martes, 20 de diciembre de 2011

Editar, casi un acto de amor...


Editar, casi un acto de amor

Una nueva estirpe barcelonesa de fanáticos de los libros demuestra que no se necesita ni una mesa para administrar exitosamente una editorial independiente.

Si, tal como rezaba un célebre grupo de Facebook, en Madrid escupes por la ventana y le das a un estilista, muchos aseguran que en Barcelona ese lardo le caería a un editor. La ciudad que vio triunfar a santidades de la profesión como Herralde o Tusquets vuelve a ser el punto cero de un fenómeno editorial, el de los nuevos sellos independientes españoles, que traspasa las fronteras autonómicas (con casos modélicos como el de las madrileñas Impedimenta y Nórdica Libros o la cacereña Periférica).

Abanderados por Minúscula, una editorial fundada por Valeria Bergalli en 2000, un puñado de editores barceloneses que apenas supera la treintena se ha ido abriendo hueco mientras las casas consagradas dormían la siesta del héroe. En 2006, la diminuta Libros del Asteroide reventó todas las expectativas vendiendo más de 20.000 ejemplares de El quinto en discordia, de Robertson Davies. Y todas las demás lo pudieron tomar como un premio. "La clave de que ahora haya tantas editoriales pequeñas está en que la estructura que se necesita es mínima. Con un ordenador y cuatro cosas más puedes editar un libro. Nosotros cuando empezamos éramos uno y medio", explica Diana Zaforteza, de 30 años, fundadora de Ediciones Alfabia, una de las últimas editoriales catalanas en romper el huevo.

Para su presentación en sociedad el año pasado no quería un título cualquiera, se empeñó en conseguir una joya que sus antecesores llevaban cuarenta años persiguiendo: unos diarios inéditos que Andy Warhol escribió entre 1960 y 1968 y cuyos derechos guardaba celosamente Rosalyn Cole, una travesti de la Factory que nadie había logrado cazar. Aconsejada por el fundador de Anagrama, Jorge Herralde, se plantó en Nueva York y la rastreó hasta dar con ella en el hotel Waldorf Astoria, su hogar desde el día que nació. Qué le dijo a Rosalyn para convencerla es parte del misterio, pero Zaforteza volvió a España con los diarios en el bolso. Popism: The Warhol sixties pasó de ser un capricho imposible a convertirse en el primer título de su catálogo, que fue reseñado en todo medio que se preciara de enterado. ¿Necesitó un esforzado departamento de prensa para un lanzamiento así? "Qué va, la prensa también la llevo yo misma", aclara.

Tal austeridad de recursos explica por sí sola el paradigma del joven profesional de la edición, lo que ellos llaman el editor portátil. Se trata de aquel individuo que, Mac bajo el brazo, se recorre cafeterías y parques del mundo, viajando y editando al mismo tiempo. "Yo muchas veces trabajo en la furgo", cuenta Jan Martí, de 28 años, fundador de la también catalana Blackie Books y voz de la banda de rock Mendetz. "Aunque vayamos a tocar a otra ciudad no dejo de currar en la editorial, puedo hacer casi todo desde donde esté". Creó su propio sello (que ha alcanzado los 15.000 ejemplares vendidos con Los Simpson y la filosofía, de William Irwin) después de dedicarse a traducir mapas y libros de autoayuda para grandes editoriales. "Lo primero que pensé es que había que hacer libros más bonitos, que molara tener y que le quisieras recomendar a un amigo para descubrirle algo que desconocía. Editar es casi un acto de amor". Y ese mismo romanticismo le impide digerir bien el sabor rancio que le inspira la palabra editor. "Me gusta más el nombre de selector, que es como llaman en México al dj", apunta.

"Son grandes exploradores, consiguen encontrar cosas que habían pasado inadvertidas para sus antecesores. Están descubriendo títulos de hace 25 años que hoy se leen sin resultar añejos", dice Javier Cambronero, de UDL Libros, distribuidor de Alfabia o la madrileña Errata Naturae, entre otras. No hay miedo a la profanación, en sus catálogos conviven autores vivos y muertos. Vivos quiere decir escritores incluso más jóvenes que ellos, a los que pueden conocer cualquier noche tomando copas. Y muertos quiere decir Faulkner.

Tener al autor de El ruido y la furia y a Lou Reed en el mismo catálogo es un triunfo para una editorial como Alfabia, la elegida por el líder de The Velvet Underground para publicar la versión en español de unos textos inéditos. El músico neoyorquino quería una editorial indie, por los mismos principios por los que muchos compradores de discos se fían de su sello predilecto, por afinidad.

Se acabó el perfil del editor que recibe ortodoxamente manuscritos en su oficina. El nuevo perfil de editor rastrea títulos por Internet y los cazan enseguida, si los euros lo permiten. "Si tienen derechos hay que regatear sin vergüenza para que sea rentable", cuenta Miguel Lázaro, coeditor de Cabaret Voltaire, fundada en 2006. En la Red está su mercado de abastos. Pueden estar comprando en Amazon un DVD y rastreando en la misma página el próximo ensayo de su catálogo. Pero también hay que tener los ojos puestos en los escaparates. "El último libro que vamos a publicar [Dear Diary, de Lesley Arcin] lo pillé en la tienda de ropa American Apparel", confiesa Ana S. Pareja, de 30 años, una verdadera estrella de la edición independiente. En 2008 se ganó la corona de editora punk con la publicación de la guía Porno para mujeres, de Erika Lust, en Melusina (hermana mayor de las jóvenes editoriales de Barcelona), y ahora refina esa misma línea con títulos como Matar en Barcelona en su nueva casa, Alpha Decay, proyecto editorial que comparte con Enric Cucurella. Su código deontológico es casi militar: "Nunca publicaríamos a alguien que nos cayera como el culo o que nos pareciera un sobrao, aunque supiéramos que podría ser un superventas", asegura Pareja; "el catálogo es una especie de estatuto moral que nos define".

Alpha Decay
Blackie Books
Alfabia

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