viernes, 11 de julio de 2008
Vietnam fue lo que tuvimos...
Vietnam fue lo que tuvimos en vez de infancias felices
El fotógrafo galés Philip Jones Griffiths fue, junto al reportero Michael Herr, el gran cronista de una guerra que tuvo su punto de inflexión en 1968, con la ofensiva del Tet lanzada por el Vietcong
Durante los días malos del invierno de 1968, cuando más nos atacaban". Así arranca uno de los Despachos de guerra de Michael Herr. "En los días peores creo que nadie esperaba salir vivo de allí. Se asentó entre los miembros de aquel batallón una desesperación que los viejos de otras dos guerras nunca habían visto", escribe más adelante en esta obra maestra del nuevo y el viejo periodismo que en gran parte transcurre durante 1968. "Había sido un año tan intenso que creo que resumía toda la década".
Vietnam ya era un desastre, pero 1968 fue el año del cataclismo: la ofensiva del Tet, que llegó hasta Saigón, la imagen del general Nguyen disparándole en la cabeza a un prisionero del Vietcong, la matanza de My Lai (fue desvelada más tarde por Seymour Hersh), la batalla de Hue... El Tet es el ejemplo de manual de "ganar una batalla y perder la guerra": los estadounidenses acabaron derrotando a los guerrilleros de Vietnam del Norte, pero pagaron un precio enorme y no sólo en vidas: la ofensiva del Tet, relatada por Stanley Kubrick con guión del propio Herr en La chaqueta metálica, mostró la debilidad del gigante. "Hace mucho tiempo que allí no había un país, sólo una guerra", manifestó Herr. Las fotografías del reportero de Magnum, recientemente fallecido, Philip Jones Griffiths, que recopiló en el libro Vietnam Inc, se convirtieron en el resumen de aquel cataclismo. "Sus imágenes del sufrimiento de los civiles representan lo mejor del fotoperiodismo de la guerra", señala Phillip Knightley en The first casualty (La primera baja), una historia del reporterismo bélico.
El impacto de aquel libro fue tan brutal que Griffiths se convirtió en el primer corresponsal al que el Gobierno de Vietnam del Sur le denegó el visado.
Fue la guerra del gran baile de los periodistas en la que miles de fotógrafos se lanzaron al frente para retratar el horror. "Vietnam marcó un patrón para el fotoperiodismo que se convirtió en un ejemplo para todas las guerras futuras", dijo Hort Faas, ganador de dos Pulitzer y autor junto a Tim Page -"cuando le conocí tenía 23 años y recuerdo que pensé que me gustaría haberle conocido cuando aún era joven", escribió Herr sobre él- de Réquiem, un libro con las imágenes de los fotógrafos muertos en la guerra. Faas, Larry Burrows o Don McCullin marcaron las retinas de varias generaciones, pero Griffiths tocó la fibra sensible con su retrato del inmenso sufrimiento de los civiles, atrapados en el fuego cruzado de la teoría del dominó, arrastrados a un mundo de matanzas (por ambos lados: al reconquistar Hue los estadounidenses descubrieron montones de cadáveres ejecutados por el Vietcong) y manchados con toneladas de agente naranja y napalm que los aviones estadounidenses lanzaron sobre las selvas y los arrozales.
"El periodismo convencional no puede servir para cubrir esta guerra de la misma forma que un Ejército convencional no puede ganarla", escribió Michael Herr en una de sus crónicas en Esquire. "Sean Flynn, el hijo de Errol, se ganaba la vida como reportero gráfico y era un apasionado de las motos. Hacía aquella guerra a bordo de una Honda, con cámaras japonesas sobre el torso y un grabador con canciones de Jimi Hendrix. Era la primera guerra rock de la historia", escribió nuestro Michael Herr particular, el maestro Manu Leguineche, en su estupendo La guerra de todos nosotros. Leguineche y Herr formaron parte de la misma pandilla, junto a Sean Flynn, que desapareció en Camboya en 1970. Al hijo del capitán Blood se lo tragó, junto al cámara de la CBS Dana Stone, la selva en la que tantas veces se habían metido en busca de una imagen, de una buena historia. "No puedes enfocar con lágrimas en los ojos", señaló Griffiths en una entrevista al ser preguntado sobre el impacto que le causaban las barbaridades que retrataba. "No puedes dejar de sentirte implicado pero tienes que seguir siendo tú mismo, tomar tus fotos". "Si estabas bien de la cabeza, peor te parecía lo que veías", señaló Griffiths en otra entrevista. "Tengo fotografías que te harían vomitar, ¿pero qué sentido tiene? Por suerte todos contamos con mecanismos de defensa y cuando la cosa se pone fea cerramos los ojos o pasamos la página. Por esos tratas de sacar fotos que atrapen a la gente y no de fotografiar cosas horrendas", prosigue este fotógrafo galés, que también publicó un libro sobre los efectos del agente naranja que las fuerzas de Estados Unidos lanzaron por toneladas sobre las selvas.
Durante toda la guerra, el Gobierno de Estados Unidos mantuvo una política de barra libre, de puertas abiertas para la prensa, de la que nunca se ha arrepentido lo bastante el Pentágono. Knightley explica que, para acreditarse, hacía falta un par de cartas de medios de comunicación (uno de ellos podía ser casi el periódico de la escuela) y luego Associated Press y algunas otras agencias repartían cámaras y material, y pagaban 15 dólares por foto.
El transporte era gratis -los helicópteros, los C-130, cualquier medio valía para entrar y salir de la selva- y un estómago más o menos duro podía llegar a acostumbrarse a las raciones C del Ejército. Los viajes de alcohol, hierba y rock&roll también contribuían a incrementar la movilidad. "En 1968 había en Vietnam unos 500 corresponsales de todo el mundo, 200 de ellos estadounidenses. Los medios tuvieron más acceso a los combates y menos censura gubernamental que en cualquier otra guerra anterior o posterior", escribe Christian G. Appy en La guerra de Vietnam, una historia muy completa del conflicto que Crítica publicará en mayo.
"Vietnam fue lo que tuvimos en vez de una infancia feliz" es la frase más famosa de Herr, que fue también uno de los guionistas de Apocalypse Now. Y, con estas palabras, cierra su obra maestra: "La guerra terminó y luego terminó de verdad, las ciudades cayeron, vi abalanzarse en el mar de China los helicópteros que había amado mientras sus pilotos vietnamitas saltaban abandonándolos, y un último helicóptero giró sus hélices, se alzó en el aire y huyó de mi pecho". -
Despachos de guerra. Michael Herr. Anagrama. Barcelona, 2001. 266 páginas. 13,82 euros Vietnam Inc. Philip Jones Griffiths. Paidon Press. Londres, 2006 La guerra de Vietnam. Christian G. Appy. Crítica. Barcelona, 2008. 570 páginas. A la venta en mayo.
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