martes, 7 de abril de 2009
Van Damme quiere...
VAN DAMME QUIERE OTRA OPORTUNIDAD
RETROCEDAMOS unos años. Pongamos que veinte. En aquella época sin Starbucks existían unos establecimientos llamados videoclubes. Antros de perdición con muchos reyes: Steven Seagal, Bruce Willis, Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y, junto a ellos, un belga cuyo máximo mérito consistía en su encomiable capacidad para abrirse de piernas (no busquen dobles sentidos, es algo literal). El belga, poco amigo de los diálogos con sujeto, verbo y predicado, respondía al nombre de Jean Claude Van Damme. Había nacido el 18 de octubre de 1960 en un pueblo cercano a Bruselas y había escalado hasta convertirse en una bestia del patadismo, un mago del golpe catártico, un héroe del cine de torta y bofetón. Van Damme, y ya era hora, es noticia en los círculos cinéfilos por un título que lleva sus iniciales: JCVD (Mabrouk El Mechri, 2008).
Efectivamente, en este filme, el hombre elástico se interpreta a sí mismo: un actor arruinado, obligado a poner la jeta en producciones de medio pelo que perpetúen su decrépita carrera, que acaba metido en un atraco a un banco para superar los números rojos. O eso parece. Todo esto no sería nada del otro mundo si no fuera por lo siguiente: créanselo o no, sabe actuar.
Van Damme rompió las recaudaciones del VHS en 1988 con Contacto sangriento (Newt Arnold, 1988), volvió a hacerlo en 1989 con Kickboxer (Mark DiSalle y David Worth, 1989) y arrasó a principios de los noventa con dos películas que son iconos del cine de acción: Soldado universal (Roland Emmerich, 1992) y Blanco humano (John Woo, 1993). De las dos docenas de películas que ha rodado después, de sus problemas con las drogas y de sus visitas a un sinfín de programas del corazón en busca de dinero fácil (que en España le llevaron hasta Sorpresa, sorpresa, en 1996) ya hablaremos otro día.
Volvamos a 2008. Bangkok, Tailandia. "Allô!", responde una voz al otro lado del teléfono. "¿Señor Van Damme?", pregunta el periodista. "No, soy su padre", contesta la voz. Entrevistar a Jean Claude Van Damme, aunque sea por teléfono, tiene sus problemas. Al entrevistador le dan tres teléfonos ("del séquito de Jean Claude", aclaran) y uno tiene que ir probando hasta dar con él. En el segundo número, después de que en el primero su padre aclare que su hijo no está por allí, un amigo de JCVD, visiblemente nervioso, enciende todas las alarmas: "Estamos en el hospital, esto es grave. No sé que va a pasar". La entrevista se aplaza, al menos tres o cuatro horas. Al final, se pasa a la mañana siguiente.
Pero que nadie se asuste: el belga está en perfecto estado de salud; la visita al hospital se debía en realidad a su mejor amigo (o eso reza el tópico): su perro. El animal había tenido un ataque al corazón y se temía por su vida. Veinticuatro horas después, con el perro ya recuperado y Jean Claude al aparato, logramos hablar con él.
EP3. ¿Qué sintió usted la primera vez que vio la película?
Van Damme. ¿Qué sentí...? [larguísima pausa]. ¿Qué sentí...? [pausa]. Vamos a ver: si te digo la verdad, pensé que tenía que encontrar algún buen sitio para esconderme [risas]. Sí, eso es lo que pensé: "¿Dónde podría esconderme?". Luego me sentí desnudo, muy desnudo.
EP3. Algunos de mis colegas están ahora impresionados con sus habilidades interpretativas.
V. D. ¿Ah, sí? Bueno, no quiero molestar a nadie, pero nunca leo lo que dicen de mí, supongo que a lo mejor lo hacen los directores o productores que trabajan conmigo, pero yo prefiero no leer nada.
EP3. Pero convendrá conmigo que JCVD es una película que no se parece en nada a lo que ha hecho hasta ahora.
