miércoles, 31 de julio de 2013
¿Está pasado ser moderno?
¿Está pasado ser moderno?
Ahora, lo que se lleva es odiar a los modernos. Incluso ellos reniegan de su condición. ¿Por qué? Desde coñas en Internet hasta sesudos ensayos mantienen abierto el debate.
Ahora, lo que se lleva es odiar a los modernos. Incluso ellos reniegan de su condición. ¿Por qué? Desde coñas en Internet hasta sesudos ensayos mantienen abierto el debate.
"Los primeros en posicionarse contra la moda y lo moderno son Voltaire y Rousseau. Dicen que la moda es mala porque hace que los pobres parezcan ricos y los hombres se comporten como mujeres. Ser moderno no es solo una opción estética, es una manera de subvertir los códigos de clase y género. Las mofas hacia los modernos no son solo burlas a un estilo, sino hacia cambios de posición social". Eloy Fernández Porta, premio Anagrama de ensayo por Eros. La superproducción de los afectos y adalid de la sociología pop, no termina de ver lo novedoso del alud de sátiras de la modernidad que campan por la Red y las calles de ciudades de todo el mundo, tomadas desde hace más de una década por una estirpe de creadores y veloces seguidores de tendencias. Al definir su existencia a través de la moda y con ello sentir cero apego a su penúltima encarnación parecen regenerarse. No como los punkis, hippies o incluso emos que al lustro de su nacimiento pasaron a ser secundarios en el mapa sociológico. Los hipsters son casi una casta. Vistiendo pitillos desde 1999.
"Lo que sucede es que la Red lo amplifica todo. Lo que antes estaba en el aire, en este caso cierto miedo y desprecio por el diferente, o por el moderno, se solidifica", recuerda Porta. Vídeos como Being a dickhead's cool (Ser un gilipollas mola), blogs como Look at this f*cking hipster (Fíjate en ese p*to moderno) o camisetas con "Odio a los modernos" se han convertido en las últimas maneras de satirizar a esta gente de aspecto ridículo, pero no mucho menos ridículo del que tenían Bowie o los Sex Pistols, hoy saludados como catárticos agentes de cierto cambio social y cultural. "Estas burlas son amargas, generalizan el odio hacia todo lo que es moderno", apunta Gavin McInnes, fundador de la revista Vice, acaso la publicación que inventó todo esto. Su sección do's and don'ts, en la que se empezaron a realizar comentarios elogiosos o profundamente crueles sobre el aspecto de individuos anónimos de peculiar y moderna estética, propulsó la definición del nuevo hipster, pero también la naturaleza de las sátiras que hoy florecen contra esta gente. "Las bromas hacen gracia porque nadie se considera un hipster. Pero mis bromas nacen del conocimiento y las actuales solo del rencor. No son divertidas. El problema es que muchos asumen que los chavales se toman muy en serio sus pantalones amarillos. Es falso. Hablamos de hipsters, no de góticos y heavies. Aquí el humor es parte importante de la historia". Para Mark Greif, editor de la revista n+1 y coordinador del libro What was the hipster? (¿Qué era el hipster?), en el que, a través de ensayos, se trata de explicar este fenómeno en tiempo real, estos modernos traen consigo mucho más que ironía mal metabolizada, estilismos irritantes ?y cada vez más exagerados y orientados hacia el feísmo? y la altiva sensación de que, para ellos, el éxito es un derecho inalienable. "El odio que se pueda sentir tiene que ver con elementos más allá de su apariencia. Los modernos han sido las tropas de choque de la gentrificación, son los hijos del neoliberalismo, de la victoria definitiva de la sociedad de consumo. Están fuera del sistema esperando poder entrar. En su comunidad hay más coolhunters o diseñadores que músicos y poetas".
Tal vez esto sea lo que provoque que, a diferencia de otras subculturas previas, el odio lo reciben no tanto de las anteriores generaciones, ya instaladas en el conservadurismo, sino de sus coetáneos, que los ven como agentes del blindaje del sistema. Sin quererlo ?es difícil otorgarles más profundidad intelectual que otras e igual de cazurras subculturas?, los hipsters representan algo más que el amor por los colores flúor y el electro. "Mi abuela vivía en el Lower East Side de Nueva York", recuerda Greif. "Cuando en 1999 empezaron a venir los modernos, se alegró. Con ellos venía más policía y calles limpias. Para ella eran monos. Jamás pensó eso de los punkis. No le gustaba ni la palabra".
En los setenta, punki aún era un insulto pero, en 1957, cuando Norman Mailer acuñó el término hipster en su cándido ensayo The white negro, era casi un halago. Hoy se huye de él como de Lady Gaga en una carnicería. Aquí es peor. Los llamamos modernos. ¿Desde cuándo es un insulto? "Aquí el vocabulario para definir este tipo de elementos es muy pobre y se actualiza menos. Tal vez sea consecuencia de que la sociología, y más la que trata estos fenómenos, es vista como algo menor. La culpa es de los grandes medios, que se niegan a entender muchas cosas", apunta Fernández Porta.
"¿Por qué hablamos de todo esto?", se pregunta McInnes. "Fácil, porque a los adultos cada vez les cuesta más aceptar que no son jóvenes. Juro jamás volver a hablar de hipsters ni con gente que habla de hipsters. Estos chavales no quieren nada diferente de lo que han querido todos los jóvenes desde siempre: follar".
Estética, música y cultura 'hipsters'
Cuando anunciamos que parte del libro provendría de un debate en la New School de Nueva York, recibimos muchos e-mails. Un chico pedía las conclusiones, pues podrían ayudarle en la vida; pero la mayoría se quejaba de que la sagrada Universidad acogiera un debate sobre los hipsters". Así recuerda Mark Greif la génesis de What was the hipster?, donde se recogen su ensayo y los de Curtis Lorentzen (editor del New York Observer) o DJ /rupture. Aquí, otras inspiraciones del libro.
1. "El bigote de pederasta, tomado de Terry Richardson, refleja una aproximación irónica a lo decadente, desde la pornografía hasta fumar puros. Pero siempre desde una óptica irónica. Quieren acabar con la corrección, pero caen en el racismo o el sexismo, como en la revista Vice. No olvidemos que el movimiento es blanco y, esencialmente, masculino", apunta Greif. "¿Racista yo? No me importa ni una pizca de negrata lo que una lesbiana judía pueda pensar sobre mis bromas a costa de los pakis", responde McInnes.
2. Las conexiones culturales del movimiento hipster arrancan con las novelas de Dave Eggers y los discos de Johnny Cash producidos por Rick Rubin. Mutan hacia el rock de los Strokes y abrazan la ensoñación retro y la ironía con Wes Anderson. Luego se abandonan a los ochenta, para caer en el ardillismo, Fleet Foxes y las bicicletas sin marchas. "Con respecto a la época Strokes, hay menos heroína y más colores vivos. Los chicos comen mejor y por eso pueden conducir bicicletas sin marchas", apunta McInnes.
3. "American Apparel ha estado en el epicentro del movimiento hipster", dice Greif. No solo por la estética de la firma, también por su activismo social, adosado a causas cool. No olvidemos que el movimiento hizo turismo en los disturbios de Seattle o Génova y en las manifestaciones antiguerra de Iraq. Dov Charney, fundador de la marca, es como un ejemplar de Vice con patas. "No debemos olvidar que en sus tiendas trabajan muchos hipsters. Los empleados tienen hasta su intelectual de cabecera: Slavoj �i�ek". n
martes, 30 de julio de 2013
lunes, 29 de julio de 2013
Nada que esté fuera de ti...
Nada que esté fuera de ti podrá nunca proporcionarte lo que estás buscando
- Byron Katie
domingo, 28 de julio de 2013
El héroe que escribió un 'best seller'
El héroe que escribió un 'best seller'
Stéphane Hessel, antiguo miembro de la Resistencia, vende más de 850.000 copias de '¡Indignaos!'. Su panfleto político, de 32 páginas, es el número uno en Francia
El actual fenómeno literario en Francia se llama Stéphane Hessel y es un hombre delgado, con el pelo rapado, simpático, atento y lúcido. Tiene 93 años, se dirige a su mujer, de parecida edad, llamándola "amor mío", ha vivido una vida de aventuras, coraje y determinación que no cabría en varias películas y reside en un piso discreto y acogedor en un barrio del sur de París.
Canturrea al pasearse por el apartamento. Recibe muchas llamadas que no contesta. Su fax temblequea constantemente. Su librito, un panfleto político de 32 páginas titulado Indignez vous! (¡Indignaos!) ya ha sido comprado por 850.000 franceses, va a sobrepasar el millón, se encuentra en las listas de los libros más buscados en Francia y se va a traducir a una veintena de lenguas. Editado de forma casi artesanal por Indigène, empresa perteneciente a un matrimonio de editores militante y comprometido de Montpellier, se vende a tres euros. Al principio imprimieron 8.000 ejemplares pensando que no iría más allá. Pero el librito, que salió en plena tormenta social en Francia por el retraso de las jubilaciones, cobró vida propia.
Nacido en Berlín, Hessel llegó a París en 1924, a los siete años. Sus padres fueron unos alemanes cultos y curiosos, escritor y pintora respectivamente, amigos de Duchamp y Picasso y su relación amorosa sirvió de modelo para la película Jules et Jim, de François Truffaut. "Conocí a Walter Benjamin a los 15 años. Toda esa gente era mi familia. Por eso, cuando el nazismo calificó esa cultura de degenerada, tuve que rebelarme. Por cierto, a mi madre le gustó mucho la película. Y escribió a Truffaut para decírselo".
Hessel estudió en la Escuela Normal Superior, donde conoció a Sartre: "Era un tipo influyente, que te convencía de cómo había que ser y cómo debía uno actuar". Tras el armisticio, se levantó contra Pétain, luchó en la Resistencia, fue hecho prisionero por la Gestapo y estuvo en un campo de concentración, entre otras vivencias. Pero su libro no habla de eso.
"Mi obra exhorta a los jóvenes a indignarse, dice que todo buen ciudadano debe indignarse actualmente porque el mundo va mal, gobernado por unos poderes financieros que lo acaparan todo". Y prosigue: "En nuestra época teníamos un adversario claro: Hitler, Stalin. Y dijimos 'no'. Ahora, el enemigo es más difícil de encontrar. Pero es igual de importante decir 'no'. Hay que resistir otra vez. Nosotros nos jugábamos la vida. Pero los jóvenes de ahora se juegan la libertad y los valores más importantes de la humanidad".
