jueves, 25 de diciembre de 2014
Un clásico de Stanley Kubrick...
Un clásico de Stanley Kubrick
Poco antes de morir, a los 90 años, Arthur C. Clarke dejó un mensaje a sus seguidores: "Que la humanidad reciba alguna evidencia de la vida extraterrestre, que abandone su adicción al petróleo a favor de otras energías más limpias, y que el conflicto que divide Sri Lanka llegue a su fin y se imponga la paz". El autor de novelas como Cita en Rama o La ciudad y las estrellas siempre fue uno de esos tipos adelantados a su tiempo, mirado por el resto de los mortales como un marciano. Por cierto, vivía en Sri Lanka desde 1956, de ahí su interés por el conflicto asiático, no se trataba de una de esas boutades de geniecillos locos. Pero la mirada de Clarke iba más allá de la tierra, se dirigía al universo, y de ahí que se le considere padre de la ciencia-ficción moderna junto a Isaac Asimov y Robert Heinlen.
La conjunción de dos expertos del relato no siempre es una buena idea en esto del arte. Como si cada uno de los genios que deambulan por ahí tuviesen que seguir su propio camino. Gracias a Dios o a quien se encargue de esto que los senderos de Clarke y Stanley Kubrick, el genial director, se encontraron para firmar una obra maestra del cine: 2001, una odisea del espacio, inspirada en un guión construido a raíz del relato breve titulado El centinela y publicado en 1951. Se habla de un antes y un después en la ciencia-ficción llevada a la pantalla tras ese filme que narra la aventura de un equipo de astronautas que sigue las señales de un misterioso monolito. Nada mejor que arrancar con esta obra, considerada dentro de lo que cabe respetuosa con las leyes de la física, una nueva colección de libros-DVD de ciencia-ficción que reúne los mejores títulos del género.
Quizá Clarke soñase con extraterrestres de un planeta supuestamente lejano, dominado por unos simios que han desarrollado una civilización militarizada. Encima hablan inglés. El planeta de los simios, otro de los grandes títulos de esta colección, arranca con el aterrizaje forzoso de una nave espacial de la Tierra que llega a un lugar desconocido. Dirigida por Franklin J. Schaffner y protagonizada por Charlton Heston, Kim Hunter y Roddy Mcdowall, entre otros, se basa en una novela de Pierre Boulle. Tim Burton, genio y figura, hizo un remake en 2001 del filme, con mucho éxito en taquilla, pero con críticas poco amables de los expertos. EL PAÍS ofrece la original, la de 1968, que aunque ha trascendido como una obra intelectual no deja de ser una película de aventuras. Pero no todo va a ser clásicos. La guerra de los mundos, en su versión moderna, también formará parte de la colección de cine de ciencia-ficción.
viernes, 19 de diciembre de 2014
Canon literario se escribe con 'ñ'...
Canon literario se escribe con 'ñ'
La revista 'Granta' elige sus 22 apuestas para las letras españolas y latinoamericanas
La literatura universal es una Babilonia que se expresa en todos los idiomas del mundo. Su difusión mundial, entretanto, es un selecto embudo que desde hace medio siglo habla inglés. La edición española de la revista británica Granta presentó ayer su apuesta de 22 escritores en español menores de 35 años elegidos para la gloria. Entre ellos hay autores con varios premios y años de carrera como Santiago Roncagliolo, Andrés Neuman y Andrés Barba y otros, como Carlos Yushimito, que han sido una sorpresa incluso para parte del jurado internacional encargado de la selección.
Como recordó Valerie Miles, codirectora junto a Aurelio Major de Granta en español, "es la primera vez que la revista propone una reunión de los mejores narradores jóvenes procedentes de una lengua distinta del inglés". Granta, refundada en 1979 a partir de una vieja cabecera de la Universidad de Cambridge, se convirtió pronto en un referente en las letras anglosajonas, pero alcanzó el estatus de mito cuando comenzó a lanzar sus listas de escritores para el futuro.
En 1983 la revista apostó a que ese futuro llevaría los nombres de un grupo de treintañeros llamados Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes o Kazuo Ishiguro. Desde entonces ha habido listas granta cada 10 años. En la de 1993 aparecían, entre otros, Hanif Kureishi, Tibor Fisher y Ben Okri; y en la de 2003, Zadie Smith, Andrew O'Hagan y Monica Ali.
Basta pensar en esa nómina, y en el hecho, como recordó Major, de que "los editores anglosajones ya no leen en otros idiomas" para calibrar la importancia de la traducción al inglés del número dedicado a los escritores en español. El próximo jueves se presentará a editores, periodistas y agentes de todo el mundo en la Feria del Libro de Francfort -dedicada a Argentina- y en noviembre llegará a las librerías británicas y estadounidenses con una tirada, según la editorial, de 40.000 ejemplares. De la versión original, en la que cada elegido publica un texto inédito, se han impreso 10.000.
Uno de los seis miembros del jurado seleccionador -junto a los directores de la revista, el escritor argentino Edgardo Cozarinsky, la crítica española Mercedes Monmany e Isabel Hilton, corresponsal especializada en América Latina y China- fue el novelista Francisco Goldman, artífice de la publicación -y consagración- de la obra de Roberto Bolaño en Estados Unidos. El novelista chileno rompió la costumbre anglosajona de medir a cada nuevo escritor latinoamericano con Borges y García Márquez y, según Aurelio Major, la nueva generación ya no reacciona contra el boom de los años sesenta: "Forma parte del paisaje. Los jóvenes no tienen que matar al padre". Esa es una de las señas de identidad comunes a un grupo de autores que, en muchos casos, viven fuera de su país pero ya no por motivos políticos. "Son cosmopolitas, no siguen solo su propia tradición", apunta Miles. Por su parte, John Freeman, director de Granta en inglés, destaca -además de que "hablan mucho de sexo"- un experimentalismo y un riesgo formales que llamará la atención sobre todo en Estados Unidos: "Allí triunfa el realismo. Hay demasiados talleres de escritura, y eso termina por uniformar el estilo".
"No hemos pensado en cuotas, solo en el talento", repiten los autores de una selección en la que hay cinco mujeres -"el canon sigue siendo masculino", dice Elvira Navarro- y en la que son mayoría los narradores argentinos (ocho) y los españoles (seis). Sin negar el argumento de la calidad, el escritor hispanoargentino Andrés Neuman apunta también a la predisposición de los lectores: "Hay una tradición lectora que hace que a ciertas literaturas se les dispense una atención no necesariamente justa".
Los elegidos
- Argentina: Oliverio Coelho, Federico Falco, Matías Néspolo, Andrés Neuman, Paola Oloixarac, Patricio Pron, Lucía Puenzo, Samanta Schweblin.
- España: Andrés Barba, Pablo Gutiérrez, Javier Montes, Elvira Navarro, Alberto Olmos, Sònia Hernández.
- Perú: Santiago Roncagliolo, Carlos Yushimito del Valle.
- Chile: Carlos Labbé, Alejandro Zambra.
- Bolivia: Rodrigo Hasbún.
- Colombia: Andrés Felipe Solano.
- México: Antonio Ortuño.
- Uruguay: Andrés Ressia Colino.
- Perfiles de los escritores en Papeles perdidos, el blog de Babelia.
jueves, 18 de diciembre de 2014
miércoles, 17 de diciembre de 2014
martes, 16 de diciembre de 2014
Aprender a ayudar...
