viernes, 2 de marzo de 2012

Applemanía...


Applemanía

Los fans de la marca de la manzana son verdaderos creyentes. Ven en los productos de la compañía de Steve Jobs la solución más eficaz y sencilla a sus necesidades tecnológicas.

Existe un sector de público muy fiel que vive la marca de una forma que al resto de los mortales les puede parecer difícil de entender: son esos fans que hacen largas colas ante las puertas de un Apple Store o que siguen las keynotes de Jobs minuto a minuto. Aunque no todos los usuarios son así, es cierto que la mayoría sienten gran empatía, comparable a un aficionado de un equipo de fútbol. El cliente de Apple disfruta con la aparición de nuevos productos y se deleita pensando en comprarlos". Así resume Victoria Peñafiel, responsable de la publicación Cuadernos Mac, la relación que millones de personas en todo el mundo han establecido con una firma especializada en tecnología que, hace poco más de diez años, estuvo a punto de desaparecer. Hoy, la compañía de Steve Jobs, además de exhibir números envidiables (13.500 millones de dólares de facturación en el segundo trimestre de 2010 y un aumento en España del 40% en la facturación), ha sabido desarrollar una relación con sus usuarios difícil de cuantificar pero fácil de constatar. Y eso que aún no se han puesto con los videojuegos, aunque muchos ven ya en el iPad una consola camuflada.


"La gente tiende a pensar que la relación que se establece con la tecnología es fría, y por eso sorprende que cuando se hable de la firma se apele tanto a lo emocional. Pero lo cierto es que nuestra forma de interactuar con la tecnología es cada vez más relacional. Por eso el usuario de Apple gusta de enseñar que forma parte de este universo. Hay un conjunto de marcas que provocan ese sentimiento de orgullo y esta es, sin duda, una. No he visto jamás un motorista con una pegatina de Windows en el casco, pero sí muchos con la manzana", comenta Javier Rovira, profesor de marketing estratégico de ESIC y autor del libro Consumering. Las 15.000 personas que agotaron en un día las existencias de iPad en España, los 30.000 que adquirieron un iPhone 4 el día en que se puso a la venta en nuestro país o quienes traficaron con un puesto más avanzado en la cola formada ante la apertura de las dos primeras tiendas Apple en España (La Maquinista en Barcelona y Xanadú en Madrid) se asemejan a los fans de estrella del rock. "Al seguidor de Apple le encanta sacar el Macbook, dejar el iPad sobre la mesa del café, incluir aquello de 'enviado desde mi iPhone' en sus emails. Incluso he visto a gente comprarse auriculares blancos aunque no tenga un iPod. Pero lo que hace especial a la firma es el sistema operativo. Por él, la gente se engancha de verdad. Si las cosas no funcionaran y no dieran satisfacción real, más allá de la estética o la significación, nada de esto sucedería", afirma Marco Sanz, de Microgestió, espacio oficial Apple en Barcelona.

Aunque el factor emocional ligado a los productos de la firma ha existido desde el comienzo de la marca, no ha sido hasta la pasada década que, gracias al marketing, la compañía ha logrado extender ese sentimiento. La llegada del iPod marcó un antes y un después. La posterior implantación de procesadores Intel, la bajada de precios en los computadores de la firma, el cambio total de paradigma que ha supuesto el iPhone e incluso el éxito de un dispositivo aún difícil de ubicar como el iPad han certificado que los productos de la casa ya no son para minorías silenciosas y cool, sino para mayorías aspiracionales.


Desde la aparición del iPod hace casi diez años, Apple ha entrado en las vidas del usuario medio, que necesita una serie de servicios para consumir sus contenidos y gestionarlos, lo que ha provocado que ese perfil de usuario sea ahora casi cualquier persona consumi-dora de música, fotografías, vídeo y todo tipo de contenido multimedia. Ha logrado dar al usuario de perfil medio/bajo de conocimiento tecnológico un entorno donde trabajar a gusto, sin que los profesionales pierdan ni un ápice de productividad", recuerda Julio César Fernández Muñoz, editor en Appleweblog, jefe de Proyecto y consultor de Tecnología Oracle. El penúltimo intento de contraataque de Microsoft, encarnado en la campaña: "No soy lo suficientemente cool para tener un Mac", incidía de nuevo en el esnobismo inherente a quienes prefieren gastar más en una computadora de Steve Jobs cuando pueden, según ellos, tener lo mismo con un PC. Este discurso, según Fernández Muñoz, es tan real como reduccionista. "Los esnobs tienen un iPhone, pero solo lo usan como teléfono, no saben cómo funciona, ni les importa. El fan de Apple no es así, y no compra por compulsión o moda para luego sacarlo a pasear como al perro. El fan de Apple lo es porque ha descubierto en Apple la solución a sus problemas y eso le ha convertido en creyente".