Sabe de lo que habla. En junio de 1940, se levantó contra el régimen colaboracionista de Vichy. "Muchos franceses pensaban que la guerra había terminado ya y no querían saber nada del llamamiento de De Gaulle desde Londres. Otros nos negábamos a que todo acabara así". El joven subteniente Hessel saltó al norte de África. De ahí a Lisboa, antes de llegar a Londres, donde se puso a las órdenes del general. "De Gaulle era muy alto, muy cortés. Entonces éramos muy pocos a su alrededor. Cuando llegué, me invitó a comer: a mí, a un subteniente. Supe entonces que era el hombre al que debíamos seguir". Trabajó tres años en la capital británica como organizador de la red de espionaje en Francia. Después, harto del despacho, fue enviado a Francia como jefe de espías. "Trabajábamos enviando información a Londres por radio. Pero no se imagine las radios de ahora. Eran aparatos que funcionaban muy mal, y no podíamos emitir más de 20 minutos porque nos interceptaban los alemanes".
Un camarada, tras ser torturado por la Gestapo, le traicionó: "Me citó ahí cerca, en el cruce entre la calle de Edgar Quinet y la avenue Raspail. Era el 10 de julio de 1944 y los aliados ya estaban en Caen. Quienes me esperaban de verdad eran los de la Gestapo". Le trasladaron al campo de concentración de Buchenwald. "Allí a los espías o los fusilaban o los ahorcaban. Me libré de la muerte gracias a que, a última hora, pude hacerme con la identidad de un francés que había muerto de tifus", explica. Volvió a ser apresado. Retornó a un campo de concentración. Se escapó otra vez. Alcanzó París, ya liberada.
Se reunió con su esposa Vitia y sus tres hijos. Se convirtió en diplomático. En 1948 participó en la elaboración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos , redactada en el Palacio de Chaillot, en París. Trabajó en Nueva York, en Viena y en París, viajó por todo el mundo, siempre fiel a los valores de la Resistencia y a los Derechos Humanos, escribió un libro de memorias de hermoso título Dance avec le siecle (Baile con el siglo) y aunque anima a la gente a indignarse, aboga por la no violencia, aparentemente no guarda ninguna amargura y sonríe incluso cuando recuerda los peores momentos, como cuando le torturó la Gestapo en un calabozo de la Avenue Foch, en París: "Yo les hablaba en alemán. Muchos camaradas me dijeron después que había cometido una locura, que era mejor fingir que no les entendía. Pero yo les hablé. Me metían la cabeza en una bañera llena de agua hasta que estaba a punto de ahogarme, y luego me levantaban y me preguntaban. Yo les dije en alemán que la guerra estaba terminándose y que la iban a perder, que no les convenía torturarme mucho porque les podría denunciar yo luego. Quién sabe. Tal vez eso me salvó la vida. Y lo de la bañera era muy desagradable, sí, pero se sobrevivía. La prueba soy yo".
sábado, 27 de julio de 2013
viernes, 26 de julio de 2013
Lo que nos hace ricos o pobres...
Lo que nos hace ricos o pobres no es nuestro dinero, sino nuestra capacidad de disfrutar
Víctor Gay Zaragoza
jueves, 25 de julio de 2013
Chronic City...
Chronic City – Jonathan Lethem
La utopía desopilante y caótica que es Chronic City puede llegar a obnubilar al lector, pero no oculta el hecho de que esta novela de Jontahan Lethem no está a la altura de otras de sus obras y, desde luego, no marcará ningún hito reseñable.
No hay duda, no obstante, de que el escritor estadounidense mantiene un pulso firme a la hora de afrontar la narración y de que su talento como contador de historias es muy grande. Las desventuras de Chase Insteadman en un Nueva York fantástico y aterradoramente similar al actual son divertidas, frescas, ingeniosas y, por momentos, soberbias. El desparpajo narrativo de Lethem convierte una clásica aventura de iniciación en un descenso surrealista hacia lo más recóndito de la personalidad humana. El protagonista pasa por ser un reflejo (el juego de palabras con su apellido así lo insinúa) del ciudadano occidental de hogaño: solipsista y egocéntrico, desconocedor de lo que le rodea y va más allá de su reducido campo de acción.
En este sentido, el trabajo del autor es encomiable. Manhattan, el lugar donde se mueven Chase y sus acompañantes en el libro, aparece como una isla rodeada de niebla que parece imposible abandonar. No es que en algún momento los personajes quieran marcharse, pero la historia concentra toda su pulsión dramática en ese pequeño enclave geográfico: más allá de sus fronteras físicas sólo hay una guerra de la que apenas se habla y un mundo desordenado que no tiene mayor relevancia en las vidas de los protagonistas. La ciudad crónica a la que hace referencia el título (que en la novela designa a una variedad de marihuana) puede aludir al estado enfermizo y apático de sus habitantes: un mal endémico que imposibilita la comunicación real.
De hecho, la modernidad o el acelerado ritmo de esta sociedad parecen constituirse en un eje del libro, ya que se muestran como elementos que impiden al protagonista acceder a un conocimiento que se le escapa. Una tuneladora que horada el subsuelo de la ciudad y que parece desbocarse se convierte, merced a la imaginativa narración de Lethem, en un símbolo del progreso violento que atemoriza en lugar de contribuir a mejorar la calidad de vida, ya que se habla de ella como un tigre mecánico de proporciones gigantescas. Sólo Perkus Tooth, el otro gran protagonista y verdadero eje de la novela, se sustrae de esa inacción y de esa ignorancia: sus teorías y su mente abierta a todo tipo de relaciones le convierten en un personaje sabio, aunque peligroso, como el último tramo de la obra pone de relieve.
En general se puede afirmar que Chronic City es una novela bien urdida y sólida. Sin embargo, a pesar de que el planteamiento de Jonathan Lethem sea ingenioso y sus personajes hagan gala de un encanto encomiable, la verdad es que el libro no termina de funcionar. La enorme metáfora del texto y su obvia representación formal hacen de la novela un artefacto imaginativo, aunque demasiado evidente. La fantasía que desbordan sus páginas no es suficiente para camuflar el hecho de que el autor apunta muy alto, pero se queda en una narración cuya apariencia de reflexividad desactiva cualquier propósito de tejer algo coherente y profundo. Un texto rutilante y unos protagonistas vivaces no consiguen que el libro pase de ser mero entretenimiento, ya que la seriedad que parece querer imprimir el escritor se diluye en una amalgama de escenas delirantes y en ocasiones confusas.
Chronic City no es una mala novela, pero el talento de Lethem da para mucho más que esto. No pierdan el tiempo con ella.
miércoles, 24 de julio de 2013
martes, 23 de julio de 2013
La riqueza material es como...
La riqueza material es como el agua salada; cuanto más se bebe, más sed da...
- Arthur Schopenhauer
lunes, 22 de julio de 2013
En la juventud está el placer...
En la juventud está el placer – Denton Welch
En la juventud está el placer - Denton WelchCon En la juventud está el placer inicia la editorial Alpha Decay la edición de la obra en prosa del escritor inglés Denton Welch, un autor conocido por la crítica pero cuyo nombre suena poco entre el público. Admirado por alguno de los escritores más conocidos de su tiempo, Welch no tuvo ocasión de dejar una extensa producción literaria al morir con poco más de treinta años, como consecuencia de las secuelas provocadas por un accidente de bicicleta ocurrido diez años antes de su muerte.
Pero al leer En la juventud está el placer, un estudio sobre la adolescencia, es fácil comprender la fascinación que su escritura provocó entre los artistas de su tiempo. Sencillo, introspectivo, sensitivo, el estilo de Welch atrapa al lector en una atmósfera por momentos onírica, por momentos mundana. Y en ese extraño ambiente queda atrapado un personaje sensible, desorientado, pero anhelante de libertad.
Ese personaje es Orvil Pym, un adolescente de quince años que disfruta junto con su padre y hermanos mayores de sus vacaciones de verano en un hotel en la campiña inglesa. Huérfano de madre, interno durante el curso escolar en un colegio para jóvenes, Orvil se siente extraño en su propia familia. Su extraordinaria sensibilidad le distancia de las personas de su entorno, y su enorme imaginación le lleva a alejarse hacia fabulosos mundos que únicamente existen en su cabeza.
Orvil se considera a sí mismo “sensiblero”, tal vez por sentirse tan diferente de los hombres (jóvenes o no) que le rodean. Por eso elige casi siempre estar solo, alejarse de la monótona vida social del hotel para entregarse a extraños ritos, fantasías y representaciones. Los gestos de la vida cotidiana le asustan, pero también le decepcionan por su vulgaridad. Así, continuamente se impone extrañas pruebas sin finalidad, realiza actos inocentes que él cree profanaciones, se abandona a impulsos extraños sin un ápice de vergüenza, solo buscando acumular experiencias que vayan más allá de la trivialidad en la que le encierra su existencia de joven estudiante de familia acomodada.
El muchacho es un esteta, también un asceta, precoz que todavía no sabe de qué manera dar cauce a los extraños apasionamientos que bullen en él: ahora se azota la espalda con una correa, después roba un lápiz de labios y se dibuja todo el cuerpo. Primero sueña vivir en una diminuta habitación, del tamaño de un cuarto de aseo, pero decorada con suelos de teselas y paredes de brocado; luego se imagina torturado y metido en una caja donde se viera obligado a estar en cuclillas, sin poder estirarse jamás.
Su imaginación le aísla de la realidad prosaica y le permite fabricarse un delirante mundo a la medida de sus deseos. Y su imaginación es consecuencia de una sensibilidad casi enfermiza, que tamiza cuanto sucede a su alrededor. Los sabores, los olores, las imágenes, las escenas que interpretan sus conocidos, las dependencias y jardines del hotel, los recuerdos o las proyecciones mentales de cómo será su futuro son figuras simples que, alumbradas por la linterna de su imaginación, provocan sombras chinescas en la pantalla de su mente, entre las que puede pasear y fascinarse, ajeno a los convencionalismos.
De esta manera, Denton Welch da una vuelta de tuerca al —tantas veces usado con fines literarios— tema de la adolescencia. Alejándose de los clichés al uso, presenta ese mágico, doloroso y extraño momento en que el ser humano ha abandonado la niñez sin entrar en el mundo adulto; y lo hace sirviéndose de un personaje magistralmente construido. Un personaje cuyo comportamiento tiene validez precisamente, y ese es el quid de la novela, por ser un adolescente, pues de otra manera sería o un loco, o un personaje ridículo. Anímense a conocer a Orvil Pym y, con él, a Denton Welch.