Aprender a ayudar
Compartir cualquier dolor aligera su peso. Ayudar requiere saber escuchar y ponerse en el lugar del otro para conseguir que se sienta más capaz ante su problema y no lo contrario.
Algunos pensadores afirman que el ser humano es básicamente egoísta. “El hombre es un lobo para el hombre” (Homo hómini lupus), escribió Thomas Hobbes en el siglo XVII, y muchas personas continúan creyendo que ante todo nos mueven el interés personal y la defensa del propio territorio. Miramos a nuestro alrededor, leemos las noticias y, ciertamente, no faltan ejemplos de vivo egoísmo. Sin embargo, a pesar de no ser tan visibles o impactantes, existen también infinidad de gestos que nacen de la voluntad de ayudar.
Un hombre cae en la acera e inmediatamente varias personas acuden para auxiliarle. Una joven escucha con atención a una amiga que habla disgustada sobre un asunto que le preocupa. Alguien perdido en una gran ciudad encuentra a una persona que se ofrece amablemente para guiarle. Son escenas simples, cotidianas, en las que la ayuda surge como un impulso natural ante la necesidad de otro ser humano.
Incluso en este momento en que se dice que las relaciones se han vuelto más frías e impersonales, en que la rentabilidad parece ser el valor prioritario, la ayuda desinteresada sigue estando presente. Una muestra de ello son las asociaciones, el movimiento del voluntariado o los grupos de ayuda mutua que proliferan cada vez más.
Las personas que ofrecen su tiempo y su dedicación a otras lo dicen claramente: ayudar les hace sentirse bien. Sin embargo, esto no significa que se trate de una tarea sencilla. Ante alguien con dificultades, a menudo surge la pregunta: ¿cómo puedo ayudar? Se duda acerca de si tener un papel más o menos activo, si la generosidad puede resultar invasiva o qué hacer para que los problemas de los demás no afecten excesivamente. Tras el deseo genuino de querer hacer algo por alguien es preciso buscar la mejor forma de actuar.
¿Altruistas o egoístas?
“Nadie es una isla, completo en sí mismo; todo hombre es un trozo del continente, una parte del todo” (John Donne)
El etólogo Konrad Lorenz ya señalaba la importancia de la cooperación en la supervivencia de las especies. No sólo la lucha y la agresividad resultan cruciales para defenderse y evolucionar, sino también formar parte de un grupo. El altruismo, por tanto, cumple una función importante, al poner el interés colectivo por delante del individual.
La ayuda es un fenómeno universal y, como vemos, no exclusivo del género humano. Pero sí somos una de las especies que más dependen del apoyo de los demás. Nacemos indefensos y precisamos cuidados durante un largo periodo de tiempo. Incluso ya adultos, seguimos necesitando recibir afecto y atención del entorno.
“Uno de los mayores padecimientos es no ser nada para nadie”, dijo en una ocasión la madre Teresa de Calcuta. Y es que todas las personas tienen esta necesidad de pertenencia, de sentirse integradas en sus relaciones. Cuando esto falta nos volvemos más vulnerables. Se sabe, por ejemplo, que la soledad y la inadaptación aumentan la probabilidad de padecer ansiedad o depresión.
Sin embargo, no sólo necesitamos ser ayudados. También es preciso ayudar a los demás para fomentar nuestro desarrollo y madurez, y sobre todo la sensación de capacidad.
Un encuentro mutuo
“La necesidad más profunda del hombre es superar su separación, abandonando la prisión de su soledad” (Erich Fromm)
La ayuda se genera básicamente en un encuentro entre personas. Una se muestra más necesitada, y otra, dispuesta a responder a esa necesidad. La relación de ayuda es, por tanto, asimétrica, pues no se produce en igualdad de condiciones.
Para empezar, quien necesita ayuda tiene que afrontar dos dificultades: por un lado, el problema que le acucia, y por otro, reconocer ante otra persona que se siente incapaz de resolverlo por sí mismo. En este primer punto, ya sea por vergüenza, por miedo a no ser comprendido o por no poner en entredicho la propia imagen, se puede bloquear el circuito que permite recibir apoyo. Si no existe la disposición a ser ayudado, poco se puede ayudar.
Resulta distinto recibir una petición de ayuda que ofrecerla. En el primer caso, la propia persona admite tener una necesidad, mientras que en el segundo es alguien externo quien cree detectarla.
Quien se ofrece para ayudar a menudo peca de querer detentar la verdad, pretendiendo saber exactamente qué le conviene hacer a esa persona. Si el otro se niega o no desea seguir ese camino, puede surgir el enojo al creer que en el fondo no desea resolver su problema. Sin embargo, puede que esa persona tenga un modo distinto de encarar su situación o simplemente que no sienta esa necesidad que el otro cree detectar.
La ayuda es ante todo un acto comunicativo. Implica el uso de la palabra, pero también la expresión corporal, la mirada, los gestos, el contacto físico… Al comunicarse se construye un puente entre dos personas que permite dar y recibir información, lo que puede tener un gran efecto terapéutico.
Compartir cualquier dolor o problema a menudo aligera ya su peso. Sentirse respaldado ayuda a sobrellevar situaciones que de otro modo serían doblemente difíciles. A través de la comunicación también es posible dar a otra persona nuevas perspectivas sobre su dificultad, consuelo y, sobre todo, comprensión.
La ayuda que no ayuda
“El más cercano a la perfección es quien, con penetrante mirada, se declara limitado” (Goethe)
Según Carl R. Rogers, precursor de la terapia centrada en la persona, las condiciones esenciales al ayudar son la comprensión empática, la congruencia y una actitud de aceptación hacia el otro. Sentirse escuchado, atendido, muchas veces es todo lo que la otra persona espera cuando comparte su pesar. Resulta paradójico, pero la ayuda también puede convertirse en un obstáculo para la mejora y el cambio. No basta con la voluntad de ser útil: es importante medir la manera en que se ofrece ayuda.
Acompañar continuamente a alguien que tiene miedo a estar solo puede facilitar que su temor se agrave. Proteger en exceso no permite que la persona se enfrente a sus propios retos, lo que merma su sensación de capacidad. La ayuda implica ese riesgo: relegar a alguien necesitado a una condición de mayor necesidad.
Necesitar y ayudar son dos experiencias que se complementan. Y cuando alguien sólo desea permanecer en uno de los dos lados surge un problema: ya sea porque espera que todo le venga dado, o porque quiere ayudar pero no ser ayudado, privando así a los demás de la inmensa gratificación de sentirse útiles.
Tras cualquier gesto altruista se esconden motivaciones personales que en la práctica suponen el motor que impulsa la ayuda. La ayuda sana es aquella que nos permite dar algo provechoso, pero también salir fortalecidos de la experiencia. Cuando ayudar nos frustra, nos hace sentir mal o tenemos la sensación de que únicamente perdemos, suele ser preciso poner un límite a esa generosidad.
En un estudio se observaron las características que favorecían el buen curso del duelo por el fallecimiento de un hijo. Los padres que al cabo de dos años padecían menos depresión y estrés eran aquellos que habían canalizado su energía en ayudar a otras personas, por ejemplo participando como voluntarios en grupos de duelo. Prestar un servicio a los demás crea una corriente de confianza entre las personas, nos hace salir de nuestro ensimismamiento y permite aprender y enriquecerse a través de experiencias ajenas. Este tipo de ganancia es la que suelen buscar las personas que realizan una labor de ayuda.
