viernes, 31 de mayo de 2013

Vida y opiniones de la generación 'ni-ni'...


Vida y opiniones de la generación 'ni-ni': El poeta Carlos Pardo debuta en la novela con 'La vida de Pablo'

La banda sonora de la decepción: Carlos Pardo elige las canciones que describen los estados de ánimo de su novela

Aunque podría serlo, La vida de Pablo (Periférica) no es una novela de sexo, drogas y canciones. Sus personajes pertenecen a la generación ni-ni (ni estudio, ni trabajo) y su protagonista es un poeta que se busca la vida como pinchadiscos en una ciudad de provincias española. Autobiografía y ficción. "Pero no esa pedantería de la autoficción", matiza su autor, Carlos Pardo. "Los personajes son reales y los hechos ficticios. Hoy la novela está pasando de la idea de verosimilitud a la idea de veracidad. Y la idea de veracidad es muy compleja porque nos acabamos dando cuenta de que construimos la realidad con ficción. Ese es el lugar en el que me quiero colocar yo".

Amistad, amor y la imposibilidad de cazar una identidad que se presenta extraña y dispersa. La vida de Pablo es una novela "de formación" en la que la música, explica su autor, funciona como una obsesión más. "Una obsesión que se convierte en un tirano de la propia identidad. Este libro no es literatura pop. La música funciona a la vez como un elemento principal pero también como un elemento de rechazo".

Aunque también podría serlo, Pardo (Madrid, 1975) ya no es el pinchadiscos que protagoniza su novela. Trabaja en una conocida librería madrileña que le sirve para saber que hoy la literatura está más allá de los "impulsos estadísticos" que infantilizan el mundo del libro. Entre las estanterías, asegura, se contagia la pasión literaria. También es el director del festival de poesía Cosmopoética (cuya octava edición arranca la próxima semana en Córdoba) y odia pinchar: "Progresé bastante cuando dejé de hacerlo. No me interesa todo lo que tiene que ver con lo guay".

Sus personajes / amigos construyen una novela oral en la que intercambian cromos eruditos. "Están sobrealimentados de cultura. Pero nada de eso ni les ayuda ni les hace más interesante la vida. Él está atento a los momentos, a la caza del instante, la música y las citas de los libros son las sirenas de ese instante significativo".

Y aunque también podría serlo, La vida de Pablo no es una novela generacional. Ni siquiera es la historia de Pablo, un McGuffin que le sirve a Carlos (su autor y narrador) para hablar de sí mismo y su amor. "Hay algo aparentemente generacional en esta novela pero en realidad es una novela de formación, que es algo más universal". Una novela, dice, propia de un tiempo en el que se lee a los márgenes de la tradición. "Estamos en una época en la que funcionan todas las épocas simultáneamente. En este sentido, lo más actual es la proliferación de editoriales independientes que no hacen distinción entre siglos, que publican indistintamente a autores del XVIII junto a los del XXI para que el lector comprueba que hablan de lo mismo. Un choque interesante".


La banda sonora de la decepción

Carlos Pardo elige las canciones que describen los estados de ánimo de su novela La vida de Pablo

1. John Prine. Hello in there. Country urbano de una pareja que envejece. Demoledor. "Los árboles se robustecen al madurar, los ríos se vuelven más caudalosos, el hombre envejece solo".

2. Tom T. Hall: Old Dogs, Children and Watermelon Wine. Buen letrista, pareja de jubilados.

3. The Beach Boys: Surf's Up. La obra maestra de Brian Wilson. Un Bach redivivo, atrás quedaron los "buenos tiempos" (la pesadilla) del surf.

4. The Animals: Good times. Arrepentimiento, nostalgia y un toque de Saloon.

5. Thunderclap Newman, Something in the Air. En su momento, la pensaron como himno del optimismo psicodélico. Hoy es la despedida de una revolución que no pudo ser.

miércoles, 29 de mayo de 2013

martes, 28 de mayo de 2013

Dios es una biblioteca...


Dios es una biblioteca

El libro electrónico robará terreno al impreso, pero no podrá arrojarlo de nuestras vidas. Gutenberg no ha muerto, se ha metamorfoseado. Yo sigo viviendo en el laberinto de calles de mi biblioteca

En El cuarteto de Alejandría, Lawrence Durrell cuenta una anécdota, real o apócrifa, que le sucedió al escritor francés Paul Claudel cuando representaba diplomáticamente a su país en Japón. Un día salió de su residencia en Tokio para acudir a una fiesta y cuando regresaba contempló con estupor que su casa estaba siendo devorada por un gran incendio. El poeta pensó inmediatamente en sus manuscritos y en su biblioteca repleta de joyas bibliográficas. Cuando alcanzó el jardín vio que un hombre salía de entre las llamas llevando algo en sus brazos. Era el mayordomo que, dirigiéndose a él, le informó muy orgulloso: "¡No se alarme señor. He salvado el único objeto de valor!". Ese objeto no era otro que su uniforme de gala.

Desde hace algún tiempo yo tengo una pesadilla semejante. Regreso a mi casa como el personaje de John Cheever, El nadador, después de haber recorrido, no las piscinas por las que él iba nadando, sino las bibliotecas del mundo, y me encuentro en la misma situación que el autor galo de El zapato de raso. A mi encuentro no acude ningún sirviente, sino un ser indefinido que repite las mismas palabras que el mayordomo japonés y me entrega un pendrive. Él añade que ahí no sólo están todos mis libros desaparecidos, sino que ha incluido los fondos de las principales instituciones del mundo. Me quedo sorprendido, pero le digo que yo sólo necesito mis libros físicamente, aquellos que yo compré y me han acompañado toda la vida. Son mis mejores amigos y no puedo prescindir de ellos. El me responde muy seriamente que eso no sólo es ya imposible sino, además, una estupidez. "¿Para qué quiere usted tantos volúmenes que le ocupan gran parte de su casa si los tiene todos aquí, en este objeto más pequeño que el dedo de su mano?". Compruebo que la discusión no lleva a ningún sitio y, entonces, despierto. Cuando lo hago, veo que todo aún está en su caótico lugar. Por las mesillas, por las mesas y las estanterías dobladas por el peso, aún reposan las miles de hojas impresas protegidas por las portadas multicolores. Toco unos libros, abro otros y recuerdo la historia de cada uno de ellos: su nacionalidad, su lengua, el peso que arrastran desde el origen. Mi biblioteca está compuesta por cientos de ciudades, miles de calles y otros tantos paisajes.

Por estos espacios he caminado con los autores y sus personajes. He vivido sus vidas a lo largo de muchos siglos y cuando toco las páginas que estoy leyendo percibo sus lágrimas o sus risas, sus olores, veo los colores del amanecer o del ocaso. Un libro también es un objeto, una materia, una representación, un símbolo, una dimensión. El libro electrónico, el e-book, efímeros en sí mismos como soportes (qué pasó sino con el vídeo, el dvd y lo que venga), le robarán terreno al libro impreso, pero difícilmente podrán arrojarlo de nuestras vidas y nuestra manera de vivirlas. De haber habitado en la época en que se pasó de la oralidad a la escritura en papiro o pergamino, yo no hubiera estado en contra de este proceso evolutivo; de la misma manera que hubiera apoyado a Gutenberg cuando relegó a la escritura al ámbito privado.

¿Por qué ahora tendría que oponerme a algo inevitable y, seguramente, muy útil? Si estoy en contra de quienes piensan que hemos llegado al fin. En contra de aquellos que creen que ya no es necesario leer, ni saber, ni adquirir conocimientos, ya que todo está a nuestro alcance, tocando la tecla de un ordenador. Estoy en contra de aquellos que rechazan la memoria como si ésta fuera un simple apéndice mental que hubiera que extraer. El libro electrónico no es un peligro para la lectura. Sí lo son los videojuegos, los programas deleznables de la televisión, la mala enseñanza que desconoce o impone con una obligatoriedad torpe y pesada, el mal ejemplo familiar donde la cultura, en general, es algo desconocido y extravagante. La lectura en pantalla no acabará con el libro impreso, aunque éste se convierta en un objeto arqueológico; por el contrario, estoy seguro que contribuirá a ampliarla. Las nuevas generaciones adquirirán nuevos hábitos, nuevas formas de relación con el texto escrito. Probablemente lo lleven a cabo desde la laicidad y no desde la sacralidad con que nosotros adoramos al libro.

Probablemente la democratización de la lectura y la escritura modificará hábitos, costumbres, tradiciones y valores. ¿No sucedió así en el pasado? Umberto Eco afirma que, con Internet, se retornó a la era alfabética y, por lo tanto, no hemos fenecido aún en la dictadura de las imágenes. De nuevo, escritores y lectores, hemos sobrevivido a ese monstruo multiforme. Millones de personas, a lo largo de todo el mundo, a través de Internet, leen y escriben sin cesar para intercambiar ideas, sentimientos o simplemente informaciones. ¡Gutenberg todavía no está muerto! Se ha metamorfoseado. Nunca hubo tanta necesidad de leer y escribir como hoy. ¿Acaso los ordenadores actúan libremente sin este conocimiento previo? El papel, como antes el papiro o el pergamino, agotó su función. La memoria del mundo, desde el siglo XVI, ha crecido de una manera tan imparable que era necesario encontrar otros soportes para guardar el pasado y enfrentarse a un futuro repleto de contenidos. ¿Cómo se llevará a cabo la elección de los mismos?¿Cómo se mantendrá su excelencia?¿Cuáles serán los nuevos gustos, las nuevas modas? Las modificaciones en torno al libro como soporte no han variado sus mismos fines, ni su expresión. Desde hace más de cinco siglos los cambios políticos, sociales, económicos, tecnológicos y culturales se sustentaron en este objeto. Internet ha producido también una modificación notable en las costumbres de los bibliófilos, coleccionistas de libros antiguos, de primeras ediciones o raras.