Ficha del libro
domingo, 21 de julio de 2013
sábado, 20 de julio de 2013
Sistema capitalista se sustenta gracias a...
El crecimiento económico del sistema capitalista se sustenta gracias a la insatisfacción de la sociedad
Clive Hamilton
viernes, 19 de julio de 2013
Hay vida después de la muerte...
Hay vida después de la muerte, pero en la Red
El fallecimiento repentino tiene una dificultad añadida: ¿qué hacer con su vida en Internet? - Se puede optar por el borrado total de datos o crear un homenaje en su memoria
Facebook perderá en 2011 alrededor de 1,7 millones de usuarios por fallecimiento, de los más de 600 millones que tiene en todo el mundo. Es un dato estimado de la consultoría americana Entrusted. Para elaborar tan tétrico cálculo han comparado el crecimiento de usuarios de la red social con los ratios de muertes del Centro de Control de Enfermedades de distintos países. Y solo en EE UU habrá, previsiblemente, 480.000 defunciones. Estas, al igual que les ocurrirá a los internautas conectados a redes sociales que mueran de forma repentina, plantean un problema añadido: qué hacer con su vida en Internet. Hay dos opciones para los familiares: el borrado total de sus datos u organizar un homenaje in memoriam.
La red social es reacia a dar el número de bajas por afán de preservar la privacidad de los usuarios y evitar el morbo de algunas compañías. Así lo asegura una directiva de Facebook en Madrid. Aunque en la Red morir no siempre es sinónimo de desaparecer.
El padre de Carmen Gutiérrez falleció de forma súbita, de un ataque al corazón. "Tenía 49 años y estaba divorciado de mi madre. Pasaba muchas horas frente al ordenador chateando y buscando nuevos amigos. Borrar su rastro virtual fue una ardua tarea", explica la joven, de 19 años. Fallecer en Internet no es fácil y exige, además, una decisión importante por parte de la familia, como explica la portavoz de Facebook: "Las opciones son: eliminar todo el material -perfil, fotos o vídeos del pariente desaparecido- o crear un homenaje posmortem para aquellos que quieran que el recuerdo persista".
A este dilema se enfrentó Carmen Gutiérrez: "Era muy duro entrar en la web y comprobar que la gente seguía escribiendo en su muro [el lugar de intercambio de mensajes en Facebook]. Deseaba que pararan". Magdalena Martín, psicóloga clínica que trabaja con enfermos paliativos, subraya que las dudas relativas a qué hacer con las cuentas de correo y perfiles son cada día más frecuentes: "En esta difícil decisión se deben tener en cuenta dos factores: la añoranza o deseo de recuerdo y el miedo o impotencia a la hora de afrontar el fallecimiento". Ninguna opción es peor que la otra. "Mientras la elección que se tome vaya acorde con la salud mental de los que se quedan, será la acertada y se afrontará la pérdida correctamente", añade.
"En el caso que la familia quiera eliminar el perfil, Facebook cuenta con un formulario en caso de fallecimiento", añade la citada directiva de la compañía.
Pero no siempre ha sido así. En el año 2009 saltó a los medios de comunicación la noticia de que una mujer americana, Stephanie Bemister, que denunciaba a la plataforma de Internet por no retirar el perfil de su hermano, William Bemister, director de documentales y periodista. El caso llegó a los tribunales y el perfil fue retirado, dejando al descubierto las lagunas de esta red social en cuestión de privacidad.
Desde entonces ofrece una página en la que los familiares del fallecido pueden solicitar directamente el retiro de su perfil; aunque la compañía sostiene que por política de empresa prefieren dejar activos, por un tiempo, a manera de homenaje, para que solo los amigos aceptados en vida puedan escribir mensajes en el muro.
En el formulario exigen el nombre completo del fallecido, el correo electrónico usado en la cuenta, un documento que demuestre el deceso y la relación parental con el afectado. "Aunque tenía curiosidad por saber los amigos de mi hermano decidimos la opción menos dolorosa, hacerlo desaparecer", argumenta Julia, otra persona que se ha visto envuelta en esta encrucijada. Cuando comenzaron los trámites pensaron que iba a ser más sencillo: "Rellenar unos datos y listo. Ni siquiera sabía si la ley nos amparaba", explica.
Miguel Juan Cobacho, abogado y miembro de la web salirde internet.com, argumenta que Facebook, aunque sea una empresa americana, se rige por la legislación española. El borrado de datos de personas fallecidas en España puede realizarse a petición de los parientes y del Ministerio Fiscal: "Hay que cumplir unos requisitos para lograr la eliminación completa de alguien muerto. La ley de Servicios de la Sociedad de la Información responsabiliza al titular de la web de la desaparición de contenidos si la información referente a la persona es lesiva o ilícita". Y para evitar problemas, solo se permite procesar este tipo de solicitud a un familiar directo. Este es un requisito fundamental en las tres redes sociales mayoritarias en España: Tuenti, Twitter y Facebook. La segunda, además, ofrece a los allegados una copia de los tweets, los mensajes instantáneos de 140 caracteres con los que se comunican los miembros de la red.
Tras dos semanas de espera, Julia y su familia obtuvieron respuesta por email. "Pedían más datos: el año de nacimiento de mi padre, las cuentas de correo asociadas o las redes a las que pertenecía. Una locura". Enviaron la información que faltaba. Ni las palabras de condolencia por parte de la red social, ni la promesa de llevar a cabo la petición fueron suficientes para calmar la angustia de la familia durante esos días: "Incluso avisamos a nuestros amigos para que no aceptaran las solicitudes de mi padre".
Ícaro Moyano, portavoz de Tuenti, asegura que en la red social española esto no ocurre, ya que la solicitud se ejecuta ipso facto si se manda todo lo necesario: "Solo es necesaria la petición de la familia y una certificación de defunción y el perfil desaparece".
El último aviso fue el más inquietante: "Una vez localizada la cuenta, tomaremos las medidas apropiadas para proteger la intimidad del titular. "Pero si estaba muerto", arguye Julia. Tras una ardua espera de dos meses, la cuenta es finalmente eliminada y no queda rastro virtual. "Fue un respiro. Es muy duro ver cómo tu padre te quiere agregar como amigo durante días" concluye la joven. Desde Facebook aseguran que borrar los datos de un fallecido suele tardar unos 15 días, aunque "tenemos muchos usuarios, y puede haber retrasos". La falta de información y de contacto con estas redes crea un sentimiento de impotencia en las familias. "No tienen un teléfono. Solo les puedes contactar por correo, pero no sabes si terminará en saco roto".
Desde la Agencia de Protección de Datos española aclaran que la normativa de protección de datos, al tratarse de un derecho fundamental inherente a la persona extingue al morir. No obstante, "esto no significa que las personas que tuvieran vínculos con el fallecido no puedan dirigirse a los responsables de la entidad que posea los datos personales y solicitar su cancelación".
Hay quien prefiere hacer del fallecimiento un homenaje porque el recuerdo les reconforta. Facebook ofrece un servicio denominado memorializing. Consiste en eliminar toda información del perfil (estatus, actualizaciones y todos los contactos), dejando solo el muro para los mensajes. Max Kelly, jefe de seguridad de Facebook, escribió en su blog: "Cuando alguien nos deja, puede vivir en nuestro recuerdo y por lo tanto no tiene por qué desaparecer en nuestra red social". Fue el caso de Pedro Uche, músico y teclista tinerfeño, que falleció el 13 de septiembre de 2009 en Las Palmas de Gran Canaria. El primer mensaje, público para cualquier persona que entre en su perfil, es muy claro: "Memorial Pedro Uche: Esta es una página de recuerdo al músico fallecido hace un año. No hay ningún Pedro detrás del Facebook. Somos sus amigos y familiares". Una opción que está muy de moda; gente que prefiere atenuar su dolor en la Red.
"Cada vez son más las flores marchitadas en los cementerios, las tumbas sucias por el olvido del tiempo y las lágrimas ahogadas en los hogares. Estas fueron algunas de las razones que nos llevaron a crear un sitio web dedicado a nuestros muertos", subraya Marta Sanmamed, responsable del portal de Internet, pervive.com. Esta empresa fue fundada el 1 de noviembre del 2009 en Madrid. Desde entonces 34.519 usuarios de 99 países han visitado el portal de Internet con 206.253 páginas visitadas. "El número de incineraciones ha crecido, por lo que cada vez hay menos tumbas que visitar, y eso hace que un sitio como este en la Red para recordar a nuestros fallecidos sea fundamental para muchas personas", asegura.
Los datos que se deben incluir son los mismos que en cualquier red social: nombre, un email y una contraseña. Además del entramado de búsqueda de amigos propia de estos portales. "La privacidad de las cuentas la maneja el cliente, no hay dobles caras. Si quieres eliminar la cuenta, la eliminas y punto", añade. "La gente puede escribir condolencias o mandar regalos -ramos, encendido de velas o postales -. Hasta el momento, 54.374 velas han sido encendidas y 53.774 flores enviadas. Está al alcance de cualquiera".
Son conscientes de que los primeros meses tras el deceso son los más duros para los familiares, "pero pasado ese tiempo -los expertos definen el periodo de duelo en seis meses-, según muestran nuestras estadísticas, son los amigos y allegados los que participan más activamente en estos memoriales", recalca Sanmamed. "Es como un cementerio virtual, aunque a mí no me gusta que se le llame así".
Cuenta con dos opciones de perfil. Uno gratis, que permite un uso limitado (con la biografía, tres fotos y un vídeo, además de mandar mensajes y flores). Y otro algo más sofisticado que cuesta 49,95 euros y que da opción a publicar de forma ilimitada las fotos y vídeos que se desean. "Normalmente, son memoriales privados pero algunos son tan bonitos que los familiares los hacen públicos", concluye Sanmamed. Para ella el arte y el amor son los mejores antídotos contra la muerte. Como dijo el político y escritor francés René Chateaubriand, "es más duro asumir la muerte que padecerla".
Es posible salir de Internet
Mucha gente, seducida por la revolución tecnológica, ha olvidado las precauciones que se tomaban en tiempos analógicos. Y ahora hay quien desea borrarse de las redes sociales y que su nombre desaparezca de los buscadores de Internet.