Intercambio humano
“La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo” (Sófocles)
El escritor irlandés Oliver Goldsmith dijo: “El mayor espectáculo es un hombre luchando contra la adversidad, pero aún hay otro más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda”. Puede que necesitemos más que ninguna otra especie la ayuda de los demás, pero también somos quienes podemos conseguir más utilizando esta capacidad natural.
La ayuda no sólo resulta beneficiosa para ambas partes, sino que se puede considerar una necesidad social. Para reducir el sufrimiento y la soledad, pero también para llevar aún más lejos nuestras posibilidades individuales, necesitamos tejer una red de intercambios basados en la ayuda. No es un descubrimiento nuevo: para progresar es preciso cooperar.
La ayuda eficaz
Para ayudar de la mejor manera posible es conveniente:
1. La escucha atenta y una disposición sincera y genuina de intentar comprender la realidad ajena.
1. Reconocer la necesidad real: no confundir lo que uno necesitaría si estuviera en el lugar del otro con lo que en realidad necesita la persona.
2. Calibrar la acción: antes de actuar o dar consejos conviene calibrar los resultados. Lo importante es que la otra persona se sienta más capaz ante su problema, y no lo contrario.
4. Reconocer los bloqueos: el impulso de ser útil puede frenarse por diversos motivos:
– Desconfianza ante la reacción del otro.
– Miedo a perder o a que nos tomen el pelo.
– Estar centrado en las propias necesidades, sin dejar lugar para las ajenas.
– Escasa fe en uno mismo y en que se puede aportar algo valioso.
Compartir cualquier dolor aligera su peso. Ayudar requiere saber escuchar y ponerse en el lugar del otro para conseguir que se sienta más capaz ante su problema y no lo contrario.
Algunos pensadores afirman que el ser humano es básicamente egoísta. “El hombre es un lobo para el hombre” (Homo hómini lupus), escribió Thomas Hobbes en el siglo XVII, y muchas personas continúan creyendo que ante todo nos mueven el interés personal y la defensa del propio territorio. Miramos a nuestro alrededor, leemos las noticias y, ciertamente, no faltan ejemplos de vivo egoísmo. Sin embargo, a pesar de no ser tan visibles o impactantes, existen también infinidad de gestos que nacen de la voluntad de ayudar.
Un hombre cae en la acera e inmediatamente varias personas acuden para auxiliarle. Una joven escucha con atención a una amiga que habla disgustada sobre un asunto que le preocupa. Alguien perdido en una gran ciudad encuentra a una persona que se ofrece amablemente para guiarle. Son escenas simples, cotidianas, en las que la ayuda surge como un impulso natural ante la necesidad de otro ser humano.
Incluso en este momento en que se dice que las relaciones se han vuelto más frías e impersonales, en que la rentabilidad parece ser el valor prioritario, la ayuda desinteresada sigue estando presente. Una muestra de ello son las asociaciones, el movimiento del voluntariado o los grupos de ayuda mutua que proliferan cada vez más.
Las personas que ofrecen su tiempo y su dedicación a otras lo dicen claramente: ayudar les hace sentirse bien. Sin embargo, esto no significa que se trate de una tarea sencilla. Ante alguien con dificultades, a menudo surge la pregunta: ¿cómo puedo ayudar? Se duda acerca de si tener un papel más o menos activo, si la generosidad puede resultar invasiva o qué hacer para que los problemas de los demás no afecten excesivamente. Tras el deseo genuino de querer hacer algo por alguien es preciso buscar la mejor forma de actuar.
¿Altruistas o egoístas?
“Nadie es una isla, completo en sí mismo; todo hombre es un trozo del continente, una parte del todo” (John Donne)
El etólogo Konrad Lorenz ya señalaba la importancia de la cooperación en la supervivencia de las especies. No sólo la lucha y la agresividad resultan cruciales para defenderse y evolucionar, sino también formar parte de un grupo. El altruismo, por tanto, cumple una función importante, al poner el interés colectivo por delante del individual.
La ayuda es un fenómeno universal y, como vemos, no exclusivo del género humano. Pero sí somos una de las especies que más dependen del apoyo de los demás. Nacemos indefensos y precisamos cuidados durante un largo periodo de tiempo. Incluso ya adultos, seguimos necesitando recibir afecto y atención del entorno.
“Uno de los mayores padecimientos es no ser nada para nadie”, dijo en una ocasión la madre Teresa de Calcuta. Y es que todas las personas tienen esta necesidad de pertenencia, de sentirse integradas en sus relaciones. Cuando esto falta nos volvemos más vulnerables. Se sabe, por ejemplo, que la soledad y la inadaptación aumentan la probabilidad de padecer ansiedad o depresión.
Sin embargo, no sólo necesitamos ser ayudados. También es preciso ayudar a los demás para fomentar nuestro desarrollo y madurez, y sobre todo la sensación de capacidad.
Un encuentro mutuo
“La necesidad más profunda del hombre es superar su separación, abandonando la prisión de su soledad” (Erich Fromm)
La ayuda se genera básicamente en un encuentro entre personas. Una se muestra más necesitada, y otra, dispuesta a responder a esa necesidad. La relación de ayuda es, por tanto, asimétrica, pues no se produce en igualdad de condiciones.
Para empezar, quien necesita ayuda tiene que afrontar dos dificultades: por un lado, el problema que le acucia, y por otro, reconocer ante otra persona que se siente incapaz de resolverlo por sí mismo. En este primer punto, ya sea por vergüenza, por miedo a no ser comprendido o por no poner en entredicho la propia imagen, se puede bloquear el circuito que permite recibir apoyo. Si no existe la disposición a ser ayudado, poco se puede ayudar.
Resulta distinto recibir una petición de ayuda que ofrecerla. En el primer caso, la propia persona admite tener una necesidad, mientras que en el segundo es alguien externo quien cree detectarla.
Quien se ofrece para ayudar a menudo peca de querer detentar la verdad, pretendiendo saber exactamente qué le conviene hacer a esa persona. Si el otro se niega o no desea seguir ese camino, puede surgir el enojo al creer que en el fondo no desea resolver su problema. Sin embargo, puede que esa persona tenga un modo distinto de encarar su situación o simplemente que no sienta esa necesidad que el otro cree detectar.
La ayuda es ante todo un acto comunicativo. Implica el uso de la palabra, pero también la expresión corporal, la mirada, los gestos, el contacto físico… Al comunicarse se construye un puente entre dos personas que permite dar y recibir información, lo que puede tener un gran efecto terapéutico.
Compartir cualquier dolor o problema a menudo aligera ya su peso. Sentirse respaldado ayuda a sobrellevar situaciones que de otro modo serían doblemente difíciles. A través de la comunicación también es posible dar a otra persona nuevas perspectivas sobre su dificultad, consuelo y, sobre todo, comprensión.
La ayuda que no ayuda
“El más cercano a la perfección es quien, con penetrante mirada, se declara limitado” (Goethe)
Según Carl R. Rogers, precursor de la terapia centrada en la persona, las condiciones esenciales al ayudar son la comprensión empática, la congruencia y una actitud de aceptación hacia el otro. Sentirse escuchado, atendido, muchas veces es todo lo que la otra persona espera cuando comparte su pesar. Resulta paradójico, pero la ayuda también puede convertirse en un obstáculo para la mejora y el cambio. No basta con la voluntad de ser útil: es importante medir la manera en que se ofrece ayuda.
Acompañar continuamente a alguien que tiene miedo a estar solo puede facilitar que su temor se agrave. Proteger en exceso no permite que la persona se enfrente a sus propios retos, lo que merma su sensación de capacidad. La ayuda implica ese riesgo: relegar a alguien necesitado a una condición de mayor necesidad.
