domingo, 29 de abril de 2012

¿Dónde está David Bowie?


¿Dónde está David Bowie?

EMI rescata en edición ampliada 'Station to station', su audaz disco de 1976, mientras se especula sobre la delicada salud del cantante británico

En sus buenos tiempos, David Bowie era un adicto a las retiradas. Cada poco anunciaba que abandonaba el directo "para siempre" o que jamás volvería a tocar sus éxitos. A veces, cierto, se trataba de animar la venta de entradas para la gira del momento, pero, en general, obedecía a un deseo de vivir su carrera de manera dramática. En realidad, sabíamos que Bowie era exactamente lo contrario de una Greta Garbo y que inevitablemente volvería.

Ya no existe esa seguridad: parece haberse retirado de la música. Cada poco salta el rumor de una reaparición, pero finalmente se queda en nada. Se le ha podido ver como invitado en algún concierto de una cantante hermosa (Alicia Keys), un veterano de los sesenta (David Gilmour) o un grupo en ascenso (Arcade Fire). Ocasionalmente, visita los estudios para algún proyecto bien pagado de Hollywood, para añadir algo de prestigio al estreno discográfico de Scarlett Johansson, para pagar la deuda contraída con el productor Tony Visconti.

De no tratarse de un personaje tan maquiavélico, experto en manipular a los medios y engatusar a su audiencia, podríamos afirmar que sí, que efectivamente David Bowie se ha retirado. Hablamos de alguien que publicaba un álbum cada dos años, que promocionaba con devoción. Reality, su última colección de canciones nuevas, data de 2003. Al año siguiente, durante la Reality Tour, se quejó de unos dolores en el pecho y fue sometido a una angioplastia en un hospital de Hamburgo; el resto de la gira se cancelaba, y hasta hoy.

Como el resto de lo referente a Bowie, su salud resulta un misterio y un prodigio. Aparentemente, ha sobrevivido intacto a largas temporadas de cocaína, unas dietas caprichosas y un infernal ritmo de trabajo. Sin olvidar el tabaco: su desayuno comenzaba por el Gitanes que le encendía su secretaria. En 2008 circuló el rumor de que habían detectado un cáncer de hígado. En cualquier caso, el tratamiento no parece haberle afectado. Se le ve pasear por Nueva York y acude a inauguraciones y otros actos relacionados con el mundo del arte.

Podría haberse jubilado sin avisar, dejando opciones abiertas. Tiene la excusa familiar: está viendo crecer a su hija, fruto del matrimonio con la modelo Iman. Con 63 años, carece de urgencias económicas, tras una astuta jugada financiera: vendió participaciones en su negocio central, que no es otro que la explotación de sus derechos de autor y sus grabaciones clásicas.

El 28 de septiembre se reedita Station to station. Lo que en 1976 era un elepé, se ha transformado en un triple CD y, en la edición de lujo, en una caja con cinco CD, un DVD, tres vinilos y reproducciones de pases, chapas, fotos y toda la parafernalia deseada por cualquier fan. En el canon de Bowie, Station to station supone la bisagra entre su primera etapa estadounidense y el celebrado Tríptico de Berlín, la colaboración con el productor Brian Eno; según algunos, se debería hablar de cinco discos, ya que Bowie dedicó muchas de sus energías berlinesas a dos trabajos con Iggy Pop, The idiot y Lust for life. En realidad, todo está más liado de lo que aparenta: hubo temporadas en su casa de Suiza y grabaciones en un estudio francés. Station to station nos transporta a los años más enloquecidos de Bowie, una montaña rusa de logros y pesadillas. Consiguió finalmente su objetivo de triunfar en Estados Unidos, gracias a su aproximación a los ritmos afroamericanos de Fame y Golden years. Al protagonizar su primer largometraje, The man who fell to Earth, aprendió las crudas lecciones del negocio del cine: Hollywood ignoró la propuesta del realizador Nicholas Roeg y Bowie no logró colocar su nueva música como banda de la película.

Nunca estuvo más cerca del precipicio. En Los Ángeles tenía acceso a cantidades industriales de merk, cocaína farmacéutica. Su consumo le llevó a la paranoia: se creía el objetivo de una secta dedicada a la magia negra y guardaba su orina en el frigorífico, para evitar que cayera en manos de sus enemigos; terminó recurriendo a un manual del Vaticano contra las posesiones diabólicas, aunque se fiaba tan poco de los que le rodeaban que él mismo ejerció de exorcista. Su papel de extraterrestre en el filme de Roeg agudizó su obsesión por los ovnis y los visitantes del espacio exterior. Todo lo que veía - o imaginaba ver- le sugería que tenía poderes de adivinación. Temía morir en un accidente de avión y volvió a Europa en barco; en el viejo continente, se desplazaba en tren, ante la alarma de los guardias de frontera de la Unión Soviética o Polonia, que revisaban incrédulos su colección de libros sobre el Tercer Reich.

Se le atragantó su famosa capacidad para vampirizar conceptos, sonidos, estéticas. En Estocolmo proclamó: "Gran Bretaña se beneficiaría de un líder fascista. Fascista en su verdadero sentido, no nazi. Después de todo, el fascismo es realmente nacionalismo. De alguna manera, el fascismo es una forma muy pura del comunismo". Cuando llegó a la estación Victoria londinense, saludó al público congregado allí con un gesto que algunos juran que parecía propio de Mussolini. Estaba jugando con fuego y muchos de sus amigos y asociados respiraron aliviados cuando David se alejó de los focos y se refugió en Berlín Occidental, cuyos habitantes prefirieron considerarle otro excéntrico más.

Furia surrealista

- Para Station to station, David adoptó el personaje del Delgado Duque Blanco, entre un dandi alienígena y un esteta en blanco y negro. Durante la gira, el público quedaba noqueado por la proyección de Un perro andaluz, el corto de Buñuel

y Dalí; como música ambiental, un anticipo de

la aventura berlinesa: Kraftwerk.

- La actual reedición incluye el concierto del 23 de marzo de 1976, con sonido superior al de las versiones piratas (se emitió en la serie radiofónica King Biscuit Flower Hour). La banda, un quinteto dirigido por Carlos Alomar, tritura a capricho lo más intenso del repertorio de Bowie más ese clásico de Lou Reed titulado Waiting for the man.

EL PAIS

jueves, 26 de abril de 2012

Joao Silva estaba demasiado cerca...


Joao Silva estaba demasiado cerca

En sus Despachos de guerra, Michael Herr traza una rotunda descripción de Tim Page, una leyenda del fotoperiodismo australiano, que recibió numerosas heridas en Vietnam (a las que sobrevivió): "Recuerdo que cuando me lo presentaron tenía 17 años y pensé que me hubiese gustado conocerle cuando aún era joven". Joao Silva, el extraordinario fotógrafo de The New York Times, herido de gravedad el sábado en Afganistán, dejó de ser joven pronto, cuando, en los años noventa, cubrió el fin del apartheid y los disturbios étnicos en Sudáfrica dentro de lo que se llamó el Club Bang-Bang. El propio Silva, junto a Greg Marinovich, relató las experiencias de este grupo de cuatro informadores gráficos en un libro, El club de Bang-Bang, que editó en España Grijalbo con un prólogo de Ramón Lobo, una historia que ha sido llevada este año al cine con Ryan Phillippe. Los otros dos miembros del club eran Ken Oosterbroek y Kevin Carter. El primero murió en abril de 1994 alcanzado por fuego cruzado en Tokoza, un township al sur de Johanesburgo. El segundo se suicidó en julio de 1994, después de ganar un Pulitzer con una imagen espeluznante que dio la vuelta al mundo: una niña a punto de ser devorada por un buitre durante una hambruna en Sudán. Marinovich resultó herido en el mismo tiroteo que le costó la vida a Oosterbroeck y Silva, de 44 años, pisó ayer una mina. Contar las guerras es un oficio muy duro.

En una carta a casa, un soldado escribió desde Vietnam: "Mamá, no sabes lo que un hombre puede envejecer en una sola patrulla". Silva resultó herido en ambas piernas cuando pisó una mina mientras patrullaba en el sur de Afganistán acompañando a efectivos de la 101 División Aerotransportada. "Como muchos de vosotros habréis leído en nuestra página web, Joao Silva, uno de los mejores fotógrafos de guerra del mundo, resultó herido de gravedad mientras se encontraba empotrado con una unidad militar en la provincia de Kandahar", explicó el director del Times, Bill Keller, a su redacción, según relata el blog Lens del diario neoyorquino. "Carlotta Gall, que se encontraba con él en la patrulla, dijo que los médicos tardaron segundos en actuar, le aplicaron torniquete y morfina y le evacuaron en un helicóptero. Aquellos de vosotros que conocéis a Joao no os sorprenderá saber que nunca dejó de tomar fotos durante todo este proceso".

Ahora Silva se encuentra en un hospital militar en Alemania. Hace un año, también durante una patrulla cerca de Kandahar, el fotógrafo español de Associated Press, Emilio Morenatti perdió su pierna izquierda tras el estallido de una bomba. Nicholas Kristof recuerda algo que saben todos aquellos que han pasado por un conflicto: que los informadores gráficos, fotógrafos o cámaras, muchas veces se llevan la peor parte. No por tópica es menos cierta la frase más famosa del legendario Robert Capa: "Si la foto no es lo bastante buena, es que no estás lo bastante cerca". "Son los fotógrafos los que asumen los mayores riesgos", escribe Kristof. "Un redactor puede conseguir información desde la distancia, pero un cámara o un fotógrafo tiene que estar en medio de la acción. Por eso, mi primera regla cuando me encuentro en una zona de conflicto es no aceptar subirme a un coche con un fotógrafo: si escuchan tiros irá directamente hacia ellos".

