lunes, 25 de febrero de 2013

Dentro del Laberinto...


Dentro del Laberinto

Buena explicación de la empatía que este film dirigido por Jim Henson tiene entre el público es su propuesta en esta sección. ‘Dentro del laberinto’, a pesar de su achacable envejecimiento, más estético que otra cosa –recordemos que es un film de 1986 y sus efectos especiales se antojan acartonados hoy día–, es un film que despierta nostalgia, simpatía y sigue gustando a nuevas generaciones. Las razones, o al menos una de ellas, es porque es un film honesto, entretenido y bien contado.

Jim Henson, tras la buena acogida de ‘Cristal Oscuro’ y con su dilatada experiencia en el mundo de la fantasía, los “muppets” y las historias infantiles, demostró que solo hace falta imaginación y saber narrar para convencer. Es lo que logró con ‘Dentro del laberinto’, que ni es original, ni tiene grandes estrellas (bueno, una, pero más de la música) ni posee excesivas pretensiones, pero entretiene.

Uno de las grandes virtudes de la cinta y en lo que Henson es considerado todo un maestro, es en dotar de humanidad y riqueza a simples muñecos. En un alarde de artesanía, el director dota a la historia (escrita por Terry Jones, no lo olvidemos) de esa galería de personajes fantásticos que tanto la enriquece, que tanto aportan y que acompañan a la joven protagonista (recordemos Jennifer Connelly) y al villano de turno, encarnado por la estrella David Bowie. Esos personajes que pueblan el relato, monstruos, duendes, un villano maquiavélico (aunque nunca llega a convencer su lado maligno)… todos están dotados de personalidad, de suficientes matices como para enriquecer el manido y arquetípico esquema narrativo.


‘Dentro del laberinto’, fantasía, aventuras y David Bowie

Con producción de George Lucas, ‘Dentro del Laberinto’ cumple a rajatabla con este esquema del cine de aventuras y fantasía, aquí en nada destaca: quedan bien patentes su referencias a ‘Alicia en el país de las maravillas’ de Carroll o el mismísimo ‘Mago de Oz’, (incluso la patente estética de Escher en un el número previo a la conclusión, repleto de engaños visuales al ritmo del Bowie más enigmático) fuera porque sabe contarlo sin perder el ritmo (a pesar de algún episodio). Se dosifican los episodios con la entrada en escena de nuevos personajes que van completando, dificultando o ayudando según el caso, la aventura fantástica de Sarah, la protagonista a modo de heroína convencida que sumergida en un mundo propio de la imaginación más infantil e inocente, tiene que superar el laberinto hasta rescatar a su pequeño hermanito.

El universo en el que tiene lugar casi toda la película destila una gran imaginación, ese aire artesano, de entusiasmo que es buena esencia del saber hacer de Henson. Cuya primitiva intención era no contar con ningún personaje de carne y hueso (siguiendo la estela de lo que ya alcanzó con ‘Cristal oscuro’), pero aquí la presencia de una estrella de la música con carisma, exótico e histriónico, consiguió que la película alcanzara un mayo status comercial. Un Bowie que encaja a la perfección en su interpretación de Jareth, el rey de los duendes, embutido en trajes y pelucas como pocos podrían lucir con tanto desparpajo y atrevimiento, que además aporta una alta dosis de personalidad al conjunto, que se agradece.

Aunque cierto es que más allá de la estética, de sus canciones y números musicales (nada desdeñables, incluso alguno brillante y en general bien dosificados –para interesados, escuchar la playlist en Grooveshark–), su personaje queda demasiado blando. No resulta un villano que eleve la tensión, se echa en falta que se oponga con más fuerza a la protagonista y su objetivo, al margen de que su motivación no aparece reflejada en ningún momento, más allá de cumplir el deseo que Sarah invoca con sus palabras al comienzo de la historia. Unido a cierta escena menos inspirada (la alocada batalla en la ciudad de los duendes) y ligeras carencias aisladas en el guión son los puntos más débiles.

Junto, quizás a su excesiva inclinación hacia la simplicidad, entendida como concebida y adaptada para agradar al público infantil, en lo que más flaquea, pero esto es algo que los adultos a veces le podemos achacar como negativo. Aunque resulta una película disfrutable de principio a fin por todo tipo de espectadores. Con buenas dosis de humor, fantasía, aventura, personajes sorprendentes y momentos oníricos, casi –o totalmente– surrealistas que la convierten en una cinta entrañable.

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