Necesitar y ayudar son dos experiencias que se complementan. Y cuando alguien sólo desea permanecer en uno de los dos lados surge un problema: ya sea porque espera que todo le venga dado, o porque quiere ayudar pero no ser ayudado, privando así a los demás de la inmensa gratificación de sentirse útiles.
Tras cualquier gesto altruista se esconden motivaciones personales que en la práctica suponen el motor que impulsa la ayuda. La ayuda sana es aquella que nos permite dar algo provechoso, pero también salir fortalecidos de la experiencia. Cuando ayudar nos frustra, nos hace sentir mal o tenemos la sensación de que únicamente perdemos, suele ser preciso poner un límite a esa generosidad.
En un estudio se observaron las características que favorecían el buen curso del duelo por el fallecimiento de un hijo. Los padres que al cabo de dos años padecían menos depresión y estrés eran aquellos que habían canalizado su energía en ayudar a otras personas, por ejemplo participando como voluntarios en grupos de duelo. Prestar un servicio a los demás crea una corriente de confianza entre las personas, nos hace salir de nuestro ensimismamiento y permite aprender y enriquecerse a través de experiencias ajenas. Este tipo de ganancia es la que suelen buscar las personas que realizan una labor de ayuda.
Intercambio humano
“La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo” (Sófocles)
El escritor irlandés Oliver Goldsmith dijo: “El mayor espectáculo es un hombre luchando contra la adversidad, pero aún hay otro más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda”. Puede que necesitemos más que ninguna otra especie la ayuda de los demás, pero también somos quienes podemos conseguir más utilizando esta capacidad natural.
La ayuda no sólo resulta beneficiosa para ambas partes, sino que se puede considerar una necesidad social. Para reducir el sufrimiento y la soledad, pero también para llevar aún más lejos nuestras posibilidades individuales, necesitamos tejer una red de intercambios basados en la ayuda. No es un descubrimiento nuevo: para progresar es preciso cooperar.
La ayuda eficaz
Para ayudar de la mejor manera posible es conveniente:
1. La escucha atenta y una disposición sincera y genuina de intentar comprender la realidad ajena.
1. Reconocer la necesidad real: no confundir lo que uno necesitaría si estuviera en el lugar del otro con lo que en realidad necesita la persona.
2. Calibrar la acción: antes de actuar o dar consejos conviene calibrar los resultados. Lo importante es que la otra persona se sienta más capaz ante su problema, y no lo contrario.
4. Reconocer los bloqueos: el impulso de ser útil puede frenarse por diversos motivos:
– Desconfianza ante la reacción del otro.
– Miedo a perder o a que nos tomen el pelo.
– Estar centrado en las propias necesidades, sin dejar lugar para las ajenas.
– Escasa fe en uno mismo y en que se puede aportar algo valioso.
lunes, 15 de diciembre de 2014
domingo, 14 de diciembre de 2014
sábado, 13 de diciembre de 2014
Derrotados, no rebeldes...
Derrotados, no rebeldes
El joven español tiene una opinión "deplorable" sobre los políticos y la Iglesia, pero los acepta con resignación. Por vez primera, esta generación teme vivir peor que sus padres
Los jóvenes no pasan de los políticos. Sencillamente, los detestan. La palabra es "deplorable", según el sociólogo Juan María González-Anleo, uno de los autores del informe Jóvenes Españoles 2010, presentado ayer por la Fundación Santa María (Fundación SM). Si la política no da la felicidad pero te la puede quitar, la juventud está en apuros a juzgar por lo poco que espera de los gestores públicos y de los parlamentarios.
El estudio, de 392 páginas, ofrece un retrato a fondo de la juventud de hoy y sus inquietudes. Más derrotados que rebeldes, hedonistas como siempre pero menos transgresores, entre los jóvenes cunde el pesimismo y el temor a tener una peor calidad de vida que sus padres.
¿Por qué tan mala valoración de quienes gobiernan? Este es el rosario de reproches: "Los políticos buscan antes sus propios intereses o los de su partido que el bien de los ciudadanos" (71%); "anteponen los intereses de las multinacionales, los bancos y los grandes grupos de presión a los de los ciudadanos (66,7%)... Solo el 1% de los jóvenes opina que los hombres públicos tienen en cuenta sus ideas e inquietudes.
Tampoco se libran de la quema los eclesiásticos católicos, que están incluso peor valorados. Iglesia, grandes empresas, sindicatos, Corona y Parlamento son, por este orden, las instituciones que merecen menos confianza. La mejor valoración, en cambio, es para las organizaciones de voluntariado, el sistema de enseñanza, la Seguridad Social, la Policía, la ONU y la Unión Europea, por este orden.
Sobre la Iglesia católica, pese a que una mayoría ha asistido a la clase de religión y recibe formación de catolicismo por personas seleccionadas por los obispos, los jóvenes opinan que es "demasiado rica" (76%); que se "mete demasiado en política" (64%); que tiene "una postura anticuada sobre la sexualidad" (75%); que "se mete demasiado en la vida de la gente diciéndole cómo tiene que vivir" (63%), o que "dificulta con sus directrices disfrutar de la vida" (56%). Como aspectos positivos destaca la opinión de que las normas de esa confesión religiosa "ayudan a vivir más moralmente" (40%) y "ofrecen al hombre un hogar espiritual y sinceramente religioso" (45%).
El informe Jóvenes españoles 2010 ha sido realizado por la Fundación SM con cuestionarios a 3.513 jóvenes y 503 entrevistas a chicos inmigrantes. Los autores han tenido en cuenta otros estudios y encuestas -del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) o del Eurobarómetro-, españoles o del conjunto de la Unión Europea.
Este es el octavo informe de la Fundación SM desde la década de los ochenta del siglo pasado. El último es de 2005. Sus conclusiones, por tanto, tienen el valor añadido de constatar una evolución de la juventud, en estos momentos con más sombras que luces.
Los sociólogos que lo han realizado, bajo la coordinación de Pedro González Blasco y Juan González-Anleo, son Luis Ayuso, autor del capítulo Juventud y familia en los comienzos del siglo XX; Juan María González-Anleo, sobre Los valores de los jóvenes y su integración socio-política; Gonzalo González, autor de Aproximación a los jóvenes inmigrantes; José Antonio López, sobre Ocio, consumo y medios de comunicación, y Maite Valls, autora de Las creencias religiosas de los jóvenes.
La pregunta sobre los aspectos importantes de la vida es ya clásica en la serie de estudios de la Fundación SM. ¿Qué es relevante?, ¿a qué le das más valor en tu vida? Después de ofrecer como una de las guías de su trabajo la famosa afirmación del Gilles Lipovetsky de que "el siglo XXI será ético o no será" -André Malraux había dicho sobre el XX que sería religioso o no sería, y ya se vio-, el profesor Juan María González-Anleo subraya aquellos aspectos que consiguen superar la barrera simbólica del 50% de valoración: familia y salud, amigos y conocidos. Ahí acaba todo. En cuarto lugar de prioridades se sitúa la pareja, y por abajo "ganar dinero", el tiempo libre y el ocio, el trabajo y llevar una vida moral y digna.
Diez puntos porcentuales por detrás aparecen los estudios, la formación, la competencia profesional y tener una vida sexual satisfactoria. A la cola de los intereses juveniles se encuentran la política y la religión, separados de los anteriores aspectos por más de 25 puntos.
