sábado, 9 de julio de 2011

La sensualidad de Van Dongen...


El Museo Picasso descubre la sensualidad de Van Dongen

La pinacoteca reúne un centenar de obras del pintor holandés en una retrospectiva hasta el 27 de septiembre

Es todo un descubrimiento que permite conocer no sólo la obra de un artista fin de siecle hasta ahora minusvalorado en las historias del arte, sino también, una biografia casi de película. Kees Van Dongen (Rotterdam, 1877-Mónaco, 1968) fue uno de los artistas más reputados del París de entreguerras, pero su fama y prestigio decayeron rápido hasta el punto de que hasta ahora, con la que hasta el 27 de septiembre le dedica el Museo Picasso de Barcelona, no se había ofrecido ninguna exposición retrospectiva de su obra en España. La que ahora presenta el Museo Picasso de Barcelona hasta el 27 de septiembre reúne un centenar de obras e incorpora al montaje que ha podido verse antes en el Museo de Bellas Artes de Montreal y el Museo Nacional de Mónaco un apartado significativo dedicado a su relación con Barcelona —en 1915 expuso en las galerías Dalmau— y con Picasso.



"El Kropotkin del Bateu-Lavoir", le llamaba Picasso cuando entre 1906 y 1909 le tuvo como vecino de estudio. Entonces Van Dongen era un apasionado anarquista que empezaba a poder vivir de su pintura (en sus inicios se dedicó a la ilustración gráfica en diarios satíricos) en la que predominaban los temas de prostitutas, artistas de circo, paisajes y retratos, si bien su gran tema fueron las mujeres, muchas veces desnudas, que mostraba de manera provocativa. Entonces acababa de abandonar la técnica puntillista y se había lanzado de pleno al colorismo extremo del fauvismo y del expresionismo, dos movimientos en los que militó aunque no fue en ellos primera figura. Centran, de todas maneras, el grueso de la exposición, organizada cronológicamente con especial énfasis en sus periodos vanguardistas.



Sus viajes por España y Marruecos en 1910 y 1911 abrieron una nueva etapa, pero no influyeron tanto como su contacto con la marquesa Luisa Casati, que le introdujo en la alta sociedad, a la que retrató ampliamente. Es la "epoca cóctel" (por las fiestas que organizaba en su estudio), en la que los colores se calmaron y las figuras se estilizaron para adaptarse a los gustos de sus clientes. Aún tenía éxito y cierta fama, pero la calidad de su obra decayó y la posteridad le pasó factura.

El País

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