No podemos olvidar que Juanxtu Rodríguez en Panamá, Jordi Pujol en Sarajevo, Luis Valtueña en Ruanda, Miguel Gil en Sierra Leona, José Couso en Bagdad y Ricardo Ortega en Haití murieron con una cámara en la mano (Julio Anguita y Julio Fuentes eran plumillas, y también se dejaron la vida en los caminos de la guerra). Sin sus fotografías, sin las imágenes de Joao Silva desde Irak o Afganistán, la guerra sería un lugar abstracto y lejano, que nos dejaría indiferentes. Gracias a su trabajo, somos capaces de entender lo que es el horror. ¿Su presencia sirve para mejorar algo, para que la guerra sea menos horrible, puede detener a los verdugos? Tal y como está el mundo, no estoy seguro, pero si sé que sin ellos las cosas serían mucho peores, sin los reporteros gráficos, sin tipos como Silva -conocido en la oficina de Bagdad de The New York Times por su afición al Malboro rojo, los desayunos con Redbull, por su valor y porque planificaba sus viajes para poder estar en Sudáfrica en los cumpleaños de sus dos niñas pequeñas- el mundo sería un lugar, si cabe, peor.

miércoles, 25 de abril de 2012

Escondido en el armario...

Que coño haces en mi armario? No me digas que me calle, es mi puto armario.
Las choteadas de mi padre de Justin Halpern

lunes, 23 de abril de 2012

El fin de las supermodelos...


El fin de las supermodelos

Chicas cada vez más jóvenes y anodinas pueblan las pasarelas. Nadie las conoce fuera de la moda. La era de las ‘top’, que en los noventa se convirtieron en estrellas mediáticas, terminó. no ha habido relevo. ¿Es Gisele Bündchen la última superviviente de una especie en peligro de extinción?

Karlie Kloss, Maryna Linchuk, Alla Kostromichova y Daria Strokus. Los nombres de las cuatro primeras modelos del último desfile de Christian Dior en París. ¿No le suenan de nada? Pues seguramente verlas tampoco le ayudaría a reconocerlas. Las chicas que pueblan hoy los desfiles más importantes y las páginas más prestigiosas son, en general, absolutas desconocidas para el público no especializado.

La era de las supermodelos se acabó y no ha habido relevo. Ya lo dijo Claudia Schiffer hace dos años. La modelo alemana sabe de lo que habla. Ella alcanzó una notoriedad mundial en el arranque de los años noventa que casi ninguna de sus colegas ha podido igualar después. Según Schiffer, sólo en el caso de Gisele Bündchen se podría utilizar el término top model de una forma similar. Las supermodelos fueron un fenómeno único gracias al cual Linda Evangelista, Naomi Campbell, Christy Turlington, Eva Herzigova o Cindy Crawford trascendieron el ámbito de influencia de su profesión para convertirse en estrellas del mundo del espectáculo. Salían con actores, músicos, deportistas o magos, protagonizaban películas y vídeos musicales, abrían cadenas de restaurantes y se forraban con vídeos de aeróbic.

“Eran un puñado de mujeres que representaban la belleza absoluta de forma universal”, opina Nieves Álvarez. La modelo española empezó a trabajar en 1991 y tuvo ocasión de conocer el fenómeno de primera mano en los desfiles de Azzedine Alaïa en París en los que participó. “Naomi era la fuerza, Christy Turlington, la elegancia… cada una representaba algo. Gustaban a los hombres y a las mujeres. Era un momento en el que el glamour del cine no tenía el poder de otras épocas. Hoy las modelos son mucho más aniñadas, anónimas y parecidas entre sí. Gisele es una de las pocas que siguen representando ese canon más de mujer”.

Precisamente, la modelo brasileña a la que todos salvan del anónimo destino que aguarda a las modelos en la primera década del siglo XXI, ha expresado su deseo de trabajar menos. Aún así, tras tener su primer hijo a los 29 años ha anunciado el lanzamiento de una línea de cosméticos y ha presentado una nueva colección de las chancletas que llevan su nombre. Aunque era raro verla sobre una pasarela desde 2004, no tiene planes de volver a pisarla en breve. ¿Una auténtica despedida de la última de una estirpe significaría la desaparición de la especie? Hasta cierto punto, porque las top models originales siguen en muchos casos en activo. Pasados los 40, Linda Evangelista ha protagonizado anuncios de Prada o L’Oréal y ha sido portada de Vogue. Claudia Schiffer traspasará este año esa frontera de edad y sigue siendo la imagen de los perfumes de D&G y Alberta Ferretti o de la colección de ropa y complementos de Salvatore Ferragamo. Igual que Naomi Campbell, a la que la edición rusa de Vogue ha dedicado un número monográfico para conmemorar su 25º aniversario en los quioscos.

“A muchas las veo más guapas ahora que antes. No me extrañaría que siguieran trabajando dentro de 10 años. Eran muy listas y por eso siguen ahí. Dirigen una empresa que son ellas mismas.”, apunta Álvarez. “Yo nunca percibí rivalidad entre ellas. Se las veía como una piña. Sabían lo que tenían entre manos. Después de todo, este fenómeno lo habían creado ellas”. Es cierto que las top models, las supermodelos, o como se prefiera llamarlas, fueron el producto de un momento y un lugar muy concretos. Aunque el término se utiliza desde los años cuarenta, antes de ellas, sólo maniquíes puntuales (piensen en Twiggy) conseguían hacerse un hueco en el imaginario colectivo. No hay en la historia de la moda precedentes de un grupo de mujeres que salten de la pasarela para meterse en tromba –y de la mano– en los salones del mundo a la hora de cenar. En ese sentido, el milagro es probablemente irrepetible.

Al final de la década de los ochenta, la moda no era todavía el abrumador y corporativo negocio millonario que es hoy. Tampoco se trataba ya del artesanal reducto de la elegancia de los años dorados de la alta costura. Con el auge de la cultura del videoclip y del culto al cuerpo, a la industria de la estética se le abrían infinitas posibilidades. Era como un adolescente, con todo su potencial por disfrutar. Y todos lo aprovecharon. Los diseñadores, las revistas, los fotógrafos. Pero, tal vez, más que nadie, aquellas espléndidas campeonas de la belleza. “En aquella época todo era mucho más divertido”, recuerda Didier Fernandez, que fue –y sigue siendo– el agente de Linda Evangelista. “Esta industria gozaba de más libertad, no era un mercado global, sino pequeñas empresas familiares a las que todos contribuíamos. Con las gigantescas multinacionales de ahora ya no hay excitación. En París yo estaba siempre en el backstage y era una fiesta. Había excentricidad, personalidad… Lo pasábamos bien. Ahora parece un banco. Tan estructurado y organizado”.

Con la democratización de la moda llegaron también el dinero y una generación de diseñadores dispuestos a romper esquemas y trasladar a su negocio los usos y costumbres propios de la industria del espectáculo. Buena parte de la responsabilidad en la canonización de las top se le atribuye al italiano Gianni Versace, que fomentó su imagen de grupo al unirlas en sus desfiles. Richard Avedon creó para él emblemáticas estampas de grupo que inmortalizaron el retablo. “Hoy hay un mercado que da imagen, el de marcas como Prada y Gucci. Ahí no hay mucho dinero, pero sí estatus”, explica Ramón Carmena, director de la división femenina de la agencia española Traffic. “Es el que permite luego pedir mucho más caché por la publicidad de cosméticos o productos de consumo masivo, que es donde está la gran facturación. En los noventa las cosas eran distintas. Las firmas de lujo daban prestigio, pero también pagaban mucho. Versace o Dolce & Gabbana desembolsaban cifras astronómicas. Ahora han bajado las tarifas para las modelos y, en cambio, gastan más en el fotógrafo o en el director de arte”.

El cambio en el modelo de negocio podría explicar en parte por qué no se ha podido replicar ese panteón de diosas reconocibles por el gran público, pero hay más razones. A finales de abril, en una conferencia celebrada en la Universidad de Harvard para discutir la responsabilidad de la industria de la moda en los trastornos alimenticios, Anna Wintour apeló a esta espinosa cuestión como motivo. Según la directora de la edición estadounidense de Vogue, el abrazo generalizado de un canon de belleza escuálido y aniñado hace difícil que las chicas puedan seguir trabajando al llegar a una edad mínimamente adulta y, por tanto, no tienen ocasión de desarrollar una personalidad pública. Eso provoca que las portadas de las revistas y los lucrativos contratos cosméticos acaben en manos de actrices y cantantes, mucho más carismáticas.

Para Didier Fernández, en cambio, fueron las revistas y los diseñadores los que dejaron de apoyar a las modelos. Hartos de sus caprichos de diva, de sus cachés y de que se les prestara más atención a ellas que a la ropa, promovieron maniquíes más fáciles de controlar. Y de reemplazar. “Las top crearon mucha frustración y molestaron a mucha gente. Yo lo vi de cerca”, admite el agente de Linda Evangelista. “Hoy hay muchísimas modelos”, observa Maurilio Carnino, de MTC Casting Inc, director de casting que trabaja con Custo Barcelona, Davidelfin o Sophie Theallet. “Hay una tendencia a preferir una cara desconocida para dar más valor a la prenda. La carrera de modelo se ha vuelto más corta y menos lucrativa”. “Antes duraban más”, confirma Ramón Carmena. “Hay chicas de 16 años que abren el desfile de Marc Jacobs y a los 17 ya no trabajan. La oferta es muy amplia y todo va mucho más rápido. Cada vez hay modelos más jóvenes y que acaban antes”.

“Algunas consiguen longevidad y otras no”, matiza Didier Fernandez. “Lo que sí es cierto es que hoy hasta mi portero es top model. Por la cantidad de chicas que hay, las carreras se acortan. Yo jamás digo que soy agente, porque todo el mundo tiene una sobrina, una prima o una amiga a la que debería representar”. “Son niñas que se hacen famosas con 16 años, pero ese look dura dos años, no hay forma de mantenerlo al acabar la adolescencia. Yo desfilé durante mucho tiempo. Ahora me sería imposible durar tanto”, argumenta Álvarez. La modelo analiza: “Pero es un modelo de mujer que no cala en la calle. Nadie se siente atraído por estas chicas. Ni siquiera las recuerda. Por eso se eligen actrices en las portadas. A la gente le gusta tener ilusiones y sueños. Llevamos varios años hablando de la vuelta de las curvas, pero luego los desfiles son más pálidos y lánguidos que nunca. El último de Louis Vuitton proponía una mujer más exuberante. ¡Y qué alegría daba verlo! Espero que no se quede en una anécdota”.