Aspecto relevante es el posicionamiento de los jóvenes ante el futuro y las amenazas que perciben. Existe un "marcado pesimismo", sentencia González-Anleo. El 46,3% declara su falta de confianza en un futuro prometedor independientemente de la crisis y uno de cada tres considera que por muchos esfuerzos que uno haga en la vida "nunca se consigue lo que se desea".
Se resalta, además, que el 62,2% de los jóvenes está de acuerdo con la frase "la crisis económica actual tendrá un impacto muy negativo en mi futuro profesional y personal". "Los españoles sobrepasan la media europea al valorar la situación económica mundial como mala o muy mala" (77% frente al 71% de media UE)".
A la pregunta sobre qué problemas amenazan ese futuro, los jóvenes señalan en primer lugar el paro (45,6%), seguido de la droga (33%), la vivienda (28,7%), la inseguridad ciudadana (23,6%), la falta de futuro (21,6%) o el terrorismo (20%).
Otros datos del estudio: el 81,9% tiene claro que "en ningún caso" está justificada la violencia de género; el 60,4% rechaza tajantemente la pena de muerte y apenas un 29% se muestra absolutamente en contra del aborto. La eutanasia, en cambio, es vista como "justificada" o "bastante justificada" por un 62,2%. El divorcio, la adopción de hijos por homosexuales y lesbianas y el que una mujer tenga hijos sin relación estable tienen una comprensión aún mayor.
La interpretación que González-Anleo hace de estos porcentajes, en comparación con estudios anteriores, es que el joven español "se mantiene igual de hedonista, pierde algo de transgresor y, lo más importante, se desvincula con fuerza del componente violento detectado en el anterior informe".
Al sociólogo le llaman la atención los desplazamientos de opinión sobre el aborto o la eutanasia, pero sobre todo las autodefiniciones en política y en religión. "En líneas generales", afirma, "los jóvenes de izquierdas son más permisivos que los de derecha, especialmente en la mayoría de las conductas hedonistas o transgresoras" y con la eutanasia y la adopción sin condiciones.
La autodefinición religiosa es el factor más discriminante "y sería inquietante que no fuera así", dice González-Anleo. Pero se sorprende de que en los máximos niveles de justificación de conductas hedonistas-transgresoras (donde el rechazo o "la mínima justificación" se encuentra entre los que se dicen "muy buenos católicos" o practicantes de otra religión), no se encuentren los autodefinidos como ateos, sino entre los indiferentes y, en menos medida, entre los agnósticos.
Max Weber, uno de los fundadores del estudio moderno, antipositivista, de la sociología y la administración pública, subrayó ya la importancia que los contenidos de conciencia religiosa tienen para el modo de vivir, la cultura y el carácter de los pueblos. Cada persona, en teoría, juzga lo que ve de acuerdo con sus creencias. ¿Se traducen estas en normas de conducta? "Cuando tomas alguna decisión, ¿te preguntas (nunca, alguna vez, con frecuencia o siempre) que es lo que Dios querría?".
Una respuesta positiva daría un retrato radicalmente distinto de la juventud, cuya autodefinición religiosa sigue siendo altamente favorable para la confesión católica (aunque muy por debajo de lo que presumen y suponen los obispos). Así, algo más de la mitad de los jóvenes de 15 a 24 años (53,5%) se definen católicos, un 2% son creyentes de otra religión y el resto (44%) no religiosos. Se define como indiferente el 16%, el 9% como agnósticos y el 17% como ateos.
Pero, ¿cómo influye la creencia en sus maneras de vivir? La socióloga Maite Valls responde que "la probabilidad de que el universo creencial adquiera una significación óntica en su vida mundana es muy reducida". Añade: "La religión, hoy, ni se vive intensamente, ni provoca una gran implicación personal. El proceso secularizador de la sociedad española se ha manifestado -y se manifiesta-, además de en aspectos como el descenso de la práctica religiosa, en la pérdida de influencia de la religión a la hora de determinar conductas de todo tipo".
Amigos, estudios y relaciones de pareja son los aspectos de la vida de los jóvenes en los que más influye la religión, pero siempre con porcentajes muy bajos. Tampoco es determinante el sexo ni la edad, aunque sí hay una pequeña mayor influencia en las chicas. En todo caso, como subraya Valls, la religión sigue siendo un claro "referente simbólico y celebrativo, desconectada de la vida cotidiana".
Llama la atención, pese a todo, la muy baja valoración que merece la Iglesia como institución, en el último lugar, por debajo incluso de las multinacionales. Mientras todas las otras instituciones pasan de una nota 2 -aunque no todas logren el aprobado-, la Iglesia católica es la única que no llega a esa puntuación.
"Sorprende que entre los jóvenes las instituciones políticas, sindicatos y Fuerzas Armadas estén mejor valoradas que la Iglesia", afirma Maite Valls. No obstante, la evolución con respecto a 2005 es favorable a la confesión católica, aunque en porcentajes muy pequeños. Si en aquel año el 21% de los jóvenes decía confiar mucho o bastante en la Iglesia y el 79% mostraba poca o ninguna confianza, en 2010 el 23% muestra mucha y bastante confianza, y el 75% poca o ninguna. Sólo el 20% dice estar "más bien de acuerdo" con las directrices de la jerarquía eclesial, un poco más las chicas que los chicos. A más edad, más alejamiento de las posiciones de la jerarquía.
El informe de la Fundación SM también analiza la edad de emancipación de los jóvenes. Lo quieren pero no tienen prisa por abandonar la casa de los padres. Los 27 años son el momento adecuado, si previamente han encontrado un trabajo.
Otro dato digno de subrayar: Esta generación de jóvenes, "planificada, deseada y creíamos que satisfecha", se lleva "considerablemente mejor" con sus padres que otras anteriores. Es así porque el modelo democrático de familia está más extendido, el autoritario se ha estancado y el permisivo ha retrocedido "levemente", según el informe.
Cuando discuten padres e hijos, lo hacen, sobre todo, por no preocuparse por los trabajos de la casa, por dinero, por querer levantarse "cuando apetece", por los estudios y por la hora de llegada cuando salen de noche. Alguna vez discuten también de religión, por los amigos, "por pasarse con el alcohol" o por la hora en que llegan a casa (de media, hacia las cuatro de la madrugada). El porcentaje de los que salen todos o casi todos los fines de semana es ahora menor que en 2005, un 41,4% frente a un 50,1%.
Sobre hijos, la opción es cada vez más planificada. Al 38,9% le gustaría tener dos. Uno de cada cinco se declara decidido sobre el tipo de unión con su pareja por el que optará: un 55,4% elige el matrimonio, civil o religioso. Y lo que más valoran es la fidelidad en la pareja y cada vez son más tolerantes con los homosexuales y creen mayoritariamente que "todas las formas familiares son válidas si con ello se consigue la felicidad".
En cuestiones de cultura, ocio y tiempo libre el panorama es desolador. Los jóvenes españoles escuchan música, ven televisión y salen con los amigos, no menos que antes de que estallara la crisis económica, y son un 66,6% los que practican deporte. En cambio, el 35,8% no lee nunca, el 34,6% lo hace entre una o dos horas a la semana y solo un 25% tres horas o más.
viernes, 12 de diciembre de 2014
jueves, 11 de diciembre de 2014
miércoles, 10 de diciembre de 2014
¿Periodismo sin periodistas?
¿Periodismo sin periodistas?
