lunes, 22 de noviembre de 2010
La adolescencia...
La adolescencia se puede 'prevenir'
La pubertad será menos conflictiva si los padres saben dosificar la libertad de sus hijos y negociarla con ellos unos años antes - La clave está en fijar límites sin ser autoritarios
Centímetro a centímetro, su cuerpo se aleja de una infancia instalada aún en su cabeza y en sus juegos. Centímetro a centímetro, la puerta de su cuarto se llena de letreros que marcan fronteras. Territorio propio, llamar antes de entrar, ésta es mi habitación y aquí dentro mando yo. Doce, trece años. Después de la primera frase, "mi cuarto es mío", vendrán otras afirmaciones categóricas: "No te metas en mi vida", "Son mis amigos y punto". Mitad niños aún, mitad adolescentes, empiezan a tomar decisiones y también a equivocarse.
El verano es tiempo de ensayar libertades: el primer viaje al extranjero; las largas vacaciones con los amigos del pueblo o la urbanización, con sus horarios relajados y sus pequeños rituales de independencia. En muchas niñas las hormonas se adelantan y la transición a la adolescencia se impone de fuera a dentro: de un trimestre a otro la ropa infantil ya no sirve, y el salto a la moda juvenil crea dilemas. "¿De veras hay que abonarse a la ropa de gimnasio o vestirse de Hannah Montana por culpa de una moda que sabe más de tallas que de edades?", ironiza una madre con una hija en primero de la ESO.
Los expertos consideran que hay que darles pequeñas responsabilidades poco a poco e ir soltando amarras. Sugieren que la adolescencia llega antes y que los padres tienen que aprender a negociar. "Desde pequeños pueden encargarse de reclamar al camarero el refresco que olvidó traer o cambiar una prenda en los grandes almacenes aunque estemos nosotros delante", propone la psicóloga Olga Castanyer.
Las salidas tienen que ser progresivas. Si hasta hace poco sus padres les dejaban en la zona de juegos de los centros comerciales, desde la preadolescencia ya pueden ir solos con sus amigos al cine y la bolera de ese mismo centro, llevándoles y recogiéndoles algunos de sus progenitores. Este verano, además, podrán explorar nuevos espacios y horarios más flexibles. Aunque la playa y la piscina no impedirán que su ocio se centre en el YouTube, las conversaciones telefónicas sin fin con los amigos y los sms volcados al momento con sus inmediatas sensaciones. "Hay que tener paciencia y pagar las facturas del teléfono...", dice un padre con resignación.
Un año más y serán adolescentes, aunque algunos vivirán ya como tales estas vacaciones. Si durante el curso su vida giraba en torno al colegio, el verano les permitirá pasar más tiempo con sus amigos y explorar los centros comerciales y de ocio, donde alternar el cine y la bolera, o las discotecas light si tienen 14 años.
"¿Saben lo que quieren y cómo expresarlo?", se pregunta la psicóloga Olga Castanyer, autora de Enséñale a decir no (Espasa Calpe, 2009). Experta en autoestima y asertividad afirma que para crecer sin inseguridades los niños necesitan límites. "Hay mucha confusión entre educación y autoridad. No ponerles límites les perjudica", continúa. "Si crecen seguros sabrán decir que no a sus iguales o a la presión social cuando les pidan algo que no quieren hacer. Para decir no a la droga hay que tener opinión propia y no dejarse llevar por la corriente", señala.
"¿Hasta dónde soltar la cuerda?", reflexiona la madre de un niño de 14 años. Los padres saben, desde luego, en qué discotecas light se respeta la norma de no beber alcohol y en cuáles no y obran en consecuencia. Pero la clave es manejar bien el lenguaje, transmitir esos límites. Hay padres (y profesores) habituados a apelar a la autoridad, sin distinguir entre lo negociable y lo que no se puede transgredir. Otros tienden a ser permisivos, persuadidos de que ya les pondrán las pilas en el campamento o en la vida adulta. Esa actitud meliflua no fomenta la autoestima. "Hay que ejercer la autoridad sin miedo, pero sin dañar con las palabras", prosigue Castanyer. "Huir del sermón, ceñirse a los hechos y corregir la conducta, sin sacar la falsa conclusión de que el niño quiere fastidiar", opina.
La adolescencia no es una epidemia, pero algunos padres quisieran abordarla con vacunas. "Si alguien dice que tiene un hijo de 15 años, se le da el pésame. Se pone el foco en la adolescencia y hay que empezar antes", afirma Javier Urra, psicólogo y ex Defensor del Menor en la Comunidad Autónoma de Madrid. Urra propone lo que anuncia su último libro, Educar con sentido común (Aguilar, 2009). "Seamos flexibles, pero tengamos también criterio. Si se ha acordado que el chico venga a las 12, hay que venir a esa hora, y no una después", añade. Urra alerta sobre los dobles mensajes que se dan a los hijos y las contradicciones entre lo que se hace y lo que se dice. Reconoce que los adultos son incoherentes y que algunos padres divorciados alientan dobles enfoques. "Tienen que pactar un único mensaje", insiste.
