- José Miguel Gaona Cartolano, Médico-psquiatra forens -
martes, 30 de noviembre de 2010
Adicciones...
Es absurdo hablar de adicción a Internet, es como decir de alguien que lee mucho que es adicto a la celulosa.
lunes, 29 de noviembre de 2010
domingo, 28 de noviembre de 2010
El último tabú inglés...
Harry Potter y Amy Winehouse son realidades demodés. En Inglaterra, el cogollito está ahora en las provincias (esas que terminan en shire) y lo que se lleva es el sexo anónimo al aire libre. Daniel Davies lo revela en su novela La isla de los perros, el éxito incómodo de 2009.
"No es autobiográfica, aunque sí es real", se apresura a explicar Daniel Davies (Sutton-Coldfield, Reino Unido, 1973). Y es que en Inglaterra —donde su obra La isla de los perros ha sido comparada con American psycho, de Bret Easton Ellis, y el periódico The Guardian se ha referido a ella como la mejor novela británica del año— todo el mundo quiere saber si lo que se cuenta en sus páginas tiene algún parecido con la realidad (y con la del autor, para más señas). El uso de la primera persona en la narración no ayuda a despejar el enigma morboso. "El libro despierta reacciones extremas: la gran celebración o el mutismo. No es mi vida, aunque hay paralelismos entre el narrador y yo: el trabajo en una revista de moda, la desilusión con ese mundo, la vuelta al hogar y el rechazo del tipo de vida pija que lleva, bien pagada y lujosa", confiesa sonriente.
El protagonista de La isla de los perros, Jeremy Shepherd, sufre una revelación ontológica (al ritmo del Daydream Nation, de Sonic Youth) y decide dar un vuelco a su existencia. Abandona su puesto de editor en una prestigiosa publicación masculina de tendencias en Londres, vuelve al hogar familiar en una provincia de la Inglaterra profunda, obtiene un aburrido trabajo de funcionario e invierte todas sus energías en una sinfonía multitudinaria de fornicación pública a lo largo y ancho de una variedad inacabable de lugares (aparcamientos de centros comerciales, partes traseras de hospitales, fábricas o pistas de tenis en desuso) y posturas (sobre el capó, misionero, en el asiento trasero) cuyo entramado se conoce como "el circuito". "Es un término inventado", apunta Davies, "tiene muchos nombres, pero el hecho es que existe". Cuando se le pregunta cómo logró una documentación tan detallada, apunta a Internet: "Es increíble la cantidad de información que hay. Y el fenómeno crece ayudado por la Red. Tecleas dogging [sexo heterosexual entre desconocidos en lugares públicos; cancaneo, en argot español] y salen miles de páginas con toda la información. Los códigos que se mencionan en el libro son reales: la forma de comunicarse con las luces de los coches, ventanillas... Son una forma de regularizar una actividad en la que es difícil, de antemano, comunicarse. Es muy sencillo explorar este mundo sin participar en él".
Si bajo los céspedes de la América suburbana de Blue velvet, David Lynch encontró orejas, pesadillas freudianas y psicópatas inhaladores, Davies bucea en la campiña británica y descubre un submundo habitado por ex estrellas del pop viciosas, refugiados árabes informáticos, parejas extraabiertas, ninfómanas de ojos grises, facherío y un sinfín de impulsos ocultos en e-mails y SMS que se entrelazan en una red de deseo, pasión y exploraciones físicas (con cámaras de vídeo y chantajes incluidos) donde el afecto tiene poca cabida.
El último tabú inglés
"Es un fenómeno que dice mucho de la cultura inglesa. Si quieres escribir acerca de tu país, es muy difícil encontrar una forma nueva de hacerlo. Mi estancia en el extranjero me permitió limpiar mi mirada. Vivía en San Sebastián trabajando de profesor de inglés y leí un artículo en el sitio web de la BBC en el que detallaban cómo Stan Collymore, un afamado futbolista del Liverpool, había sido descubierto practicando el cancaneo. El fenómeno se hizo público. Esta actividad secreta era un mecanismo perfecto para explorar la Inglaterra moderna. Es un acto tremendamente inglés: oculto y discreto. Dice mucho de la vergüenza sexual de los habitantes de mi país. El amor al código es algo muy central en el carácter patrio. Como la hipocresía o el puritanismo". Achaca su auge a "una reacción contra las cámaras de seguridad, entre otras cosas. Inglaterra tiene la densidad de cámaras de seguridad más alta del mundo por habitante. Crean un ambiente de vigilancia, de espionaje opresivo. En Londres puedes pasar 24 horas paseando por la ciudad y cada segundo hay una grabación de tu movimiento. Existe el deseo de evitar las cámaras, pero también de voyeurismo. Una paradoja extraña: mirar y ser mirado. Junto a la exploración del coche como objeto sexual". Davies sugiere que esta práctica ha podido ser un trasvase del cruising, el equivalente del dogging en el mundo gay, "de gente que participaba de ambos mundos, movidos por la envidia de la libertad y facilidad con la que ocurría en el universo homosexual".
Influido por el pesimismo, tono y perspectiva de Houellebecq y el minimalismo del lenguaje de Coetzee, dotado de un envidiable distanciamiento y una irreverente pátina de mala baba, el libro se convierte en una novela metamorfoseada en fábula con un mensaje alejado de la controversia sexual: "Trata del vacío de la vida en un país obsesionado con la fama, del rechazo consciente de Jeremy contra todo eso. Del deseo de una vida más simple como reacción al capitalismo y a la ambición profesional, en un momento en que ésta ya no tiene tanta importancia como antes".
No exenta de polémica, la novela le trajo algún problema con su novia, cuyos padres son católicos. Cuando su suegro le pidió el libro para leerlo en su club de lectura de la iglesia, tuvo que declinar amablemente la invitación. Y dice que en su trabajo, aún hoy, después de leerla, algunos le miran raro. A saber por qué.
sábado, 27 de noviembre de 2010
Chiflados...
Una de las mejores maneras de aprender algo sobre cualquier rama de la Ciencia es descubrir en qué se equivocan los chiflados.
– Martin Gardner, Extravagancias y disparates (1992) -
viernes, 26 de noviembre de 2010
La venganza de Terry...
La venganza de Terry
Fue un niño tímido e inadaptado. Triunfó en la fotografía de moda coqueteando con el porno. Ahora Terry Richardson dispara en Brasil la edición 2010 del exclusivo calendario Pirelli, rodeado de modelos semidesnudas. Estuvimos allí con él.
La escena podría ser la fantasía húmeda de más de un varón heterosexual. Una espectacular playa privada en Trancoso, en el Estado brasileño de Bahía. Arena fina bañada por un mar azul cobalto y un riachuelo que se abre camino desde la frondosa selva que precede a la playa. Dorados por la luz del atardecer, once cuerpos perfectos de sendas jóvenes modelos deambulan por la escena. Entre toda la ropa que llevan, puede que no reúnan la suficiente tela para fabricar una camiseta de la talla M. Unas toman el sol desnudas sobre tumbonas y miran, como si no fuera con ellas, a los intrusos que no saben muy bien dónde mirar. Otras se rascan las picaduras de mosquito, se aplican crema entre sí y proceden por turnos a realizar poses eróticas ante una cámara digital. Y detrás de esa cámara, dirigiendo el cotarro, Terry Richardson.
Los que conozcan a este fotógrafo comprenderán la ansiedad por descubrir cómo puede acabar todo esto. Los que no, baste con que sepan, de momento, que Richardson se hizo célebre por introducir en la moda fotografías más que subidas de tono, con estética de orgía bañada en alcohol y drogas, y técnica de cámara de usar y tirar. Esto, con todos los argumentos artísticos que se le quiera añadir, podría ser un resumen de lo que ha convertido a Terry Richardson (Nueva York, 1965) en uno de los fotógrafos más influyentes de las últimas décadas. En sus años dorados, las modelos llamaban a la puerta de su estudio para solicitar el honor de participar en uno de aquellos "actos sexuales espontáneos" (así los llamaba) y ser inmortalizadas, por ejemplo, desnudas y practicando una felación al fotógrafo. Literalmente. Richardson fue responsable de que las revistas más modernas se llenaran de modelos en camiseta, despeinadas, con la ropa interior por el suelo, sumidas en una especie de letargo poscoital. El mundo de la moda es así. En una industria que ha creado tendencias como el heroin chic, el anorexic chic y hasta el terrorist chic, esto del porno chic se antoja de lo más políticamente correcto.
Estamos en el rodaje del calendario Pirelli 2010. Lo que empezó hace 45 años como un catálogo de tías buenas para adornar las paredes de los talleres mecánicos es hoy uno de los objetos fotográficos más codiciados. La esencia, con matices, permanece inalterada: bellezas ligeras de ropa en poses insinuantes para ilustrar las páginas de un calendario. Pero hoy los destinatarios no son los mecánicos, sino un selecto grupo de clientes y personalidades de todo el mundo. Y las modelos y el fotógrafo se encuentran entre los más cotizados de cada momento. Por sus páginas han pasado desde Cindy Crawford hasta Gisele Bundchen, retratadas por gente como Patrick Demarchelier o Herb Ritts. Un objeto de coleccionista que este año ha recaído en este tipo, ataviado con una toalla a modo de capa, sombrero panameño y gafas extra grandes, que se desenvuelve con envidiable soltura entre las once modelos semidesnudas.
El estilo de Richardson se aleja mucho de las fotografías sobreproducidas que han sido marca de la casa. Su forma de trabajar es curiosa. No se ve un storyboard o un plan escrito. "Las mejores fotos siempre las he tomado así, espontáneamente", explica. "Sólo dejar que ocurra". Hay cuatro asistentes, uno de ellos encargado de sujetar el iPod con la lista de reproducción diseñada para cada día. Terry dispara sin parar. "¡Todas a jugar a voleibol!", y once chicas improvisan un partido. "Jugad, pasáoslo bien... ¡Perfecto!". La cosa acaba con las modelos retozando en el agua con Terry.
Segunda escena de fantasía hetero. Las modelos descansan en un porche junto a la piscina de un lujoso hotel. Esta vez llevan algo más de ropa. Pero sin exagerar: pequeños vestidos transparentes, minishorts, biquinis. Una lee El amor en los tiempos del cólera. Otra se entrega a los juegos mentales con la Nintendo. Otra escribe misteriosas notas en un cuaderno.
En una chaise longue se halla la modelo inglesa Rosie Huntington, de 22 años. Larga melena rubia, hipnotizantes ojos grises. Habla de la experiencia de trabajar con Terry como algo "muy relajado y fácil". "Aquí no vendemos ropa, hacemos arte", explica. "No busca una imagen de moda, siempre busca retratarte como eres". ¿Y saben sus padres que está trabajando con Terry Richardson? "Lo saben, aunque no estoy segura de que conozcan todo su trabajo", dice con una sonrisa.
Terry aprovecha la tarde para sesiones individuales con las modelos. Miranda Kerr está en una habitación con el fotógrafo y su equipo. La joven despliega todo su poderío erótico vestida con un mínimo tanga, un sombrero y unos tacones de 12 centímetros. Terry dispara compulsivamente su cámara entre tragos de Red Bull y de café. Sí, esto parece una sesión de fotos para Playboy. ¿Qué pensaría Orlando Bloom, el novio de la modelo, si la viera? La estilista ayuda a Miranda a desprenderse del tanga y ésta cubre sus vergüenzas con el sombrero. Terry repite elogios mecánicamente. Más disparos. Más cafeína. Con los años se ve que esto pierde el erotismo. "Miras el cuerpo como una escultura", dice. "Se convierte en algo normal, es como quien trabaja en cine X".
