sábado, 14 de julio de 2012
La maldición del Brat Pack...
La maldición del Brat Pack
Se acaba de cumplir el 25 aniversario del Brat Pack (literalmente, “pandilla de mocosos”), que dotó al cine americano de carne fresca y, supuestamente, de un relevo interpretativo generacional. Para quien necesite un recordatorio acelerado, diremos que esta generación, bautizada así por David Blum en un artículo del New York magazine, tuvo sus pilares básicos en los Rebeldes de Coppola (1983), los niños díscolos de las comedias de John Hughes -con El club de los cinco (1985), cuyo reparto posa en la foto, en el top- y los preadultos de St. Elmo Punto de encuentro, de Joel Schumacher (1985). Todas estas películas supusieron una vuelta de tuerca en el cine de consumo teen cuya fórmula aún se replica hoy con éxito. Pero, ¿y sus protagonistas? ¿Perpetuaron ellos su éxito? ¿O se vieron eclipsados por la sombra de la juventud perdida? Si evitamos la mirada nostálgica y realizamos una disección fría de su presente, descubriremos que la maldición planea sobre sus carreras.
LOS QUE SÍ LLEGARON
Tom Cruise: Con Risky business (1983) se convirtió en el primer bratpack en subir su caché a un millón de dólares por película. Y sigue siendo el actor más famoso y cotizado del planeta. Pero desde El último samurai (2003) no ha rascao nada (a excepción del memorabilísimo productor cabronazo Les Grossman de Tropic Thunder (2008), donde demuestra que ya no le queda otra que reírse de sí mismo). Los pobres resultados de Noche y día han provocado un retraso indefinido del rodaje de Misión Imposible 4. Eso sí, los anuncios de Guitar Hero con Kobe Bryant o Heidi Klum en calcetines y calzoncillos a lo Risky business siguen siendo un hit.
Demi Moore: Nos encantaría evitar la broma, pero su última aparición con impacto planetario fue la foto de su culo que colgó su marido Ashton Kutcher en Twitter. Tras el rodaje de St. Elmo punto de encuentro fue conocida por ser la novia in-and-out de Emilio Estevez, la mujer de Bruce Willis y, por último, por lucir flamantemente al chavalito Ashton. Nos parece fenomenal, faltaría más. Lo que pasa es que se nos ha quedado atrancada en su carrera actoral tras haber puesto todo su empeño en demolir los tópicos sexistas con cintas ya de culto como Acoso (1994), Striptease (1996) o La teniente O’Neil (1997).
Sean Penn: Empezó junto a Tom Cruise en Taps, más allá del honor (1981). Mientras los otros mocosos se juergueaban en Hollywood y se jactaban de no haber pisado un cursillo de interpretación, él se ligaba a Madonna y ejercía de actor de método. El tiempo le ha dado la razón más que a nadie en esta lista: no contento con haberse convertido en el sucesor más señalado de Robert De Niro, pisa los talones a Clint Eastwood (dirigiendo) y a Sting (coleccionando causas sociales). Tras el Oscar por Mi nombre es Harvey Milk (2008) vive entregado al cien por cien a las actividades de reconstrucción de Haití.
Nicolas Cage: Los complicados rasgos físicos del sobrino de Francis Ford Coppola dieron más de un quebradero a los directores de casting. Cuando tenía veintipocos no sabían qué hacer con él y casi siempre acaba en el papel de mejor amigo –véanse La ley de la calle (1983), Birdy (1984) o Adiós a la inocencia (1984)-. Resulta significativo que los papeles recientes con los que su carrera ha recuperado el vuelo sean dos losers que rebasan lo autoparódico: el Teniente corrupto de Werner Herzog (2009) y el remedo tripón de Batman en Kick-Ass (2010).
LOS QUE SE QUEDARON A MEDIAS
Emilio Estevez: En el artículo fundacional sobre el Brat Pack, cuenta David Blum que Estévez era el que siempre sacaba la chequera cuando la pandilla salía de juerga y que él es quien solía desaparecer en la noche acompañado de playmates. La gloria frente a la pantalla le duró apenas un lustro -desde Rebeldes (1983) hasta Arma joven (1988)-. Y por más que muchos quieran atribuir su decadencia a su breve pero intenso matrimonio con Paula Abdul a principios de los noventa, en realidad su desvanecimiento se debió a que prefería estar detrás de la cámara. Actualmente se entretiene dirigiendo episodios de Mentes criminales, CSI: NY o Numb3rs.
