domingo, 17 de agosto de 2008
Así conseguí las fotos...
Así conseguí las fotos del sargento Bee en Afganistán
Es muy poco habitual encontrar una secuencia de fotos como la que captó el fotógrafo de Reuters Goran Tomasevic el pasado 18 de mayo en Afganistán. A través de su objetivo logró capturar el cruce de disparos entre el sargento estadounidense William Bee y un grupo de talibanes. Hoy, Tomasevic — un experimentado fotógrafo de guerra serbio — ha contado en la web de la agencia de fotografía para la que trabaja la historia que se esconde detrás de tan espectaculares imágenes.
Si no hubiera enfocado la cámara antes de que la bala chocara contra el muro, no habría podido reaccionar tan rápido como para tomar estas imágenes. Unos minutos antes, había estado 'haciendo el vago' bajo el calor abrasador del desierto de Afganistan, observando las filas de hormigas y preguntándome cuándo podría probar mi nueva lente de 24mm.
Se escucharon disparos desde fuera del perímetro en el que se encuentran los marines de los EEUU, que custodiaban el distrito de Garmsir, un bastión talibán en la provincia de Helmand, la mayor región productora de opio del planeta. Cogí mis botas y mis cámaras y corrí a ver lo que ocurría. Los marines habían localizado a algunos talibanes moviéndose a unos 200 metros de distancia del recinto. Eché un vistazo rápido por encima de la pared pero no conseguí ver ningún talibán. A continuación, los disparos comenzaron de nuevo. Los soldados abrieron fuego con ametralladoras pesadas; los talibanes contestaron con más disparos.
Después de haber cubierto media docena de guerras, estaba prácticamente seguro de que los disparos que habían impactado en el muro que estaba cerca de mí provenían de un rifle fabricado en Rusia, un Dragunov. Pensé que era mejor volver y ponerme unos pantalones. También cogí mis chalecos antibalas, un casco y un poco de agua. En cuanto salí fuera, los disparos comenzaron de nuevo.
El sargento William Bee estaba allí, con su fusil M-16. Le pregunté si los talibanes estaban disparando desde el mismo punto que antes. Él me respondió que sí e inmediatamente se levantó y apuntó con su rifle. De pronto, hubo disparos y Bee cayó al suelo. Dejé mis cámaras y salté encima de él. Examiné su cabeza y su cuello, esperando encontrar sangre, pero no había nada. Él seguía respirando pero estaba inconsciente.
Los médicos llegaron, lanzaron una granada de humo para poder colocarlo en una camilla y se lo llevaron. Yo cogí mis cámaras y lancé algunas fotografías más. Luego regresé para ver cómo estaba el sargento Bee. Fue su día de suerte porque no estaba herido grave.
En un primer momento, entre la adrenalina y la velocidad de los acontecimientos, ni siquiera supe si había llegado a hacer alguna foto a Bee en el momento culminante de la acción pero fue muy emocionante ver la secuencia de imágenes.
Puede que sólo se tratara de suerte, de esa que llega después de una paciente espera de horas, semanas — en este caso más de dos meses — comiendo, durmiendo y patrullando codo con codo con los soldados estadounidenes en Afganistán, compartiendo sus vidas y sus dificultades. He desarrollado un profundo respeto por estos jóvenes y por el modo en el que realizan su trabajo, de una manera muy tranquila y profesional pese a las terribles condiciones de vida y al peligro al que se enfrentan cada día.
Cuando envié las fotografías, aparecieron en periódicos y televisiones de todo el mundo. Al principio no dí el nombre del protagonista de la fotografía pero me encargué de dejar claro de que estaba bien.
Periodistas de todo el mundo me llamaron por teléfono, y también a mis editores, para preguntarme por el nombre del marine. Así que pregunté a Bee si me permitía revelar su nombre: me dijo que primero tendría que llamar a su mujer para decirle que estaba bien. Pero la esposa del sargento Bee ya había visto las fotografías a través de Internet y, por supuesto, había reconocido a su marido de inmediato.
"Estaba embarazada de más de siete meses y pensé que iba a dar a luz", comentó a un portal de noticias estadounidense. "Me decían que estaba bien pero no me lo creí hasta que conseguí hablar con él", recogía la página de FOXNews.com.
Ella describió a su marido como un "tipo con cara de póquer" que "vive para el ejército". También dijo que su marido le contó que se encontraba cambiándose de ropa cuando la compañía fue atacada con disparos. "Dice que se dio la vuelta e hizo lo que tenía que hacer".
Por GORAN TOMASEVIC (REUTERS)
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