Cualquier persona puede solicitar la eliminación de sus datos de la Red. La legislación española es una de las más restrictivas del mundo en cuanto a protección de datos. "Por ejemplo, en EE UU no existe este derecho para los ciudadanos", comenta Juan Miguel Cobacho, abogado y especialista en esta materia. Desde el pasado verano ha asesorado a más de 200 clientes, algunos de ellos protagonistas de sanciones vejatorias. "Todo suele comenzar de la misma manera. La persona se percata de que han publicado cosas sobre él en distintos sitios de Internet. Se disgusta y quiere la cancelación". Lo primero a hacer es acudir a la página en cuestión y entrar en "su política de privacidad y solicitar la cancelación de los datos". El tiempo estimado de contestación es de unos 10 días.
"Tenía curiosidad y metí mi nombre en el buscador de Google. En la primera línea encontré una página que contaba mentiras terribles sobre mí. Estaba preocupado. Un conocido me recomendó la web de Cobacho", cuenta José Antonio Martín, de 48 años. Los precios "irrisorios" del bufete casi le echan para atrás, 50 euros por los trámites. "Conseguí eliminar mis datos de la página, pero no desapareció de Google". Sus abogados le animaron a seguir. "A pesar de que hubo un tiempo en el que sufrí mucho, ya que seguía apareciendo en el buscador y el pleito duró casi dos años, gané y estoy muy feliz", concluye Martín.
Si, por el contrario, no ha habido contestación en el plazo estimado la mejor opción es acudir a la Agencia Española de Protección de Datos (AEDP). "Los ciudadanos están solicitando cada vez más que tutelemos sus derechos de cancelación de información publicada en Internet. No quieren que sus datos aparezcan en los índices o resultados que ofrecen los motores de búsqueda", apunta el organismo. Este servicio es gratuito, no se necesita abogados y en seis meses solucionan el problema. "Se han incrementado las reclamaciones relativas a informaciones gráficas -fotos o vídeos- en redes sociales y portales de vídeo, como YouTube", añaden desde la AEDP. Si la resolución es positiva la información desaparece.
Si es negativa, seguramente se refiera a un problema mayor: "La página que aloja la información no puede borrar los datos por existir un amparo legal o un conflicto con otro derecho fundamental". Esto ocurre a menudo con los datos personales publicados en los boletines oficiales o en los medios de comunicación.
Las redes sociales deben establecer mecanismos de cancelación y borrado efectivo de la información de los perfiles cuando lo solicite su titular, así como atender las eventuales reclamaciones, principalmente cuando sus datos son publicados por terceras personas. Desde la AEDP argumentan que es necesario que "tanto los miembros como no miembros de las redes sociales tengan un medio de ejercer su derecho de acceso, rectificación y supresión" de datos.
Pasos útiles para borrar el rastro
- Para eliminar un perfil de persona fallecida en Facebook se puede acudir a: http://www.facebook. com/help/contact.php?show_form=deceased. Aunque sea norteamericana, la red social se rige por la legislación española. Para borrar rastros es necesario el consentimiento de la familia directa o del Ministerio Fiscal.
- En el caso de Tuenti lo mejor es que los familiares directos notifiquen el fallecimiento del usuario a la empresa y solicitar la cancelación del perfil.
- Twitter ofrece a los allegados una copia de todos los tweets del fallecido.
- Borrar las cuentas de correo del fenecido: Hotmail las elimina tras 30 días de inactividad. Gmail, es más complicado, ya que se requiere una completa comprobación: los datos del solicitante, algún tipo de documento que acredite el parentesco o poder legal, el email y el encabezado completo de un correo electrónico que la persona haya recibido desde su cuenta.
jueves, 18 de julio de 2013
miércoles, 17 de julio de 2013
El arte de la simplicidad...
Un intelectual es el que explica algo simple de forma difícil y complicada. Un artista es el que explica algo complicado y difícil de forma simple.
- Charles Bukowski escritor
martes, 16 de julio de 2013
Cuando somos lo que acumulamos...
Cuando somos lo que acumulamos
Museos y revistas analizan la fijación coleccionista en los tiempos de Google
El salto que va del Libro de los pasajes, de Walter Benjamin, a la última revista Colors, de Benetton, se justifica con una sola palabra: coleccionista, esa sensibilidad minoritaria y algo maniaca que, ligada al sufrimiento y a la pasión, consiste en el insaciable gesto de acumular cosas, generalmente de una misma clase. En los extremos se sitúan casos como el de los hermanos Collyer, que acumularon toneladas de objetos en una mansión que acabó convertida en su tumba (E. L. Doctorow les dedicó el libro Homer y Langley) o, entre las próximas novedades, las memorias a través de sus ceniceros de la académica y actriz francesa Florence Delay (la Juana de Arco de Bresson) que publicará en España Demipage.
Coleccionar es una afición (mejor, una obsesión) que puede convertir la suma de medallas, monedas o cucharillas en un gesto tan patológico como estético y filosófico. "El coleccionista siente aversión por los museos", afirmó Benjamin. Para el filósofo alemán "hay espíritus, o por lo menos pequeños genios, que se han encargado de que para él -un verdadero coleccionista, un coleccionista como debe ser- la propiedad sea la relación más íntima que se pueda tener con los objetos. No es que cobren vida en él, es él quien vive en ellos".
En el Atlas Walter Benjamin, proyecto del Círculo de Bellas Artes de Madrid, un programa de ordenador reúne parte de su pensamiento fragmentario. Una colección de citas que César Rendueles, uno de sus artífices, explica así: "hemos intentado hacer lo que habría hecho Benjamin con el Libro de los pasajes si hubiera tenido ordenador, formar un hipertexto para navegar por miles de conceptos de su obra, una lectura infinita".
Un caleidoscopio de conceptos. "Configuraciones que liberan los estratos más profundos de la psicomanía", dijo Aby Warburg en referencia a su Atlas Mnemosyne, obra cumbre de la historia del arte que algunos han equiparado, precisamente, con el Libro de los pasajes. El legado estético que instauró Warburg se indaga en una de las exposiciones estrella del momento. Atlas, en el Museo Reina Sofía (hasta se han agotado sus catálogos) bucea en la necesidad de componer el tiempo a través de imágenes con conceptos, manuscritos, fotografías o intervenciones como Archivo FX, de Pedro G. Romero, que elige una colección de postales: "la idea era reactivar la edición de postales que realizó Ángel Toldrá Vinazo en 1909, cargarla de otro sentido, sí, pero también ponerla de nuevo en circulación. La obra no puede exhibirse solo como objeto, no es parte de un coleccionismo que aquí identificaría la tienda de antigüedades con la galería de arte. Ser propietario de esta operación significa, de nuevo, volverla a poner en circulación, volverla a repartir".
Todo esto no debería chocar con el esfuerzo de una revista pizpireta que dedica su último número a esa extraña obsesión (José Carneiro tiene 200 árboles de plástico; Patti Gaal-Homes, 32.000 bolsas de té usadas; Meri Lao, 9.812 sirenas, y Becky Martz, 10.000 etiquetas de plátanos) que Benjamin analizó en su célebre ensayo Historia y coleccionismo: Eduard Fuchs, dedicado a un pionero en el arte de archivar. "Nos llegaron miles de casos y fue difícil elegir", explica Sam Baron, diseñador jefe de Colors. "Creo que el coleccionista es, ante todo, alguien que necesita contarse historias, como las que se contaba de niño, y coleccionar es lo único que le permite seguir con su narración. La mujer que colecciona bolsas de té lo hace porque cada una de ellas encierra el recuerdo de ese momento. Son la memoria de gente que conoció". Para Baron (que según explica ser diseñador le impide acumular objetos, "necesito espacios vacíos") la coyuntura económica ha favorecido a la recuperación de la figura del coleccionista. "Antes no resultaba atractivo. En los ochenta las colecciones se guardaban en una caja o se ocultaban. Pero la crisis económica ha favorecido la cultura del trueque, del reciclaje, de la conservación". En definitiva, entre una nueva economía y una vieja filosofía resurge la vida del objeto.
lunes, 15 de julio de 2013
domingo, 14 de julio de 2013
El arte de la simplicidad...
Un intelectual es el que explica algo simple de forma difícil y complicada. Un artista es el que explica algo complicado y difícil de forma simple.
sábado, 13 de julio de 2013
Una bonita historia sobre...
Una bonita historia sobre niños, Kubrick y el multijugador de 'Call of Duty'
Quiero compartir con vosotros, queridos lectores, algo que me pasó hace poco. Le estaba yo hablando a un amigo de lo normal y a la vez alarmante que resulta encontrar niños jugando a títulos adultos. Que si es preocupante la ignorancia de los padres sobre lo que ven o juegan sus hijos, que si eso afecta a la visión que de los videojuegos tiene la sociedad en general… Ya conocéis ese discurso, hemos tratado el tema en más de una ocasión en Vidaextra.
Pues bien, mi amigo, que al contrario que yo es un avezado jugador online, empieza a contarme entonces una historia muy curiosa que le había ocurrido al respecto. Por lo que se ve, estaba jugando al multijugador online de ‘Call of Duty’ con unos cuantos amigos cuando de repente… ¡PUM!
Un disparo certero había derribado a un miembro del equipo. El pánico cundió al grito de ¡Francotirador! ¡Francotirador! Todos se repartieron estratégicamente como habían hecho en multitud de situaciones como esta. Era cuestión de adivinar de dónde había venido el tiro, de cercar al tirador y de acabar con él antes de que el mal fuera mayor… ¡PUM!
No había dado tiempo a confirmar la estrategia cuando otro compañero caía fulminado al suelo. Los gritos de unos y otros se entremezclaron de forma caótica a través del head set. Entre el griterío se impuso la voz de un miembro destacado del equipo, ese al que todos siguen sin pestañear y del que todos se fian en situaciones peliagudas como esta ¡Calma, calma, vamos a inten…! ¡PUM!
La caída del lider desmoronó al resto del grupo, todo el mundo empezó a correr y a disparar a lo loco, sin embargo, entre el caótico tiroteo sonaba de forma fría y calculada un sonido como un martilleo: ¡PUM! ¡PUM! ¡PUM!
A los pocos minutos nadie quedaba en pie, la partida había terminado y lo único que se escuchaba ya era el soniquete de las estadísticas sumando puntos a aquel asesino implacable.