Aquella búsqueda aventurera y romántica por las librerías y trasteros de medio mundo que primaban al erudito frente al poderoso económicamente, se ha derrumbado ante la publicación en Internet de sus adquisibles índices. El precio se ha unificado y elevado, además de reducir la labor investigadora y azarosa. Además, el libro antiguo o de viejo es una especie en vías de extinción. Escaso, caro, raro y coleccionado por las grandes instituciones educativas y culturales. Coleccionar libros viene de antiguo. Luciano en El bibliómano ignorante (publicado en nuestro país por Errata Naturae) criticaba a quienes los compraban para decorar su casa, pero no los leían. Séneca nos describe, como Cicerón y otros autores romanos, las calles de la capital del imperio donde se vendían los rollos que contenían las novedades literarias o se copiaban por encargo las obras de cualquier época. Durante ese tiempo nació la idea del autor y editor. ¿Cuántos de aquellos volúmenes quedan? En el museo arqueológico de Nápoles vi unos cuantos carbonizados procedentes de una casa de Pompeya. El fuego ha sido consustancial con la lectura y la escritura. Blanchot decía que con los libros se habían hecho tres cosas: escribirlos, leerlos o quemarlos. ¿Cuántas obras maestras de la literatura, del arte o de la ciencia se han perdido? Seguramente cantidades ingentes. Hoy por fortuna nada se perderá, ni siquiera lo vano y superfluo. Hoy cualquier persona tiene derecho a la eternidad al poder reproducir su vida en una página web. Qué más da si lo que hizo fue bueno o malo, el caso es que su nicho es semejante al panteón de un gran hombre. Eternidad, inmortalidad, fama, prestigio...

Todo será revisado y, seguramente, sufrirá en un futuro inmediato profundas modificaciones. Varias veces le he oído comentar al autor de Apocalípticos e integrados su deseo de dar con los autores y las tragedias de las que Aristóteles habla en su Poética. Se perdieron y sólo llegaron hasta nosotros los nombres y las obras de otros dramaturgos que él no tuvo a bien ni citar: Esquilo, Sófocles y Eurípides. ¿Eran los otros mejores que estos? ¿Aristóteles los postergó por envidia? El caso es que -como tantas otras veces- el azar le quitó la razón al maestro de la filosofía.

"¿Por qué soy prisionero de los libros? ¿A qué sensación de inseguridad le estoy declarando la guerra con esos muros de volúmenes que cubren mis paredes?", escribe el turco Enis Batur. Una biblioteca, pública o privada, se asemeja a un templo, a un lugar sagrado. Allí nos sentimos protegidos por el silencio. El nazismo, el stalinismo y el maoísmo fueron de entre las últimas ideologías quienes más han combatido la libertad de expresión y, por tanto, al libro. Los tres levantaron contra él un muro de mentiras (a través de la radio) e imágenes (a través de la televisión y el cine documental o de ficción). La palabra escrita fue relegada a la censura y al control estatal (no nos olvidemos de nuestro propio país). Aunque se ha dicho hasta la saciedad que fue Goebbels quien afirmó que una mentira reiterada se transforma en una verdad, no sé si consciente o inconscientemente reprodujo lo que ya había escrito, en el siglo XIX, el gran Chateaubriand: "Toda mentira repetida se convierte en verdad". Palabras convertidas en mentira. ¡Qué mayor delito!

Bachelard y Borges escribieron que el Paraíso debe ser una inmensa biblioteca. ¿Con libros, e-book, pendrives o pantallas? De todo eso también habrá en el más allá e incluso nos llevarán décadas de adelantos tecnológicos. Eco afirma que si Dios existe es una biblioteca. Si es así, yo lo he percibido en las ruinas de la de Pérgamo y Alejandría (también en la nueva) o en la de Celso en Efeso. También en la martirizada de Sarajevo o en el Escorial. De la de Pérgamo sólo se conservan basamentos y lienzos de muros. Donde antes crecían los rollos ahora lo hacen las hierbas y las margaritas. Fue la segunda biblioteca más importante de la antigüedad después de la de Alejandría. Tiberio Julio Aquila, para homenajear a su padre, Celso, mandó levantar una biblioteca cuya majestuosa fachada aún se alza en Efeso. Y allí mismo lo mandó enterrar. "Nunca un padre tuvo tan buen hijo", hubiera vuelto a decir Príamo.

Bibliotecas, bibliotecas. He visto cientos de ellas. Antiguas y modernas, públicas y privadas. Libros, libros. He visto miles de ellos, he acunado en mis manos incunables extraordinarios como la Crónica de Nuremberg, primeras ediciones, manuscritos, piezas heremográficas únicas. Una de las cosas más terribles de la vida es no tener tiempo para leerlo todo. A medida que transcurre la existencia uno se da cuenta que lo que le queda por leer, digamos que sólo lo valioso según los gustos de cada uno, equivale a un noventa y muchos por ciento. Un pueblo sin obra escrita apenas podrá sostener su lengua y su cultura. Los egipcios se dieron cuenta muy pronto. En el papiro egipcio, Chester Beatty, se dice que el libro es el medio más seguro para alcanzar la inmortalidad. La literatura pervive más que la piedra, "más valioso es un libro que una estela con su inscripción, / que la cámara funeraria bien puesta. / Esos libros son como tumba y pirámide / en la conservación de sus nombres...".

¡Mostradme vuestras bibliotecas y os diré cómo sois! La de Montaigne (no le perdono a Bretón que lo eliminara de la lista de autores repartida por los surrealistas), la de Leopardi, Goethe, Flaubert, Juan Ramón Jiménez o la de Octavio Paz tristemente chamuscada. Pero no todos los grandes escritores han sido grandes lectores. Visitando algunas de sus casas uno puede llevarse una desagradable sorpresa. No voy a dar aquí mi lista -de vivos y muertos- para no llevar a la decepción. Contaré sólo el caso de uno de ellos. Conocí y traté bastante a Jorge Amado y a Zelia, su esposa. Dos personas encantadoras, fascinadas por el mundo soviético y maoísta. Hace pocos años, estando en Bahía, visité su fundación y su casa. Ambos estaban ya muertos. En los dos lugares me sorprendió la escasez de libros, excepto los propios del novelista en las múltiples ediciones y lenguas, los dedicados por otros autores y algunos pocos más. Ingenuamente le pregunté a la encargada dónde se encontraba la biblioteca. Ella me dijo que no había más libros que los que yo había visto. "Don Jorge apenas leía, su biblioteca estaba allí", concluyó señalándome la calle. Yo no hubiera podido vivir de este modo, ni escribir una sola línea. Como Cavafis, no tengo otro sitio adonde ir. Yo vivo en el laberinto de calles de mi biblioteca. Rollos, papiros, pergaminos, impresos, e-books, ordenadores, pendrives y cuanto la imaginación humana se invente, la lectura no dejará de crecer pues es la más pura esencia de la libertad.

César Antonio Molina es escritor y ex ministro de Cultura.

domingo, 26 de mayo de 2013

sábado, 25 de mayo de 2013

Paga el último...


Paga el último

La casi totalidad de las estafas financieras por el sistema piramidal se amparan en la credulidad del público y la respetabilidad que adquieren los timadores. Los autores del libro repasan grandes casos, como el de Madoff o los españoles de Fórum Filatélico y Afinsa

Los angloparlantes lo llaman gullibility. Vendría a significar la tendencia a creer en algo sin hacerse demasiadas preguntas y, por tanto, a ser fácilmente engañado. Simpleza o credulidad, diríamos los hispanohablantes. Aunque no sería exactamente lo mismo. Credulidad como la de aquellos que, de espaldas a las enseñanzas de la historia, creyeron que las viviendas tenían alguna propiedad mágica que las distinguía del resto de objetos en el universo y que justificaba un permanente aumento de precios en cifras de dos dígitos. Sin atender a la historia ni al sentido común.

O como los primos dispuestos a pagar treinta y cinco euros por las pulseras holográficas que hicieron furor en España desde 2009 y que fueron ideadas en California en 2007. Según sus inventores, en las pulseras habrían introducido "hologramas con frecuencias que reaccionan positivamente al campo magnético del cuerpo. Todo tiene una frecuencia, al igual que los móviles, el wifi, las ondas de radio y cosas del estilo, y todas reaccionan entre sí. Hay frecuencias que reaccionan negativamente con el cuerpo, pero otras lo hacen positivamente. Hemos descubierto cómo meterlas en un holograma que, en contacto con el cuerpo, te proporciona equilibrio, fuerza y flexibilidad".

No, no se preocupen. No es que no entiendan lo anterior por falta de estudios o agilidad mental; la descripción de los inventores tiene el mismo sentido que una homilía de Fidel Castro. El responsable de las pulseras en España aseguraba en EL PAÍS, sin pestañear, que son una empresa "tecnológica". Tecnología desconocida para él: "Eso es secreto, como la fórmula de la Coca-Cola". Vale.