Ese desfile de Marc Jacobs para Louis Vuitton cerró el calendario internacional de presentaciones de las colecciones del próximo otoño-invierno. Ratificó la defensa de un canon de belleza más adulto, formado y variado, en el cual el sector está embarcado desde el arranque de este año. Laetitia Casta o Elle McPherson fueron algunas de las modelos que volvieron a la pasarela para la ocasión. Jacobs se sumó a Stuart Vevers (en Loewe) o Miuccia Prada en el rescate de cuerpos inéditos en las pasarelas en los últimos años. Curiosamente, muchas de esas sinuosas anatomías pertenecen a chicas que amasan auténticas fortunas trabajando en un mercado más comercial. En especial, aquellas que consiguen amarrar alguno de los lucrativos contratos de los ángeles de la firma de lencería estadounidenses Victoria’s Secret. Entre las 10 modelos que más ganaron en 2009, según la revista Forbes, hay varios de esos casos. La alemana Heidi Klum o las brasileñas Adriana Lima y Alessandra Ambrosio no aparecen en las publicidades de prestigio ni en las portadas que dan estatus. Sin embargo, ocupan el segundo, el cuarto y el quinto lugar de esa lista.

¿Indica eso un cierto divorcio entre la industria y el interés general? “Los números de Forbes no son exactos”, zanja Didier Fernandez. Su agencia, DNA Models, representa a dos mujeres de esa enumeración: Natalia Vodianova y la holandesa Doutzen Kroes, que presta su imagen a Victoria’s Secret y a L’Oréal. “En cualquier caso, es cierto que Victoria’s Secret es una de las empresas que más pagan. Cuanto más amplia es la difusión de un producto más se cobra por anunciarlo”. “Victoria’s Secret es una lanzadera para una modelo”, opina Ramón Carmena. “A raíz de ser seleccionada para su desfile, el caché de Clara Alonso [modelo española que él representa] se triplicó. Además, la repercusión mediática hizo que otros clientes se fijaran en ella y que gente que antes no la quería la contratara”.

La única modelo que ha conseguido aunar todos los intereses y palos –que ha compaginado el prestigio con los ingresos millonarios– jamás ha sido imagen de esa firma. Se trata de Kate Moss. Su caso, una vez más, resulta singular. Cuando la británica apareció en escena –en 1990– era la antítesis de las atléticas beldades que reinaban en la época. Flaca, bajita y desgarbada, fue una de las causantes de la edad de hielo de las supermodelos, ya que consiguió que sus compañeras parecieran seres de otra era. “Cuando llegó Kate Moss se empezó a buscar un look más andrógino. Yo incluso me corté el pelo y quise afearme”, confiesa Nieves Álvarez. “Hubo un momento en el que quise dejarlo. Es duro porque pasas de ser guapísima a ser descartada por clásica. Ella rompía con todos los cánones, pero ha sabido evolucionar y su fotogenia y capacidad de reinventarse son únicas”.

Al final, la antimodelo ha sido la única capaz de seguir la estela de carreras longevas y altamente diversificadas. A los 36 años –todavía en activo y reconvertida en diseñadora para Topshop o Longchamp y en musa de artistas como Lucian Freud– representa la supervivencia de un esquema que, en parte, ella misma contribuyó a desterrar. “Eso de las top siempre fue un invento”, argumenta Didier Fernandez. “Para mí, sólo hay tres categorías de modelos: buenas, normales y malas. Una mala no tiene futuro alguno. Una normal hará dinero y trabajará un tiempo. Una buena trasciende tendencias y épocas. Son mujeres interesantes, están interesadas en lo que hacen y duran. Esta es la única industria en la que se puede ser una estrella a la primera. ¿Qué ha pasado con el trabajo, con aprender y crecer? Es como decir que un doctor es un genio tras su primera operación”.

En la conferencia de Harvard también participó el diseñador estadounidense Michael Kors, quien expresó su preocupación por la excesiva juventud de las chicas. “Estamos hablando de niñas, y las presiones que soportan son horrendas”. La paradoja hipócrita es que se disfraza de adultas a adolescentes –la mayoría de las pasarelas internacionales no permiten que desfilen menores de 16 años– para vender productos a mujeres hechas y derechas a las que se ofrece un modelo estético imposible de alcanzar. Para romper este ciclo de lo absurdo, Anna Wintour trasladó una petición a los diseñadores: “Que reviertan la tiranía de los muestrarios de ropa diminutos que apenas le sirven a una chica de 13 años en plena pubertad”.

Las mejores modelos de la última generación, chicas como Daria Werbowy, Raquel Zimmermann o Lara Stone, son ya veinteañeras, pero no consiguen ser reconocidas por el gran público como sí hicieron Kate Moss o Gisele Bündchen. “Para aparecer en la prensa ahora tienes que hacer algo decadente y bochornoso. Drogarte o acostarte con alguien y correr a contarlo”, reflexiona Fernandez. “Si observas a esos famosos de quinta que están todo el día en los medios de comunicación, te das cuenta de que no es por nada que hagan, sino por su conducta escandalosa. La moda ha cambiado, sí. Pero la prensa también. En 15 años se ha extendido el virus del cortar y pegar, de la información que se transmite sin contrastar. Hay demasiado ruido y no hay espacio para historias que no sean escandalosas. Angelina Jolie manipula a los medios para conducir su atención hacia lo que le parece importante, pero las modelos no tienen ese poder para usar a la prensa y no acabar siendo víctimas de sus abusos”. En parecidos términos lo ve Maurilio Carnino: “Todo está accesible al momento. Se informa tanto de cualquier cosa, que es como si no se informara de nada. Así es mucho más difícil destacar”.

Se ha abusado tanto del término supermodelo, que ha quedado desvirtuado y banalizado. ¿Qué es una top? ¿Una modelo muy conocida? ¿Una que gana mucho dinero? ¿La que triunfa en un reality show televisivo? ¿Ninguna y todas las anteriores? En todo caso, la dificultad para replicar el misterioso caso de las maniquíes saca a la luz algunas de las cuestiones menos hermosas del sistema de la moda contemporánea.

La sucesora: Gisele Bündchen. Brasileña, de 29 años, se dio a conocer a finales de los noventa. Se la considera, junto a Kate Moss, la única heredera del fenómeno top modelde alcance global. Este abril, tras dar a la luz a su primer hijo, Benjamin Rein, reaparecía en la portada de Vogue. El día 8 presentaba en París una nueva colección de sus chancletas Ipanema. Pero la rapidez de su retorno era equívoca. La modelo que más dinero ganó en 2009, según Forbes (25 millones de dólares), ha anunciado que no quiere volver a la pasarela. Ámbito que, de todas formas, tenía aparcado desde 2004.

Cuento de moda: Natalia Vodianova. Su aniñada belleza sigue intacta a los 28 años. Ocho años después de que esta rusa encandilara al diseñador Tom Ford. Su historia es de cuento: la delicada vendedora de fruta en un puesto callejero en Rusia que reinó en las pasarelas de París y se casó con un noble británico. Ese clímax narrativo sucedió en 2001; hoy, Vodianova es madre de tres hijos y está en otro tránsito: a modelo polifacética. Ha creado una fundación que ayuda a niños en su país y diseña una colección de ropa interior para Etam.

La chica de hoy: Lara Stone. A los 26 años, esta holandesa representa el triunfo de un canon de belleza más voluptuoso. Suceder a Madonna en la publicidad de Louis Vuitton y un número de Vogue París íntegramente dedicado a ella (en febrero de 2009) son algunos de los argumentos de su candidatura a modelo más cotizada del momento. Ha sido un éxito tardío, ya que lleva más de una década trabajando. Sólo a partir de 2006, la industria empezó a apreciar sus dientes separados y sus curvas. Queda por ver si asienta su estrellato.

La leyenda indomable: Naomi Campbell. La británica, de 39 años, ha demostrado tanta belleza como carácter a lo largo de su carrera. A los 16 años empezó a trabajar con Azzedine –Papa– Alaïa. Y, a pesar de polémicas y turbulencias, no ha parado. El último ejemplo –un cuarto de siglo después– es el número de abril de Vogue Rusia. Para celebrar su aniversario, la cabecera publica un monográfico sobre la diva. La mujer que se rebeló contra el impenetrable destino de esfinge de las maniquíes revelando una personalidad explosiva.

Cerebral y visceral: Claudia Schiffer. Reinó en los noventa. Imagen de L’Oréal y Ferragamo a los 39 años. Fue la novia de Mickey Mouse en un anuncio de Fanta y un remedo de Brigitte Bardot en la campaña de Guess. Coqueteó con lo masivo, que no le privó de éxitos de alta costura, gracias a un valioso aliado: Karl Lagerfeld. En 1992 era considerada la modelo mejor pagada y pronto se reencarnó en empresaria, con calendarios, vídeos y una fallida cadena de restaurantes.

Eternamente ‘sexy’: Eva Herzigova. A los 37 años, esta modelo checa sigue explotando la popularidad de su sex appeal. Hace ya 20 primaveras que su escote conmocionó al mundo en un anuncio de Wonderbra. En este tiempo, y sin necesidad de estreno cinematográfico alguno, Herzigova ha sabido alternar con elegancia la alfombra roja y la pasarela. Y sigue trabajando con fluidez: apareció en el desfile de esta primavera de Hermès y comparte con Claudia y Naomi la campaña del primer perfume de D&G.

La favorita de los gurús: Daria Werbowy. Canadiense, de 26 años. Saltó ala fama gracias a Miuccia Prada y a Steven Meisel. El contrato que firmó con Lancôme en 2004 le otorgó el caché definitivo de top model. Fue la rúbrica de una ascensión de manual. Entre 2003 y 2005 fue imagen de Prada, protagonizó tres portadas de Vogue Italia en un solo año y batió el récord de abrir y cerrar desfiles (aparecer la primera y la última, el mayor honor sobre una pasarela) en una sola temporada. Su escasa notoriedad fuera de la industria explica que –a pesar de ser la favorita de esta– modelos como Heidi Klum o Adriana Lima ganen más que ella, según Forbes.