La indignación se mezclaba con el respeto en la sala de espera. Había sido increíble, menuda máquina de matar, ¿alguien llegó a ver algo? De repente una vocecita se escuchó desde algún remoto lugar a través de los head sets. Hola.
-¿Quién eres? ¿Una chica?
- No. Soy un niño. Respondió la vocecita.
- ¿Un niño? Pero ¿Qué edad tienes? Preguntó mi amigo con asombro y temiéndose ya una tremenda humillación.
- Diez.
- ¡Diez! Soltó encendido por el micrófono un miembro del grupo antes de hacer la pregunta de la que todos, malheridos en el orgullo, creían conocer la respuesta.
- ¿No serás tú el francotirador que ha acabado con todo el equipo hace un momento? Hubo un silencio durante unos segundos que se hicieron eternos.
- No.
¡Uff!, todos respiraron aliviados, habría resultado demasiado fuerte para el ego de aquellos experimentados, curtidos y treintañeros soldados virtuales.
- Ese es mi hermano.
- ¿Y qué edad tiene tu hermano, niño? Espetó mi amigo justo antes de recibir el disparo más certero y doloroso.
- Siete*
*Poned de fondo en este momento la terrorífica música que acompaña uno de los momentos álgidos de la película de Stanley Kubrick ‘La chaqueta metálica’, ese en el que los protagonistas descubren que el francotirador que ha masacrado a media compañía es una niña.
viernes, 12 de julio de 2013
jueves, 11 de julio de 2013
Semejanzas...
Dicen que los perros acaban pareciéndose en carácter a sus dueños. Con las comunidades de Internet parece suceder exactamente lo mismo.
– escuchado por ahí
miércoles, 10 de julio de 2013
Cómo saltar a las redes sociales...
Cómo saltar a las redes sociales
Las empresas necesitan una estrategia definida para acercarse al consumidor
Pueden arruinar y ensalzar la reputación de una compañía. El caso de Domino's Pizza en Estados Unidos lo refleja. Dos empleados lanzan un vídeo en YouTube haciendo todo tipo de porquerías con la pizza que preparan. En un día lo ven cerca de un millón de personas. El responsable de la compañía obliga a retirar el vídeo de YouTube, pero ya se ha extendido como la pólvora a través de las redes sociales, donde la censura se vuelve en contra. Graba otro vídeo, tras despedir a los dos empleados, para decir que sus productos se elaboran con el mayor de los cuidados. Lo ven 60.000 personas. La broma llega a los medios de comunicación y la imagen de Domino's cae por los suelos.
Aprende del error. Un año después, un consumidor se queja con otra grabación del mal estado en que le ha llegado el pedido a casa. Inmediatamente, el consejero delegado de Domino's le pide disculpas y el chef de la compañía lleva una pizza a su domicilio, donde se compromete con él a que a partir de entonces todas las pizzas se entregarán en perfecto estado. Para ello lanza un concurso, dotado con 500 dólares de premio, a fin de que los clientes exhiban las pizzas que han pedido a domicilio. Esta vez sí que ha sacado partido de la crisis.
Es el fenómeno de las redes sociales (RS), mediante las cuales los consumidores se han transformado en mejores prescriptores que las propias empresas. No en vano comparten 500 billones de opiniones cada año. Y si se saben aprovechar, "las marcas se pueden convertir en medios de comunicación por sí mismas, en líderes de opinión, como ha hecho Kodak". Con esta frase, Pilar Millán, de la agencia de publicidad 101, invita a las compañías a acercarse a sus clientes a través de estas plataformas de interacción que cada día cobran más relevancia.
Con 27 millones de internautas, el 64% de la población, España es el séptimo país del mundo en el uso de redes sociales, mantiene Daniel Canomanuel, e-commerce y social manager de Telepizza. En ellas se consume cerca de una cuarta parte del tiempo destinado a Internet y se encuentran el 80% de los internautas. Son ellas, dice, las que están cambiando el marketing tradicional. "El usuario no se fía de la publicidad porque es unidireccional. El 90% de los consumidores prefieren las prescripciones de otros consumidores a las de las marcas. Y eso no se puede obviar", agrega.
Pero no todo vale en las redes sociales, y antes de lanzar una empresa a la exposición pública, todos los expertos consultados aseguran que lo primero que hay que hacer es tener una estrategia definida e integrada con la estrategia global de la compañía. Las RS por sí mismas no son suficientes. Además, sostiene Millán, "es necesario no tener miedo a las críticas, comprometerse con el usuario y ser sincero con él. Y es que las RS crean lazos emocionales, lo que no sucede en ningún otro departamento de la empresa".
Lo sabe bien la marca Gallo. Un bloguero lanzó una afirmación en la Red que llegó a los medios de comunicación y consiguió que la empresa cambiase la troqueladora con que elaboraba sus pastas. A las sopas Gallo le faltan letras, no tienen ñ ni w, decía su blog. Al final, la marca introdujo esas letras en sus sopas, además de la @ y la ç. Se modernizó por el cliente.
Han sido muchas las empresas que han ido a remolque de las críticas de los consumidores en las redes sociales. Quizá por ello, buena parte de las que venden productos o servicios se han dado cuenta de su importancia. Hay que estar. Pero no solo por estar. "Muchas compañías se lanzan a las RS sin saber por qué. Deben tener en cuenta que el consumidor, a través de ellas, tiene más poder y va a actuar. Por eso ha de definir muy bien su marca y saber cuál es su diferencial con la competencia antes de entrar en los social media", sostiene Jean-Marc Colanesi, profesor de Esic.
¿Cómo se diseña una estrategia en las redes sociales? Antes de exponerse al público, hay que escucharle, qué dice de nuestra marca, de la competencia, del sector... para así saber cómo puedo diferenciarme con contenidos nuevos que interesen a la comunidad. Y ordenar los objetivos que queremos conseguir: de ventas, de imagen, número de usuarios, atención al cliente, fidelización..., aconseja Elvira Aldaz en los cursos que imparte la agencia 101. Es fundamental determinar cuál va a ser la herramienta de medición y análisis de resultados. Lo mismo que seleccionar a las personas que se van a encargar de los contenidos y de la interlocución con los usuarios. No sirve un becario, debe ser personal especializado y con dedicación plena. Tampoco hay que olvidar preparar un plan de crisis por si esta estalla y comunicar a los empleados que la empresa va a lanzarse a las redes sociales.
Y tener paciencia. Como mínimo, las acciones producen resultados después de seis meses de inversión. Otro consejo: no actuar por oleadas, la interacción debe ser continua. Tenga en cuenta que hay muchos "promópatas" que llegan tan pronto como se van, pues solo quieren conseguir la promoción. Existen acciones muy baratas. Por ejemplo, antes del lanzamiento del nuevo Ford Fiesta, la marca se lo deja probar a 100 usuarios de redes sociales que graban 700 vídeos, vistos por 6,5 millones de personas, tras los cuales más de 50.000 consumidores piden información sobre el coche a
Ford. O la campaña Whopper Sacrifice de Burger King, por la cual premiaba a los usuarios de Facebook que borrasen amigos de su perfil. Le costó 50.000 dólares la aplicación que lo permitía, consiguió 32 millones de impactos en medios cuya equivalencia en publicidad serían 400.000 dólares.
¿En qué redes sociales lanzarse? Colanesi recomienda Twitter, por ser la más dinámica; Facebook, al contar con más seguidores y servir para definir mejor los comportamientos del consumidor; YouTube, el segundo motor de búsqueda mundial por detrás de Google, y Flickr. Groupalia, con medio millón de fans en Facebook, considera que en esta red es donde mejor funcionan las promociones y concursos; Twitter, donde tiene más de 15.000 followers, "nos permite comunicarnos en tiempo real y con mucha más frecuencia con los usuarios". Y Telepizza, con casi medio millón de seguidores en RS, aconseja no olvidarse de Tuenti y plataformas nuevas como Google Plus.
En cualquier caso, tenga en cuenta que en las redes sociales el primer objetivo no es vender, es informar y compartir. Si satura a sus seguidores, le abandonarán. Y otra cosa, son plataformas tan novedosas que están en constante evolución, por lo que lo que hoy sirve, puede no valer mañana.
Los personajes de una comunidad
- Mediador: usuarios que ayudan al community manager a resolver problemas o discusiones.
- Beginner: llegan por primera vez y preguntan hasta lo más evidente. Con paciencia y mimo, se convertirá en un fan.
- Hostage: el inseguro, que cree que nadie le escucha.
- Energy vampire: solo pregunta, y si no se sabe controlar, se convertirá en un troll.
- Troll: enemigo de la marca que crea controversias y ofende.
- Angry little man: usuario que tiene un mal día y critica todo, pero con peligro de transformarse en troll.
- Profesor: todo lo sabe y usa lenguaje técnico.
- Gurú: es más cool que el profesor porque utiliza un lenguaje llano.
- Visionario: le gustan los retos y lleva contenidos de fuera a la comunidad.
- Leecher: se aprovecha de la comunidad sin colaborar.
- Hoygan: preguntan todo lo ya explicado con muchas faltas de ortografía.
- Lurker: audiencia invisible.
Solo el 1% de los seguidores de las redes sociales crean contenidos y los comparten con el resto; el 9% de ellos comparten el contenido de los demás, y el 90% restante solo leen y descargan material.
Fuente: Agencia 101
martes, 9 de julio de 2013
lunes, 8 de julio de 2013
domingo, 7 de julio de 2013
La tragedia busca su gran novela...
La tragedia busca su gran novela
A punto de cumplirse diez años desde los atentados que marcaron el nuevo siglo, la literatura norteamericana sigue sin atreverse a profundizar en un tema aún sin cicatrizar
Decía Norman Mailer que para escribir sobre un acontecimiento real había que dejar pasar al menos una década. Un lapso de tiempo necesario para evitar esos impulsos emocionales que convierten la literatura en ajustes de cuentas o en retratos ridículos y superficiales. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 parecen llevar hasta sus últimas consecuencias esta máxima literaria. En diez años, los escritores estadounidenses, entusiasmados por la no ficción y enamorados de la visión de Henry James (sólo se transmite aquello que está apegado a la realidad de lo vivido), apenas han tocado el horror que supuso el ataque a las Torres Gemelas.