¿Dónde están los yates de los clientes?

Cuentan las crónicas que una persona de fuera de la ciudad acudió a comienzos del siglo pasado a visitar el distrito financiero de Nueva York. Cuando le mostraron el área de The Battery, el guía le enseñó, lleno de orgullo, algunos yates descomunales atracados en los muelles de la ciudad. Y le fue enumerando los nombres de los banqueros y de los brokers propietarios de las naves. El visitante, ingenuo, le preguntó: "Muy bien, pero ¿dónde están los yates de los clientes de esta gente?". Tocado y hundido. La anécdota dio lugar a la publicación de un libro del mismo título. La tesis del mismo es que la industria de los servicios financieros no existe para hacer ricos a los clientes, sino para liberarles del peso causado por el dinero en los bolsillos. Los brokers y especies similares pueden comprarse yates no porque, en la mayor parte de las ocasiones, sean genios de las finanzas, sino porque tienen la habilidad comercial de extraer comisiones a sus plácidos clientes. Y la moraleja es que si los clientes quieren comprarse un yate, más les vale hacer las preguntas y tomar las decisiones correctas. (...) Los euros no suelen venderse a cincuenta céntimos.

Más les hubiera valido tener eso en mente a los desafortunados inversores de Fórum Filatélico y Afinsa. Ambas compañías españolas fueron intervenidas en mayo de 2006 acusadas, entre otras faltas, de estafa. Invertían el dinero de sus clientes en sellos y prometían rentabilidades fijas, elevadas e independientes de los vaivenes del mercado. Estas tres condiciones deberían haber bastado para que los potenciales clientes echaran a correr. Pero no cayeron en la cuenta de que debía de haber truco. Resultó que las aportaciones de los ahorradores entraban por una puerta y salían por la otra para dar la prometida "rentabilidad" a los inversores más antiguos. Un esquema piramidal clásico. En este tipo de estafas piramidales, el promotor ofrece una rentabilidad determinada -entre el 6% y el 10% en el caso de Afinsa y Fórum Filatélico-, pero retribuye al inversor con el dinero que este ha invertido y con el capital de los nuevos inversores, no con las rentabilidades obtenidas tras invertir el capital. Por supuesto, se guarda una parte para sufragarse un sufrido estilo de vida lleno de bailarinas rusas y aviones privados. La cosa iría bien si el número de personas que se incorpora a la pirámide fuera infinito. Nadie perdería; pero, claro, esto es imposible. (...) Las autoridades cifraron el agujero de Fórum Filatélico y Afinsa en alrededor de cinco mil millones de euros.

Los promotores de la estafa invirtieron con ahínco en su reputación. Esta les permitió generar la confianza necesaria para que más de trescientas mil personas creyeran que estaban invirtiendo en una compañía decente con empleados y gestores honestos. No podían imaginar que estaban tratando con una compañía poblada por trileros. Tanto Fórum Filatélico como Afinsa recibieron numerosos premios, apoyos y menciones honoríficas. En 2005, el entonces ministro de Justicia entregó al presidente de Fórum Filatélico el premio Máster de Oro a la Alta Dirección. En 2003, una cadena de radio concedió a Fórum Filatélico un premio al mejor producto de inversión. Ni más ni menos. Posteriormente, una prestigiosa consultora concedió a Fórum Filatélico el premio Best of European Business 2005. No sabemos en qué medida, pero parte de la responsabilidad del desastre cabe atribuirla a la credulidad, desinteresada o no, de aquellos que hicieron creer al público que el modelo de Fórum Filatélico y Afinsa constituía una alternativa razonable de inversión.

Generalmente, en este tipo de asuntos siempre hay alguien que da la alarma. Pero no se hace caso. Mientras dura el festín, los aguafiestas son condenados al ostracismo. También sucedió así en el caso de Fórum Filatélico y Afinsa. Tanto la Organización de Consumidores y Usuarios (en 2004) como Barron's, la prestigiosa revista norteamericana (en 2005), dieron la voz de alarma sobre el timo. Pero ni caso. Barron's informó de que a los inversores se les remuneraba con el dinero procedente de nuevas inversiones. Poco más se puede decir. Pero eso no fue todo. Un periodista de dicha publicación norteamericana llevó dos juegos de sellos a una entrevista con un alto directivo de Afinsa. Quería saber cuál era la valoración que la compañía daba a ambas colecciones. Uno de los juegos de sellos había sido emitido en Bulgaria en 1980. El otro, en Finlandia en 1920. El reportero le preguntó al directivo de Afinsa por el valor de mercado de los sellos que le presentaba. El directivo le contestó que eran demasiado recientes como para invertir en ellos. Que él no los compraría. Le dijo que en el mercado de los sellos abundaban las personas sin escrúpulos con ganas de aprovecharse de la gente de buena fe sin conocimientos suficientes de filatelia. Que tuviera cuidado. Después de la homilía, el directivo le preguntó al reportero dónde había comprado los sellos. "Se los he comprado a Afinsa -contestó el reportero-. Por seiscientos euros cada juego. Esa es la valoración que les ha dado Afinsa". Silencio. Superado el estupor, el directivo salió del paso como buenamente pudo: "Una trampa estupenda. Voy a enterarme acerca de cómo hemos valorado de esta manera estos sellos". Memorable. Como memorable fue el caso del proveedor de sellos de Afinsa que de desempleado pasó a millonario y en cuyo domicilio, tras un tabique recién levantado y que todavía olía a pintura, la policía encontró 10 millones de euros en billetes de quinientos. Así lo relató la prensa en su momento.

Ponzi, el original

Hyman P. Minsky, reconocido economista norteamericano, definía un fraude piramidal, o de Ponzi, como aquel que promete extraordinarias rentabilidades a los inversores que se apuntan temprano, retribuyéndoles con el dinero de posteriores inversores. Los elevados retornos actúan como la miel para las moscas, de tal manera que si el delincuente tiene éxito inicial, los inversores originales actúan como agentes comerciales, y el dinero de los nuevos es utilizado para pagar a los antiguos. Al igual que en las epidemias, el número de gente infectada sigue creciendo.

Los fraudes piramidales son también llamados fraudes o pirámides de Ponzi en honor a Charles Ponzi, autor del caso clásico. Acontecido en Estados Unidos en los años veinte del pasado siglo, Ponzi convenció a aproximadamente diez mil personas para que se desprendieran de nueve millones y medio de dólares. Hoy serían entre cien y doscientos. Una chuchería comparada con Madoff o Stanford. Ponzi prometía rentabilidades del 50% en noventa días. Para dar prueba de sus habilidades, en ocasiones ofrecía esta rentabilidad en la mitad de tiempo. Equivalente a un 400% anual. Difícil resistirse, claro.

Madoff: el alumno supera al maestro

Hasta la fecha, la pirámide de Ponzi construida por Bernard Madoff es la mayor de la historia. Ponzi estafó, en dólares de hoy, entre cien y doscientos millones. Por las manos de Madoff pasaron, según las distintas estimaciones, sesenta y cinco mil millones. Pagó a sus clientes con el dinero de los que vinieron después. No invirtió ni un dólar de lo recibido. Una estafa estratosférica. Hizo creer a todo el mundo que había encontrado un algoritmo que le permitía no equivocarse nunca al invertir en Bolsa. Pero nunca invirtió. Ponzi habría estado orgulloso.

Bernard Madoff nació en 1938, el año en que la revista norteamericana Time designó hombre del año a Adolf Hitler. Fue educado en el arte de los negocios turbios por sus padres, que durante algunos años gestionaron un chiringuito financiero desde su propia casa.

En 1960 fundó su compañía de valores, Bernard L. Madoff Investment Securities. Se especializó en la compraventa de valores de compañías demasiado pequeñas o desconocidas para que los grandes brokers se ocuparan de ellas. Los valores con los que trataba eran llamados coloquialmente "valores centavo", puesto que este era habitualmente su valor.

Su primer golpe de suerte se produjo a finales de 1960, con la aparición en su vida de Carl Shapiro, un exitoso empresario textil. Tras comprobar que se trataba de un tipo despierto, Shapiro puso cien mil dólares en manos de Bernie. La inversión de Shapiro fue como maná. Sin embargo, su gestora seguía siendo pequeña. Madoff necesitaba a más inversores para hacer crecer el negocio. Y se le ocurrió una idea que resultó genial. Utilizaba una red de tentáculos para captar el dinero para él -en inglés, feeders; en español serían "alimentadores"-. Se trataba de conseguir colocar a agentes comerciales en entornos privilegiados y que consiguieran el dinero por él. Los primeros a los que recurrió fueron su suegro, apellidado Alpern, y dos jóvenes contables, Avellino y Bienes, que trabajaban con su suegro. Ninguno de ellos tenía licencia para captar dinero, así que el trabajo que realizaban para Madoff era ilegal. Prometían una rentabilidad del 18% anual y que los resultados serían los mismos subiera o bajara el mercado. No les resultó difícil conseguir clientes.