V. D. Ya, ya sé a qué te refieres. Mucha gente opina que puedo tener habilidades físicas, pero que nunca me habían visto interpretar nada, y supongo que verme en esta película es duro de creer, pero lo cierto es que yo no estoy sorprendido conmigo mismo, yo sé lo que Van Damme puede hacer. Siempre he pensado que las buenas películas son en realidad actos de fe, y yo confío en mí. ¿Sabes? Hay mucha gente que me critica por mis elecciones, pero cuando llegué a Estados Unidos para trabajar en el mundo del cine lo único que tenía era mi pasaporte belga y mi sueño: yo quería hacer películas, y la acción me abrió el camino. Me gustaría poder combinar la acción y la actuación, pero no siempre es posible.
EP3. Supongo que le habrán preguntado en muchas ocasiones si esta película puede cambiar su carrera.
V. D. Sí, me lo preguntan cada día desde que se estrenó JCVD, pero no sé qué decir. Hay muchas variables, puede que sí o puede que no. No sé contestar a esa pregunta, después te daré mi correo electrónico, así me lo puedes preguntar dentro de cinco o seis meses.
EP3. ¿Por qué cree usted que esta película ha sido tan bien recibida tanto por sus fans como por los que no lo son?
V. D. En primer lugar, he tenido la suerte de trabajar con un director que me conoce muy bien, que ha crecido con mis películas, que confiaba ¡de verdad! en mí, y que sabía exactamente cómo crear un clima de rodaje que me ayudara. En segundo lugar, porque he llegado a un momento de mi carrera en que sé lo que quiero, sé quién soy y de dónde vengo. No lo sé, creo que ahora mismo lo más importante para mí es intentar ser feliz, y esta película llegó en el momento justo.
EP3. Pero era una película arriesgada: un paso en falso hubiera supuesto hacer el ridículo.
V. D. Sí, sí, por supuesto, no era fácil, pero he aprendido a confiar en las personas que me ofrecen algo de corazón, y creo que Mabrouk El Mechri puso toda la carne en el asador. Cuando alguien te lo da todo, sería casi un pecado no intentar estar a la altura, ¿no?
EP3. En la película se marca usted un monólogo de varios minutos. ¿Cómo recuerda ese momento?
V. D. A eso me refiero cuando te he dicho que Mabrouk puso toda la carne en el asador: me dio la oportunidad de demostrar lo que llevo dentro. Ese momento preciso tiene mucho sentido, piénsalo bien: soy una estrella atrapada en un atraco, creo que voy a morir —es un poco Tarde de perros—, así que antes de eso quiero confesarme, explicar qué he sido, qué he hecho y pedir perdón por mis errores. Creo que fue muy bueno para mí abrirme de esta manera y poder llegar a ese nivel de confianza con el espectador. ¿Y sabes qué?: me sentí bien, me sentí cómodo con la escena, fue perfecto.
EP3. Por cierto, ¿qué hace usted en Tailandia?
V. D. Pues estoy rodando una película. Es un guión que escribí hace un par de años y que estoy dirigiendo; no tengo un gran presupuesto y tengo que admitir que eso es un problema, pero a pesar de ello estoy convencido de que va a ser mi mejor filme. Además, estoy trabajando con una actriz española, Claudia. Estoy convencido de que va a ser una estrella.
EP3. ¿Claudia qué más?
V. D. [Pausa]. Claudia B-A-S... Mmm [titubea]. Es una grandísima actriz. [Nota: se trata de la actriz Claudia Bassols]. ¿Sabes lo que me encanta de España?
EP3. No...
V. D. Que leéis mucho, como en Inglaterra, Francia, Italia... La gente ha perdido la costumbre de leer. Pero te estaba contando cosas sobre mi película: la historia va de dos personajes y lo que pretendo es que éstos interactúen con el espectador. No quiero revelar demasiado, pero creo que será algo que se ha visto pocas veces en el cine. Y ahora te doy mi e-mail. ¿Tienes un boli?
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