No en vano piensa que los adolescentes de hoy "tienen más información, no más formación. Van de malotes, mientras que en mi época íbamos de buenos, pero luego acaban diciéndote que sus mejores amigos son sus padres". El experto admite que socializarse tiene un coste y que en España cualquier chico se va a encontrar con el botellón y la droga. "Tiene que estar preparado para reaccionar bien, sin dejarse manipular".
Los padres, no obstante, sienten miedos difusos relacionados con su futuro. ¿Se drogan o se van a drogar sus hijos como los protagonistas de la película francesa Lol? El porvenir no está escrito, pero la tolerancia hacia el consumo de drogas duras es cada vez menor entre ellos. Por el contrario, el porro correrá de mano en mano delante de sus narices.
-Así que quieres ir esta tarde a la discoteca. Pues te llevo y luego te recojo. Me viene de paso.
-Prefiero ir solo, no vengas.
-¿No quieres que tus amigos te vean conmigo ni un momento? ¿Qué pasa, que te avergüenzas de mí o de ellos? Pues no vas.
Este diálogo suele repetirse en algunas familias. Hay padres que ceden, convencidos de que los chicos quieren sentirse mayores e ir a su aire. Otros insisten en participar. "La adolescencia es una etapa de cambios en la que los chavales no se entienden ni a sí mismos", admite Urra. "Los padres tienen que mantener cierta distancia, pero haciéndoles ver que pueden contar con ellos. Y decirles sin complejos: Yo fui adolescente también; sé de qué va esto".
Castanyer pone el dedo en la llaga al señalar que hay padres y madres que enjuician determinadas conductas de acuerdo con su estado de ánimo o su cansancio. "Hoy esto es terrible y mañana ni me entero...". La psicóloga invita a fijar normas y a firmarlas de forma conjunta. "Esta negociación debe iniciarse pronto para que cuando lleguen los años duros (la adolescencia) haya un esquema de razones y no de gritos. La clave es la confianza", concluye.
Kilos de maquillaje en las caras de ellas sepultando unos cuantos granos inoportunos, aromas de marca en las cabezas de los chicos, engañosamente despeinados. Así acuden a las puertas de Kapital, Elite o Pachá en Madrid en busca de fiesta. Aunque muchos prefieren reunirse en casas, o en locales culturales. La mayoría toma refrescos, algunos ya hablan de hacer botellón, generalmente sin alcohol. La palabra botellón se ha consolidado entre ellos como sinónimo de juerga, aunque saben que hasta los 18 años el alcohol está vedado. Sus propios padres ya les han advertido de que en casa tampoco tomarán vino hasta esa edad.
Pero el universo adolescente es diverso y la edad media de iniciación al alcohol es cada vez más baja. Hay incluso mitos y leyendas. Que empiecen a familiarizarse en casa, dicen algunos progenitores. Bautizos, comuniones y fiestas navideñas suelen ser algunas de las celebraciones que facilitan el tránsito al alcohol. Una vez iniciado el consumo, uno de cada cuatro jóvenes entre 15 y 29 años considera normal hacer botellón, según el informe 2008 del Instituto de la Juventud. Para los padres, un ritual inquietante. "Lo brutal es la imagen colectiva bebiendo, además de la cantidad ingerida", confiesa una madre. "Prohibirles que beban a cierta edad, y cuando su grupo lo hace, quizás sea contraproducente, pero hay que inculcar el consumo responsable. Ahí está la labor educativa: que sean capaces de beber sin emborracharse, que decidan por sí mismos y que vean que por hacer lo que piensan no pierden amigos ni pasa nada", dice Castanyer.
La niña o preadolescente sale de casa con zapatos planos y la cara lavada, pero lleva consigo un pequeño bolso deportivo. El plan es reunirse con otras compañeras de segundo y tercero de ESO en el domicilio de una de ellas. A media tarde se aburren de bailar con la Wi-Fit y deciden ir a tomar un helado y al cine y comprarse luego una pizza. Los padres anfitriones han salido a cenar y sólo queda en la casa un hermano mayor, por lo que tienen el terreno libre para arreglarse. Unas cuantas sacan de sus bolsos camisetas escotadas o bodies brillantes, alguna se pone relleno en el sujetador. Otra se coloca unos tacones. Se miran unas a otras inseguras, se ríen nerviosas y por fin salen decididas a la calle. ¿Están adelantando su reloj o enterrando su infancia? Puede haber de todo, pero no es lo mismo maquillarse hasta resultar irreconocible que corregir algún pequeño inconveniente. "Es lógico ponerse un sujetador con relleno si se carece de formas y el resto de las amigas ya tiene", opina Castanyer.
"Desde siempre ellas se han cambiado la falda de tablas del colegio por algo más lucido para salir y ellos han transformado los pantalones de franela en vaqueros de última generación, pero me sorprende el look de algunas adolescentes. Algunas van de auténticas lolitas...Entiendo que es moda, pero sus padres tendrían que reflexionar si no les estamos robando entre todos la infancia", señala Urra.
