viernes, 29 de enero de 2010

Muere J.D. Salinger...


Muere J.D. Salinger, autor de 'El guardián entre el centeno'

Autor de culto, innovador de la literatura de EE UU, vivió apartado de la escena pública.- Tenía 91 años

Un personaje misterioso, esquivo con los medios de comunicación, del que apenas se conocen imágenes. Jerome David Salinger, autor de El guardián entre el centeno (1951), una novela que ha marcado a miles de jóvenes de todo el mundo, falleció ayer a los 91 años en New Hampshire (EE UU). El diario The New York Times, el primero en dar la noticia, lo califica de "recluso literario".

Escritor "de talento infinito", como le definió Ernest Hemingway tras conocerle en París durante la segunda guerra mundial, años antes de que publicara su obra magna, Salinger llevaba lejos de la vida pública prácticamente cinco décadas, cuando tras el inesperado éxito de El Guardián entre el centeno, convertido en best seller el mismo año de su publicación, 1951, decidió abandonar Nueva York e instalarse en el campo, en la misma casa en la que falleció. Se acercaba así al deseo del mordaz y afilado protagonista de su novela, Holden Caufield, quien en un pasaje del libro afirma: "me gustaría encontrar una cabaña en algún sitio y con el dinero que gane instalarme allí el resto de mi vida, lejos de cualquier conversación estúpida con la gente".

Aquel libro, del que se han vendido más de 60 millones de ejemplares en todo el mundo y del que aún se venden 250.000 cada año, estaba dirigido a los adultos pero su protagonista inmediatamente se convirtió en el antihéroe por excelencia de toda una generación, la de los adolescentes crecidos en plena guerra fría, que vieron en sus críticas feroces contra el mundo y la moral de los años cincuenta el reflejo de sus propias inquietudes y angustias. El enfrentamiento entre el mundo de los jóvenes y el de los adultos reflejaba también el deseo universal de no crecer, otra cara de uno de los muchos sueños americanos y que de alguna manera, se repite generación tras generación -de ahí su éxito universal-. La novela, en la que Holden Caufield rememora en primera persona desde un hospital psiquiátrico los días posteriores a su expulsión del colegio, se convirtió en novela de culto, algo que fue llevado al extremo por uno de sus máximos fans, Mark David Chapman, el hombre que asesinó a John Lennon en 1980. Chapman llegó a citar el libro del escritor como el lugar en el que encontrar la explicación a aquel acto.

Quizá parte de la fascinación que despierta El guardián... se deba también al halo de misterio que ha rodeado a su autor. Una de las pocas imágenes que de él se conservan lo muestran en actitud amenazante contra el fotógrafo. Huyó de los focos y del ruido mediático. Sólo concedió una entrevista, en 1974 a The New York Times y por vía telefónica, para defender su vida privada.

"Hay una paz maravillosa en no publicar. Es pacífico. Tranquilo. Publicar es una terrible invasión de mi vida privada. Me gusta escribir. Amo escribrir. Pero escribo sólo para mí mismo y para mi propio placer", dijo Salinger en aquella única entrevista.


Un niño problemático

Al igual que Holden, Salinger también fue un niño problemático que fue expulsado de diferentes escuelas. Nacido en Nueva York en 1919, comenzó a escribir en su adolescencia, a la luz de una linterna bajo las sábanas y durante los cuatro años que sirvió en el ejército durante la II Guerra Mundial, siempre llevó consigo una máquina de escribir. Pronto comenzó a buscar colaboraciones en diversas revistas y fue The New Yorker (su revista de referencia, que hoy publica en versión digital todas sus colaboraciones) la que identificó su talento y con la que firmó un contrato de casi exclusividad. Fue ahí donde pudieron leerse los primeros fragmentos de El guardián entre el centeno, aunque Holden Caulfield había visto la luz años antes en una historia titulada Last Day of the Last Furlough, publicada en 1944.

En la cima de su fama Salinger decidió apartarse del mundo. Se mudó a Cornish e hizo de su casa una suerte de fortaleza inexpugnable. Encontrarle se convirtió casi en deporte nacional entre la prensa, que se ha pasado especulando sobre él y su extraña vida desde entonces. Todavía tres obras suyas verían la luz: Franny and Zooey (Franny y Zooey), en 1961, Raise High the Roof Beam, Carpenters and Seymour: An Introduction, en 1963 (Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción) y, su última pieza publicada, Hapworth 16, 1924, un cuento corto que llenó las páginas de The New Yorker, en junio de 1965.

Contra las ediciones ilegales y contra lo que él consideraba invasiones a su intimidad, Salinger y sus abogados lanzaron numerosas querellas. La última, en julio de 2009, que prohíbe la publicación del libro de un autor sueco cuyo protagonista es un Holden Caulfield septuagenario.

En 2000 su hija, Margaret, publicó unas memorias tituladas Dream Catcher (El guardián de los sueños), que permitió a sus incondicionales descubrir algo más de la vida privada de Salinger: allí se retrata a un hombre que vivía en semirreclusión, consagrado a su obra y tiránico con sus familiares. Entregado primero al budismo, luego a la Cienciología y después a la Ciencia Cristiana: un enfermo que bebía su propia orina y estaba obsesionado con la religión. Margaret llega incluso a decir que abusó de su segunda mujer, Claire Douglas, a la que mantuvo como una "virtual prisionera".

Bibliografía de J.D Salinger

- The Catcher in the Rye (El guardián entre el centeno) (1951)

- Nine Stories (Nueve historias) (1953)

- Franny and Zooey (Franny y Zooey) (1961)

- Raise High the Roof Beam, Carpenters and Seymour: An Introduction (1963) (Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción)

Cronología de la vida de Salinger

1) Nace en Nueva York, en 1911. De buena familia, el joven pasa por una academia militar y completa sus estudios en Europa, en Viena, Londres, París y Varsovia.

2) 1948: su primer gran éxito, Día perfecto para el pez plátano, aparece en New Yorker, la revista donde había conseguido publicar algunos relatos.

3) Su obra maestra llegaría en 1951, El guardián entre el centeno. La novela se convierte en un clásico.

4) El autor decide conceder una entrevista. Será la única que conceda en su vida. El privilegio fue para The New York Times. En una conversación por teléfono, el escritor aprovecha -una vez más- para recordar que no tolerará ediciones no autorizadas de sus cuentos.

5) El autor cumple los 90 años en 2009.A los pocos meses, una novela provoca su cólera. Se trata de 60 años después: llegando a través del centeno, una supuesta secuela de El guardián...Salinger se querella y gana el juicio.

6) Salinger muere en 2010, a los 91 años. No aparece nada desde 1965 que lleve su firma. Su última obra publicada es una carta que Seymour Glass, su personaje recurrente, dirige a sus padres desde un campamento de verano

R. G.

EL PAIS

jueves, 28 de enero de 2010

iPad...


El iPad hará cerrar muchas librerías como hizo en su día el iPod con las tiendas de discos

- Charles Smith -

martes, 26 de enero de 2010

Viñetas que son...


Viñetas que son películas

Un documental adapta 'María y yo', el cómic en el que Miguel Gallardo cuenta la relación con su hija autista - Paco Roca lleva 'Arrugas' a la animación

En el mundo del cine, las resurrecciones sonadas son tan frecuentes como hipermediáticas. Pero el reencuentro con antiguos ídolos no es un territorio exclusivo del séptimo arte. En el ámbito del cómic también son habituales. En algunos casos el milagro se da por dejes nostálgicos y en otros, por la publicación de una obra deslumbrante que marca el inicio de una segunda vida artística de su autor. Así le sucedió a Miguel Gallardo con María y yo, libro con el que el padre de Makoki confiesa que recuperó el gusto por dibujar cómics.

Con su aparición, uno de los iconos más gamberros de la añorada revista El Víbora pasaba a encabezar una corriente bautizada como cómic sensible. En definitiva, María y yo narra la estancia que hizo Gallardo con su hija autista, la María del título, en un hotel megaturístico de Canarias. Pero la trama es lo de menos, porque aquellas viñetas se desbordaban pronto de emotividad y de un humor que no deja espacio a la aflicción. Uno de los muchos lectores que se quedaron impactados por el álbum fue el prestigioso publicista Félix Fernández de Castro, que ha pasado de la admiración a ponerse manos a la obra: su debut como cineasta de largometrajes será la adaptación en forma de documental de María y yo.

