sábado, 29 de junio de 2013

En definitiva, Google es...


En definitiva, Google es una burbuja producto del marketing
 - El engaño Google - Gerard Reischl

viernes, 28 de junio de 2013

Seis balas para Andy Warhol


Seis balas para Andy Warhol

Una botella de cocacola, un bote de sopa, un billete de dólar, un revólver, la silla eléctrica, el rostro de Marilyn... Ser ante todo visible y hacer del espíritu un buen envase exterior fue lo que aportó el inventor del pop-art al mundo del arte

Inventó la frivolidad como una actitud estética ante la vida y dictaminó que la esencia de las cosas sólo está en los envases. Este creador fue Andy Warhol, nacido en Pittsburgh, Pennsylvania, en 1928, hijo de un minero del carbón, emigrante eslovaco. Después de bautizarse en el rito católico bizantino el niño a los 13 años obtuvo la enfermedad del baile de san Vito, que le forzaba a mover las cuatro extremidades de forma incontrolada. Proscrito por sus compañeros de colegio debido a su rara pigmentación de la piel, postrado en cama largo tiempo y protegido en exceso por su madre, el pequeño Andy sólo halló salida alimentándose de héroes del cómic y de prospectos con los rostros de Hollywood, una mitomanía de la que ya no se recuperó.

Tampoco está claro que superara el síndrome del baile de san Vito, si se tiene en cuenta que, instalado en 1949 en Nueva York, no paró de moverse el resto de su vida en medio de un cotarro frenético de aristócratas excéntricos, artistas loquinarios, bohemios, drogadictos, modelos y otras aves del paraíso a los que, como gurú de la modernidad, comenzó a otorgar a cada uno los 15 minutos de fama que les correspondían y por los que algunas de estas criaturas estaban dispuestas a morir y a matar, como así sucedió.

Al principio Andy Warhol se dedicó a la publicidad, a ilustrar revistas y a dibujar anuncios de zapatos, pero hubo un momento en que ante una botella de cocacola, un bote de sopa, un billete de dólar y el rostro de Marilyn tuvo una primera revelación. Pensó que ciertas figuras y productos comerciales eran los verdaderos iconos de la vida americana y había que introducirlos en el territorio sagrado de la cultura y del arte. El pop-art que acababa de inventar necesitaba un fundamento filosófico y todo gran desparpajo lanzó al mundo este manifiesto: la cocacola iguala a todos los humanos. "En América los millonarios compran esencialmente las mismas cosas que los pobres. Ningún dinero del mundo puede hacer que encuentres una cocacola mejor que la que está bebiéndose el mendigo en la esquina. Todas las cocacolas son la misma y todas son buenas. Liz Taylor lo sabe, el presidente los sabe, el mendigo lo sabe y tú lo sabes".

Su filosofía de la superficie de las cosas se presentó en sociedad en 1954, en una exposición de la galería Paul Bianchinni, en el Upper East Side, titulada El Supermercado Americano, montada como una tienda de comestibles con pinturas y pósters de sopas, carnes, pescados, frutas y refrescos, mezclados con esas mismas mercancías auténticas en los estantes. La diferencia estaba en el precio. Un bote de sopa valía dos dólares en la realidad y costaba dos mil en la representación. Hoy un dólar es un dólar, pero si el billete está pintado por Warhol vale en una subasta seis millones de dólares.

Andy siguió añadiendo al arte más iconos de la vida americana, la silla eléctrica, el revólver, las cargas de la policía contra los manifestantes de los derechos humanos, los coches, los botes de sopa Campbell, los rostros de las celebridades de Hollywood, mientras a su alrededor se iba condensado un grupo de seres extraños, que eran mitad cuerpo humano real y el resto ficción o decoración. Todos revoloteaban alrededor de su estudio, la famosa Factoría, en la Calle 47 y la Séptima Avenida, empapelado por entero con papel de aluminio.

El salto cualitativo lo dio este artista ante el caso extraordinario de una exposición de 1964 en Filadelfia cuando por un percance del transporte no llegaron a tiempo los cuadros a la galería para la inauguración. El público llenaba la sala con las paredes desnudas y Andy desde un altillo descubrió que aquel espacio se parecía a una pecera llena de crustáceos que se movían en un baile de san Vito, excitados unos por otros, como única fuente de energía. A nadie le importaban las pinturas. La expectación sólo la proporcionaba la presencia del artista rodeado de sus criaturas, a las que todo el mundo trataba de parecerse. En ese momento tuvo Warhol su segunda revelación. La única forma de existir consistía en reflejarse en el espejo del otro. Si una cocacola o un bote de sopa Campbell es un icono americano, ¿por qué no puedo serlo yo? No importaba lo que había pintado, su verdadera creación eran aquellos extraños seres que había conseguido reunir entre cuatro paredes blancas y que no se parecían en nada al resto de los habitantes de Nueva York, sino sólo a sí mismos como tribu. El rostro blanco con polvos de arroz, adornada la cresta roja con plumas de marabú y el cuerpo anoréxico alicatado con cristales de colores, de esa tribu formaban parte Valerie Solanas, feminista radical, violada por su padre, perdida desde los 15 años como una mendiga por las calles de Manhattan, que había escrito un guión titulado Up your ass (Mételo por el culo); Edie Sedgwick, hija de un millonario californiano, nacida en un rancho de 3.000 acres, que desembarcó en Nueva York como modelo con toda su belleza anfetamínica, acogida por su abuela en un apartamento de 14 habitaciones en Park Avenue; la cantautora Nico, la actriz Viva, Gerard Malanga, Ultra Violet, Freddie Herko, Frangeline, el escritor John Giorno, el cineasta Jack Smith, el grupo de música The Velvet Underground, Lou Reed, las chicas del Chelsea y un resto de jovenzuelos sin nombre pintarrajeados que entraban y salían de La Factoría, muchos de ellos dedicados sólo a mear sobre unas planchas de cobre para conseguir con la oxidación de la orina unos matices insospechados en los grabados, a los que a veces se añadía mermelada de frambuesa, chocolate fundido y semen humano. Era su parte en el cuarto de hora de fama.

Esta frenética cabalgada hacia el vacío impulsada con películas underground, experimentos con drogas, sexo en los ascensores, gritos en la noche, sobredosis en los retretes, que constituía la modernidad de los años sesenta en Nueva York, terminó abruptamente cuando el 3 de junio de 1968 Valerie Solanas, pasada de rosca, entró en La Factoría dispuesta a que Warhol le devolviera el guión que le había entregado. No estaba dispuesto a rodarlo, le parecía demasiado obsceno, pero lo cierto es que lo había perdido. Mételo en el culo. Fue suficiente para que Valerie sacara un revólver, el mismo que el artista había pintado como icono, y le sirviera todo el cargador, seis balazos, uno de los cuales le atravesó el cuerpo y casi lo llevó a la sepultura, de la que fue rescatado después de una operación quirúrgica de cinco horas, cuyas cicatrices se convirtieron en un póster. "Tenía demasiado control sobre mi vida" -dijo Valerie en el juicio-. Pero la fama siempre encuentra a otro más famoso. Este hecho fue oscurecido por el asesinato de Robert Kennedy unos días después. Se acabó el baile de san Vito. Desde entonces Warhol parecía un hombre de cartón piedra, decían las aves del paraíso que revoloteaban sobre su peluca plateada. Por otra parte Edie Sedgwich también se había destruido. Una mañana apareció muerta en la cama ahíta de barbitúricos. Sólo Basquiat, el negrito grafitero, rescatado por Warhol salió disparado hacia la gloria.

Ser ante todo visible y hacer del espíritu un buen envase exterior fue lo que aportó Andy Warhol al mundo del arte. Por eso este artista diseñó también su funeral, celebrado en la iglesia bizantina del Espíritu Santo de Pittsburgh el 22 de febrero de 1987. Su féretro era de bronce macizo con cuatro asas de plata. Warhol llevaba puesto un traje negro de cachemira, una corbata estampada, una peluca plateada, gafas de sol con montura rosa, un pequeño breviario y una flor roja en las manos. Según las crónicas, en la fosa su amiga Paige Powell dejó caer un ejemplar de la revista Interview y una botella de perfume Beautiful de Estée Lauder. Pudo haber añadido un bote de sopa Campbell, un billete de dólar, una cocacola y un revólver. Toda América.

miércoles, 26 de junio de 2013

Aprendes...