Orgullosa veterana: Linda Evangelista. A los 44 años es el rostro de L’Oréal. El dispensador de tópicos sobre las top models originales le otorga a Linda Evangelista el de la versatilidad. Y es posible que sea cierto tras casi 25 años de carrera. Su fichaje por L’Oréal en 2007 y la publicidad de Prada del año siguiente cimentaron la tesis del retorno de las supermodelos de los noventa. Didier Fernández, su agente, se rebela también contra ese lugar común. “Estar hablando siempre de su vuelta es ridículo. ¿Dónde se supone que se mete entretanto? Ella es modelo, le gusta su profesión y, a diferencia de otras, nunca ha querido dedicarse a otra cosa”.

EL PAIS

domingo, 22 de abril de 2012

El mundo me parece...

El mundo me parece tan sucio cuando no estoy bebida.

Kirsten (Lee Remick) en Días de vino y rosas (1962)

viernes, 20 de abril de 2012

Los 'Trending topics'...


Verdades y mentiras de los 'Trending topics'

Son una especie de radiografía de lo que habla la gente en cada instante. Los 10 términos más repetidos en la red twitter.com generan eco. ¿Cómo funciona esta 'democracia' de lo más popular?

Los Trending topics son una simple lista de los 10 términos más repetidos en ese momento en twitter.com y que aparece en la parte inferior de esa web. Pero nunca tan pocas palabras fueron vigiladas por ojos más atentos. Hay razones de sobra: como un pájaro en la mina de la información, suelen ser los primeros en advertir de que algo está ocurriendo o a punto de ocurrir. El trabajo sucio no lo realiza un ser vivo, sino un algoritmo que rastrea al segundo millones de tuits según se escriben desde todo el mundo. El resultado es una foto bastante enfocada y en tiempo real de los intereses de los 200 millones de usuarios de Twitter. Para muchos tuiteros, enterarse de una noticia por el ranking de lo más popular es habitual, y estar pendiente de la lista, un hábito.

La traducción al español propuesta por Fundeu de trending topics es "temas del momento" o "tendencias", pero no ha tenido demasiado éxito. Cuando la noticia de última hora ocurre, siempre hay tuiteros por medio: desde el terremoto en Lorca del pasado miércoles, retransmitido y fotografiado por afectados, hasta la captura de Osama Bin Laden, filtrada por un miembro del gabinete de Donald Rumsfeld antes del anuncio público de Obama. En las dos horas que rodearon la noticia de la muerte del hombre más buscado del mundo se escribieron casi 28 millones de tuits, con picos de 5.100 tuits por segundo.

Pero la mayoría de las noches la lista no pasará a la historia, ni la charla de los usuarios coincidirá con las noticias. Lo habitual es un batiburrillo de cultura popular, fútbol, cine, televisión, tecnología o bromas internas de la Red, muchas veces agrupadas con un hashtag (una etiqueta marcada por el signo #). Los grandes trendings del año pasado fueron el vertido del golfo de México, el Mundial y el terremoto de Haití, pero también la vuvuzela, el pulpo Paul, dos películas, el iPad, el sistema operativo Android y, como único y más popular ser humano, el cantante Justin Bieber. Más ejemplos: en el último mes, en España han triunfado los cotilleos de la boda real inglesa (#royalwedding, que llegó a ocupar todos los puestos del ranking), las bromas sobre una foto de Gerard Piqué tomada mientras esperaba a Shakira en el aeropuerto (#piquetón) o las críticas a Andreu Buenafuente por su entrevista a la ministra Sinde. En los trending topics se mezclan grandes noticias con veleidades típicas de las charlas de oficina. Con ellos se puede medir, palpar y pesar esa entelequia llamada "eso de lo que habla la gente".

La idea nació en 2008, cuando una diminuta empresa de seis empleados llamada Summize trabajaba sin mucho éxito en un buscador de opiniones sobre productos. La certeza de la quiebra les hizo dar un volantazo y construir, en tres semanas, un buscador en tiempo real capaz de poner orden en el caótico Twitter de la época. Existían otros productos similares, pero solo a ellos se les había ocurrido crear un algoritmo matemático capaz de ordenar en una lista los temas sobre los que los usuarios estaban charlando justo en ese momento y no en otro. Tres meses después, empresa y trabajadores eran absorbidos por Twitter, y su motor de búsqueda y sus trending topics pasaban al ADN de la red social.

Si Google busca en el pasado de lo escrito en medios y los blogs, ellos lo hacen en el presente de la conversación entre humanos. Pronto otras grandes comunidades empezarían a facilitar información interna en tiempo real y el término trending topics [abreviado como TT] sería usado de forma genérica para describir tendencias emergentes en Internet. En Twitter, la fórmula intenta capturar los temas emergentes y no los asuntos que son populares durante un largo periodo de tiempo. Cuando en pleno escándalo sobre las filtraciones los usuarios empezaron a echar en falta la presencia de WikiLeaks en los trendings, la empresa tuvo que justificar el comportamiento de su algoritmo, modificado para que Justin Bieber no apareciera siempre o para que la palabra Navidades no copara cada fin de año, explica a este periódico uno de los padres de los trendings, Abdur Chowdhury.

El éxito de la ocurrencia ha sido fulminante. Quien tenga la sensación de que no se para de hablar de ello, acierta. Los trending topics son trending topic. En 2008 no se mencionó en toda la prensa escrita nacional ni una sola vez el término trending topic (o topics) asociado a Twitter, según datos de la empresa de seguimiento de medios Acceso para EL PAÍS. En 2009 apareció solo 20 veces. En 2010 subió a 195. Solo en los cuatro primeros meses de 2011 va por 467. Gran parte de ese crecimiento se explica porque en noviembre de 2010 se lanzaron los temas del momento locales en España. De pronto, esas palabras incomprensibles relacionadas con la vida urbana norteamericana comenzaron a cobrar sentido, y salir en la foto era mucho más sencillo. Hoy, la empresa de San Francisco está profundizando en la hiperlocalidad: la lupa puede acercarse hasta vigilar los temas que interesan a una sola ciudad como Madrid.

La empresa californiana conoce bien el valor de aparecer en su listado de temas calientes. La venta de las primeras posiciones del top como "tendencias patrocinadas" es una de sus fuentes de financiación más prometedoras, y su interés aumenta según la segmentación local de la red social mejora. Adquirir un trending topic durante un día cuesta entre 70.000 y 80.000 dólares [entre 42.000 y 49.000 euros]. Decenas de grandes nombres, como Coca-Cola o Disney, han probado esta forma de publicidad durante el año que lleva en marcha.

En España, las empresas más valientes intentan asomarse al ranking a través de concursos y promociones, pero lo habitual es el miedo al trending. "Es un arma de doble filo", explica Mauro A. Fuentes, director de social media en Tinkle. Aunque los usuarios suelen hablar de marcas en las redes sociales, en muchas ocasiones es para mal. Agencias como la de Fuentes ofrecen a sus clientes planes de emergencia para crisis de reputación online provocadas por la aparición negativa en los trendings.

Uno de ellos es Eroski, que recordará siempre el 7 de marzo como el día que aprendió qué significa ser carne de trending indeseado. El día anterior, un internauta subió una viñeta a una página web en la que se bromeaba con lo que ocurría si se buscaba en Google Imágenes "Eroski Málaga". La viñeta saltó a la red social Twitter, donde los usuarios empezaron a probar y a pasarse entre ellos el chisme. Al teclear esas palabras, Google priorizaba las fotos de las prostitutas que trabajaban en la zona del Eroski de Málaga, con los resultados gráficos imaginables. Fallos de posicionamiento así son habituales. Si los trendings no fueran tan visibles, el asunto se hubiera quedado en una curiosidad. Pero lo cierto es que, de forma involuntaria, la empresa protagonizó dos días seguidos el ranking español, e incluso apareció en la lista mundial. Y en los telediarios, y en los periódicos.

La reacción de la cuenta oficial en Twitter de Eroski suavizó la crisis y gustó a los usuarios: "Uno no decide cuándo ni cómo ser trending topic mundial", dijeron. Es verdad. Además de las reputaciones corporativas, las personales también penden en estos tiempos de unas pocas palabras y de que estas trasciendan o no a los medios.

Han sido sonados casos como el de David Bisbal, que vio cómo un comentario suyo simple y bienintencionado sobre las revueltas egipcias servía como excusa para cientos de chistes. O el de Alejandro Sanz, que ha abandonado la Red esta semana dando un portazo debido a la presión social... sobre su ortografía. No son los únicos: al estrechar el punto de mira con la llegada de las tendencias locales, perfectos desconocidos (desde una ilustradora acusada de plagiar a un tuitero hasta una joven bloguera de moda lapidada por su mal gusto) han sufrido el ataque de las masas en una acción que podría bautizarse como twitterbulling. Una vez en la lista de lo más visto, los asuntos son imparables, porque quienes no están al tanto comienzan a preguntarse por ello, aupándolo aún más.

Pero ¿se están usando los TT como excusa para informar sobre trivialidades? Consideraciones sobre el estado de las empresas informativas aparte, los expertos coinciden en que el paradigma comunicativo está cambiando. Para el profesor de periodismo de la Universidad de Navarra José Luis Orihuela, los medios están aprendiendo a incorporar los contenidos sociales, algo que deberán hacer más rigurosamente en el futuro. Con las plataformas sociales de información, los usuarios influyen en los medios y no solo al revés. Es "un fenómeno irreversible, aunque no carente de polémica: el criterio profesional de los periodistas se enfrenta a los intereses circunstanciales de los usuarios y a un sistema de filtrado basado en sus propias comunidades de referencia", escribe.

La relación usuarios-medios en Twitter es más compleja y dinámica de lo que podría imaginarse. No se trata de una dictadura de los medios, pero tampoco de una democracia popular.