El rodaje comenzó las pasadas Navidades en Barcelona, donde reside Gallardo con su actual pareja. Durante estos días, Fernández de Castro ha estado buscando localizaciones en Canarias, donde vive María con su madre, May, para retomarlo en mayo. "Lo que más me interesa es esa intensa relación paternofilial. Es una historia de amor, de dedicación y también de creatividad. Lo que quiero mostrar es el anhelo que tienen dos personas para encontrar la mejor manera de decirse cuánto se quieren", explica el documentalista novel.

Gallardo, que se ha volcado con el proyecto, espera que el documental sirva para lo mismo que el cómic; es decir, que sea útil para "empatizar con María y permita al espectador adentrase en su mundo". Su protagonismo no se limitará sólo a aparecer en la pantalla, porque el documental incluirá animaciones para explicar con dibujos aquellos aspectos que requieran mayor sensibilidad y tacto. Para ir concretando su forma, el publicista tiene en mente obras luminarias del documental creativo como The Devil and Daniel Johnston, filme en el que la ilustración también tenía un papel muy destacado para entender el particularísimo mundo del cantautor folk, maníaco depresivo, que le da nombre.

Esta vez también hay una musa: María. El reencuentro con ella no se producirá sólo con el documental, porque Gallardo ultima con Paco Roca -ganador en 2008 del Premio Nacional de Cómic por Arrugas-, el dietario en viñetas Emotional world tour. En esta entrega cuentan la gira promocional que hicieron con sus respectivas novelas gráficas y en la que coincidieron en numerosos lugares. Y si algo no falta en sus páginas son anécdotas con supuestos fans, como algún freak desorientado que quería que Roca le dedicara un Batman.

Lo curioso es que Roca también verá como su obra pasa a la gran pantalla. La productora Perro Verde (El lince perdido) ha adquirido los derechos de Arrugas, que se convertirá en pelicula de animación de la mano del director Ignacio Ferreras y con la voz de José Sacristán en su papel protagonista. También encontró aquí Ferreras "una historia llena de ternura y humor" pese a tratarse de un cómic que aborda temas tan delicados como el alzhéimer o la demencia senil. Dos historias difíciles que, además de premios, han tenido un final cinematográfico.


- El País -



sábado, 23 de enero de 2010

Fascistas de...



Fascistas de vanguardia

El debate sobre la ideología totalitaria de escritores revolucionarios se reabre con dos libros sobre Céline y Drieu La Rochelle

Que la vanguardia artística va de la mano del progreso político es un mito que no hace tanto que saltó por los aires. Aunque los historiadores siguen recogiendo los pedazos, durante años se buscó explicación a las excepciones que no confirmaban la socorrida regla. En el terreno de la literatura, y certificadas las conexiones entre fascismo y futurismo -su manifiesto cumple un siglo-, el emblema de la conexión puntual entre ideología reaccionaria y revolución artística se llama Louis-Ferdinand Céline (1894-1961). A su lado, Drieu La Rochelle (1893- 1945). Sobre ambos aparecen esta semana dos títulos clave: Céline secreto (Veintisiete Letras) y Pierre Drieu La Rochelle. El aciago seductor (Melusina).

Céline secreto es fruto de las notas, traducidas por José María Solé, de las conversaciones de Véronique Robert con Lucette Destouches, la última esposa del autor de Viaje al fin de la noche. Que una de las novelas más revolucionarias del siglo XX saliera de la mente de un francés antisemita visceral sigue generando ríos de tinta. Precisamente, Destouches trata de matizar esa visceralidad con buenas intenciones: "Cuando supo lo que realmente había pasado en los campos de concentración, se quedó horrorizado, pero nunca fue capaz de decir 'Lo lamento'. (...) Siempre aseguró que había escrito sus panfletos de 1938 y 1939 con finalidad pacifista. En su opinión, los judíos incitaban a la guerra y él quería evitarla". Por si acaso, ella prohibió la reedición de piezas como Bagatellas para una masacre y La escuela de cadáveres.

En el fondo, Céline secreto vale menos como argumento defensivo que como testimonio de la ocupación alemana -"por un poco de pan se podía comprar a cualquiera"-, como retrato íntimo de un hombre contradictorio y memoria de una mujer hecha a sí misma. "De lo que siempre me he arrepentido", dice, "es de no haber estudiado. Nunca nadie me llevó a un museo". Le gustaban Fra Angélico y la poesía del amor cortés: "A Louis se lo ocultaba. Temía parecerle cursi".

Si Céline se libró del paredón porque llegó vivo a la amnistía de 1951, Pierre Drieu La Rochelle lo hizo porque se quitó la vida en 1945. Su suerte estaba echada desde que dejaran París los alemanes, entre los que él funcionaba como un elegido. Decadente, dandi, vanguardista y héroe de la guerra del 14, era a la vez íntimo de André Malraux, su albacea literario, y de Otto Abetz, el embajador alemán. Como dice el historiador Enrique López Viejo, autor de Pierre Drieu La Rochelle. El aciago seductor, fue "un hombre complejo que pareció equivocarse en todo".

Entre sus equivocaciones se cuentan sus peticiones de ejecución sumarísima para los miembros de la Resistencia, su participación en congresos nazis y sus artículos en Je suis partout, el periódico que delataba a los "subversivos". Al mismo tiempo, Drieu dirigía la Nouvelle Revue Française y usaba sus influencias para salvar a sus amigos judíos.

López Viejo explica que Drieu experimentó su caída del caballo en 1934. Europeísta en los años veinte y compañero de viaje de los comunistas, ese año visita Núremberg y queda "encandilado por la parafernalia nazi. Cambió a Stalin por Hitler". Para su biógrafo, sigue siendo un caso por resolver: "No alcanza la altura de Céline, pero no se le puede despachar con un 'era un facha".

Y recuerda la contradicción señalada por Jean-François Revel: "Si el fascismo y el comunismo sólo hubiesen seducido a los imbéciles, habría resultado más fácil librarse de ellos".

- El País -

miércoles, 20 de enero de 2010

Las cinco cosas que se aprende...



Las cinco cosas que se aprende de los malos trabajos

Muchos de nosotros hemos pasado por trabajos que, al final, hemos considerado malos o que no han merecido mucho la pena.

No obstante, siempre se debe aprender de toda situación y por eso esta lista me pareció interesante.

Las cinco lecciones que nos dan los malos trabajos son las siguientes:

* Puedes sobrevivir una situación mala.
* Tu relación con tu jefe controla tu destino.
* Tener un mal trabajo te hará más cauteloso eligiendo el siguiente trabajo.
* Los fines de semana son valiosos.
* Cuando te vayas, márchate bien.

En estos momentos de que muchos se encuentran en la calle, no viene mal aprender de lo que acabamos de dejar atrás, para ayudarnos a elegir futuros puestos.


- www.elblogsalmon.com -

lunes, 18 de enero de 2010

Tan poco vales...


Campaña para disuadir a los clientes de la prostitución: ¿Tan poco vales que tienes que pagar?

domingo, 17 de enero de 2010

Vivir antes de...


Vivir antes de morir

Las preguntas de los niños sobre la muerte deslumbran como dardos en el centro de la diana. Varios libros tratan el tema con una agudeza ausente, a menudo, en la literatura para adultos

Las preguntas que plantean los niños sobre la vida y la muerte parecen, a menudo, flecos de una sabiduría prenatal. De hecho, la existencia de esa sabiduría y su olvido forman parte de varias tradiciones literarias. Al igual que el aire que entra por primera vez en los pulmones sale expulsado en forma de grito, así es eliminado el conocimiento que posee la nueva criatura en su salida al mundo. Un ángel, cuenta una leyenda judía, posa un dedo sobre los labios del bebé en el instante anterior a su nacimiento. Esa breve caricia borra en el infante la memoria del paraíso del cual procede. La marca del ángel es el leve surco vertical que recorre el espacio entre nuestra nariz y nuestros labios. Un río cumplía la misma función que el ángel judío entre los griegos antiguos. Antes de reencarnarse, las almas debían beber del Leteo, uno de los ríos del Hades, para destruir el recuerdo de sus vidas pasadas. Sus dulces aguas provocaban un olvido completo.