Aprendes a intentar no hacerlo. Aprendes a engañar a tu mente. Aprendes a superarlo. Mentalmente.
Up in the air (En el aire)- Walter Kirn

martes, 25 de junio de 2013

Es cada día más borrosa...


Es impresionante constatar una y otra vez que la separación supuesta entre el futuro y el pasado, entre la vida y no vida, entre lo que es inerte y lo que está vivo es cada día más borrosa.
  - "EL VIAJE AL PODER DE LA MENTE" DE EDUARDO PUNSET -

sábado, 22 de junio de 2013

¿Pensar como Google?


¿Pensar como Google?

El 'bloguero' estadounidense Jeff Jarvis plantea una teoría sobre lo que harían muchas empresas si aplicaran los criterios de Google, alabada por el autor como la compañía que mejor ha entendido los cambios impuestos por Internet. Publicamos fragmentos de su libro

Parece como si no hubiera empresa, ejecutivo o institución que verdaderamente entienda cómo sobrevivir y prosperar en la era de Internet. A excepción de Google. Así, en la actualidad, frente a cualquier reto, es lógico preguntarse: y Google, ¿cómo lo haría? En la gestión, el comercio, las noticias, los medios de comunicación, las manufacturas, el marketing, los servicios, la inversión, la política, el gobierno, e incluso en la educación y la religión, responder a esta pregunta es la clave para navegar por un mundo que ha cambiado radicalmente y para siempre.

Ese mundo está al revés, de dentro afuera, contradictorio y confuso. ¿Quién podría haber imaginado que un servicio gratuito de clasificados tendría un efecto tan profundo y permanente en los medios de comunicación, que chicos con cámaras y conexiones a Internet podrían reunir a un público más amplio que los canales de cable, que solitarios con teclados podrían derribar a políticos y empresas, y que esos desertores podrían crear compañías de miles de millones? Todos ellos no lo han conseguido rompiendo las reglas, sino operando con las nuevas reglas de una nueva época.

(...) Las industrias y las instituciones, en sus momentos más mesiánicos, tienden a ver Internet a su propia imagen y semejanza: los comerciantes piensan en la Red como una gran tienda, como un catálogo y una caja registradora. La gente que se dedica al marketing ve Internet como un lugar en el que difundir los mensajes de su marca. Las empresas de medios ven la Red como un medio, asumiendo que tiene que ver sobre todo con contenido y distribución. Los políticos piensan que es un canal para vehicular su mensaje y captar fondos, así como una nueva forma de distribuir su propaganda. Las compañías de telecomunicaciones quieren convertirlo en su nueva infraestructura.

Todos quieren tener el control de la Red porque así es como ven su mundo. Fijaros en la retórica del valor de las empresas: las empresas tienen clientes, el control de la distribución, hacen acuerdos exclusivos, dejan fuera de juego a la competencia, mantienen en secreto sus desarrollos comerciales. Internet hace estallar todos esos puntos de control. Aborrece la centralización. Ama el nivel del mar y echa abajo las barreras de entrada. Desprecia el secretismo y recompensa la apertura. Favorece la colaboración por encima de las propiedades. Los que un día fueron los más poderosos miran con pavor Internet cuando se dan cuenta de que no pueden controlarlo.

(...) Google sostiene su economía de clics y enlaces patrocinados, que aparecen en sitios web tan pequeños como mi blog y tan importantes como el NYTimes.com; prácticamente cualquiera puede unirse a su red publicitaria. Si Google pensara como una vieja compañía -como, por ejemplo, Time Inc. o Yahoo- habría controlado los contenidos, hubiera construido un muro alrededor y hubiera intentado mantenernos dentro de la red.

Pero en vez de eso, se abrió y puso sus anuncios en cualquier parte, construyendo una red publicitaria tan vasta y poderosa que está ya adelantando a las industrias de los medios y de la publicidad, incluso si a la vez colabora con ellas y las potencia online. Ahí está el siguiente virtuoso círculo de Google: cuanto más tráfico manda Google a páginas con anuncios, más dinero hace; más dinero hacen a su vez los sitios web y más contenido pueden crear para que Google lo organice. Google también ayuda a esos sitios dándoles contenidos y funcionalidades: mapas, aplicaciones web, buscadores de páginas, vídeos de YouTube. Google alimenta la Red para hacerla crecer.

(...) En una ocasión, hace tiempo, estaba reunido con un grupo de fabricantes de coches cuando les sugerí lo que temía que era una blasfemia para ellos: les insistí en la necesidad de abrir su proceso de diseño y de hacerlo transparente y colaborativo. Las empresas automovilísticas no tienen vías para escuchar las ideas de sus clientes. Si las tuvieran, hace años yo mismo hubiera estado entre la legión que les hubiera dicho de buena gana que debían invertir 39 céntimos en una entrada para conectar el iPod en el coche. Cada vez que intento escuchar podcast en mi coche debo hacer varios apaños -transmisores de frecuencia modulada que no pueden transmitir a más de un palmo de distancia y esos trastos de casetes (si tienes aún una platina) que son ruidosos y poco fiables-. Maldigo a los fabricantes de automóviles y a sus proveedores. Al menos, déjennos ayudar en el diseño de las radios que instalan, les insistí.

Mi petición era sacrílega, ya que los fabricantes de coches han sido tradicionalmente herméticos acerca de su diseño. Creen que el diseño y la sorpresa final son su salsa especial. Es por eso por lo que ocultan los nuevos modelos como si fueran armas confidenciales, jugando al ratón y al gato con los fotógrafos, quienes tratan de desvelar, con una exclusiva, esos secretos. Pero aparte de a los más fanáticos fans de los coches, ¿a quién le importa eso? La expectación que recuerdo que existía sobre los coches de cada nueva temporada, como ocurre con los programas de televisión, se ha esfumado. Los coches han perdido su temporada. Son lo mismo un año tras otro. Todos empiezan a parecerse. Raramente engendran sentimientos de emoción.

¿Cómo puede una empresa de automóviles reinyectar afección a sus productos y a sus marcas? ¿Cómo pueden conseguir un poco de cariño? Involucrando a los clientes, atendiéndoles para que puedan decir qué desean.

El analista de Internet Jeremiah Owyang reunió en su blog una lista de iniciativas en medios sociales que la industria automovilística había llevado a cabo: algunos fabricantes permiten a los clientes hacer sus propios anuncios para coches, elaborar sus propios emblemas o colorear dibujos de los coches. El vicepresidente de General Motors, Bob Lutz, tiene un blog. Chrysler ha solicitado a sus clientes ideas, pero en un formulario cerrado que previene que puedan comentar las ideas de los otros clientes. Chrysler también ha creado un consejo consultivo de clientes con cinco mil conductores elegidos. Mini también tiene una activa comunidad de propietarios. El problema de estos esfuerzos es que no permiten a los clientes opinar abiertamente sobre el producto. Quizás una de las ideas presentadas a Chrysler en los correos electrónicos o discutida en la comunidad de Mini llegue a influenciar una decisión que acabe incorporándose en la cadena de producción en pocos años. Pero nunca lo sabremos. De hecho, los esfuerzos para favorecer una mayor interactividad se traducen en que las compañías trabajan para mantener a raya a los clientes. Esta interactividad se define como "museo de niños": aquí están los botones que podéis presionar sin romper nada; venga, tocad aquí, niños. Pero al igual que las empresas deben entregar sus marcas a los clientes, del mismo modo deben entregar sus productos.

