martes, 28 de octubre de 2014

Empresas que hablan el lenguaje de las redes...

Empresas que hablan el lenguaje de las redes

Internet reserva una pequeña alegría a aquellos que no entienden Facebook, no consiguen entrar en Tuenti y les espanta Twitter. Las empresas (incluidas algunas grandes multinacionales y administraciones públicas) tampoco tienen ni idea. A los directivos les quita el sueño pensar en todos los clientes que pueden perder por cada minuto que tarden en entrar en las redes.

La buena noticia es que están dispuestas a pagar a alguien que les enseñe y que han nacido algunos nuevos oficios. Según Infojobs, ser community manager (el gestor de comunidades online encargado de lidiar con los medios sociales) es una profesión en auge. De 2008 a 2009, su número creció un 61%, y en lo que llevamos de 2010 ha aumentado un 63% respecto a 2009. El 0,5% de los que buscan empleo en Infojobs lo son.

La mala noticia es que los expertos no creen que tener un community sirva de nada, sino que la innovación debe estar entreverada en la cultura de la compañía. Desde el director general hasta el becario, todos deben ser “embajadores sociales” de la empresa en Internet.

Así, sí

– Caja Navarra (twitter.com/cajaNavarra). Estudiada en las escuelas de negocios de todo el mundo como modelo, lo primero que piden a sus nuevos clientes es su identidad en redes sociales, para que un equipo de gestores les ayude a operar a través de Twitter, Facebook, Skype o Messenger. Y al revés, uno tiene desde el primer minuto el nombre, los apellidos, el perfil real en Facebook y el número de móvil del que le va a manejar las cuentas. Y sin tener que ir durante años a la sucursal de enfrente para lograrlos.

– CMT (twitter.com/cmtblog). La Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones se ha esforzado por explicarse a todo el mundo a través de un blog y un Twitter donde incluso avisan de sus convocatorias públicas de empleo.

– Gabinete de la Secretaría de Estado de Comunicación (twitter.com/desdelamoncloa). Queda mucho para alcanzar a la Administración de Obama, pero su Twitter (abierto en julio de 2009) es un bonito gesto con los ciudadanos. Más de 86.000 seguidores lo agradecen.

– Dell (twitter.com/dellOutlet). Es el nirvana de las redes sociales para los directivos. Posee más de 3,5 millones de seguidores y, a través de un outlet online vía Twitter, la multinacional informática ha hecho la nada despreciable cifra de 6,5 millones de dólares.

Así, no

– Dell (buzzmachine.com/?tag=dell). La multinacional informática no siempre ganó millones mandando mensajitos de 140 caracteres. En 2005 sufrió el “Dell Hell” –una tremenda crisis de imagen que llegó a la prensa y afectó a sus ventas– cuando menospreció el enfado de un cliente, Jeff Jarvis, que resultó ser un popular blogger. Todo Internet se enteró y la empresa aprendió la lección.

– Nestlé (facebook.com/pages/Nestle/24287259392). En marzo de este año, Greenpeace denunció el uso de aceite de palma de esta empresa en sus productos. Los internautas empezaron a llenar su Facebook de críticas, y los community, en lugar de dejar pasar la crisis o responder a sus consumidores, avivaron el fuego discutiendo con ellos. La polémica se multiplicó.

– Comcast (www.youtube.com/watch?v=CvVp7b5gzqU). En 2005, la operadora norteamericana fue el hazmerreír de los internautas cuando uno de sus técnicos fue cazado por un cliente echándose una siesta en el sofá de su propia casa mientras debería estar arreglando una avería. El damnificado se vengó grabando un vídeo y subiéndolo a YouTube. Éxito inmediato.

– CNN. En octubre de 2008, alguien utiliza la página de noticias ciudadanas de la CNN (iReport.com) para extender el rumor de que Steve Jobs, alma máter de Apple, había sufrido un ataque al corazón. Resultaron dañados Apple (cuyas acciones se desplomaron) y la credibilidad de CNN, y se abrió el debate sobre el rigor del periodismo ciudadano.

lunes, 27 de octubre de 2014

Instantáneamente... 18


Sahin Kaygun, Nude, 1983
El museo Westlicht de Viena ha salvado de la dispersión la colección Internacional Polaroid: miles de obras de artistas, conocidos o no, que son la mejor prueba del tirón que tuvo y tiene la marca.

domingo, 26 de octubre de 2014

sábado, 25 de octubre de 2014

Portada que satiriza el capitalismo...


'Fortune' rechaza una portada que satiriza el capitalismo de EE UU

La revista desestima la ilustración que encargó al historietista Chris Ware por su retrato ácido de los excesos financieros

Le encargaron una portada y les ha dado un implacable retrato del capitalismo. La revista Fortune pidió al historietista Chris Ware, el celebrado autor de Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo, que ilustrara la portada de su número 500. Pero el resultado no les ha convencido. Ware ha firmado una sátira en la que muestra unos Estados Unidos dominados por las grandes empresas, que siembran el desorden social y expolian el dinero del contribuyente. Ante semejante aldabonazo al credo capitalista, la dirección de la revista que elabora la lista de las mayores empresas de EE UU ha preferido no publicar la imagen y ha elegido una más "correcta".

La composición de Ware exhibe abundantes detalles que arremeten contra los excesos financieros del capitalismo desbocado. Presiden la imagen tres grandes rascacielos con la forma del número 500 que se alzan sobre el mapa de Norteamérica. En las azoteas, varias figuras de consejeros delegados bailan y brindan con vino mientras grúas y helicópteros recogen y elevan cargamentos de dinero hacia las alturas. Abajo, se desata el caos. En el centro del mapa, una tetera en ebullición con forma de elefante alude al Partido Republicano es adorada como un tótem. A su alrededor, varias figuras parecen celebrar la escena. Siguen referencias al oráculo económico y financiero Warren Buffet (que posee una de las mayores fortunas del planeta) y al casino de acciones y bonos de la ruleta financiera , a las subprimes y a la especulación inmobiliaria en Florida. Al norte, un montón de automóviles volcados recuerda el hundimiento de la industria automovilístca.

Más al sur, pasada la alambrada de la frontera y ya en territorio mexicano, se muestra una Fábrica de exploitación (sic), con trabajadores sometidos a condiciones de trabajo extremas. Mientras tanto, un helicóptero expolia el dinero del contribuyente reunido en el Tesoro (Hacienda) de Estados Unidos, con el probable destino de rescatar a los especuladores de Wall Street tras el colapso de la economía. Más allá del océno, se otea la hacienda de Grecia, completamente vacía. Al oeste, China exporta productos a Estados Unidos que son vendidos por las voraces cadenas de distribución. En fin, Ware no deja títere con cabeza. Más de lo que ha podido digerir la corrección financiera de Fortune.

viernes, 24 de octubre de 2014

jueves, 23 de octubre de 2014

Tan valiente es el que sufre...

Tan valiente es el que sufre con constancia las penas del alma, como el que se manifiesta firme ante la metralla de una batería. Abandonarse al dolor sin resistir, matarse por substraerse a él, es abandonar el campo de batalla antes de haber luchado. 
 - Napoleón I

miércoles, 22 de octubre de 2014

Los hombres se suicidan, las mujeres lo intentan...


Los hombres se suicidan, las mujeres lo intentan

Las muertes voluntarias masculinas triplican las femeninas. La desproporción se atribuye a factores genéticos y biológicos. En 2008 hubo más fallecidos por esta causa que por el tráfico

En el mundo se suicidan cada día unas 2.700 personas y lo intentan otras 54.000. Al menos esas son las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a partir de las cifras oficiales recogidas en los cinco continentes y que no incluyen África ni algunos países asiáticos. Lo que nadie discute es que el suicidio es la primera causa de muerte violenta y que esas cifras superan a la suma de las víctimas mortales de todas las guerras y los homicidios que se producen en el planeta. Se trata de un fenómeno que aumenta año tras año y ese motivo ha llevado a la OMS a estimar que en 2020 habrá aumentado un 50% el número de personas que se quitan la vida.

En el caso de España, los últimos datos oficiales revelan que en 2008 hubo 3.457 suicidios, una cifra que por primera vez supera a los fallecidos en accidente de tráfico (3.021). Eso significa una media de nueve suicidios diarios. Llama la atención que de ese total, el 77,4% fueron hombres (2.676), frente a 781 mujeres.

El Instituto Nacional de Estadística constata que esa proporción de tres a uno es idéntica en todas las provincias y comunidades, y muy similar a la de la Unión Europea y a la de la inmensa mayoría de los países del mundo. Otra cosa es la tasa de suicidios, que en España se sitúa en 7,58 por 100.000 habitantes, muy por debajo de la media europea. Entre los 10 países con mayor índice de suicidio en el planeta, cinco son miembros de la Unión Europea (Lituania, Hungría, Eslovenia, Bélgica y Finlandia).

¿Por qué se suicidan tanto los hombres? No es una pregunta de respuesta rápida. Los especialistas llevan años conviviendo con esa realidad, pero existen pocos estudios rigurosos para responderla. "Es verdad que los hombres se suicidan tres veces más que las mujeres, en España y en Europa, pero también se sabe que las mujeres intentan quitarse la vida tres veces más que los hombres porque viven con una presión tres veces superior", explica la psiquiatra Carmen Tejedor, una de las voces más autorizadas de España para hablar del espinoso y complejo tema del suicidio. En 2005, Tejedor fue la impulsora del primer plan de prevención del suicidio que se aplicó en España. Fue en el hospital Sant Pau de Barcelona y cinco años después ha logrado reducir las muertes en un 20%.

