jueves, 13 de marzo de 2014
Queda abuelo para rato...
Queda abuelo para rato
El ser humano ha conquistado la longevidad: casi 7.200 españoles superan los 100 años. La explosión de centenarios replantea los límites de la vejez y pone a prueba al Estado. El reto no es ya ganar más años, sino calidad de vida
Durante la conversación, apoya el bastón en el sillón y exclama: "¡Mira lo que hago!". Leoncia González inclina el torso hacia delante, sin doblar las rodillas, y se roza los tobillos. Como un niño que muestra sus habilidades. Pero con 101 años. "Tengo que hacer mis ejercicios todos los días. No puedo estarme quieta", dice con media sonrisa.
El ejemplo de esta centenaria no es el único. Cada vez son más las personas que superan los 100 años con una salud envidiable. "Estamos programados genéticamente para vivir 120 años", asegura José Manuel Ribera, catedrático en Geriatría especialista en personas mayores y miembro científico de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad (Semal). Pero el organismo, antes o después, acaba deteriorándose. Pasar de 110 es algo excepcional. El objetivo ya no es tanto batir nuevas marcas de edad, sino dotar de calidad de vida esos últimos años.
La explosión de población centenaria está replanteando los límites de la vejez -¿se es anciano desde los 65?- y supone un desafío para los Estados del bienestar. Existen en torno a 250.000 personas en el mundo con más de 100 años, según James Vaupel, director del instituto Max Planck de investigaciones demográficas en Rostock (Alemania). Pero ¿cuántas personas llegarán a estas edades en las próximas décadas? El grupo de investigación internacional que lidera Vaupel ha observado que, desde 1980 hasta 2010, se ha multiplicado por cinco el número de centenarios españoles. Rosa Gómez-Redondo, representante de España en el instituto, augura que "esta tendencia continuará, al menos, en los próximos 20 años", pero prefiere no dar cifras concretas que "necesitarían un trabajo de investigación mínimo de tres años". La esperanza de vida se ha duplicado en un siglo, superando los 84 años en España. "Alrededor de un tercio de estos centenarios puede cuidar de sí mismo. Otro tercio es dependiente en mayor o menor medida. Y el resto está encamado", sintetiza el científico.
En ese último grupo se encuentra Juliana García. Acaba de cumplir 108 años y pasa la mayor parte del tiempo acostada. Aunque las mujeres viven más tiempo que los hombres, ellas tienen más achaques: el 57% de las mayores de 80 años tiene alguna discapacidad, frente a 42% de los hombres, según datos del INE. Sin embargo, tienen un grado de impedimento menor que ellos. "La levantamos un par de veces al día para ducharla [con la ayuda de una asistenta social] y que cambie de postura, pero no puede mantenerse en pie", cuenta uno de sus nueve hijos, Cosme, de 77 años, que vive con ella en Íscar (Valladolid). Tampoco es muy consciente de lo que ocurre a su alrededor. Ni siquiera de la presencia de la periodista en su habitación.
No hace mucho que podía valerse por sí misma: "Hasta los 105 hacía las tareas de la casa; incluso llegó a bailar agarrada en una cena familiar. Ahora se está consumiendo", dice su hijo Antonio, de 71 años, sentado a los pies de la cama, mientras acaricia la mano de su madre -"Huy, qué manos más frías", exclama Juliana con cierta dificultad al hablar-; es la única forma de comunicarse con ella cuando la vista y el oído faltan casi por completo.
Que los sentidos empiecen a fallar, así como perder la independencia para valerse, forma parte del envejecimiento. Pero no a todos les llega al mismo tiempo. Existen tres factores que influyen en este proceso fisiológico: los genes, los hábitos y los agentes externos que repercuten de forma negativa en el organismo. "La herencia genética solo condiciona el 25% de nuestra longevidad. El 75% restante dependerá de nuestra forma de vida", recuerda José Serres, presidente de Semal. Las secuelas que deja una enfermedad también juegan un papel importante. Los siete centenarios entrevistados comparten un denominador común: nunca han estado gravemente enfermos.
Para prevenir cualquier deterioro en la vejez, los médicos insisten en seguir una dieta mediterránea (es decir, baja en grasas y rica en fruta y verdura) y desarrollar una actividad física con frecuencia. Este es el secreto de Leoncia: el ejercicio. Con su traje de chaqueta y bastón en mano, cuesta imaginarla en chándal cuando, cada día, acude al gimnasio de la residencia Adavir, donde vive, en Madrid. Sube y baja escaleras, hace bicicleta estática, estiramiento de brazos con anillas y ejercicios para controlar el temblor de las manos que le provoca el párkinson, la única patología que padece. "Es una fiera", expresa Darío Álvarez, el fisioterapeuta del centro. "Posee una personalidad arrolladora. No aparenta para nada la edad que tiene y es autónoma cien por cien", añade.
Cuando se le pregunta qué ha hecho para llevar más de un siglo a sus espaldas, la respuesta se parece a la del resto de mayores: "Trabajar mucho hasta juntar el día con la noche para darle de comer a mis hijos y no parar de hacer deporte". En este sentido, Claudia Álvaro, de 103 años, se queja de que, como enfermera que ha sido, no le dejen "ayudar" en la residencia Caser, donde reside, en Madrid.
