viernes, 2 de abril de 2010
Y la red salvó la música...
Y la red salvó la música
Internet le ha devuelto alma al rock. Los protagonistas de esta revolución luchan solos para llegar al gran público. Se inventan su propia forma de funcionar y son la banda sonora de su generación. Ahora se alían para celebrar el día de la música.
En principio, nada parece haber cambiado. En 2008, otra vez, la venta de discos volvió a caer. Promusicae, la asociación de productores de música, cifró el descenso en un 12,4% respecto a 2007. La situación del mercado es agónica. Si en el Reino Unido, con una población de 60 millones, un lanzamiento necesita colocar más de 30.000 copias en su primera semana en tiendas para alcanzar el número uno, en España, con 46 millones de habitantes, bastan con unas magras 4.000. Y a veces menos.
El disco más vendido de 2008 fue Personas, de El Canto del Loco, con 187.000 copias. Pasó la época en la que Bisbal o Alejandro Sanz superaban el millón. La buena noticia es que, según el último informe de gestión de la SGAE, "el ranking del mercado español de discos continúa dominado por la producción nacional". Al menos, todo queda en casa.
Demanda, haberla, hayla. Pero en pequeño. Es la teoría de la larga cola: en vez de vender un millón de copias de un único disco es rentable vender 1.000 copias de 1.000 álbumes distintos. Pero para eso las infraestructuras tienen que cambiar. Las mastodónticas discográficas del pasado han de reducir gastos. En 2008 sólo siete álbumes vendieron más de 100.000 copias. Todo el despliegue promocional alrededor del último disco de Coldplay sirvió para colocar 65.000. Russian Red, el seudónimo tras el que se esconde la madrileña de 23 años Lourdes Hernández, ha vendido 20.000 en un año y ha dado una media de cuatro conciertos por semana, con mucha menos maquinaria a su alrededor. Ella es una de las participantes en el proyecto de parejas imposibles para el Día de la Música Heineken. Un proyecto que consistía en unir dos artistas para grabar un tema de un tercero. Grupos que comercialmente van de lo pequeño a lo ignoto, que dependen del boca a boca, de tocar sin parar en salas pequeñas, de Internet, donde los blogs cada vez ocupan más el espacio de las publicaciones especializadas y Myspace sigue siendo la reina.
Si a nivel de relaciones personales la página de Rupert Murdoch sufre los embates de otras redes sociales como Facebook o Tuenti, musicalmente es imbatible. "Sin Myspace es como que no existes", asegura Alejandro, de los murcianos Klaus & Kinski, una de las revelaciones del año. "A mí, mi discográfica me contactó por Myspace", añade la cantautora murciana Alondra Bentley, una voz prodigiosa a la que durante años le llovieron las ofertas. Al final, el gato al agua se lo llevó Absolute Beginners, un pequeño sello valenciano. "Yo tenía muy claro lo que quería para grabar: el estudio, los músicos. Sin embargo, la mayoría de las veces lo que te ofrecen es que corras con los gastos".
Grabar un disco es como comprar un coche: el precio depende de lo que busques, pero las astronómicas cantidades de la edad de oro han pasado a la historia. Hoy es posible encontrar un estudio español de calidad por unos 300 euros al día. Para masterizar (darle el acabado profesional) se puede enviar a Estados Unidos, donde, gracias a la debilidad del dólar, contratar un nombre conocido se puede hacer desde 1.000 euros. A partir de ahí, cada cual hace sus cálculos. "Nosotros llevábamos el disco muy ensayado y tardamos sólo dos días en grabar", dice Javier, cantante de Arizona Baby, un trío vallisoletano de rock y una de las bandas más desconocidas de las participantes en este proyecto. Su disco, por tanto, costó menos de 3.000 euros. "Podríamos afrontar hacer dos al año", dice.
Por eso, para muchos artistas, la pregunta que flota en el ambiente es si las discográficas son necesarias. "Por mi experiencia y por lo que he escuchado, los sellos son un disgusto que merece la pena saltarse. No dan más que problemas", dice Lourdes Hernández, alias Russian Red. "Al final vives del directo".
Los conciertos son la clave. Cat People son un grupo con sede en Barcelona. De su segundo disco sólo han vendido 4.000 copias (aun así han doblado la cantidad que se colocó del primero), pero eso no les impide ganarse la vida con su música. "La sensación es que estamos en una carrera de fondo. Los sellos, bueno... ven que no se vende e intentan rascar de otros lados. Es comprensible, pero no cómodo. Por eso la gente se busca otras alternativas. Mira a Vetusta Morla", asegura Adrián, cantante de la banda.
Vetusta Morla es el nombre del año. Lo asombroso es que se trata de una banda veterana a la que la crítica ha ignorado sistemáticamente durante la década que han pasado de garito en garito. Al final, este sexteto madrileño optó por autoeditarse. "¿Cómo lo hemos hecho? Eso quisiera saber yo", dice Guillermo Galván, su guitarrista. Durante años ahorraron los beneficios de los directos. "Retrasamos la grabación porque sólo teníamos una bala. El disco tenía que ser un KO. Había mucho esfuerzo invertido y mucho dinero", cuenta Galván. Funcionando de forma asamblearia se asociaron con el estudio de grabación. "El disco se paseó por distintos sellos, pero nadie hacía una oferta interesante". Lo que decidieron fue contratar los servicios que dan las discográficas: una distribuidora para poner los discos en las tiendas, una agencia para la promoción... ser empleadores en vez de empleados. "Lo importante era que se implicaran tanto como nosotros".
El resultado: tres Premios de la Música (mejor álbum de pop alternativo por su disco Un día en el mundo, artista y autor revelación por Copenhague, uno de los temas del disco), 25.000 copias vendidas de ese álbum y una gira cuya siguiente parada será México. La pregunta: ¿Cómo será el siguiente? "Ya hemos hecho lo más difícil. Algo muy grande nos tienen que ofrecer las discográficas para que piquemos".
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