domingo, 16 de noviembre de 2014
Manual de urbanidad...
Manual de urbanidad para los ciberamigos
Como en todas las sociedades, en Internet existen unas normas tácitas de comportamiento que permiten mantener la paz o, al menos, discutir mejor. Casi tan antiguas como la Red (el documento más famoso de netiqueta es de 1995), dicen cosas como “No envíes correos con copia visible a 100 personas, que les molesta” o “Si copias y pegas el texto de alguien, por lo menos cítalo”. El crecimiento de las redes sociales y la llegada de generaciones enteras de nuevos usuarios han ampliado las normas de la buena educación internauta y ya se habla de netiqueta 2.0. Estas son algunas de sus leyes:
– Antes de entrar en una nueva red, obsérvala. Al menos a partir de cierta edad. “Hay dos diferencias en el uso de las redes entre los jóvenes y los adultos. La primera es emocional, ellos no tienen miedo de nada. La segunda es cognitiva, enseguida se hacen un mapa mental del asunto. Los adultos empezamos con miedo, poco a poco”, dice Adolfo Sánchez-Burón, vicerrector de la Camilo José Cela. Hay que darse tiempo para comprender el nuevo entorno.
– Cuida tu imagen, la de tus amigos y la de tu familia. Ahora puede que no veas mayores consecuencias a tus actos, pero la vida es larga y nunca se sabe. Que se lo digan a la mujer de Sir John Sawers, que iba a ser el siguiente jefe del servicio británico de inteligencia del MI6… hasta que el año pasado se descubrió que había publicado sin filtros de privacidad fotos y detalles de su casa y su familia en Facebook.
– No te enfades si nadie te responde. Poner un mensaje público en una red social no es igual que mandar un correo electrónico, que compromete a una respuesta. No hay que creerse el centro del mundo. A cambio, no se está obligado a contestar a todos los amigos. Otra cosa son los mensajes privados o personales, que sí se devuelven y muchas veces a mayor velocidad que un mail. El concepto de amistad también varía de Tuenti a Twitter, por ejemplo.
– Configura bien las opciones de privacidad. Pero, por si acaso, es mejor actuar como si todo el mundo viera todo. A veces las medidas de protección fallan, pero el principal peligro suele ser el error humano. No serías el primero que recuerda que aceptó la solicitud de amistad de su jefe en Facebook mientras escribe: “Hoy tampoco he hecho nada en el trabajo”. Una vieja norma aún útil dicta no decir nada que no se diría en un ascensor rodeado de desconocidos.
– Vigila los malentendidos. Como dicen en Gran Hermano, “aquí dentro todo se magnifica”. Las ironías se comprenden mal en Internet y es difícil manejar el lenguaje escrito (por eso suelen utilizarse emoticones, caritas sonrientes o tristes que refuerzan el mensaje). Siempre debe tenerse en mente que detrás de las fotos de perfil hay personas y que un disgusto o una alegría ocurridos en una red social son un disgusto o una alegría reales.
– No seas pesado. Las redes sociales han multiplicado las formas de serlo: haciendo demasiados test o juegos en Facebook, mandando publicidad demasiado a menudo a los contactos, actualizando mucho, enviando continuamente mensajes sin interés, contestando a todos los mensajes de una misma persona, usando mal los programas automáticos que sirven para actualizar a la vez todas las redes en las que se está dado de alta. Es el nuevo spam social.
– Dedica un instante a pensar qué foto eliges como icono. Será la forma en la que te imaginen conocidos y desconocidos. Medita sobre la imagen que deseas dar, pero todo es mejor que mantener ese espacio en blanco. Queremos ver a los demás. Hace unos años se decía que “en Internet, nadie sabe que eres un perro”. Hoy, todo el mundo sabe que lo eres.
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