jueves, 31 de julio de 2014

Motivarnos en el trabajo...


Motivarnos en el trabajo

Por estrés o por aburrimiento, a veces el trabajo nos supera. Saber trocear los problemas para abordar las partes y variar nuestra actitud puede ser un buen principio para el cambio.

En los tiempos que corren, si tenemos trabajo somos unos auténticos privilegiados. Justamente por lo conscientes que somos de esta realidad, ya casi ni nos permitimos quejarnos, aunque en algunos casos nuestro empleo pueda ser una fuente de sufrimiento. Desahogarse puede venir bien, siempre y cuando no nos quedemos encallados en las quejas y nos permita tomar conciencia de nuestros problemas y de la necesidad de luchar para mejorar la situación.

Según Mihaly Csikszentmihalyi, no nos deberíamos conformar sólo con reducir los dolores de cabeza laborales, sino que deberíamos buscar la felicidad en nuestro trabajo. Este catedrático de Neurociencias de la Universidad de Stanford y experto en felicidad ha descubierto que es más fácil encontrarla en el trabajo que en el ocio. Basándose en sus estudios, afirma que la felicidad es un “estado de flujo”. Este estado se da cuando estamos totalmente concentrados, completamente comprometidos con la actividad por sí misma. El ego desaparece. El tiempo vuela. Todo tu ser está allí, y estás aplicando tus facultades al máximo. Se caracteriza por una sensación de gran libertad, gozo, compromiso y habilidad.

En sus experimentos, este especialista ha comprobado que en la mayoría de las personas estudiadas estos estados de flujo son más usuales durante el trabajo que fuera del mismo. Para conseguir fluir debe alcanzarse un estado de equilibrio entre el desafío de la tarea y la habilidad de quien la realiza. Si la tarea es demasiado fácil o demasiado difícil, la persona no podrá fluir.

Este equilibrio ideal no se da cuando el trabajo que tenemos asignado es demasiado para nosotros (en este caso aparece el burn out –síndrome del quemado–) o cuando tenemos poco trabajo o nos resulta muy fácil (en este caso aparecerá el boreout –síndrome del aburrido).

Los síntomas del burn out y del boreout son muy parecidos: cansancio, irritabilidad, desinterés por todo, dolores físicos… Sin embargo, hay una clara diferencia entre los dos estados. Las personas que sufren burn out (estrés) suelen decirlo, incluso presumir. En cambio, los trabajadores que padecen boreout (aburrimiento) lo ocultan. Sea cual sea nuestro caso, vamos a reflexionar sobre algunos puntos que quizá nos ayuden a optimizar nuestro rendimiento y a aumentar nuestra satisfacción laboral.

Dividir el problema

“Divide las dificultades que examinas en tantas partes como sea posible para su mejor solución” (René Descartes)

Una conversación inventada, pero representativa:

A. ¿Qué tal el trabajo?

B. Fatal.

A. ¿Por qué?

B. No sé… Por todo.

A. ¿Estás mal con tus compañeros?

B. No, si son muy buena gente.

A. ¿Es por tu jefe?

B. Hombre, mi jefe a veces me altera un poco, pero en general no me quejo. En realidad es que estoy llevando un proyecto que… no hay forma…

En esta conversación, el “todo” ha pasado a ser “un proyecto” y si siguiéramos preguntando y dividiendo este proyecto en partes, quizá ese “todo” se traduciría en sólo algunos aspectos del proyecto. No podemos solucionar “todo”, pero, probablemente, sí esos aspectos concretos. Lo primero que tenemos que hacer es trocear la problemática, y de esta forma se convertirá en abordable.

Recuerdo una conversación que mantuve años atrás con una mujer. La tengo bien anclada en la memoria porque me hizo reflexionar. Hablaba con mucho orgullo de cómo organizaba su trabajo. Era una mujer de la limpieza. Me contó que ella nunca se agobiaba: “Primero limpio una habitación y no me pongo a limpiar otra hasta que está totalmente acabada. Me gusta mirarla a ver si todos los detalles están bien. Cuando considero que está como a mí me gusta, entonces cierro la puerta y voy a por otra habitación. Y todo esto lo hago con mis cascos, porque me encanta escuchar música y cantar”.

Cuando estamos desbordados es crucial establecer algún tipo de orden. Para ello, dividir nuestro trabajo en parcelas es indispensable, y distinguir las que son importantes, urgentes, delegables…, también. Hay quien este orden lo convierte casi en un ritual y es el primer paso que da en su jornada laboral. Algunas personas empiezan por los temas más pequeños porque así les da la sensación de que se sacan muchas cosas de encima rápidamente, otras prefieren empezar por los más complicados porque se sienten más capaces de concentrarse al principio. Cada cual tiene que encontrar su propia fórmula.

Enfocar desde otro ángulo

“Lo que importa es cuánto amor ponemos en el trabajo que realizamos” (madre Teresa de Calcuta)

Un trabajo no es aburrido o interesante por sí mismo, sino que nos lo parece. Cuando encontramos nuestro trabajo aburrido, solemos caer en una trampa de enormes dimensiones. Intentamos escaquearnos y hacer cualquier otra cosa para distraernos. Parece que, como no estamos motivados, no nos implicamos, pero quizá tendríamos que analizarlo al revés: no estamos motivados porque no nos implicamos. Por eso cuanto más nos escabullimos, más aburrido nos parece.

Nos pueden decir lo que tenemos que hacer, pero no cómo. Todos tenemos un margen para la creatividad. Si intentamos mejorar, aprender, ser creativos, podemos dar un giro a nuestro trabajo, se trata de cambiar el enfoque. Mihaly Csikszentmihalyi cuenta el caso de Rico, un trabajador de una cadena de montaje. Su trabajo lo podríamos calificar como soporífero; sin embargo, él se había propuesto hacerlo con la máxima economía de gestos y con elegancia. A lo largo de los años había conseguido reducir el tiempo medio de su cometido en 48 segundos. Estaba tan contento como lo podría estar un atleta que ha reducido su marca.

Imprescindible cambiar el enfoque, la actitud. No tenemos que formar parte del problema, sino de la solución. Nadie dice que sea fácil, por eso precisamente puede constituir nuestro gran reto.

Conocer el sentido

“Cuanto más alto coloque el hombre su meta, tanto más crecerá” (J. C. Friedrich von Schiller)

“Tres albañiles estaban desempeñando la misma tarea cuando un hombre que los observaba se acercó a ellos.

El hombre le preguntó al primer albañil:

–¿Qué está usted haciendo?

A lo que el albañil respondió:

–¿No lo ve? ¡Estoy apilando ladrillos!

Y continuó con su trabajo después de hacer un gesto molesto debido a que consideraba que el hombre le había hecho una pregunta de respuesta obvia.

El hombre repitió la misma pregunta al segundo albañil.

–¿No ve. Estoy levantando una pared?

El hombre formuló la pregunta al tercer albañil, el cual respondió con gran orgullo diciendo:

–¡Estoy construyendo el hospital infantil del pueblo!

¿Cuál de los tres albañiles será más feliz y resistirá mejor las situaciones adversas en su trabajo? La respuesta es obvia. Y nosotros, ¿qué sentido le damos a lo que hacemos?

Imaginemos que pudiéramos elegir un jefe a la carta. Probablemente escogeríamos uno que nos premiara cuando trabajamos bien, que nos ayudara a aprender de nuestros errores, que no nos exigiera demasiado, pero sobre todo no demasiado poco, con el que nos sintiéramos cómodos y libres para comentarle nuestras inquietudes…

Aunque parezca paradójico, en algunos casos, encontrar ese jefe ideal no sería la solución. Si nuestro jefe nos elogia, pero por dentro pensamos que no nos lo merecemos o que en realidad lo hace porque quiere algo más; si nuestro jefe nos indica nuestros errores para que podamos superarlos, pero no los reconocemos; si nuestro jefe nos exige algo que podemos dar, pero no ponemos ganas… Ese jefe excelente no serviría para nada.

En realidad, hay dos jefes: el externo y el interior (nosotros mismos). Y aunque lo perfecto sería que los dos fueran buenos jefes, si tuviéramos que elegir, es mejor que todas esas cualidades las tenga el jefe interior. En otras palabras, es más importante la automotivación que la motivación externa.

Aumentar la implicación

“Dentro de ti tienes más talento del que nunca has aprovechado y más fuerza de la que nunca has puesto a prueba” (Ludin, Paul y Christensen, en ‘Fish!’)

Es usual oír frases como “yo también necesito una palmadita en la espalda de vez en cuando”. Según como sea nuestro jefe, eso es casi imposible, así que nos la hemos de dar nosotros. No se trata de consolarnos; si realmente aprendemos a automotivarnos, no hay nadie mejor que nosotros mismos para saber cómo nos podemos premiar.

Así que vamos a aprender cómo premiarnos, a convertir nuestras tareas en retos, a ser un jefe ideal para nosotros mismos. Pensemos en cómo vamos a estar dentro de tres años si todo sigue igual que hasta ahora en nuestro trabajo. Si estamos desmotivados, el panorama puede resultar desolador. En el caso de que ya lo hayamos intentado todo, pero sigamos descontentos, quizá deberíamos empezar a plantearnos cambiar de empleo. Por el contrario, si creemos que es posible aumentar nuestra implicación y adoptar una actitud más constructiva, debemos decidir cuál va a ser nuestro primer paso. Pensemos en algo concreto y que podamos hacer ya mañana.

martes, 29 de julio de 2014

La vida nos enseña...

La vida nos enseña que sólo somos felices a costa de alguna ignorancia. 
 - Anatole France

lunes, 28 de julio de 2014

¿España fue blanco de Al Qaeda antes del 11-S?


¿España fue blanco de Al Qaeda antes del 11-S?

A inicios del verano de 2001, cuando Amer Azizi regresó a España desde Afganistán, la decisión de atentar en nuestro país había sido tomada. ¿La participación en las guerras de Afganistán e Irak fue el detonante?

No es de extrañar que los españoles, como en general los europeos, relacionen la amenaza que el terrorismo internacional supone para las sociedades occidentales con la implicación de sus respectivos Gobiernos en las intervenciones militares en países cuyas poblaciones son mayoritariamente musulmanas. Mantienen además a tropas en esos países desarrollando labores de muy diversa índole.

A la hora de valorar la amenaza inherente que supone esa violencia globalizada de inspiración islamista, esas circunstancias han de ser sopesadas. En ellas se entremezclan la política nacional, con su vertiente de asuntos exteriores, con dimensiones propias de la de seguridad y defensa. Pero no necesariamente constituyen el factor determinante -puede incluso que ni siquiera se trate del más destacado- de cuantos deben ser tenidos en cuenta. Hay otros relevantes, como la ideología subyacente al fenómeno terrorista o determinados asuntos que se entienden mejor en clave de política interior.