Para buscar las raíces del trabajo de Terry Richardson conviene empezar por su pecho derecho. Ahí lleva el más interesante de sus tatuajes. Se trata de la cara triste de un niño de nueve años con sombrero. Es la última foto de Terry que tomó su madre, antes de que su furgoneta Volkswagen, de camino a recoger a su hijo de la consulta del psiquiatra infantil, fuera embestida por un camión. La madre quedó con un grave daño cerebral.
Su padre, un fotógrafo de moda de fugaz éxito, había abandonado tiempo antes a su familia por Anjelica Huston, entonces una joven actriz de 17 años. Su madre iba de un lado a otro con amigos como Jimi Hendrix o Keith Richards. El shock fue grande para Terry cuando, tras el accidente, pasó de viajar en aviones privados a cambiar los pañales de su madre.
El joven Terry se refugió en la marihuana y en el punk. Influido por artistas como Larry Clarke o Nan Goldin, empezó a sacar fotos a principios de los noventa. Desde entonces ha trabajado para las revistas más importantes, ha hecho campañas para distintas marcas, lujosos libros, exposiciones, y hasta ha fotografiado al presidente Obama.
Muchos críticos ven en su trabajo sexualmente explícito una especie de venganza del nerd, del niño tímido e inadaptado. "Trabajo mucho mi psicología a través de mis fotos", reconoce. "Procesas tu vida, tu infancia, tu madre, tu padre. Lo mismo con la gente a la que fotografío. Mis fotos son honestas. Siempre he explotado mucho lo sexual, pero nunca le pido a nadie que haga algo que no haría yo mismo. Les decía a las chicas que se desnudaran y me decían: 'Desnúdate tú'. Y yo lo hacía. Tienes que estar dispuesto a abrirte tú para que se abran los otros".
El día de navidad de 2001, Terry se puso un traje y una corbata, se sintió solo, y se tomó una mezcla de Valium, vodka y heroína que le dejó al borde del colapso. Le rescataron unos amigos y le mandaron a rehabilitación. Hoy, Terry está limpio y asegura llevar una vida de soltero normal en Manhattan. "Me levanto pronto, saco a mi perro, me tomo una taza de café, voy al súper...". Y aquí está. En el paraíso, fotografiando el calendario Pirelli. ¿El enfant terrible de la moda se ha aburguesado? "¿Burgués?", reflexiona. "Todavía no. Soy más bien nuevo rico. Pero estoy trabajando en ello".
jueves, 25 de noviembre de 2010
El éxito en serie que llegó del frío...
El éxito en serie que llegó del frío
El fervor por la novela policiaca nórdica es la tendencia dominante en el Retiro - Los editores se especializan, crecen los lectores y los países aprovechan la marca
Si hace 40 años cualquier turista rubia y neumática no podía ser otra cosa que una sueca, hoy cualquier novela negra de éxito no puede ser tampoco más que otra sueca. Policías alejados de los clichés clásicos del género, personas comunes convertidas en audaces investigadores, crímenes que apuntan a la crítica social y el velado comentario político y, sobre todo, la sangre que mancha la nieve de una supuesta sociedad perfecta. La novela escandinava es uno de los fenómenos editoriales más sorprendentes de los últimos tiempos y la tendencia novelesca que ha marcado la Feria del Libro de Madrid. Este fin de semana echa el cierre.
Se trata de un saco sin aparente fondo en el que cabe desde el mismísimo Stieg Larsson -cuya tercera entrega de Millennium, La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino), sale a la venta el jueves- a una recién llegada, Åsa Larsson, cuya Aurora boreal (Seix Barral) se vende con este lema publicitario: "La novela que mantuvo despierto toda una noche a Stieg Larsson". ¿Exprimir la gallina de los huevos de oro o simplemente hacer justicia a una gran desconocida?
"Todas las grandes ciudades tienen un lado oscuro. Y aquellas aparentemente más frías, civilizadas y contenidas, como Estocolmo, lo tienen más escondido, lo que repercute directamente en la curiosidad del ciudadano medio y del lector medio". Es la explicación que Jens Lapidus (Estocolmo, 1974) le encuentra al éxito arrollador de su primera novela Dinero fácil, que ha vendido medio millón de ejemplares sólo en Suecia y está publicada en España por Suma de Letras.
En las editoriales esquivan la acusación de oportunismo. Pueden haberse apuntado a la moda nórdica, pero todas insisten que desde hace años seguían la pista a autores daneses, noruegos, islandeses, finlandeses y, sobre todo, suecos. "Tenemos autores nórdicos desde hace tiempo, aunque no de novela negra", asegura Emili Rosales, director editorial de Destino. "Larsson es el resultado de esa política de búsqueda de literaturas diferentes". El éxito de Los hombres que no amaban a las mujeres y de La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina ha desbordado cualquier previsión. Rosales explica que de las dos novelas se han vendido millón y medio de ejemplares (33 millones de euros de ingresos) y de la tercera, que iba salir a la calle con 400.000 ejemplares, han tenido que subir la tirada a 500.000. La histeria Larsson llega tan lejos que el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, aseguraba esta semana haber aceptado presentar el libro sólo para poder acceder a sus galeradas cuanto antes. También, se justificaba el alcalde, "porque es una profunda y fascinante defensa del Estado de derecho".
"Pero el auge verdadero es el de la novela negra en general", explica Rosales, que sin embargo admite que en Destino han seguido a varios autores suecos todavía desconocidos en España. Hasta van a lanzar a uno nuevo en los próximos meses. "No puedo dar el nombre. Lo único que ha cambiado con los suecos son nuestras expectativas".
El éxito a principio de siglo de Henning Mankell, editado por Tusquets, fue el primer aviso. En RBA (que ha reeditado las obras del matrimonio sueco Maj Sjöwall y Per Wahlöö y al islandés Arnaldur Indridason) no tienen scouts (ojeadores de novedades) dedicados a los países nórdicos, sino a una editora, Anik Lapointe, apasionada del género. Para ella el matrimonio Sjöwall-Wahlöö son los patriarcas indiscutibles del género. "Los leía con 15 años, son unos clásicos, muy conocidos en toda Europa. Cuando me enteré de que sus novelas quedaban libres me lancé animada por el éxito de Mankell". Para Lapointe, la violencia está tratada de "otra manera" en el policiaco nórdico, donde, según Rosales, los índices de lectura -de los más altos del mundo- propician las largas series. "Aquí el gusto por el policiaco ha fluctuado. Allí, en cambio, es un género que siempre ha gustado mucho, una tradición sostenida, y por eso hay tantos autores y tan buenos", añade Rosales. Para el escritor Arnaldur Indridason (Las marismas, La mujer de verde) el secreto está en el realismo. "Ésa es la clave", comentaba recientemente a este periódico el escritor.
En la caseta número seis de la Feria del Libro los países nórdicos apilan sus títulos. Venden sus asesinatos con el mismo orgullo con el que hace años hacían gala de sus muebles de diseño. "En Noruega también hay crímenes y suspense", se lee en la web de la Embajada de aquel país que celebra, con el resto de los escandinavos, los 15 años de presencia en la Feria del Libro. En la caseta, Mankell se da codazos con la poesía de Ibsen. Un poco más allá, un libro llamado El danés serbio, de Leif Davidsen, reza: "El autor de thriller internacional más vendido en Dinamarca". La invasión continúa: La princesa de hielo, La tosca red, La mujer del lunar...
Idun, donde trabajaban. Se hicieron amigos, se casaron y se pusieron a escribir a cuatro manos. Maj Sjöwall y Per Wahlöö son, en boca del propio Henning Mankell, los padres de la novela negra sueca. "Cambiaron el género, quienquiera que escriba policiaco hoy se ha inspirado de un modo u otro en ellos". Sjöwall y Wahlöö escribieron entre 1965 y 1975 diez novelas policiacas que pretendían romper la imagen idílica de su país. Una por año. La pareja se preparaba meticulosamente cada relato, todos sobre la Brigada de Homicidios.
Todas las novelas están protagonizadas por el detective Martin Beck, que, aburrido de su matrimonio, se entrega al trabajo. Un hombre nervioso, que detesta conducir, que fuma mucho, come poco, se resfría constantemente y al que siempre le duele el estómago.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Puedo tatuarme un dragón...
Puedo tatuarme un dragón en la espalda, pero el día del cumpleaños de cualquiera pensaré que de todas las cosas que nunca he tenido, ella es la que más echo de menos.
- Heroes de Ray Loriga -
martes, 23 de noviembre de 2010
lunes, 22 de noviembre de 2010
La adolescencia...
La adolescencia se puede 'prevenir'
La pubertad será menos conflictiva si los padres saben dosificar la libertad de sus hijos y negociarla con ellos unos años antes - La clave está en fijar límites sin ser autoritarios
Centímetro a centímetro, su cuerpo se aleja de una infancia instalada aún en su cabeza y en sus juegos. Centímetro a centímetro, la puerta de su cuarto se llena de letreros que marcan fronteras. Territorio propio, llamar antes de entrar, ésta es mi habitación y aquí dentro mando yo. Doce, trece años. Después de la primera frase, "mi cuarto es mío", vendrán otras afirmaciones categóricas: "No te metas en mi vida", "Son mis amigos y punto". Mitad niños aún, mitad adolescentes, empiezan a tomar decisiones y también a equivocarse.
El verano es tiempo de ensayar libertades: el primer viaje al extranjero; las largas vacaciones con los amigos del pueblo o la urbanización, con sus horarios relajados y sus pequeños rituales de independencia. En muchas niñas las hormonas se adelantan y la transición a la adolescencia se impone de fuera a dentro: de un trimestre a otro la ropa infantil ya no sirve, y el salto a la moda juvenil crea dilemas. "¿De veras hay que abonarse a la ropa de gimnasio o vestirse de Hannah Montana por culpa de una moda que sabe más de tallas que de edades?", ironiza una madre con una hija en primero de la ESO.
Los expertos consideran que hay que darles pequeñas responsabilidades poco a poco e ir soltando amarras. Sugieren que la adolescencia llega antes y que los padres tienen que aprender a negociar. "Desde pequeños pueden encargarse de reclamar al camarero el refresco que olvidó traer o cambiar una prenda en los grandes almacenes aunque estemos nosotros delante", propone la psicóloga Olga Castanyer.
Las salidas tienen que ser progresivas. Si hasta hace poco sus padres les dejaban en la zona de juegos de los centros comerciales, desde la preadolescencia ya pueden ir solos con sus amigos al cine y la bolera de ese mismo centro, llevándoles y recogiéndoles algunos de sus progenitores. Este verano, además, podrán explorar nuevos espacios y horarios más flexibles. Aunque la playa y la piscina no impedirán que su ocio se centre en el YouTube, las conversaciones telefónicas sin fin con los amigos y los sms volcados al momento con sus inmediatas sensaciones. "Hay que tener paciencia y pagar las facturas del teléfono...", dice un padre con resignación.
Un año más y serán adolescentes, aunque algunos vivirán ya como tales estas vacaciones. Si durante el curso su vida giraba en torno al colegio, el verano les permitirá pasar más tiempo con sus amigos y explorar los centros comerciales y de ocio, donde alternar el cine y la bolera, o las discotecas light si tienen 14 años.
