martes, 3 de mayo de 2011

Una Habitación (Roja) con vistas...


Una Habitación (Roja) con vistas

El grupo que impulsó el indie español reedita sus cuatro primeros álbumes con los discos originales más abundante material: temas inéditos, rarezas, maquetas y tomas alternativas

La Habitación Roja es un grupo de pop-rock indie español, originario de la localidad valenciana de La Eliana. Su andadura comenzó allá por 1995, con Jorge Martí, voz y guitarra; Pau Roca, guitarra; Mark Greenwood, bajo, y José Marco, batería. Por eso, por provenir de aquellos tiempos de cambio, son también testigos privilegiados de una década en la que el pop español cambió los oropeles de los gastados ochenta por un nuevo pelaje alternativo que iba a adornar a toda una escuela de bandas que tomaron el relevo.

Estamos en el Madrid de 2009 y toca celebrar junto a Pau Roca, el guitarrista, el hecho de que su compañía discográfica, la peña Mushroom Pillow, se haya decidido a reeditar los cuatro primeros álbumes del grupo: La Habitación Roja (1998), Largometraje (1999), Radio (2001) y 4 (2003). Estas reediciones incluyen, aparte de los discos originales, temas inéditos, rarezas, maquetas y tomas alternativas. Para el grupo implican el curioso orgullo de revisar el pasado sin dejarse llevar por alocadas y equívocas pasiones: "En su día salieron pocas copias y encima están todos descatalogados. Así, ya que lo hacíamos para reeditarlo todo, por lo que también hemos rescatado CD de cajones, nos hemos echado unas risas con las fotos

... Cada uno tiene su opinión, su anécdota... Por eso nos dijimos: 'Vamos a ponerlo todo y que la gente elija lo que quiera escuchar'. También ha habido un replanteamiento de las portadas, dado que no tenían nada ver unas con otras". Todo un trabajo de chinos podría saldarse con esa frase tantas veces escuchada a los grupos de rock: "Me gustan mucho las maquetas. A veces, más que el disco definitivo".

Pau Roca aprovecha esta reedición para reflexionar acerca de una carrera musical que ha ocupado la mitad de sus vidas: "Marc tiene 26 años y cuando entró en el grupo tenía 17. Jorge y José tienen 37 y yo 35". Catorce años juntos desde que el gusto por el pop les juntara en La Eliana: "Es un sitio pequeño, el típico pueblo que no era ni pueblo y que en los sesenta se hizo ciudad de chalés". Comenzaron en un garaje, aunque una anécdota explica cómo se encontraron: "Mi hermano y yo estábamos tocando con un batería que habíamos encontrado por un anuncio en el periódico y hacíamos versiones de los Smiths y los Feelies. Entonces Jorge alucinó porque el 90% de los locales de ensayo en este país -no sé por qué- suenan a una mezcla entre Rosendo y AC/DC. Nos escuchó y dijo: '¡Hostia! ¿Qué hace alguien aquí tocando los Smiths y los Feelies?'. Y hasta ahora".

Hay que recordar que en 1995 se había desinflado el globo del grunge y empezaban a ponerse de moda grupos noise al estilo Superchunk o Pavement. La nueva banda también sucumbió a aquel concepto ruidoso: "Nos gustaba mucho la filosofía de no glamour en el mal sentido; ese glamour demasiado prefabricado que tienen estos grupos, sobre todo americanos. Esa pose de tocar con camisas de cuadros quedaba guay, pero también nos llamaban la atención sus melodías bonitas. Eso nos influyó mucho también, obviando ya que en la base somos totalmente ochenteros". Tanto, que desde sus inicios La Habitación Roja no sucumbió a la pertinaz tentación de sus compañeros de generación de cantar en inglés: "Recuerdo tocar en festivales de veinte grupos y éramos los únicos que cantábamos en castellano". No obstante, el cambio de década se produjo inevitablemente a nivel estético y eso quedó suficientemente patente. "El principio de acción-reacción es muy bueno para la música, pero a veces te pasas de frenada. Muchos grupos que empezaron antes que nosotros se fueron al lado opuesto de los ochenta, con tanto sintetizador. Pero, con ese rollo de ser distintos, rechazaron cosas que a mí me parecían muy válidas. Entonces se consideraba que Gabinete Caligari era una horterada y ahora de repente está guay otra vez. Pero para nosotros siempre han estado bien. En nuestra furgoneta nunca han faltado Paraíso o Radio Futura". Aquel cambio al indie o el rock alternativo trajo excesiva mímesis con el underground neoyorquino. "Por un lado estaba bien, porque daba mucha frescura, pero por otro se rechazaba una base que había aquí muy fresca y muy chula".