Sigue dándose por descontado que lo que verdaderamente puso a España en el punto de mira de Al Qaeda fueron dos factores. Primero, el muy visible alineamiento de La Moncloa con la Casa Blanca y Downing Street en la decisión de invadir Irak, reflejado de manera gráfica en la bien conocida foto de las Azores. Segundo, el despliegue de uniformados españoles en Irak a partir de agosto de 2003, apenas cinco meses después de que tropas estadounidenses y británicas iniciaran las acciones bélicas que concluyeron, provisionalmente, con la toma de Bagdad.

La misión española se prolongó hasta poco después de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid y el posterior cambio de partido en el Gobierno , tras las elecciones generales celebradas tres días después de aquella infame fecha. De hecho, los atentados del 11-M han sido y continúan siendo interpretados básicamente como una consecuencia del previo posicionamiento del Ejecutivo del Partido Popular sobre la cuestión iraquí y la implicación militar en ese prolongado conflicto.

Sin embargo, no es menos razonable pensar que España ya era blanco de la ira de Osama Bin Laden y de sus seguidores con anterioridad a la invasión de Irak y al envío de soldados españoles allí. Quizá lo éramos desde que, a comienzos de 2002, un contingente de nuestros ejércitos iniciara su participación en la misión de paz desarrollada por la OTAN en Afganistán, dentro de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF).

En alguno de sus comunicados, los propios terroristas del 11-M aludieron a ello y justificaron la decisión de volver a atentar en nuestro suelo al comprobar que no se contemplaba la retirada de Afganistán. La policía frustró el plan al localizar el piso alquilado por la célula yihadista en Leganés en el que siete de sus miembros se inmolaron, el 3 de abril de 2004, tratando de ocasionar el mayor daño posible.

Casi cuatro años después, una organización de talibanes paquistaníes asociada con Al Qaeda, Therik e Taliban Pakistan, reconoció estar detrás del fallido atentado suicida contra el metro de Barcelona que en enero de 2008 preparaban varios individuos condenados luego por la Audiencia Nacional. Los talibanes paquistaníes se refirieron entonces al papel de España en Afganistán.

Hay, sin embargo, motivos para pensar que España se convirtió en blanco preferente de Al Qaeda antes de que en 2002 nuestros soldados se desplegaran en Afganistán. Más concretamente, es posible que la voluntad de perpetrar un gran atentado en territorio español se remonte nada menos que al otoño de 2001. Fue entonces cuando la célula que Al Qaeda había establecido en España a mediados de los noventa fue desmantelada por la policía.La mayor parte de sus integrantes, incluido el entonces líder de la misma, conocido por su sobrenombre de Abu Dahdah, fueron encarcelados.

No es una casualidad que entre los individuos que desempeñaron papeles fundamentales en el entramado terrorista del 11-M hubiese algunos que estuvieron estrechamente relacionados con aquel núcleo yihadista, aunque por unas u otras razones no fueran detenidos en la operación que desbarató la mencionada célula. Aquella operación fue precipitada por los ligámenes que la célula española mantenía con la de Hamburgo, es decir, con la de los terroristas del 11-S. Abu Dahdah y sus secuaces llevaban ya desde hace tiempo siendo objeto de investigación policial y judicial por las autoridades españolas al igual que por las de otros países europeos y extraeuropeos.

Sin embargo, ahora existen nuevas razones para sospechar que Al Qaeda puso a España en su punto de mira no ya antes de que se produjera la invasión de Irak en 2003 o del envío de soldados españoles a Afganistán en 2002, sino antes de que la célula que había formado en nuestro país resultara sustancialmente desarticulada por la policía en el otoño de 2001, dos meses después de los atentados de Nueva York y Washington. Más aún, antes incluso del mismo 11-S.

Todo procede de un revelador documento elaborado por el denominado Centro Fayr para la producción informativa y que durante el último trimestre del pasado año fue divulgado por Tauhid Press a través de varios portales de Internet significados por su contenido yihadista. Dicho documento, escrito en lengua árabe por un cronista autorizado de Al Qaeda que utiliza su apodo de Abu Ubayda al Maqdisi, es parte de una serie sobre lo que en el mismo se da en denominar como mártires del Magreb lejano en la tierra del Hindu Kush, en referencia a destacados militantes de esa estructura terrorista originarios de Marruecos que han muerto en Afganistán o en Pakistán.

Se trata del fascículo quinto de la aludida serie, dedicado por entero a Amer Azizi, un marroquí que fue un destacado miembro de la célula de Al Qaeda en España, dentro de la cual se desenvolvía como lugarteniente del propio Abu Dahdah. Ese individuo eludió la operación policial que desmanteló dicha célula en noviembre de 2001 y huyó a Afganistán tras pasar por Irán.

EL PAÍS publicó en exclusiva, el 17 de diciembre de 2009, que Amer Azizi murió en la madrugada del 1 de diciembre de 2005 , a consecuencia de un misil lanzado desde una aeronave estadounidense no tripulada contra un enclave cercano a la capital administrativa de Waziristán del Norte. También señaló que entonces ejercía como número dos de Hamza Rabia, responsable de las actuaciones de Al Qaeda en Europa y Norteamérica, quien perdió la vida en ese mismo ataque del que era el principal objetivo. Pues bien, el mencionado documento, de cuya existencia dio también cuenta EL PAÍS el 8 de mayo de 2010 , no solo confirmaba que Amer Azizi era adjunto de Hamza Rabia cuando ocurrió el 11-M. También narra lo que este antiguo integrante de la célula de Al Qaeda en España hizo y pretendía antes del 11-S.

Aunque es una información que se halla en el sumario abierto en la Audiencia Nacional por el desmantelamiento de esa célula, el texto firmado por Abu Ubayda al Maqdisi corrobora que, antes del 11-S, Amer Azizi estuvo en campos de entrenamiento de Afganistán. Pero lo que no figura en aquellos legajos judiciales y sí en el eludido escrito yihadista es que, tras unos meses "reuniéndose con los que tenían a su cargo los campos de adiestramiento a los cuales se incorporó", volvió a España "con la esperanza de llevar a cabo una acción yihadista en esas tierras usurpadas", en alusión a Al Andalus, la España islamizada.

Más aún: "Una vez en la España de la Cruz, se empezó a preparar, en compañía de otros compañeros de yihad, para atacar blancos de los cruzados". Pero, como relata el documento, "los servicios españoles de inteligencia detuvieron pronto a la mayoría de los miembros de la célula yihadista, algo que coincidió con los benditos ataques de Nueva York y Washington". Queda claro que España era blanco de Al Qaeda antes del 11-S. A inicios del verano de 2001, cuando Amer Azizi regresó a España desde Afganistán, la decisión de preparar un atentado en suelo español había sido tomada.

Fernando Reinares es catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos e Ignacio Cembrero es periodista de EL PAÍS.

sábado, 26 de julio de 2014

Las personas inteligentes...

Las personas inteligentes tienen un derecho sobre las ignorantes: el derecho a instruirlas. 
 - Ralph Waldo Emerson

viernes, 25 de julio de 2014

El orgullo de ser de pueblo...



El orgullo de ser de pueblo

Un hilarante cómic desgrana las claves de supervivencia en la urbe para el indie rural. Sus autoras nos recuerdan las básicas.

Raquel Córcoles (Reus, Tarragona; 24 años) y Marta Rabadán (Cocentaina, Alicante; 28 años) son de pueblo. Pero también son modernas. Su encanto radica en esa aparente paradoja. "¡Tía, tienes que ayudarme, tengo que hacer un libro en tres meses!", le suplicó la primera a la segunda. Córcoles acababa de ganar una beca del Carnet Jove. Le publicarían un tebeo. Si lo terminaba, claro. Las dos amigas se encerraron, fines de semana incluidos. Y nació Soy de pueblo: manual para sobrevivir en la ciudad (Glénat), la historia de La Moderna de Pueblo, una chica que cambia su aldea por Madrid. Un éxito. Se agotó en la última feria del cómic de Barcelona. Y sus fans se multiplican en Facebook. "Tienen entre 25 y 30 años. ¡Y no son todos modernos de pueblo!", aseguran.

La noticia en otros webs

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Ellas no encajan en la categoría de paletas. Salen por la Vía Láctea, leen la Go Mag y las reseñas de Pitchfork, visitan blogs como La Masa Pasa... Pero no siempre fue así. Una vez escucharon a los Backstreet Boys y a Mariah Carey. Y no se arrepienten de ello. Una rubia y otra morena, parecen las protagonistas de Ghost World (Daniel Clowes). "Más bien Ella Baila Sola", bromean. Comparecen con la misma camiseta. Como la de Jean Seberg en Al final de la escapada, que reza "International Herald Tribune". Prometen ayudar a los nuevos exiliados rurales."Si hubiéramos leído el cómic antes de venir a Madrid, nos hubiera ahorrado confusiones". Diseccionamos con su ayuda al moderno de pueblo.

Es de pueblo quien nació en un lugar sin Corte Inglés. Otros síntomas: conservar en cajas casetes grabadas de la radio. "Odiaba a los locutores que hablaban antes del final de la canción...", recuerda Rabadán. Entonces escuchaba a Onda Vaselina, Offspring, Sabina... "Yo leía la Superpop y la Ragazza", suelta Córcoles. Y desempolva una anécdota: "Mi madre me tiró la Bravo antes de pasar la primera página... En la portada anunciaban 'Cómo satisfacer oralmente a tu novio...".

Le gusta un grupo que no debería incluir en una lista de Spotify. Pero que al final añade. "A veces, los gustos de la moderna de pueblo coinciden con lo indie, otras no. Me gusta Shakira, y a Marta, Crepúsculo. Diferenciamos entre calidad y comercial. Pero nos gustan ambos. ¡No podemos evitarlo!", razona Córcoles. Rabadán añade: "Yo he sido choni, pija...".

Viste gafas sin graduar.

"Y Ray-Ban; calza Converse y Vans; lleva vintage, vestidos de Top-Shop, de H&M...". Otros imprescindibles: "El flequillo largo, el diseñador Alex Trochut, el fotógrafo Gerard Estadella, las pelis dobladas y Megaupload, el nuevo Moooovierecord...".