La publicación de los 'papeles de Afganistán' por Wikileaks abre debates sobre la información sin filtros. Poner vidas en riesgo es uno de los tabúes rotos
La publicación en 1971 de 7.000 documentos secretos sobre la guerra de Vietnam desató uno de los mayores escándalos políticos de Estados Unidos y dio lugar a una apasionante controversia en torno a la libertad de expresión y la seguridad nacional. Cuatro décadas después, otra información sobre otro polémico conflicto, el de Afganistán, vuelve a abrir el debate sobre los límites de la información. Y no solo por el contenido difundido, sino por la forma en la que ha llegado a conocerse.
Desde que The New York Times, The Guardian y Der Spiegel publicaron a finales de julio la noticia de 76.000 archivos secretos del Pentágono relacionados con el conflicto afgano y recibidos un mes antes en sus redacciones, la atención se ha centrado en el emisor principal de la información: el portal Wikileaks, que desde hace tres años publica en su web documentos reservados en nombre de la libertad de información, lo que le ha garantizado el apoyo de las organizaciones que abogan por la transparencia y luchan por desvelar los trapos sucios de los Gobiernos. Hasta ahora. Tras la publicación de los papeles de Afganistán, Wikileaks ya no solo se enfrenta a las críticas oficiales por la siempre temida amenaza a la seguridad nacional; el 10 de agosto, cinco ONG -entre ellas Amnistía Internacional- pidieron a la web que borrara de los documentos los nombres de los afganos que colaboran con la OTAN y que pueden ser víctimas de represalias.
¿El portal tiene las "manos manchadas de sangre", como le acusa el Pentágono, o está ejerciendo la libertad de información, como defienden sus gestores? ¿Hasta qué punto se puede llegar en el uso de la información? El debate, tan antiguo como la existencia misma del periodismo, asume connotaciones completamente distintas en la época de Internet.
"Nosotros apoyamos la labor de Wikileaks en el sentido de que creemos que todo material clasificado debe publicarse, pero hay que tener en cuenta siempre que no ponga en riesgo a las personas. La libertad de información tiene que ser la máxima posible. Pero existen unos límites y, si se traspasan, se pueden vulnerar los derechos humanos. En casos de conflicto, nuestro principal objetivo es defender los derechos de la población, de los individuos", comenta Miguel Ángel Calderón, de Amnistía Internacional, organización cuyas críticas han llamado más la atención en esta polémica, ya que en 2009 premió a Wikileaks por sacar a la luz informes sobre las matanzas de Kenia. "Esos documentos en ningún momento vulneraban los derechos de las víctimas u otros individuos inocentes, sino que servían para denunciar un hecho", justifica Calderón.
Tras publicar los papeles de Afganistán, Wikileaks, que se ha limitado a difundir los documentos en bruto, sin editar ni omitir ningún dato, ha recibido todo tipo de críticas. No fue así con el vídeo difundido el pasado abril por la misma web en el que se demostraba la matanza de 11 civiles iraquíes abatidos en Bagdad, en julio de 2007, por un helicóptero estadounidense. Entre ellos se encontraban dos trabajadores de la agencia Reuters.
La información recibió el aplauso de medio mundo. Hasta Reporteros sin Fronteras colgó el vídeo en su web. "Era material de interés público", explica Benoit Hervieu, portavoz de la organización, que ha sido en las últimas semanas una de las voces más críticas a la hora de denunciar la irresponsabilidad de Wikileaks por publicar los nombres de los colaboradores afganos.
"Puede parecer sorprendente que Reporteros sin Fronteras, dedicada a la defensa de la libertad de prensa, critique con severidad la irresponsabilidad o más bien la imprudencia de Wikileaks. Pero hay una responsabilidad de los medios de comunicación sobre informaciones extremadamente sensibles como esta que pueden poner en riesgo la vida de las personas", manifiesta Hervieu, que explica así por qué para su organización no se trata de una contradicción: "Por supuesto que apoyamos a Wikileaks cuando hace públicos documentos sobre la guerra y los abusos cometidos. Si mañana Wikileaks difunde un vídeo sobre actos de torturas en Afganistán, claro que es interesante. Pero la pregunta es en qué medida era útil revelar los nombres de los colaboradores afganos".
El interés público no era en este caso evidente, según coinciden los expertos. Y ese es uno de los criterios utilizados por los periodistas a la hora de seleccionar y manejar una información. "Decidir si publicar o no información secreta siempre es difícil, y después de haber considerado los riesgos y el interés público, en algunos casos decidimos no publicar. Pero hay veces en que la información es de interés público significativo, y esta es una de ellas", se lee en la nota con la que The New York Times acompañó los artículos sobre los papeles de Afganistán, el pasado 25 de julio.
Wikileaks filtró los documentos a este y otros dos medios un mes antes de publicarlos en su web. Durante esas cuatro semanas, periodistas de esos medios contrastaron las informaciones y decidieron no publicar la información que consideraron más comprometedora, como los nombres de los colaboradores afganos, excepto los de los funcionarios, y otras informaciones que podían poner en riesgo las operaciones militares. "La decisión sobre la publicación se tomó tras una intensa discusión", explicó el director del periódico, Bill Keller. "Estudiamos el material para intentar establecer su importancia y credibilidad", afirmó.
"Las maneras en las que Wikileaks y los periodistas profesionales tratan estos documentos son muy distintas. Los reporteros tienen que decidir si los documentos son de interés público, si ponen en riesgo a alguien o cuáles serán las consecuencias. Para Wikileaks, lo importante es publicar la información sin tener en cuenta las consecuencias. Esto es peligroso", afirma Joyce Barnathan, presidenta del Centro Internacional de Periodismo (ICJ, en sus siglas en inglés), organización estadounidense que promociona el periodismo de calidad. Para ella, el trabajo que hizo The New York Times con el material de Wikileaks es lo que marca la diferencia entre "un trabajo periodístico y lo que hace Wikileaks: conseguir documentos y colgarlos".
Pero la presidenta del ICJ reconoce que el problema es que, aunque no es una organización periodística, Wikileaks produce información. "Ellos destapan informaciones importantes. Y la tecnología permite a cada vez más personas con distintos puntos de vista que puedan utilizar la información como quieran sin tener que contextualizar", afirma. Sin hacer, en definitiva, el trabajo editorial de selección y gestión del contenido y de las fuentes que hace una organización periodística.
Así que, según Barnathan, la gran cuestión es: ¿qué es periodismo hoy?, ¿qué es periodismo si hay organizaciones como Wikileaks que producen información, pero como más de una vez ha reiterado Julian Assange, fundador del portal, no se consideran periodistas? "Para nosotros, los periodistas son los que hacen y producen información. Una definición amplia", manifiesta Hervieu, de Reporteros sin Fronteras. "Si la información es importante y si Assange la considera importante, hay que asumir una responsabilidad periodística. Además, lo curioso es que el fundador del portal dice que Wikileaks no es una organización periodística pero reclama el beneficio de la protección de las fuentes", añade Hervieu.
Quien no tiene duda sobre el hecho de que lo que hace Wikileaks es periodismo es John Pilger. Este veterano de las investigaciones controvertidas, corresponsal de guerra en Vietnam y Camboya, define Wikileaks "como uno de los más importantes y excitantes desarrollos del periodismo". Para Pilger, muy crítico con los medios dominantes, la forma en que actúa el portal no solo es correcta, sino que demuestra que "el periodismo corporativo occidental está en crisis, tras haber colaborado en algunos casos con los Gobiernos en guerras ilegales".
