miércoles, 20 de junio de 2012

Como en una canción de The Clash...


Como en una canción de The Clash

Los disturbios y el desencanto de Londres traen a la memoria la conciencia social del 'punk' de la banda británica

No deja de ser paradójico: el Gobierno británico había elegido hace unos días London Calling como canción oficial para la campaña publicitaria de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Nada tenía que ver ese himno del punk rock con la pompa del mayor evento deportivo (y comercial) del mundo. Hoy, las imágenes de la capital británica ardiendo copan las portadas de los periódicos y las imágenes de televisión. Como zafándose de una camisa de fuerza, la canción ha cobrado por sí misma todo su significado original en la calle, donde la rabia y el desencanto social se han transformado en violencia y disturbios.

Seguramente, muchos de los jóvenes encapuchados que saquean y asaltan comercios en Londres y otras ciudades del país no hayan escuchado nunca a The Clash, aunque es difícil imaginar que no hayan recibido alguna resonancia de London Calling, uno de los discos más mentados por los músicos de toda condición y que aparece periódicamente en las listas de "lo mejor de...". Y con todo, de alguna manera, es como si los textos de Joe Strummer cobrasen vida más de 30 años después de que London Calling encumbrase a The Clash no solo como un grupo con un radar musical deslumbrante, sino también como un referente ideológico. Si los Sex Pistols eran provocación por encima de todo, Strummer, Mick Jones y compañía dieron al punk madurez y conciencia social. Su aparente nihilismo conocía el peso de la realidad y de la historia, sus letras buscaban la acción en una sociedad británica sumida en la depresión económica.

"Londres llamando a los pueblos lejanos / ahora que se ha declarado la guerra, / y la batalla se acerca / Londres llamando al infierno / salid del armario, chicos y chicas". Con sus guitarrazos cortantes, así arranca la letra de London Calling, que muchos en Internet han querido hacer ya el himno oficial de estas protestas. De aquel doble álbum, casi todas las composiciones encajan por su indignación con estas revueltas británicas. Hateful, Guns of Brixton, Death or Glory o Train in vain son el sonido del desencanto rabioso. Y, a decir verdad, el paisaje de 1979 se parece mucho al del 2011.

Aunque se tiende a decir que el punk británico, con los Pistols y The Clash a la cabeza, nació como respuesta al conservadurismo de Margaret Thatcher, conviene recordar que el brutal Never Mind the Bollocks, Here's the Sex Pistols salió en 1977 y los Clash ya llevaban tres trabajos a sus espaldas (con canciones tan polémicas y escandalosas para el pensamiento de bien como White Riot o Tommy Gun) antes de que la Dama de hierro llegase al poder en mayo de 1979. Como hoy, una buena parte de la sociedad se hallaba fuertemente golpeada por la crisis económica dentro de un ambiente de marginación y discriminación.

El punk de The Clash era fruto del llamado Invierno del descontento. Con la resaca mundial que dejó la crisis del petróleo de 1973, el primer ministro británico, el laborista James Callaghan, tuvo que dimitir en 1979 cuando el país llevaba años cayendo en picado y se encontraba para entonces en una parálisis permanente entre huelgas generales y un desempleo e inflación descontrolados. Antes, como ahora, el laborismo no supo dar respuesta a la depresión económica y los conservadores llegaron al 10 de Downing Street con un programa de recortes sociales. La tensión ciudadana aumentó hasta saltar la chispa de la revuelta. Fue Thatcher, como ahora Cameron, quien no ofreció garantías, sino que pidió más sacrificios a millones de personas en una situación penosa. La violencia callejera y racial en los barrios más pobres se sucedió en varios episodios en los primeros ochenta como hoy brotan en distintos puntos de Reino Unido. Tanto Thatcher como Cameron, tal vez, dinamitaron el factor psicológico de esos insurgentes urbanos a los que cantaban con urgencia y sin cortapisas los Clash, y que ellos mismos representaban en su condición de forajidos del rock.

"Estoy perdido en el supermercado / Ya no puedo comprar feliz / vine buscando una oferta / una atención garantizada / yo no nací, yo me caí / nadie se fijaba en mí". Cuando una canción como Lost in the supermarket se refiere a cómo pudo ser la infancia de Mick Jones en el marginado barrio de Brixton, tal vez se puede hallar en ella semejanzas a la realidad de ahora en esas mismas calles. La crítica al consumismo que guarda esta composición parece haber explotado en un sarcasmo del destino mientras el mundo entero contempla cómo las turbas, lejos de buscar una transformación social o cambio de las reglas del juego político-social, se llevan televisores, electrodomésticos, teléfonos móviles o ropa. Es vandalismo puro y duro que alguno asociara a las ideas de anarquismo y antiimperialismo promulgadas por The Clash.

Posiblemente, The Clash y lo que representaba su música nunca se han ido. London Calling se cierra con Train in vain, la canción de un tren en vano que representa el sentimiento de pérdida y de abandono. Tal vez es uno de los sentimientos que mueven a la revuelta actual. Aun cuando The Clash nada haya influido en los protagonistas de estos disturbios, que andarán escuchando electrónica o rap, seguramente, si Joe Strummer levantase la cabeza, tendría una buena razón para coger una guitarra y, sin pararse a pensar en los Juegos Olímpicos, componer una nueva canción.

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