En las palabras de Roca, en su visión desapasionada de un pasado cercano que les hizo como músicos, hay un poco de entonar cierto mea culpa por los errores generacionales cometidos. "Siempre he dicho que a la música española de los noventa le faltó humor y sexo tal y como lo hacían los Beatles o los Stones o los Kinks. En los ochenta se hablaba con más espontaneidad. Por ejemplo, un grupo como La Frontera hacía canciones del Oeste, un medio que les era ajeno. Parálisis Permanente hacía canciones de sado-maso. Esa visión lejana, ese añorar determinadas historias se perdió".

Su idea es que también influyó un cierto componente amateur en las bandas que arrancaron en aquella época. "Si hemos sido amateurs alguna vez, fue por no saber tocar, pero nunca aposta. Nunca le he visto la gracia a tocar mal adrede y no es que nosotros hayamos ido de virtuosos, pero cuando escuchaba a los Smiths o a The Cure, les veía tocar de puta madre. Creo que para expresarte por escrito está bien saber escribir, ¿no?". Aquel hacer la vista gorda al sonar mal fue también una moda: "Había momentos que daba un poco de vergüenza ir a un concierto con un amigo tuyo profano y decirle 'entiendo que no te guste, porque están desafinando, tocan fatal y suena fatal'. También hay que tener en cuenta que hubo un boom mediático y muchos grupos no estaban preparados para tanta atención". Las letras de La Habitación Roja, plagadas de cotidianidad y vida cercana, han sido también un hecho diferencial del grupo desde sus inicios: "Somos muy fans de artistas como Morrissey, ese tipo de letra costumbrista que funciona a distintas edades y aunque vayas cambiando tu vida, creemos está muy bien. Además Jorge, el cantante y letrista, es mejor escribiendo letras cotidianas que poesía en abstracto, y nosotros le obligamos a ello".

Pese a ser autores de seis grandes discos, cuyas ventas, sin ser disparadas, han forjado un sólido presente, Roca reconoce la vocación de La Habitación Roja como banda de directo: "Nos gusta mucho el estudio, pero es como sacar canciones guays para luego tocarlas en vivo. Además nos gusta viajar, comer... Somos como trovadores yendo por las ciudades y nuestra mejor forma de promoción, al no gozar casi nunca de grandes campañas, es el boca a boca". También han pasado el sarampión de los grandes festivales, otro rasgo definitorio de la música juvenil de las últimas décadas: "A mí me gusta mucho ir como artista, pero, como público, a lo mejor estoy mayor para una tienda de campaña. Supongo que si tuviera 18 años iría a ver mis grupos favoritos en la playa, lo haría encantado. Pero ahora, en lo personal, me empacha un poco. Es como cuando vas al Louvre y sabes que, para disfrutarlo, has de volver al día siguiente y al siguiente y al siguiente... Sí, los carteles son bastante buenos, pero normalmente a las once de la noche yo ya estoy desfondao". De aquellos polvos reina ahora el lodo de que la música joven en vivo está exiliada de las grandes ciudades: "Me fastidia porque, si un grupo va a tal festival, ya no van a las salas. Y nada sustituye a un concierto en una sala. El festival, con 30.000 personas es más el jolgorio y la tontería". Para finalizar este balance vital y artístico, Roca admite estar viviendo un excelente momento como músico y como parte de La Habitación Roja: "Vivimos separados, nos mandamos canciones y nos juntamos cuando lo requiere el grupo. Ahora vamos a grabar un disco y estamos muy a gusto con él, la verdad". ¿Se ve dentro de diez años tocando con La Habitación Roja: "Si, por qué no. Ves grupos de carreras largas como Wilco, que ya tienen su edad y están mejor que nunca en el escenario. Creo que yo empiezo a saber hacer cosas ahora". -

La Habitación Roja, Largometraje, Radio (2001), 4. Mushroom Pillow.

El País

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