viernes, 8 de octubre de 2010

Nadie después de los Beatles


Nadie después de los Beatles

Internet y la dispersión de audiencias ha hecho a los grupos pequeños algo más grandes y a los grandes más pequeños - El fenómeno icónico ya es irrepetible

"Esa hipócrita beatlemanía ha mordido el polvo", cantaban The Clash en London calling, un tema de 1979. No podían estar más equivocados: ni antes ni después ha habido una banda tan grande. Nadie ha conseguido igualar su importancia en ningún aspecto ¿Son una cumbre creativa o un producto de marketing tan logrado que resulta imbatible? Desaparecidos los de Liverpool, ¿no hay nada que merezca la pena?

"Hay gente que ha hecho discos mejores que ellos, pero en conjunto, ponderando todos los elementos, musicales y sociológicos, creo que es el grupo que mejor ha definido lo que hoy por hoy entendemos como pop: la popularización absoluta de un producto combinada con un continuo misterio acerca de su éxito; como JFK, el Fairy o Danone. El buen pop siempre tiene algo de juguete religioso", aventura el escritor Agustín Fernández Mayo.

En 2009, The Beatles está a punto de convertirse en la banda más vendedora de esta década. En Estados Unidos, el único lugar del mundo donde se contabilizan realmente las copias vendidas, manda Eminem, con 32 millones. Pero le siguen los Beatles, con más de 28. Y suyo es el disco más exitoso de esta década, 1, antología que lleva casi doce millones sólo en ese país. Si sumamos los cuatro millones de copias fabricadas, 52.000 de ellas para España, de los remasters (complementado por el marketing del videojuego The Beatles: Rock band), "los británicos habrán superado al rapero de Detroit antes de que acabe 2009", aseguraba en estas páginas recientemente el crítico musical Diego A. Manrique.

Es otra de esas cifras impresionantes vinculadas a los de Liverpool. La banda de los "mil millones de discos" vendidos "hasta ayer" según su compañía. "Ayer" es el 9 de septiembre de 2009, día en que se lanzó la anunciada y, según muchos, esperadísima edición remasterizada de sus álbumes. "Es increíble", dice un veterano disquero que prefiere no dar su identidad. "¿Versión remasterizada? Mira, yo me dedico a esto y ni sé muy bien qué es. Y si pregunto en mi oficina, dudo que alguien sea capaz de darme una definición correcta. Así que el público mucho menos". Esto por no hablar de que resulta dudoso que la generación que escucha la música en MP3 y móviles tenga mucho interés en la calidad de sonido.

Tampoco hay que tomarse los números al pie de la letra. Los mil millones esconden que en realidad hace tiempo que se perdió la cuenta. Lo que sí es cierto es que 15 de los nuevos lanzamientos -todos menos Yellow submarine-, están hoy entre los cien más vendidos en España. Hay ya 6.107 unidades despachadas. The Beatles stereo box set ocupa el tercer puesto de la clasificación, con 1.430 ejemplares, 900 menos que el número uno, Aviones, de Pereza. La diferencia es que la caja de los de Liverpool cuesta alrededor de 240 euros. Entre las reediciones de los álbumes originales, Abbey Road es el que más ha vendido. Está en el puesto 13 con 695 copias.

Cifras escuálidas. Y son siempre así. Por eso es una gran semana para la muy dañada multinacional EMI. Más teniendo en cuenta que los discos de los Beatles se siguen vendiendo como si fueran una novedad, a 16 euros los sencillos y 24 los dobles, algo que no es ni mucho menos habitual. "Actualmente el núcleo duro de los compradores de discos está compuesto por mayores de 40 años. Y la marca Beatles es muy atractiva para ese sector. Los grandes fenómenos de ventas se explican bien dentro de ese contexto. No es tan distinto a lo que ha pasado con Miguel Bosé en España. ¿A quién va dirigido Papito, hasta en el título, si no es a ese tramo? Es un público que no descarga, ni usa Internet para la música", razona Ricardo Urias, director de estrategia e innovación de la consultora Havas Media.

"Y a esto hay que unir otra cuestión, los Beatles como marca son producto de una época. Nacen en los sesenta, la era en la que se crean las grandes marcas, Coca-Cola, Marlboro, McDonald's... En aquel momento reinaban los mass media, unos pocos se dirigían a todo el mundo. Con una campaña en una cadena de televisión, dos periódicos y cuatro emisoras de radio estabas en condiciones de crear una marca. Eso ahora es imposible. Es el momento de los social media, muchos se dirigen a muchos. La paradoja es que ahora, si usas los mass media, lejos de crear una marca, lo más seguro es que pongas al producto bajo sospecha de ser algo prefabricado", concluye.

Daniel Hunt miembro del grupo de pop electrónico Ladytron y productor (su último trabajo ha sido grabar tres canciones para el que será el nuevo disco de Cristina Aguilera) insiste en esta idea. "Yo no pertenezco a esa generación, pero he nacido y me he criado en Liverpool y allí se considera a los Beatles más en términos religiosos que musicales. Pero si me preguntas porque esto no volverá a pasar, la explicación natural es que los medios de comunicación están mucho más fragmentados. Incluso en comparación con hace 20 años, es difícil tener ese tipo de impacto. Creo que ya es imposible, al menos que algún cataclismo inesperado sacuda a los medios".

