Cien años en la colina de los chopos
La Residencia de Estudiantes celebra su centenario como gran símbolo pedagógico - Un documental reúne imágenes inéditas e insólitas de sus protagonistas
A los jóvenes que vivían en la Residencia de Estudiantes les llegaba el aviso de la hora de comer con el sonido de un gong. La imagen de Casimira (la jefa de la cocina) golpeando el exótico instrumento la recoge el documental Hablaremos de esto dentro de cien años, que con guión de Juan Pérez de Ayala, música de Juan Manuel Artero y dirección de Rafael Zarza conmemora el centenario de uno de los símbolos pedagógicos más singulares y legendarios de la historia de España. Uno de los jóvenes residentes, el músico Jesús Bal y Gay, escribió entonces: "Eso de que nos convocara a comer no con la algarabía festiva de una campana ni con la incisiva impertinencia de un timbre, sino con un gong, sonoridad grave velada, pero que se oía de lejos y daba profundidad al jardín y temblor al aire, era un rasgo revelador de la ética y la estética que animaban la casa".
La estética como una forma de ética, la alegría, el amor y la libertad como una responsabilidad, la rebeldía como una disciplina... Por la Residencia de Estudiantes pasaron poetas, pintores y el circo más pequeño del mundo, presentado por Alexander Calder en 1933.
El 1 de octubre de 1910 se abrió la primera Residencia de Estudiantes que, tres años después, se instalaba definitivamente (y ahí sigue) en unos terrenos que pertenecían al Ministerio de Instrucción Pública. Un cerro que subía hasta los altos del hipódromo y desde el que, en los días soleados, se podía ver la sierra de Madrid. Alberto Jiménez Fraud, el joven malagueño que puso en marcha aquel proyecto pedagógico (y que murió en el exilio y el olvido en Ginebra en 1964), le pidió entonces a un "nombre preclaro para España entera y colegial de la Residencia" que subiese al cerro para consagrar el lugar. Fue entonces, cuando Juan Ramón Jiménez , después de callado paseo, bautizó el lugar para siempre como "la colina de los chopos". Escribió el poeta: "Ahí están, echados todavía en el suelo, con sus raíces en el esportón de tierra madre, oliendo a vida y esperanza. Han traído tres mil, y todos vamos a sembrar los nuestros".
Cien años después, la Residencia de Estudiantes celebra su centenario este fin de semana. Entre conciertos, fanfarrias, exposiciones y un homenaje a antiguos residentes, Hablaremos de esto dentro de cine años incluye imágenes inéditas y poco conocidas de este símbolo de la cultura y la pedagogía heredera de la Institución Libre de Enseñanza, como un poema inédito de Unamuno (sentado bajo un chopo de la Residencia solía hacer pajaritas de papel; una vez, cuando una alumna estadounidense admiró una de sus papiroflexias se la regaló con una breve nota: "Made in Spain"). De Unamuno, Zarza rescata de sus archivos familiares un poema: "Predicar en desierto, sermón perdido. No, que nada se pierde, todo se gana. No hay palabra de amor que no se enciende, la voz del corazón abre al desierto misteriosos oídos". O una entrevista con Rafael Alberti en Roma, en los años cincuenta, recién llegado de Argentina: "Como su nombre indica, la Residencia es un lugar donde residían estudiantes de todas las regiones de España. Era uno de los centros culturales más importantes de la vida española, sobresaliente por su gran espíritu liberal...". Alberti recuerda a José Moreno Villa, Emilio Prados, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Dámaso Alonso y, por supuesto a Dalí, Buñuel y Lorca ("Federico solía ser una persona alegre en un aspecto; en otro no era nada alegre, era una persona concentrada de pronto y sombría con una gran preocupación de la muerte").
Imágenes de archivo que se cierran con el levantamiento militar de Franco y en las que con obligada nostalgia se recuerda una reflexión de Le Corbusier al conocer aquel oasis de estudio y creación: "El Escorial, un rascacielos horizontal, y la Residencia, escuela de solidaridad, de espíritu de iniciativa, de sólida virtud, es como un monasterio sereno y alegre. ¡Menuda suerte para los estudiantes!".
Ortega y Gasset
Miguel de Unamuno
Juan Ramón Jiménez
La historia en tres dimensiones
Hablaremos de esto dentro de cien años incluye una serie de fotografías que pertenecen a un extraño invento en el que trabajaron desde finales de los años veinte dos ingenieros españoles, José Limeses y Antonio M. Saralegui. Las fotografías, a las que se prestaron decenas de hombres de la literatura y la política de la época, tenían como fin sacar a partir de ellas una perfecta escultura gracias a una máquina que estos ingenieros construyeron en Argentina.
"Limeses y Saralegui se dedicaban a la fotografía área y de ahí nació su invento de la fotoescultura", explica Rafael Zarza, que en su anterior filme, El deseo y la realidad, presentó las primeras imágenes en movimiento de la generación del 27 y cuyo próximo proyecto estará dedicado a desentrañar la historia de estos dos ingenieros y su invento de imágenes tridimensionales. "Para esta película he querido incluir la fotoescultura que hicieron de los tres dones de la Residencia: Unamuno, Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez" (en las fotografías, de arriba abajo).
Los chopos de Jiménez, Ortega y Gasset de paseo con Albert Einstein, al que acompañó en su visita a Madrid, y Unamuno obstinado con sus pajaritas de papel forman parte de los pilares morales sobre los que se asentó la Residencia de Estudiantes, que estaba en plenos cursos de verano cuando estalló el levantamiento de 1936 y que, aunque gozó durante un tiempo de inmunidad diplomática, acabó como hospital para niños huérfanos y abandonados durante la guerra.
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