viernes, 7 de noviembre de 2014

Retazos de genio...


Retazos de genio

Convirtió a Batman en un héroe crepuscular. Marcó época con la estética negra de ‘Sin City’. Su salto del cómic al cine fue polémico. Frank Miller ultima una novela gráfica y prepara otro guión: ningún tropiezo agota sus ganas de experimentar.

Para llevar toda la vida dibujando superhéroes, a Frank Miller (Olney, 1957) no se le ha pegado mucho de ellos. Espigado y enclenque, camina a pasos cortos. La piel cuarteada en el entrecejo, la nariz aguileña, la sonrisa amarillenta más propia de sus villanos. Inevitable fijarse en él —ropa negra, sombrero de ala ancha— en la fiesta de lujo que ha organizado Gucci, marca para la que ha dirigido un anuncio, en Roma.

Al presentarlo, los anfitriones subrayan que Miller es director de cine. Una de dos: o desconocen su obra gráfica o no saben apreciar cómo elevó a Daredevil a la categoría de héroe popular; cómo reinventó a Batman en los ochenta; cómo acaparó premios con la rompedora serie negra Sin City. Inconfundible por sus trazos angulosos y sus contrastes de color, introdujo en las historietas tramas oscuras, diálogos secos, personajes atormentados. Y, sin embargo, su única película como realizador le ha dado más popularidad que 30 años de cómics. ¿No se suponía que el noveno arte ya se había sacudido los complejos? El propio Miller enciende el debate: "Siento que pertenezco más a la cultura pop que al arte. El arte responde a un juicio que se hace después de siglos; yo quiero divertirme", zanja.

Nadie le enseñó a pintar. Siempre ha huido de academias. Pero Miller, quinto de siete hijos de una familia católica irlandesa, ya devoraba tebeos de niño ("son mi refugio"). Debajo del uniforme del colegio llevaba un traje de Superman. Y le impresionó tanto una portada de X-Men que se propuso emular a su autor: Neal Adams, a la postre uno de sus maestros junto a su íntimo amigo Will Eisner.

Se mudó de Vermont a Nueva York en 1976. Al principio, cuando solo dibujaba, no despuntó. "En Daredevil, su primer trabajo de peso, presionaba mucho el lápiz en la página y se le notaba inseguro", explica el entintador de aquella serie, Klaus Janson, en conversación telefónica. "Pronto exigió encargarse también del guión, y dio un gran salto. Fue desarrollando un estilo narrativo muy particular. Es su mayor fortaleza. No dibuja caras bellas, pero sabe contar". Janson atribuye a Denny O'Neil, el primer editor de Miller en Marvel, parte de la responsabilidad de su aprendizaje. O'Neil recuerda: "Solíamos caminar por Greenwich Village, donde ambos vivíamos: observábamos los rascacielos y hablábamos de todas las cosas que podrían tener lugar en los tejados, en los callejones...". En la oscuridad. En los rincones escondidos de la ciudad, siempre presentes en su obra.

Esas enseñanzas se plasmaron en El retorno del caballero oscuro (1986). Su Batman, cincuentón y crepuscular, en una corrupta Gotham City, influyó en las películas de Tim Burton, y más aún en las de Christopher Nolan. La miniserie sorprendió por sus escorzos y composiciones de página. Marcó una época, como recuerda Janson, que entonces aún colaboraba con él: "Nadie esperaba tanto éxito… inició una corriente nihilista donde se echa de menos al héroe de verdad: el que se sacrifica por el bien común, el admirable".

Cierto: los protagonistas de Miller caminan sobre el alambre de la moral, se llamen Elektra (una asesina a sueldo) o Ronin (un samurái deshonrado). Para O'Neil la explicación es sencilla: "Frank creció con la sombra de la bomba atómica. Temía la guerra total. Por eso su visión del mundo es oscura".

La crítica le acusó de maniqueo por 300, que recreaba (en un formato apaisado espectacular) la batalla de las Termópilas. Para algunos, su exaltación del soldado rozaba el fascismo. Miller responde: "Eso es ridículo. Mis personajes no hablan por mí. Además, se juzgó con el rasero del 11-S, cuando la escribí en 1998". La considera su mayor logro. "He estudiado al héroe toda mi carrera. Es el sujeto de mi arte. Y no hay historia heroica más pura que la de los 300 espartanos. No creo que nadie deba ofenderse por unos hechos de hace 3.000 años".

–Pero usted apoyó la guerra de Irak. Y ahora escoge como enemigo a Al Qaeda.

–Me gusta como villano sediento de sangre…es una historia como las que se hicieron contra Hitler en los años treinta.

–No me diga que cree en el cómic como propaganda.

–Sí, es una de las cosas que se pueden hacer en un medio de comunicación de masas como cualquier otro. Aunque el contexto ha cambiado respecto a los años cuarenta. Ahora la gente es cauta. Era más fácil odiar a los nazis.