Su Santa Trinidad es: la Pitch-fork, el Facebook y la 'Mondo Sonoro'. "Cuando vivía en Cocentaina no sabía quiénes eran Radiohead, The xx, Arcade Fire. Ahora estudio la Pitchfork en el iPhone a diario. Y decido qué bajar", detalla Rabadán.

No sabe quiénes son los Smiths y no le da corte admitirlo. Alguien dice el nombre de un grupo o de un director y al moderno de pueblo se le queda cara de póquer. Pero no se le cae de vergüenza. "No hace el ridículo soltando 'su última película estaba muy bien...'. Los indies de ciudad son divos y esconden su ignorancia. El de pueblo, no".

No volvería nunca al pueblo, pero... "Reconoce que tiene ventajas. Como no distinguir entre una peli de Wes Anderson y una de los Cohen; pero sí entre un olmo y una encina. No alargar la borrachera hasta que abra el metro. Tomar una cerveza en la calle sin que aparezcan 40 polis. Y ver si ha empezado la verbena desde el balcón".

miércoles, 23 de julio de 2014

Las sociedades convencen...

Las sociedades convencen a las personas de que el consumo les proporcionarán la feliciadad. Desde luego, es una mentira a la que nos sometemos voluntariamente, porque todos los datos indican que el consumo sin límites no proporciona la felicidad 
 - Daniel Gilbert

martes, 22 de julio de 2014

Cómo saber si eres disléxico...


Cómo saber si eres disléxico

Cómo saber si eres disléxico, la dislexia aunque un tema del que se han hecho eco los médicos durante las últimas décadas y que ha permitido un gran avance para la ayuda de los niños y adultos que se enfrentan a esta condición, no tiene en realidad una definición exacta, se puede decir sin embargo que es un problema de lectura, escritura y ortografía, que causa dificultad para aprender a leer, escribir y deletrear las palabras. Existen comprobados casos de que puede tener un orígen biológico y que se presenta en algunas familias con varios casos, pero también puede ser resultado del entorno, pero no puede decirse que tenga que ver con aspectos como, factores emocionales, falta de motivación por aprender, problemas psicológicos y lo mejor es que, la dislexia mejora con un tratamiento mediante la enseñanza por expertos que basan su enseñanza en estrategias compensatorias, y que tienen éxito, lo que ha dado como resultado una mejora de los casos de dislexia hoy en día.

Hay que también mencionar, que la dislexia se puede presentar en cualquier nivel de capacidad intelectual, edad y condición social. Algunos puntos que podrían indicar síntomas de dislexia les detallamos, pero frente a problemas de aprendizaje siempre lo mejor será consultar con los expertos. Los únicos que pueden confirmar la presencia de la dislexia y ayudar en su mejora.

- Leer con lentitud y de manera imprecisa
- Deletrear incorrectamente
- Rehuir a leer y escribir
- Ser incapaz de resumir y esbozar sobre una lectura
- Tener dificultad para responder preguntas de respuestas amplias en pruebas
- Tener problemas para aprender otro idioma
- Funcionar lentamente a nivel intelectual
- No tener mucha memoria
- Ir a extremos en la atención a los detalles de la lectura, concentrarse mucho o no concentrarse nada
- Vocabulario limitado
- Incapacidad de organizarse, planificar y organizar el tiempo y las tareas
- Ocultar sus problemas en la lectura
- Necesita ayuda en la ortografía
- Rehuye escribir
- Algunos adultos a diferencia de los niños, tienen buena memoria y se concentran en ello para sobrellevar la dislexia
- Tienen buenas habilidades sociales
- Suelen ser personas con talento en la profesión que eligen
- Tienen un alto nivel de intuición
- Desempeñan su labor intelectual con baja capacidad sin aprovechar su capacidad intelectual del todo.

Este es un post informativo, es el médico especialista quien puede diagnosticar y tratar ésta y otras condiciones.

domingo, 20 de julio de 2014

Soy ateo...

“Soy ateo. Y tengo entendido que Dios es un tipo duro, así que no se ofenderá” 
 - Ricky Gervais

sábado, 19 de julio de 2014

No era Saladino, era Nerón...


No era Saladino, era Nerón

Gadafi, por extraño que parezca ahora, fue un joven guapo y que se pretendía revolucionario

Este Nerón greñudo, de rostro acartonado y estrafalaria vestimenta que vocifera mientras acribilla a su pueblo quiso ser Saladino en su juventud. Lo fue, de hecho, por un tiempo en los más salvajes y húmedos sueños de algunos. Lo sé, resulta difícil de aceptar para los que no vivieron los años setenta y ochenta del pasado siglo, para los que tan solo lo han seguido en los últimos tres o cuatro lustros. Pero, créanme, Gadafi fue guapo en su juventud y no iba de tirano, sino de revolucionario. ¿Como Fidel Castro? Algo así.

Beduino, hijo de un pastor de camellos, Gadafi fue uno de los jóvenes oficiales -tenía 27 años- que en 1969 derrocaron al reyezuelo Idris Senussi, para el que, tras la II Guerra Mundial, las potencias anglosajonas habían creado un país llamado Libia en un territorio que había sido colonia de Italia y, antes, tres provincias del imperio otomano. Como tantos árabes de la época, Gadafi estaba fascinado por el panarabismo del egipcio Nasser, quien, desde Radio El Cairo, predicaba la unidad sustancial de los pueblos que van del Atlántico al golfo Pérsico. Una unidad que proponía cimentar no solo en la lengua, la cultura y la historia comunes, sino en un modelo laicista, socializante y antiimperialista.

En 1969, Nasser ya era un caudillo avergonzado por su derrota militar frente a Israel dos años antes y que se moría a chorros de tristeza. Cuentan que cuando conoció en persona al nuevo caudillo libio, Nasser dijo que le había parecido "escandalosamente puro e inocente".

El rais egipcio falleció en 1970, los árabes fueron vencidos de nuevo por Israel en 1973 y Egipto terminó firmando la paz con el Estado judío. Ahí llegó el gran momento del militar beduino. En los setenta y ochenta, la Libia de Gadafi, siguiendo la senda de Nasser, firmó, sin materializar jamás, uniones con otros países árabes, incluido, pásmense, Marruecos. Se convirtió en portaestandarte de la idea de la aniquilación de Israel. Encabezó el embargo de petróleo a Occidente. Compró armas soviéticas. Acogió o financió a cualquier grupo guerrillero o terrorista que le presentara supuestas credenciales de izquierda: el palestino Abu Nidal, el venezolano Carlos, los irlandeses del IRA, el Frente Moro filipino, el Ejército Rojo japonés, la banda alemana Baader-Meinhof... Entretanto, los servicios secretos libios asesinaban por todo el mundo a cualquier opositor.

Gadafi se veía como un revolucionario con una visión cósmica. Se inventó el concepto de yamahiriya o república asamblearia de las masas. Y, cual Mao árabe, editó su Libro Verde, un revuelto indigerible de socialismo, panarabismo, populismo e islam, como base de una "tercera teoría mundial" alternativa al capitalismo y al comunismo. Todo pagado con el muchísimo dinero de los pozos de petróleo libios.

En 1986, por órdenes de Reagan, aviones estadounidenses bombardearon Libia con la intención de liquidar a Gadafi. No lo consiguieron, pero sí mataron a una hija adoptiva suya. En búsqueda de venganza, sus servicios secretos estuvieron detrás de los atentados contra un avión de Pan Am en Lockerbie, en 1988, y un avión francés de UTA sobre Níger, en 1989.

Vi a Gadafi a finales de los ochenta en Marraquech, Argel y Trípoli. Se tomaba por un nuevo Saladino capaz de reconquistar por las armas Palestina y alzar su estandarte en Jerusalén. Ya era un anacronismo incluso para la mayoría de los demás dirigentes árabes, incluido Arafat, que iban aceptando la imposibilidad de una victoria militar sobre un Israel protegido por Estados Unidos y el carácter inevitable del Estado judío. Gadafi cultivaba su estilo: llegaba tarde o no llegaba a las reuniones; levantaba el puño cada dos por tres; calzaba botas con tacones altísimos; vestía trajes seudobeduinos diseñados en Italia o uniformes de jefe de pista de circo austrohúngaro; transportaba camellas en su avión para beber su leche; andaba protegido por una guardia personal de amazonas vírgenes... Era un niño caprichoso, de reacciones imprevisibles. Una vez, se cubrió la mano derecha con un guante blanco para estrechar la de Hassan II sin que su carne tocara la de aquel monarca que había saludado a dirigentes israelíes.

El 2 de marzo de 1988, Gadafi habló ante una asamblea en Ras Lanuf: "Una pesadilla me acecha día y noche: no soy carcelero, me da pena que haya detenidos". El día siguiente, se subió a un bulldozer y embistió contra los muros del centro penitenciario de Trípoli. Por los agujeros así abiertos salieron decenas de estupefactos prisioneros. Muchos pensaron que solo hacía eso para seguir apareciendo en las televisiones occidentales.

Estuve en Trípoli en septiembre de 1989, en el vigésimo aniversario del derrocamiento del rey Idris. Ni tan siquiera en el Irak de Sadam me había sentido menos libre. Me "albergaron" en un viejo buque varado en los muelles y de donde solo podía salir escoltado para asistir a los actos de masas protagonizados por Gadafi: desfiles de hasta seis horas en los que sus amazonas ululaban al paso de las delegaciones y cuyo único interés eran los modelitos que lucía el caudillo. Solo puedo compartir lo escrito esta semana por el marroquí Tahar Ben Jelloun a propósito de una experiencia semejante en Trípoli: "Uno siente que ha llegado a un país imaginado por George Orwell y Franz Kafka juntos. Todo es fingido, absurdo y extraño".

En los noventa, decepcionado por sus "hermanos", Gadafi declaró que ya no se sentía árabe, sino africano. En 1999 celebró en Trípoli una cumbre extraordinaria de la Organización para la Unidad Africana (OUA), cuya principal novedad fue la presentación de un coche deportivo parecido al usado por Batman y fabricado en Libia, del que se afirmaba que no solo era el más rápido, sino también el más seguro del mundo. El propio Gadafi había dedicado muchas horas a colaborar en el diseño del llamado Cohete Libio.