"¿Saben lo que quieren y cómo expresarlo?", se pregunta la psicóloga Olga Castanyer, autora de Enséñale a decir no (Espasa Calpe, 2009). Experta en autoestima y asertividad afirma que para crecer sin inseguridades los niños necesitan límites. "Hay mucha confusión entre educación y autoridad. No ponerles límites les perjudica", continúa. "Si crecen seguros sabrán decir que no a sus iguales o a la presión social cuando les pidan algo que no quieren hacer. Para decir no a la droga hay que tener opinión propia y no dejarse llevar por la corriente", señala.
"¿Hasta dónde soltar la cuerda?", reflexiona la madre de un niño de 14 años. Los padres saben, desde luego, en qué discotecas light se respeta la norma de no beber alcohol y en cuáles no y obran en consecuencia. Pero la clave es manejar bien el lenguaje, transmitir esos límites. Hay padres (y profesores) habituados a apelar a la autoridad, sin distinguir entre lo negociable y lo que no se puede transgredir. Otros tienden a ser permisivos, persuadidos de que ya les pondrán las pilas en el campamento o en la vida adulta. Esa actitud meliflua no fomenta la autoestima. "Hay que ejercer la autoridad sin miedo, pero sin dañar con las palabras", prosigue Castanyer. "Huir del sermón, ceñirse a los hechos y corregir la conducta, sin sacar la falsa conclusión de que el niño quiere fastidiar", opina.
La adolescencia no es una epidemia, pero algunos padres quisieran abordarla con vacunas. "Si alguien dice que tiene un hijo de 15 años, se le da el pésame. Se pone el foco en la adolescencia y hay que empezar antes", afirma Javier Urra, psicólogo y ex Defensor del Menor en la Comunidad Autónoma de Madrid. Urra propone lo que anuncia su último libro, Educar con sentido común (Aguilar, 2009). "Seamos flexibles, pero tengamos también criterio. Si se ha acordado que el chico venga a las 12, hay que venir a esa hora, y no una después", añade. Urra alerta sobre los dobles mensajes que se dan a los hijos y las contradicciones entre lo que se hace y lo que se dice. Reconoce que los adultos son incoherentes y que algunos padres divorciados alientan dobles enfoques. "Tienen que pactar un único mensaje", insiste.
No en vano piensa que los adolescentes de hoy "tienen más información, no más formación. Van de malotes, mientras que en mi época íbamos de buenos, pero luego acaban diciéndote que sus mejores amigos son sus padres". El experto admite que socializarse tiene un coste y que en España cualquier chico se va a encontrar con el botellón y la droga. "Tiene que estar preparado para reaccionar bien, sin dejarse manipular".
Los padres, no obstante, sienten miedos difusos relacionados con su futuro. ¿Se drogan o se van a drogar sus hijos como los protagonistas de la película francesa Lol? El porvenir no está escrito, pero la tolerancia hacia el consumo de drogas duras es cada vez menor entre ellos. Por el contrario, el porro correrá de mano en mano delante de sus narices.
-Así que quieres ir esta tarde a la discoteca. Pues te llevo y luego te recojo. Me viene de paso.
-Prefiero ir solo, no vengas.
-¿No quieres que tus amigos te vean conmigo ni un momento? ¿Qué pasa, que te avergüenzas de mí o de ellos? Pues no vas.
Este diálogo suele repetirse en algunas familias. Hay padres que ceden, convencidos de que los chicos quieren sentirse mayores e ir a su aire. Otros insisten en participar. "La adolescencia es una etapa de cambios en la que los chavales no se entienden ni a sí mismos", admite Urra. "Los padres tienen que mantener cierta distancia, pero haciéndoles ver que pueden contar con ellos. Y decirles sin complejos: Yo fui adolescente también; sé de qué va esto".
Castanyer pone el dedo en la llaga al señalar que hay padres y madres que enjuician determinadas conductas de acuerdo con su estado de ánimo o su cansancio. "Hoy esto es terrible y mañana ni me entero...". La psicóloga invita a fijar normas y a firmarlas de forma conjunta. "Esta negociación debe iniciarse pronto para que cuando lleguen los años duros (la adolescencia) haya un esquema de razones y no de gritos. La clave es la confianza", concluye.
Kilos de maquillaje en las caras de ellas sepultando unos cuantos granos inoportunos, aromas de marca en las cabezas de los chicos, engañosamente despeinados. Así acuden a las puertas de Kapital, Elite o Pachá en Madrid en busca de fiesta. Aunque muchos prefieren reunirse en casas, o en locales culturales. La mayoría toma refrescos, algunos ya hablan de hacer botellón, generalmente sin alcohol. La palabra botellón se ha consolidado entre ellos como sinónimo de juerga, aunque saben que hasta los 18 años el alcohol está vedado. Sus propios padres ya les han advertido de que en casa tampoco tomarán vino hasta esa edad.
Pero el universo adolescente es diverso y la edad media de iniciación al alcohol es cada vez más baja. Hay incluso mitos y leyendas. Que empiecen a familiarizarse en casa, dicen algunos progenitores. Bautizos, comuniones y fiestas navideñas suelen ser algunas de las celebraciones que facilitan el tránsito al alcohol. Una vez iniciado el consumo, uno de cada cuatro jóvenes entre 15 y 29 años considera normal hacer botellón, según el informe 2008 del Instituto de la Juventud. Para los padres, un ritual inquietante. "Lo brutal es la imagen colectiva bebiendo, además de la cantidad ingerida", confiesa una madre. "Prohibirles que beban a cierta edad, y cuando su grupo lo hace, quizás sea contraproducente, pero hay que inculcar el consumo responsable. Ahí está la labor educativa: que sean capaces de beber sin emborracharse, que decidan por sí mismos y que vean que por hacer lo que piensan no pierden amigos ni pasa nada", dice Castanyer.
La niña o preadolescente sale de casa con zapatos planos y la cara lavada, pero lleva consigo un pequeño bolso deportivo. El plan es reunirse con otras compañeras de segundo y tercero de ESO en el domicilio de una de ellas. A media tarde se aburren de bailar con la Wi-Fit y deciden ir a tomar un helado y al cine y comprarse luego una pizza. Los padres anfitriones han salido a cenar y sólo queda en la casa un hermano mayor, por lo que tienen el terreno libre para arreglarse. Unas cuantas sacan de sus bolsos camisetas escotadas o bodies brillantes, alguna se pone relleno en el sujetador. Otra se coloca unos tacones. Se miran unas a otras inseguras, se ríen nerviosas y por fin salen decididas a la calle. ¿Están adelantando su reloj o enterrando su infancia? Puede haber de todo, pero no es lo mismo maquillarse hasta resultar irreconocible que corregir algún pequeño inconveniente. "Es lógico ponerse un sujetador con relleno si se carece de formas y el resto de las amigas ya tiene", opina Castanyer.
"Desde siempre ellas se han cambiado la falda de tablas del colegio por algo más lucido para salir y ellos han transformado los pantalones de franela en vaqueros de última generación, pero me sorprende el look de algunas adolescentes. Algunas van de auténticas lolitas...Entiendo que es moda, pero sus padres tendrían que reflexionar si no les estamos robando entre todos la infancia", señala Urra.
"No soy partidario de saltarme los plazos. Si viene una chica planteando un aumento de mama, aunque venga con sus padres, les digo que espere a los 18 años", afirma Antonio de la Fuente, jefe de la Unidad de Cirugía Plástica del hospital de Madrid Ruber Internacional. En España no ha arraigado aún, pero en Estados Unidos, en especial en universos pijos como los de la serie Beverly Hills, algunas adolescentes piden pechos nuevos y más grandes como premio a un buen año académico. El doctor De la Fuente advierte, sin embargo, que no siempre se trata de algo frívolo. "Eso es una caricatura. Muchas chicas que piden una operación de este tipo como premio llevan años tras esa intervención. Se trata de jóvenes que a pesar de cierta edad no se han desarrollado".
"Atendemos más el problema inverso: la chica que ha experimentado un desarrollo precoz y sufre una hipertrofia de mama y eso le afecta no sólo a su físico sino a su psicología. Entonces sí valoras hacerle una reducción", afirma el cirujano. "Son chicas que tienen ya 16 ó 17 años, y operarse es una liberación", agrega. También empiezan a pasar por el quirófano jóvenes que adquieren prematuramente grasas localizadas que aunque forman parte del imaginario femenino tradicional, exceden los cánones de la época. "Esta liposucción local sólo se hace tres años después la primera regla, cuando el cuerpo está más o menos formado", añade el cirujano.
Es época de deseos y espejismos y muchos chicos no reprimen los suyos. Lo saben bien en el centro de tatuaje Mao y Cathy, en Madrid. "Nuestros clientes suelen ser mayores de edad. Si son menores tienen que venir con uno de sus padres y firmar un documento", afirma Juan Manuel Sánchez, uno de los empleados. "De todos modos sólo les hacemos algo pequeño: a esa edad sus gustos pueden variar y no conviene tatuarse un brazo, sino un detalle en el hombro, el tobillo o la cintura", explica. "A veces vienen con ellos la madre o el padre precisamente para evitar que vayan a un sitio sin control", agrega.
Los primeros noviazgos son cada vez más precoces. La edad media de las primeras relaciones sexuales se sitúa en torno a los 16 años y medio, aunque en ciertos grupos o pandillas es mucho más temprana.
"Sé que me dejará si no me acuesto con él", confesó una chica en una encuesta que Javier Urra realizó para su libro anterior, ¿Qué ocultan nuestros hijos? El ex Defensor del Menor denuncia que se está dando un rebrote machista entre los jóvenes junto a una clara presión para consumir sexo. Hay algunas letras de rap terribles", continúa. "Un caldo de cultivo tóxico", dice, "en el que se enmarcan los abusos y violaciones que están saliendo a la luz estos días. Si fuera el psicólogo forense, lo primero que preguntaría a estos chicos es cómo valoraban a sus víctimas antes de violarlas. Seguro que las despreciaban de alguna manera. Resulta preocupante que algunos dijeran que no eran conscientes de lo que hacían, forzar a una chica. Pero estoy seguro de que no tolerarían que alguien hiciera eso a sus hermanas", prosigue Urra.
Los anticonceptivos, en especial el preservativo, son asequibles. Pero no siempre se habla a tiempo de este tema en familia, y la imprevisión de algunas relaciones y la falta de planificación de esa primera vez, dificulta su uso efectivo. Isabel Serrano, presidenta de la Federación de Planificación Familiar no descarta que algunas jóvenes recurran en determinado momento a la anticoncepción de urgencia, la "píldora del día siguiente" (efectiva si se toma dentro de las 72 horas posteriores al coito). A partir de octubre se dispensará en la farmacia acompañada de unos folletos que prepara Sanidad en los que se explicará su función y la existencia de métodos anticonceptivos regulares.
Armonía forzosa
Muchos padres se muestran cautos ante las demandas de libertad de sus hijos no porque estén en desacuerdo sino porque se sienten perplejos ante un mundo cambiante y hostil. Al igual que hay maestros que tampoco saben qué enseñar en este mundo globalizado. Estos padres que crecieron con la democracia y vivieron la crisis del 93, y que ahora tienen hijos quinceañeros, intentan "evitar el desgaste en las relaciones", buscan el acuerdo y practican "la economía del conflicto", dice Andreu López-Blasco, miembro de la red europea de investigación EGRIS y coautor del Informe sobre la Juventud 2008. Lo suyo es la armonía forzosa.
