viernes, 21 de agosto de 2009
El tam-tam de los...
El tam-tam de los 'nativos digitales'
Crecieron con un ratón en una mano y un móvil en la otra - Aprenden y se relacionan en la Red - Reclaman cambios en la enseñanza
Carolina, Ester, Elisa y Mónica están sentadas en un pequeño despacho del colegio Lourdes de Madrid. Es el último día de clases antes de que empiecen las vacaciones de navidades, los alumnos corretean por los pasillos, disfrazados. Tienen 17 años, menos Elisa, de 16. Utilizan Internet desde los 11.
- Mi padre está obsesionado con las palabras, mira todo el rato enciclopedias.
-¡Buf!, pues mi madre se enteró ayer de que el móvil tiene cámara.
- Yo tengo móvil desde los Reyes de los 12 años.
- Pues yo he cambiado siete veces de móvil desde los 12. Si seguimos a este ritmo, para cuando yo tenga hijos, los coches van a volar.
Carolina, Ester, Elisa y Mónica pertenecen a la llamada generación de nativos digitales, un término que acuñó el tecnólogo Marc Prensky en 2001 y que agrupa a aquellos para los que Internet existe desde que tienen uso de razón, a los que no recuerdan la vida sin Internet. Dicen los estudiosos y muchos de los profesores que los educan que esta generación que ha crecido con un móvil en la mano izquierda y un ratón en la derecha es muy distinta de las anteriores.
Los primeros nativos digitales españoles tienen ahora entre 15 y 18 años. Han crecido conectados, con el ADSL funcionando a pleno rendimiento. No soportan la espera, todo lo que quieran está a un clic de distancia. No quieren que les cuenten un rollo, huyen de la secuencia lineal de información, quieren intervenir en el proceso, hacer clic para ir adonde les interesa. No son consumidores pasivos de contenidos, sino activos: crean contenidos, se mandan vídeos, fotos que retocan, que editan, son muy creativos; por eso la tele les empieza a parecer una cosa un poco antigua, aunque sea en pantalla plana.
Llegan a casa, se sientan frente al ordenador y mientras conectan con su red de amigos, ven un vídeo en YouTube, chatean con amigos mientras se descargan una canción o un capítulo de su serie favorita. Es decir, prestan atención parcial a varias cosas a la vez. "Su atención se divide mejor, su cerebro tiene un procesador más complejo", explica Enrique Dans, profesor de Sistemas de Información del Instituto de Empresa. El que se educa desde pequeño con los idiomas, aprende muy rápido otros idiomas. Lo mismo pasa con la tecnología.
Siendo adolescentes, los nativos digitales manejan dispositivos que hasta hace poco sólo estaban al alcance de una persona de 30 años. El 96% de los jóvenes tiene móvil, según el último estudio del Instituto de la Juventud (frente a un 88,4% de 2004). Y como dice Soledad González, profesora de Economía e Historia del colegio Lourdes, de 57 años, lo que ella enseña a chicos y chicas de 17 años es lo que ella aprendió en la Universidad.
Los primeros nativos digitales, personas nacidas desde los años noventa, ya están llegando a la Universidad. Es allí, y en las enseñanzas medias, donde se pone de manifiesto la conveniencia de adaptar los sistemas educativos a unas nuevas necesidades. "El profesor deja de ser el poseedor del conocimiento", explica Fernando García, profesor de Química del colegio Irabia de Pamplona y autor del libro Educar hijos interactivos. "Hay una pérdida de autoridad de los padres y profesores, ya no le preguntas a papá o al profe las dudas, porque a lo mejor son ellos los que no saben". Las respuestas se buscan en Google y YouTube. "El profesor no puede ser un poseedor de conocimiento", sostiene García, "tiene que ser un guía que ayude a distinguir la información veraz de la no veraz; debe ser un tipo que acompañe en el uso de los medios".
Ángel León, de 56 años, responde al perfil de lo que Prensky llamó un inmigrante digital. Es decir, una persona que no ha nacido en ese entorno pero que se adapta a él. Como profesor de Historia del colegio Lourdes, ya no utiliza nunca la pizarra. "Hace años que no me mancho las manos de tiza", dice sentado en un aula, frente a su ordenador. "Mi tiza es esto". Y extrae de debajo de la camisa una llave USB de ocho gigas que llevaba colgada al cuello. Ahí están sus lecciones, que actualiza por la noche cuando llega a casa.
Hace 10 años, en su clase sólo había un alumno con conexión a Internet. "Desde hace cinco, se ha generalizado y los alumnos tienen una gran destreza informática. La estructura educativa va por detrás". En pantalla, una de las animaciones que utiliza para explicar cómo funcionaba la máquina de vapor en la revolución industrial. "La imagen animada tiene un efecto psicológico, no pueden dejar de mirar. Hace 10 años, se hacía una transmisión magistral, se dictaba la verdad y ellos memorizaban. Ahora estamos en una fase de transición, estamos empezando a incorporar el audiovisual e Internet a los procesos educativos. Entramos en un proceso de permanente adaptación y los que no se adapten serán los analfabetos tecnológicos del futuro".