Algunos investigadores como el físico Bernardo Huberman, director del Social Computing Lab de HP y profesor de Stanford, trabajan en la comprensión del fenómeno. "En los medios sociales no hay un editor, sino que se va de abajo arriba. Los temas son como globos, algunos suben y otros no", explica por teléfono. Que muchos de los trendings que logran ascender hasta los medios tengan que ver con celebridades y con la parte más lúdica de la red social es un fenómeno global, explica Huberman. "Un famoso es solo una persona con grandes ingresos de atención". En la era de la sobreabundancia informativa, el tiempo de los demás es el mayor bien. Pero que las celebridades sean quienes más seguidores poseen en Twitter no quiere decir que sean influyentes. Ser conocido no basta para lanzar con éxito una tendencia.

Huberman ha descubierto que la vida de la mayoría de los trending topics es de entre 20 minutos y una hora, y que suelen ser impulsados por los retuits, es decir, mensajes de terceros reenviados por un usuario a sus seguidores. La mayoría se origina en medios tradicionales. Del análisis de 16 millones de tuits en otoño del año pasado concluyó que 22 usuarios eran la fuente de la mayoría de retuits cuando un asunto era TT. De esos 22, el 72% eran cuentas de grandes medios como CNN, The New York Times, la BBC o EL PAÍS. Un ejemplo tipo: explota un volcán en algún lugar del planeta, la CNN avisa, miles de usuarios de todo el mundo se hacen eco y en pocos minutos se olvida, porque la noticia ya es otra (el número de víctimas, por ejemplo). Los usuarios funcionan como filtro y amplificador. Da igual que la CNN tenga menos usuarios que Lady Gaga.

Huberman ha centrado últimamente su interés en el diminuto porcentaje de trendings capaces de sobrevivir durante un largo tiempo en un ecosistema tan veloz y competitivo. Para él, estos conforman la conciencia de la comunidad. "Retuitear es como usar un chicle mental, lo haces sin pensar. No es algo activo", afirma. Sostener en el tiempo una tendencia implica otros mecanismos. Sus resultados preliminares indican que un pequeño número de gente muy activa que insiste en realizar tuits sobre el mismo tema a lo largo del tiempo (y no solo retuits rápidos) es la responsable de esos trending topics.

Así se explica cómo pequeños grupos cohesionados pueden mantener en lo más alto temas alejadísimos de la agenda mediática, se trate de fans de Justin Bieber o de campañas políticas como el #nolesvotes, que ante las próximas elecciones pide el voto de castigo a los partidos que apoyaron la ley Sinde o que han sido afectados por casos de corrupción. Dicho de otra manera: la propaganda, las campañas políticas y publicitarias, los fans y antifans funcionan. Pero eso no quiere decir que los TT sean fáciles de manipular. "Es como estar en una asamblea en la que hay un millón de personas gritando e intentar que lo que uno dice sea el tema de conversación principal", afirma Huberman.

Afortunadamente, lo viral en Internet es impredecible y no se sabe exactamente qué activará el interés de los usuarios. Pero existen algunas piedras en las que se tropieza una y otra vez. La falta de reflexión asociada a los retuits rápidos es una de las culpables de que Twitter, además de una revolucionaria herramienta informativa, sea a la vez una gran máquina de generar bulos. En los últimos meses, los TT han "asesinado" a Jackie Chan, Justin Bieber, Kanye West, Morgan Freeman, Lindsay Lohan, Mick Jagger o Charlie Sheen. Bill Cosby ha desmentido cuatro veces su muerte tuitera. Tirando del hilo se puede llegar al origen de muchas de estas mentiras: Rich Hoover, creador de una web que genera falsas necrológicas a las que la comunidad insiste en dar credibilidad una y otra vez.

Si los trendings acabarán siendo la sublimación de la opinión popular y la revolución del periodismo o una insufrible fuente de publicidad, cotilleos, bulos linchamientos, es una incógnita. Tampoco está claro si los internautas deberían ceder tanto poder a una única empresa privada, sometida a sus propias normas y bajo jurisdicción estadounidense.

En cualquier caso, puede que su propio futuro aparezca reflejado en ellos. El equipo de Huberman ha conseguido predecir el comportamiento en taquilla de una película que aún no se ha estrenado analizando la inteligencia colectiva de Twitter, el volumen y el sentimiento de las conversaciones. Las 10 palabras más influyentes del mundo no diferencian entre el mundo digital y el real, pero dan pistas de ambos.

EL PAIS

jueves, 19 de abril de 2012

Mierdas...

No, no puedes cabrearte con la gente porque sean unos mierdas. No te preocupes, que ya se cabreara la vida con ellos.
Las chorradas de mi padre de Justin Halper

martes, 17 de abril de 2012

Cómics 'online' contra la censura...


Cómics 'online' contra la censura

Homosexualidad en el Pentágono, represión sexual en Líbano, narcotráfico en México y Colombia.- Las viñetas en Internet se han convertido en una forma de denuncia para grupos sociales, colectivos de artistas y hasta gobiernos

-Soldado Howard, me han informado que se le ha visto participando en un acto homosexual. Considero que esta información es verosímil, así que le tendré que informar de sus derechos de acuerdo con el artículo 31....

-Señor, pero no entiendo.. ¿De qué trata todo esto?

-Soldado, se le asignará un abogado y tendrá que hablar con él sobre sus preferencias sexuales. Ya no podrá servir en el Pentágono.

Un tema tabú del que no se hablaba hasta la administración de Barack Obama y ahora da la vuelta al mundo en forma de cómic: los homosexuales no pueden servir en las Fuerzas Armadas estadounidenses. Es la política del "No preguntes, No digas nada" (Don't Ask, don't tell).

El sargento Howard es un personaje de Ethan Persoff, el creador de Cómics con Problemas, un archivo de viñetas online en el que distintos artistas estadounidenses y organizaciones le exponen problemas sociales. Bajo el título "Escoge un problema", ofrece decenas de cómics que con bastante humor hablan sobre el consumo de drogas, el aborto, el acoso sexual o el Sida. Todo lo que es considerado popularmente como un problema está en el archivo de Persoff, un estudiante de periodismo, graduado en arte, que hace cinco años empezó a compilar cómics "problemáticos", como él los denomina.

Algunos eran copias de folletos gubernamentales que pretendían concienciar sobre el uso de anticonceptivos o la caza de animales, pero eran olvidados poco después de su lanzamiento. Así que este universitario de 26 años decidió hacer un "archivo de historia" con viñetas de denuncia que siempre estuvieran presentes. "Ilustramos procesos reales y nos reímos de ellos. No es sólo hacer una denuncia sino demostrar lo absurdo que son ciertas situaciones como la política contra los homosexuales en el Ejército", explica Persoff. Asegura que la viñeta del soldado Howard ha dado la vuelta al mundo y, con numerosos apoyos, ha servido como medida de presión contra la política de género del gobierno estadounidense. "Hacemos conciencia social de una manera que a veces tiene mucho más impacto que las campañas tradicionales"; añade en entrevista por email desde Austin, Texas.

Internet significa no borrar. Es un archivo de memoria virtual, que permite que los temas tabú no caigan en el olvido. Así lo pensaron las creadoras de las Aventuras de Salwa, una guapa mujer libanesa que se dedica a pelear con todo hombre que la llega a hostigar sexualmente. Desde hace unos meses, Salwa es la heroína de Líbano, alguien que esconde sus superpoderes en el bolso. Una gran feminista que lucha contra el acoso sexual. Fue una de las primeras campañas que surgieron en Internet para concienciar a las mujeres que han sufrido este tipo de violencia en ese país, animándolas a denunciar, algo que hasta hace unos años era impensable.

"El cómic se está convirtiendo en una forma de activismo social y a través de las redes sociales puede llegar a más personas. La idea no es hacer un cómic artístico, sino uno de denuncia", explica Farah Nasawiya, una de las creadoras de la viñeta desde Líbano. Salwa nació en Facebook y es hermana de otros cómics creados por mujeres que denuncian injusticias sociales. Antes de Salwa existía Maalak y antes de ella, estaba Maya, otras jóvenes libanesas que se enfrentan a milicianos para impedir otra guerra civil o buscan un cambio social en materia de género.

Desde el tradicional Joe Sacco, que empezó a dibujar viñetas sobre la guerra en la franja de Gaza hace 25 años, hasta Persépolis 2.0 que recrea en la red los dibujos de la famosa novela gráfica y denuncia las protestas contra el régimen iraní de Mahmud Ahmadineyad, el cómic online se ha convertido en una herramienta contra la censura. A través de dibujos animados que representan a personas víctimas de violencia o que se burlan de debates sociales como la homosexualidad y la prostitución, se enseña como lidiar con problemas cotidianos en un escenario de ficción-realidad.

Esa fue la idea de Payman y Sina, dos jóvenes exiliados iraníes que crearon Persépolis 2.0 para que el mundo entero supiera lo que sucedía en su país. Debajo de cada viñeta viene la frase "Apoya a los iraníes, difunde la palabra". Cómic e Internet es igual a denuncia global, una protesta que llega desde Estados Unidos hasta la India y que está al alcance de todos en la red.

Los gobiernos también vieron que a través del cómic se podía concienciar a la población sobre los problemas sociales. En México y en Colombia se empezaron a distribuir viñetas contra el narcotráfico el año pasado, cuyos dibujos están basados en fotografías reales y tratan de mostrar una cruel realidad en forma de caricaturas. Dibujos en los que buenos y malos luchan contra la distribución de drogas.

Olimpita
también ha dado la vuelta al mundo para contar el "infierno del maltrato y la inmigración". Sus creadores, los peruanos Hernán Migoya y Joan Marín crearon a Ass, un senegalés sin papeles que vive en Barcelona y a Olimpita, una andaluza que es maltratada por su marido Carmelo. Ambos se hacen amigos y cuentan sus respectivas realidades. "Ass representa a cualquier inmigrante que sufre por encontrar trabajo y adaptarse a la sociedad española y Olimpita es como todas las mujeres que se callan el maltrato", dicen sus creadores.

Javier Gamboa, un argentino de 35 años, se dedica a cazar historias de migración por Internet. Así nació Ulises, un africano que, como el personaje de la Odisea, ha cruzado tierra y mar para llegar al sur de España en busca de una vida digna. "No se trata sólo de hacer dibujos, lo que queremos es que la gente reflexione sobre lo que contamos", afirma Javier. Y agrega: "Un cómic sin conciencia, simplemente no tiene sentido". Ulises se creó como un cómic mural en Córdoba. Llegará a la web este mismo año.