Uno de los cambios más inquietantes que experimentan es la omnipresencia de Internet en la vida de sus hijos. Si hasta hace poco eran los dueños del aprendizaje ahora los adolescentes tienen acceso a través de la red a conocimientos ajenos a lo que ellos les transmiten.
Los hijos tampoco están en pie de guerra. Consideran más cómodo "soportar algunos controles" y aceptar, como contrapartida, la armonía familiar, continúa López-Blasco. Pero esta actitud implica "no ejercitar casi ninguna forma de rebeldía. Desde los años setenta no se ha dado en Europa ningún conflicto generacional. En apariencia, los jóvenes se han olvidado de luchar, de rebelarse". Aceptan ser una generación precaria. Tal vez porque los españoles menores de 15 años sólo representan el 14,5% de la población. Quizás sean conscientes de que están creciendo en una población envejecida y que no pueden aspirar a más.
domingo, 21 de noviembre de 2010
sábado, 20 de noviembre de 2010
La doble vida de...
La doble vida de Émile Zola
Admirado y odiado, Zola se enfrentó a la sociedad de su época por defender la verdad. Pero llevó una doble vida. Una exposición revela sus pasiones ocultas: la fotografía y una mujer
Zola era un escritor incómodo. Porque le obsesionaba la verdad. Desde sus primeras novelas hasta Nana o su gran éxito, Germinal (1885), y a lo largo de la veintena de títulos de la saga monumental de los Rougon-Macquard, reveló la parte más cruda de la sociedad francesa, renegando del idealismo romántico y de la hipocresía burguesa. En sus obras de ficción, muy documentadas, denunció el arribismo, las componendas y la reestructuración social en la Francia de la Segunda República. Él había vivido esos cambios al volver a París siendo joven, junto a su íntimo amigo de la infancia pasada en Aix en Provence, el pintor Paul Cézanne, con quien compartió las miserias de la vida bohemia en el París de los impresionistas cuando éstos eran considerados poco más que unos artistas rebeldes y repudiados. A Zola le fue bien, pese a todo. Su estilo descarnado y el gran proyecto novelístico emprendido, lo señalaron como el padre del naturalismo. Se convirtió en una gloria nacional. Llegó un momento en que el éxito, la fama y la riqueza derivados de sus libros y su publicación en forma de folletín, lo auparon a la posición de la élite intelectual. A la cómoda y tranquila existencia, junto a su esposa Alexandrine Meley, algo mayor que él y compañera leal desde sus inicios.
Hacia 1888 todo parecía rodar suavemente en su vida. El viaje a un balneario en Royen, sobre la costa atlántica, en compañía de su editor Georges Charpentier, el pintor Fernand Desmoulin y Alexandrine, se perfilaba como el de unas vacaciones estivales relajantes e intrascendentes. Pero fue ahí donde su vida se empezó a desdoblar. Por un lado, sus dos compañeros de viaje y el alcalde de la ciudad, Victor Billaud -asiduo visitante a su residencia-, lo iniciaron en la afición por la fotografía. Un pasatiempo que se convirtió rápidamente en una práctica sistemática, una forma de atesorar detalles de la realidad que reflejaba en sus novelas, aunque curiosamente, no la utilizara con fines literarios.
Por el otro, en esos cálidos días de verano este hombre de 48 años, con cerca de cien kilos de peso, se enamoró perdidamente de Jeanne Rozerot, la joven y esbelta costurera de 21 años que acompañaba a su esposa. ¿Cómo sucedió? Quizá, cualquier tarde, cuando estaban a punto de salir, Zola descubrió que llevaba un botón de la chaqueta algo suelto. Y cuando Jeanne se lo cosió, con prisas, y cortó el hilo con sus dientes ahí mismo, sobre su cuerpo, el escritor sintió una punzada que revivió pasiones dormidas durante mucho tiempo. El caso es que él y Jeanne se hicieron amantes y, con el tiempo, tuvieron dos hijos, Denise y Jacques. Con Alexandrine no había tenido descendencia, y el autor de La bestia humana se volcó en su segunda familia con responsabilidad, cariño y dedicación. Como no se admitía el divorcio, siguió llevando una vida oficial junto a Alexandrine y otra secreta junto a Jeanne y sus hijos, a quienes instaló en Verneuil, no muy lejos de su residencia de Médan a orillas del Sena, y veía casi a diario.
La fotografía se convirtió en su forma de legitimar esa existencia. Jeanne fue su musa y su modelo en centenares de placas. La exposición que recoge en Valladolid una selección de 200 fotografías de Émile Zola es muy reveladora. Una de ellas muestra al escritor y Alexandrine, maduros, entrados en carnes, muy rectos, cogidos fríamente de la mano. Luego hay otras de Jeanne joven y esbelta, montando en bicicleta, o cubierta apenas con un paño blanco, con los hombros y los brazos desnudos, o casi de espaldas destacando también la desnudez de sus hombros y su nuca. En otra foto, Zola -con unos 25 kilos menos- y Jeanne se estrechan como en un baile, muy pegados. Unidos. Luego están las fotos de sus hijos. Escenas familiares, comidas al aire libre, paseos, los juegos de los chicos. Más adelante, los niños como modelos al capricho de su padre, disfrazados, posando en distintas actitudes, corriendo por el campo.
Émile Zola llegó a hacer cerca de 7.000 placas desde 1888 hasta su muerte en 1902. Compró los equipos más sofisticados de la época e instaló tres laboratorios para su revelado. Le gustaba trabajar en series, quizá influido por los pintores impresionistas, a quienes defendió desde un principio como crítico de arte, en sus primeros artículos periodísticos. Le interesan los paisajes, tanto los de la ciudad como los del campo. La arquitectura. Los cambios que traen las estaciones. Las personas y sus oficios. Los eventos, como la Exposición Universal de 1900, que documenta con su cámara en sus grandes fases, como la construcción de la torre Eiffel. También deja constancia de sus viajes, a Roma, el exilio en Londres... Porque Zola seguía haciendo fotografías aun durante los dramáticos días del caso Dreyfus. Uno de los juicios más célebres de la historia donde el escritor tuvo la valentía de denunciar la corrupción y el complot entre los más altos estamentos militares, de resultas de una causa por espionaje que condenó de por vida a un inocente capitán judío a la prisión de la Isla del Diablo. Su histórica carta al presidente de la República, titulada J'accuse, publicada en L'Aurore el 13 de enero de 1898, le valió a él mismo ser juzgado y condenado, viéndose obligado a huir a Londres durante casi un año para continuar sus arengas a favor de la revisión del caso. Al final, la verdad triunfó. Aunque no en la vida personal de Zola. Murió inesperadamente, asfixiado por el monóxido de carbono de una estufa con la chimenea obstruida, el 29 de septiembre de 1902, en París. Al día siguiente se le esperaba para la ceremonia de readmisión de Dreyfus en el ejército. Iban a estrechar sus manos por primera vez.
"La escisión de esta doble vida que he tenido que vivir ha terminado por desesperarme", escribe Zola en una carta. "Jeanne me ha tributado el regio festín de su juventud y devuelto a mis treinta años, haciéndome el hermano mayor de mi Denise y de mi Jacques". Alexandrine se había enterado de la relación con Jeanne a través de una carta anónima y, por más que instó a su marido a dejarla, no lo consiguió. Tras la muerte de Jeanne, algún tiempo después, Alexandrine adoptó a sus dos hijos para que fueran los herederos legales de su padre.
Émile Zola. Fotógrafo. Sala municipal de exposiciones de San Benito. Calle de San Benito, s/n. Valladolid. Hasta el 23 de agosto.
viernes, 19 de noviembre de 2010
En la lista de los peor vendidos
En la lista de los peor vendidos
La tribu de los 'worst sellers' defiende el romanticismo del fracaso literario
Los libros pueden durar los días que vive una mosca. Nacen, se imprimen, se colocan en la librería y al cabo de una semana reciben la extremaunción. Así que se les confina al infierno del último estante. Siete días de existencia. Es lo que ha sufrido en sus páginas La mujer por la ventana, un libro de relatos de la escritora venezolana Silvia Cordiliani. Talía Luis Casado, de la editorial Escalera, tuvo un flechazo con esos cuentos. Los buscó y los publicó. Ilusión. Lo más agrio llegó en forma de cifras: menos de 200 ejemplares vendidos. A eso están acostumbradas las editoriales pequeñas mientras observan cómo tótemes de las multinacionales les dan la espalda desde el escaparate. Representantes de los sellos Escalera, Salto de Página, Baile del Sol y Errata Naturae se reunieron ayer en la feria del libro para reivindicar su condición de perdedores. Al menos, en ventas. Se dicen worst sellers y, con cierta ironía, se enorgullecen de serlo. Qué remedio.
Encender el ordenador. Café. Ordenador. Comida y cena en el ordenador. Cuenta Talía que no les queda otro remedio que estar 24 horas con el chip del trabajo. Estas editoriales tienen entre dos y cuatro trabajadores. "Con ese estrés no podemos tener tanto contacto con los libreros", se queja Irene Antón, de Errata Naturae. "Nos gustaría ser más visibles". Pero no se achantan. Y quieren reivindicar cierto romanticismo.
"Soy una intrusa", concede Irene. Es Talía quien muestra su carácter: "Sacrificamos el aspecto económico por sentirnos orgullosos de lo que publicamos. No ofrecemos tanto libro-espectáculo". Sí son conscientes de que se tienen que hacer fuertes en Internet, en foros y blogs. "Pecamos de recién llegados. Es un territorio a explorar", medita Irene. Les da rabia que no puedan acceder a los suplementos culturales porque las editoriales multinacionales se los meriendan. María José de Acuña, prudente y editora de Baile del Sol, tiene otro inconveniente: su empresa está en Canarias. "Desde la periferia es más difícil mostrar tu catálogo y asistir a encuentros". Madrid y Barcelona pueden ser miopes.
A Carlos Jiménez Arribas se le escapa media sonrisa porque se lleva la palma. Ha publicado con Artemisa el volumen Viaje al ojo de un caballo, el libro menos vendido de la editorial (menos de 100 ejemplares) y, probablemente, el que menos se ha despachado en la feria. Es un worst seller. No se lo toma demasiado mal: "Trata de viajes, naturaleza y reflexión. Es un género raro. Por eso creo que no ha funcionado". He ahí el riesgo.
La rareza, de vez en cuando, da el pelotazo. La anécdota la cuenta Pablo Mazo, de Salto de Página: Candaya editó en 2006 Nocilla dream, de Agustín Fernández Mallo. Era singular. Pues su autor fue venerado como dios posmoderno y consiguió que Alfaguara no pudiera resistirse a publicarle su siguiente título. En Plop, del autor argentino ya fallecido Rafael Pinedo, Pablo tenía puesta sus esperanzas. Una historia descarnada y subversiva. Las pocas ventas le dan un bofetón. Y así logran que la vida de un libro impreso se parezca a la de un insidioso insecto.
jueves, 18 de noviembre de 2010
miércoles, 17 de noviembre de 2010
martes, 16 de noviembre de 2010
La historia de amor y crimen...