Rubén Díaz tiene 17 años y ya manejaba un ordenador a los siete. A los 11 empezó a programar y en enero puso a caminar Jisko, una pequeña red social. Dice que hay una gran brecha entre padres e hijos, se hablan distintos lenguajes. "Los padres piensan que la persona que está frente a un ordenador está aislada, pero más aislado está uno frente al televisor", dice. Estudia cuarto de la ESO y no comprende cómo a día de hoy no puede consultar sus dudas vía e-mail con los profesores o por qué el profesor no tiene una PDA (computador de mano) en la que podría marcar la ausencia de un alumno y que llegara una notificación instantánea a los padres. "La mentalidad de los inmigrantes digitales es que la tecnología sirve para trabajar menos", sostiene, "cuando en realidad, sirve para ahorrar trabajo innecesario".
La pequeña red social que ha puesto en marcha Rubén tiene 2.000 usuarios y es similar a Twitter. En ella, la gente va contando en mensajes concisos lo que está haciendo, del tipo, "me voy a la ducha", o "hoy los chicos van al teatro". Son precisamente las redes de amigos, como Facebook, Tuenti y MySpace, las que están introduciendo los últimos cambios en las pautas de conducta de los nativos digitales. Las movilizaciones, ya sea para protestar contra la homologación de estudios de Bolonia como para celebrar la "Nochevieja universitaria", se convocan con el gigantesco altavoz de las redes de amigos: el fin de semana pasado, la Puerta del Sol se llenó de jóvenes que se tomaron las uvas con dos semanas de adelanto.
Allí estuvieron Susana y Tamara, dos chicas de 18 años que estudian Publicidad en la Universidad Complutense de Madrid. Dicen que en cuanto llegan a casa, lo primero que hacen es conectarse a su red de amigos.
"Es un vicio", comenta Tamara. Susana abre su página. Hoy tiene tres mensajes privados, nueve invitaciones a eventos y dos comentarios de fotos que alguno de sus amigos ha colgado. La página dice que tiene 449 fotos, de las cuales ella ha subido 94, y que cuenta con 117 amigos. "Bueno, de todos ésos, amigos, amigos, son muy pocos", precisa.
Tamara dice que cada vez usa menos el correo electrónico, con la red de amigos le vale para comunicarse. Que ha dejado de ver la televisión porque ya no le divierte, prefiere saber en qué andan sus amigos. Asegura que la Red le permite estar en contacto con mucha más gente y que se entera mucho mejor de la vida de todos ellos por las fotos que van colgando. "Es verdad que llega un momento en que ya no sabes de qué hablar con la gente porque ya lo sabes todo de ellos, se pierde un poco la magia", asume. Eso sí, para ligar, las redes de amigos son toda una herramienta. Los jóvenes entre 14 y 19 años son los que más tiempo permanecen conectados a Internet, según el último Informe de la Juventud de 2008: el 61,41% de los chicos y el 53,69% de las chicas emplean más de dos horas al día. Porcentajes que se reducen a la mitad en mayores de 30 años.
La profesora Soledad González dice que los alumnos tienen más información, pero que sus análisis tienden a ser más superficiales. Mar Monsoriu, consultora tecnológica experta en Internet, va más lejos. "Son un poco más comodones que la generación anterior. Es la generación del corta y pega, la Red se lo da todo hecho y han perdido la capacidad de estudio, de investigación, de reflexión". Monsoriu, de 46 años, lleva 17 trabajando con Internet y está especializada en marketing tecnológico. Autora de Manual de redes sociales en Internet, piensa que los nativos digitales no manejan tan bien como parece las herramientas digitales. "Están un poco atontados, no caen en la cuenta de que las fotos que cuelgan las pueden ver terceras personas", declara. Las empresas que les contratan pueden tener acceso a verlas, lo cual les puede perjudicar, explica. Cuenta que hace unos meses, un matrimonio de Valencia le pidió consejo al ver unas fotos de su hija de 13 años en una postura provocativa. No las había colgado ella, sino una chica que las había publicado en la Red bajo una falsa identidad. Las redes de amigos también sirven para saldar cuentas. Y para el cotilleo. Y para alojar un paparazzismo de nueva generación en el que se hacen fotos y se publican sin filtros ni sin el consentimiento de los fotografiados.
Mar Monsoriu se dio de alta en 50 redes sociales de todo el mundo para elaborar su libro, y descubrió que algunas venden las bases de datos de sus usuarios a empresas de marketing y publicidad. "El negocio está ahí", ratifica el profesor Fernando García, "es la publicidad diana, saber adónde apuntas". En las redes de amigos, el usuario da datos como su nombre, edad, la ciudad donde vive, los sitios por donde sale. Las marcas pueden dirigirse directamente a su potencial cliente. "Yo trabajo en marketing", añade Monsoriu, "pero lo fundamental es que haya un consentimiento por parte del consumidor".
Juan Freire, bloggero y experto en cultura digital, dice que hay que acompañar a los jóvenes en el uso de las nuevas tecnologías. Pero que no se puede impedir el acceso a ellas, son parte de su cultura. Fernando García recomienda el uso del portátil, que no sea su consola, ni su ordenador, que el ordenador pertenezca a la familia. Eso sí, otorgándoles cierta privacidad.
"A los jóvenes y a las empresas hay que prepararles para la incertidumbre permanente", declara Rafael López Castejón, autor del blog Nativos digitales: "No hay universidad ni empresa que esté preparada para el ritmo de los cambios que se producen entre los adolescentes".
- El País -
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