Alpern tuvo éxito, pero Frank Avellino y Michael Bienes tuvieron todavía más. A pesar de la imposibilidad de cumplir con las promesas, nadie parecía darle muchas vueltas al modelo de negocio de Madoff. Con el transcurso del tiempo, y con la ayuda de Carl Shapiro, Madoff movió su territorio de caza a donde estaba el dinero: Florida y los ricos residentes del Palm Beach Country Club, uno de los lugares del mundo con mayor número de multimillonarios por kilómetro cuadrado. Cuando, en la década de los ochenta del pasado siglo, Madoff llegó por allí, ya era una figura respetada de Wall Street y pronto se convertiría en presidente de NASDAQ. En Florida se convirtió en una figura de culto.

En los restaurantes, una cola de suplicantes le pedía que se hiciera cargo de su dinero. Madoff nunca hablaba de dinero en público, nunca alardeaba de éxito y nunca hablaba por teléfono delante de otras personas. Todo ello contribuía a engrandecer su figura delante de sus potenciales víctimas. Y el negocio seguía creciendo. En 1992, solo Avellino y Bienes, sus contables, habían captado más de quinientos millones de dólares para Madoff. La estrategia de venta seguía siendo la misma: 20% pasara lo que pasara en los mercados. En 1992, un inversor desconfiado se puso en contacto con la SEC, que demandó a Avellino y Bienes. Sospecharon de la existencia de una pirámide de Ponzi. Pero para sorpresa del organismo regulador, durante los días siguientes Avellino y Bienes devolvieron cuatrocientos cuarenta millones de dólares a sus clientes. A la SEC no se le ocurrió pensar cómo era posible que dispusieran de tal cantidad de dinero, teóricamente invertida en el mercado, en un plazo tan breve de tiempo. Tampoco pensaron en investigar a Madoff. Al fin y al cabo, se trataba de un personaje reconocido en Wall Street. Pero las pruebas de la estafa ya estaban por todas partes.

En aquella época, The Wall Street Journal llamó a Madoff para ver cómo eran posibles las rentabilidades que ofrecía. Se mostró encantado de hablar. Alegó que había descubierto una fórmula mágica que le permitía ganar dinero aunque el mercado estuviera bajando. Le habló al reportero de su estrategia, un algoritmo secreto que hacía uso de compra de valores y de opciones. También dijo que ignoraba que Avellino y Bienes no tuvieran licencia como agentes de Bolsa. The Wall Street Journal se lo tragó. Después de devolver el dinero a los inversores, la investigación de la SEC perdió fuelle. El organismo de vigilancia cerró el chiringuito de Avellino y Bienes, pero Madoff continuó su exitosa carrera.

Perdida la capacidad comercial de los dos feeders, Madoff necesitaba nuevos agentes de ventas. Y recurrió a una persona de confianza, Robert Jaffe, el yerno de Carl Shapiro, el inversor que, recordemos, había lanzado su carrera. Jaffe se disparó a captar clientes en el Palm Beach Country Club, un club privado cuya cuota de inscripción se situaba en los trescientos mil dólares y cuyos socios debían probar que sus donaciones a organizaciones caritativas judías estaban por encima del millón de dólares. Ricos riquísimos, en definitiva. Madoff ya no prometía el 20%. Sus promesas se situaban entre el 10% y el 15% anual. Los miembros del club confiaban en Madoff. Creían que solo invertía en compañías reconocidas y se tragaron su historia del algoritmo mágico. Las rentabilidades eran demasiado buenas para ser verdad, pero le creyeron. La red de tentáculos de Madoff se extendió también a la nobleza europea. Para ello recurrió a un aristócrata francés, René Thierry Magon de la Villehuchet. Le había conocido a mediados de los ochenta y la consistencia de sus resultados le cautivó. Su confianza acabó costándole la vida. El aristócrata se suicidó cuando Madoff fue detenido. De la Villehuchet había invertido la mayor parte de su fortuna, y la de sus clientes, familia y amigos, en la estafa de Madoff.

Uno de los interrogantes del caso de Madoff es cómo es posible que nadie se diera cuenta de lo que estaba sucediendo. Ni los inversores, ni los reguladores, ni el auditor de Madoff. En este último caso, la respuesta parece clara. La firma de auditoría que revisaba las cuentas de Madoff se llamaba Friehling and Horowitz. Madoff Investment Securities era una compañía valorada en miles de millones de dólares; entre sus inversores se encontraban algunos de los mayores bancos del mundo, aristócratas, jeques árabes y estrellas de Hollywood. Sin embargo, la firma de auditoría de Madoff era un chiringuito con un solo empleado, David Friehling. Trabajaba desde casa y no tenía ni siquiera una secretaria que le ayudara.

Lobos capitalistas. Historias de éxito y locura, de Alberto Lafuente y Ramón Pueyo. Editorial Espasa. Precio: 19,90 euros.

jueves, 23 de mayo de 2013

Robin Hoods de la era digital...

Para ser un Robin Hood moderno sólo basta con ir haciendo click en cualquier AdSense que veas por ahí.
 – Korochi

miércoles, 22 de mayo de 2013

Monstruos invisibles – Chuck Palahniuk


Monstruos invisibles – Chuck Palahniuk

Monstruos invisibles - Chuck PalahniukYa hemos comentado antes en esta página algunos libros de Chuck Palahniuk; la mayoría han sido reseñados favorablemente (y alguno que se me habrá quedado en el tintero), el último no. “Monstruos invisibles” es su tercera novela, tras el éxito que supuso “El club de la lucha” y, en menor medida, “Superviviente”. Reincide en el estilo y los temas en los que Palahniuk se mueve como pez en el agua: personajes estrambóticos, situaciones extremas y conflictos lisérgicos. Todo marca de la casa.

En “Monstruos invisibles” (advertencia para los que no la hayan leído: se desvelan algunos detalles de la historia) se nos cuenta la historia de Shannon, una modelo de segunda a la que su novio trata de asesinar a petición de la mejor amiga de aquélla, Evie, de la que se ha convertido en amante. La tentativa sólo consigue arrancarle a Shannon la mandíbula inferior y deformarla de manera brutal, por lo que se convierte en una especie de monstruo. En el hospital entabla contacto con Brandy, un transexual que espera su operación definitiva para convertirse en mujer, y que la convence de su potencial y su belleza interior. Tras recibir el alta, busca venganza prendiendo fuego a la mansión de Evie, atrapando a su ex-novio, Mangus, cuando trataba de rematar el encargo que no había cumplido. Junto a éste y Brandy, inicia un viaje por Estados Unidos en pos de la hermana de Brandy… que resulta ser ella misma. En fin, un auténtico enredo de lazos familiares y afectivos que culminan, como suele ser habitual en los libros del norteamericano, en una ensalada de sangre y verdades.

Uno es admirador de Palahniuk, debo confesar; o al menos lo era, porque “Fantasmas” me decepcionó muy mucho y esta novela no le llega a la suela del zapato a “Nana” o “Asfixia”. (Y eso que, vuelvo a decir, es la tercera de sus obras en orden cronológico.) “Monstruos invisibles” adolece de una sobredosis del «estilo Palahniuk»: frases cortas, repeticiones al estilo de mantras, acumulación de datos acerca del tema que trata (en este caso, medicamentos y cirugía se llevan la palma), narrador en primera persona… En fin, una reiteración de elementos que, usados con mesura, funcionan a la perfección —léase: “Nana”—, pero cuyo abuso desaforado convierte un libro en una carrera demasiado desenfrenada para que el lector pueda involucrarse en la historia.

Tratando de centrarnos en los puntos fuertes de la novela, hay que decir que Chuck Palahniuk hace muy bien lo que pretende: poner en el punto de mira el mayor número de convenciones sociales que sea posible. Al igual que ocurría en “El club de la lucha”, la protagonista renuncia a su pasado (lo cual implica abandonar su estatus social, sus posesiones materiales y —como recurso extremo— su propio rostro) para reconstruirse a sí misma desde una nada absoluta; si bien en la primera novela esta transformación era obligada y en ésta es voluntaria.

«No soy heterosexual ni soy gay [...]. No soy bisexual. No me gustan las etiquetas. No quiero meter mi vida entera en una sola palabra. En una historia. Necesito encontrar algo distinto, incognoscible, un lugar que no figure en los mapas. Una auténtica aventura.»

A mi parecer, es en esta toma de posición frente a la alienación social actual donde Palahniuk cobra fuerza, donde se destaca por encima de otros escritores contemporáneos, aferrados a unas convicciones morales conservadoras y previsibles.

Sin embargo, como comentaba más arriba, el fárrago anti-sistema en que se convierte “Monstruos invisibles” acaba por ser demasiado… Demasiado. Demasiado de todo. El autor tiene virtudes evidentes a la hora de narrar, pero el abuso de ellas conduce al aburrimiento. Mientras que “El club de la lucha” juega con sentimientos universales de aislamiento e inseguridad sociales, o “Nana” —y pese a elementos fantásticos, casi delirantes— con los deseos reprimidos y el peligro de la asunción de poder, “Monstruos invisibles” trata un tema claro (aceptación y reafirmación), pero se hunde por exceso de detalles. El intento de Palahniuk de poner por escrito el viaje hacia el autoconocimiento de Shannon termina resultando un vodevil satírico, una mala telecomedia donde, al final, se descubre que el hermano muerto no está muerto, o que el novio asesinado en realidad está vivo y es homosexual. Está claro que semejante desbarajuste se nota al leer, y no en vano ésta ha sido una de las novelas que más desapercibidas ha pasado.
Y con razón.

lunes, 20 de mayo de 2013

Los clientes están tan manipulados...

