sábado, 16 de agosto de 2014

Cuando pinché para un discapacitado auditivo...


Cuando pinché para un discapacitado auditivo

Recuerdo una historia, quizás de las más bonitas que me han pasado en la cabina de una discoteca, cuando pinché para un discapacitado auditivo. Supongo que alguno de vosotros no cree lo que digo, pero intentaré transmitir lo que pasó a la perfección.

En Wikipedia podemos leer:

La sordera es la dificultad o la imposibilidad de usar el sentido del oído debido a una pérdida de la capacidad auditiva parcial (hipoacusia) o total (cofosis), y unilateral o bilateral. Así pues, una persona sorda será incapaz o tendrá problemas para escuchar.

Pinchaba en una discoteca de Málaga, era un viernes y la discoteca empezaba a llenarse. Era las dos de la madrugada, y la gente empezaba a entrar en hordas. Desde la cabina divisé un grupo de personas que no se movían a ritmo de la música, al principio me pareció raro ya que la mayoría de la gente lo hacía.

Una persona de ese grupo, quizás la que más se “movía” con la música, subió a hablar conmigo y me comentó que venía con una escuela de lenguaje de signos. Le acompañaban compañeros y profesores de esa escuela. La mayoría eran alumnos y un par de personas eran profesores. La chica que subió me comentó si uno de sus profesores se podía poner mis cascos; quedé perplejo. Me pregunté: ¿para qué? Dicha pregunta estaba hecha desde el desconocimiento más profundo.

Trasladé mi pregunta a la chica, a lo que ella me respondió: las personas sordas no pueden oír, claro está, pero si pueden sentir la vibración. Pueden interpretar cada bit y comprender las ondas del sonido como nosotros; la diferencia es que nosotros las oímos y ellos las interpretan. Así de sencillo.

Encantado dejé mis cascos a aquel señor, se los puso y me indicó que le diera el máximo volumen para sentir la vibración en su cabeza. El tema que le puse era el que sonaba en el club; el señor empezó a moverse de manera tímida a ritmo de la música como si fuera uno más. Exactamente igual que el resto de la discoteca.

Aquel acto me pareció algo realmente bonito. Después de estar unos segundos bailando me preguntaron si se podían poner cerca de los altavoces de la discoteca para sentir las ondas de sonido chocar en sus cuerpos y sentir la vibración bajo sus pies; a lo que accedí encantado. Durante toda la sesión pinché exclusivamente para ellos; nadie me pidió un tema, ni un estilo, pero sus energías me hacían ver que era posible trasmitir sonido sin oírlo.

Fue una experiencia inolvidable. Sentir que personas sin la posibilidad de escuchar tu trabajo lo sienten es algo realmente maravilloso. Es un ejemplo más que muestra que el DJ no debe usar máquinas, debe trasmitir su energía y la debe compartir con los que desean entenderla. No existen idiomas, ni aduanas en el entendimiento de la música; este es un ejemplo de ello. Ah, el de la imagen soy yo, aquel día… que tiempos.

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