"La gran desproporción entre hombres y mujeres suicidas se debe a factores genéticos y biológicos. La testosterona les ha convertido históricamente en cazadores, les hace más impulsivos y más resolutivos", explica Tejedor. A eso se unen factores socioculturales e incluso morales. "El suicidio masculino está visto como una cuestión de honor, lo que no ocurre con las mujeres. Su muerte se acepta menos y se tiende a pensar que si se quita la vida es porque es una mala madre. El suicidio femenino supone el reconocimiento de que la tribu no la ha protegido", razona la psiquiatra. La excepción a esa norma de tres suicidios masculinos por uno femenino es China, donde las mujeres se suicidan el doble que los varones. Tejedor lo atribuye al rol social que tiene la mujer en aquel país.

"Los varones eligen un método mucho más mortífero y resolutivo", apunta Javier Jiménez, psicólogo clínico y presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio. Los datos oficiales revelan que la mitad de los suicidas en España (1.723 de 3.457) emplearon el ahorcamiento o la estrangulación. De ellos 1.426 fueron hombres y 247 mujeres. El segundo método más empleado fue saltar al vacío desde un lugar elevado (705 casos) y con armas de fuego se quitaron la vida 194, de las que 186 fueron hombres.

"Que no se diga que ellas mueren menos porque solo quieren llamar la atención. No es verdad. Se quieren suicidar, pero no lo logran", dice el psicólogo Jiménez. Más contundente se muestra su colega. "Una persona no se juega la vida en el intento solo por notoriedad. Esa explicación del finalismo histérico para explicar el suicidio es no entender nada. Hablar de teatro en esos casos me parece, cuando menos, sádico, porque lo que es en realidad es una ruleta rusa", asegura Tejedor.

Esta psiquiatra ha tratado a centenares de personas con tendencias suicidas durante su carrera profesional y también ha asistido al entierro de muchos de ellos. "Son personas profundamente desgraciadas porque su único pensamiento esencial es la muerte. Las ganas que tienen de morirse son inversamente proporcionales a la felicidad que sienten". Por eso, añade, cuando esos pacientes acuden a su consulta y los encuentra animados, Tejedor constata que tienen muchas ganas de seguir viviendo.

Otra forma de suicidio en ambos sexos es el envenenamiento autointencionado por medicamentos o drogas (217 en el caso de los hombres y 137 en las mujeres). "Los fármacos son un gran avance para la humanidad, pero pueden resultar mortíferos mezclados con unos cubatas. Los venenos caseros están más al alcance de las mujeres", razona Tejedor.

"El suicidio es una pérdida inútil. Es el reconocimiento del fracaso de toda la sociedad, del sistema médico, laboral, del entorno familiar. Da mucha vergüenza hablar de él porque siempre queda la sensación de que se podía haber hecho algo más para evitarlo", explica Miquel Orós, un médico forense con 25 años de experiencia que durante más de una década formó parte de un grupo de facultativos del hospital de Bellvitge dedicado al estudio bioquímico de las patologías cerebrales. Ha tratado a centenares de pacientes y sostiene que la principal causa que lleva al suicidio es la depresión, la soledad y la falta de comunicación en la que están sumidas miles de personas.

"Suicidarse no es fácil. Para quitarse la vida hay que tener una gran capacidad de razonamiento", asegura Miquel Orós. La doctora Carmen Tejedor también transmite un respeto por esas personas, muy alejado del tópico social, que los considera cobardes. "Los suicidas son personas tremendamente desgraciadas y el suicido es la muerte más desoladora que existe, muchísimo más que un cáncer terminal", concluye.

En el caso de los hombres, añade Orós, la alta proporción de suicidios también tiene que ver con que son más introvertidos. "A nosotros nos cuesta mucho comunicarnos. Muy pocos hombres admiten que se encuentran mal y que necesitan ayuda". En este sentido, Jiménez recuerda que más del 90% de sus pacientes son mujeres. "Cuando sufren una depresión ellas son más conscientes y no ven al psicólogo o al psiquiatra como un extraño. Los problemas hay que descargarlos de manera constructiva. Si no, explotan y las consecuencias pueden ser tremendas".

El tema del suicidio sigue yendo aparejado todavía a prejuicios sociales, éticos y morales. Es un tema del que no se habla con normalidad y provoca mucho pudor, hasta el punto que algunas religiones aún lo consideran pecado. En España, por ejemplo, hasta 1983 la Iglesia católica privó del rito funerario y de la sepultura eclesiástica a los suicidas, que tenían un enterramiento diferenciado. "¿Por qué causa tanto rechazo el tema del suicidio?", se pregunta Tejedor. "Porque es un fenómeno desconocido. Se trata de un acto voluntario en el que siempre se tiende a buscar un culpable: el jefe de France Télécom, la familia, la mujer, el marido, los hijos que les han abandonado. Siempre se hace un juicio paralelo y se acaba escondiendo esa muerte". "No hay nada peor para un padre que el suicidio de un hijo", explica Orós, quien no puede dejar de evocar el caso de una paciente que se acabó quitando la vida después de tres años de tratamiento. El desencadenante fue la absolución de su vecino, denunciado por violación. "Es un claro ejemplo del fracaso de todo el sistema", añade. "Por eso se rehúye siempre el tema", dice.

Uno de cada cuatro suicidios que se producen en el mundo lo protagonizan menores de 25 años. "Me cuesta mucho más entender que un chaval de 15 años se quite la vida por un desengaño amoroso que no un anciano que vive solo", explica Jiménez, aunque la doctora Tejedor recuerda que "las tormentas emocionales en la adolescencia son mucho peores que las de la vejez porque, además, existe mayor consumo de sustancias tóxicas". Lo que rechaza de plano la psiquiatra es ese manto de silencio de los medios con el tema. "Nadie se cree eso del efecto llamada. Decir que no se habla para no provocar más víctimas no tiene sentido", asegura.

La tasa de suicidios se va incrementando con la edad. En los hombres de entre 15 a 19 años es de 2,55 por cada 100.000 habitantes; de 20 a 24 años asciende a 7,8 y entre los 90 y los 94 años, la tasa es superior a 47 muertes. Lo que sí es común en ambos sexos es que la mayor proporción tienen entre 40 y 45 años. ¿Por qué? Javier Jiménez afirma que "no se puede generalizar, no existe una única razón. Es un simplismo decir que el hombre se suicida porque ella es una víbora que le ha dejado sin piso y sin ver a los niños. Igual que decir que la mujer se quita la vida porque él la maltrata. Nunca existe un único motivo". Lo decisivo, en su opinión, es el carácter, la actitud ante la vida y, sobre todo, el entorno. "Si te quedas en paro, pero tienes un colchón profesional, amigos y familia, no te matas".

Las cinco causas

Cinco son las causas que pueden empujar a una persona al suicidio, explica la psiquiatra Carmen Tejedor. La más frecuente es sufrir un trastorno mental por depresión, esquizofrenia o adicción a las drogas. Le sigue el tener pensamientos suicidas o haberlo intentado, y el tercer motivo es padecer una enfermedad dolorosa o crónica.

Sufrir las consecuencias de un acontecimiento personal duro de digerir, como la muerte de una familiar o la ruptura matrimonial, también llevan al suicidio. Finalmente, el aislamiento social y la falta de arraigo es otra causa desencadenante. "Y eso puede estar motivado por ser inmigrante, o gay, o anciano que vive en una sexta planta sin ascensor", explica Tejedor, que se muestra escéptica con las estadísticas oficiales. "Creérselas forma parte de la ingenuidad humana". Y se explica. "Si en Madrid hay muy pocos suicidas es porque no los registran, pero, por ejemplo, en Palencia, que son tres y el de la gorra, no se pueden esconder".

Efectivamente, para el Instituto Nacional de Estadística (INE) solo constan 178 suicidios en 2008 en la Comunidad de Madrid, por detrás de Galicia o Canarias, con mucha menos población. La lista la lidera Andalucía, con 813 suicidas, seguida de Cataluña, con 424.

Todo eso plantea la cuestión polémica del suicidio encubierto y de la tendencia de los poderes públicos a ocultarlo. El psicólogo Javier Jiménez afirma que "hay muchos suicidios que pasan por accidentes". Como ocurre en todos los ámbitos, depende de cómo y quién contabilice. Para el INE, por ejemplo, en Extremadura hubo 78 suicidios en 2008. Segun el Instituto de Medicina Legal de aquella comunidad fueron 96.

Perfil del suicida en España

- Hombre y español. El 77,4% de las personas que se quitan la vida (2.676) son de sexo masculino y el 80% del total son de nacionalidad española. Los suicidas extranjeros en 2008 fueron 291.

- Entre 35 y 55 años. En esa amplia franja de edad se concentra más de la tercera parte de los suicidas (1.233), tanto en hombres como en mujeres. El subgrupo más numeroso oscila entre los 40 y los 45 años (341 personas).

- A más edad, más tasa. La tasa de suicidios por 100.000 habitantes entre los varones aumenta con la edad, cosa que no ocurre con las mujeres. Entre los 25 y los 29 años es de 9,1, de los 65 y los 69 se sitúa en 18,4 y entre los 90 y los 94 años la tasa es de 47,6.