Si usted desea abrir un establecimiento comercial, aquí tienes tres consejos básicos:

- No coloque sus productos demasiado cerca de la puerta.
- Sitúe sus mejores ofertas a la derecha.
- Planifique el local para que los clientes no se rocen los traseros.

¿De verdad los clientes están tan manipulados como se cree o son ellos los que obligan a los comerciantes?

 - Eduard Punset: El alma está en el cerebro

domingo, 19 de mayo de 2013

Los diez hallazgos científicos del año...


Los diez hallazgos científicos del año

Una máquina cuántica, el cromosoma sintético y el genoma del neandertal encabezan la lista de la revista 'Science' de los descubrimientos más importantes de 2010

Las leyes de la mecánica cuántica rigen el comportamiento de los átomos, las moléculas y las partículas subatómicas, es decir, el microuniverso. Sus efectos se estudian y se miden con increíble precisión, y sin ellos no cabe pensar en los experimentos de los aceleradores de partículas o en los microscopios avanzados de efecto túnel, por citar sólo dos ejemplos. Pero los objetos de tamaño macroscópico, el mundo que vemos y tocamos a escala humana, siguen las leyes de la física clásica.... hasta ahora. Unos científicos han ideado y construido un pequeño aparato muy simple, pero se mueve de modo que sólo puede ser descrito precisamente por las leyes cuánticas. El artefacto, que puede concretarse en aplicaciones importantes, como nuevos sensores ultrasensibles o controladores de la luz, ha sido elegido por la revista Science como el avance más importante del año en su habitual lista de los 10 mejores descubrimientos. El puesto número dos lo ocupa el cromosoma sintético construido por unos investigadores y transferido al núcleo de una bacteria que ha demostrado ser funcional. El tercer lugar es para el genoma neandertal que ha permitido hacer estudios comparativos entre los genes de la especie humana actual y los de aquellos seres extinguidos.

La primera máquina cuántica. Andrew Cleland y John Martins (Universidad de California en Santa Cruz) y sus colegas han hecho un aparato muy simple y logran que vibre mucho y poco simultáneamente, siguiendo las extrañas leyes de la mecánica cuántica y demostrando que son aplicables a objetos macroscópicos. Se trata de una pequeña pestaña metálica semiconductora que interactúa con un surco cuántico; primero la enfrían hasta un estado base (el de mínima energía permitido por la mecánica cuántica) y luego la elevan (en solo un cuanto de energía) logrando generar un estado de movimiento puramente cuántico-mecánico.

Cromosoma artificial y funcional. El estadounidense Craig Venter y su equipo han construido este año un cromosoma sintético y lo han introducido en una bacteria a la que previamente le han extraído su ADN. La bacteria sigue funcionando y, aunque en este caso el genoma es una copia prácticamente idéntica de la natural, el experimento supone un gran avance que abre la vía hacia la síntesis de ADN de diseño para fabricar fármacos, productos químicos nuevos o biocombustibles. Todo un éxito de la llamada biología sintética.

El genoma del neandertal. El especialista de prestigio mundial Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Biología Evolutiva (Alemania) ha liderado la secuenciación del genoma del neandertal, a partir de ADN obtenido de fósiles de tres hembras de hace entre 33.000 y 44.000 años descubiertos en Croacia. Esto les ha permitido hacer comparaciones directas con los genes de la especie humana actual y han descubierto que los europeos y asiáticos (pero no los africanos) han heredado de los neandertales entre un 1% y un 4% de sus genes.

Profilaxis del sida. Los ensayos clínicos de prevención de contagio del VIH mediante dos nuevos métodos han tenido éxito en 2010. Uno es un gel vaginal que contiene el antiretroviral tenofovir y reduce la infección del virus en mujeres en un 39%; el otro es un fármaco de ingestión oral y uso previo a la relación de riesgo que ha logrado una reducción de casos de infección por VIH de un 43,8%.

Genes de enfermedades raras. La secuenciación de pequeños fragmentos del genoma ha permitido a unos científicos que estudian patologías hereditarias poco frecuentes, provocadas por un solo gen mutado, identificar las mutaciones específicas de al menos una docena de enfermedades.

Simulación molecular. La simulación por ordenador de las curvas de las proteínas al plegarse es una pesadilla para los científicos. Este año un equipo ha utilizado una de las computadoras más potentes del mundo para seguir el rastro de los movimientos de los átomos en el plegamiento de una pequeña proteína durante un tiempo 100 veces superior a simulaciones anteriores.

Simulador cuántico. Para describir lo que ven en los experimentos de laboratorio, los físicos recurren a las ecuaciones de las teorías, pero esas ecuaciones pueden ser muy difícil de resolver. Unos científicos han encontrado un atajo haciendo simulaciones cuánticas de cristales artificiales en los que los puntos de luz láser juegan el papel de iones y los átomos atrapados en la luz son electrones. El hallazgo responde a problemas teóricos de la física de la materia condensada y puede incluso resolver el misterio de la superconductividad.

Genómica de nueva generación. Las tecnologías de secuenciación genómica (deletrear las letras químicas de los genes) están permitiendo estudios a gran escala de ADN tanto actual como fósil. Se ha logrado identificar ya, por ejemplo gran parte de las variaciones genómicas que nos hacen específicamente humanos.

Reprogramación celular. Las técnicas que permiten reprogramar células de manera que se invierte su desarrollo para que se comporten como células madre no especializadas en un embrión se han hecho habituales en los laboratorios de genética del desarrollo. Este año, unos investigadores han encontrado una forma de hacerlo con ARN sintético, una técnica el doble de rápida que la normal, 100 veces más eficaz y potencialmente segura para su utilización terapéutica.

El regreso de las ratas. Aunque los ratones son los animales por excelencia de los laboratorios de biología, los científicos prefieren utilizar ratas porque es más fácil trabajar con ellas y anatómicamente son más similares a los humanos. Pero hasta ahora había un problema: los métodos de hacer ratones con genes específicos inutilizados para desvelar su función (por las carencias o problemas que presente el animal) no funcionaban en ratas. Este año se han abierto vías para hacer ratas knockout, como se llaman este tipo de animales modificados genéticamente, lo que facilita el pleno regreso de esta especie a los laboratorios.

El genoma oscuro, la composición del universo, exoplanetas y otros hitos de la década

Este año, al final de la primera década del siglo XXI, la revista Science complementa su lista de los 10 descubrimientos más importantes de 2010 con una clasificación retrospectiva. Los diez mejores de estos diez años.

El genoma oscuro. Las regiones del ADN que contienen instrucciones para hacer proteínas, es decir, los clásicos genes, parecían lo único importante del genoma, hasta el punto de que los científicos, a finales del siglo pasado, bautizaron al resto genoma basura. Pero luego han descubierto que no es así, que ese otro ADN puede ser tan importante como los genes.

Cosmología de precisión. La receta del universo es un logro espectacular de los últimos años obtenido, sobre todo, con el satélite WMAP, que ha abierto la puerta a la cosmología de precisión. El cosmos está hecho de un 72,8% de energía oscura, un 22,7% de materia oscura y solo un 4,56% de materia ordinaria.

Biomoléculas del pasado. El mundo prehistórico ha adquirido una nueva dimensión con la identificación de biomoléculas, como ADN y colágeno, que resisten miles de años y que están permitiendo a los científicos obtener nueva información sobre animales y plantas del pasado. La paleontología del siglo XXI no se limita a huesos, dientes y conchas.

Agua en Marte. La exploración intensiva del planeta rojo a cargo de media docena de naves espaciales, en órbita o en la superficie marciana, ha obtenido suficiente información para afirmar que en ese mundo vecino hubo agua, al menos en el pasado remoto, y tal vez pudo albergar alguna forma de vida.

Células reprogramadas. Los investigadores han aprendido a reprogramar las células, es decir, a poner marcha atrás el reloj de células diferenciadas hasta un estado de pluripotencialidad a partir del cual puede ser convertidas en otro tipo. La tecnología, en principio, permitiría cultivar células, tejidos e incluso órganos que casen genéticamente con el paciente.

Microbioma. Es un nuevo concepto que representa el genoma colectivo del huésped y las criaturas que viven en él. Los científicos están empezando a comprender cómo los genes microbianos afectan a la cantidad de energía que absorbemos de los alimentos y como el sistema inmune responde a las infecciones.

Exoplanetas. En el año 200, los astrónomos habían descubierto 26 planetas extrasolares. Diez años después la lista supera los 500 y se amplía casi cada día.

Inflamación. Los investigadores creen que la inflamación está detrás de las enfermedades crónicas como el cáncer, el alzheimer, la aterosclerosis, la diabetes o la obesidad.

Metamateriales. La síntesis de materiales con propiedades óptimas artificiales y a medida han llevado a nuevas formas de guiar y manipular al luz y a la construcción de dispositivos para hacer invisibles los objetos.

Cambio climático. En una década los científicos han consolidado sus conocimientos del cambio climático confirmando que el planeta se está calentando, que la responsabilidad es, en gran medida, humana y que los procesos naturales seguramente no ralentizarán el calentamiento.

viernes, 17 de mayo de 2013

Interesante símil...

Un iPad no es un «iPhone grande» del mismo modo que una espada no es un cuchillo grande.
 - Oopsh

jueves, 16 de mayo de 2013

OpenPYME: software libre para pymes...