¿Qué pasaría si sólo un modelo de una marca se abriera a un diseño colaborativo? Una vez más, no sugiero que el diseño deba ser una democracia. ¿Pero no debería ser el diseño, por lo menos, una conversación? Los diseñadores podrían poner sus ideas en la web. Los consumidores podrían hacer sugerencias y discutirlas en la web. Los diseñadores podrían tomar las mejores ideas y adaptarlas, reconociendo el mérito donde fuera debido. No puedo imaginarme a clientes colaborando sobre la transmisión o en el diseño de la bomba de combustible, a pesar de que algunos tendrán grandes sugerencias si les dan la oportunidad. Pero tendrán mucho más que contribuir en el diseño del compartimento del pasajero, en el aspecto del coche, sus características y sus opciones. Los clientes podrían involucrarse incluso en las decisiones económicas: ¿estarían dispuestos a renunciar a las lunetas eléctricas si a cambio obtienen un precio más competitivo o una radio mejor? Esta colaboración comprometería a los clientes con el producto. Construiría emoción. Llevaría a que la gente hablara en Internet del producto y lo enlazaran, haciéndole ganar unas gotas más de Googlejuice. Podría cambiar la relación de los clientes con la marca y la marca en sí misma. Imaginad: el coche colaborativo de la comunidad, nuestro coche.

(...) Dame el control de mi coche y yo seré el dueño de la marca, construiré esa marca, amaré la marca y la venderé porque es mía, no tuya. Ésta sería la clave para vender esos coches Google: pasión, individualidad, creación, elección, novedad. Sus conductores empezarán grupos en Facebook, blogs, y grupos en Meetup ensalzando las maravillas del coche que han elegido; no sólo eso, que han hecho. Diseñadores de productos externos y fabricantes completarán y mejorarán el coche de código abierto, como los desarrolladores externos hacen aplicaciones para Facebook y remezclas con Google Maps, lo cual generará nuevos negocios y ayudará a vender más coches. Ser una plataforma tiene muchas ventajas.

(...) Si los coches grandes son difíciles de construir al estilo Google, los productos de consumo empaquetados todavía lo son más. Ellos son los bloques de construcción del mercado de masas, basado en la eficiencia de fabricación, vendidos a una masa crítica. Desde el inicio de Internet como medio publicitario, ha sido de Perogrullo que nadie iba a hacer clic sobre un banner publicitario, por no hablar de unirse a un club o escribir una entrada en un blog, de papel higiénico. (...) ¿Están todos los productos de consumo condenados en vida sin ser Googlificados? Imaginémonos la Google Cola. La fortaleza y la debilidad de una cola, como la del resto de productos de consumo, está en que intenta ser un producto de talla única. Sí, un número de marcas y variaciones luchan por la escasez de espacio en el estante. Pero nunca hay suficientes variedades. No puedo encontrar mi refresco de cola perfecto. Mi cola sería sin cafeína, pero hecha con azúcar en vez de endulzantes artificiales (no soporto el regusto que te dejan). Vendría en una lata pequeña para que no se desbrave con facilidad, o aún mejor, en una botella que pueda ser reutilizada. Debería tener un sabor añadido (hoy cereza, mañana café). Tomaré Coca-Cola o Pepsi (soy bicola), pero no quiero marcas blancas, todavía recuerdo estremecido la HoJo Howard Johnson's Cola -HoJo Cola fue lanzada en 1966 por los restaurantes Howard Johnson con la ambición de arrebatar cuota de mercado a Pepsi y Coca-Cola; sin embargo, su producto nunca cumplió tales expectativas-. ¿Qué pasaría si un embotellador de Coca-Cola con nuevas herramientas pudiera hacer lotes especiales para ser distribuidos, pero sólo si me comprometo a comprar tantas cajas al año? Quiero pagar una prima para suscribirme a mi cola perfecta.

Si vendiera esta Jeff Cola a otras personas en mi blog o en el vecindario (convenciéndoles de que añadir sabor a la descafeinada soda no es ninguna tontería), quizás el precio de mi cola bajaría porque supondría más ventas y mayor volumen de producción. Crearía un cola club. No sería diferente a lo que los vayniacos de Gary Vaynerchuck hacen, promocionando su propio vino. Podríamos convertirnos en responsables del producto y a la vez en sus comerciales, siendo al mismo tiempo consumidores y clientes. Podríamos inventar nuestros propios sabores de cola, vendidos bajo nuestra propia marca, utilizando a la empresa Coca-Cola como plataforma para la fabricación y distribución. Nosotros estaríamos en el negocio de las colas. ¿Se convertiría mi cola en una cola de consumo de masas? Quizá no tenga la oportunidad. Pero un grupo de pequeños podría terminar siendo algo grande, y Coca-Cola lograría establecer una nueva relación con un montón de clientes. Aprendería más sobre los gustos del público y podría desarrollar nuevos productos para vender a una escala mayor. Ahorraría en marketing, mientras los colaboradores venderían sus productos. A partir de una pequeña parte de su negocio podría tomar pedazos mayores de la cuota de mercado. Encontraría una forma de combatir la marea de mercantilización de los productos de consumo, y se uniría a la economía de lo pequeño que desbancaría a lo grande.

(...) ¿Y qué hay de los chismes electrónicos? La electrónica personal podría parecer inmune a esta ola de googlificación de todo porque es compleja en ingeniería y en su fabricación. La tecnología los hace más fácilmente actualizables que los coches, ya que cada dispositivo puede ser actualizado vía software sin necesidad de cambiar el hardware. Google lo está haciendo cuando ofrece su sistema operativo para móviles a cualquier fabricante de teléfonos.

(...) Hemos conectado nuestra casa a servicios de seguridad con sensores y cámaras. Hemos conectado sistemas de entretenimiento que pueden ofrecernos cadenas de radio, música y películas de iTunes y vídeos de YouTube desde cualquier dispositivo. En el futuro tendremos coches conectados a los servicios de información viaria y a fuentes automatizadas de entretenimiento online. Tenemos cámaras conectadas a satélites GPS y a nuestros ordenadores. Tenemos teléfonos que se están convirtiendo en ordenadores. Cualquier dispositivo que produce información y que puede ser personalizado o ajustado, o que nos comunica o nos entretiene, será conectado a Internet y a Google. Google escuchará y hablará a través de estos aparatos -si le damos permiso- y nos entregará información relacionada. A Google le encantaría utilizar esta información para devolvernos publicidad relevante y altamente segmentada. Esto debe alucinar a los luchadores de la privacidad. Pero si pudiéramos controlar ese flujo informativo y beneficiarnos de él (con contenido relevante y anuncios, gangas y subsidios para los servicios que utilizamos), yo mismo conectaría mi nevera y mi teléfono. Google no sólo podría llegar a ser el sistema operativo de la Red y del mundo, sino también el de nuestras propias casas y vidas.

Y Google, ¿cómo lo haría?, de Jeff Jarvis. Editado por Gestión 2000. Precio: 19,95 euros.

jueves, 20 de junio de 2013

Google es...


Google es un buscador completamente europeo: pensado por americanos y hecho para europeos.
 El engaño Google - Gerard Reischl

miércoles, 19 de junio de 2013

Somos tan pesimistas...


Somos tan pesimistas

¿Moda intelectual o actitud ante la vida? El pesimismo es el rasgo definitorio de la España del siglo XX, una clave que sigue viva en nuestros días. Rafael Núñez Florencio lo analiza en un ensayo

Uno de los novelistas de mayor éxito en España y fuera de ella, Javier Marías, al presentar el último tomo de su trilogía Tu rostro mañana, declara -y así aparece en un gran titular-: "España es un país difícil, ingrato, del que no se puede fiar uno". En la entrevista añade el afamado autor que este es un pueblo "abrupto", "un país con el que nunca se sabe"... "España es un país exacerbado con frecuencia y en el que hay una extraña saña que está bastante asentada" (EL PAÍS, 24 de septiembre de 2007). Valoraciones y hasta adjetivos muy parecidos son los que emplea el también narrador Julio Llamazares para referirse a la "patología social" de este "país ensordecedor, áspero, vehemente". Otro columnista de renombre del mismo rotativo, el sociólogo Enrique Gil Calvo, recibe poco antes el premio Jovellanos por un ensayo titulado La ideología española. (...) Un periodista pregunta al galardonado si "la persistencia histórica de los problemas que argumenta ¿no lleva al pesimismo, casi al fatalismo?". Y el sociólogo responde: "Al pesimismo, por lo menos, por supuesto. He tenido que leer muchos libros sobre el siglo XVIII, que es el momento histórico de decadencia del Imperio en que empieza todo esto, y es asombroso comprobar cómo todo sigue siendo lo mismo.