- Estrangulado o ahorcado. Es, con mucha diferencia, el método más empleado por el conjunto de los suicidas (1.723). Le sigue el salto al vacío desde un lugar elevado (705). Las mujeres optan más por esta segunda forma (254), frente a la primera (247), así el como el envenenamiento con cualquier sustancia (137).

- Disparo con armas de fuego. Es una forma de suicidio abrumadoramente masculina. La emplearon 186 hombres frente a solo ocho mujeres.

lunes, 20 de octubre de 2014

No puedo escuchar mucho a Wagner...

No puedo escuchar mucho a Wagner porque enseguida me entran ganas de invadir Polonia 
 - Woody Allen(Manhattan murder mystery, 1993)

domingo, 19 de octubre de 2014

Futuro pluscuamperfecto...


Futuro pluscuamperfecto

¿Cómo imaginaban hace 50, 60, 100 años que íbamos a vivir en 2000, 2010, 2011? Volando, comiendo píldoras, de vacaciones en Marte. El paleofuturo es un curioso ejercicio de revisión que se ha puesto de moda.

Quién de ustedes –si tiene cierta edad– de pequeño no creía que de mayor se desplazaría por los aires con una mochila reactor, se saciaría con píldoras de chuletón concentrado, veranearía en la Luna, viviría en ciudades jardín con aceras deslizantes y tendría un mayordomo robot que haría todo en casa?

Cuesta creerlo, pero esas expectativas que hoy suenan fantásticas fueron moneda corriente a lo largo del siglo pasado. Nos las inculcaban la divulgación científica, las series de televisión, las ilustraciones de la revista Life, las películas de ciencia ficción, los anuncios publicitarios, los planes de colonización espacial de la NASA y los pronósticos de los expertos más eminentes.

Durante décadas nos bombardearon con pistolas de rayos láser que reemplazarían a las armas de fuego, automóviles que se conducirían solos, naves espaciales que surcarían el Sistema Solar en un suspiro, aviones supersónicos que unirían Europa y Nueva York en tres horas y media. La curación del cáncer estaba garantizada, al igual que una longevidad de Matusalén para todos. Y los bebés, por supuesto, vendrían diseñados de antemano conforme al deseo de sus padres.

¿Quién se acuerda hoy del porvenir radiante que auguraba Nuestro amigo el átomo, el cortometraje encargado por el Gobierno estadounidense a la Factoría Disney para convencer a los niños de que “el átomo es nuestro futuro”, pues nos daría una energía barata, limpia e inagotable?

En resumidas cuentas, los mañanas prometedores nunca llegaron y cayeron silenciosamente en el olvido. Allí permanecieron hibernando durante años, hasta que el paleofuturismo se fijó el cometido de rescatarlos de las hemerotecas y filmotecas.

El término ‘paleofuturismo’ lo acuñó el estadounidense Matt Novak, editor de la revista electrónica Paleo-future. La inspiración la recibió de una visita a Epcot, el centro consagrado a la innovación puntera en Orlando (EE UU): “Era un niño y sin embargo tuve la sensación de que esas visiones del mañana estaban obsoletas”. La impresión le llevó a hacer de su blog un museo virtual de futuros con olor a naftalina.

Novak no es el primero en fascinarse con la arqueología de los futuros que no se concretaron. Desde hace tiempo se acumulan estudios dedicados a las utopías modernas y las ferias universales, volcadas en escenificar las maravillas que encerraba el porvenir. Por su lado, la corriente estética del retrofuturismo desató en el cine, la historieta y la arquitectura un furor por las descripciones de los futuros caducos y su tecnología arcaica. Pero la repercusión mediática del blog de Novak indica que el interés por la futurología fallida ha trascendido el mundillo de los especialistas y ha desatado la devoción por reliquias entrañables como las prendas metalizadas al estilo astronauta, helicópteros familiares, cirujanos robot, hoteles espaciales, ciudades dentro de cúpulas, hogares controlados por botones, estadios de fútbol con gravedad cero y prodigios del estilo.

¿Cómo no enternecerse ante el aire rematadamente doméstico de muchas de esas previsiones? Un ejemplo: el vídeo de 1967 de la compañía Philco sobre la cocina de 1999. Frente a una consola, el ama de casa consulta por videoconferencia con su marido y su hijo los menús sugeridos por la cocina robot, y su contenido calórico. Acto seguido, pulsa varios botones en un gran horno microondas, y cuando padre, madre y niño se sientan a la mesa, del aparato salen tres bandejas con sendas raciones calientes.

El paleofuturismo es una forma de moda retro. Ya se sabe: en la moda, el pasado siempre retorna. Pero los futuros pasados regresan solo como moda; en los demás aspectos brillan por su ausencia: los helicópteros privados son prohibitivos, la cirugía sigue a cargo de médicos de carne y hueso, los turistas espaciales se cuentan con los dedos, el robot doméstico más versátil es la Thermomix y no sirve de ayuda con la colada, el cáncer dista de haber sido vencido, y ni el GPS nos libra de atender el volante si no queremos estrellarnos.

En ocasiones, las predicciones dieron en la diana: el sueño de 1967 de “hacer la compra con la punta de los dedos” se materializó en el comercio electrónico. Pero en muchos campos hicieron gala de una extraordinaria miopía. Aferradas a la idea de que los ordenadores seguirían siendo armatostes atendidos por equipos en batas blancas, no anticiparon el PC. Tampoco tuvieron el menor atisbo de Internet o de la miniaturización de componentes (los futuros pasados padecían un gigantismo galopante: todo –los edificios, las máquinas, las autopistas, los satélites– debía tener dimensiones enormes).

tampoco acertaron en lo social. Desbordaban de fantasía tecnológica, pero en los restantes aspectos no se apartaban de la pauta dominante. Ninguna vislumbró, por ejemplo, nada semejante al matrimonio gay. Los paleofuturos se centraban exclusivamente en la familia heterosexual de raza blanca (padre y madre, dos hijos, perro y vehículo propio, para más señas), y sin salirse de los roles tradicionales: podían pergeñar los más sofisticados autómatas hogareños, pero siempre al servicio de una mujer encargada de los hijos.

Por fortuna, tampoco se cumplieron las perspectivas más tenebrosas, que las había y en cantidad. Las computadoras no se han adueñado del mundo. Los robots no han enloquecido. Los científicos locos no han aprendido a fabricar ejércitos de clones esclavos. La explosión demográfica no ha desatado hambrunas. El apocalipsis nuclear no se produjo, ni, en consecuencia, el mundo se ha visto asolado por mutantes caníbales.

La imaginación futurista erró en lo bueno y en lo malo. ¿Por qué tanta ceguera? Los obstáculos técnicos imprevistos tuvieron mucho que ver. La energía nuclear no está exenta de riesgos, como probó trágicamente Chernóbil, ni resultó tan barata como aseguraban y trajo el problema de los residuos radiactivos. Los robots más sofisticados son aún demasiado patosos para hacer de mucamos. Y la automatización del tráfico ha planteado a la ingeniería un reto todavía insuperable.

Por motivos similares se incumplieron las promesas de la era espacial. En 1969, la NASA, eufórica por el éxito de la carrera lunar, auguró que en 1985 pondría un astronauta en la superficie de Marte, y en 1989, 48 hombres vivirían en el planeta rojo y otros 24 en órbita. La realidad es que apenas ha podido llevar a esos parajes algunos vehículos robots de escasa autonomía. De los escollos con los que chocaron los pronósticos dan una muestra las vicisitudes de las estaciones orbitales. Las calamidades sufridas por la base rusa Mir y los retrasos en la construcción de la Estación Espacial Internacional desnudan la fragilidad de los planes de expansión cósmica.

El factor económico también desempeñó un papel. Los aviones supersónicos resultaron poco rentables, a juzgar por la experiencia del Concorde. Otros previsiones eran puras fantasías sin sustento: las mochilas reactor, por ejemplo, no podrían llevar combustible más que para 40 segundos de vuelo.

Tampoco previeron el rechazo social a ciertas innovaciones. La industria química fantaseaba con que los productos sintéticos proveerían la materia prima del mañana. Los materiales naturales tendrían los días contados: la formica sustituiría a la madera; el vinilo, al mármol; el nailon, al algodón, y plásticos especiales reemplazarían al acero y al vidrio. Nadie pensó que las fibras sintéticas caerían en desgracia, tornándose en paradigma de lo superficial y falso. “A comienzos de los ochenta despegó el movimiento de regreso a la naturaleza y la indumentaria de origen químico pasó completamente de moda”, explica Susannah Handley, autora de Nailon, una historia de las fibras sintéticas. “Las fábricas de tejidos de poliéster cerraron sus puertas una tras otra, salvo las que se reciclaron para producir filtros de cigarrillos, botellas de gaseosas o sacos de dormir”. Para esquivar la mala fama del nailon, los fabricantes cambiaron el nombre por el de poliamida.

Con la alimentación ocurrió otro tanto. Según los pronósticos, a estas alturas nuestros almuerzos se resolverían con un cóctel de píldoras alimenticias. Sin embargo, “la contracultura la tomó contra los alimentos procesados al declararlos el símbolo de todo lo malo de la civilización industrial”, dice el ensayista estadounidense Michael Pollan, un conocido defensor de la comida saludable. “Como antídoto contra la comida de plástico aportada por la agroindustria, promovió los alimentos orgánicos. De la noche a la mañana, la comida en píldoras pasó de ser un símbolo de progreso a emblema de la reacción”.

