domingo, 4 de agosto de 2013

La fortaleza de la soledad...


La fortaleza de la soledad – Jonathan Lethem

La fortaleza de la soledad - Jonathan LethemAtraído por algo que leí sobre otro de sus libros, “Cuando Alice se subiú a la mesa”, decidí probar suerte con este novelón de Jonathan Lethem, aficionado como soy a la narrativa norteamericana.
El resultado ha sido interesante, aunque en absoluto como esperaba. Y digo esto porque “La fortaleza de la soledad” es una novela sólida, que se lee de un tirón y engancha; lo cual, para un libro de más de seiscientas páginas no es moco de pavo. Sin embargo, Lethem cae en una trampa que parece aguardar a casi todos los escritores norteamericanos de nueva generación: la realización de la ‘gran novela americana’.

Quizá la tradición novelística estadounidense haya lastrado, por este motivo, a muchos buenos autores. Y es que Lethem, como otros antes que él (léase: Foster Wallace, Chabon, Eggers), pretende abarcar en “La fortaleza de la soledad” todo cuanto quepa en un libro: desde la clásica iniciación de un joven hasta las reflexiones sobre las drogas; todo ello bastante bien narrado, sí, pero demasiado ambicioso.

La historia que sirve como excusa para este libro es la de Dylan Ebdus, un chaval cuyos padres se instalan en Brooklyn a mediados de los años setenta, cuando el barrio está habitado casi en su totalidad por negros (perdón por no ser políticamente correcto) e inmigrantes de diferentes nacionalidades. El crecimiento del niño se verá marcado por los abusos a los que se ve sometido por parte de sus vecinos, que consideran el color de su piel como una afrenta en un barrio en el que ser blanco no era, precisamente, una buena idea. Sin embargo, la amistad que surgirá entre Dylan y uno de sus vecinos de color, Mingus, cambiará para siempre la vida del chico y le enfrentará con una realidad que desconoce.

Casi el argumento de una teleserie barata, sí. Pero Jonathan Lethem no cae en sentimentalismos y consigue crear una trama convincente… si no se le tienen en cuenta un par de detalles. Uno, y fundamental, es el ya citado antes. La intención de escribir una novela ‘total’ es muy encomiable, pero la historia que el autor ha elegido como motor de la acción no parece apropiada para sustentarla. La amistad entre los chicos no es tanto un punto principal del libro, cuanto una excusa para mostrar la evolución de una sociedad a lo largo de veinte o treinta años, pudiendo así tratar temas secundarios como el de las drogas, la segregación racial, el auge de la clase media acomodada o, incluso, las transformaciones de los géneros musicales populares. Y eso mismo ocurre con, por ejemplo, alguno de los personajes, como son la madre de Dylan, o la señora Vendle: su función es meramente figurativa, una oportunidad para que el escritor toque algún palo que, de otra manera, se le quedaba fuera de su campo de acción.

Otro motivo de incredulidad o desinterés es, justamente, la escasa entidad de los personajes secundarios, que no aportan casi nada a la novela y dejan en manos del protagonista todo el peso del argumento; y la figura de Dylan, por desgracia, no aguanta semejante responsabilidad. No tanto porque carezca de credibilidad, puesto que es un personaje muy bien definido, con una evolución natural, sino porque la trama en la que se ve envuelto quizá exigía una mayor ‘economía’ literaria, y no (y volvemos sobre lo mismo) una historia con propensión a la universalidad.
Quizá por esa peculiaridad “La fortaleza de la soledad” se queda en, simplemente, una buena novela (demasiado extensa) en lugar de haber llegado a ser una obra para ser tenida en cuenta. No obstante, Lethem ha resultado ser un narrador muy interesante, por lo que uno probaré suerte con algún otro libro suyo. Ya veremos.

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