Sin compartir el entusiasmo de Pilger, Wally Dean, periodista y miembro del Comité de Periodistas Comprometidos, un grupo de periodistas, editores, propietarios y académicos preocupados por el futuro del periodismo, con sede en Washington, opina que "el producto que hace Wikileaks es esencialmente periodístico".
Según Dean, una razón es que "toma decisiones editoriales, como aceptar documentos que alguien le ofrece y, presumiblemente, verificar la fuente, determinar si es auténtica". Si bien, añade, "ahí paran". A partir de ahí, Dean se muestra más crítico con la difusión de los papeles afganos: "Como los médicos, los periodistas deberían evitar siempre causar daño. Y no se puede asegurar que la difusión por parte de Wikileaks de documentos militares clasificados no lo haya causado. Simplemente, no lo sabemos".
No todos comparten la opinión de que quien publica información tenga que respetar los mismos criterios que corresponden al periodismo, que tengan que asumir las mismas responsabilidades. "¿Los principios de la ética periodística tienen que aplicarse a todos? No, es imposible. Son las organizaciones periodísticas las que tienen que diferenciarse de gente como Wikileaks", dice Joshua Benton, director del Nieman Journalism Lab, un grupo de estudio de la Universidad de Harvard sobre el futuro del periodismo de calidad en la época de Internet. Benton considera que la existencia de Wikileaks es "el ejemplo de la liberación de las fuentes en los tiempos de Internet". Tiempos en los que las restricciones no tienen mucho sentido: "Si se para Wikileaks siempre habrá alguien que encontrará otras vías para publicar la información".
Benton dice sentirse más comodo en un mundo en el que existen ofertas como las de Wikileaks, "que es una fuente más". Los periódicos pueden decidir ignorarla o hacer lo que han hecho The Guardian y The New York Times: "Utilizar el material aplicando los criterios que han utilizado siempre". Según Benton, las críticas que han llegado de los medios de comunicación tradicionales se deben a una "reacción emocional y de protección profesional". Una reacción parecida, según él, a la que se ha tenido con los blogs y Twitter. "Y ahora todos los periódicos los utilizan".
Para Manuel Núñez Encabo, presidente en funciones de la Comisión de Quejas y Deontología de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y catedrático de Ciencias Jurídicas de la Universidad Complutense de Madrid, la cuestión no es tan sencilla. "Se trata de un tema que es necesario debatir en el marco de los contenidos que se dan a través de los medios, sea cual sea el soporte. No cabe duda de que Wikileaks tiene un aspecto positivo: dar informaciones que los poderes públicos no siempre quieren dar. Toda la información tiene que ser de interés general y en este caso lo es. Pero, además, debe cumplir dos condiciones indispensables: veracidad y respeto a los derechos fundamentales de la persona", dice Núñez, que duda que informaciones como la de los papeles de Afganistán cumplan estos requisitos.
"El de los nuevos formatos de información y cómo se vinculan con el periodismo es un debate no resuelto. Los periodistas, como transmisores tradicionales de información, son fundamentales, porque garantizan la calidad de las noticias, sea cual sea el formato y las fuentes". El experto advierte que, sin ciertos límites, se corre el riesgo de "entrar en una etapa de torre de Babel en la que la gente que más grita es la que más se ve, y en la que hay un mayor riesgo de manipulación".
Una torre de Babel que podría despertar, según la directora del ICJ, Barnathan, la tentación de los Gobiernos de imponer cada vez más restricciones: "En Estados Unidos creemos que la autorregulación es la mejor forma de gestionar la libertad de prensa. Pero actuaciones como la de Wikileaks suscitan la pregunta de cómo controlar todo esto".
Una máquina de primicias
- Papeles de Afganistán. El pasado 25 de julio, The New York Times, The Guardian y Der Spiegel publican la noticia de 76.000 archivos secretos obtenidos por Wikileaks y que detallan el día a día de la guerra en Afganistán desde 2004 a 2009.
- Daños colaterales. El pasado abril, Wikileaks difunde el vídeo de la matanza de 11 civiles iraquíes abatidos en Bagdad, en 2007, por un helicóptero estadounidense. El Pentágono tuvo que abrir una investigación.
- Los secretos de Dutroux. En 2009, Wikileaks publica información confidencial del expediente del pederasta Marc Dutroux, incluidos teléfonos, cuentas bancarias y direcciones de implicados en el caso. El padre de una de las víctimas ha criticado la difusión del material.
- El caso Trafigura. En 2009, publicó un informe sobre Trafigura (empresa del sector de la energía) un mes después de que un juez ordenara que el material, obtenido por The Guardian, se mantuviera secreto. Según el informe, Trafigura pagó a una empresa de Costa de Marfil para deshacerse de 400 toneladas de gasolina.
- Las matanzas de Kenia. En julio de 2009 Amnistía premió a Wikileaks por denunciar ejecuciones extrajudiciales en Kenia.
martes, 9 de diciembre de 2014
lunes, 8 de diciembre de 2014
He aprendido que... 06
domingo, 7 de diciembre de 2014
De las glorias efímeras...
De las glorias efímeras
La prestigiosa revista literaria británica Granta publica una lista de 22 escritores en lengua española menores de 35 años. En principio no tengo nada contra una lista que pretende de alguna manera erigirse, desde una vertiente anglosajona, en canon, supongo que provisional, pero canon al fin. Y como sucede con todo canon que se precie, tiene que dejar dentro a escritores con los que probablemente no comulgamos, y fuera a otros con los que nos pasaríamos toda una tarde, entre copa y copa, intentando averiguar por qué son tan buenos.
No conozco el procedimiento de su selección, una selección por definición polémica aunque no creo que arbitraria. No conozco sus fuentes, sus lectores (¿todos los ingleses que leen en español, junto a españoles bien conectados con la revista?). Estas preguntas no son gratuitas. Se la harán muchos lectores y, sobre todo, muchos editores.
No he leído a todos los autores que se citan. Pero aquellos a los que he leído merecen estar. Y aprovecharé la ocasión para leer a aquellos otros pocos autores que la lista me sugiere. La edad de 35 años supongo que es metódica. Y como tal me parece apropiada, porque permite sacar a la luz a un grupo de escritores que serán los que ya van empujando para dibujar una generación de reemplazo en el futuro. También debe de ser metódico el número de elegidos, aunque ya me cuesta más vislumbrar su operatividad. Ahora bien, independientemente de estas consideraciones, incluida cierta cuota de escepticismo que espero que no se confunda con descortesía ni con ningún cuestionamiento ético, la lista tal como es me parece una buena noticia. Y me lo parece porque integra a autores de un lado y otro del Atlántico. Y cuando hablo de integrar hablo de vincular mediante el lenguaje de la imaginación distintas instancias estéticas, estrategias narrativas, géneros como la novela y el cuento que comparten espacio en el universo global de la ficción. Nada hay tan diferente a una novela del argentino Andrés Neuman que una novela del español Javier Montes. Ni nada tan diferente a un cuento de la española Sònia Hernández que otro de la argentina Samanta Schweblin (entre españoles y argentinos, suman 14 de los 22). No es mi intención echar más leña al posible fuego de las menciones y omisiones, pero no puedo dejar de alegrarme de que el chileno Carlos Labbé forme parte de este enigmático canon. Y Paola Oloixarac. Y Andrés Barba. Y Alberto Olmos.