A fin de cuentas, era la confianza casi mágica en los poderes de la ciencia y la técnica lo que alimentaba el ingenuo optimismo que rezuman esos cuadros. Pero, al tratarse de anticipaciones producidas por los medios de comunicación para públicos masivos, se adaptaban a los valores y prejuicios dominantes. Además, tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos monopolizó la imaginación futurista y se volvió la “patria del mañana”, un mañana reducido a versiones idílicas y automatizadas del American way of life.

“Las imágenes de futuro son reflejo de la época en que se crearon”, expresa Novak. “Los años cincuenta son considerados la edad dorada del futurismo americano. En esa década, las ideas tecnoutópicas a veces parecían reconciliar un futuro de plástico brillante con las ideas más tradicionales de glamour y sueño americano”.

Que la mezcla cuajó lo evidencia su difusión por el mundo occidental, que aceptó ese imaginario como suyo. En España, junto con el Pato Donald, Elvis y las Selecciones del Reader’s Digest, incorporamos a nuestra cultura las tostadoras láser, los cruceros atómicos y las colonias espaciales. Esta dependencia tiene su explicación: “En Europa, el debilitamiento de la imaginación futurista y del pensamiento utópico creó un vacío que fue colmado por las fantasías generadas por las marcas comerciales y las industrias culturales de origen estadounidense”, observa Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía de la Universidad del País Vasco.

Del envejecimiento precoz de los futuros de antaño ha quedado registro en el cine de ciencia ficción. En La guerra de las galaxias (1977), las espacionaves –un icono futurista donde los haya– pierden su aspecto bruñido e inmaculado para semejarse a viejas y cochambrosas instalaciones industriales. Blade runner (1982), el clásico del retrofuturismo, conjuga un escenario oxidado con las trincheras, hombreras y esmóquines de los años cuarenta.

La televisión no tardó en lanzarse a explorar las antiguallas del porvenir. Quizá la obra más representativa del talante irónico que impregna al paleofuturismo sea Futurama, la obra de animación ideada por Matt Groening. La desternillante creación del autor de Los Simpsons ofrece la réplica mordaz al futuro consumista y optimista de la serie infantil de los sesenta Los Supersónicos. En lugar de una familia bien integrada, tenemos una pandilla de vagos y frikis –algunos de ellos mutantes o robots– que se las apaña para sobrevivir en el siglo XXXI entre continuos fallos tecnológicos.

El marchitamiento de las ilusiones futuristas es resultado de la evolución histórica, explican los analistas. “En los años cincuenta phttp://www.blogger.com/img/blank.gifrimaba la sorpresa ante la novedad de la energía nuclear y la electrónica de consumo”, comenta Vivian Sobchack, profesora de estudios fílmicos en la Universidad de California. “En los ochenta perdieron su carácter estimulante. Era la hora de las reconversiones de industrias obsoletas y la decadencia de muchas ciudades americanas. A partir de los noventa surge la nostalgia por las expectativas familiares y cándidas de ayer”.

Tal vez haya que resignarse al desfase entre lo imaginado y lo que finalmente se hace presente. El mañana es un horizonte temporal, y el horizonte, dice el diccionario, es una línea imaginaria que se aleja a medida que nos acercamos a ella. No deberíamos afligirnos por esto, advierte Innerarity: “¿Cómo sería una sociedad sin un archivo semejante, un mundo en el que se ha llevado a cabo todo lo que se soñó? Sería una sociedad terrible, sin capacidad innovadora”.

viernes, 17 de octubre de 2014

A las cuatro de la mañana...

A las cuatro de la mañana nunca se sabe si es demasiado tarde o demasiado temprano.
 - Woody Allen

jueves, 16 de octubre de 2014

Las grandes ciudades se suben a la bicicleta...


Las grandes ciudades se suben a la bicicleta

Más de 100 ciudades españolas tienen ya servicios públicos de préstamo - Falta conciliar su tránsito con el de los coches y con los peatones - Tráfico prevé declarar este transporte "preferente"

Manuel, de 31 años, ciclista habitual en una gran ciudad española, teme por su integridad cada vez que se echa a la calzada, sorteando coches, autobuses y socavones. A Carmen, que camina hasta su trabajo cada día, le indigna que vaya a cruzar una calle y un ciclista casi la arrolle porque no respeta el semáforo. Y Carlos, desde su coche, ve con simpatía las dos ruedas pero reconoce que acaban siendo una molestia y un peligro cuando circulan por la calzada. La cohabitación no está siendo fácil, pero aun así la bicicleta se abre paso en las grandes urbes a un ritmo imparable.

Es sostenible, humaniza las ciudades, combate el sedentarismo, suele ser divertido y, por si fuera poco, proporciona una grata sensación de libertad, argumentan sus defensores más fieles. Hasta no hace mucho había una decena de urbes españolas con sistemas de préstamo público de bicis, hoy cuentan con él más de 100 municipios. El avance es notable pese a que pocas ciudades están bien adaptadas para las dos ruedas. Casi 35 millones de españoles -9 de cada 10- saben montar en bici, 21 millones aseguran que disponen de una para uso personal, 15,5 confiesan que son usuarios con alguna frecuencia y 2,5 millones son habituales, casi a diario, de este medio de transporte. Lo dice el barómetro anual de la bicicleta en España, de julio de 2010, elaborado por la consultora Gesop. Y en cuanto a su perfil, los que más la utilizan son, según las encuestas, las personas con mayor nivel de estudios. También los extranjeros que residen en España.

Pero está lejos todavía de países como Holanda, Dinamarca o Francia, donde el uso de la bici está asumido. Además, a lo largo y ancho de la geografía española las situaciones son muy diversas. En Barcelona, el 2% de los desplazamientos que se hacen a diario se realizan en bicicleta. En San Sebastián son casi el 3%, al igual que en Zaragoza o Vitoria. Sevilla está a la cabeza de todas ellas, con más del 6% de los desplazamientos, mientras otras capitales como Madrid apenas tienen una cuota del 0,3%. En Valencia, donde el servicio de préstamo de bicis lleva solo unos meses, todavía no hay datos.

Y mientras estas ciudades no pasan de un dígito, en el centro de Amsterdam, por ejemplo, casi el 50% de los desplazamientos se hacen en bici, subrayan los activistas de este medio de transporte. Es un medio de futuro, pero falta convicción, opinan.

"Su despegue tiene mucho que ver con el movimiento medioambiental, pero también con la necesidad de hacer ejercicio físico, de sentirse bien", subraya Manuel Martín, portavoz de Conbici, coordinadora estatal a la que pertenecen 53 asociaciones de toda España. "Te lleva de puerta a puerta y es perfecta para los desplazamientos de entre siete y 10 kilómetros de distancia. Además, engancha", apostilla. A partir de esas distancias pierde competitividad frente al coche, salvo que haya una política de apoyo a la intermodalidad y la bici se pueda subir al metro o al tren.

Para Conbici, Sevilla es un ejemplo paradigmático por lo deprisa que se ha adaptado a los dos pedales. En tres años, los desplazamientos en bicicleta han pasado del 0,5% al 6,6% gracias a una red principal de carriles específicos de 80 kilómetros y a una ordenanza municipal comprometida. "Si hay voluntad política se puede hacer. Ni siquiera hace falta gran presupuesto", comenta José Antonio Salido, miembro del equipo de la primera Tenencia de Alcaldía de Sevilla, en manos de IU que gobierna esta ciudad en coalición con el PSOE. La red principal -los carriles bici están protegidos de los coches o bien son de uso compartido de bicis y peatones- ha costado 18 millones de euros. Las bicicletas pueden circular por todos lados menos por el monumental casco antiguo sevillano, donde en lugares como la calle Sierpes, los ciclistas se bajan del sillín y deben hacer el recorrido a pie.

Para que la integración de la bici en una gran ciudad sea exitosa, sentencia Salido, "es imprescindible poner primero la infraestructura de carriles porque si no es difícil que sobrevivan al tráfico diario". En reconocimiento a su experiencia, la capital andaluza ha sido sede este año del congreso mundial Velocity. "El objetivo es que en 2015 el porcentaje de desplazamientos en bici roce el 15% del total", propone Salido.

Otros espejos en los que mirarse son Barcelona o San Sebastián. Madrid, por el contrario, es la gran ausente en este nuevo mapa. En la capital estaba previsto un servicio de préstamo municipal de bicis, pero el proyecto se ha parado. "Mi impresión es que la clase política no cree en la bicicleta", interpreta Juan Merallo, activista de la asociación cicloturista madrileña Pedalibre y especialista en movilidad. Para los ciclistas la red de carriles bici de Madrid -unos 200 kilómetros, calcula Merallo- es inconexa, sobre todo por el centro de la capital. "Somos una isla, ya no en España sino en Europa", opina este miembro de Pedalibre.

No hay fórmulas mágicas para hacer compatible la circulación de coches, autobuses y bicis. Cada ciudad hace lo que puede. Sí es necesario, sin embargo, tomar una serie de medidas para facilitar la convivencia de todos. Un gran número de capitales, si no la mayoría, igual usan la calzada que las aceras para la circulación de las bicis. "Quien viaje a Amsterdam, capital ciclista por excelencia, verá que se comparten aceras y calzadas, depende del lugar", explica Martín. En unos casos los carriles bici están separados del resto del tráfico por un bordillo, en otros solo por una línea pintada en el suelo. También hay Ayuntamientos que prefieren desviar el tráfico de bicicletas por calles secundarias, donde la velocidad se limita a los 30 kilómetros por hora. En París o en Bruselas, la bici comparte el carril con autobuses... Sea cual sea la solución, estos vehículos no motorizados no transitarán con seguridad mientras no se pacifique el tráfico y se quiten coches de avenidas y rondas urbanas.