El veterano: José Manuel Urós (53), informático gráfico

José Manuel lleva 23 años trabajando con computadoras de Apple desde la aparición del segundo modelo de la firma, el Macintosh Plus. En este tiempo ha vivido todos los altibajos que la firma ha experimentado en las últimas dos décadas. En su trabajo de artes gráficas, los ordenadores de Apple han sido una necesidad vital dentro del gremio: “No podría trabajar con un trasto tan feo como un PC. Solo los he utilizado para probar tipografías”. Estética y utilidad, en cambio, son dos palabras que no siempre aparecen en la misma frase cuando se habla del iPad, artilugio que Urós también posee y al que se ha enfrentado de una forma distinta. “Hay que ir poco a poco descubriendo para qué sirve y para qué no. El programa de correo electrónico es magnífico. Conozco gente que ya solo consulta su email a través del iPad. También tiene una grabadora digital de cuatro pistas realmente buena. Lo estoy disfrutando mucho, tanto por lo que tiene como por lo que promete”.

Colgada del iPod: Olivia Boix (17), estudiante

Olivia se sienta, abre su bolso y empieza a sacar modelos de iPod. “Este me lo regaló mi padre por mi cumpleaños, este es de mi hermana, este no funciona pero es muy chulo, este es muy viejo y solo tiene 512 megas…”. Así, puestos uno al lado del otro, los iPod de Olivia explican la pasada década. Desde el primero, blanco, de 4 botones y 15 gigas –visto al lado de modelos posteriores parece hoy un paquidermo–, hasta las formas más armónicas y los colores vivos de los penúltimos iPod Nano, pasando por esa constante búsqueda de lo práctico más casual que es la historia del Shuffle. A pesar de su juventud, parece haber empezado a desarrollar gusto por el lado más vintage de la gama. “El blanco es chulo. Me encantaría usarlo, pero se le ha fastidiado la batería. Ahora voy con el Shuffle colgado del cuello. Tiene pocas canciones, pero como soy muy vaga actualizando listas de reproducción y gestionando iTunes, tampoco puedo quejarme”, comenta mientras reordena por colores los dispositivos.

El visionario convencido: Ricardo Valdivieso (41), técnico informático

Lo que el corralito no logró, estuvo a punto de conseguirlo Apple. Ricardo llevaba más de diez años siendo técnico informático en Argentina cuando tuvo que hacer las maletas. Dejó atrás una más que respetable cartera de clientes como distribuidor oficial que era, y aterrizó en España, donde la compañía había acometido la implantación del sistema diez (MACOSX). A pesar de las dificultades, Ricardo jamás abandonó el mundo Mac, al que incluso entonces, antes de los procesadores Intel y el lanzamiento del iPod, le intuía un gran potencial. “Para mí, el verdadero hito de la firma es el iPhone. Entrar en un campo como el de la telefonía, que no es el supuestamente suyo, y hacerlo de ese modo, ha sido brutal. Mi hijo de cuatro años estudia con el iPad y el de dos ve vídeos en el iPhone”.

Diógenes Apple: Gemma Deza) (36), traductora

Cuando Apple le propuso mudarse a Cupertino y trabajar como traductora de la marca en su sede central hace unos años, un entrevistador la llamó por teléfono: “He visto en su currículo que usted siempre ha trabajado en libros y con libertad. ¿Cree que está preparada para pasarse ocho horas al día encerrada en un cubículo?”. “Me lo dijo con un acento sueco tan marcial que la idea sonaba terrorífica. Dije que no”. Gemma había trabajado en la traducción al español del sistema operativo diez. Ella es responsable de que el efecto Genius en nuestro idioma tenga el mucho más evocador nombre de Aladino. “Durante la traducción nos encontramos con muchas dificultades, ya fueran derivadas de conceptos nuevos, como el de ‘forzar reinicio’, o de la imposibilidad de decir en español lo mismo que en inglés y con prácticamente los mismos caracteres”. La traductora padece una especie de síndrome de Diógenes Apple, que le impide tirar ningún trasto de la marca (el viejo LCIII, la impresora Style Writer, los disquetes de software o aquellos iMac verdes de diseño): “Nunca ves un Mac en un contenedor. La gente no los tira”.

El usuario práctico: Francisco Javier Gimeno Bayón (30), músico

Francisco Javier hace música con un Mac y ocho PC. Como en una metáfora sobre el devenir reciente de la industria, el Mac dirige la orquesta, mezclando los sonidos de los PC, dotándoles de potencia y color y lanzándolos. “Si me lo pudiera permitir, trabajaría solo con Mac, aunque solo por cuestiones musicales, no por esnobismo. Mi método de trabajo es la mejor manera que tengo de conseguir potencia de manera económica. En realidad, en tecnología soy bastante vintage. Me encantan los viejos trastos”, comenta mientras juguetea con una pantalla que hoy no serviría ni como mesa camilla. “Hace solo un mes que tengo iPod. Me lo regalaron. Pero aún no lo he usado. Voy con el Walkman. Soy analógico de toda la vida”. Compositor de bandas sonoras de cortometrajes y actor ocasional en algunos de los videoclips que produce Malgenio Films, con quienes colabora, Bayón pertenece a un segmento de la población que aún no ha sucumbido a los encantos estéticos y de significación que esta industria ha insuflado a sus productos durante la última década. La tecnología como fin laboral, no como medio social.

EL PAIS

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