–¿Qué le parece la situación actual de su país?

–Hum… no quiero hablar de política.

Miller, hoy, no se moja. ¡Pero sí todo el mundo conoce su pasión por debatir! Con su jefa de prensa al quite, se muestra tan comedido que parece otra persona. A Janson no le extraña la pose: "Frank es un buen promotor de sí mismo. Muy calculador. Ha creado cuidadosamente su propia marca". El representante de dibujantes David Macho había aconsejado: "Invítale a una cerveza, se sentirá muy cómodo". Mala suerte: pide un té.

Al fin y al cabo es una estrella. Se le considera como tal ya desde los noventa. Desde Sin City, su homenaje a la novela negra. Personajes violentos y amorales. Una estructura fragmentada. Poderosos claroscuros en blanco y negro. "Es un realizador que utiliza papel en vez de una cámara", analizó el cineasta Robert Rodríguez en este diario.


Precisamente Rodríguez fue quien abrió a Miller las puertas del cine. Durante décadas, el dibujante se había mostrado reacio (aunque escribió, con más pena que gloria, el guión de Robocop 2). "No creía que mi forma de narrar pudiese filmarse. Robert me lo demostró". ¿Cómo? Con una pantalla de croma y tecnología digital. Sin City (2005) es una adaptación literal: cada plano, una viñeta. "La colisión entre cine y cómic es dramática", ahonda Miller. "Admite muchas fórmulas, y los resultados son diversos. Me gusta Watchmen, por su valentía, pero también Iron Man, que captó el espíritu del cómic".

Este artista total (también actúa) detalla al máximo los storyboards. Quiere controlarlo todo. En su ópera prima como director, The Spirit (2008), Paz Vega estuvo a sus órdenes. "Susurra, te mete en la atmósfera con su misterio", relata por teléfono. "Creo que tiene un actor dentro, y a cada personaje intenta ponerle voz". Pero por aquella película le llovieron los palos. Dijeron que su formalismo había desnaturalizado la obra maestra de Eisner. Miller saca pecho: "Es duro… estoy aprendiendo mucho. Esto me mantiene fresco".

Con sus limitaciones, la estética de Miller es única. Gucci lo fichó para que rodara un spot reconocible (a cambio de una remuneración que ni él ni la compañía revelan). El autor se lo tomó como un reto. Le encantan: "En su arte, el factor más importante es la voluntad de experimentar", escribió el prestigioso Alan Moore. "Me motiva contar una historia en 60 segundos", prosigue Miller. "Lo primero es establecer el personaje y su conflicto. Ese principio sirve para Ben Hur y para este spot". Que solo podría ser suyo: ese juego entre blanco y negro y color, esa ciudad futurista, ese Jaguar de 1953 que derrapa fuego

Treinta minutos con Frank Miller saben a poco. Enseguida regresa a Nueva York, donde vive con su novia. Se entregará a su nueva novela gráfica, Xerxes, en jornadas maratonianas de 9.00 a 21.00. Para ella ha leído decenas de libros, viajó a la antigua Persia, abocetó cientos de personajes. Pero lo más complicado llega ahora: "Tendrá la misma extensión que 300, unas 80 páginas. Aquella narraba tres días de batalla, esta representa una década. El esfuerzo está en condensar".

Un reto más. En una carrera repleta de ellos. Cuando acabe, le gustaría volver al set para Sin City 2 (ha estado trabajando el guión). Suele alternar cine y cómic: "Las películas involucran a un gran número de personas, pero también me gusta estar solo, en silencio, dibujando". Es su parte favorita: "Mover el pincel. Arriba y abajo", ilustra con un gesto.

El calor romano aprieta. Se quita la americana. En camiseta, muestra unos brazos rosados y escuálidos, tal como lo describía Paz Vega: "Frágil… da la sensación de que se puede romper. Pero guarda una bomba de relojería: su cabeza va muy rápido". Se hace de rogar hasta la despedida, cuando lanza uno de sus dardos, un retazo de Frank Miller, por fin:

-Es muy acertado elegir una palabra tan vinculada al catolicismo como guilty (culpable) para un producto presentado en Roma.
Joven y valiente

Una heroína rubia vestida de cuero (Evan Rachel Wood) surca una ciudad futurista. De repente, frena y recuerda con detalle un romance de bar. El spot de Gucci Guilty se dirige a una joven “valiente, arquitecta de su destino”, en palabras de Frida Giannini, directora creativa de la marca. Para el perfumista Will Andrews, “su olor responde a la idea del placer culpable”. El perfume atrae la atención con la pimienta rosa y la mandarina como notas de salida. La calidez de las flores de lila y el melocotón anticipa el fondo: pachulí, la insignia de Gucci.

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