domingo, 19 de abril de 2009

6 cosas...

6 cosas sobre las que no quiero leer en una buena temporada

1- Templarios. Queridos amigos de lo sobrenatural y lo oculto: ¿Se os ha ocurrido alguna vez interesaros por lo que cuentan, no ya los historiadores serios, sino el propio medievo sobre esta gente? ¿Lo que aparece en obras de coetáneos como Bocaccio o gente que nació cuatro generaciones después, como Rabelais? Porque no veríais expresiones como ‘misterioso como un templario’, ‘iluminado como un templario’ o ‘proveniente de una dimensión paralela como un templario’. Lo que os encontraréis será ‘avaro como un templario’, ‘borracho como un templario’ y ‘más marica que un templario’.

No dejes que la Historia te estropee una buena novela histórica, vale; pero basta de usar templarios para vender cualquier chaladura. Los templarios de verdad fueron los mayores usureros de la Edad Media. Compraron títulos y papados, especularon con terreno conquistado a espada en Tierra Santa, gastaron como príncipes y, cuándo tuvieron en su cuenta de morosos a todas las monarquías de occidente y al Vaticano, se les hizo desaparecer. Nadie es más capo que el Papa. Concebidlos como una mezcla entre Lehman Brothers y Blackwater: si hubieran sabido que siglos después resucitarían en un ola de misticismo new-age, hubieran registrado sus derechos de autor

Una cosa curiosa de los templarios es que, si bien las órdenes monásticas eran un refugio notorio para la homosexualidad, ellos no hacían el menor esfuerzo en ocultarlo y según algunas versiones hasta lo alentaban. Encuentro insólito que no se hayan explotado aún las jugosas posibilidades de este hecho en un deseado Brokeback templar.

2- Conspiraciones gubernamentales. Este género se fue definitivamente a pique con la llegada de internet por un puro fenómeno de saturación. Hay una verdadera industria de voluntarios y agitadores que pasan horas ante el ordenador rastreando foros en los que garrapatear el 11s fue trabajo interno de cia y mossad en conveniencia con poderes facticos de wall street petroleras dar golpe de estado nuevo orden mundial Bin laden agente doble nos controlan con nuestros moviles, al final del cuál suelen añadir un expeditivo ¡¡DESPERTAD!! con lo que la semblanza de un predicador apocalíptico callejero es total.

¿Cómo puede competir Jason Bourne con esto? Pues hablando poco y resolviendo la intriga a mamporros, porque como empiece a describir operativos secretos y siniestros contubernios nadie le va a tomar por otra cosa que un forero tarado.

¿Sabéis lo peor de todo? Que las conspiraciones existen. Hay gente que financia asesinatos y guerras para hacer caer las bolsas. Hay gobiernos que se inventan amenazas para atesorar poder. Hay farmacéuticas e industrias alimentarias que matan a miles por negligencia. Todo eso es verdad, y la conspiparanoia no hace más que cubrirles las espaldas con una nube de humo. Deja las investigaciones a la gente seria en el terreno de la no-ficción, porque tu fantasía o tus obsesiones son parte del problema.

3- La Guerra Civil española. Esto es curioso porque creo que llevamos como un cuarto de siglo pidiendo que por favor no se hagan más novelas sobre la Guerra Civil (hay incluso antinovelas de la Guerra Civil) y a pesar de todo siguen saliendo y recibiendo premios. Si se venden, eso ya no lo sé. Pero lo cierto es que hay una especie de mito literario entorno a ello, como si un escritor español no pudiera considerarse como tal hasta que haya hecho su novela sobre la Guerra Civil. Como si nada mereciese una consideración superior.

Y de eso tratan, de contar ‘su’ guerra, porque de la Guerra Civil todo lo decible ya ha sido dicho: fue hambre, fue miseria, fue venganza, fueron millones de traiciones anónimas. Pero llega un escritor y dice: Yo puedo contar algo nuevo. Si su intención es inocente, resultará que esa novedad podría haber tratado de cualquier otro momento histórico y cualquier otro país. Si no es inocente, lo que está diciendo es voy a hacer mi revisión histórica política. Hace unos años existía un consenso general sobre que no había sido buena cosa que ganara el bando que instauró la dictadura moderna más longeva de Europa. Ahora la moda, al calor de la actualidad, es decir que el golpe estuvo mal pero que la República era peor así que en realidad el golpe no estuvo mal en absoluto.

Y así seguiremos, escribiendo y reescribiendo hasta que no quede nada de la Historia. Por eso, cuando Juan Manuel de Prada dice que va a hacer una novela sobre el espionaje en la Guerra Civil porque es un tema que no se ha tratado antes, me digo que es una buena idea; antes de realizar que hay tantas posibilidades de que su visión sea fresca y ponderada como las de que su protagonista no se erotice pensando en vello púbico perlado de rocío de jugo de vulva.

4- Elfos. Últimamente el momento en el que sé que tengo que dejar de leer una obra de fantasía es cuando aparece el elfo. Da igual como hayan ido las cosas hasta ahora: si las ramas del bosque se apartan para dar paso a un elfo de cabellera dorada, mirada profunda y gesto inescrutable, apaga y vámonos, porque el autor no se ha molestado en esforzarse un mínimo entre relecturas del Señor de los Anillos y sus partidas al World of Warcraft.