Rob Lowe: St. Elmo punto de encuentro le trajo la gloria y también un Razzie al peor actor secundario. Después, al rompecorazones se le rompió el amor de tanto usarlo. Su película más famosa no la dirigió nadie: protagonizó una de las primeras celebrity sex tapes junto con dos jovencitas, una de ellas menor. Su difusión casi da al traste con su carrera. De repente cosas tan entretenidas como su romance con la Princesa Estefanía de Mónaco dejaron de suceder. Se rehabilitó del alcohol y la adicción al sexo, se casó con una maquilladora (con la que sigue veinte años después) y sólo Mike Myers (que lo rescató para El mundo de Wayne y Austin Powers) parecía encontrarle la gracia. Su redención pasa por una improbable carrera política televisada: primero, en El ala oeste de la Casa Blanca, después, como senador en Cinco hermanos y, próximamente, como conductor de un reality show sobre jóvenes trepas en Washington. En 2011, publicará sus memorias, Stories I only tell my friends. Promete.
Andrew McCarthy: Seamos honestos: tiene la expresividad de una gamba al vapor. Sin embargo, sus limitados recursos le permitieron saltar de St Elmo punto de encuentro a ligarse a La chica de rosa (1986) y a escenificar la juventud caída en Golpe al sueño americano (1987), la ramplona adaptación al cine de Menos que cero, la primera novela de Bret Easton Ellis. Isabel Coixet aprovechó sus horas bajas para buscarle relumbrón a su estreno americano, Cosas que nunca te dije (1996). Ahora escribe para revistas de viajes, dirige las obras de teatro que escribe su amigo Neil Labute y tiene sus escarceos tras la cámara. El más reciente dirigir un capítulo de Gossip girl.
Matthew Broderick: Ferris Bueller, su protagonista en Todo en un día (1986), de John Huges, representó el corte de mangas al mundo adulto con el que se identificó toda una generación. Pero esa eterna cara de niño se convirtió en un lastre. Después sólo ha dado tres pasos reseñables: poner voz a El rey león (1994), dejar que le jodan la vida Jim Carrey (Un loco a domicilio, 1996) y Reese Witherspoon (Election, 1999) y hacerse con un premio Tony por el musical Los productores, de Mel Brooks. Desde hace una década es, básicamente, el complemento menos fashionable de su esposa Sarah Jessica Parker.
LOS DESCOLGADOS
Matt Dillon: Mucho antes de robarle el papel a Nicolas Cage en Rebeldes, bordó el adolescente redneck que interpretó en la rescatable El abismo (1979). La vocación outsider le ha conducido siempre de vuelta a la casilla del éxito, ya fuera intimando con William Burroughs en el germen del nuevo indie (Drugstore cowboy, 1989), encabezando la generación X (Singles, 1992), apuntándose a la reformulación de la comedia cafre (Algo pasa con Mary, 1998), cuadrando el círculo del indie mainstream (Crash, 2004) o encarnando al mismísimo Hank Chinaski (en Factótum -2005-, la adaptación de la obra de Bukowski). Últimamente anda enredado en algunos thrillers de acción y comedietas tontas que no le favorecen nada.
Timothy Hutton: La estrella enterrada. Fue el intérprete más joven, con 20 años, en ganar un Oscar a mejor secundario (por Gente corriente, de Robert Redford, 1980). Su papel principal en Taps, más allá del honor, con los cadetes Sean Penn y Tom Cruise a su servicio resultó de lo más agorero. Mientras veía cómo sus dos colegas tocaban la estratosfera del éxito, él se tuvo que conformar con una caída suave. Su primer error: rechazar protagonizar Risky business. A partir de ahí su carrera es una sucesión de películas olvidables, con la excepción de Beautiful girls (1996) y La caja Kovac (2006), dirigida por nuestro ahora laureado Daniel Monzón.
Matthew Modine: Su inclusión en esta lista es discutible porque, al igual que Matthew Broderick y Kevin Bacon, vivía en Nueva York cuando explotó el fenómeno mocoso. Pero su aparición en esa exaltación de la heteroamistad titulada Birdy (1984, junto a Nicolas Cage) y, sobre todo, su doblete como violador y terrorista en el delicioso despiporre El hotel New Hampshire (1984) nos invitan a recordarlo. Después le hemos visto mil veces, pero no nos acordamos de ninguna.
Kevin Bacon: Vale, podemos considerar que ha tenido relativo éxito en su carrera. Pero a cualquiera que te pregunte “¿Quién es Kevin Bacon?”, le vas a seguir respondiendo lo mismo: “¡El de Footlose!”.