La historia de amor y crimen de Bonnie y Clyde emerge 75 años después
El FBI saca a la luz información desconocida de los famosos fugitivos
La historia de amor y huida fatal con la que Bonnie Parker y Clyde Barrow mantuvieron en vilo a los Estados Unidos de la Gran Depresión ha vuelto a salir a la luz cuando se cumplen 75 años de la emboscada que acabó con sus vidas en 1934.
La Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) celebra los tres cuartos de siglo de uno de sus casos más famosos con la publicación de casi 1000 páginas, hasta ahora inéditas, de material de investigación sobre los famosos fugitivos.
En su accidentada huida a través del centro de Estados Unidos, Bonnie y Clyde pasaron de ser autores de pequeños robos en gasolineras a convertirse en los primeros criminales del siglo XX en alcanzar fama nacional, en una referencia obligada en la era de los gángsteres y en una de las bases del prestigio del FBI.
La huida de la joven pareja, que inició una relación sentimental poco después de conocerse en 1930, terminó en la madrugada del 23 de mayo de 1934, cuando una patrulla de agentes de Tejas les tendió una emboscada en una polvorienta carretera cercana a Sailes (Luisiana).
Las 947 páginas de información relacionada con la pareja que sirvieron al FBI y a la policía como pistas para la espectacular trampa final habían permanecido ocultas hasta 2008, cuando la oficina federal de Dallas (Tejas) anunció su hallazgo.
Año del gángster
Rescatados como parte de una exposición local y publicados ahora por la oficina central en Washington como parte de los eventos relacionados con su llamado "año del gángster", los documentos incluyen recortes de prensa y fotografías, como la de una multitud contemplando los cristales acribillados del coche de los fugitivos el día que sufrieron la emboscada.
El grueso de la información la componen telegramas enviados al FBI por las patrullas locales que seguían el rastro de la pareja, o de ciudadanos que escribían a las autoridades asegurando haberles visto en una gasolinera o en la esquina de su casa.
De esas notas se deduce, por ejemplo, que Bonnie se hacía llamar Bertha Graham, o que los familiares de Clyde le esperaban en un condado de Tejas para entregarle 250 balas.
El FBI ha sacado también a la luz un sumario producido en 1934 y revisado en 1984, pensado para investigadores y periodistas, que resume en tres páginas el historial criminal de los fugitivos y la persecución policial paso a paso.
Además, el aniversario de esta historia que alimentó la curiosidad de un país asfixiado por la Gran Depresión se cumple en medio de la crisis económica más grave desde la que se vivió entonces.
De la mano de unos medios de comunicación que empezaban a hacer gala del amarillismo, gran parte de la clase media que vivió el comienzo de los años 30 con el agua al cuello proyectó en la pareja una imagen romántica, una suerte de Robin Hood a dúo que se burlaba de un gobierno despreocupado de los problemas de sus ciudadanos.
Esa emocionante historia que hizo dudar a toda una generación sobre la frontera entre lo correcto y lo incorrecto no tardó en convertirse en un guión genial para la gran pantalla, y Hollywood convirtió a los fugitivos en estrellas en varias ocasiones.
La poesía de Bonnie, escritora aficionada, inspiró además al cantautor francés Serge Gainsbourg para uno de sus famosos dúos con Brigitte Bardot en 1967, y la historia se convirtió incluso en un musical japonés en 1999.
El aniversario de la muerte de los amantes también coincide con su retorno a la gran pantalla, y los estudios Cypress Moon ya preparan un nuevo filme basado en el que en 1967 convirtió a Faye Dunaway en Bonnie y a Warren Beatty en Clyde. The Story of Bonnie and Clyde se estrenará en 2010, con la estrella adolescente Hillary Duff y el actor canadiense Kevin Zegers como protagonistas.
lunes, 15 de noviembre de 2010
Las niñas bonitas siempre son...
Las niñas bonitas siempre son las que están más tristes porque saben que hay más tíos dispuestos a hacerles daño.
- Héroes de Ray Loriga -
domingo, 14 de noviembre de 2010
Marge Simpson posa desnuda para 'Playboy'
Marge Simpson posa desnuda para 'Playboy'
La matriarca de 'Los Simpson' protagoniza la portada de noviembre de la publicación
Marge Simpson, la madre de la serie televisiva de animación Los Simpson, ha decidido aceptar la oferta de la revista Playboy y aparecer desnuda para sus lectores. Marge será la portada del mes de noviembre de la sugerente publicación posando sentada en una silla cuyo respaldo representa las míticas orejas del conejito de Playboy, la foto ha sido publicada en exclusiva por la revista TMZ .
Además, en el interior de la revista se le dedican tres páginas, según ha explicado Eonline. En ellas, junto al resto del reportaje fotográfico, Playboy ha recogido una entrevista en la que Marge cuenta cómo ha sido su vida en los últimos años, así como una ficha con los momentos destacados en la familia Simpson.
Al parecer, este posado era una idea de Hugh Hefner desde hace mucho tiempo. De esta manera, el propietario de esta publicación quiere rendir homenaje a la serie creada por Matt Groening, que ya cumple dos décadas en antena en Estados Unidos. Hefner ya se hacía eco de esta portada hace unos días cuando en su Twitter escribía: "Marge Simpson tiene algo importante que contaros".
La idea principal es atraer a una generación más joven de lectores, que ronde los 20 años, ya que el lector medio de la revista tiene 35 años, según ha informado Scott Flanders, principal ejecutivo de Playboy Enterprises Inc.
sábado, 13 de noviembre de 2010
El terrible miedo al compromiso...
El terrible miedo al compromiso
Queremos estar enamorados y luego nos entra el pánico. Es básico conocer nuestro estilo afectivo para ser capaces de vivir acorde con él con integridad y sin hacer daño a los demás.
Si corren malos tiempos para la pareja, aún anda peor la capacidad de emparejarnos. Vivimos una especie de epidemia que consiste en desear de una manera loca estar enamorados para después sufrir como una condena ese lazo por el que tanto suspiramos. El compromiso afectivo da un miedo terrible.
Debe de ser verdad que, a pesar de lo mucho que hoy sabemos de la vida, seguimos cometiendo el error de vivir entre la felicidad y el sufrimiento. Un ejemplo lo podemos observar en los emparejamientos actuales. Nadie quiere renunciar a la pasión abrasadora del enamoramiento, pero a la vez se quieren evitar los quehaceres del compromiso. Ya ni tan siquiera sirve aquello de “ni contigo ni sin ti”. Ahora sólo funciona el “contigo, pero sin ti”.
El ascenso de eso que venimos llamando miedo al compromiso afectivo está alcanzando tal magnitud, que cabe pensar si realmente es un problema sólo de miedo o si estamos ante un cambio de modelo afectivo que también está en pleno proceso de transformación. Incluso hay quien se cuestiona si no habremos sobrevalorado la pareja como forma de transitar por este mundo.
Cuestión de estilos afectivos: Puede uno amar sin ser feliz; puede uno ser feliz sin amar; pero amar y ser feliz es algo prodigioso (Honoré de Balzac)
Cuando dos personas se gustan e inician ese periodo de cortejo, que hoy dura lo que dura un telediario, se ponen en juego dos estilos afectivos. Es decir, dos maneras de amar. Nadie ama igual, aunque la psicología reconoce algunos estilos en los que todos podemos más o menos identificarnos.
El estilo afectivo tiene mucho que ver con cómo hemos sido amados en nuestra más temprana infancia y en cuál ha sido nuestra respuesta, es decir, con cómo hemos gestionado el apego. De eso se ocuparon hace ya unos años el psicólogo John Bowlby, además de Harry Harlow y posteriormente Mary Ainsworth. Dicha teoría del apego enfatiza la importancia del vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres o sus cuidadores de referencia.
Distinguieron tres tipos de apego: el seguro, el inseguro y el ambivalente. Eso lo observaron al realizar una serie de actividades, que voy a simplificar, en las que las madres dejaban al niño solo, jugando, para volver más tarde, o bien la madre permanecía en compañía de otra persona adulta.
Al irse mamá, todos los niños solían llorar para luego entretenerse en sus juegos. Lo interesante llegaba al volver la madre. Los niños de apego seguro se alegraban de su vuelta y se echaban a sus brazos. Los niños de apego inseguro, en cambio, se hacían los remolones, ignorando el contacto con la madre. Como una especie de “me has hecho sufrir, pues ahora paso de ti” (¿les suena eso aún hoy como adultos?). Los ambivalentes eran los más ansiosos, reaccionando ahora de una manera, ahora de otra. Esa huella la mantenemos casi de por vida.
El apego hoy: Nunca amamos a nadie: amamos sólo la idea que tenemos de alguien. Lo que amamos es un concepto nuestro, es decir, a nosotros mismos (Fernando Pessoa)
Estudios más recientes han actualizado esta teoría y han adecuado los estilos de tal manera que llega a entenderse por qué tanta gente teme el compromiso. Así se puede hablar de cuatro estilos en los que todos andamos más o menos metidos: el seguro, el preocupado, el huidizo y el temeroso.
A grandes rasgos, y para no andar con demasiados tecnicismos psicológicos, el estilo seguro se reconoce porque mantiene un adecuado equilibrio entre las necesidades afectivas y la autonomía personal. Suelen ser personas que tienen un modelo mental positivo tanto de sí mismas como de los demás, es decir, que confían en sí mismas, con una elevada autoestima y comodidad en las relaciones interpersonales y en la intimidad.
El estilo preocupado se caracteriza por un modelo mental negativo de sí mismo y positivo de los demás, con una elevada necesidad de apego. Son personas con baja autoestima, conductas de dependencia, con una necesidad constante de aprobación y una preocupación excesiva por las relaciones. En los casos extremos puede caer en conductas hostiles, como los malditos celos.
El miedo a amar: La señal de que no amamos a alguien es que no le damos todo lo mejor que hay en nosotros (Paul Claudel)
Al estilo huidizo se le puede añadir la coletilla “alejado”, puesto que viven las relaciones en un estado continuo de acercamiento-alejamiento. Son los que más dicen quererse enamorar para después sentirse con la soga al cuello. Por eso huyen. Suelen ser personas con una elevada autosuficiencia emocional, una baja activación de los deseos de apego, muy orientados al logro de sus objetivos y una elevada incomodidad con la intimidad. Por desgracia, los que sufren este tipo de apego confunden su necesidad de alejamiento con la falta de amor y por eso rompen relaciones una detrás de otra. Son los más proclives a huir del compromiso, y cuando lo logran hay que procurar no atarlos en corto.
Finalmente está el estilo temeroso, con un modelo mental que podríamos caricaturizar como “yo estoy mal, pero tú estás peor”. Se caracterizan por sentirse incómodos en situaciones de intimidad, por una elevada necesidad de aprobación, por considerar las relaciones como algo secundario y por una baja confianza en sí mismos y en los demás. El estilo temeroso tiene necesidades de apego frustradas, puesto que, al mismo tiempo que necesitan el contacto social y la intimidad, el temor al rechazo que les caracteriza les hace evitar activamente situaciones sociales y relaciones íntimas.
A todo ello hay que sumar las experiencias vividas que modelan sin duda nuestros estilos afectivos. Aunque podríamos discutir qué fue primero, si el huevo o la gallina, o el nido, es cierto que el miedo a amar también se reconoce ante los sufrimientos causados por amores mal entendidos. Por engaños y autoengaños. Por corazones rotos y desgarrados por el dolor del desamor. Nadie quiere volver a sufrir así. No es necesario. Por eso podemos aprender a amar desde la plenitud. Y eso empieza por aprender a amarse a uno mismo.
