domingo, 29 de junio de 2008

La banda que inventó y destruyó...


La banda que inventó y destruyó los noventa

Portishead le puso sonido al fin de siglo y dio el primer paso para ser el grupo más grande del mundo. Pero ellos mismos se boicotearon. Su nuevo disco no les devolverá el trono que nunca tuvieron. Ni falta que hace.

¡Catacrock…! “¡Sorry!”. Silencio. “Nada, hay que montar otra vez…”, se oye a alguien decir a través de la puerta. Silencio. Se abre y aparece Geoff Barrow, el cerebro detrás del sonido de Portishead, la banda de Bristol que inventó y destruyó los noventa. Lleva los pantalones empapados y un insultante buen aspecto a sus 36 años. “Acabo de tirar un vaso encima de una cámara y creo que he roto algo del equipo de televisión”, comunica mientras se frota la pierna. “Diez años sin hacer promo… Se pierde la práctica”, sonríe y toma asiento. Portishead ha vuelto, y lo último que esperábamos es que la puesta en escena pareciera un episodio de Mr. Bean. “Somos una banda muy divertida, sobre todo, Beth. Es hilarante. La gente no se lo cree”.

Tras una década de silencio, la banda de Bristol formada por Adrian Utley (guitarra), Beth Gibbons (voz) y el tipo éste que no para de frotarse la pierna vuelve con Third, su tercera referencia en 14 años, un disco de krautrock, indietrónica, folk espacial, jazz y metal. Un álbum que, trip-hop, pero que es tan brillante que ni siquiera podemos odiarla por ello, ha sido un drama componer y grabar. Desde su irrupción con Dummy, allá por el lejano 1994, cuando la década que nunca fue se despedía del grunge para abrazar el britpop, los tres de Bristol han sido una pieza elusiva, pero clave, para entender el devenir de la música popular. “Miro atrás y la verdad es que creo que los noventa fueron una puta mierda”, comenta entre risas Barrow, quien no quiere sentirse para nada responsable de los crímenes cometidos en su nombre. “Creamos un monstruo, tal vez sí. Ese monstruo nos persigue hasta hoy. Mira, en el segundo disco traté de eliminar todos los elementos de hip-hop de nuestra música. Fue una grabación horrorosa, dramática, triste. Nos habíamos convertido en una banda para yuppies. Aquel disco fue una venganza, pero una venganza tan jodida de consumar que me dejó exhausto, odiando la música”, recuerda Barrow, quien durante un lustro no pudo siquiera sintonizar la radio por miedo a que un locutor dijera la palabra trip-hop y a renglón seguido pusiera un tema de Morcheeba. O, peor todavía, uno suyo. “La verdad es que no había mucho en común entre nosotros y Tricky o Massive Attack, pero nos pusieron la etiqueta. No, qué coño, nos dijeron que lo habíamos inventado. Tuve que huir”. Y así lo hizo. Tras una gira llena de complicaciones morales y prácticas, que nos dejó el maravilloso álbum en directo Roseland NYC live, Barrow se mudó a Australia. Tres años después llamaba a Adrian para tratar de grabar el nuevo disco de Portishead, aquella banda que todo el mundo, excepto sus miembros, pensaba que se había disuelto.

“Estuve seis semanas componiendo con Adrian, y el día antes de coger el avión de vuelta a Inglaterra lo borramos todo. Una mierda. Portishead siendo Portishead”. Y, claro, había tanta gente tratando de ser Portishead, que la banda se había quedado sin espacio. “Por muy frustrante que fuera la experiencia y por muy lejos que estuviéramos, la banda seguía viva. Sabíamos que algún día llegaría el momento de volver a grabar y que todo sería tan jodido como siempre, pero que funcionaría. En esta banda todo es muy jodido. Somos insoportablemente perfeccionistas. Hasta lo insoportable”. El momento llegó. En octubre del pasado año, la banda anunciaba que ya había grabado y mezclado el que sería su tercer largo. En diciembre, el trío curaba el festival All Tomorrow’s Parties, actuando también en él y presentando algunos temas del disco. “Estas canciones me han hecho recuperar el amor por la música. Aquella excitación que sentí la primera vez que escuché a Can en la radio y salí corriendo a por una cinta de casete para grabar aquella cosa tan rara y maravillosa. Ahora, en cambio, escuchas la radio y te dan ganas de salir corriendo de la habitación”. El elemento kraut se hace evidente durante casi todo el disco, un ejercicio mucho más arriesgado y experimental de lo que cabía prever. “Las ideas más locas y extremas son siempre las de Beth. Te empuja al abismo constantemente. Esta vez

insistió en que debíamos mostrarnos como somos: sombríos, ruidosos, cabreados, eprimidos, pero divertidos. Beth siempre se quedó muy frustrada con la imagen edulcorada que dejamos en los noventa y quería ruido. Y, claro, Beth manda. Beth es Beth, No sé si me explico”. “Oye, ¿tú sabes en qué ciudades se celebra el Primavera Sound?”, pregunta Barrow, quien ha pensado que la indicación de que queda tiempo para una pregunta iba para él y no para el periodista. Sólo tocamos dos veces?” Pues se supone que en el Auditori hacéis algo distinto y luego, en el escenario gordo, pues un concierto de Portishead al uso. “Coño, no sabía nada de esto. ¿Qué hacemos?”. No puedes estar preguntando esto. “En serio… A ver, Auditori, raro.

Escenario grande, normal, ¿no?”. Te estás quedando con nosotros, Barrow, como cuando titulaste el segundo disco con el nombre del grupo. “No, tío… Me acabas de joder. No tenía ni idea de que debíamos hacer algo así. Una cosa te aseguro, no vamos a tocar Dummy entero. No quiero mecheros y yuppies. No quiero que suene Glory box y las parejas se abracen”. Es una gran canción, Geoff. “Gracias, hombre. Es una gran canción de Beth en la que yo sólo metí un sampler de Isaac Hayes”, sonríe y desaparece por la puerta, con los pantalones empapados y repitiendo… “Auditori… Auditori…”.

- El Pais -

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