El resto ya es más conocido: las sanciones económicas terminaron forzándole a entregar a agentes libios implicados en los atentados y a pagar indemnizaciones millonarias. A partir del 11-S comenzó su "rehabilitación" internacional. Se hizo socio en la "guerra contra el terror" de Bush, se abrazó con Blair, le regaló un caballo a Aznar, se hizo amigo de Berlusconi, plantó su jaima en Roma, Madrid y París, contrató a azafatas italianas para darles un curso sobre el Corán, denunció que enfermeras búlgaras al servicio del Mosad infectaban con el sida a los libios... Entretanto, bajo el manto del ominoso silencio impuesto por su régimen, crecía el descontento de una juventud libia que vivía en la estrechez económica y no podía ni respirar libremente. Esta semana, ante el estallido de la revolución popular, el narcisismo brutal y grotesco de Gadafi reveló su último personaje: Nerón.

jueves, 17 de julio de 2014

Es ignorancia...

Es ignorancia no saber distinguir entre lo que necesita demostración y lo que no la necesita. 
 - Aristóteles

miércoles, 16 de julio de 2014

La crisis llena de libros los almacenes...


La crisis llena de libros los almacenes

Las devoluciones de obras no vendidas alcanzan cifras "históricas" - Entre las razones: caídas en las ventas de hasta el 34%, la piratería y la ausencia de 'best sellers'

Ha llegado tarde, pero quizá por eso mismo el batacazo ha sido más contundente. Hasta agosto, el sector editorial no había notado seriamente los estragos de la crisis. Editores, libreros, distribuidores y autores capeaban el temporal sin grandes bajones de ventas, aunque con los dedos cruzados. Pero al fin llegó el verano de su descontento y las editoriales empezaron a recibir en sus almacenes la devolución masiva de ejemplares no vendidos en librerías. En un volumen que fuentes del sector no dudan de calificar de "histórico".

Las cifras son tozudas. Las tiendas fueron las primeras en detectar el bajón (los síntomas más tempranos ya los sintieron los libreros hace un año). Las ventas han caído un 10% (de 945 millones facturados en 2009 a 845 en el mismo periodo de 2010).

El revés económico tiene relación directa con la cifra de las devoluciones, un inmejorable síntoma de lo que le sucede a un enfermo, el sector del libro, nada imaginario. Las editoriales dejan los ejemplares en depósito. Estos descansan tres meses en las mesas o estanterías. Y si no se les da salida, se devuelven. Los libreros cuentan con márgenes tan estrechos (de un 30% en el caso de los establecimientos tradicionales) que arriesgan poco. Cuando vence el plazo del depósito, los comerciantes acaban comprando, si lo consideran buena idea, unos ejemplares para dejar definitivamente en su fondo. Pero este verano nadie ha querido jugársela más de la cuenta y se ha producido una devolución masiva.

Aunque nadie lo ha medido, lo cierto es que la respuesta de los libreros ha sido "en gran parte psicológica", dicen los editores. Se impone la reorganización del almacén. ¿La razón? Un claro bajón en las ventas que oscila entre un 7% y un 34% para algunas editoriales, según fuentes del sector y el medidor del mercado utilizado por la mayoría, el Nielsen. Hay excepciones, como en todo, pero no son ninguno de los tres grandes grupos editoriales -Planeta, Santillana y Random House-. Las alarmas, no cuesta imaginarlo, se han encendido.

A las caídas de ingresos de editoriales y librerías, se suma la pertinaz piratería, que, lenta pero segura, hace mella en el sector del libro, como lo demuestran las cifras del segundo Observatorio de piratería y hábitos de consumo de contenidos digitales, elaborado por la consultora estadounidense IDC a instancias de la Coalición de Creadores de Industrias y Contenidos. Los datos hablan de descargas "ilegales" de contenidos que han hecho perder al sector 400 millones de euros (el doble que el año anterior).

"Hasta ahora, el mercado se había comportado de manera plana", afirma Armando Collazos, del Grupo Santillana. Algunos fenómenos editoriales habían salvado las cuentas. Muchos decían que el libro era un producto refugio para el ocio y que los estragos de Internet en otros sectores no afectaban dramáticamente al sector. Además, los lectores devoraban fenómenos como el Millenium (Destino) de Stieg Larsson o Crepúsculo (Alfaguara), de Stephenie Meyer.

Este año no se ha producido ningún milagro de ventas. Salvo por El tiempo entre costuras (Planeta), de María Dueñas, publicado por Temas de Hoy (Planeta). Un gran mérito editorial para una autora desconocida, pero que no llega a las cifras millonarias de los dos anteriores. Eso también ha enfriado el mercado, según el diagnóstico de Collazos o Nuria Cabutí, consejera delegada de Random House Mondadori. El vuelo remontará a buen seguro en el último tramo del año con lo nuevo del Nobel Vargas Llosa (Alfaguara), Almudena Grandes (Tusquets) y Ken Follett (Plaza y Janés). Pero el annus horribilis para el gremio parece sellado.

Es posible que la rebaja del precio medio de los libros -un euro en un año- también anime un poco el sector con vistas a la Navidad. Aunque hay hábitos que la crisis quizá haya cambiado para siempre: los lectores abandonan las librerías tradicionales (las ventas han decrecido un 16%) para comprar en las cadenas de supermercados (han aumentado sus ventas un 1%) y, en menor medida, en las grandes cadenas de ocio y libro (tipo Fnac), cuyas ventas solo han caído un 3%.

Ignacio Toldado, encargado de compras de la cadena francesa, cree que hay razones para la preocupación -"Los editores tienen motivos para estar inquietos"-, aunque ve cierta lógica en todo esto -"Existía un desequilibrio enorme entre lo que se produce y lo que se vende. Es normal que el mercado haya ajustado las cosas"-. Sea como sea, la norma que dice que el eslabón más débil se lleva la peor parte se cumple aquí también: "La tónica es de caída sobre caída. Desde 2008 hemos sufrido un 20%. Pero este año ha afectado psicológicamente más que nunca, aunque la moral del librero es de resistencia, la crisis ha calado", admite Fernando Valverde, presidente de la Cegal, la asociación que representa al sector comerciante.

A la hora de buscar consuelo, esta novela tampoco tiene un final feliz. Cuando la tormenta financiera comenzó a arreciar, el libro de bolsillo parecía un buen salvavidas. Pero no se contaba entonces con la difícil relación del lector español con el pequeño formato. Un medio cuyo mensaje nunca llegó a cuajar, a diferencia de los países anglosajones, Alemania o Francia.

Ni siquiera la necesidad de apretarse el cinturón lo ha hecho remontar ahora, para sorpresa del sector. El mercado de bolsillo ha caído un 7%, aseguran editores y libreros. "Creíamos seriamente que el bolsillo sería un refugio para la crisis, pero no ha sido así y nos ha sorprendido. Ahí vemos claramente que hay una crisis", asegura Nuria Cabutí, de la editorial Random House.

El bajón, en datos

- El total de ventas en el mercado librero español ha caído un 10% entre agosto de 2009 y agosto de 2010.

- El bajón de ventas en las editoriales españoles oscila entre un 7% y un 34%.

- El mercado de bolsillo ha descendido un 7%.

- El descalabro en las librerías tradicionales es del 16%. Mientras que en las cadenas de ocio y libros sólo cae un 3% y en los supermercados suben las ventas un 1%.

- El sector ha perdido 400 millones de euros en lo que va de 2010 (el doble que en 2009) por las descargas ilegales de contenidos.

domingo, 13 de julio de 2014

ÚLTIMAS NOTICIAS SOBRE LA DIVISIÓN AZUL...


ÚLTIMAS NOTICIAS SOBRE LA DIVISIÓN AZUL: ¿Qué buscaban cerca de 50.000 españoles en el frente ruso?

Cerca de 50.000 españoles lucharon con los alemanes en el frente ruso. Cinco mil perdieron la vida. La División Azul. Rusia, 1941-1944 (RBA) ofrece otra mirada sobre esa tragedia. Es un libro de historia y de historias, de experiencias individuales. Su autor cuenta en este texto exclusivo para Babelia aquella trágica guerra

Todos los años, desde hace muchas décadas, un grupo cada vez menos numeroso de ancianos canta en el cementerio madrileño de la Almudena canciones de origen alemán como Yo tenía un camarada. Además, los nonagenarios entonan el himno falangista, el Cara al sol, acompañados por unos pocos jóvenes de gesto desafiante y estética nazi.
Conmemoran una derrota y una matanza. La derrota en la batalla de Krasni-Bor, a las afueras de Leningrado, el 10 de febrero de 1943, cuando más de mil doscientos soldados españoles que vestían el uniforme alemán murieron y otros tantos quedaron seriamente heridos en menos de veinticuatro horas en una ofensiva del ejército soviético.

¿Qué hacían allí esos hombres? Si se lee la prensa de la época, la que acompañaba su marcha, estaban luchando contra el judaísmo, el bolchevismo y la masonería. En ese empeño se dejaron el pellejo, entre 1941 y 1944, unos cinco mil jóvenes de los casi cincuenta mil que se presentaron voluntarios para ir a Rusia a luchar como soldados alemanes. Unos soldados que juraron lealtad al Führer, a Adolf Hitler.

La historia de esa unidad es la de un viaje, que empieza el 22 de junio de 1941 en torno a una mesa del hotel Ritz de Madrid, el más lujoso de una capital que se muere de hambre y de tifus. Allí, tres importantes jerarcas del régimen franquista deciden que, cuando Hitler desate su previsible ofensiva contra la Unión Soviética, España tendrá que estar presente en la guerra para tener una parte en el botín. Son Ramón Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores, Dionisio Ridruejo y Manuel Mora Figueroa, dos altos cargos falangistas. El botín será cuantioso: Gibraltar, el Marruecos francés y el Oranesado. Un imperio.

Cuando se cumple su deseo de que la guerra empiece, Serrano Suñer lanza una consigna desde el balcón de la Secretaría General del Movimiento en la calle Alcalá: "Rusia es culpable". Y con ese eslogan en los labios, miles de falangistas madrileños apedrean primero la embajada inglesa y se apuntan después a la guerra, que sueñan que podrán hacer subidos a las torretas de poderosos tanques alemanes. Hay que darse prisa, no sea que lleguen a Moscú sin ellos.

A esos falangistas de primera hora les van a mandar oficiales también voluntarios del ejército victorioso en la guerra civil. Unos oficiales a los que los falangistas no quieren obedecer pero a los que van a tener que soportar, porque sin ellos estaría garantizado el desastre. Poco a poco, a lo largo de los tres años que dure la aventura, los falangistas revolucionarios, pro-nazis, de Madrid, irán escaseando, mientras los oficiales nacional-católicos aumentarán su presencia en la división de voluntarios. En todo caso, ambos grupos coinciden en odiar al judaísmo y el bolchevismo. Y eso se va a notar.