Un ejemplo: la noche en que dio comienzo la beatlemanía en Estados Unidos, el 9 de febrero de 1964, con la aparición del cuarteto en el programa de Ed Sullivan, un 75% de los americanos que veían la televisión sintonizaban aquella cadena. Ahora, el gran momento televisivo del año en ese país es la retransmisión de la Superbowl, que en su última edición consiguió una audiencia del 42,5%. "Y eso que las grandes marcas actuales son básicamente las deportivas. Digamos que gracias a las competiciones, -la Champions, los mundiales de atletismo-, es fácil saber quién es el mejor. En música no hay un Gran slam, como en tenis", explica Urias.

Es un mundo nuevo, distinto a aquel que conocieron generaciones anteriores y que sigue en movimiento. "Los grandes festivales de música tienen problemas para conseguir llenar sus escenarios principales. Cada vez es más difícil encontrar músicos capaces de atraer 50.000 personas. Y, al mismo tiempo, sus carpas menores, aquellas pensadas para 6.000 0 7.000, se les quedan pequeñas. Es uno de los debates más importantes que se están produciendo hoy en día en este negocio. Quizás el modelo del cabeza de cartel y los grupos para completar sea obsoleto y haya que tender a certámenes más horizontales", cuenta Christian Hald Buhl, director de estrategia del festival danés Spot.

Es la teoría de la clase media. En el pop, mientras las multinacionales imponían sus criterios con ayuda de la publicidad era más cómodo y rentable fijar los recursos en unos pocos músicos y convertirlos en estrellas, en aristocracia, condenando al resto a la semiindigencia, al proletariado pop. Pero con la aparición de Internet como herramienta fundamental para la distribución de la música, los pequeños ya no lo son tanto y los grandes lo son menos. "La democratización de la música vía internet y la eclosión de los medios de comunicación alternativos, de los blogs a las webs nicho, han provocado dos cosas: que la gente tenga una oferta ilimitada donde elegir y que uno mismo acaba convirtiéndose en su propio prescriptor", dice Borja Prieto, de la web MySpace. "Los medios tradicionales tienen una audiencia más dispersa y la gente atiende cada vez más a recomendaciones de amigos y a focos de información nicho. Ya nadie te dice qué escuchar y eso afecta directamente a las superestrellas. Hay menos superestrellas con un superéxito y muchas pequeñas con un éxito más medido. Desde luego es mucho más apasionante".

En la actualidad, salvo contadas excepciones motivadas por una avalancha informativa, como la muerte de Michael Jackson, los grandes fenómenos de ventas se reducen a los discos para adolescentes, casi niños, como Jonas Brothers o Hanna Montana. Y en este caso se trata de productos globales fundamentados en series de televisión, películas o merchadising. "Pero, si te fijas, tampoco es tan distinto a lo que hacían entonces The Beatles. Fueron un fenómeno de fans para jovencitas. Lo que pasa es que fueron evolucionando como hicieron pocos. Yo creo que a nivel comercial los productos de la factoría Disney son los que están más cerca de reproducirlo", dice Javier Liñan, director de la discográfica El Volcán.

Todo lo cual no quita un ápice de importancia a The Beatles en ningún plano. "Estos tíos lo inventaron todo. Y además todo lo que inventaron era muy bonito", dice Javier Pintor, jefe de marketing de EMI y encargado de este lanzamiento en España. Una explicación, la de su calidad muy superior a todo lo que hubo antes y todo lo que ha habido después, en la que muchos creen. La música no es en realidad más que matemáticas intuitivas. Todo sería reducible a formulas numéricas. El oyente no tiene que conocerlas pero están ahí. Si nos fiamos de los científicos beatlemaniacos (francamente, sus explicaciones técnicas resultan demasiado complicadas como para incluirlas aquí) las ecuaciones de las canciones de los Beatles son muy especiales.

Pero de esta explicación se desprende un problema. Si todo es reducible a una fórmula, debería ser imitable. Visto entonces que, de momento, ni humanos ni androides han conseguido igualar a los de Liverpool, quizás haya que buscar la respuesta en lo sentimental. En fans como Guillermo Sánchez Vega, periodista canario de 36 años. Con 14, llegó a la final de un concurso televisivo. Su tema, los Beatles. "Perdí, vale, pero al menos me di el gusto de discutir con el rancio del presentador en antena". Su pasión no ha disminuido con el tiempo. "Me emociono cada vez que veo el documental Anthology, la cara b de Abbey Road me parece la cúspide artística del ser humano y preferiría mil veces irme de cañas con Paul McCartney antes que con Megan Fox", dice. Tiene previsto hacerse en cuanto pueda con todos los discos, y si se le pregunta la razón de su amor, se explaya. "Ya se sabe, el primer amor es el primer amor. Sí, te casarás con otra persona y tendrás hijos con ella, pero nunca olvidarás a aquella por quien tanto sufriste. Los Beatles no sólo fueron el primer amor de muchos, sino de casi toda la industria musical. Son aquel instante irrepetible de absoluta felicidad que ha quedado idealizado: los Beatles, la vez que perdiste la virginidad, aquella gran borrachera con los amigos, los Tours de Induráin, el gol de Iniesta ante el Chelsea o el de Zidane ante el Bayer o, la boda de Rocío Jurado y Ortega Cano... Bueno quizás eso ya sería exagerar".

El País

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