LOS REIVINDICADOS
Molly Ringwald: Se tuvo que morir John Hughes (que la dirigió en El club de los cinco, La chica de rosa y 16 velas, 1984) para que asomara de nuevo la cabeza –en el homenaje que le hicieron en los Oscar de este año-. La actriz de este pack que más culto ha generado quedó totalmente fuera de órbita. Ahora revela su transformación a escritora en el libro de memorias Getting the pretty back. También se ha hecho bloguera. Su delicioso desfase queda plasmado en entradas como ésta, en la que cuenta cómo Terry Richardson viene a fotografiarla al Chateau Marmont de Hollywood para la revista Love y ella, que no le conoce de nada, piensa que el que viene es otro Terry fotógrafo que ella trató en los ochenta. ¡Te queremos, Molly!
Ralph Macchio: El más blandengue de Rebeldes cimentó un icono para la posteridad y cavó su tumba al mismo tiempo con Karate Kid (1984). Ahora que el hijo de Will Smith se postula como niñato karateka para las nuevas generaciones junto a su particular Miyagi (Jackie Chan), le echamos de menos. Y aplaudimos su sentido del humor. En un capítulo reciente de Entourage intenta colarse en la mansión Playboy y no le dejan porque no es lo suficientemente famoso. Y en el hilarante falso documental Wax on, f*ck off hace todo lo posible para destruir su imagen de buen chico y verse involucrado en escándalos que saquen del coma su carrera.
Jon Cryer: Su papel de Duckie, el clásico pagafantas empeñado en ligarse a la chica de rosa, se ha revelado con el tiempo como el mayor catalizador de tendencias ochenteras todo-en-uno. Ese temperamento aglutinador, sin embargo, resultó algo abrumador e incomprendido en la era pre-MySpace. Hoy habría sido (y sigue siendo) un hit. En la actualidad comparte protagonismo en la sitcom Dos hombres y medio con Charlie Sheen, el hermano de Emilio Estévez, que a punto ha estado de obligar a su cancelación por sus constantes entradas y salidas en clínicas de desintoxicación.
LOS OLVIDADOS
Anthony Michael Hall: El nerd oficial de la clase. Protegido de John Huges (hizo con él 16 velas, El club de los cinco y La mujer explosiva (1985); y rechazó hacer de Duckie en La chica de rosa y participar en Todo en un día), su incipiente carrera como cómico (fue el más joven en pisar el plató de Saturday Night Live) se vio truncada por su afición al alcohol y a las drogas. Hasta Kubrick, que le había escogido para el papel que finalmente hizo Matthew Modine, le expulsó de La chaqueta metálica (1987) a los pocos días de rodaje. En los noventa regresó atiborrado de anabolizantes como matón de Eduardo Manostijeras (1990). Desde entonces, aunque resulte invisible, ha tenido una carrera hiperactiva y de lo más ecléctico. Alguien se ha acordado de él para una lista de los 25 actores que peor han envejecido en Hollywood. Él es el cuarto.
Judd Nelson: Otro al que el carnet vitalicio del Brat Pack le reventó la carrera. Tras El club de los cinco y St. Elmo punto de encuentro ha tenido una trayectoria mediocre. El único momento reseñable en esta última década se lo brindó Kevin Smith en Jay y Bob El Silencioso contraatacan (2001) al darle un papel de un poli fanático de sí mismo –o sea, del actor Judd Nelson- y de las pelis del Brat Pack.
C. Thomas Howell: Colega de Elliot en E.T. (1982), hermano de Rob Lowe en Rebeldes y sex symbol juvenil en Admiradora secreta (1985). Todo bien hasta que Michael J. Fox le usurpó el prota de Regreso al futuro (1985). Él se quedó a cambio con Carretera al infierno (1986), un ya clásico del terror que escoró su carrera hacia un género que le tiene atrapado hasta hoy. Su filmografía reciente tiene títulos tan “terroríficos” como El estrangulador de la colina (2004), Destino al infierno (2005), El códice Da Vinci (2006) -que no El CÓDIGO Da Vinci- o La guerra de los mundos 2 (2008).
Ally Sheedy: Una mujer incomprendida y siempre adelantada a su tiempo. En Juegos de guerra (1983) se enrollaba con un pirata informático (Matthew Broderick) mucho antes de que en internet se conjugara el verbo hackear. La dificultad de encajarle un partenaire romántico acabó derivando en una de las pasiones ocultas más progresistas de los ochenta: la suya con el robot protagonista de Cortocirtuito (1986). Parecía que levantaría cabeza con la fotógrafa lesbiana y drogadicta que interpretó en el aclamado drama indie High Art (1998) –según ha confesado, “el papel más parecido a mí en la vida real”-. Sin embargo, en 1999, mientras John Cameron Mitchell preparaba la adaptación al cine de Hedwig and the angry inch (2001), ella defendía en el off Broadway su papel, el del transexual rockero protagonista. Un gran golpe de efecto que la crítica vapuleó y liquidó definitivamente su carrera.
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