Tres relatos se enfrentan a la muerte de una forma audaz, poética e inteligente: ¿qué es?, ¿cómo es?, ¿y después? Están llenos de vida y calientan el corazón

Sometidos al imperio de la necesidad, los adultos convertimos la vida en un acto contable. Por eso nos asombra tanto la percepción infantil sobre asuntos fundamentales para los que nos hemos vuelto ciegos. Las preguntas y reflexiones sobre la muerte, formuladas por seres con una existencia tan breve, deslumbran como dardos en el centro de la diana. Luego, tras el paréntesis de la adolescencia, llega de nuevo el olvido. La edad madura: límites, restricciones, censuras... No es extraño que sean libros de literatura infantil y juvenil los que tratan la muerte con una agudeza ausente, a menudo, en la literatura para adultos. Parten de una premisa básica: una pregunta inteligente requiere una respuesta inteligente. Niño no es sinónimo de ñoñería.

Ése es el caso de la novela Antes de morirme y de los libros ilustrados El pato y la muerte y ¿Cómo es posible? Tres historias que se enfrentan al hecho de la muerte de una forma audaz, poética e inteligente: ¿qué es?, ¿cómo es?, ¿y después? Tres narraciones que mantienen a los lectores, sea cual sea su edad, absortos y pensativos hasta la última página. Tres relatos sobre la muerte que están llenos de vida y calientan el corazón. Libros así, sin moralina ni moralejas, podrían integrar una nueva rama filosófica. Ya decía Platón que la filosofía es una meditación sobre la muerte.

Las páginas de la literatura están llenas de muertos. La literatura infantil y juvenil, donde ser huérfano es condición muy valorada para convertirse en protagonista, no es una excepción. Hay muertos narradores y muertos vivientes, como en la reciente moda vampírica; hay airados jóvenes suicidas y niños que escapan de un violento final dando muerte a sus agresores, sean ogros, brujas, madrastras o hermanos codiciosos; están, por supuesto, los heridos por la pérdida de un ser querido cuyo recuerdo ensombrece sus vidas... Pero son pocos los libros que tienen la muerte como personaje fundamental y hablan sobre ella con ingenuidad, valentía y arrojo.

Antes de morirme, de Jenny Downham, narra cómo Tessa, una inglesa de 16 años que padece una leucemia terminal, afronta el breve tiempo que le queda. "Quiero vivir antes de morir. Es lo único que tiene sentido". La joven elabora una lista de las diez cosas que desea hacer antes de que todo acabe, y la primera es: sexo. Tessa no quiere morir virgen. Ella no es una sombra sin voz ni sangre, como los muertos en la literatura griega. Al contrario: tiene una voz propia y obstinada y una sangre enferma pero ardiente. "Sólo sé que tengo dos opciones: quedarme metida en la cama y seguir muriéndome, o volver a mi lista y seguir viviendo".

Conocer que su muerte está próxima la hace vulnerable y, al mismo tiempo, le da fuerza. Una paradoja nada racional, pero muy real, que la ayuda a levantarse y a salir de su dormitorio para realizar su lista: robar, drogarse, conducir sin permiso, conseguir que sus padres divorciados vuelvan a unirse, enamorarse... Las acciones de Tessa provocan, a menudo, dolor en las personas que la rodean: sus padres, su hermano, su mejor amiga y su novio. Está aterrada, furiosa y triste porque va a morir y sólo tiene 16 años, pero su coraje ilumina la vida con una intensidad conmovedora y estimulante ante los ojos del lector.

La muerte adquiere rostro en el magnífico cuento El pato y la muerte, del ilustrador y escritor alemán Wolf Erlbruch. "Desde hacía tiempo, el pato notaba algo extraño. '¿Quién eres? ¿Por qué me sigues tan de cerca y sin hacer ruido?'. La muerte le contestó: 'Me alegro de que por fin me hayas visto. Soy la muerte'. El pato se asustó". Quién no lo habría hecho. "¿Ya vienes a buscarme?". "He estado cerca de ti desde el día en que naciste... por si acaso". Así se inicia el diálogo entre el atónito pato y la muerte, una elegante calavera de expresión amable y sonriente, que viste camisón y bata a cuadros, como si acabara de levantarse o estuviera a punto de regresar a la cama. El libro, filosófico, con un suave humor y hermosas ilustraciones, ganó el Premio Hans Christian Andersen.

Y tras la muerte, viene la despedida. ¿Cómo es posible? (La historia de Elvis), del alemán Peter Schössow, cuenta cómo es posible convertir la tristeza del adiós en una ceremonia emocionante y alegre. El libro, ilustrado al igual que el anterior, comienza con el estupor indignado de una niña a quien se le ha muerto su canario, Elvis. Sus amigos y ella celebran en el parque un entierro, según la vieja e inteligente usanza que convierte ese acto en un momento único para recordar al muerto, contando anécdotas y riendo, a pesar de la tristeza. ¿Cómo es posible?, cálido e ingenioso, ganó el Premio Alemán al Libro Infantil.

La literatura infantil y juvenil ofrece tesoros asombrosos para todos aquellos que anhelan buenas historias, sea cual sea su edad. Basta con acudir a buscarlos. No hay excusas ni feroces dragones que guarden la cueva.

Antes de morirme. Jenny Downham. Traducción de Gema Moral Bartolomé. Salamandra. Barcelona, 2009. 320 páginas. 17,50 euros. El pato y la muerte. Wolf Erlbruch. Traducción de Moka Seco Reeg. Barbara Fiore Editora. Arcos de la Frontera, 2007. 32 páginas. 15 euros. ¿Cómo es posible? La historia de Elvis. Peter Schössow. Traducción de Eduardo Martínez. Loguez. Santa Marta de Tormes, 2006. 48 páginas. 14 euros.


- El País -

sábado, 16 de enero de 2010

Las horas de niño son...

Las horas de niño son eternas. Las horas de hombre, en cambio, caen del cielo como la lluvia y no hay nada que pueda uno hacer para detenerlas. Las horas de viejo son aún más rápidas, te atraviesan a la velocidad de la luz. Se va un día en un pestañeo.

- "Tokio ya no nos quiere" de Ray Loriga -

jueves, 14 de enero de 2010

Discográficas sin discos...



Discográficas sin discos

El 5% de los ingresos por conciertos que las compañías piden ahora acelera la ruptura con los músicos

"La Excepción tiene un problema", dice en un vídeo de YouTube el presentador Andreu Buenafuente. "Que sepáis", replica el director José Corbacho, "que quien tiene problemas con ellos también los tiene con nosotros". Juan Manuel Montilla, El Langui, ganador del Goya al actor revelación y mejor rimador del barrio de Pan Bendito de Madrid con La Excepción, tiene otra cualidad que pocos conocen: es un relaciones públicas nato. Le bastan unas llamadas para que media España se entere de que su nuevo disco, La verdad más verdadera, nunca estará en tiendas. Desde el pasado jueves, y solucionados los problemas que colapsaron su web, se puede descargar por Internet. Y gratis.

Es el penúltimo capítulo de la disputa legal que mantiene el grupo madrileño con su discográfica, Zona Bruta/Warner, que llegará a los tribunales en 2010. El grupo ha puesto fin unilateralmente a su relación con la multinacional con una denuncia por contrato abusivo y engañoso y por impago.

Es el reflejo de que músicos y discográficas se mueven a una velocidad distinta, incrementada en los últimos tiempos. Los músicos siguen componiendo canciones y celebrando conciertos, mientras que las discográficas frenan su difusión o cobran nuevas tasas a los músicos para sobrevivir a la crisis. La Excepción no son los únicos. El grupo de rap montó el jueves pasado una fiesta en Madrid para presentar su disco. Allí estaban Buenafuente, Corbacho... Iban a ir sus amigos de Los Delinqüentes, pero no pudieron porque están atando los últimos detalles de la rescisión del contrato con su antigua discográfica, EMI. Ellos, como muchos, han tenido que escuchar eso de "no podemos sacar vuestro disco porque no entra en este ejercicio".

La frase se repite cada vez más. En el caso de este grupo jerezano es más sangrante, porque su nuevo disco, Bienvenidos a la época iconoclasta, lleva grabado casi dos años. "Les da igual que sea una compañía grande o pequeña. Quieren sacar su disco para que la gente lo escuche y vaya a sus conciertos", decía una fuente cercana al grupo.