OpenPYME: software libre para pymes

La Oficina de Software Libre de la Universidad de La Laguna (Tenerife) ofrece un listado de aplicaciones gratuitas y libres para pymes llamado “OpenPYME” que resulta interesante visitar. La selección se ha realizado con la colaboración entre la “Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información del Gobierno de Canarias” y la “Universidad de La Laguna”.

El software, de fiabilidad probada por el departamento, se encuentra catalogado para poder ser introducido en múltiples ámbitos empresariales y ayudar en tareas de gestión, administrativas, etc… Seguramente existen más selecciones por el estilo pero conociendo el buen hacer de esta universidad en esta materia me parece adecuado promover la iniciativa y acercarla a aquellos empresarios que puedan sacarle provecho.

El listado puede verse en la página web del servicio de forma bastante cómoda gracias a la citada categorización y ordenación de los productos. En su mayoría son multiplataformas y todos son gratuitos. Lo más descargados son:

Codeka: Creado en base a Galopin, nos ayuda a controlar la facturación y gestionar el almacén de una pyme. Cuenta con interesantes funciones como las ventas en mostrador (TPV), gestión de tesorería, creación y configuración de códigos de barras, etc…

Bulmages: Se trata de una aplicación de gestión basada en los siguientes módulos independientes: Contabilidad, Facturación, Terminal Punto de Venta y Gestión de Nóminas.

iGlobalgest: Solución integral de negocio que incluye gestión de documentos, gestión de stock, compras y ventas y otras áreas de negocio. [Ir a web oficial]

OpenOffice: Una de las suites ofimáticas libres más conocidas y extendidas que no podía faltar entre las más descargadas. Si no la conoces se puede decir que es un conjunto de aplicaciones similiar al paquete Office y compatible con la gran mayoría de sus formatos.

Navegando en la web de OpenPYME encontraremos mucho software interesante que seguramente se adapte a algunas de nuestras necesidades de forma gratuita. Espero que este enlace os haya resultado de utilidad.

martes, 14 de mayo de 2013

lunes, 13 de mayo de 2013

Deseos sin censura...


Deseos sin censura

Las fantasías eróticas nocturnas revelan claves que no siempre significan lo que parecen. Los expertos ven en estas fabulaciones la escenificación de conflictos íntimos o la compensación de una vida sexual insatisfactoria

La paciente soñaba con un sombrero de ala ancha que se inclinaba hacia un lado. El sueño se repetía. ¿Deseo de aventura, de viajes exóticos, de un cambio de vida al sol? ¿Un sombrero protector? No. Para aquella paciente, "ese sombrero representaba el aparato sexual masculino", afirma la psicoanalista madrileña Pilar Rojas. Para aquella paciente, el sombrero era eso. Para otros puede ser algo diferente.

"Una cosa es la apariencia del sueño, sea o no erótico, y otra la interpretación que puede dársele", asegura Rojas. "Hay sueños inocentes que encierran un sentido erótico que hay que descifrar. El deseo no aparece siempre como tal en el sueño porque se da cierta censura. Aunque el autocontrol disminuye mientras dormimos, lo inconsciente no suele acceder directamente a la conciencia, se disfraza", continúa. "Ahí está la función del análisis. Lo que dice cada uno respecto al sueño es lo que permite ir a la interpretación", explica.

Soñar es una actividad personal e intransferible que "ha dejado de ser un misterio desde que Sigmund Freud publicó La interpretación de los sueños. Cada sueño revela su sentido a partir de las asociaciones libres del paciente durante la sesión de tratamiento", añade la psicoanalista de Barcelona Graziella Baravalle, integrante de la red asistencial UMBRAL.

Para los especialistas, los sueños eróticos no constituyen un "material" especialmente interesante: tienen la misma estructura que los demás sueños. En todos ellos "hay que distinguir entre el contenido manifiesto, que es el relato más o menos comprensible o embrollado que hace el sujeto, y las ideas inconscientes que encierra", advierte Graziella Baravalle. Después viene la elaboración onírica, un proceso que implica transformar las ideas inconscientes en fragmentos más o menos inconexos, frases, cuadros visuales... La función del análisis es restablecer la conexión entre estos elementos. "Por ejemplo, la sensación en el sueño de estar paralizado puede representar una contradicción entre dos impulsos, un conflicto de voluntades", prosigue. No obstante, hay sueños, "como los de los niños pequeños, cuya censura o conciencia moral está aún poco desarrollada, que apenas muestran diferencias entre el contenido manifiesto y las ideas latentes: si han deseado comer una golosina prohibida, pueden soñar que se atiborran de ella", señala la psicoanalista de Barcelona.

Sin duda, los sueños nocturnos propician otra vida. Casi una doble vida a menudo fabulosa, porque quien sueña no necesita facturas para viajar ni repara en limitaciones. Dentro del sueño es posible crear películas de todo género. Pero en la mayoría reina el caos y una ficción desbocada que trata de inspirar un guión que roza lo absurdo. Historias efímeras de las que no queda rastro cuando llega la vigilia. Se haya gozado o no, solo queda un filamento de ese sueño, una imagen que se desvanece con el día. El que sueña no deja de ser un desconocido para sí mismo. Rojas asegura, además, que los sueños eróticos son frecuentes en la edad adulta, aunque apenas los recordemos. "No hay demasiadas diferencias entre mujeres y hombres al soñar", precisa. Aunque el hombre puede darle la vuelta y expresar el deseo sexual a través de la ambición. El ejemplo clásico es el del caballero que pelea para ganar y de paso conquistar a la dama. Por otra parte, "en las mujeres históricamente la sexualidad ha estado prohibida u oculta. La mujer tiene que pensar lo sexual, y por tanto en ella la censura pesa más", precisa Rojas.

Los sueños repetitivos producen inquietud al que tropieza cada noche con ellos. "Estos sueños esconden claves que hablan de nuestros estados internos y de todo lo que se cocina más allá de la mente consciente. Aquello que no ha quedado resuelto o debería resolverse en nuestra vida, aquello que hemos convertido en deseo y que hemos reprimido, adquiere una forma simbólica de expresarse", señala el psicólogo y escritor Xavier Guix. "Todo lo referente a la sexualidad suele pasar por el filtro de nuestra conciencia moral, por lo que la lucha ente el impulso y su represión acaba siendo liberada a través del sueño", prosigue.

Hay quien ve en los sueños eróticos una compensación de la realidad, "pero si fuera así nuestros sueños se parecerían a las mil y una noches", puntualiza Guix. La función del sueño es ordenar la información de los múltiples estímulos recibidos a lo largo del día. Mientras dormimos, el ordenador central de nuestro cerebro procesa esa información, lo que produce un efecto de liberación del inconsciente más que de compensación. "Lo que no está claro es si también se procesan nuestros deseos, necesidades y miedos", matiza. Miedos y deseos que "al mezclarse con lo vivido durante el día forman una película de lo más surrealista". No en vano las personas que duermen poco "tienden a tener dificultades de concentración y memoria por no haber procesado bien la información durante la noche", prosigue Guix.

"En todo sueño, lo que está en juego es el deseo. Un deseo inconsciente. No dejamos de desear, incluso aunque exista pareja: el objeto de deseo real no calma ni colma", asegura Pilar Rojas. "Las emociones del día a veces se prolongan en el sueño e incluso corrigen algunos descalabros diurnos, pero es algo aleatorio, no siempre se puede planificar. En todos los sueños hay restos del día, algo de la actualidad, pero lo que importa es detectar el deseo que asoma". Deseos transgresores que no chocan tanto con lo políticamente correcto como con lo que cada cual se tolera a sí mismo. "Uno puede tener fantasías con su vecina o con un sex symbol sabiendo que eso no ocurrirá en la realidad, pero hay otro tipo de fantasías que ni siquiera te las permites", añade Rojas. "Hay gente que se asusta del contenido de algunos sueños o de lo que puedan representar. Gente que tiene insomnio porque no tolera soñar o se despierta apesadumbrado", sostiene la psicoanalista.

Sustituir la pareja habitual (o inexistente) por una figura famosa es algo extendido. "Incluso hay quien hace dichas sustituciones estando despierto, mientras hace el amor", señala Xavier Guix. "Es una manera de garantizar un nivel óptimo de excitación y puede quedar simplemente en eso". Dentro del sueño "tiene un efecto liberador de deseos, lo mismo que imaginarse hacerlo con alguien que no te atrae puede tener un efecto represor. También en aquellos que detestamos podemos identificar nuestras sombras, lo que no queremos ver de nosotros mismos", continúa. De cualquier modo, Guix trabaja los sueños identificando a la persona con cada elemento soñado. "Esos elementos son partes de uno mismo en conflicto y deben confrontarse. Que el tema sea el sexo, es solo una simbología que, al ser compleja de interpretar, puede generar inquietud".

Baravalle distingue varias clases de sueños: "Por un lado, los que muestran un deseo no reprimido por la conciencia que se ha quedado sin realizar", categoría en la que entrarían los sueños infantiles y algunos eróticos. Además, hay sueños que exteriorizan de forma disfrazada un deseo reprimido: son incomprensibles si no se analizan ante un profesional. Y por último, un tercer grupo que representan un deseo reprimido sin disfraz. Estos últimos suelen resultar insoportables para quien los sueña e inducen a despertar. Y añade: "Los sueños, en última instancia, son la realización de deseos edípicos reprimidos. Aunque no por eso dejan también de representar otro tipo de deseos: de riqueza, prestigio o poder".

