viernes, 22 de febrero de 2008

La vida en un flash...



Jacques Langevin / HO

La vida de Diana de Gales estuvo siempre rodeada de flashes, y su muerte no podía ser menos. Diez años después, ha comenzado en Londres el juicio promovido por el propietario de los populares almacenes Harrods, Mohamed al Fayed. El padre de Dodi, fallecido en el mismo accidente, continúa buscando puntos oscuros en el suceso que costó la vida a ambos y a su chófer parisisno.

Entrar a formar parte de la nómina de las páginas rosas y amarillas es fácil, no tanto salir de ellas. Ese tipo de papel y los cuantiosos minutos de televisión en torno a variados personajes engullen a sus propios hijos en cuestión de semanas. Diana de Gales montó un tigre pensando que lo podría domesticar, pero acabó matándola.

Una de las herencias de aquel suceso fue la confusión que se generó entonces acerca del trabajo de los fotógrafos que les rodeaban en sus últimos minutos de vida, y su posible implicación en el accidente. Mal llamados paparazzis, no se tuvo en cuenta que algunos de los implicados eran renombrados profesionales que han trabajado en todos los campos informativos.

En un tiempo en que las fronteras caen, física y comercialmente hablando, las líneas que separan ciertos tipos de información son cada vez más delgadas. La nitidez con la que se podía diferenciar en tiempos a los personajes ha desaparecido. Los protagonistas de las noticias son ya, casi siempre, transversales: de la información económica al mundo de las vísceras, del apartado de tribunales a los programas de cotilleo, de la polémica política al mundo del corazón...

Entre los fotógrafos que se encontraban a las puertas del Ritz de París la noche del 31 de agosto de 1997, estaba Jacques Langevin. El francés trabajaba para la agencia Sygma (que ahora pertenece a Corbis) y es autor de numerosas fotografías muy conocidas: desde la revuelta de Tiananmen a las campañas políticas de varios presidentes.

Langevin estaba de guardia aquella noche cuando su jefe le envió a las puertas del famoso hotel y fotografió a ambos abandonándolo en su fabuloso vehículo de lujo. El fotógrafo, que no paparazzi, fue acusado y después declarado inocente, de haber invadido la privacidad de la pareja. La teoría de que el coche se estrelló por culpa de quienes supuestamente les perseguían y deslumbraban con sus flashes se disipó según pasaban los días y se fueron conociendo la afición del conductor por la bebida y el exceso de velocidad con el que el vehículo entró en el Puente del Alma.

Entre las fotografías que fueron distribuidas por el juez a los miembros del jurado, destaca ésta en la que el escolta Trevor Rees-Jones, único superviviente, trata de protegerse de las luces de las cámaras y los flashes, el conductor Henri Paul hace un gesto de burla, Dodi al Fayed se oculta tras el reposacabezas del anterior y Diana de Gales oculta su rostro a la cámara. Es difícil apreciar si su rostro está girado hacia atrás o hacia el asiento, auque seguro que los buscadores de teorías ya tienen una empaquetada y lista para distribuir.

Vista con perspectiva la fotografía todavía sigue impresionando: una imagen de los últimos minutos de vida de tres personas. Toda una vida congelada, en un flash.

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