No se trata de imitar el caso Radiohead, que vendió por la voluntad su último disco. Es una cuestión de necesidad. Algo similar le ha ocurrido a Lichis, cantante y líder de La Cabra Mecánica (¿recuerdan La lista de la compra?), que coincidió hace unos días con El Langui en la furgo. "Tenía la misma cara de quemao que yo he tenido cuatro años", explica Lichis que, además de montar su propio sello, Felicidad Records, está negociando para dejar su discográfica. Lichis sufrió el ostracismo con su espléndido disco Hotel Lichis (2005). "Los músicos no queremos enfrentarnos a nadie, y tampoco nos interesa que esto se vaya al carajo. Pero si hay tejemanejes en la industria musical, tenemos que ladrar y buscar caminos alternativos", explica.

El último de los tejemanejes a los que se refiere es el del 5% que las discográficas están pidiendo por los conciertos. "Los músicos somos el eslabón más débil de esta cadena", continúa Lichis. "Y quedamos fatal cuando nos quejamos. Aun así, yo llamo a la insurgencia, pero que quede claro: el hazlo tú mismo no es la panacea". Las discográficas han perdido capacidad de acción, y se plantea entonces la pregunta: ¿para qué sirven? "Los músicos solemos ser un desastre", contesta Dani Martín, cantante de El Canto del Loco. "Tampoco tenemos ni idea de cómo llegan los discos a las tiendas ni de marketing. Para eso sirven las discográficas", explica Martín, que, pese a estar contento en la suya, ha montado un sello propio, Manicomio Records para publicar a bandas que le gustan.

Frente a las reticencias de los grupos a ceder el 5% de su caché del directo están las discográficas, que piensan que no es justo que el grupo se lleve todos los beneficios de tocar en directo, ya que gracias a los discos surgen las giras. La Excepción ha dicho que no. No sacarán mucho dinero con este disco, por mucho que en su web ofrezcan un número de cuenta por si alguien quiere aportar la voluntad, pero el asunto será rentable, porque harán gira sin pagar peaje a la discográfica.


- El País -

miércoles, 13 de enero de 2010

Brillantez...

La luz viaja más rápido que el sonido. Es por eso que algunas personas parecen brillantes hasta el momento en que abren la boca.

– Brain Farts and Revelations -

lunes, 11 de enero de 2010

Razones por las que no triunfa...


Razones por las que no triunfa Linux en la empresa

Linux

En este blog hemos venido hablando últimamente de distintas soluciones de Linux para la empresa que pueden resultar interesantes para el sector. Pero el caso es que si lo miramos desde la perspectiva Linux es un sistema operativo minoritario tanto en la sociedad como por supuesto en la empresa. Estamos hablando del sistema operativo para el ordenador como estación de trabajo, no en servidores donde bien es cierto que su cuota de mercado es mucho mayor. Pero, ¿cuáles son las razones por las que no triunfa Linux en la empresa?

Antes que nada quiero aclararos que no se trata de un estudio sino que lo que pretendo es de ofreceros mi perspectiva formada en conversaciones con distintas empresas. Seguro que muchos de vosotros podéis aportar otras opiniones y otra forma de ver el asunto así que no pretendo con este artículo dogmatizar ni sentar verdades absolutas, simplemente dar mi punto de vista de lo que puede ser el fracaso de Linux en la empresa.

* En primer lugar tendríamos que hablar de razones culturales. También se podría llamar costumbrismo informático, con permiso de Mesonero Romanos. La gran mayoría de los usuarios ya está habituado a trabajar con Windows lo cual provoca una resistencia ante cualquier cambio de sistema y la productividad se resentirá durante un periodo de tiempo.
* En segundo lugar tendremos que hablar de la confusión de Linux. Lo que para muchos usuarios de Linux supone una ventaja por la libertad de elección, las distintas distribuciones de Linux provocan confusión en la empresa a la hora de optar por una u otra. Si ha esto unimos que podemos elegir entre distintos escritorios, KDE o Gnome, todo ello no ayuda a saber que decidir y cual es la adecuada para nuestra empresa.
* En tercer lugar hablaremos de falta de formación al respecto del sistema operativo. La mayoría de los gerentes de pymes desconocen las ventajas que les puede ofrecer un sistema operativo como Linux, es más me atrevería a decir que la mayoría desconoce su existencia.
* Problemas en la cadena de distribución: Con esto me refiero que respecto a los sistemas operativos comerciales, como Windows o Apple, Linux se distribuye mal. No hay grandes acuerdos con fabricantes o distribuidores que ofrezcan el sistema preinstalado con sus equipos e incluso muchos de ellos cuando se deciden a dar el salto crean su propia distribución generando con ello mayor confusión todavía tanto en la empresa como en el usuario.
* Problemas de compatibilidad de hardware con algunos componentes de ordenadores que no tienen controladores para Linux. Un claro ejemplo son las impresoras multifunción, que hacer que funcionen correctamente bajo Linux puede ser todo un reto.
* Falta de madurez del producto: Con esto me refiero a que nos guste o no van un paso por detrás de Windows en muchos aspectos lo que provoca que para la empresa sea visto como un sistema operativo para realizar pruebas y poco más, inestable y por lo tanto inadecuado para poner en producción.

Por otro lado no hay que dejar de lado el monopolio que de facto tiene Microsoft en este sector. En este sentido su gran triunfo ha sido conseguir que se vendan una gran mayoría de los equipos con su sistema instalado como si fuera algo indivisible. Esto crea una cultura en la sociedad que provoca que no se plantee que otro mundo es posible fuera de este sistema operativo.

Si en nuestras empresas estamos obligados a optimizar los sistemas productivos y sacar la máxima rentabilidad posible a nuestros recursos Linux tiene sin duda un hueco en la empresa. Pero hace falta tiempo, inversión y sobre todo formación para darlo a conocer tanto a nivel de empresa como a nivel popular para poder vencer las reticiencias. Muchos de estos peros tal vez los pueda solucionar Google y su sistema operativo Linux, Android, que muchos fabricantes ya están pensando en adaptar a sus productos. ¿In Google We Trust?

¿Habéis pensado en adoptar alguna solución Linux en vuestra empresa? ¿Habéis usado alguna vez este sistema operativo? Opinad y contarnos vuestras experiencias en este sentido así entre todos puede que consigamos aclarar si de verdad este sistema operativo tiene o no un sitio en la empresa y sobre todo en la pyme y que cosas deben mejorar para hacer que este espacio sea mayor que en la actualidad.

- http://www.tecnologiapyme.com -

domingo, 10 de enero de 2010

Serenidad...

"Estoy serena, estoy serena, es la serenidad que precede a algo espantoso"

- Sylvia Plath -

viernes, 8 de enero de 2010

Adiós a la buena letra...


Adiós a la buena letra

El uso del ordenador amenaza la escritura manuscrita, que ha sido desterrada por los autores y degradada por su uso residual entre los jóvenes - ¿Tiene la caligrafía más valor que el estético?

Desde que el ordenador y el correo electrónico terminaron con las cartas y las novelas manuscritas, la vieja fórmula de la escritura -papel y lápiz- parece reservada a las escuelas. No obstante, la realidad digital de las nuevas generaciones y la apuesta por llevar computadoras a las aulas puede poner en peligro ese último reducto. Eso sí, lo que para un escritor puede no ser más que un medio, una simple herramienta, para un estudiante puede ser un fin en sí mismo.

La mentalidad de los novelistas cambió hace tiempo. Como cuenta Gerald Martin, biógrafo de Gabriel García Márquez, la trituradora de papel es, irónicamente, el electrodoméstico al que más servicio se da en casa del Nobel colombiano. Martin, que estuvo en Madrid para presentar la versión española (editorial Debate) de su monumental biografía, cuenta que en agosto de 1966, en cuanto comprobaron que el original (mecanografiado) de Cien años de soledad había llegado a la editorial Sudamericana de Buenos Aires, el escritor y su esposa rompieron y quemaron todas las anotaciones manuscritas en las que Gabo se había apoyado para escribir la novela más traducida de la literatura hispánica después de El Quijote. Ante el escándalo de filólogos, amigos y fetichistas, el autor de Aracataca recurrió al pudor. "Es como que te sorprendan en ropa interior", dijo ante la posibilidad de que aquellos papeles vieran la luz.

Con todo, casi 30 años más tarde, el propio García Márquez regalaría a Mercedes Barcha, su esposa, el primer borrador de Del amor y otros demonios salido de su impresora, un gesto cándido que su biógrafo oficial comenta así: "No parecía tener en cuenta que los borradores habían perdido buena parte de su magia -incluida la financiera- en la era de la informática, puesto que el ordenador no permite advertir las huellas genéticas. De hecho, el paso de la escritura manual a la máquina de escribir, y luego al ordenador, en parte daba cuenta del desvanecimiento del aura del autor en la mente de los lectores, y quizá incluso de una merma de la convicción en la mente de los propios autores".

