jueves, 20 de septiembre de 2012
Larra para fetichistas...
Larra para fetichistas
El Museo del Romanticismo muestra por primera vez los objetos más personales del escritor
La extraña fascinación por Mariano José de Larra comenzó quizás el 13 de febrero de 1837, el mismo día que se descerrajó un tiro un mes antes de cumplir 28 años. Consagrado por vía de este suicidio -causado, según la tradición, por un insufrible rechazo amoroso- como héroe romántico español por excelencia, casi 200 años después, su figura sigue fascinando. Hasta el 23 de enero, el Museo del Romanticismo exhibe una selección de 19 objetos que pertenecieron a Fígaro -uno de sus seudónimos-, que han sido donados por Jesús Miranda de Larra, hijo de la tataranieta del autor. Se suma a otras entregas realizadas anteriormente por la familia. "El museo se ha convertido en depositario de la memoria de Larra", asegura Begoña Torres, subdirectora general de Promoción de las Bellas Artes y comisaria de la exposición Larra. XIX cajas, inaugurada ayer por la reina Sofía. Esta última donación consta de más de un centenar de piezas.
El título de la muestra, explica Torres, que dirigió durante años este museo, pretende evocar el "misterio romántico" que envuelve el legado de Larra: desde la mítica existencia de una caja de efectos personales que la biógrafa del escritor, Carmen de Burgos, Colombine, aseguró haber visto pero de la que nunca se volvió a saber, a la intrigante caja amarilla a la que el escritor alude en su último artículo, titulado La Nochebuena de 1836.
Esa idea se mantiene en el montaje de la exposición, ya que el visitante tiene que abrir los expositores para ver los objetos. Así podrá contemplar un manuscrito del artículo El álbum, publicado en mayo de 1835, un certificado de matrícula y asistencia a la cátedra de griego en el curso 1825-26, un recibo por el alquiler de una habitación en la calle de Caballero de Gracia 21, un cuaderno de poesía o una baraja francesa. Pero también hay un mechón de pelo de Larra, la ropa que vestía el día que decidió acabar con su vida y una caja de pistolas. Se trata, señala la comisaria, no tanto de reconstruir la vida del escritor, sino de crear un recorrido que vincule al público "sentimentalmente con la persona del escritor". Torres señala que Larra es, probablemente, uno de los literatos que más ha interesado a los posteriores a él: "Fue el único que salvaron de la quema los del 98", recuerda.
Los manuscritos, por ejemplo, permiten adivinar parte del proceso creativo del autor a través de sus tachones y arrepentimientos. Lejos de haberlo evitado, la comisaria ha buscado expresamente el carácter fetichista de la muestra: "Es una idea muy romántica la de participar en la vida del personaje a través de sus objetos. He querido resaltar eso, el fetiche, la reliquia, el fragmento, la caja mortuoria... Todo eso son ideas románticas. Por ejemplo, en ese periodo abundaban las pulseras de pelo".
La propia historia del legado de Larra, marcada por el misterio y las vicisitudes, parece hacer honor también a ese sino. Además de la ilocalizada caja que citó Colombine, la donación de objetos que se hizo en los años 30 del pasado siglo también fue accidentada: algunas piezas se retiraron más tarde y la documentación de otras desapareció de los archivos.
El Museo del Romanticismo inauguró también ayer una tienda en la que podrán encontrarse, no solo títulos pertenecientes al periodo romántico y estudios sobre el mismo, sino obras que, siglos después, participan de su espíritu: "Como la trilogía Crepúsculo", indica Torres.
También se estrenó ayer un salón de té abierto al jardín interior de este edificio construido en 1776 por encargo del Marqués de Matallana. Son las últimas novedades en una institución que reabrió sus puertas en diciembre pasado, tras haber permanecido cerrada nueve años durante los que se realizó una remodelación que tuvo un coste de siete millones de euros.
Junto con el legado de Larra conviven en el museo más de 11.000 pinturas, esculturas, estampas, muebles, piezas decorativas y fotografías.
Larra. XIX cajas. Hasta el 23 de enero. Horario: de 9.30 a 20.30 (martes a sábado) y de 10.00 a 15.00 (domingos y festivos). Calle de San Mateo, 13. Entrada gratuita a la exposición. El acceso al museo se realiza en grupos de 25 personas.
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