EL PAIS

lunes, 16 de abril de 2012

La astrología es...

La astrología es una pura tontería. Ni los signos que usan los astrólogos se corresponden con la realidad.

Jacqueline Milton, de la Real Sociedad Astronómica

sábado, 14 de abril de 2012

El deporte (aunque sea extremo) es salud...


El deporte (aunque sea extremo) es salud

Distintos estudios médicos contradicen la idea de que la alta competición acorta la esperanza de vida - El hombre de hoy tiene los mismos genes que el del paleolítico: cuanto más ejercicio, mejor

De todas las cosas que se cuentan de los ciclistas profesionales, que no son pocas en estos tiempos nuestros de cada día, y tampoco muy hermosas, hay al menos una de la que se pueden sentir orgullosos realmente, la constatación de que, en efecto, el suyo es un oficio del pasado, un deporte antiguo, lento y moroso de desarrollo, anacrónico en esta época ciberglobalizada.

Tan antiguo, tan antiguo que, según numerosos estudios sobre los efectos de la actividad física sobre el envejecimiento y la salud, es la vida de ciclista (y también la de maratoniano y la del esquiador de fondo, o cualquier deportista de resistencia) la que más se asemeja a la del ser humano del paleolítico, o sea, al modo de vida que nuestro organismo sigue considerado el ideal.

El ejercicio de resistencia extenuante aumenta la esperanza de vida: lo llevamos en los genes.

Durante siglos, la creencia popular ha sido que el deporte de competición era malo para la salud y reducía la esperanza de vida. Y hasta los deportistas acusados de dopaje, como recientemente la atleta Marta Domínguez, afirman de entrada, para justificar una posible deriva dopante, que correr como ellos lo hacen yendo al límite de su capacidad en todas las competiciones, torturando su organismo diariamente, no puede ser, en sí, bueno para la salud. Sin embargo, los fisiólogos del ejercicio han llegado a la conclusión contraria: es más probable que viva más años quien en su juventud ha participado en alta competición deportiva, y cuanto más de resistencia sea la especialidad, más aún.

"Genéticamente, los habitantes del siglo XXI seguimos siendo ciudadanos del paleolítico, así que los que un estilo de vida más activo lleven más vivirán", dice Alejandro Lucía, catedrático de Fisiología de Universidad Europea de Madrid. "Menor riesgo de enfermedades crónicas sufrirán, como lo prueban los deportistas de resistencia".

Para afirmarlo, Lucía se basa en una reciente publicación en el British Journal of Sports Medicine de una investigación dirigida por Jonathan Ruiz, del Instituto Karolinska de Estocolmo, que revisa 15 estudios científicos que asocian de manera inequívoca la participación en competiciones deportivas con la esperanza de vida. "En el paleolítico, el ser humano cazador-recolector se pasaba el día corriendo, en movimiento, y tenía un gasto energético cotidiano de más de 3.000 calorías y su ingesta alimenticia era similar, con lo que la obesidad no existía", dice Lucía, que participó en el estudio con una comparación genética entre deportistas de alto nivel y población general. "Mientras, en la sociedad actual, tan sedentaria, nuestro gasto medio es de solo el 38% respecto al paleolítico, y seguimos consumiendo 3.000, con lo cual la obesidad es inevitable".

"Se dice que el deporte de élite no es sano, pero ¿cuál es la evidencia científica que sustenta tal afirmación? ¿Viven menos los deportistas de élite?", se pregunta José Antonio López Calbet, fisiólogo de la Universidad de Las Palmas. "Los datos publicados parecen indicar que las deportistas de élite que han practicado pruebas de resistencia viven de uno a cuatro años más que las personas de edad comparable y similar lugar de nacimiento. En cambio, los deportistas que practican deportes de potencia (lanzadores, levantadores de pesas) tienen menor expectativa de vida".

Se ha sugerido que la disminución de la expectativa de vida de algunos deportistas en el pasado pudo estar relacionada con el dopaje. Entonces: ¿es malo o no el deporte de élite? Los ancianos que fueron deportistas de élite en disciplinas de resistencia tienen más riesgo de sufrir fibrilación auricular (un tipo de arritmia). En cualquier caso, es mucho más peligroso para la salud y la calidad de vida no hacer deporte que practicar una hora de ejercicio cada día.

En el paleolítico se modeló nuestra huella genética, y los ciclistas, que son unos exagerados, miles de años después no solo la mantienen, sino que la han corregido para aumentarla. "Durante una etapa del Tour un ciclista puede gastar hasta 6.000 u 8.000 calorías", dice Lucía. "Por mucho que coma es muy difícil, claro, que recupere lo gastado, así que acaban el Tour en los huesos". Muy delgados, y a la vez muy sanos. Tan sanos que, según un estudio llevado a cabo a por el departamento de Fisiología de la facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, ser corredor del Tour es sinónimo de longevidad y calidad de vida. Y no se basan en el ejemplo de Federico Bahamontes, el ganador del Tour del 59, enhiesto y vivo como un chopo, sano como un toro, llevando una vida plena en todos los sentidos a los 82 años, sino en un análisis demográfico comparativo entre la vida y muerte de 834 corredores franceses, belgas e italianos nacidos entre 1892 y 1942 y que terminaron al menos un Tour entre 1930 y 1964, y la población general de esos países.

El resultado es espectacular. Mientras el índice de supervivencia de la población general es del 50% a los 73,5 años, casi el 70% de los participantes del Tour aún estaban vivos a esa edad, y el índice del 50% lo alcanzaban a los 81,5 años, lo que significa, según los autores, dirigidos por el catedrático José Viña y Fabián Sanchís-Gomar, un 17% de incremento en longevidad media.

Quizás los resultados del estudio no serían tan felices si solo se centraran en los ganadores del Tour, pues 11 de los que se impusieron en la posguerra ya han fallecido, cuatro de ellos -Bobet, Anquetil, Nencini y Fignon- de cáncer y rondando los 50 años (otros dos se suicidaron, uno murió de sobredosis y los cuatro restantes fallecieron o accidentalmente o ya ancianos, como Gino Bartali, a los 86 años). El decano de los 19 ganadores de posguerra supervivientes es el suizo Ferdi Kubler, ganador del Tour de 1951, que tiene 91 años; le siguen el francés Roger Walkowiak (Tour del 56), con 83 años, y Bahamontes con 82.

"Y quizás por esos datos, y por todas las noticias negativas asociadas al dopaje, la creencia general era que el Tour era malo para la salud, pero hemos medido lo que viven los corredores del Tour entre los años 1930 y 1964. La curva demuestra que los corredores del Tour viven más que la población general. Este estudio, que será publicado en el International Journal of Sport Medicine, rompe el paradigma", dice José Viña.

La mala fama del deporte de alta competición, la consideración de que el ejercicio que llevaba al organismo a explorar las fronteras de la resistencia, era perjudicial para la salud, no es cosa de ahora, aunque para algunos especialistas sin escrúpulos haya sido precisamente ese concepto el que les permitiera justificar el recurso al dopaje como medicación para ayudar al cuerpo a recuperarse tras alcanzar la extenuación

Como recuerda el estudio de Ruiz y Lucía, ya Hipócrates, en la antigüedad, alertó contra él: "No hay nadie en más arriesgado estado de salud que los deportistas". Y también Galeno: "Los deportistas viven una vida contraria a los preceptos de la higiene. Cuando abandonan su profesión caen en un peligroso estado y la mayoría no llega a viejo". E, incluso en 1968, un estudio reflejaba como hecho sorprendente y negativo que todos los remeros del equipo de la Universidad de Harvard de 1948 habían fallecido.

Pero los estudios probando lo contrario, y no solo el de la universidad valenciana con los corredores del Tour, han caído como un alud. Uno de ellos muestra que los remeros de Oxford y Cambridge viven más que los no remeros de sus mismas aulas (lo que elimina, de paso, los recelos que causa comparar la vida de los deportistas, un grupo muy específico, con la población en general, de diferentes edades y condición social), y también los de Harvard y los de Yale, y los universitarios japoneses que participaban en competiciones deportivas y los campeones deportivos de Dinamarca, y los no maorís del equipo de rugby de Nueva Zelanda.

"Existe un perfil poligénico común a los deportistas de fondo", dice Lucía. "Pero no existe o no hemos hallado prueba de la existencia de variantes genéticas relacionadas con la posibilidad de sufrir enfermedades crónicas ni tampoco relativas a la esperanza de vida".

En un estudio genético con 100 deportistas de fondo (maratonianos de élite, ciclistas profesionales) y 100 personas sanas como grupo de control, el equipo de Lucía observó que los dos grupos tenían el mismo genotipo en lo referente a enfermedades (aunque, el estudio estaba limitado a solo 33 polimorfismos). "En efecto, no hay evidencia de que los mejores atletas de resistencia del mundo estén predispuestos genéticamente para tener menos enfermedades. Así, la asociación entre esperanza de vida y práctica del deporte de fondo no está influida por la selección genética", dice Lucía. "Si no es la genética, es necesario, por tanto, hablar de estilos de vida: parece que los exatletas fuman menos, beben menos alcohol y tienen una dieta más saludable. Y también se mantienen físicamente más activos, siguen practicando ejercicio, lo que sí que está ligado con una vida más larga: no hay duda de los beneficios para la salud que suponen una vida activa: niveles de forma cardiorrespiratoria de moderados a altos producen un pronóstico muy favorable sobre el riesgo general de enfermedad y muerte. Y eso incluye a enfermos de diabetes, de síndrome metabólico y cáncer".

viernes, 13 de abril de 2012

Inteligentes vs. tontos

Las personas inteligentes son capaces de simplificar lo complejo. Los tontos suelen complicar lo sencillo.

@miabuelasabia

miércoles, 11 de abril de 2012

Playa de China...