Esta última frase es la que sirve para titular la entrevista en cuestión (La Nueva España, 21 de enero de 2006). El tono pesimista que explicitaba sin ambages el autor no era un asunto coyuntural, pues un par de años después publicaba otro libro (La lucha política a la española, título de por sí elocuente) en el que se extendía sobre el mismo asunto y profundizaba en la misma óptica: el escenario político español como ámbito de la crispación, la conflictividad desmesurada como patología nacional poco menos que endémica y, en suma, el corolario de un país siempre proclive a dirimir sus diferencias internas a mamporro limpio (la portada era precisamente una caricatura de Zapatero y Rajoy como púgiles en un combate de boxeo).

(...) Como actitud personal ante la vida, el pesimismo aparece en casi todas las comunidades humanas. Pero como gesto cultural o moda intelectual, ha estado en unas etapas más en boga que en otras. Hay movimientos, como el Barroco, que no pueden entenderse sin esa visión negativa del universo. El pesimismo contemporáneo cuenta con una ilustre nómina de propagandistas, de Schopenhauer a Cioran, pasando por Spengler o Heidegger. En España, el lastre de las actitudes pesimistas ha condicionado el siglo XX, del 98 al desencanto.

"Me agrada un cementerio / de muertos bien relleno, / manando sangre y cieno / que impida el respirar / y allí un sepulturero / de tétrica mirada / con mano despiadada / los cráneos machacar". Estos versos, de una estética que hoy llamaríamos gore, los escribió Espronceda y forman parte de un poema que, para estar a tono, se titula La desesperación: negruras, graznidos, sangre y lodo, cráneos machacados y cadáveres insepultos conforman un marco lúgubre, casi de gran guiñol, que era muy del agrado de toda una generación y un medio cultural, el romanticismo.

Con el tiempo, este desarraigo romántico aparecerá como un ingenuo juego de niños. Los movimientos revolucionarios o simplemente rebeldes extienden la crítica de un "orden burgués" considerado no solo un sistema opresor, sino una estructura podrida en sus cimientos, caduca, castradora y alienante. El genio creador nunca puede estar a gusto en esta sociedad de mediocres. El artista de fines del XIX, en el fondo un neorromántico, tiene que ser un insatisfecho, un desarraigado. La angustia y el desconcierto son sus coordenadas. De esas fuentes beberán también otros grupos emergentes, como los que pronto serían conocidos como "intelectuales".

En el marco español esa semilla hipercrítica, que raya en ocasiones en el nihilismo, fructificará con especial vigor. Estaba el terreno abonado para ello. La característica hispana será que ese talante reprobatorio se dirigirá contra el propio país, su cultura, su historia y sus habitantes hasta conformar un negativismo exacerbado. No es, como se dice a veces, consecuencia del 98. Basta fijarse como había arraigado desde mucho antes como verdad incontrovertible la noción de decadencia. En 1854 el Cánovas historiador presentaba la decadencia española como asunto colosal, sin parangón en la historia universal. No era extraño por tanto, sino congruente con ello, que el Cánovas gobernante considerara que los españoles simplemente eran... "los que no podían ser otra cosa".

Es cierto que la pérdida de Cuba y sobre todo la humillante derrota ante Estados Unidos intensificará esa falta de autoestima colectiva, pero a menudo se asimila impropiamente como "literatura del desastre" planteamientos que son anteriores. Baste consignar en este sentido el dato de que Los males de la patria, de Lucas Mallada, una obra que pasa por ser clave del regeneracionismo, aparece en 1890. Pero en todo caso es incuestionable que en las primeras décadas del siglo XX se extiende como una epidemia intelectual la lamentación, el fatalismo y hasta un cierto masoquismo nacional (que puede representar muy bien la figura de Joaquín Costa).

De este modo, la nación "sin pulso" (Silvela), agonizante (Maragall), absurda (Ganivet), sumida en el marasmo (Unamuno), tristísima (Azorín), cainita (Machado) y mezquina (Baroja), llega a la sima de su declive. Ortega recogerá el testigo y diagnosticará contundentemente en España invertebrada "que de 1580 hasta el día cuanto en España acontece es decadencia y desintegración".

(...) La noción de fracaso, con todo lo que ello implica, vendrá a la postre a sustituir al antes omnipresente concepto de decadencia. Se impone una vez más una interpretación esencialista, según la cual los reveses de España no son casuales, sino el resultado de un mal profundo, llámesele como se le quiera llamar. Así, María Zambrano dirá que "inteligencia" y España son términos antitéticos. Otros se fijarán en el "fondo atávico" del español para dictaminar que este es un pueblo nacido para la muerte, que hace de la sangre derramada su "fiesta nacional": es la resurrección de la España negra, con Franco ahora como nuevo Torquemada y el nacionalcatolicismo como nueva Inquisición. Así al menos se lamentan los poetas: tierra anegada en sangre (Miguel Hernández), las "llagas de España" (Rafael Alberti), España madrastra (Cernuda), país del rencor (León Felipe), vieja y seca España (José Hierro).

En teoría, la consecución de un régimen democrático vendría a poner punto final a tal estado de cosas. En el terreno que aquí se considera, el paradigma de la normalidad sustituye a las nociones de inferioridad, fracaso y excepcionalidad. No hay que olvidar empero que en el ámbito ideológico las cosas no son tan lineales y sencillas. Es sintomático que el estado de ánimo más característico de la transición a la democracia no fuera la euforia, ni siquiera la satisfacción por los logros alcanzados, sino el llamado "desencanto". Y es que no se pueden dar muchos pasos en una determinada dirección y luego intentar dar la vuelta, como si nada hubiera pasado. En conjunto, puede decirse que los españoles solo aceptaron sin ambages un balance favorable de la transición cuando esta adquirió categoría de modélica en la estimación foránea. Aun así, el rasgo más destacado de nuestros días es la enésima revisión (negativa) de ese tránsito partiendo de olvido, traición y vergonzoso "pacto de silencio"

Pese a que se ha llegado a una innegable equiparación con nuestros vecinos europeos en todos los aspectos, la historiografía española sigue recurriendo insistentemente a los términos de postración, amargura y desengaño como estigmas que acompañan nuestra trayectoria reciente.

El peso del pesimismo. Del 98 al desencanto, de Rafael Núñez Florencio. Editorial Marcial Pons. Precio: 23 euros.

domingo, 16 de junio de 2013

Cuando el álbum no es la suma de sus canciones


Cuando el álbum no es la suma de sus canciones

En la era de iTunes, algunos se niegan a esa comercialización

"A una banda como Pink Floyd hay que consultarle todo. Si un director, aunque sea Michael Haneke, quiere que un póster con una portada de un disco suyo salga un segundo en una película, debes consultarles". Manuel Torresano, del sello independiente Siesta, tiene claro que EMI cometió un error de cálculo cuando proyectó vender canciones sueltas de dos álbumes de la banda, The Wall y Dark side of the moon, a través de la tienda digital iTunes. El grupo llevó a la multinacional a juicio y venció. Según la sentencia, aunque el grupo haya accedido a que su obra se incluya en el catálogo de descargas digitales de la página e incluso algunos de sus temas puedan hoy convertirse en tonos de móvil, los términos de su relación con EMI estipulan que se debe "preservar la integridad artística de sus álbumes". "La sentencia me parece un triunfo absoluto de la música frente al mercantilismo. Una victoria del LP como concepto y como obra frente al 'usar y tirar' del MP3". En estos términos se manifiesta Gerardo Cartón, del sello y distribuidora independiente PIAS. Y es que, aunque Pink Floyd tal vez sea hoy una marca más grande incluso que EMI, posea el segundo catálogo más lucrativo tras el de los Beatles y Roger Waters tenga una fortuna de más de 100 millones de euros, para muchos ha resultado complicado contener la euforia y ver en esto un síntoma. "A ver, no es exactamente un David contra Goliat", comenta Guy Garvey, de la banda Elbow, quien ya vertió todo el caudal de felicidad que sintió al saber de la noticia en el blog que escribe para el diario inglés The Guardian. "A nosotros no nos dejaron vender nuestro último disco sólo como un todo, aunque lo intentamos. Hay discos que son algo más que la suma de sus canciones y esto debe ser respetado. Te pasas horas decidiendo si entre canción y canción hay una pausa de dos o tres segundos, si este tema o aquél deben ir al principio o al final, y luego resulta que no sirve de nada. Puede resultar frustrante", recuerda Garvey.