"Lo que los usuarios de la bici pedimos a las autoridades es continuidad en los carriles bici y seguridad", reclama el portavoz de Conbici. La sensación de peligro de un ciclista avezado es menor que la de un principiante porque minimiza los obstáculos con que se topa. Tiene menos miedo. Sí es un peligro para los adictos a las dos ruedas la diferencia de velocidades a la que circulan coches y bicis: si un coche va a 50 kilómetros por hora, la bici lo hace a 15 o 20 y en las intersecciones de calles este desfase puede ser fatal para el ciclista. La apertura de puertas de los coches sin mirar o los adelantamientos también son un riesgo. Otra pega que los ciclistas encuentran en las normas vigentes es que la bici es tratada igual que el resto de vehículos, cuando no es lo mismo. Se quejan de que las multas son iguales a las impuestas a coches, camiones o motos, por eso quieren que sus faltas se consideran leves, que no pasen de los 90 euros.

Y si en las calles buscan hacerse un hueco, en el Reglamento General de Circulación, también. La Dirección General de Tráfico está revisando este código y negocia un capítulo exclusivo dedicado a la bicicleta. La DGT lo anunció hace solo unos días en unas jornadas sobre movilidad celebradas en Córdoba. El reglamento se modificará este mismo año, con el objetivo de que la bici pase de medio de transporte "alternativo" a "preferente" en las ciudades. Las bicis podrán circular por las aceras de más de tres metros de ancho, por el centro de la calzada -como piden los lobbies ciclistas- y se incentivarán las calles con velocidades máximas de 30 kilómetros por hora, lo que facilitará el tránsito de los ciclistas. Hasta ahora, las bicicletas estaban "marginadas", ya que debían circular obligatoriamente por la derecha, reconoció el subdirector de Normativa de Tráfico, Ramón Ledesma. La reforma deja abierta la posibilidad de que los Ayuntamientos permitan la circulación de las bicicletas en el sentido contrario a la marcha del resto de los vehículos, algo que ahora está prohibido. Ayuntamientos como los de Valencia que, por ejemplo, prohíben el tránsito por las aceras ya han anunciado que una vez se reforme el reglamento se adaptarán a las nuevas normas. "El uso de la bicicleta es bueno para la movilidad y para reducir la contaminación", asumió Ledesma en pleno debate en España sobre cómo contener las emisiones nocivas en las urbes más congestionadas por el tráfico rodado.

"Queremos que se tenga en cuenta la idiosincrasia de este medio de transporte, ya que en estos momentos es un vehículo más", pide la coordinadora Conbici. Los ciclistas quieren circular por el centro del carril y no verse arrinconados a la derecha del vial, donde se pegan con bordillos, socavones y otras irregularidades del pavimento. Quieren que se generalice la restricción de velocidad a 30 kilómetros hora en calles secundarias. "Sabemos que es difícil en la Castellana, en Madrid, pero no en vías secundarias cercanas", añade. Muchos Ayuntamientos no ven con simpatía estas cesiones y recelan de que los ciclistas compartan calzada con los autobuses por temor a retrasos en el servicio y a las quejas de los usuarios.

"Queda mucha pedagogía por hacer", reconoce Merallo, preocupado como el resto de asociaciones por desterrar la mala imagen del ciclista. En la calzada, los coches ven las bicis como un estorbo y en las aceras, los peatones igual. En este sentido, no les ha gustado nada, por ejemplo, algunas campañas televisivas de Tráfico donde se da por sentado que los niños solo pueden ir al cole en coche. "Londres ha hecho mucho en este sentido; en las campañas publicitarias, por ejemplo, usar la bici es de personas responsables. El alcalde da ejemplo y la usa", cuenta Merallo.

En México, otro lugar al que ha llegado el servicio de préstamo de bicis, los concejales se echan a la calle de vez en cuando a pedalear. En España, los movimientos pro bici, que han funcionado hasta ahora a golpe de voluntarismo, se han aliado con artistas como Cristina Rosenvinge o Belén Moneo, usuarias habituales de la bicicleta, para hacerla más popular. Otro de sus retos -tienen una campaña diseñada para ello- es conseguir en 2015 un millón más de ciclistas por las calles. Se verá.

Sostenibles y rentables

A pesar de las dificultades, pocos discuten que el ciclismo urbano está en auge. Si Londres ha apostado decididamente por este medio de transporte y acaba de estrenar unos supercarriles bidireccionales pintados de un intenso azul, y París se ha adaptado en poco tiempo a este medio de transporte, España, por su clima y su orografía, tiene unas condiciones de partida envidiables.

"En Barcelona hay el doble de viajes en bici que antes de implantar el Bicing", explica Alberto Cáceres, director general adjunto de Clear Channel en España, la multinacional que gestiona el servicio de préstamo en la capital catalana y en Zaragoza. En esta ciudad ruedan 1.000 bicis y se han instalado 100 estaciones. El Bicing abrió en Barcelona en 2007 y hoy dispone de 6.000 bicicletas y 419 estaciones. El ritmo actual es de 2.800 altas de media mensual. "Cada mes", añade Cáceres, "estas bicicletas recorren más de dos millones de kilómetros", Por el modelo de Bicing se han interesado ciudades como Buenos Aires, Sydney, Washington, Nueva York, Berlín o Tokio, presume esta multinacional especializada en publicidad y servicios ciudadanos.

JCDecaux, la otra gran compañía del sector, es responsable de los servicios de préstamo en capitales como Córdoba, Gijón, Sevilla, Santander y Valencia. "Por España circulan ya 5.000 bicicletas de JCDecaux, con 438.156 abonados y más de 17 millones de usos hasta ahora", señala un portavoz.

En ambos casos, el sistema funciona mediante un sistema de abono, diario o semanal, que funciona a todas horas. Esta multinacional prevé que la demanda crezca: "Lógicamente durante la crisis los ciudadanos usan más los transportes públicos, por lo que el uso de la bicicleta pública aumentará, ya que es barato y limpio". Responsable del servicio Vélib, en París -con 20.600 bicicletas y 1.451 estaciones-, destaca el ahorro en las emisiones de dióxido de carbono que supone el uso de la bici.

miércoles, 15 de octubre de 2014

lunes, 13 de octubre de 2014

Me senté y lloré...


Me senté y lloré

Me preguntaron si era fácil distinguir entre una buena novela y una que no lo era, y dije que bastaba con examinar cuáles eran sus relaciones con las altas ventanas de la poesía. Precisé que hablaba de sutiles conexiones con la poesía y en ningún caso de lo antagónico: novelas escritas por poetas a base de prosa poética, algo absolutamente a evitar cuando se trata de una novela.

"Querido Friedrich, el mundo todavía es falso, cruel y bello...", escribe Charles Simic, escritor yugoslavo de Nueva York que enlaza con originalidad el surrealismo, la metafísica y los mitos primitivos. Para él, la imaginación no es un alejamiento de la realidad, sino la llave idónea para acceder al mapa de estrellas de nuestras paredes interiores.

Hablé ese día de la filosofía poética de Simic y de la necesidad de que la novela no pierda las sutiles conexiones con la alta poesía. Y, muy poco después, sentí deseos de convertirme allí mismo en el título de una novela de Elizabeth Smart, En Grand Central Station me senté y lloré. Siempre quise ser o escenificar ese título, y aquélla era toda una oportunidad para hacerlo, pues a fin de cuentas me encontraba en Nueva York y estaba justo en aquel momento en Park Avenue, a dos pasos de Grand Central Station.

Me dije que, aparte del título, aquel libro de Elizabeth Smart (novela autobiográfica que narra la pasión de la autora por el poeta George Barker, un hombre casado del que se enamoró incluso antes de conocerlo: libro de una bella intensidad, extrema y rara) fue siempre una obra maestra gracias a su capacidad de diálogo con la tradición poética y a su elegante inspiración surrealista. De hecho, aquel mismo libro era un perfecto ejemplo de novela en comunicación con el gran espectro poético. Y es más, tenía el encanto de haber sido pionero en un procedimiento que aprecio y que consiste en convertir el texto en una máquina de citas literarias que ayudan a crear sentidos diferentes.

Me acuerdo muy bien de cómo era, aquel día, la novela de mi vida. Parecía que el surrealismo de Simic estuviera por todas partes, porque vi en el pasillo de entrada al gran vestíbulo de la estación a un negro con la cabeza rapada, sin zapatos, poniendo a un limpiabotas y a Dios por testigos. ¿Por testigos de qué? Tras contestar a cómo se distinguía entre una buena novela y una que no lo era, empezó a cumplirse uno de mis más antiguos deseos cuando, al adentrarme en el gran vestíbulo, avancé hipnotizado hacia el célebre reloj de cuatro caras, y fui pasando repentina revista a lo que habían sido las ventanas ciegas de mi vida: iba como hechizado y como si tuviera luz para descifrar el mapa de las estrellas en los futuros interiores de las novelas. Y así fui avanzando y buscando un lugar solitario, hasta que lo hallé y, contemplando en una de las ventanas altas los movimientos del sol como quien mira el de las hormigas, pensé en un poema de Simic que habla de una azotea y de un agujero en unas medias negras y de una bella muchacha de Nueva York de la que estaban todos enamorados, y entonces sí, entonces, tal como venía previendo, como si uno pudiera ser el título de una novela dentro de una poesía secreta, casi desmoronándome, dando bandazos con mi suerte más ciega, en Grand Central Station me senté y lloré.

viernes, 10 de octubre de 2014

El Señor de los 'Moscas'...