"No soy partidario de saltarme los plazos. Si viene una chica planteando un aumento de mama, aunque venga con sus padres, les digo que espere a los 18 años", afirma Antonio de la Fuente, jefe de la Unidad de Cirugía Plástica del hospital de Madrid Ruber Internacional. En España no ha arraigado aún, pero en Estados Unidos, en especial en universos pijos como los de la serie Beverly Hills, algunas adolescentes piden pechos nuevos y más grandes como premio a un buen año académico. El doctor De la Fuente advierte, sin embargo, que no siempre se trata de algo frívolo. "Eso es una caricatura. Muchas chicas que piden una operación de este tipo como premio llevan años tras esa intervención. Se trata de jóvenes que a pesar de cierta edad no se han desarrollado".
"Atendemos más el problema inverso: la chica que ha experimentado un desarrollo precoz y sufre una hipertrofia de mama y eso le afecta no sólo a su físico sino a su psicología. Entonces sí valoras hacerle una reducción", afirma el cirujano. "Son chicas que tienen ya 16 ó 17 años, y operarse es una liberación", agrega. También empiezan a pasar por el quirófano jóvenes que adquieren prematuramente grasas localizadas que aunque forman parte del imaginario femenino tradicional, exceden los cánones de la época. "Esta liposucción local sólo se hace tres años después la primera regla, cuando el cuerpo está más o menos formado", añade el cirujano.
Es época de deseos y espejismos y muchos chicos no reprimen los suyos. Lo saben bien en el centro de tatuaje Mao y Cathy, en Madrid. "Nuestros clientes suelen ser mayores de edad. Si son menores tienen que venir con uno de sus padres y firmar un documento", afirma Juan Manuel Sánchez, uno de los empleados. "De todos modos sólo les hacemos algo pequeño: a esa edad sus gustos pueden variar y no conviene tatuarse un brazo, sino un detalle en el hombro, el tobillo o la cintura", explica. "A veces vienen con ellos la madre o el padre precisamente para evitar que vayan a un sitio sin control", agrega.
Los primeros noviazgos son cada vez más precoces. La edad media de las primeras relaciones sexuales se sitúa en torno a los 16 años y medio, aunque en ciertos grupos o pandillas es mucho más temprana.
"Sé que me dejará si no me acuesto con él", confesó una chica en una encuesta que Javier Urra realizó para su libro anterior, ¿Qué ocultan nuestros hijos? El ex Defensor del Menor denuncia que se está dando un rebrote machista entre los jóvenes junto a una clara presión para consumir sexo. Hay algunas letras de rap terribles", continúa. "Un caldo de cultivo tóxico", dice, "en el que se enmarcan los abusos y violaciones que están saliendo a la luz estos días. Si fuera el psicólogo forense, lo primero que preguntaría a estos chicos es cómo valoraban a sus víctimas antes de violarlas. Seguro que las despreciaban de alguna manera. Resulta preocupante que algunos dijeran que no eran conscientes de lo que hacían, forzar a una chica. Pero estoy seguro de que no tolerarían que alguien hiciera eso a sus hermanas", prosigue Urra.
Los anticonceptivos, en especial el preservativo, son asequibles. Pero no siempre se habla a tiempo de este tema en familia, y la imprevisión de algunas relaciones y la falta de planificación de esa primera vez, dificulta su uso efectivo. Isabel Serrano, presidenta de la Federación de Planificación Familiar no descarta que algunas jóvenes recurran en determinado momento a la anticoncepción de urgencia, la "píldora del día siguiente" (efectiva si se toma dentro de las 72 horas posteriores al coito). A partir de octubre se dispensará en la farmacia acompañada de unos folletos que prepara Sanidad en los que se explicará su función y la existencia de métodos anticonceptivos regulares.
Armonía forzosa
Muchos padres se muestran cautos ante las demandas de libertad de sus hijos no porque estén en desacuerdo sino porque se sienten perplejos ante un mundo cambiante y hostil. Al igual que hay maestros que tampoco saben qué enseñar en este mundo globalizado. Estos padres que crecieron con la democracia y vivieron la crisis del 93, y que ahora tienen hijos quinceañeros, intentan "evitar el desgaste en las relaciones", buscan el acuerdo y practican "la economía del conflicto", dice Andreu López-Blasco, miembro de la red europea de investigación EGRIS y coautor del Informe sobre la Juventud 2008. Lo suyo es la armonía forzosa.
Uno de los cambios más inquietantes que experimentan es la omnipresencia de Internet en la vida de sus hijos. Si hasta hace poco eran los dueños del aprendizaje ahora los adolescentes tienen acceso a través de la red a conocimientos ajenos a lo que ellos les transmiten.
Los hijos tampoco están en pie de guerra. Consideran más cómodo "soportar algunos controles" y aceptar, como contrapartida, la armonía familiar, continúa López-Blasco. Pero esta actitud implica "no ejercitar casi ninguna forma de rebeldía. Desde los años setenta no se ha dado en Europa ningún conflicto generacional. En apariencia, los jóvenes se han olvidado de luchar, de rebelarse". Aceptan ser una generación precaria. Tal vez porque los españoles menores de 15 años sólo representan el 14,5% de la población. Quizás sean conscientes de que están creciendo en una población envejecida y que no pueden aspirar a más.
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