Hace mucho que la mayoría de los escritores cambió la pluma (o el bolígrafo) por el teclado, una tendencia extendida al resto de la sociedad. La comodidad y el ahorro de tiempo son evidentes, pero ¿se escribía mejor, es decir, más correctamente, cuando se usaba el bolígrafo? El semiólogo y novelista Umberto Eco encendió la alarma el mes pasado a raíz de un informe que desvelaba que la mitad de los niños italianos tienen problemas para escribir a mano. Siguiendo su propia terminología, Eco se mostraba bastante más apocalíptico que integrado. Después de recordar que cada vez más jóvenes recurren a escribirlo todo en mayúsculas cuando lo hacen directamente sobre el papel, el autor de El nombre de la rosa remontaba la decadencia a mucho antes de la aparición de los ordenadores y los teléfonos móviles. En su opinión, aunque la pulcritud de la escritura no asegura la brillantez mental, el largo declive de la enseñanza de la caligrafía en las escuelas ha ido minando el aprendizaje de una habilidad psicomotriz que "favorece la coordinación entre mano y ojo". Desviado por los caminos del arte, Eco concluye que "la humanidad" terminará redescubriendo el valor estético de una herramienta que un día fue imprescindible en Occidente, al menos, como dice la historia, desde la asimilación helénica de la escritura fenicia alrededor del siglo VII antes de Cristo. Ya pasó, afirma Eco con bastante largueza, con los caballos o la navegación a vela.

La alarma, con todo, no salta por la afición de un adulto a la caligrafía "artística", sino por el destino del aprendizaje de la escritura elemental. No es lo mismo caligrafía que ortografía. La ancestral mala letra de los médicos es un ejemplo meridiano, y es el que pone Leonardo Gómez Torrego, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y autor de la Ortografía práctica del español publicada por el Instituto Cervantes y la editorial Espasa. En su opinión, el problema no está tanto en el medio (a mano o a máquina) como en el modo de usarlo: la facilidad y, sobre todo, la velocidad pueden llegar a ser enemigos de la corrección. "En el ordenador tecleamos de forma automática", dice el lingüista. "Y no sólo eso, cuando escribimos un mensaje electrónico o un comentario en un chat no acostumbramos a mirar atrás. Al escribir a mano, sin embargo, vemos instantáneamente lo que estamos haciendo. Si además confiamos en el corrector automático... Yo me llamo Torrego y se puede imaginar que el ordenador siempre me corrige: Borrego". Pero no hay que confundir erratas tipográficas con errores ortográficos, como avisa él mismo -"La demostración es que uno recibe en el CSIC mensajes internos con errores cometidos a veces por gente cuya competencia me consta"-, pero la falta de cuidado puede terminar convirtiendo la excepción en norma.

Para Gómez Torrego el peligro surge cuando el hábito de no releer lo que se escribe se da en un estudiante con una "ortografía vacilante". La popularidad de los SMS entre los jóvenes no hace más que contribuir a la confusión: "Los chicos suelen decir: da lo mismo, nos entendemos. Y algunos colegas míos sostienen que es una jerga, que no hay que darle importancia. Claro que es legítimo abreviar al escribir en un teléfono, pero si no se forma bien, los adolescentes no sabrán cambiar de registro y terminarán escribiendo igual en un examen que en el móvil". Una de las soluciones está en rescatar una de las herramientas más antiguas de la enseñanza de la lengua: el dictado. "Yo soy muy pro dictado", dice el profesor Torrego. "Es una pena que se hayan ido eliminando porque eso ha hecho que los niños tengan menos conciencia de la ortografía. Y no hace falta caer en las aberraciones del pasado de hacer repetir una palabra cien veces si se había escrito mal. Con cinco vale si se sabe explicar bien dónde está el error". ¿Y si el dictado se hiciera a ordenador? "Ah, sería interesante comprobar lo que ocurre. No soy psicólogo cognitivo, pero creo que un ejercicio así certificaría que el gran problema es el propio mecanismo mental, la conciencia de lo que se escribe".

Como señala el propio filólogo, la otra gran pata de la corrección ortográfica es la lectura. Y en ella insiste Javier Alcaíns, escritor, calígrafo e ilustrador, que acaba de fundar su propia editorial (Javier Martín Santos Editor) después de publicar varios libros -entre ellos una versión del Beato de Liébana- caligrafiados e ilustrados por él mismo en la mítica editorial Moleiro, especializada en códices medievales. "A escribir bien se aprende más leyendo que escribiendo", dice Alcaíns, que, por paradójico que parezca, no da un valor especial en estos tiempos a la caligrafía, digamos, artística: "Me interesa el libro bello como conjunto. Y si la letra impresa es bella, perfecto. Yo empecé a caligrafiar porque la técnica no estaba muy desarrollada en ese aspecto. Hoy sí".

Aunque todavía sigue habiendo escritores -Juan Goytisolo, Carlos Fuentes, Antonio Lobo Antunes- atados al bolígrafo, la mayoría disfruta de las facilidades que da el ordenador para corregir cada versión. Algunos prefieren, no obstante, tener todos esos estratos simultáneamente delante de sus ojos y escritos de su puño y letra. Es el caso de Luis Landero, que usa un código de hasta cinco colores en los originales de sus novelas. Eso sí, no conserva un átomo de fetichismo hacia la escritura a mano. "¡Chorradas!", dice en su casa mientras saca de un cajón todo un bosque de cuadernos y folios garabateados -"¿Quieres un par de hojas?"- con el manuscrito de su última novela, Retrato de un hombre inmaduro, que la semana que viene publicará Tusquets. Otros autores, no obstante, mantienen una relación especial con el acto de escribir a mano. "Es el tiempo adecuado para que descienda la inspiración", afirmaba Luis Goytisolo el domingo pasado en la última página de este diario. A lo que Javier Alcaíns responde: "Es que yo ya soy muy lento escribiendo a máquina".

Fuera de los profesionales (los escritores) y de los aprendices (los estudiantes), la mayor parte de la gente rompió su mayor relación con la escritura a mano cuando el correo electrónico dio la puntilla a la carta manuscrita. No hay más que revisar el buzón a diario para comprobar que no contiene más que facturas. En 1948 Pedro Salinas publicó El defensor, un libro hoy clásico en el que reivindicaba, entre otras disciplinas en peligro de extinción, "la carta misiva y la correspondencia epistolar". Allí defiende la escritura manuscrita frente a "lo escrito mecánicamente" porque, dice, lo segundo es imposible de relacionar con el modo de ser del que escribe: "Cada cual tiene su letra, la suya, cuando escribe a mano; en la mecanografía ninguno la tiene, todas son de prestado". Después de recordar que en español la letra se llama también carácter (no sabía que hoy un ordenador también puede contar caracteres, con o sin espacios), apuntaba que algunos psicólogos -que han llegado a establecer variaciones de letra en función de la nacionalidad- encuentran en la escritura manual la quintaesencia de lo expresivo.

Ése es el mismo mecanismo que destaca la escritora Juana Salabert, hija de exiliados españoles en Francia, en el apego francés hacia el papel y el lápiz. Allí es frecuente que se pida al candidato a ingresar en una empresa que presente su currículo escrito a mano. "Es algo que orienta sobre el carácter de quien escribe. Da pistas sobre su capacidad de presentación y de orden", dice Salabert, que además apunta una tendencia que más que el símbolo de la recuperación de la caligrafía parece un síntoma de su agonía. La última lágrima de la nostalgia. "Cada vez hay más empresas, incluidas las que venden modernidad, que mandan sus invitaciones con el nombre del invitado escrito a mano".

Salinas recordaba cómo el siglo XIX, "el gran siglo de la mecánica", arrinconó la pluma de ave a favor de la de acero. Sin contar con que 10 años antes de la salida de su libro el húngaro Laszlo Biro había patentado el bolígrafo, el poeta español se preguntaba: "¿Será el siglo XX la palestra histórica donde se ventile decisivamente la lid entre la pluma y la máquina?". La respuesta esperaba en el siglo XXI.