El cine fue mucho más rápido que la literatura, aunque de nuevo, no fueron los norteamericanos los que primero documentaron el ataque. Las impactantes imágenes de los dos aviones reventando los rascacielos el segundo transmitido en directo por la CNN, los ejecutivos saltando hacia la muerte desde las ventanas, huyendo del fuego que abrasaba las oficinas, así como el sonido, conocido posteriormente, de las últimas llamadas de las víctimas, engrasaron fácilmente los motores de la industria audiovisual: en 2002, se estrenó 11'09''01. 11 de septiembre, un compendio de cortos dirigidos por once directores, de los cuales sólo Sean Penn era estadounidense. No sería hasta 2006 cuando Hollywood puso a funcionar sus máquinas y el mensaje del heroismo americano con World Trade Center, de Oliver Stone, un filme centrado en la actividad de los bomberos durante el 11-S. Sin el toque melodramático tan hollywoodiense, el mismo año se estrenó United 93, de Paul Greengrass, esta vez sobre la heroicidad mostrada por los pasajeros del vuelo secuestrado que, supuestamente, fue estrellado por los terroristas en un descampado de Pennsylvania.
A la literatura le ha costado más interpretar aquel dolor. Apenas hay una mirada directa. Ni crítica o sátira. Quizá por el shock de ser el gran imperio atacado, por la autocensura ante la política de su país: tras el atentado comenzó la guerra contra el terror de George W. Bush, que mató a miles de personas e Irak y Aganistán y llevó a cientos de musulmanes a Guantánamo.
Hace un año, el escritor AnisShivani escribió al respecto en The Huffington Post: “La ficción entre 2003 y 2007 en EEUU ha sido muy, muy mala (...). Era demasiado pronto descifrar el significado del 11-S y los novelistas que lo hicieron cometieron un grave error en sus juicios. Los lectores no estaban preparados”. Shivani sí daba una oportunidad a los que escribieron después, como Joseph O’Neill, y otros aún no publicados en España, como Teddy Wayne y su Kapitoil, y Torsten Krol con Callisto.
Primero, los extranjeros
El francés Frédéric Beigbeder fue uno de los primeros en acercarse a los atentados con Windows on the world, publicada en 2004. El autor de 13,99, que en septiembre publicará con Anagrama Una novela francesa, abordó, además, sin concesiones los terribles sucesos del 11-S. Desde la distancia de Francia, Beigbeder ficcionó las sensaciones de un ejecutivo atrapado en el restaurante de las plantas 106 y 107 de la Torre Norte minutos después del choque del primer avión. Una excusa narrativa para enfrentar a EEUU a uno de los pilares de su política: el odio. “Ese odio que inspira Norteamérica es amor. Alguien que te odia tanto, alguien que quiere que lo aborrezcas tanto, es alguien que quiere llamar tu atención. O sea, alguien que te ama inconscientemente. Bin Laden no lo sabe, pero adora a Norteamérica y desea que esta le quiera”, escribió el novelista. Mientras los norteamericanos todavía lloraban y se partían la cabeza intentando comprender por qué les habían atacado, un francés llegaba a las listas de ventas para poner los puntos sobre las íes.
Casi al mismo tiempo, el semanario alemán Die Zeit encargaba a Art Spiegelman, el autor del cómic Maus, una historia sobre los atentados. El resultado fue Sin la sombra de las torres, una novela gráfica que también criticaba la xenofobia que había calado en Estados Unidos tras los atentados: “Mientras no seas árabe se te permite pensar que Estados Unidos no siempre es tan grande”, dice el personaje de Happy. Y a Spiegelman se lo permitieron porque le pagó un diario alemán.
La mirada infantil
EEUU siempre se ha caracterizado por tener una mirada infantilizada hacia los grandes sucesos y tragedias. Hollywood creció bajo este criterio. Y los literatos que no lo hicieron fueron tachados de malditos, outsiders o perdidos. Jonathan Safran Foer publicó en 2005 Tan fuerte, tan cerca, uno de los primeros intentos de un escritor norteamericano por crear ficción sobre el 11-S. Pese a que se guardó las espaldas convirtiendo al protagonista en un niño que busca desesperado el mensaje de su padre muerto tras el derrumbe de las torres, Safran Foer fue duramente criticado en su país. “Escribir una novela en torno al 11-S es una elección natural, sobre todo siendo neoyorquino. Lo que no es natural es ignorarlo. El mundo, Nueva York, todo ha cambiado desde entonces. Y que la gente se escandalice porque he decidido meter variaciones tipográficas o fotografías simplemente demuestra que Estados Unidos sigue obsesionado con lo que se puede ver y lo que no”, dijo en una entrevista poco después. El libro ha sido adaptado al cine este año.
Con esa inmadurez que la caracteriza, América aún no quería mirar a sus muertos ni preguntarse por qué. Prefería que fuera el cine el que contara el 11-S con historias heroicas. Y, cuando lo hiciera, prefería que fuera a través de otras historias como Los hijos del emperador, de Claire Messud, publicada en 2007. Nominada al Man Booker Prize, la novela mostraba el shock que sufrió una generación de treintañeros después de una década –los noventa– en la que Nueva York se había convertido en una fiesta en la que sólo
importaban problemas emocionales y triunfaban series como Sexo en Nueva York. “Mis personajes, como el resto de nosotros, no estaban preparados para los atentados (...) y, de repente, todo saltó por los aires”, afirmó en una entrevista Messud. De pronto, América se hizo mayor.
El islam es malo
A partir de 2007, los novelistas que decidieron tocar el tema de los atentados lo hicieron desde la perspectiva del fundamentalismo islámico. La excepción fue Don DeLillo, quien, en El hombre del salto, se adentró en cómo la herida de los atentados había abierto otras mucho peores en los norteamericanos. El título de la novela ya es elocuente: parte de la fotografía que tomó Richard Drew, a las 9.41 de la mañana del 11-S, a un hombre que se había lanzado al vacío desde una de las plantas superiores de la Torre Norte. Uno de esos jumper –como los denominó la prensa estadounidense– que habían decidido elegir su propia muerte. La foto de Drew, como otras muchas imágenes de saltadores –se calcula que llegaron a quitarse así la vida unas 200 personas– fueron censuradas y autocensuradas por los periódicos. Don DeLillo se atrevió con la historia y trazó una novela en la que critica el desmoronamiento ético de un país, inmortalizado en ese hombre que cae con traje y corbata.
No obstante, para el resto de novelistas, el terrorista islámico era mucho más interesante que narrar el abatimiento moral de sus compatriotas. Es el caso de John Updike con Terrorista o la novela gráfica El informe 11-S, de Sid Jacobson y Ernie Colón. ¿Cómo puede llegar alguien a convertirse en un fanático?, se preguntó Updike. Jacobson y Colón intentaron que todos los lectores entendieran la versión oficial americana facilitando así la entrega de un pueblo a la guerra contra el terror. Con mucha más agudeza, el británico Martin Amis también participó de la crítica al islamista en El segundo avión, aunque intentando comprender de dónde surge ese odio a Estados Unidos.
Shivani decía que desde 2009 ha cambiado la tendencia en la novelística sobre el 11-S. El ejemplo más claro es Freedom, de Jonathan Franzen, que llegará próximamente a España. “Ya conocen el final. Todo el mundo muere”, escribió Beigbeder sobre la tragedia. Y puede que el problema esté en que los norteamericanos prefieren los finales felices.
A punto de cumplirse diez años desde los atentados que marcaron el nuevo siglo, la literatura norteamericana sigue sin atreverse a profundizar en un tema aún sin cicatrizar
Decía Norman Mailer que para escribir sobre un acontecimiento real había que dejar pasar al menos una década. Un lapso de tiempo necesario para evitar esos impulsos emocionales que convierten la literatura en ajustes de cuentas o en retratos ridículos y superficiales. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 parecen llevar hasta sus últimas consecuencias esta máxima literaria. En diez años, los escritores estadounidenses, entusiasmados por la no ficción y enamorados de la visión de Henry James (sólo se transmite aquello que está apegado a la realidad de lo vivido), apenas han tocado el horror que supuso el ataque a las Torres Gemelas.
El cine fue mucho más rápido que la literatura, aunque de nuevo, no fueron los norteamericanos los que primero documentaron el ataque. Las impactantes imágenes de los dos aviones reventando los rascacielos el segundo transmitido en directo por la CNN, los ejecutivos saltando hacia la muerte desde las ventanas, huyendo del fuego que abrasaba las oficinas, así como el sonido, conocido posteriormente, de las últimas llamadas de las víctimas, engrasaron fácilmente los motores de la industria audiovisual: en 2002, se estrenó 11'09''01. 11 de septiembre, un compendio de cortos dirigidos por once directores, de los cuales sólo Sean Penn era estadounidense. No sería hasta 2006 cuando Hollywood puso a funcionar sus máquinas y el mensaje del heroismo americano con World Trade Center, de Oliver Stone, un filme centrado en la actividad de los bomberos durante el 11-S. Sin el toque melodramático tan hollywoodiense, el mismo año se estrenó United 93, de Paul Greengrass, esta vez sobre la heroicidad mostrada por los pasajeros del vuelo secuestrado que, supuestamente, fue estrellado por los terroristas en un descampado de Pennsylvania.
A la literatura le ha costado más interpretar aquel dolor. Apenas hay una mirada directa. Ni crítica o sátira. Quizá por el shock de ser el gran imperio atacado, por la autocensura ante la política de su país: tras el atentado comenzó la guerra contra el terror de George W. Bush, que mató a miles de personas e Irak y Aganistán y llevó a cientos de musulmanes a Guantánamo.
Hace un año, el escritor AnisShivani escribió al respecto en The Huffington Post: “La ficción entre 2003 y 2007 en EEUU ha sido muy, muy mala (...). Era demasiado pronto descifrar el significado del 11-S y los novelistas que lo hicieron cometieron un grave error en sus juicios. Los lectores no estaban preparados”. Shivani sí daba una oportunidad a los que escribieron después, como Joseph O’Neill, y otros aún no publicados en España, como Teddy Wayne y su Kapitoil, y Torsten Krol con Callisto.