En una época en la que cada semana se intenta asesinar un formato, se anuncia el retorno de otra cosa que jamás se fue y se proclama un nuevo modelo de negocio que, esta vez sí, acabará con la crisis, la sentencia ha significado una pequeña pero perfecta tormenta que ha abierto varios debates. Aparte del obvio sobre las intenciones del autor y el respeto que merecen, ha sido el pecuniario el que ha destapado por qué EMI se ha empecinado en este tema hasta el punto de llegar a los tribunales, perder y pagar 60.000 euros en costas. "Los sellos ganan más si se venden canciones sueltas. Supongo que un grupo puede pedir lo que ha pedido Pink Floyd y se le debería hacer caso, pero lo cierto es que a la discográfica le sale mejor vender canciones que discos enteros. Mi formato preferido es el vinilo con código de descarga, pero entiendo que, con la que está cayendo, mucha gente piense que no es el momento de ponerse exquisitos y que lo que hay que hacer es facilitarle las cosas al consumidor", comenta Torresano. Los Pink Floyd jamás se caracterizaron por poner las cosas fácil al consumidor, la verdad.

Fanáticos del disco

Bandas como AC/DC, The Cure o Kid Rock no han tenido problema en criticar abiertamente a iTunes. Algunas perlas:

- AC/DC: Cuando estrenaron su último disco, Black Ice, sólo se podía obtener en Wal-Mart y en su página web. No quieren ni oir hablar de iTunes. "Van a matar la música sino tienen cuidado", opinó el cantante Brian Johnson. El guitarrista Angus Young lo explicó así a Rolling Stone: "No hacemos singles, hacemos discos. Desde que la venta en Internet existe, hemos vendido más sin entrar en ese negocio". El músico señala que ni los Beatles ni ellos están en iTunes y, no obstante, sus catálogos figuran entre los primeros de las listas de ventas. Esta banda tampoco simpatiza con los recopilatorios tipo Greatest Hits.

- The Cure: Robert Smith, el cantante de la banda, rogó a sus fans que no pagaran los 10 euros que incialmente se pedían en iTunes por descargar su EP Hypnagogic States. ¿Qué piensa Smith del experimento de Radiohead, que permitieron descargar su disco In rainbows a cambio de la voluntad? "Es un plan idiota, no puede funcionar", declaró a la revista NME.

- Kid Rock: La mayor parte de su discografía no está disponible en la polémica tienda online de Apple. "Internet es una oportunidad pero iTunes es un sistema antiguo. Ellos y las discográficas se llevan el dinero".

EL PAIS

viernes, 14 de junio de 2013

jueves, 13 de junio de 2013

No tan pronto, por favor...


No tan pronto, por favor

Reino Unido estudia frenar la 'sexualización' y el uso comercial de los niños - Internet y los mensajes publicitarios, bajo la lupa - En España hay poca conciencia del fenómeno, dicen los expertos

Hay pocas cuestiones más sensibles que los efectos que la publicidad y el comercio tienen sobre los niños y en particular el impacto que tiene en su sexualidad. En Reino Unido en particular, basta un reportaje periodístico mostrando a una niña pequeña vistiendo un biquini sensual o calzando tacones altos para provocar una tórrida catarata de informaciones alertando de las consecuencias de lo que los británicos denominan la "sexualización y la comercialización de los niños".

La conclusión inmediata de los tabloides es que hay que proteger a los niños de esos peligros. Y la manera de protegerlos es separarles de los factores de riesgo. Es decir, prohibir la venta de la ropa infantil demasiado sensual, prohibir los anuncios demasiado eróticos y hasta prohibir los vídeos musicales demasiado insinuantes.

Los británicos llevan varios años debatiendo esa cuestión y ahora se han decidido a actuar: el Gobierno va a hacer suyas las recomendaciones de restringir la divulgación de imágenes eróticas en lugares u horarios que pueden afectar a los niños y las grandes cadenas de ropa han aceptado imponerse un código deontológico.

En 2007, el entonces Gobierno laborista intentó coger el toro por los cuernos y le encargó un informe independiente a David Buckingham, profesor de Educación y director del Centro para el Estudio de los Niños, los Jóvenes y los Medios, del Instituto de Educación de la Universidad de Londres.

Dos años después, Buckingham publicó un trabajo de 190 páginas cuya conclusión más notable era que, en realidad, sabemos muy poco sobre los verdaderos efectos de la comercialización en los niños, tanto de los impactos negativos como de los efectos positivos. "Hay una serie de investigaciones que establecen una asociación entre el mundo comercial y aspectos negativos del bienestar de los niños. Sin embargo, en diversas áreas clave -y en especial las relacionadas con obesidad, materialismo y sexualización- hay evidencias muy limitadas de que exista alguna relación causal. Necesitamos más estudios centrados en aspectos concretos que aborden las cuestiones clave y comprender su complejidad".

El año pasado, también por encargo del Gobierno laborista, la psicóloga Linda Papadopoulos, profesora de la Universidad Metropolitana de Londres, estudió más concretamente las consecuencias de la sexualización de los niños. Sus conclusiones eran más drásticas que las de Buckingham y sus recomendaciones alternaban el trabajo preventivo, sobre todo a través de la educación y la inculcación de la igualdad de género en niños y maestros y el trabajo en común de padres, profesores, médicos, publicistas, comerciantes y políticos, con medidas más concretas.

Medidas como dificultar mediante barreras técnicas controladas por los padres el acceso de los niños a Internet, bloquear el acceso a portales de Internet pro anorexia o pro bulimia, obligar a los medios a introducir un sistema de símbolos que permita saber el grado de manipulación a que se ha sometido una fotografía para mejorar la apariencia física de los famosos en las revistas para jóvenes, limitar u obligar a justificar la emisión de vídeos musicales sexualmente provocativos antes del horario nocturno (que empieza a las nueve de la noche), o buscar un consenso con los comercios de ropa sobre qué diseños son adecuados de acuerdo con los grupos de edad.

Ahora, el Gobierno de conservadores y liberales demócratas ha puesto el debate en manos de Reg Bailey, director de Mother's Union, una organización cristiana de apoyo a las familias. Bailey subraya dos ideas que más parecen premisas que conclusiones. Primero: aunque admite la necesidad de investigaciones adicionales para buscar pruebas sobre el daño real que la comercialización y la sexualización tienen en los niños y cómo se produce ese daño, considera que hay que actuar de inmediato porque "la falta de pruebas conclusivas sobre ese daño a los niños no significa que ese daño no exista". Y, segundo: esas medidas han de tener más en cuenta la opinión de los padres que la de la sociedad en su conjunto.