Premio Nobel de fetichismo

En el futuro, las salas de las bibliotecas nacionales que exponen los manuscritos de los escritores ilustres serán como máquinas del tiempo. Como cuentan en la oficina de Carmen Balcells, hoy la mayoría de los originales que llegan a la agencia literaria más importante de la literatura en español lo hacen por correo electrónico. Los fetichistas tienen ya pocos caladeros en los que pescar. Y casi todos están en el pasado.

La penúltima diatriba en torno al original de una novela con plaza en la historia de la literatura tuvo lugar en 1987. Ese año el Gobierno de Cantabria devolvió a Camilo José Cela el manuscrito de La familia de Pascual Duarte, un original que el novelista había regalado a José María de Cossío para reclamárselo más tarde como herencia para su hijo, a lo que accedió su amigo. A la muerte de éste su archivo pasó a las instituciones cántabras, que pelearon por conservar aquellas 200 cuartillas fechadas en 1942. La justicia falló a favor del Nobel gallego y éste se comprometió a copiar de nuevo de su puño y letra, faltas de ortografía incluidas, el libro completo. Y es lo que hizo.

Entre tanto, los seguidores de otro premio Nobel, de nuevo García Márquez, dieron la de arena cuando, en 2001, nadie pujó por las galeradas de Cien años de soledad. Se trataba de 181 hojas numeradas con un millar de correcciones originales. La casa de subastas encargada de la operación esperaba venderlas por hasta un millón de euros. Una cifra parecida se había pagado meses antes en Londres por el manuscrito del Ulises de James Joyce, pero, por mucho que llevaran la marca del genio de Macondo, parecía demasiado por un puñado de hojas salidas de los talleres de una imprenta.


- El País -

jueves, 7 de enero de 2010

martes, 5 de enero de 2010

El fracaso escolar, ¿cuestión de sexo?



El fracaso escolar, ¿cuestión de sexo?

El elevado descalabro educativo español (30,8%) es un asunto masculino - Las alumnas obtienen un rendimiento superior

"Tenemos un problema muy serio con los chicos", resume el profesor Antonio Matamala, tras descomponer, para el periodista, la fórmula en la que se sustenta nuestro modelo educativo: "Dos medidas de comprensión lectora, dos de atención en clase y dos de esfuerzo personal". A juicio de este pedagogo, director de Bachillerato del colegio Liceo Europeo de Madrid, el problema es que buena parte de los alumnos varones se muestran incapaces de cumplir con esas exigencias mínimas. Se mire como se mire: por cursos y ciclos académicos, por autonomías o redes de titularidad pública o privada, resulta ya innegable que las alumnas obtienen un rendimiento sustancialmente superior al de los chicos a lo largo de todo el sistema educativo. Es una noticia incómoda, incluso, excéntrica, pero tan persistente que ha acabado por romper el pudoroso corsé de la corrección política.

Reconozcámoslo abiertamente: el desastre del elevado fracaso educativo español (30,8% en 2006) y el abandono escolar temprano son un asunto esencialmente masculino. Sin la abultada contribución de los varones a ese descalabro, en el que la inmigración contribuye sólo en una porción mínima, las alumnas españolas no estarían muy por debajo de la media educativa de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), establecida en el Informe PISA. Y lo que tenemos, en la antesala de la sociedad del conocimiento, es que más del 36% de los muchachos y el 25% de las chicas salen del sistema escolar sin ni siquiera haber cubierto la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO); jóvenes con una formación académica mínima y ni oficio, ni beneficio. El objetivo comunitario de reducir el fracaso escolar al 15,5% en 2010 se ha convertido para España en una amarga quimera.

¿Vamos a un modelo de pareja común en la que el varón es manifiestamente más iletrado que la mujer? Porque en la educación, el sexo débil es claramente el masculino. "Hay chavalas con una capacidad impresionante; sacan unas notas excelentes, hacen montones de extraescolares: ballet, deporte, piano, militan en una ONG y encima, ayudan en su casa", se admira Matamala. Las chicas lo hacen ya mejor en los primeros años de escolarización y ese rendimiento diferencial superior se mantiene, con altibajos, a lo largo del recorrido educativo hasta desembocar en la Universidad. En los últimos años, el porcentaje de licenciaturas universitarias conseguido por las mujeres se sitúa en torno al 61%. Y eso, pese a que las chicas continúan estando más retrasadas en las asignaturas de matemáticas y física y que, por lo mismo, siguen mostrándose reticentes ante las carreras científico-técnicas. La directora del Instituto de la Mujer, Rosa Perís, achaca a razones culturales esa pobre representación femenina, cercana al 30%.

"Las carreras técnicas les dan miedo porque ellas son muy prácticas y buscan salidas profesionales más compatibles con el proyecto de fundar una familia, tener hijos...", explica, a su vez, el profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Antonio García Martínez. Según eso, el estancamiento en el número de catedráticas y de personal docente femenino universitario (36,1%) y la falta de correspondencia entre la superior formación de las mujeres y su lugar en el mercado laboral tiene que ver con su voluntad de procrear, una suerte de "mandato de género" que trunca, a menudo, trayectorias profesionales brillantes. La discusión está en si el denominado "techo de cristal" (expresión que designa los obstáculos supuestamente invisibles que impiden a las mujeres ocupar puestos de responsabilidad para los que están preparadas) depende sólo de factores culturales o influyen también elementos biológicos. En cualquier caso, la conciliación entre la vida laboral y familiar se revela como una necesidad urgente, puesto que ningún país -no, desde luego, España-, puede permitirse el lujo de prescindir de la riqueza potencial que conlleva la formación de las mujeres.

La variable de género ha sido poco utilizada en la investigación estadística oficial, aunque pocos directores de centros de enseñanza dudan, a estas alturas, de la significación de las diferencias entre el comportamiento educativo masculino y femenino. A falta de datos oficiales y sin pretensiones científicas mayores, algunos pedagogos han optado por confeccionar sus particulares estadísticas para poder calibrar el alcance del fenómeno, siquiera en el plano doméstico. La de Matamala, que cubre los cuatro cursos de la ESO y los dos de Bachillerato, muestra que en los seis ejercicios académicos el número de varones suspendidos en más de tres asignaturas superó siempre al de las chicas. Los propios estudios del Ministerio de Educación establecen que entre los estudiantes que acaban la ESO el porcentaje de varones repetidores (49%) dobla, prácticamente, al de las mujeres (26%).

Pero es que, además, los premios extraordinarios por rendimiento académico o esfuerzo personal pertenecen a las mujeres de forma tan abrumadora que, en algunos centros, se priman los méritos masculinos para evitar que los varones se sientan convidados de piedra en la fiesta. En la práctica, la "discriminación positiva" lleva tiempo ejerciéndose en determinadas universidades privadas que buscan asegurar un cierto equilibrio de matrículas masculinas y femeninas. "Sé de una universidad, cuyo nombre no diré, en el que las mujeres necesitan medio punto más de nota media para poder ser admitidas", indica un profesor. Aunque, por lo general, las diferencias se recortan en el Bachillerato -en la etapa en la que los asuntos amorosos ocupan buena parte del universo mental femenino y los chicos reaccionan con una mejor disposición para el estudio-, el retraso no termina nunca de enjugarse totalmente a efectos de la mayoría estadística. De hecho, el reparto más equitativo de los suspensos no permite recuperar todo lo perdido, ni deshacer la ventajosa posición que ocupan las mujeres en la franja de los sobresalientes y notables. El porcentaje de chicas que se gradúan en la enseñanza posobligatoria (Bachillerato, en la rama académica) supera en 12 puntos al de los hombres. El 58,25 % de los alumnos que se matricularon en la Universidad en 2007 fueron mujeres.

¿Qué está pasando para que este fenómeno, generalizado dentro del mundo desarrollado, se produzca en nuestro país de forma bastante más acusada? Aceptado que el nivel de inteligencia es igual entre los sexos y que la escuela tiene vocación igualitaria (a diferencia en, muchos casos, de la familia y del mercado de trabajo) las explicaciones se centran, sobre todo, en la más temprana maduración psíquica y física de las mujeres. "No se puede generalizar, pero a ciertas edades, las chicas son más espabiladas", sostiene Dolores Villalba, directora de un colegio público de Primaria en Vallecas (Madrid). "Maduran antes, son más constantes y estudiosas", apunta, a su vez, Juan José Nieto, director de un instituto de Secundaria.