Cuando alguien ama y no es correspondido, sus sueños eróticos "sí pueden paliar una vida sexual nula o pobre", concede Baravalle. "Aunque esa gratificación sólo dure lo que el sueño". La psicoanalista sostiene que aunque en la sociedad actual hay menos represión sexual consciente, "eso no implica siempre ni necesariamente un bienestar emocional", subraya, ya que "el sexo no es independiente del amor, aunque pueda practicarse sin él".

Para enredar algo más el mapa onírico, la paradoja es que hay sueños eróticos aparentemente claros que se refieren a personas distintas de las que aparecen. Y algo más difícil: "Hay sueños en los que a través del disfraz del amor se puede representar el odio por inversión", indica Baravalle.

En suma, no podemos escribir el guión de nuestros sueños, pero los estados intermedios entre el sueño y la vigilia permiten cierta autoría. "Las ensoñaciones sí pueden ser compensatorias", dice Guix. "Al llegar la noche, unos dan gracias por lo vivido y otros, ante la inminencia de sentirse vacíos, intentan compensarlo con fantasías. Refugiarse en el deseo libera miedos, aunque no los resuelva. Pero puede ser simplemente una forma de relajarse" antes de dormir.

El cuerpo es el espejo

El cuerpo es el campo de batalla en el que se desarrolla la pugna diaria entre deseos y obligaciones. El espejo que refleja la doble huella del placer y la tensión. "Mi línea de trabajo es la psicoemocional, y de acuerdo con ella lo que ocurre en el campo psíquico se traduce en el cuerpo, y al revés", afirma Miguel Ángel Redondo, psicólogo especializado en psicoterapia bioenergética. "Veo en la consulta a gente con una gran tensión muscular, y eso suele tener bastante relación con la satisfacción sexual", explica. "Cuando alguien siente deseo y vive un periodo de tensión y de abstinencia sexual, los sueños eróticos pueden ser un escape, una liberación. Si esa tensión no se resuelve en la vigilia, salta en el sueño, aunque no seamos conscientes", asegura.

Admite que "hay gente que no tiene relaciones sexuales frecuentes y que no transmite tensión, porque canaliza su energía hacia el trabajo o la creación". Pero hablando desde el cuerpo y sus manifestaciones, "así como la zona del cuello representa el control y actúa como el faro del cuerpo, la pelvis es la sexualidad. Cuando la región pélvica aparece contraída, los sueños eróticos pueden ayudar a descargar esa tensión. Si solemos recordarlos es justamente porque el cuerpo percibe esa fabulación y esa liberación y la gente se despierta", añade. Las terapias bioenergéticas que aplica a sus pacientes persiguen esa liberación de energía. Además de trabajar en su consulta, imparte cursos en la Fundación Tomillo. Piensa que hombres y mujeres persiguen lo mismo con este tipo de sueños. Lo que cambia es su contenido: los hombres suelen soñar con mujeres desconocidas y deseables. Y las mujeres prefieren amantes conocidos y cercanos en sus fantasías, según afirma.

sábado, 11 de mayo de 2013

Vivir vs. existir...

La verdadera función del Hombre es vivir, no existir. No malgastaría mis días tratando de prolongarlos. En vez de eso, usaría mi tiempo.
 - Jack London

viernes, 10 de mayo de 2013

Rant. La vida de un asesino – Chuck Palahniuk


Rant. La vida de un asesino – Chuck Palahniuk

Rant. La vida de un asesino - Chuck PalahniukHay fórmulas que pueden resultar un acierto para un creador, dotándole de una voz propia y característica, sirviendo para que sus obras (cabría decir «sus mensajes») calen de forma profunda en el ánimo de los lectores. Esto ocurría con Chuck Palahniuk y su peculiar narrativa, cargada de fuerza, con un estilo sobrio e hiriente que conseguía elaborar imágenes muy vívidas y que tenía como seña de identidad la violencia inherente que parecía rebosar de las páginas de sus libros; violencia no tan literal como metafórica, fiel reflejo de una sociedad histérica y carente de referencia alguna.

Todo lo anterior está dicho en pretérito porque “Rant. La vida de un asesino”, la última de sus novelas, no sólo no ofrece demasiadas novedades a los que ya se hayan acercado alguna vez al universo del norteamericano, sino que agota la fórmula que tan buen resultado le ha dado y se limita a forzar un tono que cumplía su labor en anteriores libros, pero que ha terminado por perder su energía al no renovarse. La fuerza de la narrativa de Palahniuk se basa, sobre todo, en su virulencia a la hora de enfrentar a sus protagonistas con una realidad en la que quieren encajar, pero que les rehúye de manera sistemática, impidiéndoles «socializarse» tal y como ellos desearían y generando así una respuesta que tiende a materializarse de forma salvaje e ilógica. Esto le dio excelentes resultados en lo que son sus dos mejores obras, “El club de la lucha” (epítome del reflejo literario de una generación desencantada y sin rumbo) y “Nana” (la mejor muestra del alcance que puede llegar a tener su estilo, mezclando la fantasía más absoluta con la mirada incisiva sobre la realidad).

En “Rant”, por desgracia, no se encuentra ni esa frescura, ni esa ambición. Palahniuk se ha limitado a reinventar una historia que ya ha puesto por escrito otras veces —protagonista que no acepta su realidad actual y trata de cambiarla—, aderezándola con algo de la fantasía surrealista de “Nana” y unos toques futuristas; el resultado es una enrevesada conjunción de factores que no acaban de cuajar y una trama que clama por algo de cohesión. En esta ocasión, el autor intenta conformar la narración a base de fragmentos de diferentes fuentes, al estilo de un reportaje periodístico; sin embargo, mientras que en “Diario: Una novela” el recurso de la escritura diarística, sin ser sublime, daba buenos frutos, esta novela hace aguas en todo momento. Las diferentes voces son demasiado iguales: de hecho, son absolutamente monocordes, ya que la prosa del escritor es tan idiosincrásica que se hace imposible separarla en distintas personalidades; Palahniuk asoma en todo momento, en cada personaje, en cada punto de vista. Lo que trata de ser un mosaico de piezas que van encajando hasta desvelar el secreto de la historia (que no revelaré aquí) no es más que un narrador cuasi-omnisciente jugando a ventrílocuo. Al lector se le hace evidente que los caracteres que constituyen la base de la trama son intercambiables (como narradores, se entiende): la sensación última es la de estar leyendo una novela desordenada al capricho de un autor juguetón y molesto.

No obstante, el trasfondo de “Rant”, como el de casi todas las obras de este autor, es muy interesante (aunque, una vez más, algo manido). La necesidad de experimentar nuevas sensaciones, la incertidumbre vital antes hechos insoslayables —la muerte— y la habitual presencia del desencanto social ante un mundo dirigido por medios de comunicación en el que nos vemos abocados al consumo extremo y a la satisfacción vicaria de necesidades, son temas que se entrecruzan en el libro y que afloran con lucidez, cinismo y furia. Nadie como Palahniuk para ilustrar la apatía moral de esta sociedad nuestra con su mezcla de absurdo y rabia, con sus protagonistas llevando al límite su pasión vital a través de actos cargados de sangre y dolor, actitudes desafiantes e irracionales, pero todo ello henchido de un profundo amor a la vida, a la libertad del individuo y a la necesidad de deshacerse de prejuicios y reglas. No hay metáfora más certera que las comidas que Irene Casey prepara, rellenas de chinchetas para obligar a sus comensales a disfrutar cada bocado, cada sabor.

Aunque en esta ocasión el resultado formal no sea muy logrado, el fondo tan vital de esta novela de Chuck Palahniuk consigue maquillar con cierta solvencia lo que de otro modo hubiera sido un fiasco absoluto. Está claro que el tono característico del escritor se ha agotado como recurso: quizá la pericia narrativa del norteamericano (limitada, seamos sinceros) no da más de sí, y las historias que puedan surgir de su cabeza se verán siempre constreñidas por un corsé elegante, pero poco efectivo. Se echa en falta algo de la camaleónica habilidad de un Foster Wallace, por ejemplo, para seguir ejerciendo un estilo literario homogéneo, pero mutante, adaptable a distintas necesidades y evolutivo. Si no es así, los futuros libros de Palahniuk sólo serán pastiches demasiado familiares para todos.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Impresoras baratas...

Las impresoras son baratas, sí, pero la tinta debe ser sangre de unicornio.
 100.000+ personas opinan igual en en Facebook

martes, 7 de mayo de 2013

Snuff – Chuck Palahniuk...


Snuff – Chuck Palahniuk

Si hay algo que pueda destacarse en la narrativa de Chuck Palahniuk es la provocación: su especial capacidad para tratar los asuntos más turbios y oscuros del ser humano desde una óptica subversiva es notoria y le ha acarreado buena parte de la fama como escritor de la que disfruta hoy en día. Lo cierto es que uno ha leído con fruición algunos de sus libros, pero es evidente que la repetición de motivos que se aprecia en sus últimas obras y, sobre todo, la impostada conflictividad hacen que su calidad haya caído en picado.

Snuff es su último libro publicado en castellano y ejemplifica este punto a la perfección. Una actriz porno en decadencia, Cassie Wright, decide poner un broche de oro a su carrera batiendo el récord mundial de actos sexuales con una convocatoria de seiscientos hombres; entre ellos se encuentran el señor 72, el 137 y el 600, cada uno relacionado de alguna forma con Cassie. Los tres esperan que ese acontecimiento cambie sus vidas radicalmente, pero en las novelas de Palahniuk nada es lo que parece y nada sucede de acuerdo con lo que los personajes desean.