Playa de China

Después de ‘M*A*S*H’, hubo una época a mediados de los 80 en la que proliferaron las series bélicas, animadas también por el éxito en cine de ‘Platoon’ y otras películas ambientadas en la guerra de Vietnam. Una de ellas fue ‘Playa de China’, que compartía con ‘M*A*S*H’ estar ubicada en un hospital militar, pero cambiando la guerra de Corea por la de Vietnam. Creada por John Sacret Young y William Broyles Jr., la serie contaba las peripecias de los médicos y enfermeras militares destinados al hospital de evacuación de Da Nang y, especialmente, se centraba en las vivencias de las enfermeras, de las mujeres que sirvieron allí, lo que hizo destacar la serie sobre otras del mismo género.



Los personajes

El personaje central era la enfermera Colleen McMurphy, a la que daba vida una Dana Delaney que se haría famosa gracias a ese papel. A través de sus ojos se nos muestran las dificultades que el personal que no entraba en combate tenía que atravesar, la tensión y la presión sobre ellos y la dureza de la guerra, ya que ella era una de las principales enfermeras del hospital. Además, gracias a su amistad con el marine Evan “Dodger” Winslow (Jeff Kober) conocemos también las complicadas condiciones de la lucha en la selva y lo difícil que lo tenían los soldados estadounidenses al enfrentarse a las tácticas de guerrilla del Vietcong.

En el hospital con ella estaba también el capitán Dick Richard (Robert Picardo), cirujano mujeriego con el que McMurphy tendrá una relación bastante complicada, y Samuel Beckett (Michael Boatman), encargado de la morgue. Al mismo tiempo, en la base hay también un local donde los soldados pueden relajarse y que funciona como bar, y en el que puede encontrarse a la otra protagonista importante de la serie, KC Koloski, voluntaria civil que trabaja también como prostituta (si yo no recuerdo mal), y por la que Marg Helgenberger se convirtió en la otra revelación, junto a Delaney, de la serie. Junto a ellas pasó también una pléyade de secundarios, desde el socorrista de la base (siempre con su bañador, sus gafas de sol y su tabla de surf), diversos soldados con los que las protagonistas tienen diferentes relciones, voluntarios de la Cruz Roja, reporteras del ejército y la mayor Lila Garreau (Concetta Tomei), al mando oficioso de la base. A todos ellos nos los presentaban en estos clásicos títulos de crédito, al son de “Reflections”, de Diana Ross y las Supremes.



Temporadas y música

‘Playa de China’ tuvo cuatro temporadas emitidas a lo largo de tres años, entre 1988 y 1991. Su primera temporada consta de sólo siete capítulos y se emitió como serie de midseason. Dado su éxito, las siguientes temporadas ya tendrían una veintena larga de episodios, siendo su showrunner a partir de la segunda John Wells, que luego lo sería también de ‘Urgencias’ y, actualmente, lo es de ‘Southland’. A lo largo de todas ellas, se entrelazarían las historias personales de sus protagonistas con una forma de contarlas poco convencional, uniendo a veces flashbacks, secuencias oníricas, y contando también en algunos casos sus vidas a su regreso a Estados Unidos. El centro siempre estaba en cómo la guerra los afectaba todos, y cómo cada uno se ideaba triquiñuelas, corruptelas y alianzas improbables para sobrevivir y, a ser posible, hacerse rico de paso. La dialéctica entre el heroísmo y la integridad y el “sálvese quien pueda” y el cinismo se presentaba en la complicada relación entre McMurphy y KC.

Además, ‘Playa de China’ evocaba cierta nostalgia de la época a través, sobre todo, de sus canciones, de modo similar a como lo había hecho ‘Good morning, Vietnam’. Desde sus créditos (en los que a veces se escuchó también una versión del “We gotta get out of this place“ de The Animals, a la música que se utilizaba en los episodios, siempre de la época y que es una de las principales razones de que nunca se haya editado en DVD, ya que asegurar los derechos de las canciones para ello es demasiado caro y complicado.



En España

Aunque las críticas hacia la serie fueron, en general, bastante positivas, la audiencia nunca fue muy boyante. El prestigio que le daba a la ABC le permitió aguantar hasta la cuarta temporada, pero en ésa la situación ya no podía continuar así y la cadena la canceló. Como curiosidad, debido a sus bajas audiencias, la serie tuvo un largo hiato en esa temporada final en otoño, emitiendo su último capítulo en el verano de 1991. Por esa circunstancia, Dana Delaney podía participar en los Emmy de 1992 en los que, además, se llevó el premio a la mejor actriz dramática.

En España, si mi memoria no falla, La 2 emitió ‘Playa de China’ los sábados por la noche, pasando su última temporada a las mañanas. Tampoco fue nunca una serie de mucho éxito, pero sí puede decirse que, en parte, terminó siendo un título de culto. El problema es que, como hemos comentado, los problemas con los derechos de la música han impedido que se edite en DVD, y tampoco sé si alguna cadena la ha repuesto alguna vez. Creo que, en EE.UU., el piloto se editó en VHS hace bastante tiempo, pero lo poco que puede verse ahora de la serie son cosas sueltas en YouTube. Lo que es una lástima, porque era una serie muy recomendable e interesante, cuya principal baza era su reparto y el retrato que se hacía, especialmente, de McMurphy y KC Koloski. Por algo Delaney y Helgenberger fueron las estrellas del show.

WWW.VAYATELE.COM

martes, 10 de abril de 2012

Concentrate en vivir...

Concéntrate en vivir, que morir es lo fácil...
Las chorradas de mi padre de Justin halpern

domingo, 8 de abril de 2012

Discrepar sin crear conflictos...


Discrepar sin crear conflictos

En los grupos, la discusión ayuda al crecimiento. Sin embargo, mal gestionada puede derivar en conflictos entre las personas. ¿Cómo podemos discrepar sin enfrentarnos?

Participé recientemente en una reunión estratégica de una importante organización. Fue una sesión larga, donde el consejero delegado expuso las líneas maestras de gestión de los próximos dos años, y presentó diversos proyectos. Éramos 14 personas en la sala. Estábamos convocados con el objetivo de dar nuestro parecer a las propuestas que se nos presentaban. Yo era la primera vez que participaba en la reunión, así que opté por la discreción. Pero es que nadie dijo nada: ni un comentario, ni una discrepancia, ni la más mínima objeción. Podría ser porque todos estuvieran de acuerdo, pero no es lo que sus caras me transmitían. En el almuerzo posterior a la reunión, comenté este hecho con uno de los veteranos asistentes, y su respuesta fue elocuente: "Aquí, para tener paz, nos regimos por el artículo 22: el jefe siempre tiene razón...".

El valor de la discrepancia: Si en una reunión estáis los diez de acuerdo en todo, probablemente sobran nueve" (James Hunter)

En muchas organizaciones, en muchos grupos humanos y también en muchas relaciones, la discrepancia no solo no es bienvenida, sino que es temida. Se vive como un factor de potencial desestabilizador del grupo o de la relación, y se evita siempre que se puede. Sin embargo, la discrepancia en un grupo de trabajo o en una relación no solo no es peligrosa o dañina sino que es de gran ayuda y debería ser siempre deseable. Solo a través de la discrepancia las personas somos capaces de cuestionarnos las cosas, explorar nuevos caminos y buscar nuevas soluciones a viejos problemas. La discrepancia ayuda a los grupos a que crezcan intelectualmente y desarrollen su inteligencia colectiva, una inteligencia que poco tiene que ver con el coeficiente intelectual individual de los miembros del grupo, y mucho tiene que ver con los intercambios comunicativos entre sus miembros.

Ni en el contexto de un grupo, ni en el de ninguna relación deberíamos aspirar al acuerdo permanente, porque ello significaría renunciar automáticamente al crecimiento que nos aportan las diferentes maneras de afrontar una decisión o un problema.

Y si la discrepancia es positiva, ¿por qué tantas veces la tememos o la evitamos? Probablemente ello se debe a que demasiadas veces, lo que empezó como una legítima discrepancia acaba en una violenta discusión sin saber muy bien por qué. Lo que en realidad tememos no es la discrepancia, es el conflicto.

Discrepancias que derivan en discusiones: "En toda discusión no es una tesis lo que se defiende, sino a uno mismo" (Paul Valéry)

Caemos en la discusión no porque estemos en desacuerdo sobre algo, sino porque reaccionamos emocionalmente a lo que el otro ha dicho. La explicación al hecho de convertir una conversación en discusión la encontramos en el cómo decimos las cosas, más que en el qué decimos.

Podemos estar en desacuerdo sobre un tema, y podemos discrepar abiertamente sobre él sin que entremos en conflicto, pero para que esto suceda, hay una delgada línea roja que no debemos cruzar, y que es el juicio personal. En el momento en que la otra persona se sienta juzgada, y por extensión atacada, el conflicto está servido.

Muchas veces traspasamos esta línea roja de forma inconsciente. Pero la cruzamos. Imaginemos que alguien nos presenta una propuesta y no nos gusta. Es muy distinto decir algo como "la idea no me ha levantado de la silla", a soltar que "se nota que no te lo has currado". En el primer caso hablo de mí y de la impresión que me ha causado la propuesta, mientras que en el segundo caso juzgo al otro, sin ni siquiera saber si mi juicio es cierto, con un riesgo de que se sienta atacado. Lo mismo ocurrirá en el terreno personal de las relaciones. Si alguien me levanta la voz será distinto decirle "la forma en que me hablas me duele" que optar por un juicio como "eres un histérico".

Así pues la clave está en el impacto emocional de nuestras palabras, no en su contenido. No es el desacuerdo lo que nos hace discutir. Es el sentirnos ofendidos, atacados, menospreciados, o cualquier otro sentimiento que se desprenda de la manera en que nos hablan.

Buscando la 'Pax Romana': "La única forma de salir ganando de una discusión es evitándola" (Dale Carnegie)

Esta afirmación es sin duda cierta, pero no por ello siempre deseable. Porque aunque debemos evitar siempre que podamos el conflicto, no debemos renunciar, por evitarlo, a hablar y confrontar las cosas cuando tenemos discrepancias.

