No me pidas que te bese...

No me pidas que te bese, porque te besaré
A los cancerosos, en cualquiera de sus estadios -latente, en progresión o remisión total-, nos están permitidos los chistes sobre el cáncer, una palabra cuya sola mención ensombrece cualquier rostro, pero que otros pronunciamos con optimismo. Una de esas voces es la de Albert Espinosa, un renacentista de la cultura que vivió enfermo de los 14 a los 24 años, perdiendo una pierna y un pulmón, pero ganó la visión de la vida que impregna todas sus obras. Ahora se lanza al ruedo con 'No me pidas que te bese, porque te besaré', una comedia acerca de gente tan rara, que es normal.

Los besos pueden tener mil caras: en la mejilla o carnosamente líquidos, fríos o ardientes, distraídos o condensados, acto de amor o compromiso, afecto o pasión... Pero también pueden ser de Judas o de cartón piedra. Los asesores de John McCain han marcado un riguroso protocolo que marque la relación entre el candidato republicano y su compañera de ticket, Sara Palin. Ese mapa de la relación indica qué hacer cuando ambos coincidan ante las cámaras: ¿besarse?, ¿darse la mano?, abrazarse?... No tuvo tantos probemas Gordon Brown para besar a su esposa durante el Congreso Laborista. Tiene problemas en su país y la reunión de Manchester no ha aportado la solución, pero los Brown tuvieron su momento ¿íntimo?

Brown posa apaciblemente su mano (¿se come las uñas?) sobre el brazo de su esposa, que a su vez apoya la mano derecha sobre el hombro de este mandatario con aspecto de dar el pésame a diario. Ambos se besan con aparente candor. El color violeta aparece en su corbata y en el fondo del escenario. Probablemente los problemas políticos del Premier sean la causa de que bese con pasión a su esposa Sarah en el estrado. Como si fuera una tabla en mitad del océano, el dirigente británico cierra los ojos por unos instantes para ofrecer generosamente un gesto que suele ser íntimo y que cuando se produce sobre un estrado, indica con frecuencia que estamos en un teatro... o similar.