Amar con conciencia: Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección (Antoine de Saint-Exupéry)
Conocer el estilo afectivo propio es fundamental. Primero para poder identificar las dificultades que tenemos en el marco de las relaciones y que no dependen sólo de con quién nos juntamos, para tomar responsabilidad sobre ello. Pero también significa aprender a vivir de acuerdo con el estilo afectivo que queramos desarrollar en la vida. No todo el mundo tiene que pasar por la vicaría, ni tiene que tener una familia, ni es un discapacitado emocional por no convivir en pareja. Lo importante es responsabilizarse de las elecciones que hacemos en cada momento, con integridad y sin dañar a los demás.
Arrastramos aún la necesidad de crear marcos en los que encajar nuestra existencia. Son útiles, ya que así sabemos cómo actuar y dónde están los límites. Pero también nos quitan flexibilidad, no nos permiten, como la vida misma, fluir con el presente y con los acontecimientos, sino que nos etiquetan, normativizan y crean expectativas y obligaciones que nos quitan autenticidad. Eso es lo que ocurre con el amor a veces. Se dan por hecho tantas cosas que es inevitable vivir en el autoengaño. Por eso, cuando Cupido se quita la venda de los ojos, no nos podemos creer en lo que nos hemos convertido.
Prefiero pensar que hoy disponemos de una conciencia diferente, la cual nos permita elaborar las relaciones día a día, sabiendo que andamos continuamente sobre la fina cuerda de la incertidumbre y que todo se debe ir resolviendo si hay capacidad de amarse. Y eso empieza por asumir cómo amamos y cómo queremos ser amados.
Aprender a querer
Libros
- ‘Los estilos afectivos en la población española: un cuestionario de evaluación del apego adulto’, de Remedios Melero y María José Cantero. Revista ‘Clínica y Salud’, volumen 19, número 1. 2008.
- ‘El arte de amar’, de Erich Froom. Editorial Paidós.
- ‘El verdadero amor’, de Thich Nhat Hanh. Ediciones Oniro.
Música
- Todo Mozart.
viernes, 12 de noviembre de 2010
jueves, 11 de noviembre de 2010
miércoles, 10 de noviembre de 2010
Generación replicante
Generación replicante
Como los androides de 'Blade Runner', los jóvenes occidentales del siglo XXI tienen todo el mundo a su alcance, pero no son amos de sus destinos. Las redes de Internet o el 'botellón' son sus paraísos artificiales
El significado histórico de los estudiantes y la universidad, la forma en que los unos y la otra existen en el presente, puede describirse como una metáfora, como una reproducción en miniatura de un estado histórico más elevado, metafísico. (Walter Benjamin, 1915)
En 1968 - cuando la juventud buscaba la playa bajo los adoquines - Philip K. Dick publicó una novela de ciencia-ficción con un título inquietante (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), en la que Ridley Scott inspiraría en 1982 su película Blade Runner. El relato gira en torno a un grupo de androides, virtualmente idénticos al ser humano, a los que llamó replicantes, superiores en fuerza e iguales en inteligencia a los ingenieros genéticos que los habían creado, pero utilizados como esclavos en la peligrosa colonización de otros planetas. Tras un motín en Marte, los replicantes buscan refugio en la Tierra, donde son declarados ilegales y perseguidos por patrullas policiales especiales, las unidades blade runner. La descripción que la novela hace del líder de la revuelta es sintomática: Roy "tiene un aire agresivo y decidido", "indujo al grupo a intentar la fuga", "robó diversos psicofármacos y experimentó con ellos", y busca "una experiencia de grupo".
Si cambiamos Marte por el espacio escolar, la Tierra por el espacio público, los psicofármacos por combinados etílicos, los replicantes por jóvenes al borde de la mayoría de edad, y los blade runners por adultos al borde de un ataque de nervios, quizá podamos encontrar alguna analogía con el moderno botellón.
La palabra "diversión" tiene una doble filiación latina: la más conocida viene de distractione, que significa fiesta y pasatiempo, pero también remonta a diversione, que significa divergencia y contestación. Ambos significados confluyen en los sucesos de Pozuelo de Alarcón, en los que el botellón, más que como la causa (de todos los males de la juventud actual) o la consecuencia (de todos los pecados de la sociedad adulta), aparece como un síntoma, como una metáfora de la generación que entra ahora en la universidad. Pues, como ya intuyese Walter Benjamin en su tiempo, los estudiantes suelen reproducir en miniatura -en forma de comedia o de tragedia- las esperanzas y los miedos de cada momento presente.
Así como los sueños de la razón producen monstruos, el súbito despertar de una juventud aparentemente dormida suele invocar nuestros propios fantasmas familiares. Adolescentes acomodados rebelándose por el derecho a consumir alcohol en el espacio público, universitarios protestando contra Bolonia, mileuristas hiperformados condenados a la precariedad laboral, bandas urbanas provocando pánicos morales: son las múltiples caras de una generación inquieta, que suscita, sin términos medios, compasión o condena, ya sea en forma de prédica parental o de carta al director. Pero si queremos ir más allá del botellón, quizá debiéramos preguntarnos si lo que está cambiando no es el propio concepto de juventud como fase más o menos prolongada de transición a la vida adulta. Me explicaré con un símil literario, que alude a tres modelos distintos de juventud: Tarzán, Peter Pan y Blade Runner.
El modelo tradicional de juventud se basa en lo que podemos denominar el "síndrome de Tarzán". Fue inventado por Rousseau a finales del siglo XVIII y perduró hasta mediados del siglo XX. Se basa en el eterno debate entre naturaleza y cultura: ¿puede todo menor ser "encauzado" mediante buenas prácticas de crianza o de socialización? El adolescente aparece como el buen salvaje que inevitablemente tiene que ser civilizado, un ser que contiene todos los potenciales de la especie humana, que aún no ha desarrollado porque se mantiene puro e incorrupto. La rápida transición del juego al trabajo, la temprana inserción profesional y matrimonial, la participación en ritos de paso como el servicio militar, serían rasgos característicos de un modelo de adolescencia basado en una inserción "orgánica" en la sociedad. Se trata de un relato de juventud que narra el paso de la cultura oral a la cultura escrita, de la galaxia Homero a la galaxia Gutenberg.
El modelo moderno de juventud se basa en lo que podemos denominar el "síndrome de Peter Pan". Lo asumieron los felices teenagers de posguerra y fue teorizado por los ideólogos de la contracultura (como Theodore Roszak), así como por algunas estrellas del rock (como The Who y los Beatles). En el mundo occidental este modelo se convirtió en hegemónico durante la segunda mitad del siglo XX, con el telón de fondo de la sociedad de consumo y aquel capitalismo maduro que había proclamado como lema el Forever Young. El adolescente aparece como el nuevo sujeto revolucionario -o el nuevo héroe consumista- que se rebela contra la sociedad adulta y se resiste a formar parte de su estructura, al menos temporalmente. Ello se consigue alargando el periodo de escolaridad y creando espacios-tiempo de ocio en los que los jóvenes puedan vivir su particular País de Nunca Jamás (aunque algún día, como Wendy, acaben por regresar al mundo real). Las lentas transiciones a la edad adulta, el alargamiento del periodo formativo, la emergencia de "tribus" y de subculturas juveniles, serían los rasgos característicos de un modelo de inserción "mecánica" en la sociedad. Se trata de un relato de juventud que narra el paso de la cultura escrita a la cultura visual, de la galaxia Gutenberg a la galaxia McLuhan.
El modelo posmoderno de juventud se basa en lo que podemos denominar el "síndrome de Blade Runner". Emerge a finales del siglo XX y está llamado a convertirse en hegemónico en el siglo XXI. Sus teóricos son los ideólogos de la sociedad red -tanto los oficiales como los hackers alternativos- que preconizan la fusión entre trabajo y ocio, entre inteligencia artificial y experimentación social, e intentan exportar al mundo adolescente sus sueños de expansión mental, tecnologías humanizadas y autoaprendizaje. Los adolescentes serían seres artificiales, medio robots y medio humanos, escindidos entre la obediencia a los adultos que los han engendrado y la voluntad de emanciparse. Como no tienen "memoria", todavía no tienen "conciencia", y por lo tanto no son plenamente libres para construir su futuro. En cambio, han estado programados para utilizar todas las potencialidades de las nuevas tecnologías, por lo que son los mejor preparados para adaptarse a los cambios, para afrontar el futuro sin los prejuicios de sus progenitores. Pero su rebelión está condenada al fracaso: sólo pueden protagonizar revueltas episódicas y estériles, esperando adquirir algún día la "conciencia" que los hará adultos. Como los replicantes, tienen todo el mundo a su alcance, pero no son amos de sus destinos. Y como blade runners, los adultos sienten hacia ellos una mezcla de fascinación y de miedo.
El resultado es un modelo híbrido y ambivalente de adolescencia, a caballo entre una creciente infantilización social, que se traduce en dependencia económica y falta de espacios de responsabilidad, y una creciente versatilidad intelectual, que se expresa en el acceso privilegiado a las nuevas tecnologías, corrientes estéticas e ideológicas. Las transiciones discontinuas hacia la edad adulta, el retraso en el acceso al trabajo y a la residencia, la configuración de redes adolescentes a escala planetaria, la emergencia de paraísos artificiales como las comunidades de Internet o el propio botellón -en el que vivir cada semana cierta experiencia de comunidad, de aquel "divino social" teorizado por Michel Maffesoli- serían los rasgos característicos de un modelo de inserción "virtual" en la sociedad. Se trata de un relato de juventud que narra el paso de la cultura visual al hipertexto, de la galaxia McLuhan a la galaxia Gates.
Tarzán, Peter Pan y Blade Runner no constituyen modelos excluyentes, sino más bien variantes de la experiencia juvenil que pueden convivir en el momento presente. Hoy siguen existiendo instituciones en las que predomina el modelo de transición a la vida adulta simbolizado por Tarzán, otras en las que persiste el modelo de resistencia a hacerse adulto caracterizado por Peter Pan, y otras en las que emerge el modelo yo-yo representado por la figura del replicante. Si la juventud ha dejado de ser un rito de paso para convertirse en una ritualización del impasse (un sueño del que cuesta despertar), el botellón aparece como una especie de limbo, un espacio liminar entre el infierno mileurista y el paraíso yuppy. Entre la represión indiscriminada del botellón y la promoción del vinum et circenses a cargo de las administraciones públicas, quizá exista una tercera vía que trate a los jóvenes, no como replicantes, sino como ciudadanos capaces de inventarse como actores sociales.
Carles Feixa es profesor de antropología social en la Universidad de Lleida y visiting fellow en la de Newcastle (Reino Unido). Ha publicado De jóvenes, bandas y tribus (Ariel, 4ª edición 2008).