El general Agustín Muñoz Grandes, que es tan falangista como militar, es el hombre al que se escoge para mandarlos. Franco descarta a un importante falangista, José Antonio Girón de Velasco, un antiguo pistolero de la vieja guardia. No es sensato que alguien sin conocimientos serios de la técnica de la guerra mande a los dieciocho mil hombres que van a Rusia en la primera hornada.

El viaje continúa por el campo de entrenamiento de Grafenwöhr, al norte de Múnich, donde los voluntarios aprenden a usar las armas alemanas y juran solemnemente fidelidad a Hitler, hasta la muerte.

Y después, camino de Moscú, atraviesan Lituania y se internan en Bielorrusia. No van sobre tanques, sino andando, tirando de viejos caballos a los que se comen cuando mueren de agotamiento o por algún accidente.Por ese camino hacia Moscú, se cruzan con enormes columnas de prisioneros soviéticos conducidos por soldados alemanes, que de cuando en cuando pegan un tiro en la cabeza a los que caen exhaustos. Y ven a grupos de judíos a los que está prohibido dar comida o ayudar, porque son seres inferiores. Los voluntarios españoles intuyen que el destino de esos judíos es trágico. Algunos desobedecen las órdenes y les dan de comer. A algunos les provoca lástima su miseria; a otros, les parece que es lo que se merecen.

Y algunos se hacen preguntas, como cuando ven, al llegar a Vítebsk, un cuerpo que pende de una soga, el de un hombre vestido de paisano. A pesar de que el último gesto de agonía se le ha quedado grabado en el rostro, se puede ver bien que se trata de un joven. El cartel que le han prendido en el pecho está escrito en alemán y en ruso y en él se explica que se trata de Vladímir Baldseski, que era judío y tenía veinticuatro años. También está narrado de forma sucinta el crimen por el que fue sentenciado a la horca: apuñaló a un soldado alemán.

La información tiene un carácter desigual. La gravedad del delito pretende explicar la severidad del castigo. ¿Pero añade algo la condición de judío del ejecutado? Los soldados voluntarios españoles van aprendiendo que sí. Según transcurre el tiempo que gastan en acercarse al momento triunfal de la entrada en Moscú, los ejemplos se van acumulando. La cuestión de los judíos es muy relevante para los alemanes a los que han venido a ayudar.

Baldseski no es un caso único. Los expedicionarios españoles que han llegado a Vítebsk después de una nueva jornada de ocho horas de marcha a pie que comenzó a las 6,45 horas de la mañana, han visto, y van a ver muchos más, otros cuerpos desmadejados que los verdugos dejan durante tres días a la intemperie para que su visión sirva de escarmiento a quienes puedan sentir la tentación de unirse a las fuerzas partisanas que, según la propaganda nazi, se reúnen en los bosques para hostigar a las tropas del Heer, el ejército de Tierra alemán.

En esta ocasión, como en casi todas, se ha escogido la plaza de la ciudad, para que la exhibición tenga mayor eficacia propagandística. Baldseski, lo que queda de él, se balancea con los miembros extendidos en reposo, y una postura del cuello casi inverosímil, con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante. La boca y los ojos están abiertos, y sus pantalones manchados, porque la muerte afloja los esfínteres.

Los expedicionarios han visto durante la jornada de marcha los restos de una gran batalla. Muchos esqueletos de carros de combate, rodeados de trincheras individuales destinadas a proteger a quienes eran los encargados de abastecerlos. Chatarra bélica por todas partes. Y los bosques mutilados por la metralla.

La ciudad les ha recibido mostrando las huellas de una devastación hasta ahora desconocida para sus ojos, que ya estaban entrenados en el oficio de ver ruinas por su experiencia de la guerra de España. Puede ser que los edificios destruidos lleguen al 95%. En la estación de ferrocarril hay varios trenes también destruidos. Todo en Vítebsk son amasijos de hierro y escombro. Por las calles, deambulan personajes fantasmales que se dirigen a algún destino seguramente tan incierto como el punto de partida. Es la estampa humana que se repite desde que han llegado a Rusia. Hombres con gorrillas de corta visera y mujeres con un pañuelo a la cabeza. Colores desvaídos de la ropa, movimientos trabajosos, ojos humillados.

Los judíos, algunos de ellos, salen de su encierro en guetos para trabajar en brigadas forzosas, y a cambio reciben una ración de 300 gramos de pan. Los demás no reciben nada, no comen.

De cuando en cuanto, algunos de los que se hacinan entre los escombros del recinto, un barrio de las afueras muy cerca de la estación de ferrocarril, intentan escaparse. Por la ciudad se escuchan disparos cada poco, que ya no sobresaltan a nadie. Fuera del gueto, los soldados alemanes pueden matar a todos los judíos que les venga en gana. Cada soldado alemán puede hacerlo.

No hablan apenas de ellos los voluntarios españoles que van a desfilar por las calles de Moscú y cantan para animar su larga y penosa marcha una cancioncilla de letra intencionadamente jocosa:

"Voluntario alegre, que a Rusia te vas, con rancho de hierro para caminar...".

Pero algunos, pese a todo, se preguntan ¿en qué se han metido?

En una guerra criminal. En eso se han metido.

Los falangistas y los militares que se han apuntado, los que desean con todas sus fuerzas entrar en fuego de una vez, lo están haciendo en una guerra criminal.

¿Es más noble su propósito que el de los soldados alemanes?

¿Qué les distingue de ellos?

Los hombres que van a entrar en combate han jurado en el mes de julio fidelidad al Führer. Y forman parte de una división alemana, perteneciente a la Wehrmacht, la número 250.

Cuando han salido de España han recibido, por boca de Ramón Serrano Suñer, la consigna de acabar con el bolchevismo y barrer a Rusia del mapa. Los periódicos que han leído han explicado en titulares qué significa eso: acabar con el enemigo judeobolchevique.

La mentalidad de esos hombres está moldeada en torno a prejuicios muy parecidos a los que han trabajado los nazis en los soldados alemanes: el judío es el bolchevique, y hay que liquidarlo.


Los hombres que han pasado por Bielorrusia y por Lituania y Rusia han visto desfilar a los prisioneros que no reciben alimentos, han visto desfilar a los judíos camino del matadero. Han intuido cuál era el destino de esas comitivas, pero no han querido preguntarse más por ello.

Y han participado en algunas ocasiones en ahorcamientos o fusilamientos de presuntos partisanos. En esa "lucha contra los partisanos pero sin partisanos" que provoca una desproporcionada cifra de muertos entre los dos bandos: mueren cien partisanos por cada soldado alemán. En Bielorrusia, los responsables del grupo de ejércitos del Centro los contarán con precisión: los alemanes sufrirán mil noventa y cuatro bajas frente a ochenta mil presuntos partisanos liquidados, entre junio de 1941 y mayo de 1942.

Las crónicas de los divisionarios que escriben esporádicas narraciones para cuando vuelvan a España, las de los que toman apuntes para futuras memorias personales, identifican a los partisanos con judíos.

La Wehrmacht -de la que forma parte la división 250- tiene una instrucción que está emitida el 13 de mayo, por la que puede proceder a ejecuciones masivas en la retaguardia, no sólo de partisanos según la definición de los acuerdos de La Haya, sino también de "elementos sospechosos" y "hostigadores", tales como los que reparten octavillas o desobedecen órdenes militares.

Los españoles forman parte de la Wehrmacht, y tienen que ser fieles a su juramento y a las órdenes que establecen la fórmula de colaboración entre las SS y el ejército en la Unión Soviética. Son matanzas de las que no tienen nada que ver con las cámaras de gas. Se hacen a la vista de todo el mundo, para que sirvan de escarmiento y como parte del plan de limpieza. En Vilna, los médicos, las enfermeras y los heridos que están en el hospital español, verán matanzas de cientos de judíos. Y no hablarán de ello.

¿Podían haberse negado a seguir? ¿Se podrán negar en adelante?

Hay un precedente como el de los italianos, que se niegan a obedecer las perentorias órdenes alemanas para que les entreguen judíos o para que los asesinen ellos mismos. Hay críticas de los oficiales del ejército alemán hacia "el escaso antisemitismo de los italianos". Y se han producido incidentes graves en varias ocasiones.

Pero hay una importante diferencia de base: los italianos luchan en el Este como un aliado de Alemania. Sus divisiones han jurado lealtad a algo tan repulsivo como el fascismo, pero no al Führer, que exige la eliminación de los eslavos o de los judíos y gitanos.

Los españoles venían preparados para ello. Venían a Rusia para acabar con el judeobolchevismo. Su Hoja de Campaña, que se edita en Riga, se lo va a recordar todas las semanas: judíos y bolcheviques son los enemigos.

De la masonería es más difícil encontrar rastros en las estepas rusas.

Los divisionarios se encuentran en una guerra de gran ferocidad. Luchan casi siempre con gran valor contra un enemigo que defiende el territorio de su patria. Lo hacen en condiciones extremas. A cuarenta grados bajo cero. A las orillas del lago Ilmen.

Pero lo más importante de su acción llega en el otoño de 1942. Los voluntarios participan directamente en el asedio de Leningrado, la antigua San Petersburgo. Cercan la ciudad y tienen un papel protagonista en la muerte por hambre, por frío, o por la metralla de los cañones, de más de un millón y cuarto de personas, de civiles, de ancianos, jóvenes o niños, de hombres o de mujeres.

Por lo que eso significa casi ninguno se pregunta.

Sólo se preguntan por sus caídos. Por los miles de camaradas que se quedan para siempre bajo la tierra de Rusia. Los que mueren, por ejemplo, en Krasni-Bor.

La actitud piadosa de muchos divisionarios españoles crea conflictos con el ejército alemán. Pero no hay protestas de los oficiales ni de los jefes. Ni de Muñoz Grandes, ni de su sucesor, el general Emilio Esteban-Infantes, surge ninguna oposición a los actos que pueden observar y que van de manera flagrante contra la Convención de La Haya.

Cuando la guerra acabe, y se celebre el proceso de Nüremberg para esclarecer y castigar los crímenes de guerra cometidos por los responsables alemanes, se abrirá un proceso contra el OKW, el centro de mando del ejército alemán. De los catorce encausados, tres habrán sido jefes directos de los españoles de la división 250: el mariscal Wilhelm von Leeb, jefe del grupo de ejércitos del norte; el general Georg von Kügler, jefe del 18 ejército, y el general Karl von Roques. Un buen plantel de hombres que serán declarados culpables de crímenes de guerra y crímenes contra la Humanidad. De manera más explícita, por haber elaborado y puesto en práctica órdenes criminales como la del exterminio de comisarios, por haber perpetrado crímenes contra prisioneros de guerra, por haber deportado a civiles de los países ocupados condenándoles a realizar trabajos forzosos, y por haber tomado parte en el asesinato de judíos en el frente oriental. Todos los mandos que serán condenados pertenecen a la Wehrmacht, no a las SS, sino al ejército profesional alemán, que ejecuta con aplicación las órdenes recibidas, siguiendo las instrucciones del mando supremo.