A partir de ahí, Bailey ha propuesto un catálogo de medidas a implementar no solo por el Gobierno, sino por los reguladores y la industria, ya sea publicitaria, musical o las cadenas de ropa. Sugiere que el comercio se regule a sí mismo y que, si no lo hace de forma efectiva, el Gobierno legisle para imponer restricciones a la venta de ropa infantil sexualizada. El Consorcio Británico de Comercios, que agrupa a todas las grandes cadenas comerciales, ha acatado el reto de inmediato y ha publicado ya un código deontológico que aborda desde cuestiones comerciales a etiquetado (como mostrar tallas por edades más que por medidas) y a las relacionadas con el diseño, como la altura máxima de los tacones o el color de la ropa interior.

Bailey propone otras medidas, como tapar las portadas de las revistas eróticas; reducir la cantidad de anuncios con contenido sexual en áreas de acceso habitual de niños, como se hace ya con la publicidad de alcohol; asegurarse de que se cumple la normativa que regula la difusión de contenidos eróticos en televisión; introducir una escala de edades en los vídeos musicales como se hace con el cine; facilitar a los padres el control del acceso de los niños a Internet; definir como niños a todos los menores de 16 años a efectos de las regulaciones publicitarias; prohibir el empleo de niños en las campañas comerciales peer to peer, o aumentar el papel de los padres a la hora de decidir la regulación en Internet.

"La iniciativa del Reino Unido es muy interesante", afirma Rosario Ortega, catedrática de Psicología de la Universidad de Córdoba. "En España no hemos dado importancia al hecho de convertir a los niños en un objeto erótico o un reclamo comercial. No somos conscientes de este problema, pero existe y es urgente tomar conciencia de ello", añade esta experta en las agresiones que sufren chiquillos y adolescentes.

La sexualización precoz afecta en mayor medida a las niñas, coinciden los expertos consultados. "Claro que hay un problema, sobre todo en relación con ellas", plantea la profesora de Psicología Evolutiva Amparo Moreno, de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). "Tiene relación con el papel de la mujer como objeto sexual y se ha ido adelantando la edad en que las menores se convierten en ello". Este trasunto se ve alentado por el desarrollo cada vez más temprano de las niñas y, también, por la aceptación social de ese papel de mujeres en pequeño. "Las niñas se ven animadas a proporcionar imágenes o comportamientos que no les corresponden por su edad", señala Moreno. Y en ello influyen no solo los medios de comunicación, la publicidad o los contenidos por Internet, sino también la educación, que pasa por esos filtros como "las revistas para adolescentes o los programas de televisión que también están a su alcance".

"¿Qué hace una niña de ocho años vestida de adulta y cantando coplas de desgarro amoroso con poses y actitudes impropias, maquillada y recitando pasiones, celos y desengaños amorosos en la televisión?", se pregunta Ortega. Detecta el problema de la sexualización precoz tanto en ese tipo de programas de niños artistas como en el incumplimiento de los requisitos del horario de protección infantil en las televisiones, "que permiten que programas de contenido obsceno estén al alcance de los niños".

Como Moreno, la catedrática de Córdoba también pone el dedo en la llaga de las revistas dirigidas a preadolescentes y añade los vídeos musicales y la desprotección de niños y jóvenes en los chats. La Red es el ámbito que más preocupa al Defensor del Pueblo y del menor de CastillaLa Mancha, José Manuel Martínez Cenzano. "Solo he recibido quejas por Internet", afirma. De ahí que haya promovido materiales didácticos para prevenir, por ejemplo, el mal uso de la imagen infantil.

Para algunos, el problema también está en las tiendas. "A las niñas se las convierte en objetos sexuales con la ropa. Hay establecimientos que solo ofrecen minifaldas y camisetas ajustadas para crías de ocho años", constata José Ignacio Pichardo, profesor de Antropología de la Universidad Complutense. Ropa con evocaciones de Lolita para niñas de poco más de un metro.

"Antes de tener una educación erótica sentimental correcta, los niños están viendo imágenes o posturas eróticas. No las pueden obviar. Eso les supone recibir una estimulación permanente antes de que su maduración psicobiológica les motive para el cortejo", reflexiona Ortega. "Hay que esperar a que los niños hagan su proceso erótico al ritmo de su psicobiología, sin impulsarles con lo que ven o lo que se comercializa para ellos. Es preciso respetar los tiempos, y no hiperestimular su sexualidad, porque eso puede conducir a una confusión sobre las claves de la identidad", añade. ¿Tiene consecuencias en el creciente adelanto de las prácticas sexuales? "No puedo afirmar eso, ni que la precocidad se deba a estímulos sociales", responde la experta.

Lo que sí tiene claro Ortega es que ha llegado el momento de "abrir un gran debate en España sobre la hipersexualización y manipulación de los niños". Considera que deberían participar en él desde las empresas hasta las instituciones y las asociaciones. En cambio, la Plataforma de Organizaciones de Infancia, que agrupa a más de 40 entidades, asegura que no se puede trasponer a España la situación y las medidas restrictivas del Reino Unido. Apuesta por articular medidas "desde una perspectiva más integral y preventiva", basadas en dotar de habilidades a los pequeños frente a las dificultades que puedan encontrar en la sociedad actual, afirma su director, Ángel Hernández Martín.

"Por supuesto que hay que proteger a la infancia, pero sin negar la sexualidad infantil. Ignorar el gran descubrimiento de Freud sería retroceder un siglo", concluye el catedrático de Psicología a Evolutiva de la UAM Josetxu Linaza.

martes, 11 de junio de 2013

El futuro está...


El futuro está en los buscadores no sólo semánticos, sino basados en el contexto
El engaño Google - Gerard Reischl

lunes, 10 de junio de 2013

Asfixia – Chuck Palahniuk


Asfixia – Chuck Palahniuk

Sus novelas retratan fielmente el desmoronamiento de la sociedad en la que vivimos. Con un punto de locura, de irreverencia, de realismo mágico, sus historias nos hablan de personas que están solas en mitad de este mundo caótico y desolador. En el fondo, lo único que intentan sus anti-héroes es entablar relaciones con los demás.

En “Asfixia”, Victor Mancini nos muestra lo vil que puede llegar a ser un sistema que obliga a la gente a adaptarse a sus normas incluso a la hora de la muerte. El argumento, como en otros libros del autor, es delirante y alocado. El ritmo de su prosa es vibrante, duro, seco, dotado de un vértigo y una velocidad que te invitan a leer y leer sin parar. Increíble novela. Hay que leerla.

viernes, 7 de junio de 2013

Carlitos y Snoopy, 60 años después...


Carlitos y Snoopy, 60 años después

Muchas de las tiras de los Peanuts son tratados de filosofía existencial en dibujos. Dos libros recorren la biografía del autor, Charles M. Schulz, y su mundo creativo en 2.000 historietas.

Cómo evalúa un crítico algo que le ha acompañado, y que ha querido, desde hace tanto que ha perdido la cuenta del tiempo transcurrido? Éste es el problema al que se enfrenta en la presente ocasión quien escribe estas líneas. Porque ha sido fiel a la pandilla de los Peanuts, los Charlie Brown (Carlitos), Snoopy, Linus, Sally, Lucy, Schroeder, Peppermint Patty o Woodstock, el pajarillo de erráticos vuelos, desde hace tantos años que no puede recordar cuántos.

Antes de pasar a formar parte de la legión de seguidores de la pandilla Peanuts, había seguido a otros cómics legendarios, leyendo con avidez las aventuras del Capitán Trueno y del Hombre Enmascarado, los episodios de Hazañas Bélicas y también las historias de Disney (mis preferidos fueron siempre el pato Donald y el Tío Gilito), sin olvidar los que protagonizaban aquel ya casi prehistórico TBO, pero el grupo de Carlitos y Snoopy siempre tuvo para mí algo que ninguno de todos esos poseía: humanidad, una compleja y con frecuencia atormentada humanidad. Y además condensada en cuatro o cinco viñetas, no como las elaboradas historias de Tintín o de Astérix. Se trataba de un grupo de niños y de un perro, sí, pero ¡Dios mío, cuántos problemas y complejos sufrían!