Como los androides de 'Blade Runner', los jóvenes occidentales del siglo XXI tienen todo el mundo a su alcance, pero no son amos de sus destinos. Las redes de Internet o el 'botellón' son sus paraísos artificiales
El significado histórico de los estudiantes y la universidad, la forma en que los unos y la otra existen en el presente, puede describirse como una metáfora, como una reproducción en miniatura de un estado histórico más elevado, metafísico. (Walter Benjamin, 1915)
En 1968 - cuando la juventud buscaba la playa bajo los adoquines - Philip K. Dick publicó una novela de ciencia-ficción con un título inquietante (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), en la que Ridley Scott inspiraría en 1982 su película Blade Runner. El relato gira en torno a un grupo de androides, virtualmente idénticos al ser humano, a los que llamó replicantes, superiores en fuerza e iguales en inteligencia a los ingenieros genéticos que los habían creado, pero utilizados como esclavos en la peligrosa colonización de otros planetas. Tras un motín en Marte, los replicantes buscan refugio en la Tierra, donde son declarados ilegales y perseguidos por patrullas policiales especiales, las unidades blade runner. La descripción que la novela hace del líder de la revuelta es sintomática: Roy "tiene un aire agresivo y decidido", "indujo al grupo a intentar la fuga", "robó diversos psicofármacos y experimentó con ellos", y busca "una experiencia de grupo".
Si cambiamos Marte por el espacio escolar, la Tierra por el espacio público, los psicofármacos por combinados etílicos, los replicantes por jóvenes al borde de la mayoría de edad, y los blade runners por adultos al borde de un ataque de nervios, quizá podamos encontrar alguna analogía con el moderno botellón.
La palabra "diversión" tiene una doble filiación latina: la más conocida viene de distractione, que significa fiesta y pasatiempo, pero también remonta a diversione, que significa divergencia y contestación. Ambos significados confluyen en los sucesos de Pozuelo de Alarcón, en los que el botellón, más que como la causa (de todos los males de la juventud actual) o la consecuencia (de todos los pecados de la sociedad adulta), aparece como un síntoma, como una metáfora de la generación que entra ahora en la universidad. Pues, como ya intuyese Walter Benjamin en su tiempo, los estudiantes suelen reproducir en miniatura -en forma de comedia o de tragedia- las esperanzas y los miedos de cada momento presente.
Así como los sueños de la razón producen monstruos, el súbito despertar de una juventud aparentemente dormida suele invocar nuestros propios fantasmas familiares. Adolescentes acomodados rebelándose por el derecho a consumir alcohol en el espacio público, universitarios protestando contra Bolonia, mileuristas hiperformados condenados a la precariedad laboral, bandas urbanas provocando pánicos morales: son las múltiples caras de una generación inquieta, que suscita, sin términos medios, compasión o condena, ya sea en forma de prédica parental o de carta al director. Pero si queremos ir más allá del botellón, quizá debiéramos preguntarnos si lo que está cambiando no es el propio concepto de juventud como fase más o menos prolongada de transición a la vida adulta. Me explicaré con un símil literario, que alude a tres modelos distintos de juventud: Tarzán, Peter Pan y Blade Runner.
El modelo tradicional de juventud se basa en lo que podemos denominar el "síndrome de Tarzán". Fue inventado por Rousseau a finales del siglo XVIII y perduró hasta mediados del siglo XX. Se basa en el eterno debate entre naturaleza y cultura: ¿puede todo menor ser "encauzado" mediante buenas prácticas de crianza o de socialización? El adolescente aparece como el buen salvaje que inevitablemente tiene que ser civilizado, un ser que contiene todos los potenciales de la especie humana, que aún no ha desarrollado porque se mantiene puro e incorrupto. La rápida transición del juego al trabajo, la temprana inserción profesional y matrimonial, la participación en ritos de paso como el servicio militar, serían rasgos característicos de un modelo de adolescencia basado en una inserción "orgánica" en la sociedad. Se trata de un relato de juventud que narra el paso de la cultura oral a la cultura escrita, de la galaxia Homero a la galaxia Gutenberg.
El modelo moderno de juventud se basa en lo que podemos denominar el "síndrome de Peter Pan". Lo asumieron los felices teenagers de posguerra y fue teorizado por los ideólogos de la contracultura (como Theodore Roszak), así como por algunas estrellas del rock (como The Who y los Beatles). En el mundo occidental este modelo se convirtió en hegemónico durante la segunda mitad del siglo XX, con el telón de fondo de la sociedad de consumo y aquel capitalismo maduro que había proclamado como lema el Forever Young. El adolescente aparece como el nuevo sujeto revolucionario -o el nuevo héroe consumista- que se rebela contra la sociedad adulta y se resiste a formar parte de su estructura, al menos temporalmente. Ello se consigue alargando el periodo de escolaridad y creando espacios-tiempo de ocio en los que los jóvenes puedan vivir su particular País de Nunca Jamás (aunque algún día, como Wendy, acaben por regresar al mundo real). Las lentas transiciones a la edad adulta, el alargamiento del periodo formativo, la emergencia de "tribus" y de subculturas juveniles, serían los rasgos característicos de un modelo de inserción "mecánica" en la sociedad. Se trata de un relato de juventud que narra el paso de la cultura escrita a la cultura visual, de la galaxia Gutenberg a la galaxia McLuhan.
El modelo posmoderno de juventud se basa en lo que podemos denominar el "síndrome de Blade Runner". Emerge a finales del siglo XX y está llamado a convertirse en hegemónico en el siglo XXI. Sus teóricos son los ideólogos de la sociedad red -tanto los oficiales como los hackers alternativos- que preconizan la fusión entre trabajo y ocio, entre inteligencia artificial y experimentación social, e intentan exportar al mundo adolescente sus sueños de expansión mental, tecnologías humanizadas y autoaprendizaje. Los adolescentes serían seres artificiales, medio robots y medio humanos, escindidos entre la obediencia a los adultos que los han engendrado y la voluntad de emanciparse. Como no tienen "memoria", todavía no tienen "conciencia", y por lo tanto no son plenamente libres para construir su futuro. En cambio, han estado programados para utilizar todas las potencialidades de las nuevas tecnologías, por lo que son los mejor preparados para adaptarse a los cambios, para afrontar el futuro sin los prejuicios de sus progenitores. Pero su rebelión está condenada al fracaso: sólo pueden protagonizar revueltas episódicas y estériles, esperando adquirir algún día la "conciencia" que los hará adultos. Como los replicantes, tienen todo el mundo a su alcance, pero no son amos de sus destinos. Y como blade runners, los adultos sienten hacia ellos una mezcla de fascinación y de miedo.
El resultado es un modelo híbrido y ambivalente de adolescencia, a caballo entre una creciente infantilización social, que se traduce en dependencia económica y falta de espacios de responsabilidad, y una creciente versatilidad intelectual, que se expresa en el acceso privilegiado a las nuevas tecnologías, corrientes estéticas e ideológicas. Las transiciones discontinuas hacia la edad adulta, el retraso en el acceso al trabajo y a la residencia, la configuración de redes adolescentes a escala planetaria, la emergencia de paraísos artificiales como las comunidades de Internet o el propio botellón -en el que vivir cada semana cierta experiencia de comunidad, de aquel "divino social" teorizado por Michel Maffesoli- serían los rasgos característicos de un modelo de inserción "virtual" en la sociedad. Se trata de un relato de juventud que narra el paso de la cultura visual al hipertexto, de la galaxia McLuhan a la galaxia Gates.
Tarzán, Peter Pan y Blade Runner no constituyen modelos excluyentes, sino más bien variantes de la experiencia juvenil que pueden convivir en el momento presente. Hoy siguen existiendo instituciones en las que predomina el modelo de transición a la vida adulta simbolizado por Tarzán, otras en las que persiste el modelo de resistencia a hacerse adulto caracterizado por Peter Pan, y otras en las que emerge el modelo yo-yo representado por la figura del replicante. Si la juventud ha dejado de ser un rito de paso para convertirse en una ritualización del impasse (un sueño del que cuesta despertar), el botellón aparece como una especie de limbo, un espacio liminar entre el infierno mileurista y el paraíso yuppy. Entre la represión indiscriminada del botellón y la promoción del vinum et circenses a cargo de las administraciones públicas, quizá exista una tercera vía que trate a los jóvenes, no como replicantes, sino como ciudadanos capaces de inventarse como actores sociales.
Carles Feixa es profesor de antropología social en la Universidad de Lleida y visiting fellow en la de Newcastle (Reino Unido). Ha publicado De jóvenes, bandas y tribus (Ariel, 4ª edición 2008).
martes, 9 de noviembre de 2010
Yo no me creo nada...
- Yo no me creo nada, sólo digo que los perros apaleados son los que muerden.
- Sí, pero casi nunca a su dueño.
- Sí, pero casi nunca a su dueño.
- Caídos del cielo (La pistola de mi hermano) de Ray Loriga -
lunes, 8 de noviembre de 2010
Retiran el premio por la foto del lobo...
Retiran el premio a José Luís Rodríguez por la foto del lobo
Muchos recordaréis que hace unas semanas salió a la luz que la foto ganadora del Wildlife Photographer of the Year 2009 estaba siendo cuestionada porque el lobo en cuestión no era salvaje, sino que estaba en cautividad.
Pues bien, hoy hemos conocido por un comunicado oficial del Museo de Historia Natural de Londres y la revista de naturaleza de la BBC, que la foto ha sido descalificdada por vulnerar las reglas del concurso.
Según los organizadores del concurso:
"nos entristece confirmar que después de una investigación cuidadosa y exhaustiva de la imagen (...), hemos descalificado la fotografía ganadora del fotógrafo José Luis Rodríguez. El jurado fue convocado de nuevo y llegó a la conclusión de que era probable que el lobo que aparece en la imagen era un animal modelo, que se puede contratar para la toma de fotografías y, en consecuencia, que la imagen había infringido la regla número 10 de las normas del concurso."
Según el comunicado, el jurado estuvo estudiando varias pruebas y pidió el consejo de algunos especialistas en fotografía de animales salvajes, teniendo en cuenta anteriormente las explicaciones del fotógrafo español.
Las primeras sospechas saltaron cuando los expertos que vieron la foto afirmaban que, ante un cercado, lo más común es que un animal salvaje intente meterse entre los barrotes y no saltar.
Según las palabras de José Luís Rodríguez en declaraciones a la BBC el pasado mes de octubre, aseguró haber estado años planeando la fotografía, y que consiguió gracias a un dispositivo de infrarrojos que disparó el obturador de la cámara al paso del lobo. En susodicho lugar (según había comprobado el fotógrafo) los lobos iban todas las noches en busca de comida.
"Quería conseguir una foto en la que se viera a un lobo en el momento de cazar, pero sin sangre. No quería una imagen cruel" Rodríguez aseguró que pasó años planeando esta foto y que la logró gracias a un dispositivo de infrarrojos que activó la cámara al paso del lobo, en un lugar al que, según había comprobado, los lobos iban cada noche en busca de comida."
Sin embargo, los organizadores del concurso se escudan en las reglas, que están muy claras. Además, han recalcado que las reglas estaban a disposición de todos los participantes y traducidas a varios idiomas, entre ellos el español:
"Las fotografías de animales empleados como modelos no pueden participar en la competición."
Entre otras cosas, debido a que este premio es uno de los de más prestigio internacional que se conceden en este ámbito, los organizadores han afirmado que:
"cualquier violación de las reglas del concurso se toma muy seriamente. Además, cualquier sospecha de fotografías que no cumplen con lo estipulado conduce a la descalificación."
Por otra parte, en el comunicado añaden que el fotógrafo español negó rotundamente que el lobo de la imagen fuera un lobo modelo, y que la fotografía por la que ganó 11,500 Euros se retirará de la exposición del Museo de Historia Natural.