Les guste o no, los voluntarios católicos y falangistas forman parte de una guerra. Han jurado obedecer. Detienen a supuestos partisanos, ejecutan cuando procede a sospechosos de serlo, entregan a los alemanes a los prisioneros para que les interroguen de formas más severas que las que ellos practican. Y contemplan con pasividad cómo sus camaradas alemanes disparan a los prisioneros rezagados cuando caen exhaustos en las cunetas. Callan lo que saben sobre los asesinatos de judíos. Y observan con fascinación los bombardeos de los aviones stuka sobre Leningrado y su población civil.

Su viaje acaba en 1944, cuando los últimos, los irreductibles pronazis, son obligados a volver. Su coronel, Antonio García Navarro les había ofrecido un fin más heroico:

"¿Sabéis lo que os pide la Legión? Os pide morir".

Los que fueron despedidos como héroes en 1941 vuelven a España a hurtadillas, para no molestar a los aliados que van a ganar la guerra. Muchos militares ascienden. A algunos soldados les dan empleíllos, una portería o un estanco.

Setenta años después, son muy pocos los que quedan para ir al cementerio de la Almudena a cantar Yo tenía un camarada.

Más información sobre 'La División Azul. Rusia, 1941-1944' aquí.

sábado, 12 de julio de 2014

Los dormitorios del jazz de Nueva York... 12


El pianista Robert Glasper
Por un lado vemos a un chico joven, que aún no se ha podido comprar una cama y seguramente ni le importa, rodeado de lo que sí que le importa: la música. Yo cuando marché de casa de mis padres también vivía así, pero en lugar de cd’s eran libros. Por otro lado, se ha preocupado de comprarse un póster con una de las imágenes más emblemáticas del jazz de los años 50. Y eso sí es específico del jazz: reverencia por el pasado, conocimiento de la tradición, ya no sólo musical sino también oral, de costumbres y de filosofía de vida.

viernes, 11 de julio de 2014

jueves, 10 de julio de 2014

¿Qué fue de Los 'Goonies'?


¿Qué fue de Los 'Goonies'?

Millones de adolescentes han querido ser como ellos. Los protagonistas de esta cinta de culto celebran su 25º aniversario en tono de reunión de ex alumnos. Faltó Spielberg.

Millones de adolescentes han querido ser como ellos. Los protagonistas de esta cinta de culto celebran su 25º aniversario en tono de reunión de ex alumnos. Faltó Spielberg.

Fue como una aventura de Los cinco. O de Verano azul, pero en cine, con caché de Hollywood y Steven Spielberg como productor. Los Goonies, el filme de Richard Donner, marcó a toda una generación. O a varias. En su 25º aniversario (conmemorado con una edición especial en DVD distribuida por Warner) queda claro que los goonies nunca mueren. Se quedan calvos, como Joey Pantoliano, el malo de la peli antes de ser un Soprano. O pierden las carnes, como le pasó a Jeff Cohen, el gordito. También hay mucha dentadura postiza, canas tintadas y juventud fingida de meter tripa al estilo de Corey Feldman. Algunos, con los años, han perdido la cabeza y otros, como Sean Astin y Josh Brolin, han ganado fama. Esos son los que faltan a una reunión de goonies donde el único que no ha cambiado es el vietnamita Ke Huy Quan, igual de repelente que en Indiana Jones y el templo maldito. Un cuarto de siglo después, Los Goonies sigue en el top 10 de películas para todos los públicos más populares de la historia. ¿Por qué será? Ellos mismos responden.

Ke Huy Quan (en la película, Richard Data Wang). El único secreto de Los Goonies es que cuenta la eterna fantasía infantil: encontrar un tesoro.

Jeff Cohen (el gordito Lawrence Chunck Cohen). Eran los años ochenta, así que los niños de la peli éramos niños de verdad. No como ahora. Dick [Richard Donner] nos dejó ser niños.

Richard Donner (el director). En la actualidad no podría hacer una película como esta. Por eso no dirijo en cine. Fue una peli bien escrita, profesional e inocente. Ellos [señala al reparto] fueron los goonies. Hay un goonie en cada uno de nosotros.

Jeff Cohen. Y Donner le dio lo que sabe dar a los personajes de todas sus pelis: credibilidad. Ya sea el hombre de acero [Superman], el hijo del diablo [La profecía] o un grupo de niños tras un tesoro, convierte situaciones increíbles en algo creíble.

Joey Pantoliano (el villano Francis Fratelli). Eran otros tiempos. Tim Burton era un chavalillo que empezaba con La gran aventura de Pee-wee, y el padre de Josh Brolin triunfaba en Hotel. Los Goonies siempre será mi película preferida.

Richard Donner. La mía es mi ópera prima, Inside moves, pero allá donde lo diga la reacción siempre es: "¿Cuál dices?", y contraatacan con Los Goonies.

Corey Feldman (el bocazas Clark Devereaux). De niño pensaba lo cool que sería haber formado parte de una de esas pocas películas que sobreviven en el tiempo, como El mago de Oz o Willy Wonka y la fábrica de chocolate. Y resulta que lo he conseguido.

EP3. Entre tanta nostalgia y tanto éxito, ¿por qué no hubo una segunda parte?
Corey Feldman. Los ochenta también tienen su lado malo. Para mí, ese lado fue el final de la década, de 1987 a 1992 [risa cómplice]. Pero luego me volvió a ir bien.

Jeff Cohen. Dos palabras: Grease 2. Los Goonies es el tesoro de los estudios Warner y no quieren destruirlo.

Huy Quan. Y nos vamos haciendo viejos.

Richard Donner. No te negaré que llevamos años intentando hacer una continuación. Y queremos hacer un musical de Broadway, por extraño que parezca.

Jeff Cohen. Podían hacer un proyecto en animación. O un videojuego como Ghostbusters, que es estupendo y contó con la participación del reparto original. Soy capitalista y ahí sí firmo.

Richard Donner. Spielberg me dijo que habló con Chris (Columbus, guionista de Los Goonies) para hacer algo nuevo. No un remake, sino algo nuevo, fresco. Sería difícil buscar ahora barcos piratas. Quizá platillos volantes. ¡Pero eso ya lo hizo Steven!

Jeff Cohen. Dick siempre nos decía eso de: "¿Quién es tu mejor amigo?".

Corey Feldman. ¡La cámara!

Jeff Cohen. ¿El segundo?

Corey Feldman. ¡La luz!

Jeff Cohen. ¿El tercero?

Corey Feldman. ¡El director!

EP3. ¿Y Steven Spielberg?

Corey Feldman. ¡El tío que cuida de los niños cuando no están los padres!

miércoles, 9 de julio de 2014

Los dormitorios del jazz de Nueva York... 11


Dewey Redman sentado junto a dos saxos
Las lecturas que se pueden hacer de una imagen son múltiples y si uno va con prisa, pueden ser equivocadas. Al ver este retrato más de uno me ha comentado: "¿Qué ego?". Si mirará con más detenimiento se daría cuenta de que el gran Dewey ha elegido en su mayoría carteles de festivales chicos, de ciudades no muy cosmopolitas. Y si me preguntaran a mí les diría que los nombró uno a uno y lo que vino a decirme es que seguía asombrado que la música fuera tan universal como el aire. Dewey ha muerto pero el mundo del jazz lo sigue respirando.

martes, 8 de julio de 2014

lunes, 7 de julio de 2014

El cielo pierde pie en la tierra...


El cielo pierde pie en la tierra

La visita del Papa deja al descubierto el creciente desapego de los fieles en España - La sociedad no acepta el autoritarismo, la exhibición de poder y riquezas, los escándalos de pederastia y la marginación de la mujer en el ministerio sagrado

"Compelle eos" (oblígalos a entrar), apremiaba el obispo san Agustín en pleno combate contra laicistas y herejes. Esa orden a las autoridades civiles pone de manifiesto la involución de un prelado que poco antes había defendido la libertad de conciencia y la religiosa. Cuando se hace fuerte en su diócesis, acaba exigiendo al Estado el uso de la fuerza para someter a sus contraopinantes. Forzaba así la interpretación de la parábola en la que unos invitados descorteses se niegan a aceptar la invitación al banquete de un rey por la boda de su hijo. "Compelle eos", ordena el monarca. Interpretando así al evangelista Lucas, Agustín de Hipona expone por primera vez la teoría de que el Estado, además de la obligación de proteger a la Iglesia, debe utilizar todos los medios, incluso la fuerza, para exigir a sus ciudadanos que abracen la fe cristiana.

Las sociedades modernas no aceptan esas prepotencias del pasado. Ciencia, política y cultura les han curado de espanto, y detestan la intolerancia y el que el poder quiera uniformar teorías y verdades, e imponer usos y costumbres. Es el imperio del relativismo contra el absoluto totalizador que predica el Papa romano. El escaso seguimiento del viaje de Benedicto XVI a Santiago de Compostela y Barcelona el fin de semana pasado -siempre en comparación con visitas anteriores- tiene que ver con todo esto.

Hay otras causas. La mujer, que es quien llenaba las iglesias, se está alejando de la práctica religiosa (o de su exhibición pública) por el papel secundario que tiene en lo eclesiástico, minusvalorada por la jerarquía y marginada de lo sagrado hasta el punto de considerar este Papa un delito muy grave su ordenación sacerdotal, equiparable al de pederastia. Los expertos también subrayan el desprestigio que acosa al Vaticano por encubrir abusos sexuales a menores en colegios y parroquias. Además, se achaca el retroceso de los entusiasmos al carácter de jefe de Estado y de Pontífice romano que exhibe en los viajes, con exuberancia de medios.

Frente a las banderolas con el eslogan de Totus Tuus (Todo tuyo) con que las masas recibieron a Juan Pablo II en Madrid en 1982, ahora se han exhibido banderas del Estado vaticano. También pesa la imagen del Pontífice, un anciano alemán que en el pasado ejerció de intransigente inquisidor romano, como presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora el detestable Santo Oficio de la Inquisición.

Estas circunstancias explican el poco entusiasmo de las iglesias de base ante el viaje papal, pero también la caída de la práctica religiosa. No es pequeño el dato de que el año pasado se celebraron más matrimonios civiles que eclesiásticos. Cuando en 1870 el Gobierno legalizó las uniones civiles, acabando con el monopolio eclesiástico, los obispos de la época pusieron el grito en el cielo calificándolo como "la legalización del concubinato público universal".

