miércoles, 22 de diciembre de 2010

La cara de los dos millones de copias



La cara de los dos millones de copias

Tamara Villoslada jamás pensó que su rostro vendería libros. Gino Rubert, autor de las porta- das de la edición española de Millennium, de Stieg Larsson, la dibujó cuando eran pareja. Hoy su imagen forra las librerías de todo el país.

HACE unos años, en un barrio residencial de Suecia, encerrado en una habitación con un ordenador, poniéndose hasta las cejas de comida chatarra, en la quinta taza de café y por el cuarto paquete de Marlboro, Stieg Larsson soñaba y se enamoraba de una chica andrógina y bisexual, pequeña, casi escuálida, tatuada y llena de piercings. En Barcelona, otro hombre soñaba y se enamoraba también de una mujer muy delgada, pero de largos cabellos que crecían mágicamente como raíces.



La primera se llama Lisbeth Salander y es la heroína creada por Larsson para su saga policial y best seller póstumo Millennium, que se compone de tres libros de nombres interminables: Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. La segunda es Tamara Villoslada, la artista argentina cuyo rostro ilustra las tres cubiertas de la edición española y entonces pareja del pintor catalán Gino Rubert. Cuando, en 2007, la editorial Destino le hizo el encargo por una modesta cantidad, nadie podía prever que sus cuadros -que parten de fotografías que luego él transfigura- iban a estar pronto en las paredes del metro, en los supermercados, en los aeropuertos, omnipresente en las tapas de los dos millones de ejemplares que lleva despachados en España.


Arte y amor no siempre mezclan bien. La combinación puede tener una fuerza depredadora y criminal. Stieg Larsson terminó tres novelas frenéticamente y esto probablemente le afectó. El escritor sueco nunca se casó con Eva Gabrielsson -con la que vivió los últimos 30 años- para protegerla de los peligros de estar vinculada a alguien que investigaba los movimientos de la extrema derecha de su país, pero no haciéndolo la dejó más desprotegida que nunca. Murió de repente y no dejó testamento. Los herederos legales, su padre y su hermano, no quieren darle un duro.



El arte puede hacer otras cosas raras. Un día, su tío y mentor le dijo a Gino: "Ten cuidado con lo que pintas, que se puede hacer realidad". Y es que no ha hecho otra cosa que pintar a la mujer de sus fantasías "dominante, lista, audaz, seductora, fetichista, perversa..., siempre en brazos de hombres reducidos, enfermizos y sumisos" y a veces ha tenido que ver cómo, de pronto, cobraba vida: "Efectivamente, el arte asusta un poco". En la portada del segundo libro de la trilogía, Gino fue borrado con Photoshop de la ilustración original, en la que aparecían juntos. La editorial sólo quería a su criatura femenina de profundos ojos que evocaba a Salander. Y fue eso lo que quedó. En las tres portadas sólo aparece ella. Para cuando el boom de Larsson estalló y su rostro empapeló las calles españolas, Tamara Villoslada ya era la ex.



A Gino le preocupa un poco ser etiquetado como "el pintor de las cubiertas de Larsson". Mientras, a Tamara las portadas no le han cambiado la vida. La argentina, también ilustradora profesional, dice que verse como tapa no le ha inflado el ego: "Sigo viéndome dentro de una obra de Gino. A veces me miro bien y me pregunto qué pinto ahí". Tamara sabe que es parte del juego de realidad y ficción de la novela. No han faltado en su ciudad reportajes del tipo "Lisbeth Salander es argentina" y algún fan acérrimo de Larsson le ha pedido un autógrafo. Ella, que no sueña con una cerilla y un bidón de gasolina, admite sentir cierta afinidad con Salander. "En la vida real me identifico más con esa fragilidad disfrazada de dureza de Lisbeth que con las mujeres más dominantes y manipuladoras de Gino".

Rubert, por su parte, cree que entre sus personajes femeninos y masculinos no hay rivalidad, sino complicidad, incluso en la tortura. Basta ver la portada del primer libro, en que la mujer aparece atada, pero casi sonriente: "Me interesa la ambigüedad, la confusión entre un cuerpo que te habla de sumisión y dolor y un rostro que te habla de altivez y autosuficiencia".



Hay gente que cuando acaba una relación quema la foto de su ex. Pero como si la realidad fuera un cuadro de Gino Rubert, una de sus pesadillas surrealistas, Larsson ha conseguido que la cara del antiguo amor del pintor se multiplique ad infinitum. De alguna manera, la clave de esta trilogía, y quizá el sentido de su éxito, está en "lo inquietante, lo siniestro y lo extraño", como señala Rubert, que rodean las relaciones entre hombres y mujeres, tanto los que aman como los que no, los que maltratan o los que no, un abismo insondable al que el arte se sigue asomando.



Gino Rubert (www.ginorubert.com) expondrá en enero en la galerías Senda (Barcelona) y Michael Haas (Berlín). Tamara Villoslada (www.tamarindous.com) expone actualmente en la Mite de Buenos Aires.

El País

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