Hay organizaciones, y sobre todo hay relaciones, que huyen sistemáticamente de toda discrepancia, instalándose en una ficticia pax romana que crea una ilusión de permanente bienestar. Pero las organizaciones (y las relaciones) que optan por este camino, se estancan y acaban muriendo de inanición. En primer lugar, porque renunciando a contrastar opiniones e ideas se renuncia también al crecimiento. Y en segundo lugar, porque esta pax romana no es natural, y la organización (o relación) se acaba asentando en una asfixiante hipocresía que es claramente desmotivante.

El debate de ideas es el motor de crecimiento personal y organizativo. Y renunciar a él para evitar los conflictos es firmar la sentencia de muerte de la empresa o la relación. Como afirmó Joseph Joubert, "es mejor debatir una cuestión sin resolverla, que resolver una cuestión sin debatirla".

Adicionalmente hay que tener en cuenta que la ficticia pax romana, cuando se rompe, lo hace de forma agresiva y descontrolada, pues salen a la luz sentimientos escondidos y reprimidos durante tiempo. Hay un efecto péndulo, y pasamos en un instante de la paz a la guerra, sin un punto intermedio.

Volver a retomar el camino: "No porque hayas hecho enmudecer a una persona la has convencido" (Joseph Morley)

El conflicto en una discusión proviene siempre de una reacción emocional. Así pues, si hemos caído en él, y queremos solucionarlo, debemos resolver las emociones.

En lugar de enzarzarnos en interminables defensas de nuestros argumentos, busquemos qué nos ha separado en el terreno emocional, e intentemos superarlo. Lo podremos hacer si somos capaces de expresar estas emociones. No es un diálogo fácil. Requiere que se lleve a término en serenidad, no en pleno fragor de la batalla. Requiere muchas veces también una preparación previa: avisar al otro que queremos tener este tipo de conversación, para que venga emocionalmente preparado y no ponga por delante todos sus mecanismos de defensa.

Y hemos de saber que no siempre lo podemos lograr. Dos no se entienden si uno no quiere. Pero es bueno tener la iniciativa, y probarlo, porque la mayoría de nosotros sí queremos entendernos con los demás.

EL PAIS

sábado, 7 de abril de 2012

viernes, 6 de abril de 2012

World Press Photo... 2011 (21)


El retrato de Aisha, World Press Photo 2011
Aisha Bibi, una mujer de 18 años, de la provincia de Oruzgan, en Afganistán, huyó de la casa de su marido a la casa de su familia, quejándose del trato violento recibido. Los talibanes llegaron una noche, exigiendoque Bibi fuera ajusticiada. Poco después, un comandante talibán pronunció su veredicto, y mientras su cuñado la agarraba, el marido le cortó las orejas y la nariz. Aisha fue abandonada, pero más tarde fue rescatada por cooperantes y militares estadounidenses. Después de un tiempo en un refugio para mujeres en Kabul, fue llevada a Estados Unidos, donde fue tratada de sus heridas y sometida a cirugía reconstructiva. Aisha Bibi vive hoy en los EE UU (Artist Management/Goodman Gallery para TIME magazine).

jueves, 5 de abril de 2012

Una botica global...


Una botica global

Nacida hace 159 años en un establecimiento neoyorquino, Kiehl's es un gran exponente de la cosmética farmacéutica. Con estética sencilla y fórmulas eficaces, la marca mantiene su identidad en brazos del gigante L'Oréal.

El 7 enero de 1959 una nota publicada en The New York Times se hacía eco del éxito comercial de una botica situada en la Calle 13 con la Tercera Avenida. "La superstición no muere. Incluso en la era atómica, aún existe una gran demanda de pócimas de amor, medicinas de conjuro, aceites, hierbas y piedras que logren conquistar un afecto que nos es negado o evitar todo tipo de males". En la foto que ilustraba el artículo el propietario Irving Morse, posaba orgulloso tras el mostrador de su abigarrada tienda. A pesar de la buena salud de su negocio a este anciano probablemente le habría costado creer que cuatro décadas después, la marca de productos que empezó en su trastienda sería valorada en 150 millones de dólares. Esa fue la cifra estimada del acuerdo de venta de Kiehl's que su nieta Jami cerró con la multinacional L'Oréal en abril del año 2000. La marca independiente de cosméticos símbolo del urban chic se echaba a los brazos de la todopoderosa dama francesa. Llegó la hora de capitalizar un legado.

En la última década Kiehl's ha crecido imparable. A la tienda madre –la única que existió durante 150 años– se han sumado otras 97 en 34 países, tres de ellas en Madrid, Barcelona y Valencia, respectivamente. Todas replican la fórmula que la familia Morse impuso en los sesenta: tienda de cosmética con aire farmacéutico y un punto rockero-bohemio, y precios entre los 7 y los 60 dólares. Los empleados visten batas blancas. Los estantes están repletos de productos para el cuerpo y el cabello de niños, mayores e incluso animales. Las líneas crecieron en función de los avatares de la familia. Cuando Jami, la nieta de Morse, tuvo a su primera hija, Nicoletta, a principios de los noventa se desarrolló la infantil. Cuando Nicoletta empezó a montar a caballo llegó la línea de productos equinos. Cuando L'Oréal se puso al cargo, el cuidado de la piel ganó protagonismo.

La historia de esta marca que mezcla simplicidad y calidad con un estilo 100% americano, empezó en 1851, cuando abrió sus puertas Brunswick Apotheke. Uno de los empleados de esta botica fue John Kiehl, que acabó por comprarla y bautizarla con su nombre. Irving Morse fue uno de sus aprendices. Hijo de los inmigrantes rusos Moskovitz, luchó en el frente de la I Guerra Mundial y se licenció como químico en Columbia. En 1921 adquirió el negocio. Dos años después nació su hijo Aaron. El segundo Morse fue piloto en la II Guerra Mundial y cultivó su reputación de genio excéntrico. En la trastienda de la botica comenzó a producir algunos de los hits más señeros de Kiehl's, entre otros, su bálsamo labial que a día de hoy mantiene el doble honor de ser el producto más barato y el más vendido de la marca. Infatigable deportista, amante del mundo del motor y aficionado a la música, Aaron dio al negocio familiar un aire de almoneda a la neoyorquina. Al paisaje de lámparas de araña y clásicas estanterías, incorporó algunas de sus motos, instrumentos de música, libros, un esqueleto… La suya era una tienda con un claro toque masculino y su marca mantiene un especial atractivo para este público: a día de hoy el 40% de los clientes de Kiehl's son hombres. Otra de las visionarias aportaciones de Morse júnior fue regalar generosas muestras de sus productos. Esa decidió que sería la mejor publicidad posible. Su hija Jami llegó a invertir en esto cerca de un millón de dólares al año y a menudo regañaba a los dependientes si no regalaban lo suficiente. Morse se separó de su esposa antes de que naciera Jami, pero la niña pasaba por la tienda casi a diario. En 1985 su padre, enfermo de cáncer le pidió que le ayudara con el negocio. "Cualquier decisión pequeña se convertía en una lucha de poder. Somos gritones así que mantuvimos algunas sesiones memorables de alaridos", confesó Jami años después. Ella y su marido se quedaron con el negocio a partir de 1988. Informatizaron la tienda y acabaron por convertir el comercio del East Village en punto de peregrinación. Elena Benarroch pasó por allí a principios de los noventa. En su búsqueda de cosas nuevas la diseñadora se topó con Kiehl's. "Decidí traer toda la gama a mi tienda y tuve que sortear muchos controles de Sanidad", recuerda. "A veces cuesta que la gente lo entienda, pero luego se vuelven forofos".

La presencia de Kiehl's en galerías comerciales arrancó de la mano de Aaron Morse, que llevó su marca a Neiman Marcus en Beverly Hills. Jami fue más allá y expandió la presencia de sus austeros botes a otros exclusivos puntos de venta. Aaron falleció en 1995. La popularidad de Kiehl's y su dueña crecían. La escena social neoyorquina adoptaba a Morse como una de los suyos. Lugares como Barneys o Saks ahorraban a muchos clientes la excursión hasta el Lower East Side, pero Kiehl's mantenía su caché de exclusividad. Las ventas crecieron un 20%, alcanzando los 40 millones de facturación en 1999, con un margen de beneficio estimado en el 85%. Aquello paradójicamente fue el principio del fin para los Morse. Kiehl's estuvo a punto de ser fagocitada por su propio éxito. Durante las navidades de 1999 la demanda se desbordó. No daban abasto. El servicio de venta por correo mandaba los paquetes a direcciones equivocadas, los pedidos tardaban hasta seis semanas en llegar. "Mi padre tenía razón. Había creado algo que no podía controlar", afirmó Jami tras la venta. Antes de decidirse a llamar a L'Oréal, Morse probó a dar marcha atrás. No fue posible. El 14 de abril de 2000 firmó. Jami se quedó tres años al frente del negocio, supervisando los cambios.

En 2001 los laboratorios se trasladaron al edificio de L'Oréal en Nueva Jersey. Hoy trabaja allí un equipo de ocho personas en exclusiva para la marca. Patrick Kullemberg, director de Kiehl's desde 2008 explica que el reto ha sido encontrar el equilibrio entre pasado y futuro. "Es una marca muy americana y ahora muy viajada", dice sentado en un restaurante de Tribeca."Se trataba de ver cómo mantener el toque local, cómo preservar su alma y mantener su personalidad dentro de una multinacional". Edward Cornell regenta uno de los comercios con más solera de la zona. Lleva 43 años al frente de una floristería a la vuelta de la esquina. Durante años tuvo que persuadir a los yonquis para que despejaran la puerta de entrada. Luego vio llegar al estilo entre bohemio y chic que puebla el pequeño café que Kiehl's crió dentro de su tienda. El hit de Cornell son los cactus, y la crema de manos de Kiehl's el producto favorito de sus vecinos.
Al detalle

La forma de los productos de Kiehl’s siempre ha estado dictada por su función, que ha sido dar solución a problemas básicos. Envases sencillos con etiquetas caseras que pretenden dar la mayor información posible sobre los ingredientes que contienen y sus efectos beneficiosos. Como la loción alisadora de arrugas con concentrado de vitamina C que mejora la textura de la piel y la deja más radiante.

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