jueves, 10 de marzo de 2011

El anarquismo individualista...


El anarquismo individualista – Émile Armand

El anarquismo individualista - Émile ArmandÉmile Armand dedica este pequeño ensayo a explicar Lo que es, puede y vale el anarquismo individualista, una corriente que se inscribe dentro del anarquismo pero que debe ser entendida como una filosofía personal y no social. Lejos de buscar una teoría que ayude a construir ese ideal mundo mejor para el conjunto de la sociedad, Armand propone una ética que busque la felicidad personal por encima del bien colectivo, si bien teniendo como premisa el que los actos individuales no perjudiquen jamás a otro ser humano.

El autor propone al anarquista individualista como un ser que se caracteriza por ser “escultor de sí mismo”. Y el primer paso para serlo es dejar a un lado el deseo de “figurar”, de aparentar aquello que no se es (un mal social que aún pervive en nuestro tiempo), para dejar paso al afán de “ser”. Este afán dará como resultado un individuo que vive de manera responsable, independiente y en pugna constante con los artificios con los que la sociedad busca esclavizarle.

Armand explica así a quién va dirigido este libro:

Exponemos francamente que no escribimos para la sociedad en general, sino para los reflexivos o los capaces de reflexionar, para los curiosos, para los críticos, para los insatisfechos, para todos, en suma, los que no se conforman con los formulismos y las soluciones actuales.

Teniendo la equidad como punto de partida, el anarquismo individualista busca fomentar un espíritu de crítica permanente —de ahí la necesidad de la reflexión personal— contra las «instituciones que enseñan, mantienen y preconizan la tiranía de unos hombres sobre la resignación de los demás». Por ello, el anarquista individualista desprecia el contrato social, que históricamente se presenta como un pacto desigual impuesto por una minoría de fuertes a una mayoría de desposeídos, y de ese desprecio se deriva su negación de toda autoridad.

La actitud anarquista concede un lugar secundario al interés económico, que mantiene por propia conveniencia productores inútiles y necesidades superfluas. Tampoco acepta la solidaridad universal, esa que la sociedad impone como método artero para salvaguardar sus intereses, y por la cual el hombre se ve obligado a colaborar en su propia dominación y explotación.

El anarquismo individualista se concibe así, más que como una teoría, como una praxis cotidiana: sin aguardar a que en un futuro incierto el mundo cambie por sí solo, tomará conciencia de sí mismo como una fuerza generadora de cambio que deberá aplicar, en primer lugar, sobre su propia existencia. Colocando la libertad por encima del bienestar material, el individuo se rebelará contra la masa, empleando su razón como herramienta para reflexionar de forma crítica sobre cuanto le rodea, extraer sus propias conclusiones y actuar en consecuencia.

A través de la resistencia pasiva, el anarquista individualista buscará realizar su existencia de la manera que considere óptima, buscando siempre aumentar su libertad personal sin por ello interferir con el resto de hombres. A su vez, tratará de actuar como un fermento que colabore en lo posible a la descomposición de una sociedad injusta. Su vida será una lucha, jamás por métodos violentos, contra lo establecido e impuesto.

El anarquismo individualista, escrito en los albores del pasado siglo, es en definitiva, una obra que, hoy como entonces, va dirigida a una minoría. Y sin embargo es una obra que hoy, tal vez más que entonces, debería ser libro de cabecera de los miembros de una sociedad donde el capitalismo, que hace un siglo apenas germinaba, se ha convertido en un tumor que, amenazando la vida, sólo permite medrar a las células cancerosas que entre todos debiéramos extirpar.

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