Aun siendo muchas de sus historias inverosímiles -¿cómo va a ser posible encontrar a un perro que intenta componer una novela tecleando una máquina de escribir sentado encima de su caseta?-, algunas de sus angustias e inseguridades son también las nuestras. ¿Cuántos no se habrán sentido como Carlitos, que buscaba siempre cosas que nunca conseguía? ¿Es acaso difícil entender que Schroeder ame con pasión a Beethoven y que desee convertirse en un gran pianista, practicando sin cesar en su piano de juguete? ¿No hemos soñado cualquiera de nosotros -al menos alguna vez, ¡santo cielo!- ser más de lo que parece nos corresponde? Y el egoísmo inaguantable de Lucy, ¿es raro en el mundo del que formamos parte? Muchas de las tiras de los Peanuts son, como todas las viñetas de El Roto, tratados de filosofía existencial en dibujos.

El creador de ese mundo tan imposible como real, Charles M. Schulz, nació el 26 de noviembre de 1922, publicó su primera tira de los Peanuts el 2 de octubre de 1950 y no dejó de dibujarlas hasta su muerte: falleció el 12 de febrero de 2000, y el día siguiente apareció la última, en la que, sintiendo ya al lado el final, se despedía de sus lectores. Medio siglo imaginando y dibujando historias, construyendo un mundo social poliédrico que se fue diversificando a lo largo de los años.

Está bien que después de tanto tiempo, alguien, David Michaelis, se haya esforzado por producir una biografía bien documentada y argumentada de Schulz. Más allá de introducirnos en la historia personal del creador de Carlitos y Snoopy, algo que se hace y con bastante detalle (de hecho, con demasiado), el gran interés de este Schulz, Carlitos y Snoopy. Una biografía es que muestra el origen de algunos de los personajes de Peanuts. Así, comprobamos que Carlitos es poco menos que el álter ego del niño Charles Schulz y que el primer perro que éste tuvo se llamaba Snooky. El segundo, Spike, era, como Snoopy, un poco loco y un mucho payaso. La vieja cuestión de si los creadores inventan o se nutren, depurándolas, de sus vivencias, se decanta en el caso de Schulz por la segunda posibilidad.

Para celebrar los sesenta años de vida de los Peanuts se ha publicado otro libro que los homenajea mediante el sencillo procedimiento de reproducir, en gran formato, con una magnífica calidad y organizadas cronológicamente, casi dos mil de sus tiras. Incluido en un buen estuche, el libro pesa tres kilogramos y medio (una de mis hijas -que conoce bien a su padre- lo encontró en una librería de Zúrich y no dudó en emprender la en estos tiempos no tan sencilla tarea de incluirlo en su equipaje cuando vino unos días a Madrid en avión). Pero merece la pena, créanme, cargar con semejante tocho, esforzarse en mantenerlo abierto al ir pasando sus hojas. Junto a las tiras, los seguidores de este grupo encontrarán todo tipo de detalles. ¿Sabían, por ejemplo, que al principio la camiseta de Carlitos era blanca; la clásica con la tira en forma de zigzag, que ya nunca abandonaría, llegó el 21 de diciembre de 1950? ¿Qué Schroeder recibió su primer piano en septiembre de 1951 y que reveló su amor por Beethoven enseguida, el 26 de noviembre? ¿Que Lucy, la irascible hermana de Linus, la misma que aparta, una y otra vez, el balón de rugby a Carlitos cuando éste está a punto de patearlo, apareció por primera vez con su stand de psiquiatra el 27 de marzo de 1959? ¿O que en junio de 1968, poco después del asesinato de Martin Luther King, Robert Kennedy, un gran admirador de los Peanuts, animó a Schulz a que introdujese un personaje de color: Franklin, el niño negro, hizo su aparición el 31 de julio de 1968?

Desde hace tiempo suelo decir que si existiese semejante cosa, yo querría reencarnarme en cigüeña. Pero ahora que tengo en mis manos este libro, me entran dudas. Porque me ha dado la ocasión de recordar que el 10 de marzo de 1969 -cuatro meses, por tanto, antes que los astronautas Armstrong y Aldrin alunizaran en el Mar de la Tranquilidad con el módulo lunar del Apollo 11 -Snoopy llegó a la Luna. "¡Lo conseguí! ¡Soy el primer Beagle en la Luna!", decía en la tira de aquel día un Snoopy provisto de un casco espacial, añadiendo: "He vencido a los rusos... He vencido a todo el mundo... ¡Incluso he vencido a ese estúpido gato de la casa de al lado!". Dos meses más tarde, el módulo de mando de la misión Apolo 10 fue bautizado con el nombre Charlie Brown, y el módulo lunar, todavía no tripulado, que se utilizó para descender a la Luna, se llamaba Snoopy. Sí, me parece que si hay que reencarnarse, que sea en un perro, pero no en un perro cualquiera: ¡Quiero ser Snoopy!

miércoles, 5 de junio de 2013

Es usted feliz?


- Es usted feliz? - preguntó.
- Que si soy qué? - replicó él.
Pero ella se había marchado, corriendo bajo el claro de luna.
Fahrenheit 451 de Ray Bradbury

martes, 4 de junio de 2013

Este sitio me suena...


Este sitio me suena

Escenarios convertidos en iconos de una época gracias a su aparición en portadas de vinilos (y algún cd) hoy históricos, que marcaron a una o varias generaciones. Permanecen vivas en sus memorias, y también existen en el mundo real

El planeta, especialmente Londres y Nueva York, está repleto de lugares comunes que un día dejaron de serlo por haber protagonizado la portada de un disco, más o menos mítico. Icónicas localizaciones, no obstante, de las que nadie escuchará comentario alguno en una oficina de turismo, pero que brindan una gran oportunidad para endulzar el viaje si se está de paso por la ciudad. Y si no, al menos, garantizan una historia que contar.


01 ¿Qué tiene Greenwich Village?
En la celebrada y homenajeada portada del segundo disco de Bob Dylan, Freewheeling, una sencilla fotografía en la que una pareja pasea abrazada por Nueva York bastó para pasar a la posteridad. Caminaban por la esquina de Jones Street con West 4th Street en Greenwich Village. Por aquel entonces lo que se estilaba a la hora de elaborar una portada era el esfuerzo y la dedicación. La misma joven que acompañaba a Dylan en aquel invierno de 1963, Suzie Rotolo, ha narrado en un libro de reciente publicación cómo "fue ese aire casual de espontaneidad y sensibilidad lo que hizo de esta portada un símbolo cultural. Con el tiempo, muchos artistas han homenajeado la instantánea llegando incluso a las salas de cine en una famosa escena de la película Vanilla Sky.


02 Criaturas de la noche
Sin abandonar el Village, una interesante historia de influencias y coincidencias recorre la memoria musical neoyorkina. Aunque Tom Waits nunca lo ha reconocido, se ha dado por hecho que la ilustración de Nighthawks At The Diner estaba cargada de la influencia de la archiconocida obra de Edward Hopper, Nighthawks (Criaturas nocturnas). En la portada puede verse a un Tom Waits con una mirada tan (o incluso más) perdida como la del protagonista del célebre cuadro de 1942. Aunque muchos han situado el famoso restaurante Phillies en este inspirador barrio neoyorkino, lo cierto es que la controversia sobre su ubicación aún perdura, pues todos los archivos indican que en el supuesto emplazamiento original nunca hubo un restaurante.

Algo similar ocurre con Toms dinner , uno de los sencillos más conocidos de Suzanne Vega, que también posa frente a la cámara con un café en la mesa. En esta ocasión el enclave no tiene pérdida, ya que Suzanne se inspiró en el famoso Monk's Cafe de la popular serie Seinfield, situado entre Broadway y la 112, a la hora de escribir la letra de la canción y de posar para la cámara.