Encuestas llevadas a cabo en una serie de institutos muestran que en la ESO y el Bachillerato los chicos estudian una media de tres horas semanales, mientras que las chicas dedican a esa tarea alrededor de ocho. A la vista de estos datos, está claro que demasiados niños pasan demasiado tiempo con los videojuegos y matan las horas ante el televisor en lugar de hacer sus deberes y también que las chicas trabajan y se esfuerzan más. "Ellas son más aplicadas porque también son más conscientes de la importancia de la educación. Hay que tener en cuenta que en los niveles de formación bajo la tasa de paro femenino es muy superior", subraya la directora del Instituto de la Mujer. También se implican más en la clase. "De ocho manos que se levantan para formular una pregunta académica, siete son chicas", comenta Matamala.

Y eso, por no hablar del comportamiento masculino en esas edades en las que la testosterona desbocada causa estragos. Los estudios del colegio Montessori y la experiencia de otros centros muestran que más del 80% de los alumnos conflictivos suelen ser chicos. Ellos acaparan los partes de incidencia y las expulsiones, protagonizan la gran mayoría de los actos de indisciplina y las agresiones. En contraste con esa característica física, algunos pedagogos detectan entre las chicas una "agresividad psicológica alta" de efecto igualmente pernicioso. La expresión "son un horror", referida a los niños, más indisciplinados, desordenados, inconstantes, se escucha, sobre todo, en Primaria de boca de un profesorado abrumadoramente femenino. De ahí, que, especialistas como el propio Matamala, propugnen reequilibrar la composición por sexos del profesorado. "Hay profesoras que como no logran entender los comportamientos de los niños varones corren el riesgo de incurrir en falta de empatía", señala.

Lo que parece claro es que el dominio temprano de la lectura y la escritura -de acuerdo con una serie de informes, en estas materias, las mujeres llegan a acumular una ventaja de hasta año y medio-, contribuye poderosamente al mejor rendimiento continuado. Según el Informe PISA 2006, las alumnas españolas aventajan en 35 puntos a los chicos en el área de escritura, lengua y comprensión lectora, frente a los nueve puntos de retraso que arrastran en matemáticas.

"Nuestro sistema educativo está en crisis, sobre todo, porque aplicamos la misma metodología a chicos y chicas sin tener en cuenta sus notables diferencias biológicas, el dimorfismo cerebral que explica sus distintos comportamientos", sostiene la profesora de derecho administrativo de la Universidad Carlos III, de Madrid, María Calvo Charro, autora de numerosos trabajos sobre la educación. A su juicio, "las chicas se adaptan mejor al sistema gracias a su precocidad en el habla y la escritura, mientras que los chicos adquieren mayor facilidad para el pensamiento lógico matemático y el razonamiento abstracto".

Madre de dos chicas y dos chicos y presidenta en España de la Asociación Europea para la Educación Diferenciada, Calvo Charro sostiene que la educación mixta de aplicación metodológica común ha dejado de tener sentido, a la luz de la experiencia y de los actuales conocimientos científicos.

"Hay múltiples y crecientes ejemplos en Estados Unidos, Australia y Europa que demuestran", subraya, "que aplicar a los chicos y chicas metodologías y ritmos diferentes contribuye a mejorar sus rendimientos escolares. En la educación diferenciada o especializada por sexos como le llamamos, las muchachas están más centradas y tranquilas, menos pendientes de los chicos". Asegura que ellas mejoran en matemáticas y física y los chavales, que, a su juicio, precisan un ambiente más competitivo y disciplinado, progresan en lenguaje. "Veo ventajas y ningún inconveniente. No es una cosa de la derechona, no se trata de volver a segregar a los sexos; es una cuestión de eficacia, chicos y chicas pueden seguir conviviendo en la escuela y compartiendo otras clases", aclara.

Pese a todo, su propuesta escandaliza a buena parte de la comunidad educativa. "La coeducación es, en sí misma, un valor que facilita la convivencia en igualdad. Hay que tener en cuenta que la educación no es solo la transmisión de conocimientos", destaca Carmen Vieites, de UGT y promotora del proyecto Sindicadas. Educando en Igualdad. "No creo que separar a los alumnos por sexo resuelva las cosas", comenta Ana María Savaté, directora de la Oficina de Igualdad de Género de la Complutense de Madrid. Tampoco a Matamala le parece una buena idea. Al igual que otros especialistas, opina que los políticos, los padres y el conjunto de la sociedad debe tomarse en serio que la educación es una tarea de todos y que hay que combatir el modelo de sociedad consumista que alimenta el deseo y, por lo mismo, la frustración.

Piensa que los palos que bloquean la rueda del sistema educativo son también el bombardeo televisivo de la violencia, el abandono de valores como el esfuerzo y el machismo todavía latente en tantos hogares españoles. La pregunta sigue siendo: "¿Qué hacer?". Pero la única respuesta unánime es que habrá que hacer lo imposible para reducir la calamidad del desastre escolar -esa grieta de género-, y para que nuestro país no pierda pie en el camino hacia la sociedad del conocimiento.


- El País -

domingo, 3 de enero de 2010

Imágenes de...



Imágenes de la ciudad perdida

Aquí confluyen las miradas del mundo. nueva york, una ciudad terrenal, melancólica, donde todo puede suceder. Los grandes fotógrafos la han hecho suya. Éstas son algunas pruebas de su historia de amor.

El arte de Florencia en el siglo XV es la pintura al fresco; el de Nueva York en el siglo XX es la fotografía. La fotografía tiene la fuerza plástica de la pintura y del cine, la capacidad narrativa del cine y de la novela, la verdad inmediata de una información. En The New York Times de cada mañana se publican fotos de la vida en la ciudad en cuyos autores uno no se fija, pero que merecerían ser apreciadas en el espacio sereno de una galería. Las fotos de Weegee que ahora admiramos en los museos o en el papel caro y satinado de los libros de arte aparecieron originalmente en las páginas plebeyas del Daily News acompañando noticias truculentas de crímenes. El siglo XX terminó en Nueva York con un apocalipsis fotográfico. El siglo XX acabó con algo de retraso el 11 de septiembre de 2001, y a las pocas semanas, en galerías improvisadas de la ciudad, pudieron verse exposiciones urgentes en las que se mezclaban imágenes de fotógrafos de renombre y de fotógrafos aficionados atestiguando la escala del apocalipsis. Fotografías espectrales de desaparecidos eran pegadas con cinta adhesiva a las farolas y a los semáforos, con un nombre y un número de teléfono escritos a mano. Cada día que pasaba, la misma foto, estropeada por la intemperie, sufría también la transformación impuesta en ella por la pérdida gradual de esperanza, y el desaparecido que seguía sonriendo en ella era ya un muerto aunque no se hubiera encontrado su rastro.



La fotografía es un arte y un producto industrial de consumo inmediato que está en todas partes y al que más o menos se dedica cualquiera, una forma de recuerdo y un instrumento de identificación policial, tan práctico como unas huellas digitales. Esa mezcla de rigor estético y de vulgaridad le va muy bien a Nueva York, que es una ciudad desordenada y mercenaria, impúdica en la exhibición de lo que otras esconden, tan desastrada, tan cambiante, que una foto tomada ayer mismo, hoy puede ser el testimonio de un pasado sin huella. A pesar de las tonterías de la moda, de las vacuidades existenciales de Woody Allen y de la serie "Sex and the City", Nueva York es una ciudad ásperamente terrenal y realista en la que a la gente que trabaja le cuesta mucho ganarse la vida, y por eso le va también un arte tan propenso al realismo como la fotografía. A principios del siglo XX, Edward Steichen tomaba fotos nocturnas de Nueva York que tenían los claroscuros misteriosos de pinturas de Whistler, pero un poco antes, en 1895, Jacob Riis había retratado las vidas de los pobres que se amontonaban en los peores callejones, en las habitaciones de techo y bajo y sin ventanas a las que iban a parar los emigrantes recién llegados al Lower East Side. Como casi siempre, las cuestiones estéticas se corresponden con divisiones de clase: Steichen y luego Stieglitz trabajan para un público que tiene dinero para comprar arte y al que ofrecen visiones fotográficas dotadas del refinamiento de la pintura simbolista. Los fogonazos de Riis que brillan en los ojos espantados de los miserables aspiran sólo a reflejar la verdad, a arrojar literalmente luz sobre el escándalo de la injusticia.