Primero, los extranjeros
El francés Frédéric Beigbeder fue uno de los primeros en acercarse a los atentados con Windows on the world, publicada en 2004. El autor de 13,99, que en septiembre publicará con Anagrama Una novela francesa, abordó, además, sin concesiones los terribles sucesos del 11-S. Desde la distancia de Francia, Beigbeder ficcionó las sensaciones de un ejecutivo atrapado en el restaurante de las plantas 106 y 107 de la Torre Norte minutos después del choque del primer avión. Una excusa narrativa para enfrentar a EEUU a uno de los pilares de su política: el odio. “Ese odio que inspira Norteamérica es amor. Alguien que te odia tanto, alguien que quiere que lo aborrezcas tanto, es alguien que quiere llamar tu atención. O sea, alguien que te ama inconscientemente. Bin Laden no lo sabe, pero adora a Norteamérica y desea que esta le quiera”, escribió el novelista. Mientras los norteamericanos todavía lloraban y se partían la cabeza intentando comprender por qué les habían atacado, un francés llegaba a las listas de ventas para poner los puntos sobre las íes.
Casi al mismo tiempo, el semanario alemán Die Zeit encargaba a Art Spiegelman, el autor del cómic Maus, una historia sobre los atentados. El resultado fue Sin la sombra de las torres, una novela gráfica que también criticaba la xenofobia que había calado en Estados Unidos tras los atentados: “Mientras no seas árabe se te permite pensar que Estados Unidos no siempre es tan grande”, dice el personaje de Happy. Y a Spiegelman se lo permitieron porque le pagó un diario alemán.
La mirada infantil
EEUU siempre se ha caracterizado por tener una mirada infantilizada hacia los grandes sucesos y tragedias. Hollywood creció bajo este criterio. Y los literatos que no lo hicieron fueron tachados de malditos, outsiders o perdidos. Jonathan Safran Foer publicó en 2005 Tan fuerte, tan cerca, uno de los primeros intentos de un escritor norteamericano por crear ficción sobre el 11-S. Pese a que se guardó las espaldas convirtiendo al protagonista en un niño que busca desesperado el mensaje de su padre muerto tras el derrumbe de las torres, Safran Foer fue duramente criticado en su país. “Escribir una novela en torno al 11-S es una elección natural, sobre todo siendo neoyorquino. Lo que no es natural es ignorarlo. El mundo, Nueva York, todo ha cambiado desde entonces. Y que la gente se escandalice porque he decidido meter variaciones tipográficas o fotografías simplemente demuestra que Estados Unidos sigue obsesionado con lo que se puede ver y lo que no”, dijo en una entrevista poco después. El libro ha sido adaptado al cine este año.
Con esa inmadurez que la caracteriza, América aún no quería mirar a sus muertos ni preguntarse por qué. Prefería que fuera el cine el que contara el 11-S con historias heroicas. Y, cuando lo hiciera, prefería que fuera a través de otras historias como Los hijos del emperador, de Claire Messud, publicada en 2007. Nominada al Man Booker Prize, la novela mostraba el shock que sufrió una generación de treintañeros después de una década –los noventa– en la que Nueva York se había convertido en una fiesta en la que sólo
importaban problemas emocionales y triunfaban series como Sexo en Nueva York. “Mis personajes, como el resto de nosotros, no estaban preparados para los atentados (...) y, de repente, todo saltó por los aires”, afirmó en una entrevista Messud. De pronto, América se hizo mayor.
El islam es malo
A partir de 2007, los novelistas que decidieron tocar el tema de los atentados lo hicieron desde la perspectiva del fundamentalismo islámico. La excepción fue Don DeLillo, quien, en El hombre del salto, se adentró en cómo la herida de los atentados había abierto otras mucho peores en los norteamericanos. El título de la novela ya es elocuente: parte de la fotografía que tomó Richard Drew, a las 9.41 de la mañana del 11-S, a un hombre que se había lanzado al vacío desde una de las plantas superiores de la Torre Norte. Uno de esos jumper –como los denominó la prensa estadounidense– que habían decidido elegir su propia muerte. La foto de Drew, como otras muchas imágenes de saltadores –se calcula que llegaron a quitarse así la vida unas 200 personas– fueron censuradas y autocensuradas por los periódicos. Don DeLillo se atrevió con la historia y trazó una novela en la que critica el desmoronamiento ético de un país, inmortalizado en ese hombre que cae con traje y corbata.
No obstante, para el resto de novelistas, el terrorista islámico era mucho más interesante que narrar el abatimiento moral de sus compatriotas. Es el caso de John Updike con Terrorista o la novela gráfica El informe 11-S, de Sid Jacobson y Ernie Colón. ¿Cómo puede llegar alguien a convertirse en un fanático?, se preguntó Updike. Jacobson y Colón intentaron que todos los lectores entendieran la versión oficial americana facilitando así la entrega de un pueblo a la guerra contra el terror. Con mucha más agudeza, el británico Martin Amis también participó de la crítica al islamista en El segundo avión, aunque intentando comprender de dónde surge ese odio a Estados Unidos.
Shivani decía que desde 2009 ha cambiado la tendencia en la novelística sobre el 11-S. El ejemplo más claro es Freedom, de Jonathan Franzen, que llegará próximamente a España. “Ya conocen el final. Todo el mundo muere”, escribió Beigbeder sobre la tragedia. Y puede que el problema esté en que los norteamericanos prefieren los finales felices.
sábado, 6 de julio de 2013
viernes, 5 de julio de 2013
Los secretos...
«Al final de su vida, se ha dado cuenta de que los secretos destruyen; de que hay que iluminar los rincones para que no haya sombras; que en las sombras se ocultan los monstruos.»
- Las largas sombras de Elia Barceló
jueves, 4 de julio de 2013
Guía del rock para idiotas...
Guía del rock para idiotas
Un pequeño catálogo de clisés que circulan por el universo musical. El uso reiterado de tres o más avisa que se acerca peligrosamente la calcificación mental. Cuidadín.
- Yo solo escucho música en vinilo. O en MP3 o en cartuchos de ocho pistas (sí, hay gente para todo). No entremos a discutir las ventajas sónicas de uno u otro; mejor, dejemos esas cuestiones a los audiófilos. Lo que realmente importa es el contenido; derivar el énfasis hacia el soporte revela inclinaciones fetichistas.
- Ya no se hace música como en los ochenta. O los sesenta o los cuarenta. Ahora, prácticamente todos los estilos del siglo XX están siendo revividos, con olor a naftalina o con visión actualizada, en analógico o digital. Solo la ignorancia o el conformismo pueden justificar tan audaces afirmaciones.
- A mí, X me gustaba en los primeros tiempos. Traduciendo: "X me valía cuando los conocíamos unos pocos, no ahora que los escucha hasta el frutero". Sin negar que la omnipresencia desgasta el encanto inicial de muchas propuestas, esa frase destapa un secreto del rock: a pesar de su vocación democrática, alienta el implacable elitismo de quienes tienen como principal objetivo vital estar a la última.
- 'Indie' significa "independiente". Eso sirvió en otros tiempos. Hoy, es una estética que se manifiesta en sellos pequeños... y grandes. La financiación de la música -sea por una corporación o por un supuesto mecenas- no determina su naturaleza: hay multinacionales que dejan en paz a determinados artistas y compañías diminutas que insisten en manipular a los creadores.
- Los nuevos modelos de negocio permiten la autonomía del artista. Encomiable en teoría, la práctica obliga al artista a plantearse días de 48 horas. El sistema de la industria musical puede ser detestable pero se ha mantenido durante cien años. Hay razones sólidas para que existan las discográficas, los representantes, los productores y, sí, los encargados de crear contenidos para la Red. Entre otros motivos, para que el gorrión pueda centrarse en lo suyo.
- Las críticas no importan: los artistas no leen. Efectivamente, algunos artistas leen poco (¡ni siquiera sus propios contratos!). Pero incluso el más analfabeto tiene un prodigioso escáner que detecta su nombre en un mar de letras. Por no hablar de una memoria de paquidermo, que le permite recordar, muchos años después de su publicación, palabra por palabra, cualquier ofensa escrita.
- Los festivales son buenas ocasiones para descubrir música. Aunque el espectador venga predispuesto a las epifanías, lo cierto es que los carteles festivaleros tienden a lo genérico. Los grupos desfilan como aspirantes en una audición, repiten sets reducidos y se marchan ignorando si visitaron Bélgica o Croacia.
- La radio musical no tiene sentido en la era de Internet. La promesa -que no realidad- de la fonoteca universal resulta embriagadora. Lo mismo que la infinita oferta de programaciones de todo el planeta. Sin embargo, ocurre una desconexión de la realidad circundante cuando el oyente abandona las emisoras locales o nacionales. En vez de hacerle parte de una comunidad mayor, su vagabundeo por el mundo digital le convierte en un freak, obsesionado por bandas desconocidas y esclavo de criterios distantes.
- La música debe ser gratis; los artistas ya ganan bastante con el directo. Aún aparcando a aquellos que no pueden o no quieren actuar, pocos artistas aceptan ese trueque. Un efecto de ese desplazamiento del dinero podría ser el bajón en la calidad media de las grabaciones, frecuentemente hechas sin aportación externa en estudios caseros. Menos discutible es la subida atmosférica de las entradas para conciertos, si pueden llamarse así esos espectáculos audiovisuales controlados por un ordenador.
miércoles, 3 de julio de 2013
martes, 2 de julio de 2013
lunes, 1 de julio de 2013
La guerra del café compatible...
La guerra del café compatible
Marcilla saca al mercado cápsulas para que puedan ser usadas en las cafeteras exclusivas de Nespresso - Como antes las impresoras, el conflicto llega a la justicia - ¿Plagio o innovación?
Un recipiente de pocos centímetros y con cinco gramos de café dentro. Una cápsula envuelta en polémica que la marca Marcilla, propiedad de la multinacional Sara Lee, presentó ayer con todos los honores a la prensa. ¿Por qué tanto revuelo si el mercado ya tiene decenas de sistemas de café en monodosis? Porque Marcilla se atreve a reventar el exclusivo sistema de Nespresso y amenaza todo su modelo de negocio, ya que venderá las cápsulas compatibles con las cafeteras de Nestlé, más baratas y en los supermercados, y no en tiendas propias como en el caso de las auténticas. Entre la original y el sucedáneo, miles de millones en juego.
No es la primera vez que Sara Lee declara la guerra a Nespresso: en Francia y Holanda ya venden la versión "compatible". En el primer país hay por esta causa un proceso judicial en marcha. Sin embargo, Mauro Schnaidman, presidente de la división de la multinacional para el sur de Europa no se amilana. "La cápsula la ha desarrollado nuestro departamento de innovación y desarrollo. Es nueva y diferente", justifica. Valen 2,99 euros cada diez unidades, frente a los entre 3,30 y 3,90 euros de la marca Nespresso. Estará en miles de supermercados, mientras que las genuinas solo se pueden adquirir en 26 tiendas e Internet. Sus campañas publicitarias las protagoniza una estrella de Hollywood, para insistir en un modelo de negocio que se basa en la exclusividad. Si el sabor y el aroma de unas y otras es igual, es otra historia.