Para terminar me gustaría encontrar alguna cita que reflexionara sobre la gloria efímera o cosa parecida. Seguramente habrá alguna de Cervantes o de los poetas barrocos españoles, que de eso sabían bastante. O de Montaigne. Toda lista de este tipo siempre tiene un doble filo. La alegría de los que salen en ellas y la tristeza de los que no. Seguro que algún estoico latino nos informaría debidamente sobre esta tan humana materia.
sábado, 6 de diciembre de 2014
viernes, 5 de diciembre de 2014
Por qué no nos casamos...
"¿Por qué no nos casamos e intentamos estar solos juntos a ver si somos tan fuertes?"
- Leonard Cohen
jueves, 4 de diciembre de 2014
Hora punta, tráfico fluido
Hora punta, tráfico fluido
La movilidad en las grandes ciudades es una pesadilla. Consultar la Red antes de coger el coche para localizar los atascos puede ahorrarnos más de un enfado al volante.
1. De un vistazo (www.trafico.com)
Acceso a los centros de pantallas de las grandes capitales, estado de las carreteras, previsión del tiempo y guías de viaje, son algunos de los recursos que ofrece este directorio sencillo pero efectivo.
2. Algo puntual (www.avancar.es/esp)
Es casi como tener un vehículo propio, pero sin sus ataduras. Lo llaman carsharing. En esta página se puede acceder a una modalidad de alquiler flexible, de tal forma que uno siempre tenga un coche a su disposición, aunque sea para unas horas.
3. Lo más rápido (bicicritica.ourproject.org)
En ciudad, el medio de transporte más rápido es la bicicleta. La web de Bicicrítica ofrece información sobre rutas urbanas, indumentaria, equipación… todo lo necesario para que ir en bici sea algo cotidiano.
4. Retención en los accesos (www.dgt.es/portal/informacion_carreteras/camaras_trafico)
Si vive en la periferia de una gran ciudad, eche un ojo a esta web de la DGT antes de coger el coche. Así sabrá qué rutas evitar o si, directamente, lo mejor es el transporte público.
5. A escote (www.comuto.es)
Este portal está especializado en viajes compartidos: tanto si es para ir a trabajar cada día o para grandes viajes, aquí se puede encontrar a alguien que pondrá el coche (o que busca una plaza en uno). La gasolina se paga entre todos, claro.
6. Bingo (www.aparcaya.com)
Aparcar en una gran ciudad es muy difícil. En esta web se centraliza información sobre aparcamientos de decenas de ciudades, así como un mercado de compraventa de plazas de garaje.
7. A 5 kilómetros por hora (/www.bcn.cat/apeu/es/quanttrigare_calculador.html)
Muchas veces en una gran urbe, en pleno caos viario, lo más rápido y sensato es simplemente caminar. El Ayuntamiento de Barcelona ofrece un servicio para calcular distancias y tiempos cuando uno coge el camino de San Fernando.
8. Lúdico (www.mediometro.com/juegos-trafico.html)
Un motorista que intenta abrirse paso en el atasco o una rana que intenta cruzar una concurrida carretera. Dos sencillos juegos online para conjurar, sin riesgos, las frustraciones que provoca el volante.
9. El origen (motorfull.com/2008/03/video-el-experimento-sobre-atascos-de-trafico)
Esta página examina las razones por las que se forman atascos de tráfico y cuenta con un vídeo que explica de manera científica esos motivos.
10. Planificado (www.llegarasmejor.com/?chgplan=ca)
Este portal permite el diseño de viajes y rutas en coche, tren o avión. También facilita teléfonos útiles, consejos e información sobre gasolineras y cuenta con una zona de perfiles de usuarios, para almacenar rutas y compartirlas.
miércoles, 3 de diciembre de 2014
Cuando París no era una Fiesta... 10
martes, 2 de diciembre de 2014
No sé lo que el amor tiene...
"No sé lo que el amor tiene que ver con la felicidad, pero las veces que fuimos felices fueron aquellas que no lo intentamos"
- Jackson Browne
lunes, 1 de diciembre de 2014
Edición y error...
Edición y error
Uno de los asuntos más acuciantes con que se encuentran las editoriales literarias es el que se refiere a la gestión de la ingente masa de originales no solicitados que reciben. Hasta hace unos años esos "manuscritos" llegaban principalmente en papel; hoy lo hacen en una gran variedad de formatos electrónicos y virtuales, así que el espacio ya no constituye un problema. Pero sí el tiempo.
Los editores saben que entre esa masa de "originales" pueden esconderse joyas literarias y obras de éxito comercial, de manera que conviene echarles al menos un vistazo y confiar -una vez más- en el olfato. Dejando aparte a quienes fueron publicados por vez primera tras ganar o ser finalistas en un concurso, la inmensa mayoría de los novelistas en activo comenzaron siendo perfectos desconocidos que enviaron su manuscrito a diversas editoriales hasta que una de ellas decidió publicarlo. Como los editores no pueden leerlos todos porque tienen otras cosas más urgentes que hacer, se ven obligados a recurrir a una variada panoplia de cribas y filtros en los que se descarta la inmensa mayoría. El resto, los que según criterio de quienes intervienen en esta primera fase merecen una lectura menos apresurada, se entrega a lectores (teóricamente) cualificados para que emitan una opinión más articulada. El editor confía en ellos, a pesar de que, paradójicamente, suelen ser el eslabón peor pagado de todo el proceso: normalmente becarios y colaboradores (traductores, correctores) que se ganan un pequeño sobresueldo, o jóvenes letraheridos que intentan poner un pie en el mundo editorial. Su responsabilidad, sin embargo, no es pequeña: ellos son frecuentemente quienes llaman la atención sobre nuevos autores y obras originales, así como quienes primero rastrean tendencias y modas literarias emergentes. Y ellos son quienes redactan el famoso "informe de lectura", un documento de trabajo imprescindible en el que se analiza el original y se recomienda o no su publicación. Los lectores suelen ser anónimos salvo para quien solicita sus servicios (todavía recuerdo la bronca que me echó Jaime Salinas cuando se enteró de que yo presumía de ser lector de aquella esplendorosa Alfaguara suya de los setenta) y, como contrapartida, la ética exige que el editor nunca revele al autor la identidad del informante (algo que estos días se vulnera con frecuencia).
La historia de la edición está repleta de sonados rechazos de obras literariamente importantes o de posteriores superventas memorables. La mención de esos "errores" suele salpimentar de anécdotas la lección correspondiente en los másteres de edición: Proust recibió un informe negativo de Gide por la primera entrega de À la recherche; García Márquez tuvo que cumplir una penitencia de rechazos antes de que Sudamericana publicara Cien años de soledad; J. K. Rowling vio su primer Harry Potter descartado por un grupo editorial español basándose en informes que advertían de que las aventuras del mago de Hogwarts resultaban excesivamente british; T. S. Eliot, editor en Faber & Faber, se apoyó en un informe de lectura para rechazar por "trotskista" Rebelión en la granja, la célebre (y millonaria) novela de Orwell. La lista se haría interminable: no conozco a un solo editor que no haya rechazado alguna vez una obra que luego triunfaría (más o menos). Y sigue pasando: seguro que en este momento alguna editorial está metiendo la pata.
Así es la vida (editorial). En el fondo, y visto con perspectiva, tampoco importa demasiado (salvo, y solo temporalmente, para el autor en ciernes) que un editor "pierda" una obra valiosa. Lo que cuenta, en definitiva, es que finalmente sea publicada y, sobre todo, leída. Ahora pienso que todos esos libros mencionados -y los que ustedes recuerden- encontraron en la editorial que, finalmente, los hizo suyos el mejor trampolín posible: hoy nos resulta imposible concebir otro. También en esto habent sua fata libelli.
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