El Señor de los 'Moscas'

Me senté entre el polvo al borde de la pista del olvidado aeródromo para soñar con los viejos pilotos. Los hombres que se alzaron desde aquí hacia el cielo encendidos de luz y de coraje sostenidos con la tenue esperanza de no caer. Los imaginé en el firmamento furiosamente azul del verano envueltos en su excitante aventura de aire y libertad, y durante unos instantes me sentí parte de su mundo fulgurante de horizontes ilimitados, donde solo cuentan las certezas y la belleza adquiere una calidad diáfana con la omnipresencia del peligro.

"Este campo, Santa Oliva, fue hace 72 años la base de varias escuadrillas de caza del Grupo 21", me explicaba el miércoles entre un calor sofocante Ramón Arnabat, director del Centro de Investigación y Documentación sobre la Aviación Republicana y la Guerra Civil. Bajo los expertos ojos de Arnabat, el terreno de sembrados y viñas del Penedès recupera su antigua fisonomía, el campo de aviación vuelve a la vida y los aeroplanos Mosca y Chato de nuevo ruedan en las pistas. "Una de las tres pistas seguía exactamente la orientación de esa carretera entre las dos hileras de olivos; en esa masía, Cal Sereno, se instaló el personal del campo y en aquella caseta estaba el mando operativo". Caminamos hasta la pequeña construcción medio escondida en una pineda en los límites del aeródromo. Entro en la caseta en ruinas en la que cabía justo una mesa y un teléfono y desde la que el jefe del campo ordenaba el despegue de las escuadrillas. Asomado a la ventana alargada imagino la febril actividad, el ruido, el enjambre de los letales aparatos. El techo bajo está lleno de nidos de avispa.

El paisaje carece hoy de dramatismo pero los aeródromos (Pacs, Sabanell, Els Monjos) se regaron con sangre: accidentes -cinco pilotos muertos al estrellarse en Santa Oliva, alguno al llegar muy tocado (y los cazas Mosca, magníficos en el aire, ¡eran muy puñeteros para aterrizarlos!), ametrallamientos y bombardeos-. He venido hasta aquí en este final de agosto achicharrante siguiendo el rastro de un aviador, Juan Ramoneda Vilardaga, piloto de monoplazas Polikarpov I-16 Mosca, que voló desde Santa Oliva en misiones de caza. De Ramoneda (Ripoll, 1916-Barcelona, 2005) se acaban de editar sus extraordinarias memorias inéditas de guerra ¡Muera la muerte!, España 1936-1939 (Lectio Ediciones), por las que merece pasar a formar parte de la selecta escuadrilla de nuestros aviadores favoritos. No muy literarias -Ramoneda no es un Saint-Exupéry (al que admiraba), ni un Richard Hillary, ni un James Salter- y más bien políticamente incorrectas (considera que los franquistas recalcitrantes son "tan fusilables" hoy como el 18 de julio de 1936), las memorias resultan sin embargo apasionantes, son singularmente antibelicistas y no están exentas de emotividad y poesía al describir la belleza del vuelo. Para Ramoneda, déjenme recalcarlo, valor es simplemente aguantarse el miedo.

Nuestro hombre, un valiente que se creía antihéroe, que tenía un envidiable porte chulesco a lo Brando y le daba a la ratafía, fue piloto de la legendaria 1ª escuadrilla de moscas cuyo emblema era Betty Boop. "La vida es para vivirla y para gozarla en toda su intensidad", escribe el aviador comunista, que califica la Guerra Civil de "maldita guerra española". De lo insólito de su tono da fe el que al hablar de sus victorias lo hace sin regodearse: "Pude contemplar en diez ocasiones (con bastante seguridad) cómo un avión enemigo caía incendiado a causa de las ráfagas que yo le había disparado". Y sin hurtar ni un ápice de lo terrible del asunto: "A los pilotos que tripulaban aquellos diez aviones no sé, al final, qué les ocurrió. Desearía, de verdad, que todavía vivieran los diez pero por desgracia creo que la mayor parte de aquellos infelices murieron de la manera más horrible que quepa imaginar... quemados vivos". Ex alumno de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Manlleu, Ramoneda se alistó en el arma de aviación en 1937 con 21 años y realizó el curso para pilotos en la URSS, en Kirovabad. No crean que tenía una visión idealizada de la guerra aérea, peliculera, de pañuelitos en el cuello, barones rojos (bueno, rojos sí), arrebatadoras antiparras y caballerosidad. No: los combates en el cielo son "una bestialidad", una mezcla de odio, ira y sadismo, y atracción por el peligro.

Cuando recuerda el destino de los pilotos abatidos, Ramoneda me hace pensar en los más célebres abrasados: Steinhoff, ardiendo en su reactor, su atractivo rostro masculino de míster Luftwaffe devenido cera derretida; Hillary, espantosamente quemado en su Spitfire y que, fundidos los párpados solo podía dormir poniendo los ojos en blanco... Ramoneda cuenta la ocasión en que vio a un camarada de veinte años que desde la barbilla a los ojos tenía un agujero monstruoso. "Me dije a mí mismo que nunca volvería a visitar a un compañero en un hospital con la cara quemada. De lo contrario no sé si hubiera tenido los cojones suficientes para volver a coger un avión e ir al frente".

Pero el señor de los moscas también experimentó el lado más maligno de la caza aérea: sentir "la transformación del ser civilizado en bestia incontrolada" que dispara con saña las cuatro ametralladoras de su avión rociando mortalmente el fuselaje del aparato enemigo; la "alegría de contemplar su lento descenso", el "morbo" de observar que el rival no salta en paracaídas, que "se va a dar el batacazo". Un relámpago de fuego: "El final de tu enemigo, que se joda".

Con Ramoneda he conocido el "pipí del miedo", el que se hace antes de subir a la carlinga para despegar; la forma en que un instructor ruso te llamaba gilipollas, el afán de pillar a un rutilante Messerschmitt 109 (tumbó cuatro, y seis Fiats), y lo que es participar en una batalla de cazas: aviones que caen trazando estelas de humo como el cabello al viento de una mujer, otros entrando en barrenas rapidísimas, paracaídas que se abren "como una gran flor con su brillante seda bajo los rayos solares". La guerra aérea en España era a menudo un asunto de glándulas. Ramoneda explica cómo al regresar de un servicio en el que habían optado por no atacar a unos bombarderos enemigos, el jefe de la caza republicana le espetó al de la escuadrilla que no tenían los atributos bien puestos y que lo que debían hacer era "ponerse bragas". Así que al día siguiente el agraviado, faltaría más, lanzó su grupo de siete moscas contra medio centenar de cazas franquistas... ¡toma bragas, comandante!

Ramoneda, aunque rudo, escribe en su libro cosas como: "Todo lo que incluía el hecho de volar era bello". Y recuerda con aérea felicidad las locas acrobacias y la manera en que en Kirovabad las avutardas les seguían durante los vuelos de entrenamiento y jugaban con los aviones como delfines del cielo.

Tras visitar los viejos aeródromos, Arnabat me llevó a la sede que poseen en Santa Margarida i els Monjos. Allí tienen una serie de cosas maravillosas que se exhibirán en el futuro centro de interpretación de los espacios de la aviación republicana: modelos de cazas, carteles, una bomba alemana de 250 kilos y el chaquetón de cuero auténtico de un piloto de moscas, que bien podría haber vestido Ramoneda y que me quedé con fetichistas ganas de probarme.

Luego conduje de nuevo hasta el campo de aviación de Santa Oliva. Volví a sentarme al borde de la pista y, sumido en el vuelo de las golondrinas, me puse a esperar pacientemente el retorno de los viejos pilotos, y el regreso de la aventura.

jueves, 9 de octubre de 2014

miércoles, 8 de octubre de 2014

martes, 7 de octubre de 2014

La fuerza del arte callejero


La fuerza del arte callejero

Esto es un Banksy El artista urbano más famoso de todos los tiempos realiza en exclusiva esta imagen para 'El País Semanal'. Nadie sabe quién es, dónde vive ni cómo trabaja. Ni siquiera si es una persona o un colectivo. Pero su obra ha conquistado las ciudades. Desde que saltara a la fama en la década de los noventa, su trabajo y el de otros grafiteros ha buscado recuperar el espacio callejero. Sus creaciones han llegado a los museos y han despertado el deseo de los coleccionistas. Estas páginas retratan los trabajos de otros artistas que, como Banksy, hacen historia.

Ha pasado mucho tiempo desde que los chavales del Bronx decidieran arrancar el barrio de sus bisagras y llevárselo a dar una vuelta por Nueva York, para que incluso los que nunca hubieran tenido previsto pasar por allí tuvieran que tragárselo, con sus virtudes y sus defectos. El método escogido era obvio para los cabezas pensantes de aquel movimiento y absolutamente insólito para el resto del mundo: el grafiti. En realidad, el nombre no tenía nada de estadounidense, ni por supuesto de rebelde: era la palabra latina que definía el dibujo realizado normalmente en una superficie dura, como una piedra. Además, no solo acabó llegando a los atónitos ojos de los neoyorquinos y a los del resto de estadounidenses, sino que se esparció por el mundo en el tiempo que uno tarda en contar hasta dos.