Los elfos tal y como los conocemos son un invento reciente, al igual que los templarios místicos y transdimensionales. Todo comenzó un domingo en el que J. R. R. Tolkien volvía de misa rumiando ¿Por qué tenemos que leer este libro greco-semita? ¿Es que los anglos no podemos crear algo igualmente elevado y puramente nórdico? Porque si Tolkien era racista o no, ni lo sé ni me meto. Seguramente no lo fuera: alguien que tiene tantos seguidores apasionados por fuerza tiene que ser perfecto. Pero lo cierto es que creía en la superioridad de las lenguas nórdicas sobre las demás y le molestaba la misa en latín. No me lo invento. Interesaos por sus diarios.

Así que Tolkien se enfrascó hasta el cuello en textos mitológicos, reescribió el Génesis como Silmarillion y concibió a los Elfos, la versión aria de las doce tribus de Israel. Desde entonces han pasado por tantos juegos de rol e infraliteratura fantástica que ya solo queda su cáscara. Son obvios, tópicos, predecibles. Y pensar que hubo un tiempo en que la gente hablaba de los elfos con un temblor de voz. Salían de noche, asustaban a las reses para que parieran monstruos, robaban a los niños de sus cunas y los cambiaban por un sosia. Ahora son figurantes de cartón piedra. Les debemos la dignidad.

5- El Apocalipsis. Sobre los años cincuenta nos entró el morbo de imaginar cómo se destruiría el mundo. Era obvio que lo haría una guerra nuclear pero, una vez que habíamos asumido que todos moriríamos en breve: ¿por qué limitarnos a eso? Y llegaron los extraterrestres, los virus, las plagas de zombis, de vampiros, los desastres climatológicos, la revolución de los robots, los meteoritos, la guerra bacteriológica, el gran apagón mundial, el monstruo gigante…

Admitámoslo: no hay nada tan divertido como ver el mundo yéndose al garete. Y no hay nada que case tan bien con nuestra autoflagelada psique moderna que aumentar nuestra paranoia. ¡Por favor, cuénteme las miles de maneras en las que el mundo está a punto de convertirse en un erial en el que los supervivientes, mutados y enfermos, peleen por devorar los restos de los caídos!

El problema no es la falta de ideas. Todavía se pueden ingeniar maneras de matar literariamente en masa (lo último: una plaga de ‘nanitas’). El problema es de fondo: asustarse por vicio y sin salirse de un esquema mil veces repetido. Es un poco como el cuento de Pedro y el Lobo. La literatura apocalíptica original se escribía creyendo verdaderamente que estábamos a un paso del final. Ahondaba en la personalidad de un hombre nuevo, el superviviente culpable. Pero nuestra generación no es nihilista, a lo sumo es paranoica. Que destruyan Nueva York es un lugar tan común que cuando ocurrió de verdad nos pareció poco realista.

6- El Holocausto contado por un niño. Decidme rápido y sin pensar: ¿Qué historia preferís, La lista de Schindler o La vida es bella? ¿Sois capaces de ver cómo un oficial nazi recorre los rangos de prisioneros encuadrados disparando en la cabeza a uno de cada dos, mientras esperan con la mirada clavada en el suelo? ¿O preferís un campo de concentración pintado de tonos pastel en los que los niños corretean imaginando trastadas y los soldados son malos de guiñol?

Me diréis que una cosa no quita la otra. Que la mirada edulcorada puede ser una introducción didáctica al Holocausto, ¿verdad? Pues no. Los libros contando la Guerra Mundial y la Solución Final a través de los ojos de un niño no son libros infantiles, se escriben para adultos, especialmente aquellos que sólo leen cinco o seis libros al año. Lo cual significa que van a dar por perfectamente buena su versión. Y tan deseosos estamos de maravillosas historias de niños y Holocausto que damos por bueno lo que sea. Una señora contó durante décadas que una manada de lobos la había adoptado para huir de los nazis. ¡Y coló!

Decimos que es bueno que se hable del Holocausto aunque sea en términos populares, porque es cierto que es el súmmum de horror que ha alcanzado la humanidad hasta la fecha. Al contrario que con la Guerra Civil, pequeña obsesión vernácula, sobre el Holocausto no se ha dicho aún lo suficiente. Ni se ha comenzado a entender. Pero no vale todo. Dulcificarlo es otra forma de revisión histórica, con falsos niños falsamente ingenuos que describen un falso genocidio.

Son un pretexto para que adultos hechos y derechos no tengan que leer a Primo Levi o Jorge Semprún o Imre Kertész, ni siquiera el Maus de Art Spiegelman que encima son viñetas. Sustituyen con su apelación a las vísceras (Si no te enterneces con esta historia eres un MONSTRUO – y probablemente un nazi) la mirada verídica y libre de concesiones del testigo, de la víctima. Hay un antes y un después del testimonio del Holocausto. ¿Cómo puede aceptar alguien que lo conozca que se desvirtúe a entretenimiento familiar?

Khun es un insensato… ¿No sabe Khun que la próxima vez le tocará a él? ¿No entiende Khun que lo que ha ocurrido hoy es una abominación que ninguna oración propiciatoria, ningún perdón, ninguna expiación de los culpables, nada en fin que esté en manos del hombre hacer, podrá jamás reparar? Si yo fuese Dios escupiría al suelo el rezo de Khun.


En Papel en Blanco

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