viernes, 12 de abril de 2013
La cruda fotogalería de la realidad... 00
La cruda fotogalería de la realidad
Las historias reales que nutren el gran fotoperiodismo son el centro del festival Visa pour l'Image. "Es la mejor revista del mundo", afirma su fundador
La casa de Chuck es un agujero en la pared de un túnel por donde pasa el tren. Allí vive desde hace nueve años. Lisa, también. Es su novia. Son dos sin techo de Nueva York. Lisa de vez en cuando vende latas que encuentra. O pide dinero. Chuck rebusca en la basura. Un día violan a Lisa al volver del trabajo. Chuck la acompaña al hospital. Esperan sentados en una camilla. Él clava la mirada en su vaso de cartón. Ella no mira a ningún sitio.
No hace falta hablar con ellos ni leer un reportaje para conocer su historia. Basta con ver las poderosas imágenes que Andrea Star Reese tomó en los meses que pasó con un grupo de indigentes en Nueva York. Ellos protagonizan The urban cave, la exposición que se puede visitar hasta el 12 de septiembre en Visa pour l'Image (www.visapourlimage.com), el festival fotográfico gratuito que se celebra estos días en Perpiñán.
"Es la revista más bonita del mundo, pero uno no puede suscribirse", dice el director del festival, Jean-François Leroy, sobre las exposiciones que pueblan la ciudad francesa cada verano. Este año hay 30 repartidas por toda la ciudad. El tema es la actualidad, y, la condición, que se cuente a través de un fotoperiodismo "de calidad, ético y que respete los códigos deontológicos", explica Leroy. "Muestro todo lo que no se puede ver en las revistas", alardea.
Como las vidas de Don y Pez, que no pasan por un buen momento. Con el traje de la policía de Nueva York, acuden al funeral de Omar Edwards. Omar ha muerto a manos de sus compañeros. Le confundieron con un delincuente armado mientras trabajaba en un suburbio. Les retrata el treintañero Antonio Bolfo, que ha dejado la policía para dedicarse a las fotos. En su serie Impact sigue a un grupo de 30 agentes novatos asignados a la zona de viviendas de protección oficial de Mott Haven, en el sur del Bronx: la más peligrosa, para que se fogueen.
Eso es Visa pour l'Image. La realidad. "Cada año miro más de 4.000 dosieres", cuenta Leroy en el despacho que tiene en el hotel Pams, con el techo repleto de angelitos en relieve. Visa pour l'Image vive de los patrocinadores, que siguen fieles desde 1989, cuando Leroy inició su proyecto. Entonces era un "joven fotógrafo, aunque muy malo", confiesa. Cansado del monopolio de la agencia Magnum, se propuso mostrar trabajos de otros fotoperiodistas. "Quería montar un Cannes de la fotografía, y lo conseguí", se vanagloria.
Hoy participan National Geographic, Getty Images, France Presse, entre otros muchos, y cuentan vidas como la de Serguei y Alina. La pareja vive en un pueblo a 30 kilómetros de Chernóbil. Hace 15 años que trabajan para una compañía que trata los residuos nucleares y los vende. Guillaume Herbaut ha titulado su reportaje El oro negro de Chernóbil. Lleva tres años viajando a Ucrania para mostrar los reactores, las plantas, los trabajadores, a Piotr, que busca restos y luego los vende a traficantes... Un trabajo de investigación que denuncia el comercio ilegal de metal contaminado 24 años después de la catástrofe.
Walter Astrada cuenta la violencia que sufre la mujer en India con poderosas imágenes a todo color de niñas, ancianas, mujeres en edad casadera... Corentin Fohlen aborda las dos tragedias que más portadas han acaparado: Haití y Bangkok. Stephanie Sinclair mira con su cámara a una secta mormona... La lista es interminable.
Tres días. Es el tiempo que Leroy considera necesario para disfrutar de Visa pour l'Image, donde, además hay también una dosis de clásicos gracias a las fotografías de William Klein sobre Nueva York, Roma, Moscú y Tokio. Leroy está contento de su trabajo, pero tiene una espinita clavada: no ha sido capaz de encontrar reportajes de calidad sobre Irak. "Sé que es muy caro, pero el problema es que los medios ya no los dirigen periodistas. Están en manos de empresarios", se lamenta. Y predice un futuro incierto: "Hace 20 años, nadie se preocupaba por el dinero. La calidad es cada vez menor".
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