Para Carlo McCormick, autor del excelente libro Trespass (Editorial Taschen, 2010), el uso de un concepto como este (el grafiti) tenía mucho que ver con la relación de los artistas con el adoquín, con las paredes, con el metal que les rodeaba. Para McCormick, el arte urbano tiene que ver con la conquista del espacio callejero, la necesidad de apoderarse de un entorno que nos ha sido robado por la publicidad, las grandes marcas y el mobiliario urbano. Las calles han sido tomadas por multinacionales que transmiten sus mensajes regularmente y por medio de automatismos. El grafitero rompe ese circulo vicioso utilizando métodos tan rústicos como un spray y reclama la pertenencia de ese universo de cemento a un colectivo distinto, al que le importan un pito los mensajes emitidos por el gran hermano: es finalmente un folio en blanco que puede ser usado hasta la extenuación sin repetirse nunca, en perpetua reivindicación.

No ha sido hasta mucho después, a principios de la década de los noventa, cuando el artista urbano (trascendido ya el mundo del grafiti para reinventarse constantemente en busca de una huella más profunda y duradera) ha empezado a convertirse en parte de ese -odiado mundo exterior, canibalizado por un sistema capaz de utilizar la rebeldía como una parte más de su engranaje.

Así pues, lo que un día fue un subsuelo hermético e irreconocible, solo frecuentado por aquellos que lo practicaban y no apto para curiosos, es ahora carne de colección, y muchos de los que fueron pioneros en el arte de apropiarse de paredes, calles y callejones disputan ahora una batalla absolutamente distinta en las paredes de los museos. "El street-art no es como otros movimientos artísticos, no recibe subvenciones, ni está patrocinado por ricos. Por eso sería una vergüenza que acabara como cualquier otro arte: atrapado en las vitrinas de un museo o en las paredes de las casas de los que nunca tendrán problemas de dinero". El que se expresa de esa manera no es un cualquiera, se trata del mismísimo Banksy, que tras meses de persecuciones ha accedido a responder algunas preguntas para El País Semanal. El artista de Bristol, faltaría más, no permitió que ningún periodista viajara hasta el Reino Unido para hablar con él, sino que respondió vía correo electrónico a las preguntas. Sus reflexiones llegaron semanas después a través del ciberespacio y usando la dirección de su agente, todo sea por preservar el mito.

El inglés es -sin ninguna duda el rey del arte urbano y el secreto mejor guardado de un mundillo que genera millones de dólares gracias a la obsesión de un buen número de coleccionistas que pasan de Damien Hirst a Banksy sin solución de continuidad.

"No creo que el arte sea nada especial, es, simplemente, una parte más de la industria del entretenimiento. Además, demasiado arte es exclusivo y deliberadamente difícil de comprender, ya sea expresionismo abstracto o grafiti ilegible al estilo salvaje", reflexiona el británico.

Banksy se hizo famoso por sus stencils (plantillas), que empezaron a aparecer como moscas a principios de los noventa. La historia dice que el artista se unió a algunos colegas en el Londres de finales de los años ochenta para bombardear la ciudad desde sus entrañas, dejando el metro forrado de pintadas que reivindicaban un mundo distinto, menos encorsetado... o al menos esa era la idea. Banksy pronto optó por la rama más política del arte urbano, un arte en constante interacción con la sociedad que trata de establecer un diálogo con la misma. De hecho, sus acciones más salvajes han tenido que ver con sus asaltos a la Tate Modern de Londres, donde colgaba sus propios cuadros en galerías sumando al visitante en el desconcierto, o su publicitado incidente en Disneylandia, donde dejó un muñeco ataviado como un prisionero de Guantánamo en uno de los lugares más transitados por los visitantes.

En 2005 se atrevió con uno de los últimos símbolos del encarnizamiento de la situación en Gaza y Cisjordania: el famoso muro de la vergüenza, una gigantesca estructura que envuelve a palestinos con paredes de hasta ocho metros de altura. Banksy dejó su marca en el muro con un sinfín de pintadas de carácter militante donde no dejaba títere con cabeza y que algunos radicales en Israel consideraron casi una declaración de guerra: "No sé si es posible ser 'un artista político', el arte requiere tanto ego y egoísmo, que, finalmente, se convierte en una carrera que a los que realmente atrae es a los gilipollas. Quizá yo pueda ser más político que otros artistas, pero no es mucho decir, la verdad", remacha el grafitero más mediático.

Las ditirámbicas reflexiones de Banksy sobre el arte le han convertido en un tipo incómodo, rico, pero incómodo. Lo curioso es que su invisibilidad -nadie sabe realmente si su biografía es un invento, si realmente nació en Bristol o si es uno o son varios tipos ha conseguido que su reputación sea del tamaño de la India. Su primera exposición en Los Ángeles, sin ir más lejos, se convirtió en la mayor concentración de famosos jamás vista en un evento en un barrio de clase media de la ciudad californiana: Brad Pitt, Angelina Jolie, Jude Law o Robert Downey Jr. se dejaron caer por allí con la chequera y el bolígrafo, y Banksy se trajo un elefante customizado (uno de verdad, se entiende). Todo fue cubierto por algunos de los medios de comunicación más grandes del mundo, a los que hasta hace 30 segundos les importaba bien poco el arte urbano y cuyos espectadores consideraban a los integrantes del movimiento grafitero como simples degenerados, enemigos del orden y la limpieza. Todo eso se acabó... al menos en la gama alta del sector.

Ahora, no hay artista callejero de prestigio que no desee ser visto colgado de la pared de una institución museística o de una galería (Kaws, Futura, Stash, Ron English, Jeremy Fish, Shepard Fairey -el mítico Obey, una leyenda del género después de su famoso Hope, con el rostro de Barack Obama- Space Invader, Dave White o Os Gemeos, la lista es infinita), y no son pocos los que afirman que el arte urbano está totalmente desvirtuado, que esa descontextualización es tóxica, que lo urbano no puede ser mediatizado sin perder su razón de ser.

De todo eso y más habla el último proyecto de Banksy, que ha despertado no poca controversia a uno y otro lado del Atlántico. Se trata de Exit through the gift shop, un documental (aunque, como veremos, también en la definición de la pieza se esconde la controversia) que reflexiona con flema y toneladas de mala baba sobre el mercado del arte en general y del urbano en particular. Exit through the gift shop no cuenta absolutamente nada de Banksy, no es una película autobiográfica, ni tiene ninguna intención de revelar detalles sobre el de Bristol. Lo que sí posee es una segunda lectura, cruel como la vida misma, sobre la volatilidad del mercado del arte y cómo este puede ser manipulado a voluntad si uno conoce las teclas correctas.

El documental cuenta la historia de Thierry Guetta, una especie de obseso francés que graba todo lo que hace (por pura necesidad, sin ninguna finalidad artística) hasta que entra en contacto con el arte urbano a través de su primo, el célebre Space Invader. Eso le conduce de genio en genio hasta Banksy, quien le sugiere tomar un camino distinto y convertirse en artista, quizá para quitárselo de encima, quizá para ejercer de doctor Frankenstein.

Exit throught the gift shop (una referencia poco velada a esta táctica de los museos de hacer salir al visitante por su tienda de regalos, una táctica que podría parecer correcta para un supermercado, pero que resulta de dudosa ética para un refugio del arte) respira a un ritmo extraño, y uno no sabe muy bien a que atenerse con ella: parece que todo es real, pero a un tiempo es imposible no sentir que el espectador está siendo manipulado y recordar aquella frase de Truman Capote: "La diferencia entre realidad y ficción es que la ficción debe ser coherente". De hecho, en la Red circulan multitud de relatos en virtud de los cuales el personaje de Guetta es en realidad un invento del propio Banksy, una inmensa tomadura de pelo que le sirve al británico para desmontar el mundo del arte y enseñar las vergüenzas. Naturalmente, el artista lo niega todo, ¿qué si no? "La película es cien por cien verdad y no contiene marionetas. Me alegra que hubiera cámaras cuando todo esto estaba pasando, porque pensé: 'Habría sido imposible inventarse algo así'. Sin embargo, eso es lo que la gente piensa que he estado haciendo", replica Banksy sin que el interlocutor pueda interpretar el tono de su respuesta (es lo que tienen los correos electrónicos). Lo que parece difícil es que la alargada mano de Banksy no haya intervenido ni un poco en el desgobierno que preside la pieza: tanto caos no puede ser casual.

Sea como fuere, la situación del street-art hoy en día tiene pocas diferencias con lo que se vive en otras manifestaciones artísticas: la tentación vive arriba. Lo que en otros tiempos se consideraba transgresor se vigila ahora con lupa por parte de los grandes agentes del mercado. Todas las agencias de publicidad del mundo saben que trabajar con un artista de calle significa ganar notoriedad y prestigio, y a los voluntarios (con buena paga, que quede claro) no les falta trabajo. Para aquellos que viven al margen de recompensas y lealtades ficticias, la historia es totalmente distinta: algunos han empezado a mostrar su rabia tachando a Banksy y compañía de vendidos y reivindicando una vuelta a los orígenes, al trabajo de pico y pala. El de Bristol, por su lado, responde a su manera: "¿Sabes? Pintar grafiti es una actividad muy peligrosa, trabajas de noche, rodeado de borrachos, guardias de seguridad y el constante pensamiento de no saber lo que estará haciendo tu novia en aquel momento... es peligroso, muy peligroso".