"Compelle eos". Oblígalos a entrar. La intolerancia agustiniana le recuerda al teólogo Juan José Tamayo el desatino con que los ultraclericales han criticado al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, por no acudir el domingo a la misa oficiada por Benedicto XI. Lo reclamaban los nostálgicos de cuando hace menos de medio siglo la Guardía Civil multaba (e, incluso, pegaba) a quienes en los pueblos osaban no cumplir con la obligación de la misa dominical. Ahora atiende a ese precepto apenas el 13% de los que se dicen católicos en las encuestas. Peor: en miles de parroquias ni siquiera hay un sacerdote que ofrezca ese servicio pastoral, que antes era pecado no cumplir.

Frente al laicismo agresivo que se palpa ahora en España según Benedicto XVI, se alza todavía ese clericalismo furioso que querría ver arrodilladas a las autoridades civiles ante un líder religioso que es, además, jefe de un Estado extranjero y se exhibe como tal. Es esta terrible historia de clericales y anticlericales intransigentes -"¡Españoles, siempre detrás de los curas, unas veces con el cirio, otras veces con el palo!", maliciaba Pío Baroja- la que explica, según el historiador católico Jaume Botey, de la Universidad Autónoma de Barcelona, "la desafección de la población con la Iglesia católica y el escaso entusiasmo ciudadano ante la visita del Papa".

"Entre las razones de la desafección sigue pesando la identificación de la Iglesia con el franquismo, de la que la jerarquía no ha pedido perdón. Mientras no lo haga, seguirá siendo vista como colaboradora del terror en beneficio propio", dice Botey.

El arzobispo emérito de Pam plona, Fernando Sebastián, ha expresado en voz alta la satisfacción por las escasas consecuencias que ha tenido para la Iglesia romana las décadas de brutal nacionalcatolicismo franquista. No hay que olvidar que la "sacralización del golpe militar" que provocó la Guerra Civil y aquella dictadura se produjo desde el primer momento. "No fueron los sublevados quienes solicitaron la adhesión de la Iglesia, sino que fue esta la que muy pronto se les entregó en cuerpo y alma. Fue una gran sorpresa para los generales sublevados, y la cuerda religiosa se convirtió muy pronto en la más vibrante en la lira de la propaganda nacional", dice el historiador Hilari Raguer.

Benedicto XVI se remontó el sábado al "laicismo agresivo" del tiempo de la II República. El Vaticano siempre ha considerado de Derecho divino la Monarquía, y como regímenes impíos a las Republicas. "Hay que estrangular a la ramera", era el grito de guerra del clericalismo en 1931. Lo que vino más tarde es historia terrible, sobre todo porque los vencedores no pararon de fusilar y encarcelar hasta varias décadas después de la última batalla.

Cuando el cardenal primado de Toledo, el catalán Isidro Gomá, se dispuso a pedir que pararan los fusilamientos, con la pastoral Lecciones de la guerra y deberes de la paz (8 de agosto de 1939), Franco prohibió su publicación, sin contemplaciones. También ordenó acabar con las homilías en vasco y catalán. El pobre cardenal no tardó en morir, se dijo que de disgusto. Había presidido la ceremonia de exaltación de la Victoria conduciendo bajo palio a Franco hasta el altar de la Iglesia de Santa Bárbara en Madrid para dejarlo "ungido" como Caudillo.


"La Iglesia ha salido viva" de esos tiempos de dictadura, ha subrayado el arzobispo Sebastián. No opina lo mismo el historiador Botey. Añade dos razones de presente para el enfriamiento de los fieles. "Se trata de la concepción del poder. La evangelización se hace desde el poder, en alianza con el poder político y económico. Esto va en contra de la actitud de Jesús que se enfrentó y denunció duramente tanto al poder religioso como al político".

"La gente ve a la jerarquía como cómplice de los poderosos. También cuenta la concepción de la verdad y su convencimiento de poseerla, tanto en lo religioso como en lo civil. Este es el origen de la incapacidad de la Iglesia para entender la modernidad. En lugar de vivir como buena noticia que la humanidad vaya llegando a su adultez laica en la ciencia, la moral, la economía, la política o la construcción de la paz, lo vive lamentando su pérdida de poder. Su discurso va siendo progresivamente fundamentalista, alejado de la vida", añade Botey.

La visita del Papa ha sido un claro ejemplo en estos dos aspectos. "Ha venido rodeado de poder político y mediático como ningún príncipe o gobernante hasta ahora, y de manera incomprensible riñendo a la sociedad española porque funciona ya con criterios de sociedad adulta, laica. Como creyente lamento que tanto lo uno como lo otro hará que aumente entre la gente el sentimiento de que la fe y las creencias que el Papa proclama no tienen nada que ver con ellos", concluye el historiador católico catalán.

Otro motivo de distanciamiento es el carácter institucional y de poder mundano que se exhibe en este tipo de viajes. "La clave es la figura del Papa, desencajada desde hace mil años. Que sea un jefe de Estado resulta anacrónico, no tiene sentido. Que en su persona haya monopolizado la verdad y el bien, que se haya declarado infalible y que haya centrado en su persona todo el poder es un esquema medieval que resulta insostenible. Todo ese montaje entorno a su figura está muy superado. Es de otros tiempos", sostiene el teólogo José Arregi.

La deserción de la mujer en estos actos de sublimación papal tiene que ver también con el poder que desprende el papado. Dice la teóloga Margarita Pintos: "Aunque todavía somos mayoría en las concentraciones, el que no se llenen los espacios previstos tiene que ver con la antropología eclesiástica, que sigue considerando a las mujeres criaturas dependientes, no autónomas".

Añade Pintos: "Se nos niega la categoría de sujetos morales, teológicos y eclesiales. Solo esperan de nosotras la fidelidad que signifique sometimiento. Por esto el Papa tiene que adjudicarnos el lugar 'casa y trabajo', cosa que nunca hace con los hombres. Mientras nos quieran como servidoras ('su carisma como religiosas es limpiar', dijo el obispo de Barcelona ayer) y no como mediadoras de gracia y salvación, la Iglesia católica también perderá a las mujeres como ya perdió a trabajadores e intelectuales".

Joan Oñate, presidente de Esglesia Plural, de Barcelona, cree que la Iglesia no ha sabido adaptarse a los valores del conjunto de la sociedad. "El escaso entusiasmo ante el Papa se debe a que su figura y la de la jerarquía es muy controvertida. El viaje se ha dirigido a los convencidos, a los más beligerantes. Llevamos décadas sin solucionar el encaje de la religión en la vida de las personas y cómo hacer visible la presencia de la Iglesia en la vida pública".

Oñate sostiene que el Concilio Vaticano II jamás fue asumido por los obispos. "La Iglesia oficial no se ha apeado de un discurso simple y limitado -moral sexual, defensa de derechos adquiridos, postura defensiva ante el crecimiento del laicismo...-, que no conecta con una capa social creyente comprometida con el reparto desigual de la riqueza, las injusticias, los problemas medioambientales, etcétera".

La Iglesia también debería actualizar su estructura, según Joan Oñate. "Las tomas de decisión deben ser democráticas, la paridad de género es imprescindible, los cargos no pueden ser vitalicios, debe existir el derecho a la disensión y es imprescindible una división de poderes. También se debería poner en marcha inmediatamente el acceso de la mujer al sacerdocio, la eliminación del celibato obligatorio, la participación decisoria de los fieles en los consejos parroquiales y la participación de los fieles en la elección de obispos, además de la limitación de la edad del Papa a 75 años, como entre los obispos".

El Foro de Curas de Madrid también coincide en el desajuste entre realidad y jerarquía, y de ésta con respecto a sus fieles. "La obsesión por la defensa de la institución eclesial, la manía persecutoria, no es un camino evangélico. Cristo nos ha hecho libres".

La dirigente de Somos Iglesia, Raquel Mallavibarrena, sostiene que las celebraciones de este fin de semana, más allá de la estética, distaban mucho de un planteamiento fraterno. "La liturgia debe ser una expresión viva de esa iglesia de iguales en la que no hay estamentos y en la que se vive la fraternidad". Añade: "Los católicos debemos ser los primeros en favorecer la separación entre la Iglesia y el Estado, por fidelidad y coherencia con el mensaje evangélico. El dinamismo de un cristianismo profético e independiente a favor de los pobres y de los que sufren queda muy condicionado si la Iglesia como institución se mantiene en esa confluencia de intereses políticos y sociales bajo la idea, cada vez más un espejismo, de que España es un país católico".

También lamenta Mallavibarrena que "la jerarquía siga mayoritariamente sin reconocer que dentro de la Iglesia existe un pluralismo respecto a muchas cuestiones de actualidad". Según Somos Iglesia, también el Gobierno tiene una larga asignatura pendiente. "Es urgente que el Gobierno y los partidos y grupos sociales afronten con valentía y sin posiciones radicalizadas, el desarrollo de la laicidad, pendiente desde hace ya demasiado tiempo. La vigencia de los Acuerdos Iglesia-Estado condiciona de entrada que se llegue a consensos y a posturas constructivas", dice.

sábado, 5 de julio de 2014

La enfermedad del ignorante es...

La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia. 
 - Amos Bronson Alcott (1799-1888) Filósofo y profesor estadounidense.

viernes, 4 de julio de 2014

Pornografía para todos


Pornografía para todos

Sonría a la cámara es el debut literario del crítico Roberto Valencia. Doce relatos sobre la influencia del consumo de cine X en la sociedad contemporánea.

Aunque Sonría a la cámara, su primer libro de relatos, abunda en adolescentes adictos a las webs porno más bizarras, maestras que son filmadas en larguísimas sesiones amatorias o parejas que intentan desesperadamente emular las extenuantes formas copulativas que reproduce la pantalla del ordenador, Roberto Valencia (Pamplona, 1972) no es un autor sicalíptico. Ni siquiera es un pornófilo. Es más bien algo así como el tío entrañable al que confiarías a tu hija de 12 años. Un tipo serio. "La pornografía es más seria de lo que parece", dice sin inmutarse. "Trata de borrar las fronteras entre realidad y ficción". Leo: "Malditos los hombres que nos follan con la cuchara de sus penes", y pienso: explíqueme esa frase como si yo fuera una niña de cinco años. "Bueno, se trata de una metáfora arriesgada. Trata de unir la violencia del acto sexual con la fascinación por el sexo oral". Pero, confiese, ¿participa usted de la "orgía digital" o no? "Ver pornografía es como votar a la derecha. Todo el mundo lo niega, pero resulta que el PP maneja un suelo electoral de 10 millones de españoles. O más".