"Envejecer es perder la curiosidad por lo que nos rodea", escribió Azorín pensando seguramente en alguien muy parecido a Dolores Curiel, quien no ha dejado de leer ni un solo día de los que pasa en una residencia de ancianos de Sevilla. Cumple los consejos de los especialistas en medicina antienvejecimiento: mantener una actividad intelectual intensa. Habla de Galdós con el entusiasmo del adolescente que acaba de descubrirlo en el bachillerato. Cerca de su 101 cumpleaños recuerda sus primeros pasos en la lectura y a su padre, militar, quien le inculcó este hábito. Con él vivió no solo en Sevilla, sino en Valladolid, Madrid y hasta en Ceuta, de donde tuvo que huir de la guerra con Marruecos. Aún así, solo destaca de aquella experiencia el viaje en barco hasta Sevilla por la desembocadura del Guadalquivir: "Ver amanecer frente al coto de Doñana es lo más bonito que he visto en mi vida".
España es uno de los 12 países más envejecidos del mundo (el 16,8% de la población, por encima de la media europea, 16,6%, en 2005). Hay, actualmente, 7.190 personas con más de 100 años. De estas, 5.399 son mujeres, según el INE. Casi el doble que hace 10 años, cuando había un total de 4.218 centenarios.
Andalucía lidera la lista con 1.018. Allí vivió la persona más longeva hasta la fecha de todo el país, una mujer que falleció a los 114 años. Solamente 10 menos tiene Ángeles Herrera, de Mairena del Alcor (Sevilla). Menuda, vestida de negro y repeinada con un moño, parece esconderse tras la mesa camilla, donde espera sentada en un gran butacón junto al brasero. "Ella entiende todo; lo que pasa es que está muy sorda", advierte su nieta, que sostiene en brazos a uno de los 15 bisnietos de Ángeles. Solo necesita ayuda para ducharse: "Come (le encanta la Coca-Cola), va al servicio y se mueve sola por el piso con el andador", resume su hijo José Anaya. Y la memoria pocas veces la pierde cuando se trata de recordar episodios de su juventud: "Me gustaba ayudar a la maestra en la escuela, pero lo que me encantaba era ir a merendar con mi padre".
El envejecimiento representa un proceso de involución biológica y psicológica que agrava las situaciones patológicas preexistentes, según se explica en Salud, demografía y sociedad en la población anciana (Alianza, 2010), un libro coordinado por Rosa Gómez, que sirve de lección a sus alumnos de la UNED. Esto explica el aumento de pacientes que, debido a la cronificación del enfermo, demandan una atención continuada en las consultas. "El sistema sanitario debe estar preparado", subraya la socióloga.
El grupo de expertos del Max Planck, que celebró su reunión bianual el pasado enero en Madrid, dedica especial atención a los mayores que alcanzan los tres dígitos, "para que los Gobiernos creen políticas sociales adaptadas a los cambios demográficos y, así, se mejore la calidad de vida" de los mayores. Una de las decisiones que tomaron fue dedicar más atención a la franja de centenarios que tienen entre 105 y 109 que han aumentado en los últimos años. Además, estudiar a este grupo "permite conocer hacia dónde se dirige esta tendencia que se acerca a los 110", explica Juan Manuel García, sociólogo perteneciente al grupo de investigación de Rosa Gómez en la UNED. Esta edad la han alcanzado ya más de 650 personas, 42 en España (datos verificados por estos expertos, desde 1987. "La mayoría no dura más de medio año", apunta Gómez.
Para recabar estos datos se basan en los certificados de defunción, ignorando esquelas de periódicos y algunas partidas de nacimiento que, si no desaparecieron tras la Guerra Civil, han sido modificadas. "Hay mucho misticismo en todo esto, y existen familias que no son muy rigurosas", dice Gómez.
Estos cambios demográficos hacen replantear a los expertos una cuestión: ¿Cuándo empieza realmente la vejez? Los 65 años que marcan la etapa final de la vida laboral "no tienen por qué ser un indicador". El fundador del instituto alemán apuesta por la ampliación de la jubilación: "Si un niño de hoy va a vivir más tiempo que sus abuelos, ¿por qué no va a trabajar más años? Aunque sea durante jornadas más reducidas", señala Vaupel.
Yasuhiko Saito, científico representante del grupo de investigación, afirma que cada día que pasa "las expectativas de vida se alargan seis horas desde hace 200 años". Su país encabeza la lista de los más envejecidos del mundo. "Es común que los adultos de mi país abandonen la carne y los elementos grasos antes que los europeos", explica.
Una dieta saludable no es suficiente. Mantener una actitud positiva ante la vida y apoyo social contribuye de forma favorable a estirar la vejez. El médico que operó de la cadera a Elisa Blanco, de 106 años, dijo que no volvería a caminar. Pero ha pasado un año y con el andador se desplaza sin dificultad por la residencia Ballesol de Madrid. "Es una persona alegre, con ganas de seguir cantando, como cuando era artista de revista en los años veinte [actuaba en el desaparecido teatro Apolo de Madrid]. Eso habrá tenido mucho que ver en su recuperación", dice Carmen Molina, una auxiliar del centro. Trifón Cañamares no solo tiene ganas de vivir sino que los 100 años de vida, que ha dedicado gran parte a defender los derechos de los trabajadores desde CC OO, le saben a poco: "Hay mucho pasotismo hoy día. Me gustaría ser más joven para continuar la lucha. Yo por lo menos hasta los 120 no me pienso ir", sentencia entre risas.
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