La polémica foto luce a un lobo ibérico que salta muy cerca en mitad de la noche. Este zorro (según la cadena de TV Sky News) habita en un zoo de Madrid.
domingo, 7 de noviembre de 2010
La impaciencia de Rimbaud
La impaciencia de Rimbaud
El poeta sintió siempre que el tiempo le faltaba y buscó la libertad a través de libros, idiomas o países de lo desconocido. Sus cartas son un canto a la vida errante lejos de cualquier sometimiento
Acabo de leer la correspondencia de Rimbaud y debo confesar que me ha desilusionado, ya que pensaba que trataría sobre temas más extensos. Rimbaud, a lo largo de su vida, tuvo un campo amplio"; así reaccionó Alfred Bardey al leer la primera edición del epistolario de su antiguo empleado en Adén y Harar. Si el valor de la información que brindan las cartas de un hombre de letras suele ser proporcional a su carácter revelador para el conocimiento de su obra, en el caso del poeta maldito Jean-Arthur Rimbaud la correspondencia es el único hilo más o menos firme para trazar el perfil de un hombre esquivo y hermético.
Bajo el título Prometo ser bueno: cartas completas, la editorial Barril & Barral ha iniciado su andadura con la publicación, por primera vez en castellano, de toda la correspondencia del poeta francés. Esta novedad coincide con la reciente aparición, en Francia, de una nueva edición de sus Obras completas en La Pléiade y de una monumental Correspondencia en las ediciones Fayard.
Más que en cualquier otro campo, en el epistolario es pertinente la distinción entre dos partes en la vida de Rimbaud: una literaria, entre los quince y los veinte años, y otra posliteraria. La correspondencia de la primera etapa es escasa -se conocen 21 cartas- pero de intenso valor poético: a los poemas que contienen se añade la poética formulada en sus dos "cartas del vidente" (mayo de 1871), imprescindibles para entender al Rimbaud que en cinco años pasa de las formas de poesía más antiguas, el hexámetro en latín, a los poemas en prosa libres de toda atadura formal de las Iluminaciones. Por lo que se refiere a la correspondencia posliteraria, que abarca un frenético periodo de viajes tras el abandono de la poesía, diez años de comerciante en las costas del mar Rojo y unos meses en Francia antes de morir, el epistolario es más abundante -194 cartas-, pero de escaso valor literario. Es inútil buscar aquello que Rimbaud daba por definitivamente zanjado: las cartas son las de un hijo a su madre y las que cabe esperar de un comerciante en una zona hostil. Sin embargo, es el mismo Rimbaud quien escribe todas estas cartas y el tono seco, patético, impaciente, mordaz y pragmático se percibe desde la primera misiva hasta la última.
Idéntico patetismo muestra el adolescente que expresa sus ansias de libertad al profesor y primer confidente Georges Izambard -"me muero, me consumo en la mediocridad, en la malevolencia, en la monotonía. Qué quiere usted que haga, me empecino espantosamente en adorar la libertad libre"- que el joven comerciante que, a 10.000 kilómetros de distancia, muestra a su familia su desconsuelo por el clima de Adén, las condiciones de vida mediocres, el trabajo extenuante, las ganancias escasas, el aburrimiento y la soledad -"me encuentro bien a pesar de todo y os deseo lo mejor. Estamos en nuestras estufas primaverales; las pieles chorrean, los estómagos se estropean, los cerebros se turban, los negocios son infectos, las noticias malas"-. La misma acritud que le reprochó su amigo el poeta Paul Verlaine, invocando su "perpetua indignación contra todas y cada una de las cosas", se transparenta en su epistolario africano: "La mala alimentación, el alojamiento malsano, las ropas demasiado ligeras, las preocupaciones de todo tipo, el aburrimiento, la rabia continua entre unos negros tan tontos como canallas, todo esto actúa muy profundamente en la moral y en la salud, en muy poco tiempo. Un año aquí equivale a cinco en otra parte. Se envejece muy deprisa, aquí, como en todo Sudán".
Se ha criticado que el dinero sea un tema recurrente en la correspondencia del antiguo poeta, que las cartas respondan a necesidades demasiado pragmáticas. El interés es en efecto uno de los principales móviles de Rimbaud, quien a los diez años afirmaba querer ser rentista, y si en sus primeras cartas pide libros y favores o busca interlocutores que le ayuden a abrirse camino como poeta, en su "segunda vida" las cuestiones pecuniarias abundarán tanto en las cartas comerciales como en las que dirige a su madre, buena administradora de su economía, con la que Arthur mantuvo una relación fría pero que fue su mayor interlocutora en su exilio. En la correspondencia habitan claramente sus dos naturalezas: la del hombre que busca la libertad pero sabe que el dinero la hará más accesible.
La impaciencia, la imposibilidad de una vida sedentaria y la incapacidad para someterse a normas y personas, auténticas constantes en la vida del "hombre de las suelas de viento", serán también las constantes de su epistolario. Como escribe el poeta Bernard Noël: "En su búsqueda de 'la verdadera vida' Rimbaud corre incansablemente y esa carrera se transforma en su obra. Ya durante los siete meses que pasa en París, cambia siete veces de domicilio, como si fueran la repetición a escala de los perpetuos desplazamientos que llevarán a Rimbaud de París a Bruselas, de Bruselas a Londres, de Londres a Charleville, de Charleville a Londres otra vez, luego de Alemania a Italia, de Austria a Holanda y de Holanda a Sumatra, Java, Chipre, Egipto, Adén, Harar... Se diría que algo escapa siempre en el momento de ser alcanzado de modo que la 'verdad' está aún más allá, en la siguiente ciudad o detrás del cercano horizonte. No hay renuncia, que es sólo literatura para literatos; no hay más que un movimiento que actúa en el interior a la manera de esa lengua nueva de la que Rimbaud dijo que sería 'pensamiento que engancha al pensamiento y tira de él". El fundamento de Rimbaud será por encima de todo el canto a la vida errante. Su vida fue, como predijo en Una temporada en el infierno, "demasiado inmensa para consagrarla a la fuerza y a la belleza" y se caracterizó por la búsqueda constante, a través de palabras, libros, idiomas o países, de lo desconocido, de la libertad. La buscó en la poesía, adelantándose a su época; una vez instalado en el cuerno de África, se dispuso a "traficar en lo desconocido". Intentó componer una obra sobre Harar y los países gallas para la Sociedad Geográfica, para lo que encargó decenas de libros técnicos, instrumentos de precisión y un aparato fotográfico gracias al cual conservamos las pocas pero sugerentes imágenes del Rimbaud abisinio. Algunos de sus escritos como explorador, no exentos de fuerza narrativa y analítica y salpicados de la más pura ironía rimbaldiana, merecieron en su momento la atención de medios como el periódico cairota Le Bosphore Egyptien o el Boletín de la Sociedad Geográfica de París.
Por las cartas atraviesan sueños extravagantes (formar una tropa de cazadores de elefantes, crear una raza superior de mulos, instalar una fábrica de fusiles y municiones) y sus proyectos de viajar a India, Tonkin, Panamá, Siria, China, Japón y sobre todo Zanzíbar. En el momento de proyectar acuden a él recursos narrativos e imágenes vivas que es capaz de trasladar a las cartas con optimismo. Habla de las montañas de Abisinia, "que es la Suiza africana, sin inviernos ni veranos: ¡primavera y verdura perpetuas y la existencia gratuita y libre!", o de su alegría de "dejar este espantoso agujero de Adén donde tanto he sufrido" cuando se dispone a llevar una caravana de armas al rey de Choa, Menelik: "Voy a hacer un camino terrible: de Tadjura a Choa, hay cincuenta días de marcha a caballo por desiertos abrasadores. Pero en Abisinia el clima es delicioso, ni frío ni caliente, la población es cristiana y hospitalaria; se lleva una vida fácil, es un lugar de descanso muy agradable para quienes se han embrutecido durante algunos años en las riberas incandescentes del mar Rojo". Pero sus proyectos, concebidos con entusiasmo y las dotes imaginativas propias del poeta vidente, fracasan antes de ser emprendidos, como si se consumaran en su imaginación, y llega el desencanto: "Me aburro mucho, siempre; no he conocido a nadie que se aburra tanto como yo. Además, ¿no es ésta una miserable existencia, sin familia, sin ocupación intelectual, perdido entre negros cuya suerte quisiera uno mejorar mientras que ellos intentan explotarte y te ponen en la imposibilidad de liquidar los negocios en un breve plazo? ¡Estoy obligado a hablar sus jerigonzas, a comer sus comistrajos, a padecer mil engorros originados por su pereza, su traición, su estupidez!".
El hombre que en 'Vagabundos' se decía "apremiado por encontrar el lugar y la fórmula" sintió siempre que el tiempo le faltaba y esa sensación de impaciencia e impotencia invade sus cartas. En Arabia y en África los múltiples retrasos (encargos y cartas que se demoran; cuentas que tardan en saldarse; rutas de caravanas que se interrumpen paralizando sus negocios
...) le descorazonarán y le harán derivar hacia cierto determinismo: "Como los musulmanes, sé que lo que llega llega, y eso es todo"; "lo más probable es que uno vaya más bien a donde no quiere y que más bien se haga lo que no se quiere hacer, y que uno viva y muera de manera muy diferente a como jamás quiso, sin esperanza de ninguna especie de compensación". También hará uso de buenas dosis de sarcasmo, recordándonos al poeta cáustico que había sido, al comentar la inestable situación política de la zona, al describirse a sí mismo o al caricaturizar a sus coetáneos, lo que ofuscó a algunos y encandiló a otros, como el ingeniero Alfred Ilg, en quien Rimbaud encontró a su mejor corresponsal, el más inteligente y menos susceptible, y a un amigo en su soledad africana. "Al regreso de una breve excursión", le escribía el suizo en 1888, "me encuentro con su amable carta. Me reí mucho, se lo aseguro; observo con el mayor de los placeres que esa terrible máscara de hombre horriblemente severo oculta un buen humor que muchos tendrían razón en envidiarle".
Arthur Rimbaud nunca dejó de escribir, ni tras expediciones agotadoras ni siquiera tras la amputación de su pierna. Desde su lecho de muerte compuso epístolas desgarradoras, añorando la vida errante de sus últimos diez años: "¡Qué hastío, qué agotamiento, qué tristeza cuando pienso en todos los viajes que hice, lo activo que yo era hace apenas cinco meses! ¿Dónde están esas carreras por los montes, las galopadas a caballo, las excursiones, los desiertos, los ríos y los mares? ¡Y ahora mi vida de lisiado! ¡Y yo que precisamente había decidido volver a Francia este año para casarme! ¡Me despido del matrimonio, familia, futuro! Mi vida ha pasado y no soy más que un trozo de carne inmóvil". El 10 de noviembre de 1891 moría en Marsella. Desde entonces, su mito no ha dejado de crecer.
Prometo ser bueno: cartas completas. Arthur Rimbaud. Traducción de Paula Cifuentes. Barril & Barral. Barcelona, 2009. 400 páginas. 25 euros. Oeuvres complètes. Arthur Rimbaud. La Bibliothèque de la Pléiade, 2009. Correspondance. Arthur Rimbaud. Fayard, 2007. Lola Martínez de Albornoz es comisaria de la exposición Vida y hechos de Arthur Rimbaud, Casa Encendida / Huerta de San Vicente, 2007-2008, y ha publicado recientemente el audiolibro Rimbaud leído por José Luis Gómez y Georges Lavaudant. Casa Encendida, 2008. 12 euros.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)