03 ¿Qué fue primero, el disco o la tienda?
Aunque en la portada del sexto disco de Led Zeppelin pueden verse dos bloques de pisos de tres plantas, lo cierto es que los números 96 y 98 de St. Mark's Place, Nueva York, albergan hoy edificios de cuatro plantas y una pequeña tienda de ropa en su sótano llamada Physical Graffiti. No se sabe si fue primero el huevo o la gallina, pero sí se sabe que la fijación del ilustrador Mike Doud por decorar el disco con este bloque de edificios fue tal que tuvo que recurrir al Photoshop de 1976 para reestructurar su tamaño con tal de que cupiese en la portada. Esto sumado a una impresionante presentación le valió el Grammy a mejor portada del año. Cinco años después, un grupo llamado The Rolling Stones grabó el videoclip de Waiting On A Friend en las escaleras del mismo portal.


04 Refugio canalla para estrellas del rock
En el número 39 de Große Freiheit, Hamburgo, hubo una vez un local llamado Star Club cuyo interior tuvo el lujo de albergar actuaciones de gigantes como los Beatles, The Who, Chuck Berry o Jimi Hendrix. En 1964, uno de los primeros y más viejos rockeros aún con vida ofreció un concierto en directo que más tarde sería recogido en Jerry Lee Lewis Live at Hamburg. En su portada puede verse la hermosa fachada del lugar, que cerró en 1969 y décadas después ardió. Hoy, una bonita placa de mármol con una guitarra eléctrica recuerda algunos de los grandes nombres que visitaron este lugar entre 1962 y 1969.


05 Tradición, modernidad y satanismo
¿Qué extraño motivo llevaría a los Black Sabbath a ilustrar la portada de su primer disco con un molino que data del siglo XV? La histórica construcción, tan tétricamente reflejada con una misteriosa mujer frente a ella, se llama Mapledurham Watermill y aún hoy se mantiene en funcionamiento. En su día fue el corazón del pequeño distrito de Mapledurham, en el condado inglés de Oxfordshire. Hoy en día, satánicos intereses aparte, es un punto de interés turístico perfectamente visitable.


06 Londres 'vintage'
También en suelo británico, los hermanos Gallagher se fueron al Soho londinense para darse un paseo e inmortalizar de una manera que recuerda inevitablemente a Abbey Road (entre Camden y Westminster) su celebrado What's the story morning glory. Con Berwick Street de fondo, es posible darse un paseo por sus calles y hacerse una fotografía idéntica a la de la portada del disco de Oasis. El vintage y el aroma a old school de la zona hacen el resto.


07 Retrato del punk
Aunque se titule London Calling, no fue en la capital inglesa, sino en Nueva York, donde Paul Simonon decidió estampar su bajo Fender contra el suelo. Concretamente la fotografía fue tomada en el Palladium neoyorkino durante un concierto en 1979 y la verdad es que, intencionadamente o no, el simbolismo de la escena fue instantáneo. De clara inspiración en el álbum debut de Elvis Presley, la portada del disco de The Clash fue una de las diez seleccionadas por el Reino Unido para figurar en una colección de sellos postales dedicada a grandes portadas del rock británico. Los curiosos que deseen ver en qué estado quedó la guitarra no tienen más que desplazarse al museo del Rock and Roll Hall of Fame de Cleveland.


08 Lynyrd Skynyrd se dice así
En 1973 los integrantes de Lynyrd Skynyrd aún necesitaban explicar al mundo cómo se pronunciaba el nombre del grupo. La portada del disco (Pronounced 'L?h-'nérd 'Skin-'nérd) mostraba a los siete integrantes del grupo apoyados en un edificio a pocos metros del lugar donde Burt Reynolds y Jerry Reed cargaron un camión lleno de cerveza ilegal en la película de 1977 Smokey and the Bandit. Se trata de la Main street de Jonesboro, Georgia. Después de vender dos millones de copias del disco (y sobre todo después de Free Bird) la banda no precisó tener que aclarar más los problemas en torno a la correcta pronunciación de su nombre.


09 Palmeras y playa
Cuando Eric Clapton decidió poner en orden su vida solucionando sus problemas con las drogas, salió de su reclusión sacando un disco con nada más y nada menos que la dirección de su casa en Florida. Hoy, en el 461 Ocean Boulevard de Miami las palmeras como la que presidía la hermosa casa del artista aún son las protagonistas; un paraíso de sol, playa y hermosas fachadas con el mismo estilo arquitectónico que inspiró al cantante en 1974 a la hora de compartir con el mundo, entre otras, su interpretación de I shot the sheriff. Arquitectura muy similar a la del Hotel California que dio nombre al más famoso disco de The Eagles. No obstante, su verdadero nombre es el de Beverly Hills Hotel y está localizado en pleno Sunset Boulevard.

10 Inspiración subterránea
Tranquilo y pausado, como un viaje en metro, así es el Poem on the Underground Wall de los geniales Simon and Garfunkel, cuya inspiración brotó de una sesión de fotos realizada, precisamente, en la estación de metro de la Quinta Avenida de Nueva York. De esta sesión, en la que se tomaron cientos y cientos de instantáneas, nació la fotografía para la portada del primer disco del dúo formado por Paul Simon y and Art Garfunkel. Con su inmortal aroma a posteridad aún bien presente, resulta sencillo sumergirse en el suburbano de la Gran Manzana, dejarse llevar por la melodía e imaginar que aún estamos en 1966.

domingo, 2 de junio de 2013

Odio la psiquiatría...

Odio la psiquiatría. Amo a la gente. Gente loca, gente hermosa, gente herida, gente enferma, gente destruida, gente hecha añicos; la amo, la amo. ¿Por qué? ¿Por qué la gente pierde la diversión, el juego, la imaginación, la magia? ¿Para qué? Ajá. ¿Dinero? Eso creo. Dinero. ¿Es amor, este dinero? ¿Es belleza, este dinero? ¿Es diversión, este dinero? No lo sé.
 El tigre de Tracy – William Saroyan

sábado, 1 de junio de 2013

Fantasmas – Chuck Palahniuk


Fantasmas – Chuck Palahniuk

Cuando uno comenta un libro de alguno de sus autores favoritos, puede ocurrir que se enceguezca y caiga rendido, sin más, ante la nueva creación. Palahniuk es uno de mis escritores predilectos, pero ello no obsta para que “Fantasmas” me parezca la más floja de todas sus obras.

La novela es, en realidad, una colección de cuentos narrados a la manera del “Decamerón”: varios personajes, reunidos por circunstancias azarosas en un viejo teatro (y retenidos allí), se dedican a contar historias, más o menos autobiográficas. En realidad, todos son aspirantes a escritores convocados a una reclusión voluntaria de tres meses por el señor Whittier, un viejo extravagante y misterioso. El terrorífico giro que comenzarán a dar los acontecimientos al poco tiempo de su estancia marcará sus objetivos… y las acciones que llevarán a cabo para que se cumplan.

Como en todas las novelas de Palahniuk, el componente trasgresor es evidente, aunque su manera de expresarlo comienza a ser, después de seis libros, un tanto predecible. Quizá esto no constituya un demérito en sí, pero si le añadimos el hecho de que las historias carecen de hilazón, la novela empieza a perder puntos. Es cierto que, como en el ejemplo del “Decamerón”, o de “Los cuentos de Canterbury” (comparaciones extremas, ya lo sé), las historias no han de guardar relación entre sí obligatoriamente; sin embargo, ese recurso es utilizado de forma un tanto rebuscada, por lo que el efecto final se atenúa. La trama principal, cuyo interés es alto de por sí, se diluye entre los cuentos de los escritores en potencia.

El cínico y, en ocasiones, terrorífico sentido del humor de Palahniuk se mantiene intacto: algunas de las historias, como ‘Reflexoputa’ o ‘Publicidad encubierta’, son realmente estupendas; otras, como la que abre el libro, ‘Tripas’ (cuyas lecturas públicas en Estados Unidos llevaban a los oyentes hasta el vómito), son meramente efectistas y se nota que el autor es capaz de poner el piloto automático a la hora de escribir, de tan archisabido como tiene su propio estilo.

En suma, una novela (o casi) floja, desmadejada y, a ratos, incluso aburrida. Incluso los incondicionales de Palahniuk se verán un tanto defraudados; hay que saber evolucionar como escritor y los lectores así deben demandarlo.