El planteamiento, como ven, es provocador y atractivo; la novela tiene momentos desopilantes y el estilo del escritor, tan característico, hace que la lectura sea voraz; los acontecimientos se ponen en marcha con una rapidez inusitada y pronto todo el entramado se convierte en una montaña rusa que nos lleva a un final explosivo (aunque no demasiado inesperado).

Sin embargo, Palahniuk abusa de sí mismo. Su peculiar narrativa (frases cortas, interpelaciones al lector, anécdotas singulares) es muy efectiva, pero hace ya bastante tiempo que ha explotado sus recursos y ha alcanzado sus límites; los personajes desnortados y huérfanos que proporcionan un oscuro reflejo de nosotros mismos ya han aparecido en alguna novela anterior; las situaciones límite se han convertido en clichés, en parodias que no provocan sorpresa, repugnancia o reflexión, sino que actúan simplemente como marco inverosímil y prescindible.

Snuff ofrece momentos de humor e incluso de cierta hondura (como las ideas de Sheila, la asistente de Cassie, sobre el papel de la mujer dentro del mundo del porno y las consideraciones morales que puede acarrear esta industria y sus prácticas), pero en general su tensión narrativa se desinfla a las pocas páginas. La reiteración de motivos, tonos y personajes hace que la trama se torne previsible, aun cuando los finales de las obras de Palahniuk siempre ofrecen (y ésta no es una excepción) giros inesperados que sorprenden y revelan aspectos desconocidos de la historia. En este caso, esos descubrimientos son irrelevantes para el texto, ya que lo interesante se condensa en unas cuantas páginas aisladas a lo largo de la novela. El desarrollo de la trama es muy bueno, pero el interés se reduce por la acumulación de remembranzas que cualquier lector asiduo puede tener; el resultado, como es lógico, es una novela de lectura rápida, pero de escasa profundidad.

En pocas palabras: Snuff es un libro sólo para incondicionales; una novela que reincide en estilos y tratamientos, que no aporta nada a la trayectoria narrativa de Palahniuk y que ofrece muy pocos momentos gloriosos.

sábado, 4 de mayo de 2013

La chuleta que viene en pastillas...


La chuleta que viene en pastillas

Llegan los exámenes. Cada vez más estudiantes -y ejecutivos- buscan mante- nerse despiertos y más concentrados a través de un fármaco para la narcolepsia. Los médicos advierten de que, en personas sanas, puede provocar ansiedad y taquicardia y ser adictivo. Sus efectos a largo plazo no se han estudiado

Se llama modafinilo y es un fármaco indicado para tratar la narcolepsia, un trastorno neurológico que provoca un exceso de somnolencia diurna y, en algunos casos, verdaderos ataques de sueño. Pero en los últimos tiempos, estudiantes y ejecutivos sin ningún problema parecido a los anteriores han pasado a engrosar su lista de consumidores. No es la primera ni la única ayuda química que han utilizado los estudiantes, pero es la que está de moda ahora: el 25% de los alumnos de los campus de Estados Unidos reconoce haberla tomado en alguna ocasión.

El doctor Diego García-Borreguero, director del Instituto de Investigaciones del Sueño, confirma una tendencia creciente también en España a "usar dosis terapéuticas de la píldora como potenciador cognitivo fuera del ámbito clínico". En otras palabras, que algunos empiezan a usar el fármaco conocido como la smart drug (píldora inteligente) para intentar ser el más listo por un día. En el caso de los narcolépticos, "su principio activo impide la recaptación de la dopamina y la noradrenalina, lo que tiene un efecto estimulante en la corteza cerebral que ayuda a mantener la vigilia. Entre 100 y 200 mg son suficientes para mantenerse despierto". Algunos estudiantes no narcolépsicos que la han tomado dicen que aumentaba su entusiasmo para estudiar o que les permitía "ir a clases en medio de una resaca".

Pero poco o nada se sabe de los efectos del modafinilo a largo plazo, porque es un fármaco relativamente nuevo y poco estudiado. Sólo se han evaluado durante 136 semanas y se desconoce si pueden derivarse efectos adversos de su uso durante una temporada más larga. "Este tipo de fármacos suele ser muy adictivo y todo lo que llega al cerebro es peligroso", afirma Francisco Martínez, investigador del laboratorio de neuroanatomía comparativa y funcional de la Universidad de Valencia. "Soy un estudioso de los mecanismos cerebrales y desconfío absolutamente de mi poder para controlarlos. No sé cómo hay gente que dice tan tranquila 'yo controlo", añade Martínez. Desde la clínica Universidad de Navarra, el neurólogo Mario Riverol recuerda que ya se han utilizado otros fármacos con la ilusión de potenciar la inteligencia y la concentración, como el metilfenidato (comercializado como Ritalina o Rubifen) y la dexanfetamina (Dexedrina). "Estos fármacos, mal llamados inteligentes, pertenecen a la familia de los psicoestimulantes. A corto plazo pueden provocar cefaleas, náuseas, vómitos, nerviosismo, taquicardia, ansiedad e insomnio. A largo plazo, el riesgo de adicción varía de un fármaco a otro y depende de la vía de administración", explica.

Los primeros que experimentaron con el modafinilo fueron los soldados estadounidenses en la guerra del Golfo de 1991. Se supone que la píldora les servía para combatir el agotamiento y el jet lag propios del desplazamiento rápido de las tropas desde Estados Unidos hasta el golfo Pérsico. Ahora la moda cunde en las universidades de élite y en los ambientes profesionales muy competitivos en los que dormir ocho horas diarias parece una pérdida de tiempo.

No es una novedad que la noche antes de un examen los estudiantes tiren de la química. Las drogas que más se utilizaban eran las anfetaminas, como el metalfenidato que mencionaba el doctor Riverol, indicado para tratar el trastorno de hiperactividad y déficit de atención. O el compuesto tetratab, que se vendía ilegalmente en Internet. El modafinilo tiene potencial adictivo y efectos cardiovasculares, aunque menores que los de las anfetaminas, según el doctor García-Borreguero.

Al día siguiente de haber ingerido el modafinilo (sin ser narcoléptico), no todos los usuarios se sienten igual. Algunos hablan de "caer en la cama como un tronco y despertar aturdido 12 horas después"; otros cuentan que pasan el día "medio tontos".

El profesor Francisco Martínez ha comprobado el impacto real del modafinilo en roedores: se vuelven mucho más concentrados y atentos. "Actúa sobre determinadas vías dopaminérgicas que aumentan la motivación, la sensación de que te comes el mundo".

En la Universidad de Cambridge (EE UU), una parte de los catedráticos está en pie de guerra. Piden que sus alumnos se sometan a una especie de prueba antidopaje antes de los exámenes. No les parece justo usar la misma vara de medir para los que consumen "potenciadores cognitivos" y para los que no. Otra parte del profesorado se apunta a la facción no alarmista con el argumento siguiente: "Una píldora de modafinilo es como tomar una taza de café, pero más efectivo". El profesor Fernando Martínez no cree necesario que en su universidad, la de Valencia, tengan que hacerse este tipo de test. "No creo que los estudiantes aprendan más. Sencillamente, no duermen y se dan un atracón la noche antes del examen. No es una buena solución porque hay que ser selectivo en el aprendizaje. No se trata de memorizarlo todo, es importante olvidar para poder concentrarse en lo verdaderamente importante. Veo difícil que estos fármacos aumenten la capacidad cognitiva".

Por su parte, Bárbara Sahakian, profesora de neuropsicología clínica del departamento de psiquiatría de Cambridge y líder de la protesta en esta universidad, asegura que el uso de estos medicamentos tiene "enormes implicaciones" y que la universidad debe tomar cartas en el asunto. Unos meses antes, un estudio publicado en Nature advertía de que un 25% de los estudiantes de los campus estadounidenses había consumido este fármaco. Naturalmente, muchos estudiantes se enteraron de la existencia de la píldora leyendo dicho artículo y les pareció "una idea estupenda". Una circunstancia que esperamos no se repita con este reportaje.

Más curiosos fueron los resultados de la encuesta que la propia revista Nature puso en marcha entre sus lectores, la mayoría académicos e investigadores. Uno de cada cinco reconoció que utilizaba las smart drugs.

Parece que a nadie le preocupan demasiado las consecuencias futuras de estar en modo "máximo rendimiento" todo el día. Un móvil se quedaría sin batería, un ordenador se sobrecalentaría, y el cerebro humano agradecería unas horas en estado de hibernación.

En España, la venta de modafinilo y de todas las anfetaminas está mucho más controlada que en Estados Unidos, pero la farmacia online es omnipresente. Con sólo teclear el nombre del fármaco en Google, aparecen varios portales donde lo único que se exige al comprador es que firme un contrato asegurando que nunca los demandará por vender el fármaco sin prescripción médica. Los precios oscilan entre cuatro y cinco euros por cada pastilla, incluidos los gastos de envío. En algunos campus, como el propio Cambridge, se reconoce la existencia de un tráfico alto y fluido de smart drugs entre los estudiantes. ¿De dónde salen las píldoras? Nadie lo sabe o nadie lo dice.