Las fotos más representativas de Nueva York con mucha frecuencia las han tomado forasteros: la intensidad de esas miradas puede no ser la de la familiaridad, sino la del asombro y la extrañeza, hasta la del rechazo. Riis era holandés y habría llegado en uno de los mismos barcos que traían en sus bodegas de tercera clase a los emigrantes que iba a retratar. Weegee parece tan congénitamente neoyorquino como los bagels o los musicales, pero había nacido en Polonia y llegó a Nueva York con sólo veintiún años (también los bagels vinieron de la aldeas judías del este de Europa, y un cierto número de autores del teatro musical). Andreas Feininger había nacido en París y había sido profesor en la Bauhaus antes de emigrar a América en 1939. En sus fotos de las torres de Manhattan emergiendo como un Himalaya en blanco y negro sobre los chorros de humo de los barcos y las instalaciones portuarias del río Hudson está el deslumbramiento del recién llegado, la mezcla de euforia y de vértigo de quienes veían por primera vez la ciudad a la luz del amanecer desde las barandillas de los transatlánticos.



Andreas Feininger trabajó muchos años para la revista Life, que en sus tiempos de gloria fue semana a semana una especie de Capilla Sixtina del arte de la fotografía. Pero su manera tan europea y tan americana de retratar Nueva York tenía mucho que ver con la mirada de otra viajera de ida y vuelta, Berenice Abbott, cuyo libro sobre la ciudad, Changing New York, se publicó el mismo año que Feininger llegó a ella. Abbott había vivido en Nueva York algún tiempo, llegada desde el Medio Oeste, entre los literatos y los artistas del Village. Ni la ciudad ni la fotografía parece que le llamaran entonces la atención. Llegó en 1918 y se fue a París en 1921, llena de vagas ambiciones teatrales, y a través de Man Ray descubrió su vocación de fotógrafa. Un regreso a Nueva York en 1929 le hizo ver de pronto lo que había permanecido oculto a su mirada juvenil. Como ocurre tantas veces, el tesoro que le estaba destinado, el material gracias al cual se desataría su talento, era el mundo que había tenido delante de los ojos y al que no había sabido prestar atención. Se había ido de Nueva York a París persiguiendo una confusa vocación de artista. Le hizo falta el largo rodeo por Europa para fijarse de verdad en Nueva York, percibiéndola no inmóvil, como la ve el que no se marcha, sino en tránsito, en ese proceso continuo de creación y destrucción que fue tal vez más fértil que nunca en los años treinta, cuando se estaban levantando muchas de las construcciones más hermosas de la ciudad: el Empire State, el Chrysler, el Rockefeller Center, pero también el puente George Washington y muchos otros edificios menores e instalaciones públicas de una ambición y una belleza que desde entonces casi nunca han sido igualadas.



A lo largo de toda esa década, Abbott no paró de tomar fotografías. Eran tan buenas, se hicieron tan universales, que han acabado adquiriendo un anonimato paradójico. Dejaron de ser fotos de Nueva York para convertirse en la ciudad misma. Weegee tenía una mirada de sátira social y de caricatura en la estela de Goya y de Daumier. Le atraía lo siniestro y lo monstruoso, y en su sarcasmo había siempre un instinto cordial de fraternidad hacia los absurdos y los fracasados. Feininger veía la ciudad como un paisaje edificado por el hombre a la escala de la naturaleza, pero dominado por fuerzas muy superiores a las voluntades singulares de sus habitantes. En Berenice Abbott hay una atención indiscriminada y generosa, casi de novelista, de novelista fascinado por los destinos humanos en el laberinto de la ciudad moderna, a la manera de Balzac o de Dickens, o más específicamente, de John dos Passos. Intuyó que la fotografía, el arte de apresar lo inmediato e instantáneo, era el instrumento más fiel para retratar una ciudad sometida al flujo perpetuo de la transformación, de la prisa, del levantamiento y el derribo. La ciudad de la que se había ido en 1921 ya no se parecía a la que había visto al regresar en 1929, y el ritmo de los cambios no hizo sino acelerarse desde entonces. Fotografiaba igual lo recién levantado y lo que estaba a punto de convertirse en ruina y desaparecer sin recuerdo. Era tan admirable en la escala épica de las grandes vistas como en la atención a la vida cotidiana en las calles populares, y vio la poesía de los letreros encendidos de noche en Times Square y la del escaparate de una panadería en una esquina de barrio.



Se habla siempre de la influencia del expresionismo alemán en la estética del cine negro americano, y se descuida el efecto de la fotografía. Pero Weegee se fue a Hollywood en 1945 para asesorar en una película de Jules Dassin que se llamaba como su libro de fotos y recuerdos, Naked City, y cuando uno ve las luces nocturnas de Nueva York y los personajes insomnes de Sweet smell of sucess se da cuenta de que está viéndolos a través de los ojos de Weegee y de Berenice Abbott: la poesía de fondo es de Abbott, la farsa del lujo y de la gloria endeble de las celebridades en los clubes de moda es de Weegee, así como los policías turbios y los cuerpos encogidos en callejones traseros. Y la tonalidad visual en sí misma, los negros brillantes, los grises de humo de cigarrillos, la calidad táctil de hollín, de grasa, de mugre de aceras, vienen del realismo de la fotografía, del realismo medular de Nueva York, ciudad que ha hecho una industria rentable de su propio espejismo y vive en parte de explotar cínicamente los sueños insensatos que ella misma provoca. El tenebrismo de los años cuarenta y cincuenta es el que recobra intacto Peter Hujar en sus paisajes devastados de los años setenta y los primeros ochenta, cuando la negrura de las calles ya no estaba habitada por los gánsteres y los borrachos de Weegee, sino por travestis con zapatos de plataforma, yonquis espectrales y adictos al crack.



De los monstruos de Weegee vienen los de Diane Arbus, que, a diferencia de él, no parecía confraternizar con los suyos, quizá porque tenía miedo de reconocerse demasiado en ellos y porque sabía que los monstruos no sólo estaban en los circos y en los barracones de feria, sino también en un salón comedor de clase media respetable, o en el primer plano de una señorona de las que viven en la parte alta de la Quinta Avenida. El amor por la observación de la vida de la gente común a la luz matinal de las calles probablemente lo aprendió Helen Levitt de Berenice Abbott. Pero en ella hay un grado especial de delicadeza cuando mira con tanta atención los juegos de los niños, o cuando se fija en los trazos de tiza que han dejado en la acera después de pasarse una tarde entera jugando a la rayuela.



Las fotografías de juegos infantiles de Helen Levitt me provocan una melancolía muy parecida a la congoja, una nostalgia íntima y complicada, porque retratan una época de Nueva York que yo no pude conocer y una infancia que, sin embargo, se pareció mucho a la mía. Haber jugado en la calle es un recuerdo que lo lleva a uno a tiempos que van volviéndose lejanos. Ver a niños jugando en las aceras de barrios populares de Nueva York es darse cuenta de cómo la ciudad ha cambiado desde entonces y comprender la sensación de pérdida que le transmiten a uno los amigos que crecieron en ella.



Pero ésa es la tarea que cumple la fotografía con más eficacia que las demás artes: revelarnos que esa inmovilidad en la que percibimos las cosas es un engaño de los sentidos y de la consciencia. No vivimos en el país del presente y nos acordamos del otro país, el del pasado, separados de él por una frontera nítida. Los dos son uno y el mismo, para bien y para mal, y no son un lugar, sino un estado de tránsito, un paso fronterizo perpetuo. Me acuerdo ahora de algo que leí en un libro de paseos y recuerdos de Pete Hamill sobre Nueva York, Downtown. Dice Hamill que, debajo de su efervescencia, Nueva York es una ciudad profundamente melancólica porque en ella pesa una nostalgia doble, la que sentían los emigrantes por los países que habían dejado atrás para venir a ella en épocas en las que difícilmente habría habido viaje de retorno, y la que siente el neoyorquino según va cumpliendo años por la ciudad, sometida a cambios tan rápidos que se vuelve irreconocible a su alrededor. Ese efecto de melancolía está en cualquier foto de Nueva York, de hace un siglo o de ayer mismo. Es la ciudad en la que no hemos estado o a la que no hemos vuelto, la que a veces añoramos caminando por ella.

'Retratos de Nueva York. Fotografías del MOMA' puede verse en Madrid (La Casa Encendida, de Obra Social Caja Madrid), del 27 de marzo al 7 de junio.

- El País -