Nespresso, de momento, guarda silencio, porque sus responsables en España aseguran que no quieren desvelar su "estrategia legal". Pero el golpe puede ser duro para su negocio: las cápsulas han sido el balón de oxígeno de Nestlé en plena crisis. Su venta en España ha crecido cerca del 30% al año y en todo el mundo le proporcionó a la suiza 2.530 millones de euros en 2010. La discusión por la copia de cápsulas parece nueva, porque las monodosis son jóvenes en el sector del café (suponen en España cerca del 17% del café que se vende en supermercados). Pero en realidad copiar consumibles para máquinas de otros tiene un nombre: Aftermarket. Es el protagonista, por ejemplo, de una de las grandes guerras por consumibles de los noventa: la de las impresoras.
"Los fabricantes de impresora venden las máquinas a precios muy competitivos. En realidad, el negocio está después en los cartuchos. Por eso no les hizo gracia que hubiera empresas que comenzara a fabricar compatibles", explica Mattia Rossi, responsable de marketing de Prink, empresa italiana líder en Europa en la venta de cartuchos de impresora y especialistas en "compatibles". El año pasado facturaron más de siete millones de euros vendiendo tinta para impresoras que fabrican otros que venden los cartuchos originales más caros. "Nunca hemos tenido problemas legales. Vendemos cartuchos de marcas originales, compatibles o regenerados, es decir, cartuchos vacíos rellenados", enumera. Se parece bastante al tema de las cápsulas de cafetera, pero Canon y HP, fabricantes de impresoras, ya no denuncian. Porque tienen claros los límites del sistema. "Las marcas tienen una licencia exclusiva para sus cartuchos que dura cinco años. Pasado ese tiempo, las podemos copiar sin problemas. Sin embargo, durante ese periodo para poder comercializar los cartuchos debemos usar un diseño parecido, pero no igual. Se trata de lograr que el cartucho encaje en el hueco de la impresora y haga su función, pero que la apariencia sea distinta", explica Rossi. Si el original es cuadrado y con bordes redondeados, el suyo puede ser más achatado y con los bordes afilados. "Los fabricantes originales tratan de ponerlo difícil, porque con los cartuchos es con lo que ganan dinero. Cada mes sacan un nuevo modelo. Esto hace que solo si tienes una capacidad elevada, como nosotros, puedes ir asumiendo los cambios. Tenemos un departamento de I+D que se encarga de los diseños de cartuchos. También fábrica y almacenes", explica.
Los expertos en propiedad intelectual son cautos con la guerra entre Marcilla y Nespresso, porque todos coinciden en que, sin ver los documentos de patente y de la demanda que puso Nespresso en Francia, es difícil saber si tiene o no posibilidades de triunfar. Pero al tiempo coinciden en que si Sara Lee se ha lanzado a fabricar y a distribuir de manera tan masiva el producto, es porque deben estar bastante seguros de que tienen todas las armas afiladas.
Las cápsulas funcionan ambas en la misma máquina, pero en apariencia son muy distintas. La original parece de aluminio y tiene una película de este material que protege el café. No huele. Está sellada y es de color. El sucedáneo, sin embargo, es transparente, va en una bolsita y es completamente de plástico. Desprende un fuerte olor a café y la parte trasera es plana y está llena de orificios. "Con tan pocos datos es difícil poder afirmar con rotundidad nada, pero creo que Nespresso lo tendrá difícil. La forma es diferente, por lo que no parece vulnerar el diseño industrial. Si el funcionamiento técnico no es exacto, aunque hayan patentado, podrán fabricarlas", razona Mario Sol, profesor de propiedad intelectual en la escuela de negocios Esade.
"Cuando un fabricante patenta algo, lo que protege son una serie de características técnicas. Depende de lo bien redactada que esté esa patente será más fácil de superar o no", comenta Bernabé Zea, técnico del centro de patentes de la Universitat de Barcelona. A modo muy didáctico explica por ejemplo que si se patentara una silla bajo la descripción "base, respaldo y cuatro patas" cualquiera podría fabricar una con tres patas o con cinco. Si en cambio registrara una "base, respaldo y soporte", todas las patas quedarían protegidas. "Imagino que si alguien sale al mercado con un producto y sabiendo que en otro país ya le han demandado es porque está muy seguro de que ha hecho un buen análisis", razona el técnico. Aunque a veces, apunta, las empresas pueden arriesgarse, si creen que el negocio vale la pena, a lo que se llama "riesgo de infracción".
Las imitaciones no son algo nuevo. Los productos de marca blanca, por ejemplo, son muchas veces una pura imitación. ¿Por qué no se persigue cada uno de ellos? Porque una patente solo protege una novedad técnica. Y si lo que se protege es el diseño industrial, solo se salvaguarda la apariencia. Es decir, que el envase no sea exacto y que el consumidor medio no pueda equivocarse. Una botella de gel que incluya un producto a base de aceite de oliva, por ejemplo, es difícil de proteger, porque con variar un poco la fórmula y ofrecer otro envase, ya no habría ilegalidad. "Que fuera igual la botella sería competencia desleal, porque significaría que la copia se aprovecha de la imagen de la original", apunta Sol. Este experto cree que es positivo que otra marca rompa la baraja de Nespresso. "Así es como se evitan los monopolios. Este tipo de cosas obliga a las marcas a seguir hacia delante. Les estimula a no acomodarse y a seguir creando", opina. Si la competencia quisiera esperarse a realizar la copia exacta, también podría dejar pasar 20 años, que es lo que dura la patente.
Los procesos por presuntas violaciones de patentes o diseños industriales son bastante largos. Según explica Jordi Romaní, abogado del despacho Romaní-Martínez, lo lógico es pensar que si en Francia Nespresso ha denunciado, en España también lo haga. O quizá prefiera esperar a que allí haya un veredicto para actuar aquí. "Los derechos de las patentes tienen efecto en cada país. Es decir, que Nestlé deberá conseguir ganar el litigio territorio por territorio. Si ahora demanda a Sara lee, el proceso puede durar entre un año o un año y medio. Entonces seguro que habrá una apelación, que supondrá otro año. Después, podría haber una apelación al Supremo, por lo que se podrían sumar otros cuatro años de espera...", relata. Mientras, apunta, la empresa que se siente vulnerada puede pedir al juez medidas cautelares, es decir, que impida la venta del producto mientras dure la demanda.
Vincent Termote, Director General de Nespresso para España y Portugal, no quiere dar detalles sobre si quieren demandar a la marca o no. "No voy a especular sobre este tema, y no haré comentarios sobre nuestra estrategia legal. Lo que quiero decir es que la competencia no es nueva para nosotros", explica por correo electrónico. "En estos momentos ya competimos diariamente contra más de 40 sistemas de café en porciones a nivel mundial y 15 operan aquí en España. Si continuamos teniendo éxito es porque dedicamos todo nuestro esfuerzo a garantizar la máxima calidad en cada taza de café. Por eso, seguimos confiando en que nuestra oferta de café de la más alta calidad, nuestro servicio personalizado y nuestra exclusiva experiencia de marca seguirán conquistando la confianza y el entusiasmo de nuestros socios del Club Nespresso", añade.
¿Original o copia? Los litigios más sonados están en el mundo de la tecnología. En telefonía móvil, software de ordenadores y videoconsolas. Hace solo dos días, por ejemplo, quedó visto para sentencia el juicio contra Alejandro Fernández, demandado por Nintendo, que pide contra él 23 años y 840.000 euros de multa (el fiscal rebaja su petición a un año y nueve meses) por vender unos cartuchos para una de las consolas que el fabricante japonés considera piratería. En ellos se pueden cargar juegos y usar el aparato sin necesidad de los originales. Su defensa, sin embargo, cree que es lícito que existan esos cartuchos, ya que sin ellos un usuario no puede ejecutar programas creados por él mismo, algo a lo que tiene derecho. De hecho, mientras la decisión del juez sigue pendiente, el propio acusado y otras tiendas han demandado a su vez a Nintendo, porque creen que vulnera la normativa europea que protege ciertos usos de un diseño industrial si es el único modo para desarrollar algunas innovaciones, como sería el caso del software propio.
"Que en el caso de las cápsulas el juez decida que se adopten o no medidas cautelares dependerá de lo discutible que sea el asunto a primera vista", explica Romaní. Según opina este abogado, si nadie hasta ahora había desafiado a Nespresso no era porque no se atreviera a entrar en juicios, sino porque no habría encontrado un sistema eficaz para hacer cápsulas compatibles. "Ahora todo dependerá de si son iguales o solo parecidas", zanja. De momento Marcilla ya ha convencido a casi todas las grandes cadenas de supermercados para que vendan su producto. En Francia, en un año han despachado 175 millones de sus dosis "compatibles". Desde ayer, hay en establecimientos españoles seis millones de cápsulas de esa marca. Valen 1,7 millones de euros, que si se venden, no se embolsará el fabricante original, que inventó su sistema.
Copias dudosas
- 'Aftermarket'. Así se conoce, por ejemplo en automoción, a las piezas para un componente que no son originales. También consumibles que encajan en un aparato de una marca, pero las ha fabricado otro.
- Guerra del café. Decenas de compañías han sacado al mercado su propio sistema de cafetera con monodosis. Para cada cafetera hace falta comprar un tipo de cápsula. Nespresso, de Nestlé, es el líder del sector, y solo vende las cargas para su máquina en tiendas exclusivas. Pero Sara Lee comercializa ahora dosis compatibles en supermercados de España, Francia y Holanda.
- Tinta de impresora. Alrededor de los cartuchos no originales para impresora han nacido cadenas de tiendas. Producen cargas de tinta que valen hasta un 60% menos que las originales. No hay litigios, porque los fabricantes de sucedáneos se encargan de incorporar pequeñas variaciones en el diseño de los cartuchos. Encajan, funcionan, pero no son exactos.
- Tecnología. Las denuncias por plagios están a la orden del día en el mundo de la tecnología. Ya en los ochenta había videoconsolas llamadas 'clónicas' que podían usar juegos de las grandes marcas como Nintendo.
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