jueves, 10 de junio de 2010
Érase una vez ... Beirut
Érase una vez ... Beirut
La dibujante libanesa Zeina Abirached (Beirut, 1981) creció y pasó su infancia a unos pocos metros de uno de los lugares más aterradores del mundo: la línea verde, el frente de combate que separaba en Beirut a musulmanes y cristianos durante la guerra civil que asoló Líbano entre 1975 y 1990. En su primer tebeo, El juego de las golondrinas, esta joven autora, afincada en París, relataba el conflicto a través de lo que ocurría durante una noche de bombardeos en su casa, cuando todos los vecinos se reunían en una sola habitación del primer piso. Más corto, en un formato más pequeño, ahora vuelve a la guerra, a sus recuerdos, y construye una obra emocionante y evocadora, uno de esos libros que se quedan en la mente mucho tiempo después de haberse cerrado.
Abirached recurre a un extraordinario juego literario para describir sus recuerdos del conflicto: los "me acuerdos". Inventados por el pintor Joe Brainard y perfeccionados por el gran narrador francés George Perec, se trata de pequeñas frases que empiezan siempre con "me acuerdo" y que a continuación captan un recuerdo. La novedad que aporta Abirached son sus dibujos pero la capacidad de emoción que genera su obra no está sólo en su indiscutible talento gráfico, sino en cómo es capaz de describir una guerra a través de los momentos de paz, cómo puede transmitir todo el horror de un conflicto como el libanés (marcado por las matanzas por motivos religiosos, por la crueldad y por la duración) a través de la cotidianidad.
"Nada distingue los recuerdos de los otros momentos. Sólo los reconocemos más tarde, por sus cicatrices". Con esta cita de Chris Marker arranca este libro, cuyas cicatrices nacen a veces en un conflicto omnipresente y a la vez invisible. En su guerra hay muchos momentos alegres o surrealistas y muchos recuerdos similares a los de cualquier otra niña de su edad. Porque la guerra puede destruir muchas cosas, pero no es capaz de parar la vida. Como dice un personaje de esa maravillosa película llamada Hace mucho que quiero, "la guerra no es tan fuerte, no puede destruirlo todo". Pero sí deja cicatrices, miedos que tal vez no tengan cura y, en el caso de Líbano, la guerra a veces deja nuevas guerras, como ocurrió en el verano de 2006.
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