jueves, 27 de enero de 2011

Desinformación...


Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo

Que los medios informativos hace mucho que dejaron de ser (si alguna vez lo fueron) imparciales no creo que sorprenda a nadie. Que sus intereses económicos priman sobre la información que presentan, tampoco. No obstante, está muy bien refrescarse la memoria de cuando en cuando y saber algo más acerca de los entresijos de los medios y por qué los datos que recibimos son esos y no otros. Pascual Serrano investiga de forma bastante exhaustiva la actuación de diversos medios en su presentación de las noticias del día a día; y les anticipo que ninguno de los grandes medios de comunicación españoles sale bien parado.

Desinformación se divide en varios capítulos que se centran en las coberturas informativas de distintas regiones del mundo; pero si hay algo que pone en común los tratamientos informativos que reciben todos los distintos lugares es una cosa: la falta de rigor periodístico. Serrano apunta varias facetas de esa relajación: la (inevitable) selección de las noticias que se expondrán en el medio; la falta de interés en proporcionar al receptor un contexto adecuado para la cabal comprensión de la noticia; la preferencia por el detalle anecdótico o trivial sin entrar en el desarrollo inteligente e incisivo de la cuestión; el sesgo del mensaje que se lanza (ni hablar de la objetividad del periodismo, claro está; a estas altura del cuento eso ya es casi imposible), condicionado por los dueños del medio informativo o por los anunciantes; la supresión de datos que puedan alterar de alguna forma el orden económico mundial… Como verán, los defectos son tantos que sería casi imposible dar cuenta de todos.

Es especialmente sangrante la cobertura que la prensa (casi siempre occidental, por supuesto, sobre todo estadounidense) hace de los acontecimientos en América Latina. Afirma el autor que con la llegada al poder, en los últimos años, de varios líderes «populistas» (empleo el término sin ningún carácter peyorativo) como Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador o Daniel Ortega en Nicaragua, la definida línea ideológica de una gran cantidad de medios de información ha optado por lo que Pascual Serrano denomina «agresión informativa»: un ataque constante a todos aquellos gobiernos cuyas actuaciones socioeconómicas no se ajusten a lo que pregonan los organismos internacionales que se dividen el pastel; léase: FMI, Banco Mundial, etc. Así lo expresa el autor:

Resulta además evidente cómo los gobiernos de derecha o izquierda moderada, que respetan los criterios y planteamientos de las líneas dominantes del mercado internacional y no se enfrentan a multinacionales y grandes potencias, son los que gozan de más respeto en la cobertura informativa.

Serrano muestra, con una gran cantidad de ejemplos sacados de diferentes medios de comunicación, cómo los intereses económicos supranacionales se imponen en el tratamiento de la información que se presenta al público. Las iniciativas empresariales privadas de los grandes emporios mundiales marcan de manera decisiva aquello de lo que se puede hablar; y aunque esto ocurre con mayor impunidad cuando se trata de la información del llamado “Tercer Mundo”, otro tanto sucede con las noticias de los países más avanzados. Basta el ejemplo de la flagrante manipulación informativa que precedió a la invasión de Irak por la coalición de países liderados por Estados Unidos.

Desinformación termina proponiendo una serie de recursos más o menos alternativos que pueden servir de ayuda al ciudadano que pretende acceder a una información completa y lo más veraz posible: agencias de prensa, televisiones, radios, periódicos on-line o blogs. Pero la principal enseñanza que nos deja Pascual Serrano con esta documentada obra es la siguiente: la información no sólo es un derecho, sino todo un deber. Como ciudadanos integrados en sociedad, también tenemos que poner todo lo que esté en nuestra mano para acercarnos a la verdad de lo que ocurre en el mundo, sin esperar de manera pasiva a que alguien nos ofrezca una versión (que no información) sobre los hechos. Ahora nos toca a nosotros poner ese consejo en práctica.

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