El documental 'Exit through the gift shop', dirigido por Banksy, se estrenó en el pasado Festival de Cine de San Sebastián y se proyecta en cines de toda España desde el día 8 de octubre. Las imágenes que ilustran este reportaje pertenecen (a excepción de la obra exclusiva de Banksy) al libro 'Trespass. Historia del arte urbano no oficial', editado por Taschen.
EL PAIS

lunes, 6 de octubre de 2014

Instantáneamente... 11


Ansel Adams
Ansel Adams, Window, 1973. Bear Valley (California). Polaroid tipo 55, impresión en gelatinobromuro de plata. Adams fue uno de los artistas que colaboraron habitual e intensivamente desde el principio con Edwin Land, el inventor de la Polaroid.

domingo, 5 de octubre de 2014

Hay un viejo chiste...

Hay un viejo chiste, Dos mujeres de edad en un hotel de alta montaña comenta una a la otra, "¡Vaya, aquí la comida es realmente terrible!", y contesta la otra: "¡Y además las raciones son tan pequeñas!". Pues básicamente así es como me parece la vida, llena de soledad, histeria, sufrimiento, tristeza y sin embargo se acaba demasiado deprisa. 
 - Woody Allen

sábado, 4 de octubre de 2014

Los 50 libros...


Los 50 libros que todos los niños deberían leer (o que todos nosotros deberíamos haber leído)

Michael Gove, secretario de Educación del Reino Unido, afirmó que los niños de 11 años deberían leer 50 libros al año para mejorar sus niveles de alfabetización. A ojo cubero, eso supone un libro por semana.

Así que el periódico británico The Independent solicitaron a tres de los principales autores para niños del país y dos expertos más que seleccionaran individualmente 10 títulos imprescindibles.

La lista que quedó tras juntar la selección de los 5 seleccionados fue la siguiente:

“Alicia en el país de las maravillas” y “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí” de Lewis Carroll.
“Pinocho” de Carlo Collodi.
“Las joyas de la Castafiore” de Hergé.
“Canción de Navidad o Un cuento de Navidad” de Charles Dickens.
“El príncipe feliz” de Oscar Wilde.
“La isla del tesoro” de R.L. Stevenson.
“El viejo y el mar” de Ernest Hemingway.
“El jardín secreto” de Frances Hodgson-Burnett.
“El diario de Greg” de Jeff Kinney.
“El Hobbit y El señor de los anillos” de JRR Tolkein.
“Imágenes en Acción” de Terry Pratchett.
“Las aventuras de Sherlock Holmes” de Arthur Conan Doyle.
“El curioso incidente del perro a medianoche” de Mark Haddon.
“Rebelión en la granja” de George Orwell.

Podéis leer el resto de la lista aquí.

El artículo procede de un diario británico, así que la mayoría de recomendaciones son de autores ingleses. ¿Dónde está El Principito, por ejemplo?

Si tiro del hilo de la memoria, las obras que más me impactaron fueron algunas del maestro Jordi Sierra i Fabra, sobre todo su Ciclo de las Tierras: la primera vez que leía ciencia ficción con trasfondo moral. Y no menos importantes fueron para mí aquellos librillos de Elige tu propia aventura. ¿Y vosotros? ¿Qué libro creéis que falta en la lista?

viernes, 3 de octubre de 2014

Instantáneamente... 10


Ulay, Untitled, 1969
Polaroid Tipo 665. 3. Patrick Nagatani, Cinema II, detail from the image Alamogordo Blues, 1986. Polaroid Spectra.

jueves, 2 de octubre de 2014

Cómo quieres que te olvide...

Cómo quieres que te olvide si cuando comienzo a olvidarte me olvido de olvidarte y comienzo a recordarte. 
 - Woody Allen

miércoles, 1 de octubre de 2014

La ley de transparencia informativa...

La ley de transparencia informativa

Una ley regulará el 'derecho a saber' de los ciudadanos ante la Administración. Las demandas de información deberán ser resueltas en un plazo de 30 días. La falta de respuesta en el tiempo previsto supondrá que la petición se acepta.

La información es poder. Y el poder se resiste a compartirla, como si fuera de su propiedad y no perteneciera al conjunto de los ciudadanos, que la sufragan con sus impuestos. El caso de los diputados valencianos que han llegado hasta el Constitucional ante la negativa del PP a informarles sobre los contratos del Gobierno de Camps con la trama Gürtel no es una excepción. Los poderes públicos suelen reaccionar con incomodidad ante la demanda de información. En el peor de los casos, la ven como una intromisión y, en el mejor, como un engorro. Cualquier pretexto sirve para dar largas al ciudadano, cuando no la callada por respuesta. Esta situación cambiará radicalmente cuando el año próximo entre en vigor la Ley de Transparencia y Acceso de los Ciudadanos a la Información Pública, cuyo anteproyecto se propone aprobar el viernes el Gobierno, en su primera reunión tras las vacaciones.

Por vez primera en España, una norma legal de carácter general reconoce "el derecho de los ciudadanos a acceder a la información pública". El texto, cuya elaboración ha sido coordinada por la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, parte del reconocimiento del derecho constitucional a saber. Por tanto, no es el ciudadano quien debe justificar su interés en conocer un dato, sino que es la Administración la que debe explicar su negativa a facilitárselo.

El anteproyecto, al que ha tenido acceso EL PAÍS, considera información pública toda aquella que haya sido "elaborada o adquirida por los poderes públicos en el ejercicio de sus funciones y que obre en su poder". Es decir, no solo la que tienen las distintas administraciones (central, autonómica o local), sino también la que posean "otras entidades o sujetos que presten servicios públicos o ejerzan potestades administrativas [desde empresas de recogida de basuras a universidades], siempre que haya sido obtenida o generada en el ejercicio de su actividad pública". Y no se trata únicamente de documentos, sino de la información en sí, cualquiera que sea su soporte.

Para que el derecho de acceso sea efectivo y la información no pierda actualidad, el anteproyecto fija plazos taxativos a la hora de responder a los ciudadanos. El órgano al que se dirija la demanda deberá responder en un máximo de 30 días. Solo "cuando el volumen o complejidad de la información solicitada hagan imposible cumplir dicho plazo", este se podrá ampliar 30 días más, de lo que se advertirá al demandante en los 10 días siguientes a la presentación de su solicitud.

La resolución se comunicará por escrito al solicitante, al que se indicará cómo acceder a la información. En caso de que se rechace, parcial o totalmente, el acceso, habrá que explicar la razón.

Las administraciones deberán abandonar su habitual pasividad pues, una vez agotado el plazo para dictar resolución -30 o 60 días, según el caso- sin que esta se haya producido, el solicitante tendrá 10 para confirmar su demanda. Si 30 días después de dicha confirmación sigue sin haber respuesta, la petición se considerará aceptada. Se aplica así el silencio positivo, en vez del negativo, como sucede hasta ahora.

El ciudadano que vea rechazada su solicitud puede, lógicamente, interponer ante los tribunales un recurso contencioso-administrativo pero, consciente de que se trata de una vía lenta y costosa, el anteproyecto prevé la figura de un árbitro que resuelva con agilidad y prontitud las discrepancias.

Este papel corresponderá a la Agencia Española de Protección de Datos, que alargará su nombre con la coletilla "y Acceso a la Información". El organismo, que vela porque los ficheros de datos respeten la intimidad de los ciudadanos, se encargará también de garantizar el derecho de acceso a la información pública.

El texto prevé que, en los 30 días siguientes a la notificación de la resolución, se pueda formular una reclamación ante dicha agencia. En un máximo de dos meses, y tras recabar las alegaciones de las partes, el director de la agencia -actualmente, Artemi Rallo, catedrático de Derecho Constitucional- dictará una resolución. El Gobierno ha querido curarse en salud, y en este trámite no se aplica el silencio positivo, sino el negativo. Además, sus resoluciones solo afectarán a la Administración central, no a la autonómica o a la local.

Esta última, en virtud de una modificación de la Ley de Régimen Local, deberá entregar a los ciudadanos que lo pidan "copias y certificaciones de los acuerdos de las corporaciones locales y sus antecedentes" y permitirles consultar sus archivos y registros.

Las administraciones no se limitarán a contestar las demandas de información, sino que deben adelantarse a difundirla. "Los poderes públicos facilitarán la información cuya divulgación resulte de mayor relevancia para garantizar la transparencia de su actividad", dice el texto. Y en la era de Internet lo harán "preferentemente por medios electrónicos".

Se publicarán "las directivas, circulares, instrucciones, notas o respuestas que tengan incidencia en la interpretación o aplicación del Derecho". Y también, en la Administración central, "los presupuestos ministeriales y de sus organismos públicos, con descripción de las partidas presupuestarias y los datos pertinentes para el seguimiento de su ejecución", así como la "información económica y estadística más relevante".

El Gobierno reconoce que el nivel de transparencia y la facilidad de acceso a la información pública se consideran internacionalmente como un "indicador de la calidad de los sistemas democráticos". No solo sirve para combatir la corrupción, sino también la mala gestión y la ineficacia. Pese a ello, ha tardado seis años en cumplir una promesa que ya figuraba en el programa electoral de 2004. En este campo, al contrario que en otros como la igualdad de género o el matrimonio homosexual, España no está en la vanguardia sino en el furgón de cola. La mayoría de los países europeos tienen una ley de transparencia y el Consejo de Europa aprobó en noviembre de 2008 el Convenio para el Acceso a Documentos Oficiales en el que, en buena medida, se inspira el anteproyecto.