Cuando no está viendo porno, Valencia es crítico literario. Intuyo que la sesuda tarea de hacer crítica puede ser un ejercicio que reclama cada dos por tres saltar del Word a alguna web porno, así que le pregunto con cuánta frecuencia hace zapping virtual entre, digamos, Foucault y Sasha Grey. "En realidad, firmar crítica literaria es bastante excitante; lo dijo Piglia: es como la investigación de un crimen, se trata de encontrar al asesino". Uno de sus personajes afirma que hay gente a la que la pornografía redime, contraataco. ¿Usted también lo cree? "En lo privado, sí. La fantasía, a pesar de sus innumerables trampas, nos da aire. La realidad es en realidad una broma bastante pesada".

Sonría a la cámara no es un libro complaciente. No es algo que se disfrute de manera fácil. Valencia especula con sus ideas, las rodea de una parafernalia formal clásica, pero exhaustiva, y a menudo hay que trabajar la lectura para llegar al meollo del asunto. El resultado ?una serie de relatos que van desde la cosificación de la mujer y de su cuerpo hasta la búsqueda del amor (o de su imagen), a través de una geografía española que se parece bastante a una página web? puede ser muy gratificante.

El autor bebe de libros cuyos autores exploran la anomalía, la perversión (Faulkner, Foster Wallace, Delillo, Houellebecq), pero se centra en algo exclusivo de esta generación: el consumo de lo pornográfico, lo pornográfico del consumo... en la web. Lo tenemos al alcance de la mano (o del dedo). ¿Afecta eso a nuestras relaciones de pareja, nuestras estructuras familiares, nuestra conducta social? Felicidades, usted acaba de ser seleccionado para responder a nuestra encuesta, sonría a la cámara.

jueves, 3 de julio de 2014

Los dormitorios del jazz de Nueva York... 09


Mark Turner rodeado de peluches sin su saxofon
Los retratos eran una colaboración entre los músicos y yo. La idea era que ellos eligieran la habitación dónde querían fotografiarse y más o menos la postura, y yo entonces escogía dónde colocar la cámara. Pero el retrato de Mark Turner es más bien un autoretrato. Mark quiso mostrar en su imagen objetos que lo definieran, y en el cuarto de sus dos hijos añadió un cuadro de su padre, uno de sus bisabuelos, la lámpara de su abuela que hacía poco había muerto, cuentas budistas, un libro de Freud, la Biblia, etc, etc. Gracias Mark.

miércoles, 2 de julio de 2014

Criando malvas...

Tuve un pensamiento estremecedor: no recibiremos correo cuando estemos en la tumba. 
 - Samuel Johnson

martes, 1 de julio de 2014

Cuando nos invade la nostalgia...


Cuando nos invade la nostalgia

Recordar nuestro pasado es sano si sirve para vernos tal y como somos hoy. Anclarnos en los recuerdos de forma obsesiva puede llegar a doler.

Entre las múltiples experiencias que nos permite nuestro mundo emocional se encuentra el sentimiento de nostalgia. Un viaje imposible, pero añorado hacia nuestro pasado.

De pronto, uno se siente invadido por imágenes, resonancias, palabras o sensaciones del ayer. Se da cuenta de que no es un mero ejercicio de la memoria, ya que, acompañando esos trazos de vida vivida, amanecen vagas emociones que parecen instalarse definitivamente en nuestro interior. Ocurre entonces que de aquellas emociones imprecisas despierta un enorme sentimiento que cubre todo nuestro ser con su presencia. Es como si de golpe todo el pasado vivido quedara resumido en esa estampa agridulce. Como si el tiempo se atorara con el único propósito de meternos en la encrucijada de ser lo que ya no podemos ser.

Hay sentimientos más llevaderos que otros; sin embargo, el de la nostalgia puede llegar a doler. Menuda encrucijada someterse al quiero y no puedo. Vaya plan perderse en el laberinto del tiempo sin poder salir de él sin sufrir, añorando un regreso imposible. No obstante, algunas personas descubren en tal pasión una forma adictiva de vivir, un refugio para su incomprensible vida, un exilio interior que llena los vacíos de su existencia.

El regreso sufriente: "Los únicos acontecimientos importantes de una vida son las rupturas. Ellas son también lo último que se borra de nuestra memoria" (E. M. Cioran)


La palabra nostalgia se nutre, en su raíz griega, de nostos, que viene de nesthai (regreso, volver a casa), y de algos (sufrimiento). Podría definirse entonces la nostalgia como el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. Según adónde queramos regresar podremos observar, al menos, tres formas diferentes de nostalgia.

La primera es la puramente sentimental, una especie de lamento de las pérdidas de nuestra vida, como pueden ser, por ejemplo, los amores pasados. No es de extrañar que el primer amor sea aquel al que siempre regresamos, sobre todo cuando las cosas no nos van bien en las relaciones actuales, o por ausencia de ellas. Parece que encontramos refugio regresando al centro de los días en los que la única preocupación era descubrir el dulce sabor de los primeros besos. Siendo como es un bonito recuerdo, con la nostalgia se convierte en una desesperanza.

Atesoramos experiencias cuyo significado ha calado tan hondo en nuestra existencia, que su inesperado recuerdo nos traslada hasta ese mismo instante en el que logramos aquel éxito, en el que surgió el amor, en el que vivimos con intensidad, en el que descubrimos a Dios o en el que nos pareció que estábamos cambiando el mundo. Tal vez no repetiríamos los mismos acontecimientos, pero qué duda cabe que volveríamos gustosos a envolvernos de los mismos sentimientos.

Elogio del tiempo pasado: "El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia" (Milan Kundera)

Una segunda manera de vivir la nostalgia es la que representan aquellas personas que viven sin desprenderse nunca de su pasado. Lo recuerdan adrede, lo revisan en fotos o vídeos, lo mantienen vivo en cada conversación (fuimos tan felices...qué bien lo pasábamos... tenemos que volver... ¿te acuerdas de...?).

Es una manera de permanecer a través del tiempo, lejos de abrir los ojos a su realidad más inmediata, tal vez más oscura que la de aquellos años que fueron tan felices. Por supuesto, es una falacia, una interesada comparación, porque ni aquellos días fueron tan increíbles, ni los de ahora son tan grises. Ocurre, eso sí, que al creer con convicción en el determinismo del pasado, todo lo bueno que exista ahora en sus vidas será difuminado para no estropear el añorado recuerdo con el que se quiere vivir.

Elogiar el tiempo pasado desde la gratitud puede entenderse como un acto de alineamiento interior. Poder mirar atrás, lo vivido, en paz y tranquilidad. No se trata de evitar una presencia nostálgica, sino integrarla como parte del inmenso don de haber podido vivir momentos de tanta plenitud.

Sin embargo, cuando todo "era mejor antes" tenemos un problema existencial. No existe armonía entre lo vivido y el ahora y el aquí. La nostalgia entonces deviene una armadura contra lo real. Una obsesión del regreso.

El mito del eterno retorno: "Nada hay tan dulce como la patria y los padres propios, aunque uno tenga en tierra extraña y lejana la mansión más opulenta" (Homero)

La última de las nostalgias que estamos observando tiene mucho que ver con la idea del regreso a casa. Es la nostalgia de los griegos convertida en mito a través de la figura de Ulises, en su larga travesía de retorno a Ítaca. Vivir puede asemejarse a un largo viaje, lleno de aventuras, de infortunios, de alegrías, tristezas, azares y desesperanzas. Sin embargo, detrás de cada envite, de cada puerto visitado, de cada amor entretenido, persiste la nostalgia de volver al hogar. Uno anda buscando siempre la manera de regresar a casa, como símbolo del encuentro con la propia paz interior.

A menudo esa paz también se encuentra en el regreso a los contextos que nos construyeron durante la infancia y la adolescencia. En ese sentido, los pueblos, sus gentes, sus calles, sus entornos, configuran una trama de paisajes, olores, fotogramas y secuencias de nuestras andaduras ancladas en nuestro sistema emocional. Mucha gente, cuando llega la hora del retiro del mundanal ruido prefiere regresar a sus lugares de origen y reencontrarse con esas viejas emociones, cerrando así el círculo de la existencia. También nuestras almas encuentran reposo en la serenidad, como nostalgia de aquel lugar eterno al que regresaremos algún día. Por eso Luc Ferry, el filósofo francés, etiqueta de cosmológica este tipo de añoranza.


El yo que ya no existe: "Deberíamos utilizar el pasado como trampolín y no como sofá" (Harold McMillan)


¿Qué función puede tener entonces la nostalgia? Sin duda, acordarnos de aquel que fuimos y poder observar al que somos ahora. El sentimiento de añoranza no deja de ser una pérdida por un yo que existió. Forma parte de nuestra historia personal y a veces se entromete en nuestra cotidianidad para que le hagamos un espacio. No obstante, al momento siguiente regresamos de nuevo al ahora, a nuestro yo actual, que puede admirar serenamente cómo la vida es puro movimiento.

En la línea de Heidegger, el ser humano concreto se experimenta como urgido a renovar, de un modo dramático y liberador, un pasado más o menos nostálgico o privilegiado con el fin de ir asumiendo más lúcidamente su futuro, individual o colectivo.

También lo reflexiona Manuel Cruz, catedrático de la Universidad de Barcelona, cuando pregunta: ¿Qué sentido podría tener la nostalgia por un pasado que atribuiríamos a un yo diferente del actual? ¿O la melancolía por lo que pudo haber sido y no fue... de otro? ¿Tendría más sentido la ilusión por lo que pueda esperarle a alguien que tal vez ni siquiera sea yo mismo? Una vez más, andamos al encuentro de nuestro ser en el tiempo. Debemos interrogarnos sobre el sentido de la identidad, el ritmo de la vida y qué hacer con nuestro pasado. Lo cierto es que no descansamos en paz, hasta poder diluirlo en el flujo de la existencia.
Integrar los recuerdos

Libros
- 'La ignorancia'. Milan Kundera. Tusquets Editores.
- 'La sabiduría de los mitos'. Luc Ferry. Taurus.
- 'Amo, luego existo'. Manuel Cruz. Espasa Libros (premio Ensayo 2010).

Películas
- 'El paciente inglés', de Anthony Minghella. 1996.
- 'Memorias de África', de Sydney Pollack. 1985.
- '2046', de Wong Kar-Wai. 2004.