponen el riesgo y se quedan entre un 30% y un 40%. El resto es para los distribuidores y librerías, una parte del negocio que sí da de sí: hay ya casi 240 tiendas especializadas en España. "Lo más importante en el mercado español, que es el segundo en Europa y está en plena transformación", sentencia un optimista Carles Santamaría, "es el recorrido que nos queda".

sábado, 13 de octubre de 2012

Sólo después de olvidar...

Sólo después de olvidar eres completamente inocente y por eso mismo, definitivamente culpable.
"Tokio ya no nos quiere" de Ray Loriga

jueves, 11 de octubre de 2012

Un enigma llamado Guy Bourdin...


Un enigma llamado Guy Bourdin

Una exposición descubre por primera vez en España la obra del fotógrafo de moda francés - Sus provocativas imágenes definieron las décadas de los setenta y ochenta

Siempre hay algo que no se entiende completamente en las fotografías de Guy Bourdin (París, 1928-1991). Y lo mismo sucede con su autor. En la Sala Canal Isabel II de Madrid se puede ver hasta el 9 de enero una exposición sobre su obra centrada en las imágenes que tomó a la modelo Nicolle Meyer -entre 1977 y 1980- en la cima de su carrera. El francés es uno de los padres de la fotografía de moda contemporánea. La audacia, provocación e inventiva de sus instantáneas las convierten en una referencia desde los años sesenta. Su forma de cuestionar tabúes consigue que sus composiciones mantengan su (elevado) potencial de controversia. Aunque goza del respeto de los expertos, fuera de la industria es menos conocido que Richard Avedon o Helmut Newton.

Varias razones podrían explicarlo. Casi todas parten de la singularidad de Bourdin. Ni su obra ni su vida se parecen a la de otros fotógrafos. Desarrolló su trabajo exclusivamente de forma comercial. Sus imágenes tienen una esencia profundamente artística y dialogan con Man Ray, Francis Bacon o Magritte. Pero nunca se vieron en otro escenario que revistas -sobre todo, la edición francesa de Vogue- o anuncios, como los de zapatos Charles Jourdan.

Siempre quiso ser pintor y, según su hijo Samuel, pintó hasta el final de sus días. Parece que sentía cierta frustración por haber alcanzado el reconocimiento en una disciplina que consideraba menor y no en las grandes artes plásticas. Una actitud que explicaría su negativa a participar en libros y su rechazo al Premio Nacional de Fotografía que le fue concedido en Francia en 1985. Desde su muerte en 1991, se ha especulado que su relación con su obra era tan compleja que no conservó sus trabajos e, incluso, deseaba que se destruyeran. "Eso no es cierto", afirma Shelley Verthime, comisaria de la muestra organizada por la Comunidad de Madrid. "Todo está guardado: pinturas, Polaroid, las imágenes que seleccionó y las que no".

"Se han enfatizado los aspectos más controvertidos", lamenta Samuel Bourdin, que controla su legado tras una batalla legal con Martine Victoire, la última pareja de su padre. "Él venía de un planeta diferente. No era mundano, como Helmut Newton. No iba a desfiles ni a fiestas. Era excéntrico y no deseaba ser mediocre".

En las fotografías de Bourdin aparecen casi exclusivamente mujeres. Muchas veces, solo un fragmento de ellas. Las modelos y la ropa están al servicio de una narrativa críptica y minuciosamente controlada. Plasmar sus surrealistas visiones en la era previa al retoque requería elaborados decorados, trucos y modelos dispuestas a soportar incomodidades. Tenía fama de ser exigente hasta la crueldad y proliferan leyendas sobre sus estrambóticas demandas, que incluyen teñir el mar o cubrir de pegamento a una chica.

Desde luego, fácil no debía de ser. Pero Nicolle Meyer, de 51 años, también parece decidida a destruir mitos sobre el creador. "Cualquier artista es exigente. Conozco los relatos de otras modelos, pero yo no experimenté nada parecido. Era muy perfeccionista y todos éramos herramientas para su idea. Su sentido del humor era oscuro... Dicen que sus imágenes son perversas. Yo las veo inteligentes y humorísticas".


A esta muestra, A message for you, le seguirá otra de su trabajo en blanco y negro -al que se ha prestado menos atención- y un documental. La campaña para sacar al creador del misterio y el olvido empezó en 2003, con una retrospectiva en el museo Victoria & Albert (Londres).

"Jamás concedió una entrevista. Entre 1991 y 1998 su nombre quedó como un enigma", reflexiona Verthime. "Creo que la percepción sobre él cambiará con el documental y con esta exposición. He oído muchas veces que era misógino, pero yo creo que en esencia admiraba a lo femenino. Tenía un lado muy poético y frágil".

Una biografía cargada de pistas falsas, y propensa al drama, no ayuda a evitar las hipótesis sobre la mente que generó tan inquietantes imágenes. Dos datos en particular se arrojan como explicación y evidencia de su tortuosa relación personal con las mujeres: el abandono materno y el suicidio de sus parejas. El primero está, según Samuel, frecuentemente mal explicado. La madre de Bourdin, una mujer casada, tuvo una relación adúltera. Cuando su marido se enteró que el hijo no era suyo, le rechazó. Pasó al cuidado de su padre biológico, Maurice Bourdin, y de la madre de este. Nunca volvió a ver a su madre. En 1981, su pareja durante una década, Sybille Dallmer, se ahorcó. La rumorología gusta de añadir a la madre de Samuel, Solange Geze, y a otra amante, Eva Gschopf, a la lista de mujeres que Bourdin abocó al suicidio. "Mi madre murió de un ataque al corazón y Gschopf no tenía relación con mi padre cuando falleció", afirma Samuel.

Fragmentos de sus escritos y proyecciones completan las 75 fotografías de la muestra. Estampas con una capacidad de seducción perturbadora y extraordinaria. Prueba de ello son las palabras que ante ellas pronunciaba ayer Ignacio González, vicepresidente y consejero de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid: "Dan ganas de ponerse los zapatos".

lunes, 8 de octubre de 2012

Fans, blogueros y videojuegos...


Fans, blogueros y videojuegos: La cultura de la colaboración - Henry Jenkins

Henry Jenkins, uno de los pioneros en el estudio de la cultura participativa en la red, aborda la influencia de los fans y los consumidores en los éxitos de las franquicias mediáticas y otros fenómenos de la cultura popular.

Los trabajos de Henry Jenkins a principios de la década de 1990 promovieron la idea de que los fans figuran entre los consumidores más activos, creativos, críticamente comprometidos y socialmente conectados de la cultura popular, y que representan la vanguardia de una nueva relación con los medios de comunicación de masas.Reuniendo lo más destacado de una década y parte de las investigaciones pioneras de la vida cultural de los consumidores mediáticos, bloggers y videojuegos conduce a los lectores desde las primeras obras de Jenkins en defensa de la cultura de los fans contra quienes la marginaban o estigmatizaban, hasta sus escritos más recientes, en los que combate el pánico moral y defiende a los góticos y a los jugadores después del tiroteo de Columbine.

domingo, 7 de octubre de 2012

Sentía ganas de...

Sentía ganas de meterle una bala entre los ojos a cada panda que se negara a follar para salvar su especie. Quería abrir las válvulas de descarga rápida de todos los petroleros y llenar de crudo todas esas bonitas playas que yo jamás conocería. Quería respirar humo.